🕯03: ¿Final?
PARTE SEIS: TAEHYUNG
Pasaron algunos días, en los cuales, Jimin actuaba extraño de forma gradual.
Se aisló aún más de todos, hablando solamente con el Padre cuando éste le preguntaba algo, o con Yoongi en caso de que él se atreviera a acercarse; se la pasaba en casa, sin querer salir de nuevo al exterior; y su semblante se veía demacrado, como si algo lo consumiera por dentro.
Hoseok, por supuesto, se empezó a preocupar, y no dejaba de pensar en lo que el mismo rubio le había dicho antes: ¿y si la casa tenía algo malo?, tal vez eso había afectado tanto al pequeño.
Así que finalmente, se decidió a hablar con Jungkook, para intentar saber qué sucedía en el lugar, y de ese modo, quizá podría hallarle explicación a los accidentes de Jimin.
—¿Puedo hablar con usted?—preguntó el castaño, asomando su rostro por la puerta del cuarto de Jeon.
—Adelante Padre.—lo miró desde la ventana, el contrario entró al sitio—¿Qué sucede?
—Verá... Sonará un poco raro quizás, pero quisiera preguntarle... ¿Hay alguna cosa maligna en su casa?, tal vez de malas vibras o cosas de su pasado, no lo sé...
—No es una pregunta que me hagan a menudo, ¿porqué lo cuestiona?—se sentó en el borde de su cama, Hoseok imitó la acción.
—Jimin me comentó hace unos días que no se había caído por la escalera, sino que algo más le hizo daño... Una presencia mala que lo seguía.—largó un suspiro—Así que vine con usted, esperando que tal vez sepa algo al respecto.
"El niño está loco", pensó en contestar Jungkook, y quizá lo habría hecho en otras circunstancias.
Pero, en realidad, sí había notado a Jimin con comportamientos no propios de él, y entonces decidió contarle la verdad al Padre.
Ya había un herido, y no quería más.
—Sí sé lo que pasa... Jimin tiene razón, hay algo dañino aquí.—confesó el peli negro, preparándose mentalmente para decirle todo.
*Pov Jungkook*
No sé de qué modo confesarle ésto, pero hace muchos años vivía alguien más aquí conmigo.
Un chico, hermoso y dulce... Él era mi esposo a escondidas de todos, y para la vista pública, solamente éramos amigos.
Tácheme de pecador si quiere, aunque eso ya no importa ahora, ¿verdad?
Se llamaba Taehyung.
Él falleció hace 12 años, por un accidente en la carretera.
¿Sabe?, yo me negaba a aceptar su muerte, era sumamente difícil para mi siquiera pensar en dormir sin tenerlo a mi lado.
Yo no quería resignarme a que Taehyung ya no estaría jamás conmigo.
Así que, en mi negación, comencé a buscar maneras de volver a ver a mi esposo; alcé plegarias hacia cualquier poder, bueno o malo, que pudiera regresarme a Taehyung. No me interesaba quién o qué me cumpliera aquel deseo, simplemente quería que se volviera una realidad.
Por un tiempo nada funcionó, hasta que un día, de repente, él apareció.
Taehyung amaba escuchar música, tenía un tocadiscos en nuestra habitación y siempre lo reproducía cuando estábamos en casa.
Y un día, escuché como el tocadiscos se encendió, poniendo la canción preferida de mi esposo; eso no había pasado antes, y una sonrisa se formó en mi rostro. Creí que Tae estaba en casa otra vez.
Poco a poco, comencé a escuchar más actividad.
El armario con su ropa se abría por las mañanas, las sábanas de la cama se arrugaban por la noche aunque yo no las tocara, el tocadiscos se encendía nuevamente cada vez que yo lo apagaba, incluso podía escuchar pasos y tenues susurros de su voz.
Todo aquello fue aumentando, hasta que una noche, quise probar suerte, y entré a nuestra antigua habitación —yo dejé de dormir ahí cuando falleció, y usé un cuarto del pasillo—, justo cuando la música sonó otra vez.
Lo ví ahí, mirando por su ventana preferida, con una dulce sonrisa y la ropa que había llevado el domingo que murió.
Despedía una leve luz blanca, y verlo me llenó de paz; habían pasado unos meses desde su partida, y haberlo tenido frente a mi al menos de ese modo, me reconfortó como usted no se imagina.
Era mi Taehyung, y agradecía poderlo tener de vuelta de cierta forma.
No supe quién era el autor de mi plegaria cumplida, pero hasta ese momento, le extendía un enorme "gracias" a la presencia que me hubiera escuchado.
Sin embargo, pronto me di cuenta de mi error, y por poco pagué el precio.
Una tarde llegué a casa, y encontré una nota en el comedor; tenía la caligrafía de Taehyung, con tinta roja, y el papel de hecho pertenecía a una libreta que mi esposo usaba.
"Déjame entrar al muñeco que hiciste para mi", decía la hoja.
Yo inmediatamente pensé en el juguete que le regalé el mismo día que falleció, un muñeco idéntico a él, y de hecho, fue de los últimos que yo fabriqué.
No le respondí hasta la noche, después de pensarlo mucho; realmente no sabía qué implicaría permitirle a un alma entrar en un objeto inanimado, pero no fue una decisión tan sencilla de tomar.
Taehyung me dejó una segunda nota en nuestra habitación, y la encontré cuando fui por el muñeco que mencionó. "Por favor Kookie", escribió... Y yo caí rendido con ello.
Le di permiso de tomar el juguete como su contenedor, y nada muy diferente pasó los siguientes días... Sólo más apariciones de la imagen de Tae por toda la casa.
De momento creí que había sido una buena elección, pero no... Al poco tiempo, me arrepentí enormemente.
El ser que había entrado en el muñeco no era mi esposo, jamás lo fue.
Tan sólo era un demonio, uno que me engañó y se aprovechó de mi gran dolor para invadir mi vida; un demonio que se hizo pasar por Taehyung para buscar lo que él quería obtener: un alma.
Resultó que la presencia que me escuchó rogar por mi esposo, fue del infierno, y vio una oportunidad perfecta para poseer y absorber.
¿Cómo me di cuenta?, él me dejó verlo.
Después de escuchar pasos detrás mío, yo sonreí crédulo; para mi mala fortuna, justo me encontraba frente a un espejo, y cuando oí aquel ruido, alcé la mirada a mi reflejo, esperando ver ahí a Taehyung igual que varias veces anteriores; pero, lo que ví me perturbó.
Era un demonio color carbón, con ojos escarlata brillantes y mirada filosa, son manos largas y uñas puntiagudas, además de un par de cuernos anchos en su frente.
Aquel terrorífico ser me sonrió cuando conectó sus pupilas con las mías, dejándome ver sus peligrosos dientes y algo de brea negra cayendo de su boca.
Me asusté en sobremanera, y rápidamente me giré para intentar encararlo. Cuando lo hice, él ya no estaba.
A partir de ahí, empezaron a pasar cosas extrañas.
Se movían las cosas, me lanzaban objetos e incluso casi caigo de las escaleras varias veces gracias a que aquel ser me empujaba; buscaba herirme, y llevarse mi alma con él.
Sin embargo, no hice nada hasta que casi logró su cometido.
Una noche subí a la habitación donde yo siempre encerraba al muñeco, nuestra recámara; simplemente había ido para verificar que el juguete estuviera ahí, ya que las últimas semanas lo había estado encontrando por toda la casa sin explicación.
Cuando abrí la puerta, pude ver a "Taehyung" sentado en la cama, dándome la espalda.
Yo no quería hacer nada imprudente, pero no supe cómo reaccionar... Le pregunté finalmente quien era... "¿Cuál es tu nombre?... Tú no eres mi esposo", dije con la voz llena de terror.
El ser no me respondió, sólo se puso de pie en silencio.
Conforme iba girándose para encararme, su cuerpo comenzó a deformarse; sus huesos tronaron con un inquietante sonido, y sus extremidades se alargaron, rompiendo el traje que vestía y creando una escena perturbadora, en la que la piel humana que poseía se retorció y rompió, dejando ver su apariencia real.
Su cuello se estiró, y en su cabeza se formaron dos cuernos.
Me miró con sus ojos brillando en rojo, mientras su rostro también iba tomando la forma del demonio, deformando las facciones finas de Taehyung.
Ahí ya no quedaba nada del engaño que me había jugado, tan sólo era yo corriendo por mi vida.
Literalmente, salí corriendo de la habitación, avancé por el pasillo e incluso salté varias escaleras con tal de escapar; el demonio no dejó de seguirme, arrastrándose por el suelo y subiendo por las paredes, dejando a su paso brea y niebla oscura.
Logré salir de la casa, y huir en mi auto. Tuve la fortuna de que aquel ser no me persiguió en mi camino.
Fue cuando pedí ayuda en la iglesia, y con ayuda de un par de Padres, pudimos contener el mal.
Encerraron al muñeco poseído en un armario de la habitación de Tae, rodeado de páginas de la Biblia y prácticamente bañado en agua bendita.
Se ocultó la llave, y se bendijo la casa entera al menos tres veces.
Pude tener una vida normal durante los años siguientes, y jamás volví a abrir aquel cuarto.
*Pov narradora*
—El mal se liberó... Cuando Jimin entró a la habitación.—confesó Hoseok, totalmente atónito.
—Así que él fue...—suspiró pesado—Sí, evidentemente tuvo que encontrar el muñeco ahí, el mal lo atrajo... Y ahora, probablemente el demonio ya lo tiene.
—¿Q-qué?... Osea, ¿lo poseyó?—el castaño se levantó de golpe, con ambas manos cubriendo su boca.
—Es una posibilidad... Quizá no, pero, he visto que el niño ha estado comportándose diferente desde el día que lo encontramos en el cobertizo... ¿No lo ha notado?—Jungkook también se puso de pie, cruzándose de brazos.
—Sí... P-pero hay que confiar en Dios, tal vez no sea nada más allá de un mal humor...—y cuando todo estaba en silencio, escucharon un fuerte ruido proveniente del primer piso.
"¡Padre Hoseok, señor Jeon, ayuda!", escucharon a los chicos gritar a lo lejos, repetidas veces, mientras corrían por las escaleras hacia arriba.
PARTE FINAL: LÍBRANOS DEL MAL
Ambos adultos salieron rápidamente de la recámara, encontrándose con cuatro de los chicos en el pasillo, casi chocaron con ellos debido a su huída.
—¡Tienen que ayudarnos!, ¡Jimin se levantó de la silla de ruedas y nos atacó!—gritó con desespero Johan, el mayor.
—¿Cómo que se levantó?, está lastimado, no puede caminar...—dijo Hoseok con evidente confusión y miedo.
—¿Dónde está el chico peli negro?, no lo habrán dejado allá abajo solo con Jimin, ¿o sí?—preguntó Jungkook refiriéndose a Yoongi, mostrando un cierto regaño hacia ellos.
—Esque... Él no quiso subir, dijo que podría razonar con su amigo...—explicó Kate, bajando la mirada.
Mientras tanto, en el piso de abajo había dos niños peleando.
Yoongi había tomado al muñeco, alejándolo de Jimin, pues éste último lo llevaba consigo desde que se despertó; creyó que al quitárselo, su amigo reaccionaría, pero pasó lo contrario.
Cuando se lo arrebató, Jimin se levantó de su silla, mirándolo con odio y gritándole con una voz sumamente ronca que le devolviera el juguete.
Quiso alcanzar a Yoongi, con el afán de conseguir el muñeco, sin importar qué tanto daño le pudiera causar. El peli negro se mantenía corriendo por toda la estancia, huyendo de un rubio con ojos rojos y expresión diabólica; sabía que no tenía oportunidad de ganarle, pero al menos, quería tratar de luchar por recuperar a su mejor amigo.
Y justo cuando el demonio dentro de Jimin cobró más fuerza, estando a punto de atacar a Yoongi sin piedad, Jungkook se interpuso en su camino.
Era su deuda, y él quería pagarla, con la esperanza de irse por fin con su esposo.
Por supuesto, aquel ser maligno no hizo distinción, y aplicó el daño a Jeon cuando lo tuvo enfrente.
Con tan sólo estirar la mano en su dirección, comenzó a ejercer una fuerza invisible y descomunal en el cuerpo de Jungkook; rompió todos sus huesos, doblando sus dedos, sus manos y brazos, quebrando sus piernas y doblando su torso casi a la mitad perfecta; el crujido de su anatomía se combinó con los gritos aterrados de los demás presentes, quienes no pudieron hacer nada más que ver aquella aberración.
Los ojos cafés de Jeon dejaron de brillar por completo, quedándose sin color, en blanco y con derrames visibles. El demonio lo dejó caer al suelo, y la sangre comenzó a brotar desde su boca entreabierta, viéndose como un simple muñeco de trapo allí tirado.
Jungkook había muerto, pero la deuda no estaba saldada aún... Todavía hacía falta un alma para el mal.
El Padre Hoseok tomó a todos sus niños, corriendo fuera de la casa con rumbo hacia el patio; no tenía otra opción más que dejar el cadáver de Jeon ahí, si es que no quería que hubieran más cuerpos después.
—¡Vayan allá, llamaré a la policía!—señaló la entrada de la casa, y ellos lo obedecieron.
Ahora debía llegar al teléfono, y salir vivo de ahí.
—¿Qué pasa Padre?, ¿ya no quiere a Mimi?—cuestionó con voz grave el rubio, dirigiéndole una tétrica mirada al castaño, mientras éste intentaba cruzar la estancia sin morir.
—Dios mío... Por favor ayúdame...—rezó al aire, tomando valor para correr nuevamente.
Hoseok dio zancadas rápidas para llegar al piso de arriba, donde se encontraba el teléfono funcionando; en su camino, Jimin iba explotando las bombillas, jalando la ropa del Padre para hacerlo retroceder, y caminaba hacia él con lentitud.
El castaño acabó corriendo en plena oscuridad, con la respiración totalmente irregular y el corazón en la garganta; no sabía si lo lograría, pero debía intentarlo.
Mientras sucedía toda la persecución dentro, los chicos subieron al auto del señor Jeon, y Johan trató de conducirlo.
Pensó que sería más eficiente llegar a la carretera y pedir ayuda, o buscar un teléfono de monedas en el camino.
—¿Sabes manejar ésta cosa?—cuestionó Yoongi con preocupación.
—No, pero he visto cómo se hace... Además, ¿tienes otra idea?—reclamó el chico, encajando las llaves que encontró en el maletero del vehículo, y encendiéndolo.
Todos guardaron silencio, y con fé, dejaron el volante a cargo del mayor.
Tras varios intentos, frenos innecesarios y problemas con las velocidades, logró hacer que el auto avanzara y saliera a la carretera. El plan era buscar a alguna persona adulta que pudiera ayudarlos, pero si hallaban un teléfono primero, no se quejarían para nada.
La noche comenzaba a caer, y el camino no se veía transitado para su desgracia.
Johan condujo lo más despacio que pudo, vigilando constantemente que sus compañeros estuvieran bien; creyeron que su plan había fracasado... Pero por fin, luego de un par de minutos en completo silencio y sin ver más autos en su trayecto, tuvieron una luz de esperanza.
En la orilla de la carretera, se había instalado un teléfono, y en el maletero Nathan halló algunas monedas que podrían usar.
Estaban a nada de salvarse, y sacar con vida al Padre Hoseok de la casa.
El castaño llegó a mitad del pasillo de arriba, y se dio cuenta de algo: no tenía caso que la policía viniera por ellos, si el mal seguía libre ahí.
Así que cambió su destino, dirigiéndose con la misma desesperación hasta la habitación "prohibida", y entrando allí; en una silla mecedora del lugar, encontró al muñeco que minutos atrás había dejado en la estancia, y por primera vez, agradeció que estuviera presente.
Lo tomó sin dudarlo, buscando con la mirada el armario bendito de donde Jimin lo había sacado.
Sin embargo, justo en ese momento, el rubio apareció en la puerta, sosteniendo una bombilla quebrada en la mano, listo para apuñalar al Padre y quitarle el juguete. Le sonreía de forma perturbadora con sus dientes afilados, pero en sus ojos podía reflejarse el odio que lo consumía.
La puerta del armario bendito se abrió por sí sola, quizá en señal divina, o como parte del poder demoníaco que ya no estaba controlado; el Padre caminó hacia el lugar, sin quitarle la vista de encima a su rival, y por mera suerte, logró llegar sin sufrir.
Hoseok abrazó contra su cuerpo al muñeco, teniendo una idea momentánea.
Jimin avanzó con velocidad hacia él, y sin pensarlo, clavó el foco en el que creyó era el abdomen del Padre; pero, el castaño usó el juguete como escudo, así que el niño apuñaló solamente el cuerpo del muñeco.
—Perdóname... Pero tú ya no eres mi Jimin.—dijo Hoseok, tomando al niño distraído por los hombros.
Lo empujó con mucha fuerza hacia el armario, tirándole el muñeco encima, y cerrando la puerta en el acto; mientras el demonio intentaba salir de allí, el castaño usó el mueble más cercano que encontró para atascar la puerta, y dejar que lo poco bendito que hubiera ahí dentro lo pudiera contener.
La casa entera empezó a temblar, como si fuera el epicentro de un terremoto.
Hoseok corrió escaleras abajo después de comprobar que no estaba herido, y logró salir rápidamente de la casa; la madera del lugar tronaba con fuerza, mientras las cosas caían al suelo y la instalación eléctrica chispeaba por los múltiples cortos que se provocaron.
Dejó de moverse cuando sonó una especie de explosión adentro, y sólo ahí, el campo quedó en completo silencio.
El mal se había contenido, o quizá, el demonio se había conformado con tomar el alma de Jimin, y con eso, se fue.
EPÍLOGO: EL DEMONIO NO DESAPARECE
Media hora más tarde, la policía llegaba al lugar, después de haber sido contactada por los chicos en la carretera.
Por supuesto, ellos se reunieron con el Padre, y éste tuvo que contarles lo que había pasado; Yoongi fue el más afectado por la noticia.
Los policías entraron a la casa Jeon, encontrando el cadáver del dueño en la estancia, y sacándolo de ahí con sumo cuidado.
A petición de Hoseok, revisaron la planta alta, para buscar a Jimin y tal vez llevarlo a un hospital; pero cuando abrieron el armario, dentro solamente encontraron al muñeco de Taehyung, sentado en su silla, a lado de un agujero profundo en la pared del cubículo.
Al parecer, el niño había escapado rompiendo el muro, cosa que no era ni de lejos creíble.
—Escapó de aquí, pero es sólo un pequeño de diez años... ¿Qué tan lejos pudo ir?—dijo un policía al Padre, cuando su búsqueda terminó.
El Padre Anthony había ido a auxiliar a su compañero religioso, y también para llevarse el muñeco a la iglesia, pensado que era necesario mantenerlo vigilado.
Evidentemente, tendrían que reubicar a los niños, y tal vez darles algún tratamiento mental por el trauma.
Todos estaban nuevamente en la camioneta de la iglesia, tal como al principio... Sólo que sintiendo la ausencia del más pequeño de su grupo.
Yoongi se notaba bastante triste, mirando por la ventana del vehículo, y preguntándose si en realidad, había sido su culpa la desaparición de Jimin.
Al final, su promesa inicial se había roto gracias al demonio... Ya no podría estar con él como hermanos, en un nuevo hogar, ni en un nuevo orfanato tan siquiera.
—¿Estás bien Gigi?—preguntó el castaño, sentándose a un lado del peli negro.
—Sí... Creo que sólo debo procesarlo...—suspiró, mirando a su mayor.
—Bueno, si de algo te sirve, recuerda que el niño que escapó... Probablemente ya no era el Jimin que conocíamos...—explicó con tacto.
—Lo sé... Estaré bien...—Yoongi intentó sonreírle, y el Padre lo abrazó por los hombros, dándole apoyo.
Unos meses habían pasado.
Una pareja de apellido Higgins llegaba con emoción a un orfanato en la ciudad de Santa Mónica, California.
Ellos buscaban adoptar a un niño, para por fin formar su pequeña familia que tanto anhelaban.
La encargada de su caso los condujo a una habitación algo apartada del resto, en donde tenían al "candidato" perfecto para ser adoptado por la pareja.
Un niño de cabello rubio, ojos azules con miel, y rasgos propios de un coreano; se les dijo que era algo tímido y retraído, pero que era inteligente y parecía tener más madurez de la habitual.
—Hola... ¿Cuál es tu nombre?—preguntó la señora Higgins, después de que la encargada diera una pequeña presentación con el pequeño.
—Taehyung.—respondió con una sonrisa.
Aquel rubio era Jimin, con una buena parte del mal dentro suyo, haciéndose pasar por el chico que el demonio había imitado anteriormente.
Ahora se hacía llamar "Taehyung", y no era un niño común.
Era un ser demoníaco en reposo, tan sólo esperando el momento de atacar nuevamente.
Porque el mal no desparece... Sólo se contiene.
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