9. ¿Por qué no?
Lo esperé abajo durante bastante tiempo. Estaba tardando mucho más que yo a pesar de ser un chico y no tener tanta complicación a la hora de acicalarse.
—¿Tardé? —se mofó, apareciendo casi sin aliento.
—Un poco. Pensaba que te habrías caído por la taza del váter.
—No hubiera salido por aquí. —Lo dijo de un modo que me hizo reír—. Estaba hablando con Saúl. Dice que si vamos los cuatro a cala Salada.
—Por mí, bien. No sé de qué lugar me hablas cuando para mí es todo nuevo. Pero vale. ¿Y Bego? ¿Quieres que la llame?
—Ya se puso él en contacto con ella. No te preocupes. Ahora pasaremos a por ella.
—¡Qué pasa, Estef! —saludó Saúl, saliendo de la nada.
—¿Qué tal tu resaca? —pregunté con retintín.
—Solucionada. No te preocupes. ¿Nos vamos?
—Claro.
—Sí —confirmó Víctor, también.
Pasamos a por Bego. No dejé de admirar el viaje, bajando la ventanilla y sacando algunas fotos. Muchas fotos. Al paso que iba, seguramente sí que tendría que pedirle a Víctor que las almacenara en su ordenador. Podría comprar un par de pendrives en la isla, y que las pasara a estos, antes de despedirnos. También saqué fotos a las salinas; aquellos montones de sal que destacaban considerablemente en mitad de aquel idílico paisaje.
—Qué chulada.
—Esto no es nada. Queda mucho que quisiera que vieras antes de irnos de aquí —rezó Víctor, con una sonrisa.
—Guay. ¿Sabes? Estoy considerando eso de que almacenes mis fotos en tu ordenador. Compraré unos pendrives y me los llevaré a casa en ellos.
—¿Aquí? Te van a costar una pasta.
—Da igual. Una vez en una vez, en la vida, ¿no?
—¡Mírala ella! Me alegro verte mucho más animada, Estef —se alegró mi amiga—. Has costado de arrancar.
—Todo esto es precioso. Y sí. Sabes por qué tardo tanto en arrancar. Me duele que me lo eches en cara.
—No lo dije con esa intención, tía —aseguró, observándome por el espejo del parasol.
—Llevas intentando que me atreva a todo desde un principio. Y paso de discutir.
—Valeeeee. Pues eso. Que me alegro verte mucho más animada.
—Gracias.
Los dos chicos nos observaban atentos. Saúl por el espejo retrovisor interior en mi caso, y de reojo a su copiloto, y en el caso de Víctor, directo y sin disimulo. No sonreía. Conocía mi lado hecho trizas gracias a ella, y supongo que se estaba solidarizando con ello.
Llegamos allí. Todo era piedra salvo una porción justa de arena. Pequeñas casitas con plataformas alargadas asomaban en la orilla. Pude imaginar que sería para guardar pequeñas barcas en aquellos menudos refugios. Sus aguas eran turquesas y cristalinas. Supongo que por aquí, serían así, generalmente. Era hipnótico, atrayente, relajante. Me puse a sacar fotos antes de descender para llegar al agua.
—¿Todavía te queda espacio en la tarjeta?
—Un poco.
—Deja que eche yo mismo algunas también.
—Yo también sacaré fotos, Estef. Luego las recopilaremos y haremos un book bien chulo —se apuntó Bego, entusiasmada.
—Vale. Fantástico.
—¡Oye! Pues yo también sacaré algunas. No me gusta destacar como un idiota —bromeó Saúl, chasqueando la lengua, con una risilla burlona.
Llegamos abajo. Colocamos todo en la arena. No había tanta gente hoy como para no dejar aquello allí, y largarnos al agua. Pero de nuevo, Bego insistió en ir por turnos. Como la otra vez.
—Nosotros primero.
—¡Bego! ¿Ya estamos?
—Bueeeno. Venga. Vosotros primero, hoy —terminó rindiéndose, abrazándose a Saúl, dejándole un beso rápido en la mejilla.
—Nada de hacer cochinadas en público —largó Víctor, burlón.
—¡No seas tan entrometido! —respondió Saúl, notándose que estaban diciéndolo con un tono tan irónico que nos sacó una sonrisa a los cuatro.
Al principio el agua estaba muy fría. Hoy me había puesto mi biquini azul turquesa; otro de mis favoritos. Solo me quedaba por estrenar uno de color rojo. Me mojé un poco la nuca, como hacía mi padre, preparando el cuerpo para el cambio de temperatura brusco.
—¡Entra de golpe! Lo notarás menos —me aconsejó mi acompañante.
—Es que soy de esa porción de gente que le impresiona mucho este cambio de temperatura tan exagerado. Soy más de bañarme con el agua caliente de la ducha —confesé, poniéndome tan roja como un tomate—. Algo delicada... Lo reconozco.
Lo hice reír. Sacudió la cabeza, muerto de risa, antes de hablar.
—Pues nada. Te espero en el agua.
—Ve a la tuya. Yo iré a la mía.
Frenó en seco, borrando la sonrisa de su rostro.
—¿Vuelves a despacharme de tu lado? ¿Tan mal me estoy portando?
—Nado mejor sola.
—¡Venga ya! Ni notarás que existo. Juro que tendré las manos quietas —prometió, haciéndome torcer los labios, medio enfurruñada. No. Esta vez no estaba tan molesta con él.
Lo dejé acompañarme. Fui emitiendo gruñiditos conforme el agua subía de nivel por mi febril piel. Se había calentado en exceso el tiempo que había estado deambulando bajo el tórrido sol. Como final apoteósico emití un suspiro de gusto que volvió a sacar la sonrisa a Víctor.
—No estuvo tan mal, ¿no?
Le eché una ráfaga de agua al tiempo que se partía de risa. ¡Será gilipollas el tío! Encima se parte de risa el cabrito.
—¿Sabes? Creo que regresaré a donde desayunamos esta mañana. Aquellos sándwiches a la plancha estaban de vicio.
—Podríamos volver a desayunar juntos, mañana. Podría llevarte al centro ciudad. Probar qué hay por ahí. Y hacer un poco de publicidad con la gastronomía y los paisajes de aquí, en Instagram.
—Nah. No me des trabajo. Quiero aprovechar los días justos que tengo, de vacaciones.
—¿Qué harás cuando te marches de aquí.
—Supongo que nadar en las preciosas playas de mi ciudad y hacer algo de senderismo, running, shopping...; todavía tengo que hacer un croquis de eso. Bego querrá compartir eso conmigo.
—Si Saúl no la camela para ajustarse a sus vacaciones.
—Depende de a dónde tengáis que regresar. O si tenéis pasta suficiente para seguir veraneando fuera de vuestra ciudad.
—Somos de aquí, al lado.
—De aquí, al lado, abarca varias ciudades y pueblos. Fácil, fácil, no lo pones.
Entornó la mirada, divertido.
—¿Para qué quieres saberlo? Eres mucho más cotilla que yo.
—¡No es verdad! —Volví a mandarle otra ráfaga de agua—. ¡Mentiroso!
No dejaba de reír. Se acercó, intentando hundirme sin llegar a hacerlo. No quería hacerme daño.
—¡Dijiste que tendrías las manos quietas! —vocalicé como pude, porque me moría de risa también. La situación se había vuelto cómica.
Las alzó, para mostrármelas.
—Lo siento. Lo siento... Me emocioné —farfulló, descojonado vivo.
Negué, incrédula. Víctor era divertido. Estar con él no era algo tan malo. Siempre que supiéramos guardar las distancias.
Nadamos un poco más entre bromas y risas hasta que escuchamos un silbido insistente desde la orilla. Era Bego que nos hacía gestos para que fuéramos hasta allí, avisando que ya se nos había terminado el tiempo de nuestro turno.
—¡Oh! Vaya. ¡Qué lata —mencionó Víctor, desganado.
—Hombre, deben de estar muy fritos ya del sol.
—Fritos como el pescado que sirven aquí... —Se relamió—. Tengo que llevarte a comer pescado frito. ¿Querrás cenar esta noche, conmigo?
—¿Y ellos? —Los señalé con disimulo.
—Comeremos con ellos, que ya es bastante. Además, conociéndolos, querrán estar solos, ¿no crees?
Bufé, haciendo volar mi flequillo pesado y húmedo.
—Vale. Cenaremos juntos.
—Y saldremos a bailar. Quiero llevarte a bailar.
—¡Espera chico! Frena un poco el carro —vocalicé con voz más grave como si fuera un tío—. Detrás del uno, va el dos. Que te estás acelerando.
—Lo siento.
—Ok.
Otro silbido y grité.
—¡¡Que ya vamos, jolines!!
Luego volví a mirar a Víctor que seguía observándome risueño, encantado, agradecido... puede que hasta emocionado. Vale, pues yo también me alegro de divertirme, al fin, con mi reducido grupo, sobre todo con él. «¡Estúpida hipócrita!»
—Déjame en paz! —respondí a la vocecilla de mi conciencia.
—¿Decías?
—Nada. Que nos demos prisa o estos dos armarán un buen motín en nuestra contra.
—¡Ah! Sí. Qué peligro tienen.
VÍCTOR
Me sentí mucho mejor viéndola más relajada. Parecía que por fin aceptaba este intento de paz entre ambos, y además, me seguía la corriente con la batallita en el agua. Conforme la observaba mejor, me parecía más perfecta. Y me parecía más cercana. Más real. Como si me perteneciera, sin pertenecerme. Tenía que provenir de algún sueño. O tenía que ser alguien especial del que habría perdido el rastro y la imagen tras los cambios de la pubertad a la madurez. Porque su esencia seguía atrayéndome, sin saber el motivo. Porque era como si hubiéramos tenido por muchos años un contacto estrecho entre los dos. Pero, ¿cuándo? Volví a creer que seguro que fue en sueños.
El grito de protesta de aquellos dos me despertó de mis pensamientos, dejándome caer de golpe en la realidad.
—¡Oh! Vaya. ¡Qué lata —mencioné, con desgana.
—Hombre, deben de estar muy fritos ya del sol.
—Fritos como el pescado que sirven aquí... —Me relamí—. Tengo que llevarte a comer pescado frito. ¿Querrás cenar esta noche, conmigo?
—¿Y ellos? —Los señaló, con disimulo.
—Comeremos con ellos, que ya es bastante. Además, conociéndolos, querrán estar solos, ¿no crees? —se me ocurrió decir para no parecer de nuevo su acostumbrado invasor.
—Vale. Cenaremos juntos.
—Y saldremos a bailar. Quiero llevarte a bailar.
¿Dije eso en voz alta? ¿Me atreví? ¡Oh, vaya! Sí que lo dije a juzgar por la fea mueca que estaba poniendo.
—¡Espera chico! Frena un poco el carro. Detrás del uno, va el dos. Que te estás acelerando.
—Lo siento —me disculpé, dándome cuenta de mi exagerado atrevimiento.
—Ok.
Hubo otro silbido fuerte desde la orilla. Y ella gritó, furiosa. Estaba perdiendo la paciencia. Incluso enfadada estaba preciosa. ¡Dios santo! ¡Esta mujer me está haciendo perder la cabeza!
Después del grito me miró. Yo la miré y la observé con dicha; emocionado. Ella parecía emocionada, también, a la vez que cómoda. Eso me dio otro voto a mi favor. Murmuró algo por lo bajo.
—¿Decías? —quise saber.
—Nada. Que nos demos prisa o estos dos armarán un buen motín en nuestra contra.
—¡Ah! Sí. Qué peligro tienen.
Nota: Comentaros que sigo subiendo los capítulos sin editar. Tan solo repasándolos un poco por encima. Cuando tenga algo de tiempo editaré los fallos que puedan quedar. Y que comprobé que en la versión de Wattpad del teléfono no salen más que el prólogo y el primer capítulo de esta historia. ¿Por qué? ¡Ni idea! Porque aquí pone en todos: publicado. Y luego daros las gracias a los que la estáis leyendo y mandaros un saludo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro