🕯01: Inicio
PRÓLOGO: ACCIDENTE
Corría el año de 1943, en una pequeña ciudad al norte de Estados Unidos.
Un sitio tranquilo y sin una población crecida, con un comercio estable a pesar de su reducida extensión.
En éste lugar existía un par de jóvenes - adultos, quienes eran reconocidos por sus productos llenos de calidad.
Jeon Jungkook y Kim Taehyung eran los fabricantes de juguetes más importantes de la ciudad y fuera de ella, pues sus creaciones eran preciosas.
Ambos venían desde el sur de Corea, buscando emprender negocios en la gran Norteamérica, y así mejorar su economía con el tiempo. Fueron de los pocos en lograr sus objetivos, pues ahora sus nombres eran muy sonados y solicitados, dejándoles buenas ganancias.
Todos creían que ellos sólo eran un dúo de mejores amigos, quienes habían decidido vivir juntos en una ciudad nueva.
Sin embargo, eso era sólo su fachada para no tener problemas con nadie.
Taehyung y Jungkook, en realidad, llevaban casados varios años de forma clandestina; una ceremonia que se logró gracias a un gran pago en una iglesia nada conocida en su natal ciudad, en donde solamente sus familiares más próximos estuvieron presentes.
No portaban anillos de matrimonio, para no levantar sospechas innecesarias; ellos preferían utilizar un par de pulseras a juego de plata, con pequeños detalles en pedrería, y con sus nombres grabados en la parte interior.
Esos eran sus anillos, los cuales jamás se quitaban.
Eran realmente felices así, sin tener problemas y evitando preguntas que pudieran acabar mal. Ante todos eran amigos, y en su casa en medio del campo, podían ser esposos sin ninguna restricción.
Lo malo de ser 1943, era la enorme homofobia. Pero en fin, a pesar de no poder mostrarse al mundo como ellos querían, habían hallado la forma de tener una vida lo más amena posible.
Cierto domingo, Jungkook se encontraba trabajando en su cobertizo, en donde hacía los juguetes junto a su esposo.
Jeon se encargaba de la mano de obra, tallando la madera y realizando todos los detalles en general; Kim se dedicaba a entregarle diseños en papel de juguetes nuevos para crear, él era la parte intelectual, además también de encargarse de lo relacionado a sus ventas.
Aquella mañana, Jungkook había decidido iniciar con una nueva línea de muñecos, para la cual usaría dibujos que su esposo le había dado hacía un par de meses.
Todos vestirían de blanco, con detalles en rojo, y apariencias elegantes; incluiría dos modelos femeninos y dos masculinos.
Uno de ellos totalmente inspirado en Taehyung.
Le colocó mejillas rosadas, brillo en los labios y ojos azules. Agregó cabellos ondulados y castaños, cortando con cuidado un flequillo perfecto.
Para finalmente, confeccionar un traje blanco con un moño rojo en el cuello, y zapatos negros de vestir.
Era una imagen elegante e infantil al mismo tiempo, y Taehyung la amó desde que su marido se la presentó.
Prometió que ese muñeco se lo regalaría en cuanto hiciera uno igual, para así no tener problemas con su línea.
No llegó a fabricarlo ese día, pues debían salir a su acostumbrada misa en la iglesia local, y al ellos vivir tan separados de la civilización, debían subir a su auto con más tiempo de anticipación.
Así que ambos guardaron sus cosas normales, se arreglaron, y dejaron su casa con rumbo a su compromiso.
Después de la misa, ambos salieron de la iglesia bastante sonrientes, con ganas de llegar a su auto para continuar su conversación.
¿Cuál?, bueno, ellos tenían la costumbre de pasarse pequeñas notas en trozos de papel cuando tenían oportunidad, lo hacían para tener pláticas íntimas o secretas que los demás a su alrededor no debían oír.
Y esa mañana habían intercambiado unas cuantas durante la misa, parecían adolescentes riendo por lo bajo intentando que nadie los viera escribir y arrancar papeles.
Pero, una persona interrumpió su momento fuera de la iglesia.
—¡Señor Jeon, señor Kim!, buen día.—llamó su atención un hombre acompañado de su esposa, quienes se acercaron a ellos.
—Buen día señor Mullins.—respondió amigablemente Jungkook.
—Los estaba buscando ¿saben?, quería preguntarles cuando es que tendrán listo mi lote de muñecas que les pedí.—cuestionó el mencionado Mullins con una sonrisa emocionada. Se notaba que esperaba con ansias su producto.
—Está listo señor, lo llevaremos a su casa mañana mismo.—dijo Taehyung dulcemente—Se lo daríamos hoy, pero nos hace falta etiquetar algunas piezas.
—No se preocupen, ¡se los agradezco!, será un éxito comerciar sus juguetes en Nueva York.—añadió el contrario—¡Los veré mañana!
—Hasta mañana, cuídese.—dijeron al unísono la pareja, y siguieron su camino al auto.
Los Mullins eran sus mejores clientes y a la vez socios, quienes compraban lotes de sus líneas nuevas para venderlos en otros estados. Y en ésta ocasión, era turno de ver los juguetes J&K en las estanterías neoyorkinas.
Realmente era un buen día, ¿no?
Lo era hasta que llegó una nube negra a posarse sobre ambos.
—¿No trajiste ningún repuesto, cierto?, te pedí que lo guardaras en la cajuela.—reclamó Tae con los brazos cruzados.
—Lo lamento ¿si?, lo olvidé... Además, el hubiera no existe.—respondió Jungkook mientras se agachaba a ras de piso.
Un neumático se había pinchado justo a mitad de su camino, dejándolos varados en la carretera, y encima, no tenían su llanta de repuesto.
Probablemente deberían pedir ayuda a alguna persona que transitara por allí.
—Mira, viene una camioneta, quizá nos ayuden.—el castaño señaló a lo lejos dicho vehículo, el cual parecía conducir rápidamente.
—Quédate junto al auto, yo los pararé.—respondió el peli negro, moviendo la llanta para lograr sacarla de su lugar.
Cuando lo hizo, un perno se soltó por la fuerza que Jeon usó, quedando a mitad de la carretera, y bueno, era importante tener los pernos del neumático completos si es que querían poder cambiarlo y regresar a casa.
Taehyung, al ver ésto, y sabiendo lo malhumorado y estresado que se encontraba su esposo, decidió no pedirle que fuera a recogerlo.
Sino que se adelantó a tomar el perno.
—Yo voy por él.—anunció Kim sin fijarse en el camino nuevamente, cruzando la calle sin despegar la vista del pequeño objeto.
Ahí fue donde la desgracia ocurrió, y todo aquel domingo afortunado se fue por la borda.
La camioneta que Taehyung había visto momentos atrás sí venía a mucha velocidad, llegando hasta el chico castaño justo cuando éste se detuvo a recoger el perno.
El conductor no logró frenar, y Kim tampoco pudo quitarse de su camino a tiempo.
Así que, sin remedio, acabó siendo atropellado por la camioneta, frente a la mirada en shock de su esposo, quien por estar tan perdido en su problema del neumático, no alcanzó a evitar el accidente... Y sólo se quedó a un par de pasos de la escena, a un segundo del impacto.
—¡TAEHYUNG!—el grito desgarrador de Jungkook resonó por el campo, mientras intentaba sacar el cuerpo inerte de Taehyung de entre las llantas, y lloraba mares enteros sin poder creer lo que acababa de suceder.
Todo había sido tan rápido, que aún pensándolo con detenimiento, Jeon no podía entender porqué y cómo fue que su Taehyung acabó falleciendo aquella mañana de domingo.
Sólo se había distraído un segundo, y eso fue más que suficiente para romper su mundo completo.
PARTE UNO: NUEVA LUZ
12 años después.
Marzo de 1955, sábado por la mañana.
Una camioneta perteneciente a la iglesia conducía con apuro hacia una vieja casa en medio del campo, transportando a un par de religiosos, y un grupo pequeño de huérfanos.
El Padre Anthony y el Padre Hoseok cuidaban a seis niños sin hogar, y antes de estar en mudanza, ellos los mantenían en un orfanato de la iglesia; sin embargo, debido a una decisión abrupta, el sitio cerró por falta de fondos, y los Padres encargados tuvieron que buscar un nuevo lugar a donde llevar a sus niños.
Fue difícil, pero al final, encontraron una casa amplia que podía usarse como orfanato.
La casa de Jeon Jungkook, quien al ser cercano a la iglesia, decidió ofrecer su hogar como un sitio de acogida para evitar que los huérfanos acabaran en la calle.
No le costaba trabajo ayudar, aún más habiendo compatriotas coreanos incluidos en el problema.
Por supuesto, Jung Hoseok venía del otro lado del mundo, y ahora era un Padre bastante amigable y devoto.
Además, tenía a dos niños coreanos a su cuidado, quienes desgraciadamente, fueron abandonados una vez que sus familias cruzaron la frontera americana.
—¿Falta mucho para llegar?—preguntó Jung por cuarta vez a su compañero, mientras los niños jugaban y hablaban entre ellos.
—Usted es más insistente que los pequeños.—respondió Anthony con una pequeña risa—Pero no, ya casi llegamos.
—Me disculpará, pero estoy feliz, ya quiero conocer al amable señor que nos prestó su casa.—añadió Hoseok sonriendo.
En los asientos traseros de la camioneta se encontraban los niños, cada quien con su pequeño grupo de amigos.
Una bolita de cuatro, quienes eran los mayores con edades de 14 a 16 años.
Y un dúo de pequeños que siempre estaban juntos, con sólo 10 años.
Johan, Nathan, Kate, Timothy, Yoongi y Jimin.
Todos estaban emocionados por conocer lo que sería su nuevo hogar, y tenían la esperanza de ser adoptados pronto. Ya llevaban muchos años al cuidado de la iglesia, y querían tener una familia real en algún momento.
—¿Cómo crees que será la casa?—preguntó Yoongi a su amigo Jimin.
—No lo sé... Espero que grande y bonita.—sonrió el pequeño rubio—Quizá nos den una habitación juntos.
—Sería bueno, sí.—jugó con sus piernas mirando la ventana—Sólo espero que el señor Jeon sea bueno con nosotros...
—Eso, y que nos adopten, son dos deseos importantes.—añadió Jimin—Aunque... Me gustaría tener un nuevo hogar, y no un nuevo orfanato...—suspiró.
—Lo tendremos algún día, ya verás.—Yoongi sostuvo las pequeñas manos de su amigo—Y quizá nos lleven a los dos, seríamos como hermanos, ¿qué piensas?
—¡Sí!, cuando me adopten, quiero que vengas conmigo.—sonrió el rubio, haciendo que sus ojitos se cerraran.
Y mientras su conversación inocente seguía, por fin la camioneta se estacionó frente a la casa Jeon; estaba rodeada de algunos árboles, césped, flores y plantas, un bonito campo; el cielo estaba despejado y el ambiente era silencioso pero cómodo.
Los niños bajaron después de que ambos Padres se los pidieron, dejando que éstos caminaran a la gran vivienda, mientras los adultos se quedaban un momento hablando con el señor que los había recibido al estacionarse.
Tenía un semblante serio y hasta cansado, con ojeras pronunciadas y ropa muy cerrada a pesar del calor. Sus cabellos negros ya comenzaban a ser invadidos por algunas pequeñas canas, y sus ojos, antes brillantes, ahora parecían opacos.
Jeon Jungkook los recibió con toda la calma que pudo juntar, teniendo ahora 37 años cumplidos.
Su apariencia no demostraba tal edad, pero quizá la tristeza le había pasado factura de ese modo.
—Es un gusto conocerlo señor Jeon, soy el Padre Anthony.—habló primero, estrechando la mano del mencionado.
—Igualmente.—respondió el peli negro, soltándose del agarre pronto.
—Yo soy el Padre Hoseok, me quedaré con los niños para cuidarlos.—se presentó rápidamente el castaño con una sonrisa, también estrechando la mano de Jeon.
—Me parece bien.—correspondió, para después mirar de reojo al pequeño Jimin—¿Y él qué tiene?
—Ah... Fue alcanzado por la reciente epidemia de poliomielitis, pero se está recuperando rápido, le prometo que no dará ningún problema.—aseguró Jung.
Pues Jimin tenía un aparato metálico en su pierna derecha, el cual le permitía caminar al mantener sus huesos fijos. Debía usar un bastón para caminar, y no podía quitarse el metal de encima.
Le dolía aveces y no podía adaptarse aún después de tanto tiempo así, pero intentaba mejorar para no dar molestias con sus compañeros y el Padre que los cuidaba.
Finalmente, mientras el Padre Anthony bajaba las maletas con ayuda de Jeon, Hoseok entró a la casa con los niños.
Era un lugar realmente enorme, con decoraciones preciosas y aparatos avanzados, tales como radios y televisores; tenía dos pisos más un ático, y múltiples pasillos y puertas que dividían las plantas baja y alta.
Tenía electricidad funcionando perfectamente, además de un único teléfono.
El comedor tenía sillas suficientes para todos, y se les indicó que las habitaciones destinadas para los niños estaban en el piso de arriba.
"Parece un Palacio" decían los pequeños, y en realidad, poco le faltaba para serlo.
Finalmente, Jungkook les mostró una silla eléctrica conectada a las escaleras, la cual había fabricado hacia años para él mismo; con ella subía y bajaba sin necesidad de moverse, gracias a que, después del fallecimiento de Taehyung, estuvo mucho tiempo en cama, y cuando quiso regresar a su movilidad, le costó trabajo hacerlo sin ayuda.
Así que esa silla le sirvió por un período corto mientras se acostumbraba nuevamente a caminar de arriba a abajo.
Ahora, le ayudaría a Jimin para subir al piso donde estaba su habitación.
—Mueves la palanca a la izquierda para subir, y a la derecha para bajar... Pero sólo funcionará si el cinturón está abrochado.—explicó Jeon, cuando el rubio subió al aparato. Éste tenía una palanca que lo controlaba en uno de los brazos, y un cinturón amarrado al asiento.
—Gracias señor.—sonrió Hoseok, cuando vio a su pequeño emocionado por subir las escaleras sin dolor.
Y aunque Jungkook no quisiera admitirlo, el hecho de escuchar risas y voces nuevas después de tantos años en soledad, le daba cierto confort.
Se sentía como un pequeño rayo de luz que pegaba en su frío ser, y bueno, no lo diría, pero le gustaba.
Al principio ni él mismo estaba seguro de lo que había aceptado, pues tendría a mucha gente en su casa; sin embargo, ahora viendo a todos ahí, pensaba que había tomado una buena decisión al ayudarlos. No estaría solo ya, y quizá sí le hacía falta una nueva luz en sus días.
Más tarde, todos se encontraban eligiendo sus habitaciones, cuando Anthony ya se había ido.
Jung estaba instalándose en un cuarto individual al fondo de un pasillo, mientras dejaba que los niños durmieran un poco alejados de él.
Por supuesto, todos los mayores eligieron una recámara grande, con cuatro camas individuales y un bonito ventanal; ni siquiera se preguntaron donde se quedarían sus compañeros más pequeños, simplemente "ganaron" cada uno su cama, y comenzaron a desempacar.
Yoongi y Jimin, por su parte, acabaron compartiendo una habitación más pequeña, con una litera de camas individuales, varios muebles de cajones y muchos maniquíes de muñecas.
No era tan espaciosa, pero fueron felices al saber que, al menos, estarían juntos.
Antes de la puesta de sol, los mayores pidieron autorización del Padre para salir un momento a explorar la zona; éste, por supuesto, accedió mientras prometieran cuidarse entre todos.
Yoongi salió, pero Jimin tuvo que quedarse a descansar su pierna.
Se sentía mal por no poder estar con lo demás siempre que quisiera, pero sabía que estaba esforzándose para mejorar, y debía ser paciente.
—Mimi, ¿porqué no exploras un poco éste piso?, te hará bien caminar aunque sea de un pasillo a otro.—sugirió Hoseok luego de encontrar a un rubio decaído, mirando por la ventana de su habitación, y reteniendo algunas lágrimas.
—Claro... Suena bien.—tomó su bastón, y salió del cuarto. Jung aún debía desempacar, así que regresó a su nueva estancia.
Jimin recorrió el pasillo, miró algunos cuadros en las paredes, y vio las camas de sus compañeros, pensando que era un cuarto muy lindo. Comprendió porqué lo habían ganado.
Se preguntó internamente porqué la casa tenía tanto espacio, considerando que sólo vivía ahí un señor, hasta donde él sabía; y también le entró curiosidad por el hecho de ver tantas ropas para juguete y maniquíes.
Quería ir y preguntarle directamente a Jeon sus dudas, pero no sabía qué tal le respondería. Se veía serio, quizá enojón, y no quería causarle un mal humor.
Pensó en tratar de evitar hablar a solas con él, para no obtener un regaño; pero, digamos que la suerte no estuvo de su lado.
Pues justo cuando llegó a la única puerta cerrada que le hacía falta abrir, y colocó sus manos sobre la perilla, Jungkook apareció a su lado, con un semblante frío incluso, asustando al pobre niño.
—Ésta recámara debe permanecer cerrada, no importa qué suceda... ¿Ves?, tiene seguro, y tiene que quedarse así, ¿entendido?—soltó como advertencia, haciendo que Jimin quitara su agarre de la puerta y retrocediera.
—S-si... Lo siento...—el rubio tragó duro, ahora con otra duda creciendo en su cabecita.
¿Porqué tenía que estar cerrada? y, ¿porqué el señor Jeon le guardaba tanta importancia a la puerta?
PARTE DOS: PECADO
Era de noche, casi de madrugada, cuando Jimin despertó.
El dolor en su pierna regularmente lo hacía despertar, y tenía que pararse a caminar un momento para calmarlo; sonaba contradictorio, pero si se movía, el dolor se iba y le permitía conciliar nuevamente el sueño.
Así que tomó su bastón, y se levantó de la cama, dejando a Yoongi completamente dormido en la recámara.
Su idea solamente era salir al pasillo, dar un par de vueltas en silencio, y regresar a la cama; sin embargo, sus planes se frustraron otra vez.
Antes de siquiera llegar a la puerta, vio como una nota era deslizada por debajo de ésta, doblada por la mitad. Tal vez no le habría sorprendido tanto, de no ser porque no vio ninguna sombra al momento de recibir el papel, y no escuchó ni un sólo ruido que lo acompañara.
"Encuéntrame" decía la nota, con una letra cursiva bien cuidada en tinta roja. No reconoció la caligrafía, y eso lo desconcertó.
Salió de la recámara, caminando lentamente por el pasillo frontal esperando ver a alguno de sus compañeros allí, quizá le estarían jugando una broma.
Pero no, todos dormían.
Y comenzó a temer cuando vio como una segunda nota era deslizada por debajo de la puerta, ésta vez, perteneciente a la habitación que Jeon mantenía cerrada con llave.
¿Cómo era posible?, si se supone que ésta jamás debía abrirse, entonces no tenía sentido que hubiera alguien ahí escribiendo notas... ¿Cierto?
Tomó dicho papel, leyendo su contenido con duda. "Estoy aquí dentro", decía la segunda nota, con la misma letra y color de la anterior.
—¿Johan?... ¿Nat?... ¿Son ustedes?—preguntó en un susurro, recargando su oído en la puerta. No recibió respuesta.
Lo único que obtuvo, fue un ruido de la madera, pues ahora la puerta estaba abriéndose.
No entendía como, pero ya no tenía seguro, y estaba ahí, con espacio suficiente para ver la habitación sin tener que entrar.
Estaba confundido y algo asustado, pero la curiosidad le ganó.
Jimin entró sigilosamente a la recámara que Jeon le había prohibido, no sin antes bajar la mirada diciendo: "Perdón Padre, porque voy a pecar".
Faltando a la petición del dueño de la casa, el rubio se adentró en el cuarto, viendo todo lo que había allí.
Muñecas y muñecos de diferentes tamaños y diseños, un clóset enorme, una cama matrimonial, ropa regada y una casa de muñecas en medio del paso. Era una combinación extraña entre un ambiente infantil y uno maduro.
La casita era una réplica del hogar de Jeon, con pequeños muebles y muñecos dentro; Jimin, por la curiosidad, caminó hasta ella y tomó algunas cosas.
Las analizó y sonrió con ternura al ver lo pequeño que era todo, incluso era un poco extraño que se viera tan idéntico a la realidad.
Dentro de la casita había un muñeco chiquito (el cual era igual a Taehyung), junto a otro idéntico al señor Jeon. Éstos se encontraban cerca de una puerta pequeña y delgada, que por supuesto, también existía en la habitación real donde Jimin estaba.
El rubio abrió dicho compartimento, encontrando una llave ahí escondida; con su lógica nocturna, dedujo que esa llave abriría la puerta real que se representaba en la casa de muñecas.
Y curiosamente, aquel armario estaba muy cerca del juguete, incluso tenía el mismo tapiz como decoración.
Era lógico que la llave pertenecía ahí.
Jimin, cojeando un poco por su dolor aún presente, llegó hasta dicha puerta, introduciendo la llave en la cerradura.
A ese punto, él ya no sabía si hacía todo por simple curiosidad, o si realmente era un niño malo cometiendo un pecado. Sabía que no debía estar ahí, ni mucho menos haber tocado cosas que no le pertenecían.
Pero no hubo vuelta atrás en cuanto quitó el cerrojo del armario, y lo abrió.
Las paredes de ese pequeño espacio estaban cubiertas con páginas arrancadas de la Biblia, había un crucifijo colgado en cada muro, y se notaba polvoso como si llevara cerrado varios años.
Y ahí, en medio de la oscuridad vacía, pudo ver una pequeña silla de madera, justo en medio del lugar, con un muñeco extraño ahí sentado.
Tenía profundos ojos azules, cabellos ondulados y castaños, una sonrisa que causaba inquietud y un aspecto bastante viejo. Incluso el traje blanco que portaba parecía haberse manchado con el tiempo.
Ninguna de sus características le parecieron bonitas a Jimin, más bien, entre más lo veía, más miedo sentía en su interior; algo le decía que el muñeco no era normal.
El rubio cerró la puerta del armario pocos segundos después, poniéndole llave.
Dio un paso atrás, con el afán de regresar a la casita de muñecas y guardar el objeto nuevamente; pero no llegó a hacerlo, pues un rechinido lento lo detuvo.
La puerta que acababa de cerrar con seguro, se estaba abriendo por sí sola, dejando ver la tétrica cara del muñeco en medio de la oscuridad.
Jimin cerró el armario al menos dos veces más, y en cada ocasión, volvía a abrirse, sin explicación aparente y provocando un escalofrío en el cuerpo del pequeño.
Después de ver que no podía cerrarlo, decidió tirarle una manta encima al muñeco que parecía observarlo, pensando que de ese modo, dejarían de pasar cosas raras.
Caminó hasta la ventana más cercana, y pudo ver al señor Jeon con un candil encendido en mano, quizá había salido al cobertizo. Se dirigía hacia la casa, y creyó ver a un niño dentro del cuarto prohibido, así que aceleró sus pasos.
Jimin lo notó, y quiso salir rápidamente del lugar para no tener un regaño, y giró en sus talones con ayuda de su bastón.
Casi cayó hacia atrás cuando vio lo que estaba frente a él.
La manta que había colocado sobre el muñeco estaba ahí, cubriendo lo que parecía ser una persona, de pie, sin hacer ruido ni descubrirse, solamente bloqueando el paso del niño.
El rubio ahogó un grito cuando el aparente fantasma comenzó a avanzar hacia él, lentamente y pisando la manta que lo mantenía tapado. A cada paso que daba la figura, la tela iba quedando en el suelo, amenazando con caer pronto y dejar ver al ente bajo ella.
Jimin retrocedió con miedo, hasta que su espalda chocó con un tocador que le impidió seguir escapando; sintió las lágrimas recorrer sus mejillas, y su corazón acelerarse a niveles preocupantes.
Se quedó inmóvil esperando lo peor.
Unos segundos después, la manta cayó, pero no reveló nada; no había nadie debajo de la tela, sólo se desvaneció, siendo ésto aún más terrorífico que haber descubierto a una persona allí.
Jimin, con el alma en un hilo, aprovechó para correr lo más rápido posible hasta la puerta de la habitación, saliendo de ésta por fin.
El señor Jeon ya estaba subiendo las escaleras hacia el segundo piso, y si no se iba de ahí, lo descubriría infraganti; sólo debía cerrar la recámara, así que se dio media vuelta para hacerlo.
La puerta ya estaba cerrada con llave, tal cual la había visto por la tarde.
No parecía haber sido abierta en ningún momento.
El niño no se quedó más tiempo allí para averiguar qué había sucedido, solamente avanzó rápidamente hacia su habitación, logrando su cometido de no ser visto por Jeon.
Esa noche no pudo conciliar completamente el sueño, y tampoco pudo dejar de pensar en lo que había pasado.
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