XII
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" Silente noche
llevas tristes recuerdos
a quien se duele. "
—Verónica Calvo.
No recordaba qué noche había llegado a ser tan fría y silenciosa dentro de su cabeza, desde que sus padres le permitieron salir de la Torre Norte y vivir una vida un poco más normal. Quizás había sido la culpa que sus progenitores sintieron al darse cuenta del terrible error que cometieron, cuando le abrieron las puertas del castillo a dos desconocidos que clamaron poder dar fin a la Maldición del Naranjo Seco. O tal vez porque en el fondo sabían que ella merecía algo mejor que estar condenada a una vida más solitaria de lo que ya sería su muerte.
Alzó la cabeza desde su posición y observó el exterior a través de los vidrios de una de las ventanas del espacio. El cielo nocturno estaba estrellado, regalando una hermosa imagen que en otra ocasión habría admirado con detalle, para después plasmar en sus pergaminos en la biblioteca. La luz de la luna, tan grande y orgullosa en el firmamento, brillaba una pálida luz blanca que se filtraba hasta su recámara, iluminando un único rincón sobre el dañado colchón de su cama: la rosa de vibrantes pétalos carmesí.
Al recordar cómo había encontrado de destrozados sus aposentos hacía minutos, provocó que un escalofrío cruzara su espalda, tensando sus hombros y endureciendo su expresión del rostro. Titiritó. Hacía demasiado frío, pero Margery ya no estaba segura si era por culpa de la noche, o por culpa del miedo que se estaba haciendo un lugar amplio en su interior. Nunca antes le había sucedido algo así, sin embargo, desde el atentado en contra de su hermano menor, muchas dudas y malos recuerdos comenzaron a inundar su cabeza por las noches.
Parpadeó varias veces seguidas, queriendo borrar las imágenes que empezaron a tomar forma en su mente. No era momento de revivir cosas del pasado.
Sus ojos verdosos volvieron hacia la figura de su hermano mayor, quien llevaba bastante tiempo callado con una mirada pensativa y demasiado seria como para pertenecerle por completo, caminando de un lado a otro sobre las cerámicas quebradas y pedazos de madera que alguna vez formaron una adorable mesa, donde la princesa posaba con constancia sus materiales artísticos al terminar el día. Se le notaba muy tenso, pero también mucho más despierto y sobrio de lo que había estado los últimos días.
—Tom... —Lo llamó, pero el príncipe sólo se detuvo por un segundo, la miró a los ojo y volvió a resumir su repetitivo camino, desde la entrada del cuarto de baño, hasta la chimenea del otro lado. Y así sucesivamente.
Geralt, quien se había negado a retirarse desde que Pierstom y Sarai llegaron, también había permanecido en silencio todo el tiempo. Conservaba una mirada seria y cuidadosa junto a una estancia amenazante, observando con constancia los rincones que resultaban lo suficientemente grandes como para que algo, una persona como mínimo, se escondiera para después atacar en el momento menos esperado. La pelirroja no sabía si estaba agradecida con su presencia o deseaba que se retirara. Después de todo, su trabajo no era quedarse custodiando un lugar que ya había sido atacado. Que no tenía nada que ver con la principal razón por la que había llegado a Mercibova.
Sarai suspiró y miró a su amiga con genuina preocupación. Ya le había ofrecido algo de tomar para calmar sus obvios nervios, pero la pelirroja se había negado con insistencia, por lo tanto, la rubia se mantuvo como un constante y silencioso apoyo, cerca de ella.
—Te tienes que ir de aquí.
Ante la determinación en la voz del príncipe, Margery se levantó de inmediato a la vez que negó con su cabeza.
—¿De qué estás hablando?
—Nadie más puede saber de esto. —Dicho eso, su mirada azulina se centró en el rostro del brujo —. ¿Alguien más ha estado cerca desde que llegaron?
—Los pasillos estaban en completa soledad —contestó.
—Eso sólo puede significar una cosa...
Apenas Pierstom terminó de hablar, se escucharon unos firmes toques en la puerta, lo que inquietó a todos los presentes. Instintivamente, Margery avanzó hacia la entrada, pero Geralt la detuvo estirando un brazo en su dirección y así no permitir que diera otro paso. Él sabía de antemano que la princesa se detendría mucho antes de siquiera rozarlo, por lo que manejó eso a su ventaja.
Le dio una corta mirada, percibió el asentimiento de Pierstom por el rabillo del ojo y caminó él mismo a abrir las puertas. El príncipe se movió con rapidez hasta posarse a un lado de su hermana y Sarai, y juntos vieron quién era la nueva persona que ingresaba.
En cuanto observaron la conocida figura de la maga de La Corte, iluminada por un pequeño candelabro que sostenía en una de sus manos, los hombros de los hermanos y su sirvienta parecieron soltar un peso. La mujer de piel bronceada los miró, sus ojos avellana resaltando gracias a sus párpados negros y sus accesorios, a juego con su vestido, brillaban con ayuda de las llamas de las velas.
Geralt se hizo a un lado para dejarla pasar.
—Es obra del hombre —les avisó —. No percibí nada mágico detrás de las acciones de este desastre.
—No podemos confiar en nadie. —Pierstom se volvió hacia Margery —. Tienes que salir del castillo. Hasta donde sabemos, el causante puede seguir todavía en los pasillos.
—¿Pero a dónde crees que podría ir? —Preguntó la pelirroja desviando su rostro hacia la rosa y después al mensaje que había dejado a un lado. Cerró los ojos tensionada —. Los reyes tienen que saber de esto.
—Eso es lo que el traidor querría que sucediera —intervino Blanche una vez dejó las puertas cerradas y caminó un poco para acercarse al grupo —. Generar miedo, revuelo dentro del palacio. No se verá bien al borde de una guerra y generará más incertidumbre de la necesaria.
La fémina de cabellos oscuros tenía toda la razón, aunque a la princesa le costara admitirlo. Si el autor de su más reciente problema había ingresado a su recámara con tanta facilidad a pesar de que Mercibova estaba en confinamiento, quería decir que el enemigo estaba dentro de su hogar. No era ningún agente externo y el peligro estaba demasiado cerca.
Tan cerca como lo estuvo ella de Lord Ulysses.
La princesa se volvió a sentar en el rasgado mueble y se abrazó a sí misma, apoyando sus codos sobre sus muslos. Una mirada de culpabilidad se hizo presente en su rostro y miró a su hermano un momento, más pronto sus ojos cayeron al suelo.
—Lo de Emilianno fue por poder —analizó Pierstom —. Esto... esto es sólo para lo que ha indicado Blanche. Quieren que sospechemos de nuestra propia gente y que sea público, pero es personal.
—O una distracción —agregó Geralt —. Querían asegurarse de que sólo ella viera el mensaje.
—Si ningún territorio del palacio es seguro ahora, ¿a dónde iría? Jamás he ido más allá de los jardines —confesó la princesa con cierta timidez, alzando su cabeza.
—A Lyriton —dijo Sarai —. Yo me encargo de entretener a la reina y su alteza al rey.
Pierstom asintió de acuerdo.
—No debe ser más de dos días —aclaró cruzándose de brazos —. Las puertas se abrirán, el banquete, los festivales de primavera —enumeró con voz pensativa —. Requerirán tu presencia pronto.
Margery hizo una mueca y cerró los ojos con fuerza. Incluso en esos instantes no podía olvidar que pronto tendría ante ella un desfile de pretendientes de otros reinos sobre los cuales no le interesaba saber nada en absoluto.
Claramente, estaba asustada, pero aquel susto comenzaba a ser sobrepasado por un nuevo sentimiento: emoción. Nunca había puesto un pie fuera de La Corte y, a pesar de que las circunstancias no eran las ideales, la simple idea de tener la oportunidad de conocer algo más allá de su jaula de cristal la impresionaba y la llenaba de desconocida e inesperada energía.
—Está decidido. Alistaré los caballos —avisó Blanche y luego miró a Sarai —. Será mejor que le prestes a su alteza algunos de tus vestidos, así pasará desapercibida.
La rubia asintió y caminó hacia la puerta con la maga, pero antes de que las dos mujeres pudieran salir de los aposentos de la pelirroja, Pierstom las detuvo.
—No pueden ir por las rutas tradicionales. Se han puesto vigías en todas partes.
—Iré yo también.
Al escuchar la voz gruesa y ronca del brujo, todos llevaron sus ojos hacia su imponente y silenciosa figura.
» Conozco otros caminos poco transitados que llevan al pueblo, pero son por los límites del Bosque de las Sombras.
El príncipe frunció el ceño y miró a su hermana con un deje de preocupación, pues sabía lo que ese lugar significaba para ella. Empero su expresión volvió a estar firme y asintió en agradecimiento hacia el rivio.
—Es mejor que nada.
—¿Qué hay de Cirilla? —Preguntó Margery inquieta —. ¿O Jaskier?
—Su alteza y yo los mantendremos entretenidos —aseguró Sarai con una amable media sonrisa —. Su seguridad es una prioridad.
Margery nunca creyó que esa sería la manera en la que conocería el exterior. El ambiente de la madrugada era denso en neblina, acompañado de un frío que aseguraba poder calar hasta los huesos, si no fuera gracias a las gruesas ropas que llevaba puestas.
El caballo en el que iba montada seguía al de Blanche y a un lado de ella, iba Geralt sobre Roach, interponiéndose entre ella y los primeros árboles que conformaban el bosque que tanto detestaba, incluso cuando jamás lo había visto en persona hasta ese momento. Pensar que, si el brujo no podía romper la maldición y que ella entonces terminaría siendo enterrada más pronto en ese lugar, le helaba la sangre y congelaba su esperanza.
Miró por un momento la oscuridad que abrazaban los troncos, temerosa de ver algo fuera de lo común, que de repente algo saltara sobre ella para llevársela al punto en el que pertenecía; el lugar donde crecería un árbol de naranjos sobre su tumba, la cual sería olvidada y nunca más visitada.
Decidió volver la vista hacia el frente, queriendo apreciar algo más, después de todo, era la primera vez que no estaba encerrada entre los muros del castillo. No tenía que pensar en la constante vigilancia que los guardias llevaban sobre ella ni la inminente reunión con su madre y reina, por lo tanto, era casi ridículo que Margery se estuviera sintiendo tan cómoda en esos momentos. Estaba en peligro y no podía evitar contentarse y dejar atrás —siquiera por unas cuantas horas— las aburridas piedras que conformaban el único lugar que ella conoció hasta ese instante.
Ni siquiera los cuidados y florecientes jardines o los establos se podían comparar con la natural sencillez que el resto del mundo tenía para ofrecer, y que ella apenas estaba teniendo la oportunidad de conocer. Los diferentes aromas que alcanzaba a percibir opacaban por completo la lavanda, que solía usar seguido para alejar los terrores nocturnos de sus recuerdos más odiados, siendo un cambio extraño, pero bienvenido.
El silencio que acompañaba el viaje no era incómodo y era suficiente para que la princesa se entretuviera con sus preguntas y propios comentarios. Había preferido estar callada, no queriendo molestar la tranquilidad de sus acompañantes ni abusar de su voluntad para protegerla, aunque eso último deseó no necesitarlo.
¿Qué se sentiría viajar por el continente sin ninguna otra preocupación más que la vida diaria?
—Estaremos llegando a Lyriton en la mañana si seguimos este ritmo —anunció Geralt.
El corazón de la pelirroja pegó un vuelco.
—¿Iremos por las calles del pueblo? —Preguntó de repente, antes de que pudiera ocultar su emoción a la civilización desconocida para ella.
El hombre se volvió a verla y Margery creyó por un segundo que una sonrisa había querido formarse en sus labios, más descartó la idea, culpando la penumbra.
—Esconder algo delante de los ojos de los demás suele ser más efectivo —dijo Blanche ladeando su cuerpo hacia atrás para observarlos. En una de sus manos llevaba una antorcha para iluminar su camino —. Además, Sarai hizo un buen trabajo con su vestimenta, alteza. Nadie sabrá quién es en verdad.
La princesa asintió en concordancia con las palabras de la maga. No tenía ningún accesorio rodeando su cuello o dedos, había liberado su cabello de cualquier ornamento y lo tenía suelto, bajo la capa roja que tenía puesta para resguardarse del frío. Además, desde que era una niña, no había sido vista fuera de La Corte.
No obstante, su mente comenzó a darle vueltas a la primera frase dicha por la pelinegra: "Esconder algo delante de los ojos de los demás suele ser más efectivo." Se mordió el labio inferior y llevó su mano izquierda hacia su hombro derecho, sobando la zona con lejano cuidado. En el punto exacto donde sus dedos hacían más presión sobre su hombro, había una cicatriz. Sólo que no era nada que ella se hubiese hecho cuando niña, jugando alrededor del palacio.
Su mandíbula inferior tembló cuando abrió la boca y detuvo su caballo con un ligero tirón.
—Mentí.
Aunque su voz salió suave, cercana a un susurro, Geralt la escuchó a la perfección. Frunció el ceño y también paró. Manipuló las riendas, de manera que se situó delante de la princesa para poder ver su rostro con confusión. No le fue difícil notar la manera en la que ella estaba evitando sus ojos ante cualquier pequeña oportunidad que él encontraba de conectar sus miradas.
—Princesa...
—¿Qué sucede? —Interrumpió Blanche llegando a su encuentro, pero nadie la miró.
—El símbolo que me mostraste en el pergamino hace unas horas —explicó llevando sus orbes hacia los árboles del bosque —. Sé que dije que no lo había visto antes; mentí.
La maga suspiró y parpadeó en reconocimiento, pues sabía a qué se refería su princesa. Ella misma le ayudaba a ocultar las marcas con un menjurje que preparaba especialmente para ello.
» Es una cicatriz que fue hecha cuando estuve encerrada en la Torre Norte. Hecha con hierro hirviendo —aclaró cerrando los ojos con fuerza, queriendo alejar las desagradables sensaciones que embarcaron la zona. Casi podía sentir el costurón quemándole a través de las telas del vestido y la capa.
En ese instante le fue inevitable recordar el momento. Los experimentos para romper la maldición y todos los secretos que decidió guardar por el bien de su familia, hasta que no lo soportó más. Si no hubiese sido por Blanche, Margery estaba segura de que habría perdido la cabeza. Y por eso, su familia estaría siempre en deuda con la morena de hermosos irises avellanas.
—Quién —exigió Geralt. Margery abrió los ojos y lo miró. El rostro masculino llevaba una mueca de enojo junto a una postura amenazante, pero en vez de temerle, un suave y agradable calor se apoderó de su pecho.
—Están muertos —contestó Blanche, mirando a la pelirroja con compasión y apoyo —. Nos aseguramos de eso.
—Está en los troncos —habló el brujo entre dientes.
—¿Qué?
—Habla del símbolo. —La princesa llevó sus hombros hacia atrás y alzó el mentón con dignidad —. Está tallado en los árboles.
Aquello pareció alarmar a la maga, quien llevó su mirada de inmediato al árbol más cercano, esperando ver dicha marca en la madera. Margery no estaba segura si a esa distancia podría distinguirla. Ella no se había molestado en buscarla, puesto que era un dibujo no le agradaba ver, a pesar de tenerlo oculto en su propia piel.
—Debemos continuar —determinó la pelinegra con firmeza.
Todos estuvieron de acuerdo y pronto volvieron a tomar sus posiciones para seguir con el viaje hacia el pueblo.
Margery se sintió incómoda en ese momento y agachó la mirada para observar sus manos enguantadas. Jugó un momento con sus dedos, sopesando sus siguientes palabras, hasta que finalmente tomó la decisión de hablarlas.
—¿Hay alguna posibilidad que los monstruos estén siendo controlados por los que...? —Se calló de un segundo a otro, reacia a volver a pronunciar sus nombres —. Últimamente presiento que no están tan muertos como los recuerdo —admitió por lo bajo, no queriendo ser escuchada por Blanche, pero las habilidades de los magos seguían siendo un misterio para ella.
Al no escuchar ninguna respuesta por parte del brujo, la princesa hizo una pequeña mueca con sus labios y alzó la cabeza para mirarlo. Fue ahí cuando se dio cuenta que Geralt no la estaba mirando, sino que tenía la cabeza volteada hacia el Bosque de las Sombras. Observó su cabello plateado y la capa negra que el hombre portaba, hasta que su medallón fue lo que terminó de llamar su atención.
Parecía estar moviéndose solo.
—¿Geralt? ¿Qué estás-?
Pero la pregunta de la pelirroja murió en su boca ante la sensación de algo comenzar a treparle por su lado izquierdo. El caballo se removió incómodo y pisó la tierra con fuerza e insistencia. La fémina bajó la mirada hacia el punto exacto en el que sentía la presencia y en cuanto sus ojos conectaron con dos orbes brillantes cual luciérnagas, no fue capaz de contener el grito.
El ejemplar se exaltó tanto, que no dudó en posarse solamente sobre sus dos patas traseras relinchando, tomándola por sorpresa, por lo que el golpe contra el suelo fue inevitable. Cayó sobre su lado derecho, soltando otra exclamación mientras el corcel salía corriendo despavorido en dirección a la espesura del bosque. El sonido del galope murió en la lejanía, siendo opacado por el revoleo que se empezaba a formar en la ruta.
—¡Su alteza! —Escuchó el grito de Blanche, más no pudo reaccionar al llamado.
Frunció el ceño, sus alrededores y el piso removiéndose tambaleantes. Posó sus manos sobre su cabeza y se dio cuenta que estaba sangrando del costado, pues al alejar sus manos enguantadas, una de ellas estaba humedecida y manchada con el característico tono de la sangre.
Se sentó sobre el camino y ahogó otro chillido al verse frente a frente con el engendro de luminosos ojos y olor pútrido que le revolvió el estómago y le provocó náuseas. Se arrastró por la tierra húmeda con desespero, queriendo alejarse lo más posible de la espantosa criatura, cuya piel negra en jirones y carbonizada contrastaba con lo que Margery podía distinguir como huesos putrefactos que conformaban un esqueleto bastante parecido al cadáver humano. Aunque estaba claro para ella que eran la negación más completa de todo lo que se podía considerar humano.
En cuanto sintió que dos brazos la alzaban, no dudó en luchar en contra, sintiendo que en cualquier momento trasbocaría o se desmayaría, hasta que reconoció la voz ronca del brujo en medio de su pánico. Casi suspiró de alivió notando que él también estaba usando guantes. Sus músculos reaccionaron en aceptación ante el agarre protector y enfocó su atención en él, a pesar de que su mirada estaba empañada, ya fuera por las lágrimas contenidas o el mareo que la azotó después de la caída.
—Súbete sobre Roach y ve al pueblo con la maga —le ordenó con rapidez, llevándola hacia la yegua y ayudándole a subir, pues la temblorosa anatomía de la princesa estaba haciendo sus movimientos demasiado torpes.
En cuanto estuvo bien situada, agarró las riendas con exagerada fuerza.
—¡Geralt! —Gritó en cuanto vio a más monstruos comenzar a rodearlos.
El brujo sacó con experta fluidez la espada de plata de su funda y atacó a la criatura más cercana, cortándole la cabeza en un solo tajo. Roach pisoteó con nerviosismo la tierra removida y Margery se sintió incapaz de ordenarle a ponerse en movimiento, viendo la forma en la que el rivio había comenzado a atacar a los engendros que habían empezado a emerger de la tierra.
—¡Su alteza, vamos! —Exclamó Blanche dejando caer la antorcha al suelo y yendo a amarrar una cuerda a las riendas que Margery sostenía en sus manos para así permanecer juntas.
—No podemos dejarlo atrás — chilló afligida, viendo que más monstruos salían de la tierra misma para atacarlos.
La morena la miró al rostro mientras terminaba de atar la soga con afán y obligó a la yegua a andar bajo sus órdenes, alejándose del punto del peligro.
—Él sabe lo que está haciendo, es un brujo. Estará bien —insistió tirando de las cuerdas y acelerando del trote de los animales.
A pesar de que las palabras de la mujer eran completamente ciertas y que, era la primera vez que la pelirroja presenciaba aquello, sabía de sobra que no podía subestimar las habilidades de ninguno de sus dos acompañantes. No obstante, no podía evitar temer por la vida de Geralt. Una cosa era imaginarse cualquier otro tipo de situación en la protección de los muros del castillo Mercibova y otra muy distinta era vivirlo en carne propia, verlo en peligro ante sus ojos.
Un sabor amargo se hizo presente en su boca, lo que la llevó a fruncir el ceño en señal de disgusto. Se sentía demasiado inútil, inexperta y una terrible carga innecesaria para el brujo y la maga.
Mientras avanzaba con más rapidez en dirección a Lyriton, Roach siendo guiada por Blanche sobre su propio corcel, volvió la cabeza hacia atrás, la capucha de su capa tapándole un poco la vista. Pero lo vio. Lo distinguió a la perfección en medio de aquel caos maloliente y destellante, por los orbes de los monstruos, que rodeaban al rivio con hambre.
Entonces lo vio caer.
—¡Debemos volver! —Insistió en un grito, volviendo su vista hacia la maga.
No obstante, las dos mujeres estaban lejos de encontrar algún punto que resultara lo suficientemente seguro, puesto que de sus alrededores comenzaron a emerger las mismas criaturas. Los monstruos recién despiertos, deseosos de carne humana, empezaron a querer atrapar las patas de Roach, a lo cual la yegua reaccionó con violencia, moviéndose y dando golpes a lo que alcanzara. Margery se sostuvo de la silla de montar con fuerza, tratando de mantenerse sobre el animal.
—¡Resista, su alteza! —Avisó Blanche bajándose de su caballo para acercarse, pero fue detenida, teniéndose que ocupar de más engendros, los cuales tenían sus brillantes miradas blanquecinas fijas en la princesa.
Fue ahí cuando la pelirroja comprendió lo que sucedía.
Sólo la buscaban y se acercaban a ella. No a Geralt. No a Blanche. Ni siquiera a los caballos. A ella.
—No, por favor. ¡No! —Pataleó también, no queriendo ser rasguñada ni mordida, hasta que recordó lo que ella podía hacer con un solo toque de sus manos.
«» Afanada, se sacó los guantes de sus manos y los lanzó al suelo con descuido. Apenas encontró una cabeza negra cerca, cuidando de no ser lastimada por otro lado, no dudó en ir a posar su palma sobre el cráneo, cuando su muñeca fue atajada a medio trayecto por una mano más grande. Soltó un grito del susto y miró con rapidez a quien tenía su extremidad atrapada. Era Geralt quien, con un golpe seco, alejó el monstruo de Roach y de Margery.
La piel del brujo estaba pálida, mucho más blanca de lo que ella creía que sería humanamente posible. Sus ojos estaban negros por completo, con venas brotadas y oscurecidas alrededor de estos y en sus párpados, dándole una imagen mucho más letal que de costumbre. La fémina tensó la mandíbula de la impresión.
—¡¿Qué demonios ibas a hacer?! —Cuestionó con enojo contenido, retirándose sólo un momento de su lado para acabar con más Ghuls.
—¡Puedo ayudar! —Anunció como si fuera lo más obvio del momento, alzando sus manos desnudas.
—No hay nada que puedas hacer. Ya están muertos —gruñó el rivio con esfuerzo.
Necesitaba dispersar el numeroso grupo de necrófagos y acabar uno por uno. Era cuestión de tiempo antes de que fuera sobrepasado. Miró un momento a la maga, quien se defendía con destreza y estaba despejando un camino para que la princesa pudiera avanzar en dirección al pueblo. Estaría a salvo en medio de la civilización, donde la luz de la mañana seguramente estaría bañando los techos de las casas más altas, pero en esa ubicación, los árboles les permitían demasiada protección de la luz.
—¡Llévalos hacia las orillas del bosque! —Gritó el brujo, haciendo lo dicho.
Blanche asintió a sus palabras e hizo lo propuesto. Apenas Geralt vio que lo lograban, fue cuando utilizó finalmente la Señal de Quen. En cuanto su mano hizo el movimiento acompañado de sus dedos, un campo protector brillante y amarillento se produjo alrededor del hombre para evitar cualquier otro ataque. La efectividad y expansión del mismo hizo retroceder a las criaturas hacia los árboles.
Sin perder otro segundo, el hombre enfundó su espada, se subió sobre Roach detrás de la princesa, agarró las riendas de las manos de ella y se puso en marcha con rapidez. La maga aprovechó el espacio para hacer lo mismo y montó el corcel para correr detrás del brujo y la pelirroja, dejando los Ghuls detrás y acercándose cada vez más al pueblo, mientras que las primeras luces del alba se presentaban en el cielo despejado.
Margery se agarró a la silla de montar y se mantuvo rígida, no queriendo hacer ningún movimiento en falso que hiciera peligrar la vida Geralt, mucho menos cuando él acababa de salvar la suya. Dejó salir un suspiro tembloroso y vio que el campo protector que el brujo había lanzado, se fue disipando hasta que nada más los rodeó. Sólo se escuchaban los cascos de la yegua golpear contra las piedras del camino y la pesada respiración ambos.
—¿Qué eran esas cosas? —Carraspeó y miró de reojo hacia atrás, esperando poder ver el rostro masculino.
—Ghuls, los monstruos necrófagos más comunes —contestó y su ceño fruncido se acentuó. Una ligera capa de sudor decoraba su piel cada vez más pálida —. ¿Cuánto tiempo lleva deshabitado el bosque?
La princesa resopló y negó con la cabeza. Todavía se sentía mareada con lo que acababa de acontecer, los latidos de su corazón ensordeciéndola y el dolor de cabeza atontándola, más resistió los malestares como pudo y trató de pensar en la respuesta.
—Muchas generaciones... la historia del Bosque de las Sombras es demasiado antigua.
—¿No ha sucedido alguna masacre o guerra reciente en el lugar?
—Eso es lo que se dice que sucedió en el bosque —dijo Blanche a un lado —. Pero fue hace más de 150 años. No reconozco ninguna otra razón por la que los Ghuls estarían vagando en ese territorio, ni siquiera es un cementerio.
—Sí lo es —intervino Margery con amargura, pero antes de que pudiera seguir hablando, sintió un repentino peso en su hombro derecho —. ¿Geralt? —Preguntó tratando de mirarlo, más sus ojos chocaron con la cabeza del mismo —. ¡Geralt! —Exclamó al sentirlo y después verlo dejarse ir hacia las piedras sin ningún cuidado.
La fémina miró el cuerpo caído del hombre y detuvo el trote de Roach. Se bajó al mismo tiempo que Blanche lo hizo de su caballo y juntas se acercaron al brujo. La princesa volvió a sentirse mareada, pero parecía ser más por la impresión de que lo sucedido con el hombre de ojos ámbar había sido culpa de ella, que quizás lo había rozado en algún momento.
Debió haber sido más cuidadosa.
Se agachó con rapidez más no fue capaz de tocarlo, temerosa de ver su rostro pálido, grisáceo y carente de vida. Por un segundo, creyó poder ver los jardines reales y que la persona que estaba caída era un niño, al lado de una simple manzana que ayudó a descubrir la maldición del linaje.
La morena hizo todo lo que la pelirroja no podía hacer y lo volteó. Pudo ver de reojo la forma en que el cuerpo de su princesa se relajó visiblemente, al notar que el hombre estaba medio consciente, sus parpados saltando por los intermitentes movimientos de sus orbes ocultos. Luego miró las manos desnudas de ella.
—Tengo unos guantes en el...
—¿Estará bien? —Le interrumpió con una nerviosa pregunta, incapaz de despegar sus ojos del rostro del rivio. Un semblante preocupado marcaba sus facciones, sin importarle la suciedad que los rodeaba a todos.
Blanche apretó los labios y bajó la vista hacia la anatomía de Geralt.
—Está herido —determinó —. Necesitaremos ayuda para transportarlo y así poder curarle.
Vengo con el rabo entre las patas por la demora de publicar nuevo capítulo y llego con uno lleno de problemas jijiji #sorrynotsorry
Espero que todavía haya gente con ganas de seguir leyendo esta historia y los nuevos, sean bienvenidos a la montaña rusa que es y será Meralt :D
Para los que me siguen en instagram (andromeda.wttp), sabrán que la publicación de este capítulo hoy ha sido también escogido por ustedes.
Aprovecharé estas vacaciones para darle un horario constante a la historia y les comento que habrá actualización los miércoles (hora colombiana no fija).
¡Feliz lectura!
a-andromeda
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