Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cupido borracho

Hay una tradición en su país para San Valentín: las chicas les regalan a los chicos chocolates de diversos sabores y tamaños para expresar sus sentimientos amorosos.

Era una forma de confesarse con el muchacho que les gustaba, o para las parejas ya formadas, de impulsar ese sentimiento de cariño hacia el otro.

Haerin nunca, en su corta vida de diecisiete años, había tenido la intension de obsequiar chocolates.

Hasta ese año, en donde sus ojos parecían no poder apartarse de Danielle Marsh, una joven de su clase que siempre parecía rodeada de la gente más popular de aquel instituto. Tenía el cabello ondulado y castaño, una sonrisa hermosa y una actitud aun más increíble. A pesar de ser conocida por todos allí, Danielle jamás se había comportado de manera brusca o antipática con alguien. Al contrario, iluminaba los salones con sus buenas energías.

Y no fue diferente cuando entró al taller de arte, el refugio de Kang Haerin. Llegó entusiasmada, aportando a la clase y ayudando a sus compañeros cada que los veía en apuros.

Al inicio, Haerin no le prestó mucho atención. En el fondo de su corazón sentía incomodad por tener a alguien que era todo lo contrario a ella en su clase preferida. Danielle era extrovertida, Haerin introvertida. Danielle brillaba, Haerin se ocultaba entre las sombras del óleo. Danielle hacía amigos en cada parte que iba, Haerin era un alma solitaria. Una niña perdida en la cohibición y el nerviosismo.

Aunque eso no le impidió a la mayor acercarse a hablarle, halagándola de sus pinturas y lo bien que dibujaba. Haerin se dijo que debía dejar de sentirlo algo especial, porque Danielle era así con todo el mundo; agradable, hogareña. Pero es que su corazón era iluso y su admiración por la castaña no dejó de crecer, concluyendo así que se había enamorado de esa preciosa estrella.

No eran amigas como tal, pero Marsh no dudaba en saludarla cuando la veía pasar por los pasillos y eso solo empeoraba la situación.

Haerin creyó que Cupido era, o un ineficaz en su trabajo cuando la apuntó para que gustara de otra chica, o simplemente en el momento que la flechó estaba tomado.

¿Por qué le haría algo cómo eso?

Su misión era sencilla, apuntar y dejar ser. ¡Pero apuntó hacia la persona incorrecta! ¡Dos chicas! ¡Dos chicas en un mundo donde los san valentines se pasaban entre mujeres y hombres!

Sentía cierto rechazo hacia ese enano de alas y arco, pero al fin y al cabo era lo que le había tocado.

—¿Comprarás chocolates para algún chico, Hae? —preguntó una tarde su madre, ambas bebiendo té en la mesa de la cocina.

Haerin no pudo evitarlo y se sonrojó, imaginando qué pasaría si le daba uno a Danielle. Era una idea descabellada sin duda, y negó con la cabeza antes de seguir en su mundo de fantasía donde se permitía ser correspondida.

—¿Por qué no? —siguió la mujer al ver su negativa, revolviendo el tazón—. ¿No hay nadie que te llame la atención o...?

Haerin alzó la vista y se arrepintió de inmediato. Jamás fue buena con las mentiras, mucho menos cuando se trataba de su madre que parecía conocerla de pies a cabeza.

—Pues... hay alguien que... que creo que me gusta, pero ya sabes —intentó sonreír con gracia, pareciendo más una mueca—, nunca se fijaría en mí.

La señora Kang abrió los ojos, ofendida. Dejó su bebida de lado y la observó seriamente.

—¿Qué dices, Haerin? Eres una chica maravillosa que estoy segura que tiene muchas cosas lindas para dar —bufó, pero tuvo que dejar la molestia de lado al notar los ojitos entristecidos de su hija—. A ver, mi amor, ¿por qué crees eso? ¿Nunca has hablado con ese chico?

—Si hemos hablado, varias veces —mordió su lengua escondida tras sus labios—. Pero solo porque esta persona es... ¿Cómo decirlo? —se lo pensó—. Es como un sol, alegre, destacable, siempre ayudando a todos...

—No entiendo, Hae.

—A lo que voy es que sería algo ingenuo creer que a mí me trata diferente, mamá. Yo creo... yo creo que hace a cada persona sentirse especial, pero porque simplemente así es su personalidad —sonrió, triste.

No solo no tenía oportunidad porque para Danielle no era ella alguien destacable, sino también porque era... bueno, una chica.

—Oh, cariño —se acercó hasta tener a su pequeña en brazos, plantándole un beso en la frente—. No te sientas mal, mi amor.

La mujer la arrulló con suavidad y Haerin evitó romperse a llorar como una bebé.

No supo que necesitaba un abrazo hasta que lo había obtenido, mucho más efectivo si era de su madre.

—Pero, Haerin —le tomó las mejillas, acariciando su piel—, creo que deberías intentarlo.

—¿I-intentarlo?

—Sí. Comprarle chocolates, dáselo, y si no te corresponde, por lo menos ya te sacaste esos sentimientos del pecho —elevó las comisuras de sus labios y, de esa manera, con el tranquilo tono de su madre inundándola, no pareció una idea tan alocada—. Si te sientes muy triste luego, podemos hacer un maratón de películas y te compraré helado para que comamos de la cassata como todas unas adolescentes con el corazón roto. Sabes que yo también podría llorar por tu padre que está más gruñón que nunca —soltó lo último en broma, riendo y Haerin se contagió, con sus ojitos más calmados.

Quizá compre un chocolate para Danielle.

Llegó el día.

Catorce de febrero indicaba el calendario y, como casi siempre, coincidía con día de semana. Día de escuela, día de trabajo.

En su habitación, Haerin releyó la carta una cuarta vez, insegura de la ortografía o si las palabras eran las correctas. Pero luego de darle vueltas y vueltas, se dijo a sí misma que, realmente, no existían las palabras adecuadas para expresar lo que sentía. ¿Cómo traspasar tanto amor y tanta prohibición en un simple papel? Lo que estaba haciendo Haerin era arriesgado, casi como jugar con fuego, pero puso sus esperanzas en que sea lo que sea que pensara Danielle respecto a sus sentimientos, el que una chica gustara de ella, no la traicionaría ni divulgaría por la escuela.

¿No sería así de cruel, verdad?

No podría porque si fuese así, Haerin no se hubiera enamorado de ella.

Envolvió la carta sellada con un corazón en medio al rededor del chocolate, quedando un solo paquete, que metió a su mochila y bajó a desayunar.

—¿Y? ¿Lo harás? —preguntó su mamá, sirviéndole un cupcake de vainilla que tenía sobre la crema un pequeño Cupido hecho de galleta.

Haerin pensó que al idiota le faltaba una botella de cerveza en la mano para que quedase más fiel a su imagen.

Maldito borracho.

—Esa es la idea —suspiró—, solo espero no acobardarme a mitad de camino.

La señora Kang caminó hasta ella y le dio otro de sus reconfortantes abrazos.

—Sé que podrás, mi bebé —sonrió—. Eres fuerte.

—Gracias, mamá —se apoyó en su pecho y terminó el desayuno con la mujer acariciando sus cabellos.

Media hora después se encontraba en su salón, viendo en silencio a un grupo de chicas que parecían hacer fila para entregarle a Choi Jiung, uno de los muchachos más populares y apuestos del lugar, sus chocolates acompañados de decoraciones llamativas y románticas.

Aún no llegaba el profesor y, para su, quizá alivio, Danielle tampoco.

Se preguntó si la australiana le llevaría chocolates a alguien. Con toda probabilidad, a Jiung también. Había oído un par de veces a chicos chismosos diciendo que harían la pareja del momento y serían invencibles juntos, y lo peor, Haerin sabía que no podría negarlo.

Sus hijos serían modelos antes de siquiera aprender a caminar, adorables, bonitos, inalcanzables como sus padres...

Tuvo que detener esa tortura de pensamientos cuando Danielle entró por la puerta.

Hundió su cabeza entre sus brazos esperando que nadie viese sus ridículas mejillas ardiendo, totalmente fuera de sí.

Cuando el maestro Shin llegó al salón, se vio obligada a alzar la mirada, e inconscientemente miró hacia ella.

No parecía tener ningún chocolate a mano ni escuchó susurros escandalosos, así que supuso que Danielle no le había llevado chocolates a nadie. Eso fue aliviador, aunque triste también.

Dios, Cupido borracho. Aparte de enamorarme de la persona incorrecta, me vuelves una soñadora ilusa, bufó, queriendo arrancar la estúpida decoración de alas y arcos que había en la sala.

Los coreanos se tomaban muy en serio San Valentín.

Los tres primeros bloques de hora parecieron eternos y Haerin no podía dejar de mirar hacia enfrente, no a la pizarra, sino a Danielle.

Su cabello lleno de rulos era una de las cosas que más le gustaba. Creía que Danielle podría ocultar todos sus secretos tras esa hermosa melena que parecía de muñeca de colección.

—Quedan libres, chicos —avisó Shin, un minuto antes de que la campana resonara para que salieran a recreo—. Feliz San Valentín.

En menos de un medio, ningún alumno, aparte de ella, quedó en el salón. Hasta el adulto de cabellos azabaches pareció salir apresurado.

Era el momento ideal, pensó, sacando de su mochila lo que preparó esa mañana.

No se atrevía a entregárselo de manera personal, así que decidió dejarlo sobre su pupitre cuando estuviera sola y esperar a que Danielle lo notase una vez se terminara el descanso.

Si algo salía mal, si alguien llegaba antes que Marsh y tomaba el regalo curioso, si Danielle no volvía a clases por cualquier motivo, si se caía y alguien lo pateaba sin querer, quedando lejos de su verdadera dueña, fuese lo que fuese, Haerin lo tomaría como una señal de que tal vez no era una buena decisión aquello y simplemente se rendiría.

Una vez lo acomodó sobre la madera, salió a pasos apresurados y nerviosos de allí.

Su corazón no se calmó durante los siguientes quince minutos y cuando el timbre sonó por todo el lugar, decidió que no estaba preparada para ver la reacción de Danielle.

No quería porque temía qué fuese a pasar. Sabía que Danielle no era una joven mala, pero probablemente tampoco se esperaba que una chica se le confesara.

La ansiedad oprimiendo su pecho tomó victoria y caminó entre la gente que iba en contraria suya para salir hacia un pequeño patio que había en su escuela. Quedaba en la parte trasera del edificio y era así como un tipo de jardín. Le gustaba ese lugar porque no pasaban los profesores y casi nunca habían alumnos en la zona. De hecho, nunca habían alumnos allí.

Era su privacidad y le parecía maravilloso. Así como su segundo taller de artes, pero más solitario y callado.

Se acostó en el pasto, como estrella, mirando el cielo que se combinaba con algunas flores rosadas que crecían en unos árboles frente a ella.

Ojalá pudiese mostrarle este lugar a Danielle, pensó, cerrando los ojos, relajándose con el sonido del viento y el trinar de los pajaritos, formando un agradable canto tranquilo.

Por otro lado, y ante los atentos ojos de sus compañeros, Danielle tomó la carta sobre su pupitre y la desamarró del cordel que le unía a unos chocolates.

Primero creyó que era un error, porque no era el día de las chicas de recibir confesiones, pero luego de leer su nombre en un borde de la carta, supo que no se trataba de ninguna falla.

Miró unos segundos el sello en forma de corazón y lo quitó.

"Parecerá extraño que recibas chocolates este día, mas creí que de todas formas tenía que hacerlo.

No quiero alargarme (creo que lo hice), y creo que es obvio a lo que voy, pero sí, me gustas, Danielle Marsh. Me gustas demasiaaaaaaaaado, y no creas que lo disfruto.

Quiero que sepas también que, bueno, espero no incomodarte, pero soy una chica.

Cuando cupido me flechó estaba borracho, o eso es lo que pienso.

Aunque sea cuál sea su estado, lo hizo, me lanzó una flecha para que me enamorara de ti y tuvo una increíble puntería.

Mis sentimientos son tuyos, ya te los he dado, y tranquila, que no espero nada a cambio. Son un regalo, como los chocolates.

Lamento ser tan cobarde por no entregarte mi confesión en mano, y lamento también ser aún más cobarde por no darte mi nombre, pero no me interesa que sepas quién soy, simplemente que te enteres que eres una chica maravillosa que tiene mucho potencial, mucho brillo que mostrar. Eres una muy linda persona (con el cabello más hermoso de todos) y, aunque conozca de ti tan poco como conozco del mundo, agradezco estar en la misma escuela porque siento que tienes mucho que enseñar.

Gracias por aparecer cada día con tus bellas sonrisas de ojos de media luna que me vuelven loca. Sé que no van dirigidas hacia alguien especial (siempre eres amable con todos), pero me encantan de todas maneras.

Te dejo tranquila y lamento si es extraño para ti todo esto, créeme que cuando asumí que el borracho de Cupido me flechó por ti, me quería morir.

Ten un maravilloso San Valentín, Danielle, y ojalá también encuentres la felicidad que me trasmites a mí en alguien más.

Con amor,
una simple víctima de Cupido".

Danielle tragó en seco, sintiéndose... Sintiendo muchas cosas en ese instante.

Jamás creyó que una chica se le confesara, menos con esas palabras tan hermosas.

Su corazón se aceleró torpemente y sus manos sudaron. Estaba nerviosa. Sorprendida. Muchas emociones nuevas, pero que decidió ignorarlas.

Haerin se había levantado del pasto, acercándose a las flores para admirarlas y acariciarlas con suavidad.

El aroma era agradable y los colores parecían hipnotizantes.

Claveles de diferentes tonalidades, siendo las rosadas claro sus favoritas. Los lirios orientales también destacaban en aquel jardín y Haerin se preguntó cómo algo tan natural podría tener tanta belleza.

—Así que Cupido es un borracho...

Giró el cuello con brusquedad al oír una voz.

—D-Danielle... —la impresión se plantó en su rostro, palideciendo—. ¿C-cómo...?

Haerin se había asegurado de no dejar ninguna pista para que Danielle jamás siquiera se le pasara por la cabeza que era ella la de la carta. Entonces... ¿qué había salido mal?

—Reconocí la letra, Haerin —sonrió, acercándose unos pasos a ella—. Vamos a un taller de arte juntas, ¿recuerdas? —rió.

Haerin casi se atora con su saliva.

Se le pasó por la cabeza una sola vez aquel tema: la letra. Mas no creyó que Danielle pudiese diferenciarla del resto.

Pero lo que Haerin no sabía era que Cupido, por más ebrio que fuera, cumplía y hacía bien su trabajo.

Los mofletes de la menor ardieron con fuerza y pensó en disculparse con ella, mas Danielle la interrumpió a mitad de camino.

—Toma —quitó su mano detrás de su espalda, revelando una bonita caja de chocolates en forma de corazón.

Logró leer que eran de chocolate blanco, sus favoritos y los únicos que le gustaban en realidad.

—¿Q-qué... qué es esto? —miró el brazo de la chica estirado hacia ella, incapaz de moverse.

—También pensaba confesarme secretamente hoy ante una chica —rió, dulce como la miel—. También me gustas, Haerin.

Haerin miró la caja y miró a Danielle, repetidas veces, como no pudiendo creer lo que estaba escuchando.

Se sonrojó como un gatito tímido, más si aún era posible, y cuando menos lo esperó, Danielle ya estaba a cortos centímetros de ella, mirándola un poco hacia abajo por la pequeña diferencia de altura y sonriendo vibrante.

—¿Puedo besarte y luego recibes mi regalo, Haerin?

La menor abrió la boca con dificultad, intentando responder, pero al ver que estaba petrificada, Danielle solo soltó la caja, tomándola de las mejillas para acercarla a sus labios y sellarlos en un bonito beso íntimo.

Haerin rió nerviosa sobre sus labios unos segundos después, sonriendo bobamente y con, extrañamente, los ojos brillando.

—Sabes a menta —le susurró la coreana, bajito.

—Y tú a fresas —le respondió Danielle, igual de contenta.

Cupido ebrio y con flechas traviesas, unió dos almas en una dulce sorpresa.

Fin

❤️ ¡Feliz San Valentín, my loves! ❤️

Si les soy sincera, no me termina de convencer este one shot, pero quería celebrar esta fecha con algo, jijiijp. También les comento que tal vez les suba un mini extra.

Eso es todo, ojalá ustedes hayan pasado este día con alguien especial y no como yo que lo pasé así:

😊😊😊😊

¡Gracias por leer!
🏹 ❤️🪽

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro