X
"Sobre el invierno bosque,
los vientos aúllan de rabia
sin hojas para soplar."
—Natsume Soseki.
Cuando Margery pensaba sobre las reacciones y los sentimientos, no podía evitar llegar a la conclusión de que esos aspectos eran quizás los más complicados de todo ser sensible. Cuando podía ser una ventaja, el humano no sabía usarla, por lo tanto, le era más sencillo relacionar todo eso como una debilidad, algo que debía ser controlado y enterrado. La vida era para sobrevivir y pocas veces para vivirla.
Ella antes se había negado a creer que esas sensaciones debían permanecer ocultas. En esos momentos, cuando no hacía nada más que dibujar de manera casi inconsciente, reconoció con demasiada facilidad los rasgos de la persona que estaba retratando sobre el pergamino. Cuanto más trataba de reprimir esas emociones, más facilidad tenían para salir a flote por cualquier medio de expresión.
Frunció el ceño dejando a un lado las tintas y carbones, para después proseguir a arrugar el material del dibujo y dejar que cayera al suelo alfombrado de la biblioteca. Al parecer no podía evitar sentir eso, no podía controlarlo a pesar de...
No, no tenía derecho de sentirse de esa manera y, aun así, era por poco inevitable. Su cuerpo estaba reaccionando a lo que su mente trataba de ignorar y a lo que su corazón parecía querer lanzarse fuera de su pecho. No obstante, no era correcto que sintiera tanto enojo por las acciones y gustos de un solo hombre, sobre todo uno que era libre de hacer lo que le placiera.
No era como si ellos dos hubiesen llegado al acuerdo de acortejarse, ni siquiera era algo que pudieran hacer. Así que Margery no podía esperar que sus confusos sentimientos, los cuales todavía trataba de negar y pasar por alto, pudieran ser correspondidos con libertad.
Pero se sentía tan enojada. Sentía tanta molestia en su interior que no hizo nada más que aumentar mientras lo dibujaba a él. Casi parecía un cruel chiste para sí misma torturarse de una manera que no era necesaria, pero que de todos modos hacía de manera autómata.
Si en verdad deseaba protegerse, entonces debería mantener distancia, porque ella sabía de sobra que la cercanía que se había permitido con el brujo, por más formal que fuera, era mucho más seria y profunda de lo que quería convencerse que era. Después de todo, ella era bastante buena evadiendo personas, cortando lazos y creando distancias, no había necesidad de que aquello fuera a ser una tarea difícil.
Así que quedarse todo el día en la biblioteca parecía ser el plan más maravilloso que se le había ocurrido desde hacía algunos días.
Tomó entre sus manos un nuevo pergamino para así comenzar hacer un nuevo dibujo y, con un poco de ayuda de la copa de vino que descansaba sobre la mesa a su lado izquierdo, podría ser bastante sencillo. Dibujar a alguien o algo diferente era un buen comienzo.
Si no fuera porque alguien más había ingresado a su refugio.
—Espero que la reina ya te haya liberado por el día de hoy, Sarai —comentó sin dirigir su vista hacia la nueva presencia.
—No soy Sarai, princesa.
Ante la voz profunda y masculina que llegó a sus oídos, la pelirroja se enderezó en su sitio y llevó sus ojos sorprendidos hacia la figura de Geralt de Rivia, el cual estaba de pie a poca distancia de la entrada. Llevaba su armadura puesta, lo que quería indicar que estaba preparado para partir al bosque para continuar con su trabajo, la razón principal por la que había llegado a Mercibova, nada más.
Recordarse aquello parecía incluso más molesto, pero necesario. Él solo estaba presente para cumplir con su labor, recolectar su dinero y partir a otras tierras. De seguro había otra princesa a la que rescatar en otro reino y así el haría... lo que fuera que los brujos hacían.
—¿En qué le puedo colaborar? —Preguntó la mujer, pero no había sido en plan de que ella en verdad quisiera cumplir sus palabras, sino por pura cortesía.
Y los dos sabían aquello.
En cuanto los ojos claros de Margery comenzaron a endurecerse y su postura dejó de ser tan abierta y se cerró por completo, Geralt no supo cómo reaccionar ante aquello. Era un territorio que, a pesar de ya conocer por parte de muchas otras personas que formaban parte de la realeza, era algo demasiado nuevo en Margery. Al menos lo era para él.
El brujo inhaló profundo y, a pesar de encontrar aquel encantador aroma que siempre llevaba la princesa, encontró algo amargo acompañándolo. Por alguna razón que él desconocía, la fémina se encontraba molesta e incómoda y, si su sentido de la escucha desarrollada por su mutación no le engañaba, entonces el órgano vital de la pelirroja estaba demasiado acelerado a comparación de su aparente calma recolectada que dejaba ver a cualquier ojo de espectador.
Era claro que su interior estaba en guerra, y él mismo se sorprendió cuando se encontró queriendo calmar o arreglar aquello que resultaba desagradable para ella.
Sin embargo, no podía ni debía. Así que decidió seguir el juego formal que tanto detestaba.
—No he podido encontrar a Cirilla —comenzó sin desviar sus irises ámbares del rostro de la princesa, prácticamente retándola a quebrar esa fachada —. Creí que tal vez ella estaría aquí.
—No lo está —contestó con rapidez. Su voz fue tan distante que, si decidía verse en un espejo en esos instantes, no se sorprendería si se encontraba observando el reflejo de su madre —. A veces juega con algunos hijos de los sirvientes, cerca de las cocinas.
Margery al ver que el hombre no se retiraba del lugar, alzó una ceja. En definitiva, Caitriona estaría demasiado contenta si la viera y escuchara en esos momentos, pues la pelirroja estaba haciendo todo lo que su progenitora le había enseñado. Ser un magnífico tímpano de hielo con el que nadie podría siquiera devolver la palabra.
Pero Geralt de Rivia no era nadie.
—¿Se le ofrece algo más, brujo?
Él pareció haber sido tomado desprevenido, dado que parpadeó con clara confusión comenzando a hacerse un lugar en su ceño fruncido.
—¿Está todo en orden?
—No es de caballeros contestar una pregunta con otra —reprendió la mujer con elegancia, alzando un poco el mentón.
Sabía que sus muestras de clase eran demasiado innecesarias, sin embargo, le parecía imposible no usarlas para así poder protegerse. Aunque en realidad no sabía de qué tanto esperaba huir cuando se sentía tan atraída a algo que no debía.
—No soy un caballero.
—Claramente.
Tal vez había ido demasiado lejos. Tal vez no. De cualquier manera, Margery no podía encontrar en su ser manera de detenerse, no cuando se sentía tan molesta por razones que no deberían interesarle.
Así que cuando vio el cuerpo de Geralt comenzar a dar media vuelta en dirección a las puertas del espacio, la fémina se levantó de repente de su sitio, llamando la atención del hombre devuelta a su figura. Los dos se quedaron callados y se miraron mutuamente. Mientras que el brujo trataba de descifrar qué era lo que sucedía con la princesa, ésta estaba demasiado concentrada tratando de encontrar sus siguientes palabras.
Solo que en cuanto volvió a hablar, ninguna de sus frases fue medida ni analizada.
—Estoy segura que cuando termine el confinamiento de Lyriton y el palacio, habrá un nuevo festín en honor a los próximos invitados —dijo entrelazando sus manos en la parte anterior de su cuerpo.
Fue ahí cuando el hombre notó por primera vez que la princesa no llevaba puestos sus característicos guantes. No se demoró mucho en entender que a la pelirroja le agradaba dibujar sin tener que cubrirse sus delicadas manos y lo libre que podría sentirse en el momento de estarlo haciendo.
» Y me estaba preguntando —continuó —, qué momento sería el indicado para servir el postre, dado que me encuentro un poco confundida. ¿Usted quisiera atender a la cena antes o después de que termine con sus asuntos en el burdel?
Si en algún día pasado, la princesa de Mercibova había logrado tomar desprevenido al rivio, de seguro nunca se podría comparar con ese mismo instante. Margery, a pesar de haber hablado con toda la calma del mundo, sentía su interior comenzando a batallar al haberse escuchado a sí misma, así que, para disimular su arrepentimiento e incomodidad hacia las libres actividades del hombre que se había quedado en silencio ante ella, se volvió hacia la mesa donde descansaba su copa de vino.
Antes de siquiera tomar la bebida con sus desnudas manos, se detuvo a medio camino y soltó un suspiro. No era justo. No era justo que mientras ella se sentía de esa manera, ahora cualquier cosa parecía recordarle lo que se haya alcanzado a compartir con el brujo. Justo como una copa llena de vino.
No obstante, ya no había vuelta atrás y no se sentía lista para disculparse, sobre todo cuando no sabía cómo ni por qué razón hacerlo.
—Princesa...
Ella le interrumpe. Prefería seguir arruinando la situación, antes que aceptar vergüenza por las posibles palabras del hombre.
—Pienso que no sería justo con interrumpir sus actividades fuera de La Corte —continuó, sintiéndose físicamente incapaz de detenerse —. Pero que quede claro, señor brujo, usted está en todo su derecho de declinar cualquier invitación a cualquier festín, si así lo desea. La estadía de nuestros invitados en el castillo no parece ser tan placentera como se creía en un principio.
En cuanto terminó de hablar, una fría y tensa sonrisa se formó en los labios femeninos, que de un momento a otro se sintieron tan tiesos y pesados como las telas en invierno. Si antes no lo había terminado de sorprender, ahora no cabía duda de que sí había logrado hacerlo y Geralt no supo qué decir. De repente pareció comenzar a sentirse tan irritado que su ceño siempre fruncido cambió de intensidad y razón.
—Muchas gracias por su ayuda, se puede retirar —cortó de repente, volviendo a tomar asiento frente a sus materiales de arte.
Se quedó pasmada en su sitio, escuchando con cuidado todos los sonidos que acompañaron el ambiente desde que ella le dio la espalda a Geralt. Escuchó la manera en que él resopló para después de alejarse, abrir las puertas de la biblioteca y cerrarlas, dejándola completamente sola.
El tiempo parecía acelerarse cuando ella se concentraba en diferentes actividades y evitaba cualquier contacto social que considerara innecesario o desagradable. Y ella estaba evitando con muchas ganas a muchas personas.
Hubo un momento en la tarde en que Margery pudo estar sola con Tom y lo pudo notar con mejor semblante y actitud, a comparación de su estado deplorable de esa misma mañana. Después de eso, ella podría haber encontrado un poco de paz, pero ni su cabeza ni su corazón parecían estar de humor como para llegar a una tregua y dejarla tranquila por el resto del día, así que ella seguía sintiéndose molesta. Hasta se atrevía a decir que avergonzada y triste.
Pero no podía ni quería aceptar esas sensaciones en voz alta, hasta que Sarai empezó un tema de conversación que la princesa había estado queriendo evitar.
—El brujo pareció haber estado de muy mal humor este día —comentó la rubia mientras ayudaba a la princesa con el vestido de esa noche —. Las demás damas no parecían ser capaces de dejar de hablar sobre su actitud agria hacia cualquier persona que se le cruzaba en el camino.
Le pelirroja por un segundo quiso darse la vuelta para reprenderla y hacerle saber que nunca volviera a hablar sobre él, pero sabía que esa actitud sería demasiado infantil. Además, aquello sería estúpido de su parte si lo que en verdad quería hacer era no darle importancia. No era nada nuevo que ellas dos comentaran lo que escuchaban alrededor en los pasillos entre sí, solo que el tema actual no era de agrado para la princesa.
—Tal vez cuando pase por el prostíbulo se calme... después de todo a Tom también le gusta ir por allá; debe tener algo interesante —dijo disgustada.
—¿Estás bien? —Preguntó la sirvienta parándose enfrente de Margery.
La princesa parpadeó varias veces seguidas, como si así pudiera calmar sus pensamientos y lengua, empero ya era muy tarde y Sarai sabía que algo le sucedía. La conocía bastante bien como para notar que estaba diferente esa tarde.
—Por supuesto.
—Esto no tiene nada que ver con-
Pero antes de que pudiera terminar de formar su frase, un llamado a la puerta la interrumpió, por lo que la amiga tuvo que volver a su labor de sirvienta e ir a atender a la persona que esperaba en pasillo. La princesa soltó el aire en un pesado suspiro y agradeció en su cabeza no tener que continuar con aquella conversación que solo prometía darle más dolores de cabeza.
Ya ni siquiera sabía qué tanto era lo que le molestaba. Si alguien más tendría el privilegio de sentir la cálida piel de él, o porque ella no podía tener esa misma libertad que los hombres sin ser terriblemente juzgada y rebajada por todo un reino.
Así como le temían por haber usado su maldición para asesinar al hombre que iba a lastimar a Emilianno, en vez de agradecérselo huían de ella. Ahora no solo aseguraba que su maldición descansaba en todos los aspectos de su vida, sino que en caso de que Pierstom hubiera encontrado la manera de deshacerse del intruso antes que ella, lo más seguro es que hubiera habido un festín en su honor y no un claro rechazo como le había sucedido. Tal vez su condena iba más allá de magia negra y se quedaba reducida a ser solo una mujer.
De cualquier manera, su vida privada lejos de sus deberes como princesa no tenía nada más que un gran vacío y monotonía que no había sentido hasta ese día. Detestaba tanto caer en cuenta de ello porque no era algo que pudiera cambiar.
Era inútil desear lo imposible.
—La mesa está lista, su alteza —la anunció Sarai, esperándola a un lado de las puertas.
Margery dio media vuelta para voltear a ver a su amiga y asintió antes de salir de sus aposentos.
Ya en el pasillo, los guardias que tenía asignados por su hermano, de inmediato tomaron sus posiciones a su alrededor y la acompañaron en su camino hacia el comedor. En cuanto llegó, saludó a sus padres, los demás nobles se inclinaron ante su presencia y tomó su lugar en completo silencio.
En el momento en que empezaron a servir la cena, la princesa no pasó por alto una vez más la ausencia de Pierstom. Alzó un poco el cuello para observar alrededor, tratando de encontrar sus característicos ojos azules entre los presentes, pero no había ni una señal del príncipe. Todos los rostros eran conocidos, pero ninguno familiar.
—Margery, ¿dónde está tu hermano? Es la tercera vez que no se presenta en las noches —exigió la reina tomando un trago de su copa y dándole a entender que no tenía razón su disimulada búsqueda.
La pelirroja miró a su madre de reojo, antes de mirar el rostro de su padre, quien parecía tener mucho que decir.
—Esperemos que no ande paseándose por los burdeles nuevamente —comentó el rey entre dientes y la princesa tuvo demasiadas ganas de golpear a Tom en ese instante.
Si su hermano mayor en verdad había creído que nadie se fijaba en sus atrevidas acciones, entonces era demasiado tonto, ingenuo o en realidad no le importaba. De todas formas, motivación no le hacía falta para discutir con él.
No eran tiempos para tener esa actitud, no cuando tantos ojos estaban posados sobre él, dado el día de su coronación no hacía nada más que acercarse.
—Yo hablé con él esta tarde y me aseguró que estaría presente —trató de dialogar, diciendo lo que sabía que sus padres querrían escuchar —. Podría ir a buscarlo yo misma.
—No es necesario, Margery —dijo Eliastor —. Ya es suficiente con su actitud, no necesito que tú empieces a seguirle el juego.
—Mandaremos a alguien más a buscarlo —intervino Caitriona.
—Creo que sabemos que nadie más podrá convencerlo de presentarse aquí —arguyó con la mayor tranquilidad posible.
Antes de que la joven pudiera retirarse de la mesa, su padre la detuvo con una mirada.
—Independientemente de que lo encuentres o no —comenzó el rey —, esta noche asistirás a la reunión con los demás nobles. Pronto llegará el día en que tengas que ayudar a tu futuro esposo a reinar sus propias tierras —le recordó.
El corazón de la princesa pegó un vuelco ante las palabras de su padre, solo que no supo reconocer el significado detrás de aquella reacción. Asintió de acuerdo ante lo anunciado y se excusó de la mesa, para así comenzar a caminar por los pasillos del palacio en busca de su hermano.
La propuesta de su padre había sido en verdad inesperada, pero ella la agradecía en su interior. Aunque los tiempos en los que el rey parecía querer su presencia en las juntas no era en realidad sencilla ni alentadora, pues las sospechas de que una guerra pronto llegaría parecían ir consolidándose a medida que pasaban los días, en definitiva era algo que le emocionaba.
La incertidumbre que había sido provocada en el encierro del pueblo y el palacio ayudaba bastante en asuntos de miedo y preocupaciones.
Margery había quedado tan absorta en sus pensamientos sobre su gente y lo que podría llegar a suceder que pasó por alto los sonidos de pasos siguiendo su mismo camino. En el justo momento en el que estuvo a punto de dirigirse por las escaleras que la llevarían a la recámara del príncipe, alguien la agarró del brazo y en un solo movimiento hizo que ella se diera media vuelta y apoyara su espalda en la pared.
La pelirroja no pudo contener el grito que salió de sus labios ante el repentino atrevimiento del desconocido, dado que nadie era capaz de acercarse a ella de esa manera en Mercibova. Nadie se atrevía a acercarse a ella por la espalda, mucho menos agarrarla de una manera tan descuidada, pero en cuanto su espalda quedó contra la fría piedra de las paradas, fue cuando reconoció con tremenda facilidad a la persona que se hallaba de pie ante ella.
Geralt de Rivia.
—¡¿Acaso ha enloquecido?! —Exclamó —. ¡Podría haberlo matado!
—Tienes los guantes puestos y un vestido de mangas largas.
Ahora era ella quien se quedaba sin palabras.
—E-eso no asegura su bienestar —dijo con terquedad, hasta que bajó su mirada hacia el lugar en que el hombre la sostenía.
Era una sensación extraña. No era como si nunca nadie le hubiera agarrado el antebrazo, pero había sido en circunstancias muy diferentes a las actuales, quizá por ello le resultaba tan sorpresivo. Ella no esperaba encontrarse tan pronto con el brujo, ni que este se tomara el atrevimiento, no solo de tutearla cuando ella no lo hacía, sino de detener su camino de aquella manera.
Si no fuera porque la tela de su ropa era bastante gruesa y llena de ornamentos, podría haberse convencido de que su piel comenzaba a cosquillearle en esa zona y que la calidez que de seguro desprendían las manos masculinas, sería sencilla de captar por su piel. Sin tan solo... fuera eso posible. Ahora no solo estaba preocupada, molesta ni nerviosa, sino que también se sentía a gusto.
La cabeza le iba a explotar con tantas sensaciones tan contradictorias en tan poco tiempo.
¿Era normal que las personas experimentaran todo eso?
—Admito que no tengo excusas para esto —reveló el rivio, soltándola con lentitud —. Y aun así...
—Deberías dar un paso hacia atrás —lo tuteó y aconsejó, tratando de poner su mente en orden —. Esto es muy peligroso, estás demasiado cerca.
—¿Deseas que me retire? —Retó ladeando un poco la cabeza, observándola con suma atención.
Margery cerró los ojos y recostó su cabeza en el muro. Ella no estaba en posición de hacer lo que deseara, mucho menos pedir algo de él.
—Un movimiento en vano y podrías terminar muerto —repitió volviendo a mirarlo.
—Ahora es el mínimo de mis problemas —confesó y se inclinó hacia ella, provocando que la fémina dejara de respirar y se quedara estática por completo —. Te has hecho un camino en mi mente y ahí te has quedado. No importa qué haga o con quién esté, me siento incapaz de dejar de pensar ti.
Su voz había sido usada con un tono casi acusatorio y Margery no encontraba manera de musitar media palabra como respuesta ante lo que acababa de escuchar. Su cuerpo parecía haber caído en un trance, pero que de igual manera parecía responder bastante bien a la insegura cercanía que había entre ellos dos.
El brujo pareció volver a tomar las riendas de la situación ante la falta de respuesta por parte de la princesa y se alejó de repente, creando una fría y dolorosa distancia. La pelirroja extrañó de inmediato su presencia cercana, pero antes de que pudiera decir algo más, un tercero los obligó a ignorar la situación actual para centrarse en otra.
—¡Hermana! —Saludó Pierstom doblando una esquina y acercándose a las escaleras.
Geralt y Margery miraron al príncipe antes de compartir otra mirada entre sí, la cual era totalmente diferente a la anterior. Era demasiado obvio para los dos que el hermano mayor de la princesa estaba borracho y perdido.
Cuando el castaño trató de subir siquiera un escalón, su visión le engañó y estuvo pronto a que su rostro recibiera de primeras dichos escalones, pero el brujo reaccionó a tiempo y lo sostuvo con fuerza. La mujer suspiró con alivio y de inmediato se aseguró de que nadie más estuviera husmeando por los demás pasillos, antes de devolverse a confrontar a Pierstom.
—¿Es que todo el mundo está corto de mármol hoy? —Se quejó la princesa mirando con enojo a su familiar.
—Lo siento —murmuró Pierstom, antes de centrar sus vidriosos ojos en los del hombre que le estaba ayudando a mantener un equilibrio decente —. ¿Qué estás haciendo en los aposentos de mi hermana?
Margery soltó un suspiro pesado.
—Estamos bastante lejos de estar allí —contestó la pelirroja —, pero llegaremos a tu habitación más pronto que tarde.
—Es bastante inapropiado que estén solos —continuó el príncipe, ignorando las palabras de su hermana —. Por lo menos debería retarte a un duelo y ver si eres digno de... de... ¿Por qué estamos en las escaleras?
Geralt alzó las cejas entretenido con las frases sinsentido del castaño mientras que la mujer solo pudo resoplar con enojo. Para el brujo no era nada nueva la situación, haciendo tenido que hacer lo mismo por Jaskier en diferentes circunstancias, pero que de igual manera llevaban a un mismo resultado. Caídas, insultos y teniendo que cambiar de bar antes de que los echaran a palazos.
Margery volvió a mirar a su alrededor y después centró sus ojos claros en los ámbares de Geralt, con una pregunta silenciosa en su expresión. En cuanto él asintió, la mujer le agradeció con una media sonrisa, antes de que su hermano fuera arrastrado escaleras arriba en dirección a su habitación. No podían arriesgarse a quedarse en el mismo lugar sin que algún noble o sus mismos padres, encontraran al príncipe en ese estado.
Decir que Margery se sentía decepcionada era poco. Se sentía hasta traicionada porque Pierstom le había convencido de algo que no era verdad. Le había asegurado que estaba bien y ella, al haber estado tan centrada en otros asuntos, no pudo notar las patas cortas de la mentira detrás de las expresiones y palabras de su mejor amigo. Entonces ahí estaba, teniendo que inventar alguna nueva excusa que no sería solo para el rey, sino para el resto de los participantes de la reunión de esa noche.
—Creo que voy a trasbocar —anunció Tom una vez fue dejado sobre su cama.
—Solo... quédate ahí, traeré algo sobre lo que puedas-
—¡Tú! —Exclamó el castaño de repente, señalando hacia las puertas, pero de seguro se refería a Geralt, quien estaba de alguna manera cerca del lugar al que el príncipe trataba de centrarse —. Debería retarte a un duelo y ver si eres digno de tomar la mano o... el guante de mi hermana.
—Pierstom —dijo la pelirroja a modo de advertencia, pero al decidir que nada de lo que dijera con amabilidad funcionaría, se mordió la lengua antes de volver a hablar —. Cállate de una buena vez.
Cuando el príncipe iba a volver a hablar, Geralt había decidido interrumpirlo echándole agua en la cara que provenía de una jarra que antes descansaba sobre una de las mesas de estar. Pierstom se ahogó por un momento antes de toser y sacudir su cabeza, liberándose del exceso de agua.
—¡Woah! —Exclamó parpadeando —. Eso fue potente —halagó como si acabaran de despertarlo de alguna ensoñación —, pero creo que necesito ot-
Una vez más no pudo terminar de hablar cuando más agua cayó sobre su cara. El castaño se sentó sobre el colchón y volvió a sacudir la cabeza para después agacharla.
» Pero ojalá no hubiera funcionado tanto...
Ante el tono desesperanzado que usó, Margery frunció el ceño y se posicionó un lado de él.
—Dime qué te está pasando, por favor —pidió con suavidad.
Pierstom se pasó ambas manos por el rostro antes de mirar a su hermana a los ojos.
—Él ya no me ama.
Con esa simple frase, la princesa de pronto sintió la presencia de Geralt en el lugar mucho más pesada que antes y lo miró de reojo. Carraspeó y se concentró otra vez en Tom.
—¿De quién estás hablando?
—Lord Ulysses —contestó con rapidez —. Creí que podría... supongo que ya no importa. Solo necesito que alguien me enseñe a vivir con un corazón roto, porque me siento desfallecer.
—Tom —arrulló la princesa, secándole un poco el rostro con sus guantes —. Recuéstate y trata de dormir, aquí estaré yo cuando despiertes.
El castaño asintió con lentitud, antes de volver a caer rendido sobre el colchón, sin importarle que estuviera mojado por lo sucedido. No pasó mucho tiempo antes de que el príncipe se quedara dormido por completo, lo que le dio el visto bueno a Margery de ver al brujo directo al rostro. No había sido capaz de hacer desde que Pierstom había confesado qué era aquello que tanto le dolía.
Que el corazón era lo que le dolía.
—No puedes decirle a nadie.
—No lo haré.
—Tampoco lo puedes juzgar, si se ha enamorado, entonces...
—Princesa —la llamó al ver que ella había comenzado a desviar su rostro lejos de él —. Él no es el único príncipe en el mundo que se ha enamorado de otro hombre.
Margery suspiró, pero decidió que se sentiría mejor si no lo miraba a los ojos. Se levantó de su sitio y se dirigió hacia la ventana, para apreciar la noche y esperar que su cuerpo agradeciera el cambio de temperatura. Su propio corazón acababa de romperse solo para compartir y sobrellevar el sufrimiento de su hermano y quizás así, él no tendría que cargar con tanto peso. Ahora lo único que le interesaba era acompañarlo y asegurarse de que permanecería ahí, sin embargo, tenía que atender otros asuntos.
—Sé que debes salir pronto al bosque, pero quisiera pedirte un favor antes.
Mientras que la princesa era dirigida a través de los pasillos en dirección al lugar en el que se llevaba a cabo la reunión, su cabeza no dejaba de darle vueltas a todo lo que acababa de presenciar. Se sentía de repente tan cansada que no estaba tan segura de tener toda su atención en lo que sería discutido, pero sabía que debía hacerlo.
No podía darse el lujo de centrarse en sí cuando tanta gente, no solo Pierstom, necesitaría de su ayuda.
En cuanto las puertas dobles se abrieron ante ella y su presencia en la habitación fue anunciada, Margery ingresó y se posicionó a un lado de su padre.
De inmediato notó la manera en que los demás hombres en el lugar se removieron en sus sitios y la observaron con descaro. Era clara la manera en que se estaban sintiendo incomodados con su simple presentación en la junta y ella sabía que no solo era porque temieran su maldición.
El espacio estaba iluminado lo suficiente sobre los integrantes, dejando oscurecido alrededor, dándole un énfasis a la mesa en la que estaba sentados. Los guardias que le permitieron la entrada a la princesa cerraron las puertas, dando la privacidad necesaria, donde solo quedaron el Capitán y Comandante del ejército.
—Es lamentable que asuntos oscuros y preocupantes me hayan obligado a reunirnos a estas horas de la noche —anunció el rey Eliastor, acallando los susurros que se habían alzado ante la llegada de su hija.
» Tengo razones para creer que Alysion está ganando fuerzas para intentar derrocar nuestros reinos una vez más. He recibido noticias de emisarios. Además, mi propio hijo ha visto las señales, lo que demuestra que Alysion está convocando a su ejército.
Margery trató de permanecer con una expresión neutra, empero con las nuevas noticias, le resultaba complicado. Había temido que eso sucediera y, aunque ya le habían podido haber advertido sobre las verdaderas intenciones del rey Eustace, el hecho de que su padre estuviera prácticamente confirmándolo no ayudaba en absoluto.
Pero no se permitió hacer ninguna mueca, ni desviar sus ojos o agachar la cabeza. Ella sabía que los demás lo usarían como una señal para resaltar su poco compromiso, interés o madurez
—Con todo respeto, su majestad —intervino un noble. En cuanto Margery lo observó, lo reconoció. Era Lord Ulysses —. Si Alysion planea todo aquello, ¿por qué permitió que el rey Eustace se presentara aquí? ¿Acaso esa no fue señal suficiente que después del rechazo de la princesa, su hijo menor recibiera la peor parte?
—Hacer acusaciones sin pruebas puede ser considerado traición, Lord Ulysses —contestó Margery con perfecto lenguaje corporal y verbal, sorprendiendo a todos, menos a su progenitor, quien pareció satisfecho con la intervención.
—Presentarle al rey Eustace a mi hija fue solo un manto para estudiar sus verdaderas intenciones. —Completó el rey, haciendo un leve gesto hacia la mujer, quien ahora sí se había quedado estática y sorprendida.
Ella ya no sabía qué era peor, si la posibilidad de una guerra en poco tiempo, o que su propio padre la hubiera usado como señuelo para su beneficio, haciéndola pasar terribles incomodidades ante un desagradable monarca. Tal vez de eso se trataba la realeza después de todo. Lo personal valía tan poco que no era prioridad bajo ninguna circunstancia.
—¿Y por qué nos honra la presencia de su alteza ahora? —Inquirió alguien de forma más directa —. ¿Para aconsejarle a su futuro esposo en asuntos de guerra?
Los demás parecieron escandalizados ante la descarada confrontación del hombre.
—Tal vez, si hubiera tenido mi ayuda en Autrundya, Lord Mercia, no habría enviado una caballería de jinetes a través de un pantano y perdido la mitad de sus hombres en menos de un día.
La clara respuesta ante las incompetentes decisiones del hombre en cuestión no fue ignorada y, de hecho, fue admirada. Se ganó el respeto necesario como para que los demás integrantes de la charla dejaran aparte su aversión hacia la presencia de una mujer en la habitación.
Lord Mercia lucía enojado y avergonzado ante la humillación que ella le acababa de hacer pasar delante de tantos rostros conocidos.
El rey Eliastor parecía portar un gesto de orgullo en su rostro, que fue normalizado con rapidez, antes de hacerle una seña al capitán Raff para que desplegara un mapa sobre la mesa rectangular en la que todos, menos la princesa, estaban sentados. El contraste amarillento y claro que provocó el pergamino sobre la oscura madera de la mesa, hizo que todos los ojos y la atención se centraran en él.
—Estos son algunos de los reinos más cercanos a Mercibova —señaló el rey —. Formar alianzas en estos momentos es lo más importante.
—¿Y cómo planea unir tantas tierras diferentes, su majestad? —Preguntó Lord Mercia, quien parecía no tener la habilidad de quedarse en calldo —. No es como si pudiera casar a la princesa con cada rey o príncipe de esas naciones.
—¿Así que la protección de su hogar y su gente significa tan poco para usted? —Atacó la princesa perdiendo la paciencia.
Y aquello fue suficiente como para que una tregua admirable y respetada hacia su persona cayera en forma de silencio en el resto de la reunión.
Había sido un terrible día para Margery y había tenido la necesidad de al menos tener una sola victoria en medio de todo el caos que comenzaba a representar su vida. Si insultar a un hombre que le faltaba cabeza para evolucionar y centrarse en lo que en verdad importaba era lo que debía hacer para dejarlo en su lugar, ella no dudaría ni medio segundo en volver a hacerlo.
Era lo mínimo que podía hacer a su favor.
Después de siglo y medio, Cursed Lineage ha resucitado solo para traerles problemas.
Margery: *tiene un colapso mental y emocional*
Yo: Que quiere guerra dice
¿Qué tal les ha parecido el capítulo? Ya nos enteramos qué era lo que le sucedía a Tom :( Meralt parece haber dado un paso atrás para después dar dos adelante jijijji Veremos si trae problemas o no.
Sé que es un poco maluco esperar tanto, pero tengo una vida afuera de Wattpad y otras historias (las cuales pueden encontrar en mi perfil, hay una terminada y otra bastante adelantada) También les cuento que a mi cuenta de Instagram he subido el Trailer de la historia. Me pueden encontrar como andromeda.wttp para que lo vean, al igual que varios edits y sneak peaks.
Muchas gracias por todo, bienvenidos a los nuevos lectores, espero disfruten de este viaje.
¡Feliz lectura!
a-andromeda
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro