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Capítulo 1 "Grilletes y Cadenas"

El sonido de las cadenas reinaban en aquel lugar.
El sentimiento de angustia carcomía las almas de aquellas personas.
El hambre y la desnutrición no solo eran en cuerpo, sino en alma.
La muchacha se encontraba con su cuerpo esquelético ya, en una de las esquinas de aquella habitación.
Sin ventanas, sin aire limpio, sin poder respirar.
Estaba claro que hoy no era un día normal dentro de aquel infierno, ella lo había notado desde que abrió los ojos ese día.
Ningún prisionero había salido de su celda, ningún grillete había sonado frente a su puerta indicando la caminata de algún reo.
Ningún guardia había soltado sucios insultos a través de aquella diminuta ventanilla.

Por estúpido que se escuchara muy en lo profundo de sus pensamientos y recuerdos corría el sentimiento de añoranza a su antigua celda.
Con barrotes comunes, sin aislamiento total.

Este no era un día normal...
Eso estaba claro, pero el ambiente había cambiado en extremo desde hacia una hora.
Desde hacia una hora, la cantidad de guardias que habían pasado frente su ventana se había duplicado.
Habían limpiado los pasillos.
La noche anterior y en todo lo que llevaban de día, no les habían dado ni una miserable porción de comida.
¿Para que no tuvieran fuerza?
Se preguntó mientras abrazaba sus rodillas y las atraía hacia ella, sin apartar ni por un momento la vista de aquella maldita e insufrible puerta.
Sin soltar el miedo que la carcomía de escuchar las bisagras rechinar que indicaban la entrada de algún guardia.
Alguien importante vendría.

En los últimos veinte minutos, todo había sido silencio, todo había sido únicamente ruido de las cadenas de los reos dentro de sus deprimentes celdas.
Ya nada de patrulleo, como si el tiempo se detuviera.

Pero finalmente se escuchó el sonido de una puerta, la puerta principal de aquella área de la prisión pensó la joven encogiéndose aún más sobre aquella esquina.
Pasos, al menos 6 personas habían entrado ¿guardias todos?
Los pasos iban avanzando de celda en celda, no se detenían.
Sus manos empezaron a sudar y sus sentidos poco a poco se encendían y agudizaban.
Silencio de nuevo, por unos milisegundos, hasta que escuchó la llave de aquella puerta levantarse y las bisagras rechinar al verla abrirse.

Sin preguntar ni decir nada irrumpieron dentro de  su celda y la pusieron de pie sin rechistar, cambiaron sus grilletes a unos con cadenas menos largas, vendaron sus ojos y empujaron para que saliera por esa puerta.
La joven forcejeó hasta que entre 2 guardias la lograron dominar, ya no tenía energías, y menos para oponerse a seis hombres con entrenamiento.

Sus pies descalzos sentían lo áspero del suelo, a cada paso que daba una nueva piedra se incrustaba en sus plantillas.
Durante diez minutos sufrió de aquella sensación en silencio. Durante diez minutos camino sobre aquellos suelos rocosos de la prisión de Elmina, en oscuridad total, camino por aquellos suelos subterráneos que los mismos reos habían minado.
Hasta que sus pies se encontraron con algo suave y liso, un piso pulido y limpio le dio la bienvenida a la brusquedad de los guardias que la escoltaban y la tumbaban de rodillas mientras quitaban bruscamente la venda sobre sus ojos.

Los ojos verdes de la joven tardaron en adaptarse a la luz de la habitación, todo en en ella era blanco, tan pulcro y limpio que temió voltear a ver las pisadas que había dejado sobre aquel suelo.
Solo se atrevió a levantar su cabeza y observar con claridad las personas que se encontraban frente a ella.
La sala de audiencias de Elmina, pensó tragando saliva con dificultad. Su boca estaba seca.
Una hilera de gradas se extendía desde el centro de la habitación, culminando en el estrado, con nueve sillas a lo largo.

- Elizabeth Rominovf.- Los ojos de ella se postraron sobre un joven flacucho que se encontraba atrás del hombre al centro de la mesa, respecto a este último, ella lo reconoció de inmediato... El rey.- La corte del Rey Dammar cita vuestra presencia este día para discutir vuestra ejecución.- Anunció el mismo joven, quien intuyo se trataba del vasallo del rey.

¿Su ejecución?
La noticia no le sorprendía para nada, no era nuevo, desde que había sido capturada sabía su destino, era lo mínimo que podrían darle a cambio de todos los crímenes que había cometido a su corta edad.
Era lo mínimo que se esperaba después de haber servido a aquella persona como una herramienta.
Pero desde hace tres años, ella se había planteado una cadena perpetua, llena de tortura y desnutrición.
Además que era extraño, por decir que nunca había sucedido, la reunión de una la corte para discutir el castigo de un reo.
Una sonrisa se formó en sus labios.

- Su majestad, estáis muy lejos de vuestro bello castillo.- Dijo posando sus ojos sobre el soberano sin quitar aquella sonrisa de su rostro mientras apartaba una maraña de pelo de su cara.- Y debo admitir que me siento honrada, el rey de Dammar ¿solicitando una audiencia para discutir mi ejecución?- preguntó sin temor al golpe que recibió por parte de uno de los guardias quien la tumbó al piso.

- Sabrás.- contestó el monarca, en su cara llena de arrugas aún se presenciaba la guerra que lo había moldeado.- que a pesar de que esta sea una audiencia no tienes ni tendrás permiso para hablar.- Dijo poniendo sus brazos sobre la mesa y apoyando su cabeza en ellos.- A menos de que se te pida, claro esta.

Las extremidades de ella estaban entumecidas tendidas sobre el mármol blanco, los grilletes lastimaban sus articulaciones y no pudo evitar que una cara de disgusto saliera a la luz, luchó por ponerse recta de nuevo viendo de reojo a aquel guardia inexpresivo que únicamente miraba al frente en busca de la aprobación del soberano, el último se limitó a brindar un ademán para agradecer su acción.
Los ojos de ella no se apartaron de aquel hombre, inspeccionando cualquier pista que le dijera quien era, observó el emblema plateado y azul del siervo bordado en su uniforme, y la espada que colgaba en su cintura, el leon trabajado exquisitamente en plata sobre la empuñadura, esa espada no era común, pasada de sucesor en sucesor para cumplir con su deber, para proteger al Rey.
El Capitán de la Guardia.

- Desde hace tres años.- siguió el hombre.- tu condena ha sido una cadena perpetua en este lugar, condena que no ha cambiado.- Dijo el monarca jugando con un anillo de su mano, jugando como si la vida de ella no estuviera en juego.- ¿Qué os a parecido los túneles de Elmina luego de la vida en excesos que llevasteis a base de crímenes?- preguntó el monarca con una sonrisa de suficiencia en la cara.

Cerdo engreído y repugnante.
Las uñas largas y sucias de Elizabeth se incrustaron en su piel al apretar los puños.
Si no tuviera esas cadenas...
La corte a su alrededor sacaron pequeñas burlas de su garganta ante el rostro de impotencia que se formaba sobre las expresiones de la pelirroja.

- El tiempo aquí te ha cobrado.- Prosiguió el monarca escudriñando la piel llena de tierra de la joven.- Es de aceptarse que nunca se había propuesto una ejecución, no en tu caso, pues sabrás qué es un castigo demasiado liviano por el peso de vuestros crímenes en Dammar.- Elizabeth soltó un bufido en su dirección al mismo tiempo que le mostraba de nuevo su sonrisa, juró que el Capitán de la Guardia tras suyo se preparó para volverla a golpear, pero se detuvo al ver que el rey le pedía lo contrario con un movimiento de cabeza, que le quitaba la importancia a las acciones de la prisionera.- A pesar de el tiempo que has vivido como esclava, veo que no has aprendido nada de los tratos en Elmina.

La lengua quemaba dentro de la boca de ella, quería contestar a cada palabra que aquel cortesano soltaba para denigrarla.
- ¿Tenía que aprender algo?- Respondió en altanería extrema esperando el golpe que la tumbaría de nuevo sobre el mármol.

Y así fue como la rodilla del Capitán se estampó en su rostro aturdiéndola hasta caer al suelo, sintió el peso del hombre en su espalda y no objeto cuando inmovilizó sus extremidades para que no pudiera levantarse de nuevo.

- Vaya, veo que sigues igual de impulsiva.- escucho al  Rey.- Cuando vine aquí temí que esa llama en tu carácter se hubiera ahogado, de verdad creí en la posibilidad de encontrarme con solo el eco de lo que eras.- Una pausa larga se extendió por el salón.- Pero veo que eres la misma mocosa terca.- La voz despectiva del hombre no se hizo esperar en cada sílaba de la frase.

- ¿No creéis que ya es suficiente de vuestros juegos su Alteza?- Dijo la joven con la cara contraminada, el Capitán al escucharla ejerció más presión, pero ella siguió.- Exijo saber...

Fue callada por el retumbar de su cráneo ante el golpe del hombre sobre ella.
- No estás en derecho de exigir nada perra.- Le susurro el Capitán mientras se acercaba levemente a su oído.- Si no tenéis más cuidado que no os sorprenda cuando te vuelva a encerrar en aquel pozo del que te saque.

Si se han tomado las molestias para traerme debe ser por algo importante, no creo que os atreváis...
Pensó Elizabeth rechistando entre dientes.

- Al grano entonces.- Prosiguió el Rey ya en tono de aburrimiento.- Mi corte y yo estamos dispuestos a darte una ejecución rápida y sin dolor alguno, a cambio de un último servicio.- Estuvo a punto de comentar algo, pero el Capitán encima de ella presionó con tanta fuerza su cuerpo contra el mármol que el aire le faltó.

En pocas palabras, pensó la pelirroja con mirada de insuficiencia ante la corte, mi regalo será la muerte...
Muerte rápida o una vida llena de tortura.
Pues que amables, pensó en ironía.

- Serviste a un enemigo del reino, serviste a Ivar Hesse y durante ese tiempo os refugiasteis en el territorio de Daró, territorio que ahora está consumido por las tinieblas procedentes de aquel bosque maldito que ocupasteis como base en vuestros últimos días. - Recordaba esos días, recordaba aquel bosque devorando en cuerpo y alma a las personas que había conocido, recordaba la bruma y oscuridad que carcomía y acechaba en cada rincón.-  Eres la única que conoce el territorio, por lo tanto tendrás que acompañar a nuestras tropas para poder reprimir por fin el avance de esa maldición sobre nuestras tierras.

- Vuestros soldados no pueden contra eso...- Soltó la joven recibiendo el golpe que ya esperaba, pero eso no la detuvo.- ¿Qué lo hace pensar que una joven flacucha y fuera de forma podrá hacerlo?- el guardia ejerció presión con su rodilla sobre su rostro, para que no se parara de hablar por dolor, sin importarle y recordando lo que había vivido en ese lugar, en ese maldito bosque, terminó.- Vuestro reino, esta hundido.- La rodilla Capitán presionó con más fuerza.- Nadie puede detener eso.

- Que desperdició.- contestó el rey pasándose la mano por la cara en cierto tono de aburrimiento y decepción.- Entonces vivirás todos tus días en las profundidades de esta mina.- Afirmó el hombre poniéndose de pie y caminando hasta la gran puerta tras de él, caminando hacia la salida.

¿Eso era todo?
Los demás en la corte empezaron a hacer lo mismo, exceptuando por un joven que la observaba con el ceño fruncido, el príncipe.
Ella lo recordó y él también a ella.

El guardia quitó su rodilla de la cara de la pelirroja y de un tirón la puso de pie, la llevarían de nuevo a aquella celda, ella no podía regresar ahí...
Si la sacaban de aquella muralla, de aquellos túneles, su libertad estaría cerca, ella conseguiría escapar.
Entonces lo soltó.

- Yo no dije qué no lo haría.- Gritó Elizabeth en voz firme.

El rey se detuvo por unos segundos, no volteó a ver ni dio ni una señal y sin decir nada siguió su marcha.

¿Qué significaba eso? ¿La estaba rechazando por no afirmar a primeras?
Los grilletes de ella sonaron recordándole los últimos tres años en aquel lugar, recordándole los abusos, los golpes, el hambre, las quemaduras en su espalda.

- A los establos.- ordenó el príncipe poniéndose de pie e imitando a su padre.

El guardia rechistó, y ella sin dudarlo jaloneo de un tirón su brazo para la dirección opuesta.
No volvería a aquel maldito bosque, pensó, caminando en dirección hacia su libertad, no volvería a aquel maldito bosque ni a aquella maldita prisión, escaparía antes de que uno de los dos acabara con ella, antes de que ella acabara igual a todos sus conocidos.
La joven se lo volvió a repetir.
Escaparía y encontraría por fin su libertad...

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