Introducción
La vida es una tremenda cagada en la mayoría de las ocasiones. ¿A qué se debía la exagerada negatividad? Porque esa frase se había vuelto la banda sonora de mi vida. Sobre todo desde que Juanma me pidió espacio para respirar... Respirar; entre las piernas de aquella lagartona de África hasta asfixiarse. ¡Por mí que se asfixiasen los dos! ¿Cómo pude llegar a creer que él era mi punto de inicio y de llegada? Que no necesitaba nada más que a él. ¿En serio? Además de estúpida, se me fue demasiado la olla. Una misma es suficiente para una misma. ¡Esa es la realidad de cualquier teorema personal!
Aunque tendría que reconocer que, al recordar a semejante cabrona —un tipazo de diez que yo no podía conseguir ni en años, unos pechos operados que costaban una verdadera pasta, y un aspecto perfecto que preferiría no mencionar a qué se asemejaba, y no era a algo bueno—, me hacía sentir un poco de envidia y ascazo. En fin, que se acabó. ¡A la mierda Juanma!
Todavía estaba deshaciéndome de todas sus cosas; de todos sus regalos. Me quedaba la última caja de ellos para echar a los residuos. No sabía si reciclarlos, o si se los podría tirar a la cara y mencionarle que se portó como un verdadero hijo de perra conmigo. Debería de pedir disculpas por mi lenguaje burdo de camionero, pero mis sentimientos se expanden más allá de la indignación. Lo amaba hasta límites de los confines de la famosa frase de Toy Story: «hasta el infinito y más allá». Por muy cursi que sonase. Eso me dio una buena idea... ¡Quién pudiera meterlo en una de aquellas cajas y echarlo directamente al vertedero! Dejaría de ser un peligroso desperdicio para la humanidad. Luego me recordé a mí misma que eso era prácticamente imposible, y un poquillo asqueroso. Aunque le iría que ni pintado, ya que los desperdicios deberían de ir a los desperdicios, así como el vidrio al contenedor verde, y toda esa retahíla del resto del reciclaje. Y que podría haber identificado esa misma caja con una pegatina donde hubiera dibujado el famoso zurullo de wasap. Me reí de mis ocurrencias. Me estaba despachando a gusto, en silencio. Al menos, eso aliviaba una pizca mi ansiedad, o fue lo que pensé...
Lo más chungo era que empezaron mis vacaciones y mi cabeza ya aspiraba a traicionarme . Casi le pedí de rodillas a Joana, mi jefa, que no me las concediera, o acabaría volviéndome loca.
—Te tocan por ley, querida.
Lo sabía. Me tocaban por ley, quince días en verano, y quince, en Navidades. Así las tenía programadas para sus trabajadoras, e ir rodando. El resto las tendrían los otros quince días y sería justo. ¡Pero es que yo no quería parar! Quería mantener mi mente ocupada porque la muy cabrita viajaba hacia los páramos erróneos en cuanto me quedaba parada, distraída, o dormida. ¡Maldita hipócrita!
La llamada de mi mejor amiga tampoco me ayudó. ¿Por qué no planeará sola sus vacaciones? Porque yo no quería, siquiera, salir de mi zona de confort. Ni mucho menos, unirme a cualquier tipo de diversión. Ni eso me apetecía. Prefería deprimirme en mi mundo oscuro junto al resto de los habitantes de las tierras de Mordor.
—¡Ibiza, tía! ¡He programado una semana de vacaciones en Ibiza!
—¡Pero me gusta mi ciudad! Nuestras playas... ¿No te son más que suficientes?
—¡Las tengo demasiado vistas! ¿Qué me dices? Tienes que aceptar, porque no pienso anularlo.
—¿Puedo pensármelo?
—No. Y tengo que dar cuanto antes la respuesta. Quiero ir cuanto antes para allá.
—¿Sabes que aquello es conflictivo y toda una locura? ¿No hay otro sitio más calmado y sin demasiado follón?
—¡No te quejes! Un poquito de acción no nos irá mal. Y mucho menos a ti. Tienes que salir de esa burbuja en la que te metiste desde que ese gilipollas te dejó. Tengo que sacarte de tu hoyo con urgencia. ¡Ya está bien de lamentarte, torturarte, y de todo aquello que termine en -arte y que sea bien chungo! ¿Me entiendes? —dijo, con un tono de madraza brutal.
—Seeeehhhh. Lo que tú digas, mami.
—Perfecto.
—Mañana hablamos de ello más largo y tendido.
—¡De eso nada! Ponte tus mejores galas. Iremos ahora mismo a cerrar el trato. Nos iremos allá cuanto antes. Me huelo que vas a arrepentirte, y que acabaremos por tirarnos de los pelos. Por discutir como locas, y entonces, sí que me tocará sacarte a rastras.
—¡No es verdad!
—Sí lo es, Estef. Te conozco como si te hubiera parido yo misma.
—Sí claro... Y blá blá blá. ¡Charlatana!
—¡Deberías de agradecérmelo! De acuerdo... Diez minutos, Estef. Paso a recogerte en diez minutos.
—¡Diez son pocos!
—Mientras protestas son muchos menos —sentenció, antes de colgar.
¿Pero en qué momento pedí que me socorrieran como a una delicada princesa metida en una torre alta, sin puertas, ni ventanas? ¡Ni que fuera la mismísima tiquismiquis de Rapunzen! Gruñí, echando un vistazo al último objeto que me quedaba meter en aquella caja: un peluche más feo que Picio. Se notaba que a su anterior dueño le escaseaba el buen gusto.
—Lo siento, cariño —murmuré, como si de repente me hubiera entrado la vena compasiva—. Me quedaría contigo. Pero me temo que eso me recordaría a quien no quiero recordar —le confesé al animalillo, terminando por dejarlo en la caja, junto al resto del contenido, precintándola.
Me observé en el espejo del armario. Mis pintas eran horribles. ¿Salir de casa? ¡Como si fuera eso lo que me apeteciera hacer! Gruñí, de nuevo, cansada. Pero yo sabía que, conociendo a mi mejor amiga, tenía que complacer a su poca paciencia y terminar cuanto antes de arreglarme si no quería que acabásemos teniendo una verdadera batalla campal. Ambas teníamos muy poca cuerda. Y bueno, que tenía que mover el culo antes de que volviera a llamarme la sargento de hierro dándome órdenes. Aunque sabía que lo hacía por mi bien. Por muy caro que nos fueran a salir las dichosas vacaciones.
https://youtu.be/daycXy15EfM
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro