XLIII
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" Odio y venganza
anidan corazones
sin esperanza. "
—Verónica Calvo.
Margery no tenía idea de cuánto tiempo había dormido, pero cuando estuvo lo suficientemente consciente, no escuchó nada. Sin celebración, sin voces ni música o siquiera una segunda respiración aparte de la propia. Nada en absoluto. Aquel detalle terminó de sacarla por completo de su cómodo sueño.
Incluso antes de que abriera los ojos, la princesa sintió algo... extraño. Algo andaba mal, en definitiva. Ella no estaba cansada. Tampoco estaba borracha, de lo contrario sería absolutamente imposible recordar lo que pasó con Geralt durante el festejo de la boda de su hermano mayor. Pero la situación resultó sospechosa en exceso porque ya no estaba desnuda y su cama no era tan blanda. Era dura, fría y húmeda.
Los ojos verdes de la pelirroja se abrieron y el olor a hierba y tierra llenó sus fosas nasales. Eso la hizo jadear y sentarse tan rápido que le terminó doliendo la cabeza por el movimiento repentino. Miró a su alrededor con creciente pánico. Margery no estaba en sus aposentos. Ni siquiera estaba en el castillo o sus zonas más cercanas.
Ella estaba en un bosque. Ella estaba en el Bosque de Las Sombras.
Podía sentir que su respiración se atascaba en su garganta mientras se puso de pie de un salto. Los árboles que la rodeaban parecían capaces de alcanzar el cielo sin ningún problema. Imponentes y oscuros. La luz del sol no penetraba todas esas ramas enredadas y atravesadas. Si no se esforzara tanto por querer entender que la naturaleza lo único que hacía era ser, habría creído con demasiado temor que estaba encerrada en aquel punto desconocido, dentro del corazón del extraño bosque, sin noción de tiempo.
A pesar de que estaba en medio de la oscuridad, había una luz extraña entre los árboles desprovistos de hojas. Era tenue, carecía de potencia, pero brillaba lo suficiente como para dejarle ver lo que la rodeaba, lo que quedaba inmediatamente cercano a ella. Eso solo funcionó para que la mujer llegara a la conclusión de que aquello agregaba más amenaza a su situación. Nunca vería venir lo desconocido, lo que se ocultaba más allá del lugar que ella estaba ocupando.
Segundos después comprendió que dicha luz era un símbolo tallado en los troncos. Su color pálido y fantasmal le puso la piel de gallina. Miles de sombras se alzaban en todas las direcciones y cada una de ellas parecía estar al acecho.
Tragó saliva con dificultad, tratando de comprender qué sucedía, en qué momento había llegado ahí y por qué.
Lo último que recordaba era haber estado con Geralt en sus aposentos. Había tomado una última copa antes de acostarse a un lado del brujo y dejarse llevar por el sueño, envuelta en sus brazos. Empero nada del entorno en el que se veía atrapada parecía ser un sueño o una pesadilla. Los aromas, las texturas y el devastador frío se sentía demasiado real.
Antes de que se le ocurriera correr a ciegas a través de la maleza, unos pasos acercándose a su posición la alertaron. La hojas crujieron bajo el peso y las ramas se removieron. El resto de los árboles siguió el temblor como una especie de eco que se clavó en su cabeza y la atormentó. Se abrazó a sí misma y se giró hacia el sitio de donde creía que provenía la verdadera fuente de la interrupción del silencio y quietud del arbolado.
Una mujer.
Su figura era menuda, mucho como para poder ser humana por completo. Su cabello blanco estaba recogido y enmarañado, con ayuda de una tela desgastada que tenía el mismo color ocre del vestido que llevaba. La ropa le quedaba holgada en exceso y parecía tener que hacer un exagerado esfuerzo para mantenerse en pie y caminar. Las cuencas hundidas de sus ojos acuosos y claros le produjeron escalofríos a Margery, al igual que sus sobresalientes y afilados pómulos. Las arrugas de su rostro se extendían por su cuello y al resto de su cuerpo.
A pesar de todo lo anterior, la pelirroja pudo percibir una indescriptible fuerza confinada en un cuerpo demasiado pequeño. Su belleza de seguro habría sido innegable, sino fuera porque el tiempo había sido inmisericorde con ella. Si la princesa no estuviese convencida de que lo que veía era una persona, habría creído que era un árbol más del montón. Un árbol encantado, tal vez.
—Bienvenida a casa —dijo la desconocida, pero más que verla mover los labios, la voz se coló en su interior y la escuchó en su cabeza.
Por un par de segundos, Margery lo único que hizo fue quedarse como estatua observando a la mujer. No le resultaba familiar para nada, pero cuando la extraña comunicó tales palabras, recordó a la perfección el encuentro que tuvo con ella hace dos días atrás, cuando intentaron hacer la transferencia de la maldición en el Lago de Erium. Había acabado de usar las mismas palabras con una escalofriante exactitud, que más que remover sus recuerdos, removió todas las aguas profundas de su ser con extrema incomodidad.
—Esta no es mi casa —fue lo mínimo que se atrevió a decir.
La extraña ladeó la cabeza y sus ojos brillaron divertidos al escuchar a la princesa. Dio un paso en dirección a la pelirroja, quien de inmediato alzó sus manos descubiertas hacia ella.
» Si da un paso más, se atendrá a las consecuencias —dictaminó alzando también el mentón.
—Llevo demasiados años cargando las consecuencias. —A pesar de su tono molesto, su caminar llegó a un fin, todavía manteniendo una considerable distancia entre ellas —. Empecemos de nuevo —propuso enderezándose. Cada sonido que provenía de ella retumbaba en la cabeza de la pelirroja. Por un momento, temió que pudiese leer hasta sus pensamientos —. Soy Amicia, y estoy segura que intentaste buscarme.
—¿Eres la hechicera? —exhaló.
—Lo que queda de ella.
—¿Por qué estoy aquí? —exigió, controlando el temblor de su voz —. No tardarán en comenzar a buscarme. ¿Acaso desea tenerme como rehén?
—¿Eso es lo que crees que haré? —cuestionó disgustada, como si la sola idea fuera estúpida —. Te puedo asegurar que no gasté mis escasas fuerzas para traerte una segunda vez aquí y encerrarte. —Soltó un cansado suspiro y observó a la pelirroja con escrutinio —. Esperaba que te quedaras dormida más pronto, pero tu demora me hizo controlar la celebración mayor tiempo del planeado. Sígueme.
—No lo haré —discutió retrocediendo, casi de manera inconsciente —. Usted es quien puso esta maldición en mi familia. No tiene idea de lo miserable que ha hecho mi vida. ¿Por qué la seguiría al interior de los árboles?
La hechicera alzó una ceja y retó a la princesa con la mirada. Pasados unos cuantos segundos, un movimiento de manos brillantes y amarillentas provocó que la luz de los símbolos en el bosque se hiciera notar cada vez más. Luego, sin realmente esperarlo, Margery se dio cuenta que ella misma estaba de pie sobre aquel símbolo, el cual estaba dibujado con pulcra exactitud y cuidado sobre la maleza y tierra húmeda.
El esquema era circular y la runas, cuyos significados desconocía por completo, estaban encerradas dentro del área redonda. Líneas se cruzaban y entrelazaban entre sí, cada una señalando cada runa para después unirse en el centro, donde la pelirroja estaba situada. Lucía como si llevara años ahí, siendo parte de la tierra misma y el resto del bosque, cuyos árboles también estaban infestados de tal dibujo que le había helado la sangre a Margery cuando vio la herida en su hombro por primera vez.
—Si hubiera querido hacerte daño, ya lo habría hecho —contestó la mujer con simpleza y se acercó, más no cruzó los límites del símbolo y se mantuvo al borde —. Si hubiese querido hacerle daño a la familia real de Mercibova, no habría acudido a su llamado.
Margery frunció el ceño en confusión al escucharla. Sentía la cabeza revuelta y dividida entre querer salir corriendo del lugar y poner atención a las palabras de la peliblanca.
» Cuando dejes de querer escapar, los símbolos dejarán de brillar y podrás salir de ahí —anunció dando media vuelta para darle la espalda —. Luego me seguirás.
La hechicera empezó a caminar y pronto se perdió entre la maleza y oscuridad del arbolado.
La pelirroja resopló con desgano, dándose cuenta que su desasosiego no hacía más que iluminar más los símbolos del bosque. No tenía sentido confiar en una completa desconocida que se veía menos humana entre más tiempo la había observado, pero tampoco podía echar a perder la posibilidad de obtener respuestas. Después de todo, Amicia tenía razón: la princesa había estado buscándola. Si no hubiese sido por la emboscada de Alysion, de seguro habría llegado antes a ella y las circunstancias serían distintas.
Independientemente de que encontrarse con la muerte siguiera siendo una opción, tenía que ser consciente que correr alrededor a ciegas empeoraría su situación.
Se pasó las manos por el rostro con desespero pintando sus movimientos. En cuanto se retiró los dedos de los ojos, luego de restregárselos, se dio cuenta que estaba a oscuras. ¿Esa era la señal?
Dando un paso en dirección que tomó la mujer, se dio cuenta que ya no estaba retenida, que nada lo evitó. Dio otro y otro, hasta que se encontró a sí misma uniéndose a la espesura de los árboles. Esquivó ramas y raíces que encontró por el camino. Tropezó más de una vez y tuvo que luchar contra su vestido, el cual no dejaba de enredarse con todo, hasta que tuvo que rasgarlo por encima de los tobillos.
El camino se le hizo infinito y aumentó sus miedos, no obstante, cuando creyó que el bosque jamás terminaría, trompicó hacia un espacio desprovisto de árboles, plano y libre, con una pequeña cabaña en el medio. Amicia estaba en la puerta, esperándola.
La suave luz que provenía del interior de la cabaña iluminaba la figura de la mujer, quien estaba de espaldas al interior del lugar. Incluso desde ese ángulo y con aquella suave iluminación naranja, se veía más pequeña y menuda, pero el color de sus ojos brilló con interés. Si Margery se atrevía a decir que era buena leyendo las expresiones de las personas, habría podido también determinar que percibió cierto alivio en aquellos irises desconocidos.
Caminó más cerca hasta que quedaron separadas unos cuantos pasos.
—Me alegra ver que has tomado la decisión correcta —comentó Amicia al tiempo que se viró para ingresar a la choza, seguida de la princesa —. Si hubieses decidido irte, no podría haber asegurado tu bienestar. El bosque es engañoso por naturaleza y no se puede controlar del todo.
El espacio era bastante reducido y de aspecto antiguo, para nada cuidado. No le cabía en la cabeza cómo alguien podría vivir ahí, aislado del mundo, rodeado de criaturas oscuras. Perder la cabeza de seguro tenía que ser una opción y quizás hasta la única.
Y ahí estaba ella, encerrándose en la casa de una persona —si es que todavía se le podía considerar una— cuya cordura era cuestionable a su parecer.
—Creí que en realidad no tenía opción de irme —susurró Margery para sí. A pesar de que supo que la contraria le escuchó, decidió fingir que no dijo nada al respecto y prefirió a encontrar las respuestas que deseaba. —. ¿Por qué el bosque sigue lleno de monstruos? —preguntó la pelirroja, caminando con lentitud alrededor.
El lugar estaba lleno de objetos que desconocía en su totalidad o que quizás no quería descubrir bien qué eran.
Cada parte o habitación que contenía una vivienda promedio, estaba reunida en un solo sitio, carente de las típicas divisiones de espacio. Había una chimenea prendida al igual que otros hachones distribuidos. Una cama deshecha, un recibidor sucio y una extensa mesa, llena de frascos, libros, hierbas y demás cosas, que ocupaba la mayor parte de la choza. Retazos de malgastadas telas, y lo que parecían ser huesos o cráneos —que en realidad prefería pensar que no eran humanos— colgaban del techo con ayuda de cuerdas o cadenas. Era un aire curiosamente misterioso y oscuro, no lucía para nada de lo que habría esperado, aunque en realidad... Mary no sabía qué debió haber esperado.
—Los Ghuls son desagradables criaturas devoradoras de cadáveres —explicó, cerrando la puerta —. Suelen infestar cementerios, criptas o campos de batalla, y esta zona es todo lo anterior. Normalmente son activos por la noche, pero en medio del bosque...
—Todo el tiempo está oscuro —completó Margery y se acercó a la mesa para curiosear lo que había sobre la misma.
En cuanto una de sus manos fue a tocar la desgastada tapa de un libro que llamó su atención, una más pequeña y huesuda detuvo el movimiento. Se sobresaltó y alejó su extremidad de inmediato, sus ojos saltando del libro hacia el rostro de la hechicera.
—Así es —concordó con una media sonrisa de dientes podridos —. Allá adentro no habrías nunca notado que está a punto de amanecer.
Bajo la anaranjada luz de la fogata se vio un poco más viva, a comparación de lo que alcanzó a distinguir entre los árboles. Su piel seguía siendo arrugada, enfermiza blanquecina, pero era imposible negar la vida que hacía brillar sus ojos azulados. Sin embargo, aquello no hizo que dejara de ser intimidante. Incluso cuando la sobrepasaba en altura, algo le decía que su fuerza no sería suficiente para vencer a la contraria, en caso de ser necesario. La magia, por ejemplo, no era algo que la princesa supiera cómo manejar, evitar o luchar en contra.
—¿Por qué existe La Maldición del Naranjo Seco? —murmuró dando unos pasos atrás para generar distancia, algo que Amicia ignoró por completo, puesto que la siguió de cerca.
«» —Déjame contarte la historia de una medio elfa que se enamoró de un humano; un rey —comenzó y posó sus manos sobre los hombros de la princesa, provocando que la misma cayera sentada sobre una silla que no sabía que había estado ahí todo el tiempo. Apenas la peliblanca estuvo satisfecha, no solo con la expresión temerosa de la pelirroja, sino de la posición en la que quedó, le dio la espalda para abrir el libro que segundos atrás Mary había querido ojear.
» Pero dicha historia no tuvo un final feliz.
—P-pero eso explica... —Inhaló profundo, recordando los pedazos de información que apenas habían podido recolectar de Danek.
—Hay sangre mágica en tu linaje, sí —confirmó la peliblanca sin girarse a verla, concentrada en las páginas del libro —. Se mantuvo en secreto la naturaleza de la primera reina de Mercibova, hasta que tuvieron a su primer hijo, al primer heredero al trono.
» Pero su apariencia se vio mucho menos humana a medida que fue creciendo, sus ojos, de un color... antinatural, digamos —completó con voz pensativa. Luego chasqueó la lengua y pegó sus orbes a los de la princesa —. Era un cuarterón y el secreto dejó de serlo cuando todo el pueblo se enteró, así que te puedes imaginar el revuelo que eso causó en todo el reino. ¿Puedes llegar a imaginarte eso? Simples mercibonenses contra soldados entrenados y leales al rey...
—Hablas de la Primera Gran Guerra Civil —dijo Margery, removiéndose sobre la silla —. Se sabe que fue una gran masacre, aunque no hay mayor cosa documentada sobre ella. —Y en realidad ya no sabía si quería saber sobre ello. La situación sonaba incómoda y bastante discriminadora.
—Supongo que ni siquiera la ubicación donde se desató. —La pelirroja negó con la cabeza a modo de respuesta y desvió sus ojos hacia la mesa —. El Bosque de Las Sombras fue ese campo de batalla, princesa. Los humanos ejecutaron a su reina por no ser humana y fueron a por su único hijo, de ese entonces. Pero antes de que eso sucediera, el rey, devastado por la muerte de su amada, llegó a mí.
Una oscura sonrisa curvó los labios de la hechicera. Los recuerdos parecieron inundar su mente, lo cual se expresó bastante claro en sus ojos, puesto que dejó del libro quieto y se quedó mirando un único punto de la sucia madera de la mesa.
» Protegí a sus hijos y a su descendencia como lo prometí, aunque la magia tiene límites y no todos son conocidos, sin importar qué tanto la practique. —Alzó una osuda mano, en ella brillando una daga de plata que sostuvo con exagerada fuerza. Margery, al ver eso, trató de levantarse, solo para darse cuenta que estaba atrapada sobre la silla, sus manos incapaces de contestar a las alarmadas órdenes que dirigió su mente.
—Qué fue lo que hizo —exigió entre dientes, removiéndose con fuerza. Apenas pudo arrastrar las patas del asiento hacia atrás, pero nada más. Su corazón comenzó a bombear con más fuerza, temeroso a las desconocidas, pero amenazantes intenciones de la hechicera.
—Lo que me pidieron: desperdiciar sangre mágica en un hechizo de protección —siseó dando una larga zancada y agarrar el espaldar de la silla para detenerla, acercando sus rostros hasta que las puntas de sus narices casi entraron en contacto. La joven mujer se inclinó como pudo hacia atrás, pero la idea de desplazarse más lejos fue imposible.
» Sólo lo hice porque sabía que eso habría querido la medio elfa que rescaté y crie como mi propia niña. —Resopló sobre la cara de la pelirroja. Un segundo después, lo único que la princesa pudo ver, fue la brillante hoja del arma blanca ante sus ojos —. Transformé el hechizo con el tiempo y se desarrolló en lo que hoy conocen como una maldición, pero solo sucede en el ser viviente que carga con una pizca de sangre mágica en sus venas. Es al azar, inesperado, pero muy notorio.
—Pero mi madre tiene la maldición —suspiró la princesa, confundida por lo escuchado y tratando de obtener respuestas a todas las incógnitas que rondaban en su vida.
—La reina no tiene sangre mágica —se burló acariciando el terso y joven rostro con la hoja brillante de plata. Sus orbes siguieron de cerca cada movimiento que proporcionó —. La maldición solo la está terminando de consumir porque ella no es... tú.
—¿Y mi hermano? —preguntó en un murmullo que, gracias a la cercanía de la mayor, esta pudo escucharlo a la perfección.
—Morirá como todas tus demás víctimas —respondió tranquilamente. Al ver las lágrimas acumularse en los ojos verdosos, su expresión se suavizó —. Oh, princesa, gracias a lo que yo hice, él no está muerto todavía —consoló con mofa —. Le regalé unos cuantos días más para que toda la familia real pueda ver cómo cae su reino ante sus narices.
Sin realmente esperarlo, el movimiento de Amicia fue demasiado rápido para que Margery hubiera podido seguirlo con la mirada. Lo único sintió fue un limpio corte en su antebrazo derecho que rasgó la manga de su vestido. Se mordió la lengua en cuanto la punzante intrusión en su piel se volvió dolorosa y la sangre no tardó en brotar.
» O bueno, casi toda la familia. —Se encogió de hombros enderezándose. Le dio la espalda a la princesa y pasó el mismo filo ensangrentado por la palma de su propia mano.
—¿Por qué hace esto? —La voz le sonó ahogada. Las ganas de cubrirse la herida con la mano izquierda eran tremendas, empero sus movimientos inexistentes. Solo pudo quedarse ahí quieta, respirando de forma pesada y observando con creciente enojo a la hechicera —. Nosotros no tenemos la culpa de algo que sucedió hace cientos de años.
Aquellas palabras fueron las necesarias para sacar una reacción completamente diferente por parte de Amicia. Su rasgos ya incómodos de ver se crisparon mucho más y su mirada pareció quemar cada parte del rostro de la princesa en cuanto sus ojos se encontraron una vez más.
—¡Perdí a mi hija por culpa de los humanos! —rugió en la cara de la fémina atrapada —. Llegó mi momento de recolectar lo que apenas puedo recuperar: su sangre, su magia... y un reino que nunca aprendió a aceptarla. No, princesa, ustedes no hicieron nada. Sin embargo, sus vidas son lo que son ahora gracias a mí.
Dicho eso, clavó sus menudos, pero firmes dedos en el pecho de la princesa.
El impacto terminó siendo más firme y brusco de lo que la pelirroja habría esperado de alguien que se veía tan demacrado y cansado. Las uñas se clavaron con fuerza sobre la tela del vestido e incluso alcanzó a sentirlas rozar su piel, como diminutas agujas que comenzaron a enterrarse en su carne.
No pudo moverse. No pudo gritar. Ni siquiera supo bien si pudo respirar. Lo único que alcanzó a percibir fue la oscurecida mirada de Amicia sobre su estupefacto rostro, la sangre brotar sin cansancio de la herida de su antebrazo y la sensación de su corazón ser desgarrado bajo la mano de la poderosa hechicera. Su espalda se arqueó en contra de su voluntad hacia la fuente de la tortura, su cara enrojecida miró hacia el techo de la choza, donde apenas alcanzó a observar un diminuto rayo de luz atravesarlo. Su boca se abrió al igual que sus ojos hinchados, buscando respirar, empero jamás lo logró.
—La sangre olvidada tomará devuelta su trono. Después lo haré yo.
Entonces todo perdió forma, color y textura y se volvió negro, dejando a Margery de Mercibova sumida en la nada misma.
Abrió los ojos de golpe, temblando del frío y agradecida con poder volver a respirar. Tosió, se agitó y palpó su rostro, cuello y pecho con desespero, ojos frenéticos mirando a todas partes. La sangre seca sobre su brazo fue imposible de ignorar al igual que la tela húmeda y oscurecida por aquel espeso líquido. La choza, que apenas era iluminada por los rayos del sol, terminó de asegurarle que lo anteriormente sucedido, fue real.
Pero no se encontraba sola.
—¿Blanche?—sollozó alzando el rostro hacia la persona que le ayudó a permanecer sentada sobre el piso.
La maga de La Corte le dedicó una suave sonrisa que no logró alcanzar sus ojos. La preocupación los hacía brillar con retenidas lágrimas que se negó a soltar, no obstante, fueron demasiado claras y sinceras, que terminaron encogiendo el ya adolorido corazón de la pelirroja.
El agarre de la pelinegra sobre su brazo izquierdo era firme, y se sintió bastante cómodo y familiar. Al fin estaba frente a alguien en quien sí quería y deseaba poder confiar.
—Lamento tanto haber desaparecido, alteza —se disculpó y le ayudó a ponerse de pie. Al ver que Margery todavía no tenía la fuerza suficiente para estar por su cuenta, pasó uno de los brazos sobre sus hombros y caminaron hasta que la pudo apoyar un poco sobre la mesa.
» Tenía que averiguar por qué la transferencia no funcionó.
—Ahora sabemos la razón —apoyó la princesa, respirando de forma pesada —. Nunca iba a funcionar porque la reina no tiene sangre mágica. Pero aún así se llevó la peor parte de la maldición. —Sentía una opresión demasiado molesta en el pecho y no pudo evitar hacer una mueca, llevando una mano temblorosa hacia la zona afectada. El dolor fue inmediato —. ¿Qué ha sucedido? ¿Hace cuánto llegaste?
—No lo sé y... no hace mucho —contestó apenada —. He seguido a la hechicera de cerca estos dos días, pero lo de ahorita... sobrepasa mis conocimientos. Sabía que estaba cerca e impidió que pudiera venir antes. —La pelirroja asintió con desgano, notando por vez primera el rostro sucio y algo lastimado de la morena. Estaba claro que habían muchas cosas que desconocían contra las cuales debían luchar —. Pero sea lo que sea, la respuesta tiene que estar en este lugar.
Mary alzó la cabeza de repente.
—El libro —exhaló y se alejó de su amiga para casi tirarse sin fuerza sobre la mesa. Se sentía demasiado mareada y falta de aire. Casi podía jurar que le dolía estar viva.
Agarró el objeto que necesitaba y se lo enseñó a Blanche. La pelinegra de inmediato se inclinó para leer lo que había escrito ahí. No pasaron muchos segundos antes de que una más preocupada mirada se posara sobre la desgastada figura de la princesa.
—Hizo un hechizo de transferencia y conexión.
—Creí que no se podía hacer la transferencia.
—A una persona sin magia, no. Además, ella es la autora de todo esto, puede hacerlo sin ningún problema —aclaró suspirando con desgano —. Todo este tiempo hemos hecho lo que ella siempre quiso.
—¿Pero qué significa eso? —presionó Margery, arrugando el entrecejo con preocupación y malestar —. ¿Qué está pasando con la maldición? ¿Qué está pasando conmigo?
La mujer de irises avellanas apretó los labios y volvió sus orbes hacia las amarillentas páginas. Pasó uno de sus dedos sobre la áspera superficie, dando con el pie de página, donde una pequeña nota estaba escrita y lucía relativamente nueva, a comparación del resto de cosas que había en el libro. Leyó las palabras una y otra vez antes de volver a hablar.
—Está quitando la maldición —concluyó, aunque no sonó completamente segura —. Creo que la magia en tu sangre es lo único que te está manteniendo con vida, porque ella se la está llevando.
—¿Qué sucede si ya no queda nada? —preguntó, comenzando a tener una sospecha de lo que sería la contestación de la maga —. Blanche, ¿qué sucede? —insistió tomándola de la muñeca izquierda, aunque su agarre fue débil.
—Romperá la conexión —contestó con amargura y apretó la mandíbula, su expresión ensombrecida por completo —. Esa pizca de magia restante es lo único que te mantiene a salvo de la consecuencia de la maldición, princesa.
El aire se quedó atascado en su garganta cuando cayó en cuenta a lo que la maga se refería.
La gran consecuencia de la Maldición del Naranjo Seco era la muerte. Amicia le quitaría todo: sus seres amados, su familia y su vida. Le hechicera nunca fue una aliada. Estaba buscando venganza y había esperado numerosas décadas para ejecutarla. Hizo todo lo que fue esperado para que no fuera una opción desconfiar de ella, pero todo ese tiempo tuvo una meta clavada en su alma.
—Pero si ya no tendré la maldición...
—La maldición es por tu sangre, alteza —le interrumpió con seriedad.
—Debe haber algo que podamos hacer para evitarlo, Blanche —pidió en voz baja, apoyándose sobre las dos palmas de sus manos y ladeándose hacia la mesa. El brazo lastimado le tembló ante la presión que ejerció su posición, empero ella ignoró el dolor casi que por completo.
—La hay. —La morena asintió con la cabeza —. Pero no tienes las fuerzas suficientes para llegar hasta el castillo. —Comenzó a pasar las páginas del desgastado libro, leyendo con rapidez los títulos que habían, buscando algún nuevo hechizo que pudiera contrarrestar lo que ya había sido hecho por la peliblanca —. Aquí tiene que haber una forma de bloquear...
—No necesito fuerza —intervino la princesa —. Ya tengo la voluntad para sobrevivir y eso es más que suficiente. Lo dije antes y lo volveré a decir: quiero vivir —sentenció con firmeza.
La maga alzó la mirada hasta conectarla con la verdosa, su propio corazón pegando un vuelco ante lo escuchado. A los pocos segundos, logrando ver la chispa en la mirada de la princesa, supo que lo que fueran a hacer, tendrían que hacerlo juntas y seguir a Margery era su mejor opción. Creía en su princesa. Aquel era el mejor momento para demostrarlo y apoyarla.
Blanche de Aninthaia asintió con su cabeza en silencio, aceptando y apoyando todo lo expresado por la pelirroja.
—Necesitamos una fuente de bloqueo.
—El Lago de Erium —aportó Margery encogiéndose de hombros. Era la zona más próxima al palacio y con mucha suerte, no se encontraría con ningún Sumergido.
Blanche asintió de acuerdo, a pesar de que hizo una mueca, recordando el último incidente en el lugar. Pero no tenían más opciones y el tiempo de la princesa podría acabarse antes de lo esperado.
—Y mucha sangre de la hechicera.
—Todo ser vivo sangra, ¿no es así?
—Mucha sangre, alteza —resaltó —. Tenemos que desangrarla.
La pelirroja parpadeó, tratando de recuperarse de la impresión que le causó aquello.
Si a Amicia no le importaba lastimar a personas inocentes, cuyos ancestros cometieron errores, pero que, a pesar de la historia olvidada, no eran los culpables, Margery no podía esperar a que la peliblanca cambiara de opinión. Su corazón estaba muy lastimado desde que perdió a su hija y ella no podía culparla. Fueron décadas y décadas de un dolor oculto y una venganza premeditada, que se coció a fuego lento y que lo único que conocía hasta la actualidad, era una segura victoria.
Quizás el sacrificar a alguien que era considerado su enemigo no era tan malo, cuando de salvar numerosas vidas ajenas al problema se trataba; cuando de salvar a su propia familia se trataba. Quizás al final del día ella y la hechicera no eran tan diferentes si lo que deseaban era proteger o vengar a sus seres más queridos.
—Supongo que dejarla viva no puede ser una opción ahora.
Haz una historia con muchos enemigos manipuladores que serán a su vez manipulados por alguien más peligroso y poderoso *pensé*
Será divertido jugar con la mente de los demás *pensé*
Claramente, no pensé ah
Se me secó el cerebro tratando de cerrar este capítulo, me ha costado demasiado y el desgraciado me bloqueó xdd
No puedo creer que ahora solo queden dos capítulos + epílogo.
¿A qué horas avanzamos tanto? *cries in mercibovian*
No olviden dejar sus maravillosos votos (:
Instagram: andromeda.wttp
¡Feliz lectura!
a-andromeda
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