Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4. Un sentimiento extraño

Acabamos por juntar las mesas y desayunar juntos. Los hipnóticos ojos azules de Saúl me tenían embelesada; ¿se podían tener unos iris tan hermosos sin que estuviera prohibido? «detente, Estef, que te conozco. Recuerda la promesa». Bego se estaba fijando en lo mismo. ¡Estupendo! Acabaríamos de morros por desear lo mismo. ¡Qué complicado era tener los mismos gustos! Aunque en mi caso debería de darle preferencia y cedérselo, en vez de ponerme a la defensiva, uniéndome a su competitividad. Me di cuenta de que Víctor me observaba detenidamente, interesado. No, querido, no eres tú a quien quisiera conseguir. No lo diré en voz alta, por supuesto. Desvié la mirada, con disimulo, haciendo entender que no sentía interés por él; disimulando a la vez que seguía intentando alcanzar el azul de los ojos de su amigo que nos observaban a mí amiga, y a mí bien abiertos, con pura atención.

—¿Sois de aquí?

—Hemos venido a pasar unos días, y a descansar. Cambiar de aires —explicó Saúl, atrayendo todavía más mi atención, agradecida por poder observarlo sin disimulo, y sin cortarme un pelo para escucharle—. ¿Y vosotras?

—Idem —solté yo, tragando información innecesaria que Bego parecía tener en la punta de su lengua, a punto de escupir. Me miró, frunciendo el ceño. «Sí, querida, tampoco hace falta que te explayes». Siguen siendo unos desconocidos.

—¿Idem? —me interrogó Saúl.

—Sí. Estamos de paso. Solo eso —expliqué de nuevo, a medias tintas.

—¿Hace mucho que estáis por aquí? ¿Hasta cuándo vais a quedaros? —se atrevió a preguntar el otro.

¡Eh! eh... eh. ¡Pare usted señor don atrevido! ¡Pero qué cotillas son, ambos!

—Acabamos de llegar. Nos marcharemos en una semana —confesó Bego, con una naturalidad arrolladora.

Fruncí el ceño, mirándola de soslayo. Estuve a esto de darle un fuerte pisotón en el pie. El asuntillo comenzaba a levantar en mí, ampollas. Mi vocecilla interior había puesto en marcha mi «sirena antiaérea». La más escandalosa y llamativa de las que tenía la lista de mi carpeta de sonidos personales, e intransferibles.

—De paso... Para una semana —vocalizó Saúl, reflexivo.

—Eso es —contestó Bego, sin mirarme. Sabía que la estaba observando con dureza, y sabía el por qué.

—Si no os conocéis esto, nosotros podríamos mostraros la mayoría de cosas interesantes durante esa semana. Os iríais conociendo la mayoría de los lugares. Bueno, yo no. Os lo enseñaría Víctor. Él es el guía turístico.

El susodicho elevó las cejas, perplejo ante su confesión.

—¿Ya me estás dando trabajo? ¡Se supone que estamos de vacaciones! —dijo, medio muerto de risa. Parecía seguirle la broma. Y yo iba necesitando poner a todo esto punto y final.

—¡No! —me negué—. ¿Por qué? No necesitamos compañía, ni guías, ni nada de todo ello—dije en voz alta, sin tapujos, clavando todos la mirada en mí al instante. Había pensado en voz alta... ¿Y lo había dicho sin cortarme? ¡Genial! Bego me odiará por esto. Parece interesada en el mismo hombre que yo, otra de las razones para negarme a continuar adelante. No era buena idea. Y como me repetí tantas veces, era momento de bajarme del tren del amor. El más traicionero, embustero y embaucador.

—¿No? —La interrogación de Bego me dejó en pausa—. ¿Por qué no?

—Eso... ¿Por qué no? —Víctor levantó la mano derecha—. Somos inofensivos. Lo prometo.

Entorné la mirada, desconfiando.

—Eso no lo sabemos.

Bego me dio un codazo.

—No hagáis caso a mi amiga. Es que le bajó la regla y está de muy mal humor.

—Qué... ¡¿Qué?! ¡¿Perdonaaa?! —¿De verdad que mi mejor amiga se estaba poniendo en mi contra sin contar con mi opinión, la que ya se conocía al dedillo, y la que había martilleado en su linda cabecita desde lo sucedido con mi ex? Bego, ¡que te la estás ganando! —¡No estoy en la regla, embustera! Y eso es algo muy íntimo que no deberías de ir contando por ahí —largué, sofocada—. ¿Te gustaría que yo también me chivara?

Saúl soltó una risotada.

—Pero qué graciosas que sois. —Relajó su sonrisa un poco—. No es que queramos entrometernos en vuestras vacaciones, pero nos encantaría pasarlas con vosotras, si queréis. Vinimos solos y cuanta más gente, será más divertido el asunto.

—Divertido... Porque somos mujeres...

—¿Y eso qué significa? —Saúl frunció los labios tras preguntar. Se dio cuenta de que me estaba enfrentando a él—. A ver... Tampoco es que queramos molestar, pero nos encantaría tener la oportunidad de conoceros. De hacer amistades nuevas. Solo eso. No somos de esos que pensáis.

—¿Y eso quién lo dice? —rebatí, a la defensiva.

Bego puso su mano sobre la mía.

—Cálmate tía. Te va a dar un jamacuco.

—¿Qué dijimos, Bego? ¿Qué dijimos antes de venir hasta aquí?

Ella negó, apretándose el puente de la nariz.

—¿Me dais un segundo? —pidió, levantando un dedo.

—Claro —respondieron a la vez.

Tiró de mí levantándome de la silla. Arrastrándome con ella. Yo me sentía tan furiosa que ya tenía las frases estudiadas para escupir mi rabia. Estaba dejando de comportarse como mi mejor amiga. Me estaba contradiciendo continuamente.

—Oye Estef...

—¡Óyeme tú! —grité, sin cortarme—; te dije que quería unas vacaciones tranquilas, sin problemas, sin quebraderos de cabeza, dejando a un lado todo lo referente al romanticismo. Y tú vas y les dices a ese par que sí. Que sí, a todo. ¿No ves de qué van? ¡Van al lío!

—¡Solo quieren a alguien con quien compartir lo más guay!

—Y para ti lo más guay es...

Se encogió de hombros, cansada.

—¡Está bien! Les diremos que no, y ya está, si lo es lo que quieres. Pero opino que sería más divertido aumentar el grupo de participantes si queremos pasar unas vacaciones divertidas, digo. Solo eso. Pasado ese tiempo, cada mochuelo regresará a su olivo.

—¿Y si no fuera así? ¿Y si sucediera algo distinto y terminásemos de mierda hasta las orejas?

—¡Madre mía, hija, qué grotesca, drástica y brusca!

—¿No lo entiendes? ¡Me duele! —espeté, dándome golpecitos en la parte donde mi pecho late con fiereza por el enfado—. ¡Todavía me duele! Aún no sané. Y tú buscas que me meta en más guerras. ¿Acaso quieres acabar conmigo?

Ella negó.

—Solo busco diversión. Una diversión sana. En cualquier momento en que se pasen de la raya podríamos cortar el asunto, y punto —me explicó, como si fuera algo tan fácil como dar un chasquido de dedos y que sucediera así—. Además, Saúl es monísimo. Y sé que tú te percataste de ello, también.

—Ni lo miré.

Me dio un suave empujón.

—¡Anda ya! Si no le quitas tus ojos de encima.

—¿Pero qué dices? ¡No es verdad!

—¡Sí que lo es! —Asintió, sonriente—. Probemos suerte. Quien lo consiga, para ella, o si no, se tendrá que quedar con el otro.

—¡Ni de coña! No son objetos inanimados sin sentimientos que se puedan coger, apartar, o dejar tirados en cualquier lugar. Son personas, Bego. ¡No te reconozco!

—¡Pasémoslo bien! ¡Solo te pido eso! Una semana donde nada importe mientras no causemos ningún daño.

—¡Ese es el tema! Que acabaremos por causarlo.

Puso una mano sobre mi hombro.

—Arriésgate. Ellos se conocen esto. —Los miramos asegurándonos de que continúan estando donde los dejamos. Estaban. Parecía que la paciencia era su fuerte. Otros hubieran echado a correr, espantados—. Te lo compensaré.

—¿Con qué?

—Ya se me ocurrirá algo.

Sacudí la cabeza tan cabreada que me dolía el pecho. ¿Dónde se había quedado la Bego preocupada por mi bienestar? La había secuestrado la que se había apoderado de ella, y que pertenecía al lado más oscuro de su existencia.

—¿Qué dices? ¡Di algo! —pidió, mostrándome la dentadura entera con una sonrisa de súplica.

¡Sé que iba a arrepentirme! ¡Esto iba a pasarme factura sí, o sí, fuera pronto o más tarde! Mi respuesta tendría que ser un No rotundo. Y no sé por qué estúpida razón acabé asintiendo, consintiéndola.

—¡Bravo por ti! —chilló, abrazándome, apretándome con ganas.

—¡Suelta estafadora! Vas a pagármelas todas juntas, de volverse esto un puto desastre.

Alargó la mano para estrechármela. Eso significaba que quería buscaba un trato.

—Si la cosa sale mal, seré tu esclava personal durante una semana.

—Tres semanas...

—¡De eso nada! ¡Una!

—Tres —insistí—. Intuyo que esto va a costarme la vida —agregué, augurándolo. Como si mi parte intuitiva me estuviera avisando de antemano.

Acabó por aceptar.

—¡Está bieeeen! Tres semanas.

La estrechó.

—Haremos un papel donde rece el trato; donde estamparás tu firma en él.

—¿Por qué? ¿No te fías de mí?

—¿Últimamente? —Asintió esperanzada, elevando las comisuras para engatusarme. No funcionó—. Pues no. Y necesito una prueba palpable en caso de que fuera así.

Resopló, vencida.

—¡Como quieras! Firmaré ese papel y todos los que quieras. Y ahora, ¿podemos decirles que sí?

—¡Qué remedio!

Regresamos a donde ellos estaban para darles la noticia. No es que me apeteciera, sintiera euforia o quisiera celebrar por todo lo alto la novedad. Pero...

—¡Aceptamos la propuesta! —anunció Bego entusiasmada.

Volví a mirarla con desgana. Y de nuevo, Víctor me pilló. Me parece que, a este paso, acabaré por caerles peor que mal a estos dos.


VÍCTOR

Estefanía... ¿Qué tenía aquella mujer que me resultaba tan familiar? Era como si no hubiera sido la primera vez que nos cruzábamos, o se parecía demasiado a alguna de las chicas con las que me había tropezado desde mi existencia. Pero, ¿a quién? La observé con detenimiento procurando que mi cabeza buscase en mi banco de datos. No parecía agradarle. Y bueno... nada. No había forma humana de recordar a quién se parecía. A quién me recordaba.

No pude evitar interrogarlas y averiguar cuánto tiempo tenía de plazo para enterarme por qué ella activaba en mí ese sentimiento que no había renacido en nadie más, así, tan repentino. ¿Quizá la hubiera visto en sueños? ¿Tal vez, alguna de las chicas con las que interactué en mi época escolar, de instituto, o de cualquier otra época más atrás? Alguna de mis ex en la adolescencia. Crucé los dedos automáticamente al pensarlo. ¡Que no fuera, por Dios!

Y Saúl me ofreció hacer de guía para ellas y ella misma se negó, saltó la perdiz. ¡Tenía que ser una de mis ex de mi época de la primaria! El cambio hubiera sido tan mayor como para no reconocerla.

—Será mejor que las dejemos en paz. No es buena idea —propuse, entrando en pánico.

—¡Espera! Todavía no obtuvimos una respuesta a cambio que concrete eso.

—¿No lo ves? Una de ellas está bien cabreada. No es buena idea seguir con esto.

—La otra sí que está interesada. Quizá la convenza.

—Quizá sea mejor que desistamos y hagamos todo nosotros solos, tal y como habíamos planeado antes de venir aquí.

—¿Te estás acojonando?

—¡No! ¡Qué dices! —espeté entre dientes, evitando gritar, mintiendo como un bellaco—. Solo es que estamos siendo demasiado atrevidos. No sé.

—Pues a mí me gusta... ¿Bego? Creo que se llama Begoña. Y tú no has dejado de comerte con la mirada a Estefanía.

—¡No es cierto! Es solo que me recuerda a alguien.

Alzó las cejas, sorprendido.

—¿La conoces?

—¡Qué va! Lo dudo. Tiene que ser una confusión de mi tarada cabeza.

—Bueno, convenzámoslas para averiguar qué parte de razón tiene tu descerebrado cerebro —recitó, muerto de risa.

—Mi cerebro se está friendo ya, de entrada. Acordamos pasarlo bien y punto. Sin complicaciones. Sin problemas como extra.

—¡Y eso pretendo hacer! Se ven simpáticas.

—Simpáticas... —Saúl asintió. Demasiado cautas como para echarse un farol con ellas sin salir escaldados en el intento. Esto no iba a terminar bien.

Devolví la mirada hacia las dos mujeres que discutían acaloradamente. Lo único que sabía era que una de ellas tenía las ideas muy, muy claritas. No le gustábamos. ¿O yo no le gustaba? Mi cabeza se empezó a hacer un lío. Seguramente tenía que tratarse de una de mis ex. Sería mala idea continuar con esto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro