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Capitulo 3: "Aroma de Otoño"

Habían transcurrido las semanas desde su llegada, no había vuelto a ver a Sasha y en cuanto al capitán, al perecer andaba demasiado ocupado para sus comentarios despectivos.
Dos asesinatos más habían transcurrido,
Elizabeth no conocía los detalles, sin embargo el cuchicheo de los guardias fuera de su puerta le indicaban que se trataba de algo grave.

Había ganado el peso suficiente para ya dejar ver su rostro, aunque su condición física no iba tan bien, durante los primeros días del entrenamiento su estómago vomito todo lo que había llevado dentro, ante aquello había surgido la brillante idea de no desayunar en las horas previas, lo último que recordaba fue cómo su mundo se puso oscuro antes de caer sobre la arena de la plaza de entrenamiento.

El viento fresco pegó contra sus mejillas rojas y húmedas por el sudor, aquella frescura se introducío por sus fosas nasales y se quemo al llegar a sus pulmones, había perdido el aliento.
A pesar de su repentino descanso a sus ejercicios, Robin, un viejo testarudo que se le había encomendado como maestro no dijo nada.

Cuan diferente era a su anterior profesor, Ivar le había roto la nariz por parar sin que él se lo hubiera indicado.

- Terminamos por hoy.- anunció el hombre mientras observaba cómo el sol empezaba a ocultarse tras la muralla.

- Esta bien.- arrastró Elizabeth las palabras por su garganta mientras cambiaba de postura.

Los guardias la escoltaron sin gesto alguno, todos en el castillo tenían la orden de estar en sus habitaciones antes del anochecer.
Pero en esa tarde Elizabeth se sintió extraña, durante las noches anteriores en la penumbra de la luna, se había levantado con el presentimiento de que alguien la observaba ¿alguien o algo?
Esperaba tendida en la cama de su habitación lista para saltar si aquello se abalanzaba sobre ella, si por fin se decidía por acabar de una vez por todas aquel silencio amenazante y pesado, era agotador el estar expectante hasta por media hora, hasta que aquella sensación por fin desaparecía.

Pero ahora, no estaba en la seguridad de las cuatro paredes en su habitación, los pasillos se oscurecían cada vez más, y el jardín que rodeaba aquellos lares se convertía poco a poco en una oscuridad alarmante.
Los rayos de luz cada vez se hacían más tenues, más débiles y frágiles.

Estas demasiado tensa, se reprendió.
¿Desde cuando le temía a un enfrentamiento con un hombre?
Y fue en esa última palabra que el sudor comenzó a salir de sus poros, eso no era un hombre ¿verdad?
El olor a azufre volvió a llenar su olfato ¿estaba en verdad aquel olor presente o solo se trataba de una secuela de miedo?
Esos monstruos ¿estaban aquí?

No pudo evitar inspeccionar cada rincón del pasillo, cada rincón del jardín que aún era visible, y la ansiedad se apoderó de ella cuando volteó a ver sobre su hombro derecho.
Hacia los guardias que la escoltaban.
Ambos posaban sus manos listos para desenvainar sus espadas, ambos posaban sus manos temblorosas sobre sus armas, sobre sus cinturones.
Entonces no era sólo ella quien lo sentía.
Algo los estaba observando y acechando desde aquella oscuridad que crecía minuto con minuto.

- Os veo inquietos.- soltó mientras esperaba alguna reacción. No hubo ninguna.- ¿miedo a la oscuridad?

- Cállate.- Dijo uno mientras la empujaba para que aumentara el paso.

- ¿Eso es una afirma...

Un sonido la hizo detenerse en seco, un gruñido y su sangre heló cuando la agonía de aquel ruido se repitió de nuevo.
Los guardias parecieron notarlo también porque ambos desenvainaron sus espadas.
¿Y ella? No tenía ni una miserable daga para defenderse de aquello.
El más pequeño de los guardias llevo una de sus manos a su nariz, el olor a azufre se había intensificado y sus fosas nasales comenzaban a arder por ello.

Retrocedió dos pasos hasta topar su espalda a la pared, quería estar lo más alejada de aquella oscuridad.
Los arbustos cercanos se movieron con intensidad, en cualquier momento aquello saltaría sobre sus cuerpos y los asesinaría en un abrir y cerrar de ojos.
Corre ahora.
Los pies de la pelirroja comenzaron a moverse con rapidez sobre los ladrillos, atrás de ella se unió el sonido pesado de las armaduras de los dos guardias quien iban tras de ella.
Su corazón brincaba despavorido sobre su pecho ¿adonde Elizabeth? Se preguntaba conociendo que aquella energía no duraría para siempre, su cuerpo se lo cobraría tarde o temprano.

Se escuchó el metal chocar contra el suelo, y en seguida ser interceptado y arrastrado mientras pecaba un chillido al ser frotado contra ladrillo.
Los gritos despavoridos de un hombre resonaron en los tímpanos de la muchacha, resonaron y agujerearon su cerebro hasta llegar a aquel recuerdo, hasta aquella masacre entre ramas y troncos.
¿Qué estaba pasando atrás?

Sus ojos divisaron una puerta, en un desvío del pasillo, esa era su escapatoria.
Sin pensarlo se abalanzó sobre la manecilla de aquella, abierta por suerte del destino, estuvo a punto de cerrar tras de ella hasta que un segundo cuerpo surcó a través del portal y juntos azotaron la madera cerrándola tan rápido como pudieron.
Ambos se prepararon para empujar con todas sus fuerzas, para cuando aquello intentará abrirse paso hasta ellos.

Y fue así, no tuvieron que esperar mucho para que la puerta retumbara en arañazos y golpes intentando quitarla del camino.
Entre los dos forcejearon contra aquella cosa que estaba afuera, contra aquello que había asesinado a uno de los guardias.
Y aún con dos cuerpos en contra de uno aquel trabajo había sido tortuoso en cada minuto, Elizabeth y aquel guardia estuvieron a punto de ceder muchas veces, hasta que los golpeteos cesaron.

La joven miró, al que ahora era su compañero con miedo, ambos no habían dejado de hacer fuerza sobre aquel roble oscuro.
Los oídos de ambos captaron el sonido del gruñido al otro lado de la puerta seguido por el olfateo en el espacio que había entre el suelo y la madera.

Los estaba oliendo ¿Estaba guardando su olor? ¿Los recordaría así?
Al cabo de diez minutos aquello paró y no fue hasta veinte minutos después que ambos dejaron de presionar sus brazos sobre la madera y se desplomaron contra el suelo entre jadeos y sudor.

Elizabeth se tumbó sobre el mármol helado y divisó aquella habitación.
-¿una biblioteca?- preguntó perdiendo el aliento.

- Si.- se limitó a responder el hombre quien se quitó el casco de la cabeza y poco a poco empezó a desabrochar su armadura.

- Hemos tenido suerte que estuviera abierta.

- Es costumbre de las amas de llaves, el príncipe parece visitarla siempre que le da la gana.-añadió el hombre sacudiendo su cabello de las gotas de sudor.

Elizabeth lo observo y se sorprendió al notar lo joven que era, tal vez incluso de su misma edad.
Pero eso no era lo único, sus facciones, color de piel, ojos y rasgos...
Aquel hombre no era de ese continente. Un extranjero entre las tropas del reino...
Eso era raro, conociendo el historial de Dammar con los imperios vecinos.

- Tu compañero murió.- afirmó ella recordando los gritos desesperados.

- La armadura no lo dejo correr.- jadeo para soltar aquellas palabras mientras se quitaba el sudor de la frente  - ¿Y ahora? ¿Esperaremos al amanecer?

Elizabeth pensó en escapar en aquellos momentos, pero sabía que la idea era tonta, a pesar de que era lo que más quería, aquellos monstruos no la dejarían en paz.
Había impregnado su aroma en sus fosas nasales, había reconocido quien era.

- Llévame con el Capitán.- le ordenó la pelirroja al muchacho que aún se encontraba exhausto en el suelo.

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