Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

26


Los mechones rubios de Connor se despeinan ligeramente a causa de la brisa marina. Se sienta en la arena, a mi lado. Hace casi dos meses que no lo he visto, desde Navidad, y parece una versión más adulta y madura del joven empresario con el que Cupido decidió corresponderme.

Aun con la oscuridad, percibo su mirada verde llena de preocupación.

—¿Estás bien? —es lo primero que murmura, lentamente.

Dejo ir un suspiro hondo.

Cuando le he enviado el mensaje, no le he explicado las razones, simplemente necesitaba a alguien. Necesito a alguien. Pero no me apetece hablar, solo quiero...

—¿Puedo abrazarte? —cuestiono con un hilo de voz.

Él no dice nada, pero yo me voy aproximando a su cuerpo para que sus brazos me envuelvan. Sin embargo, cuando veo su rostro lleno de confusión, me detengo.

—¿Qué? —pregunto.

No comprendo por qué frunce el ceño. ¿Qué hay de malo en querer el abrazo de alguien?

—¿Me has hecho venir hasta aquí, desde Malibú, conduciendo durante una hora a las dos de la madrugada por un mísero abrazo? —expone con incredulidad en su voz—. Y ni siquiera me has dado razones para hacerlo. Pero —se encoje de hombros—, aquí estoy. Por un abrazo.

No me puedo creer lo que está diciendo abiertamente.

—Nunca se puede contar contigo, Connor —susurro decepcionada—. ¡No tienes ni una pizca de humanidad en tu cuerpo!

Noto cómo las lágrimas empiezan a brotar nuevamente por mis mejillas. Las pocas lágrimas que me quedan. Un disgusto tras otro en mi dieciocho cumpleaños, quién lo diría.

Le golpeo en los hombros en el intento de que pierda el equilibrio y que se caiga hacia atrás, pero no tengo la suficiente fuerza para ello, aunque creo que he logrado hacerle un poco de daño.

—¡No estoy diciendo eso, Irina! —se queja alzando la voz.

Veo que su mano se desplaza a uno de los hombros para frotárselo, justo en el lugar donde le dado.

—Todos sois iguales —me lamento. Le miro a los ojos—. No tienes ni idea de nada, Connor. ¡A veces no son necesarias las palabras para describirlo todo!

Se me rompe la voz en las últimas sílabas.

—¿Iguales? —cuestiona ahora más confuso. Niega con la cabeza—. Irina, ¿qué...?

—Nunca nada es suficiente para ti —lo interrumpo—. ¿Qué...? ¿Qué quieres? —Sollozo más desesperadamente de lo que me gustaría admitir—. ¿Qué quieres de mí para que puedas entenderme y...?

No puedo continuar hablando porque algo obstaculiza el aire en mi boca. Sus labios presionan los míos antes de que pueda pronunciar cualquier otro sonido, silenciándome bruscamente. Entonces sus manos llegan a mi rostro y se posan en mis mejillas, limpiándome las lágrimas bajo el cristal de las gafas a la vez que le devuelvo el beso.

Segundos más tarde, aleja suavemente mi cara de la suya gracias a sus manos y susurra:

—Quería algo más que un abrazo.

Asiento y no sé qué decir. No sé qué está pasando en mi cerebro, mi sistema nervioso ha enloquecido y mi pulso se ha disparado a niveles extremos.

Sin embargo, para mi sorpresa y mi alivio, él vuelve a intervenir:

—Para entender lo que acaba de ocurrir —tiene la vista puesta en el mar—, creo que tendríamos que hablar. —Ahora se vuelve a mí y me pone una mano en el rostro. También añade—: Sin gritarnos a ser posible.

Cojo su mano con la mía para retirarla de mi cara. Hago descender nuestras manos en contacto hasta posarlas en mi regazo nerviosamente.

Suspiro hondo, cierro los ojos durante un instante, los abro y le cuento todo.

No interviene en ningún momento, solo se limita a escucharme inexpresivamente, aunque, de vez en cuando, cuando se me corta la voz, especialmente en la descripción de los chocantes hechos con Casey, me aprieta o me acaricia la mano con la suya.

—No tendría que haberte besado, Irina —expresa con arrepentimiento cuando termino—. Lo siento. No solo por besarte, sino por no haberte dejado abrazarme y por ser tan egoísta.

Me mira fijamente a los ojos.

—Ven aquí.

Abre sus brazos y me invita a refugiarme en ellos. Y yo lo hago. Acepto su invitación y me dejo envolver por él.

—No te preocupes por nada ahora —murmura sobre mi cabeza—, lo peor ya ha pasado.

Sigo acurrucada en su pecho, sin moverme, oliendo el perfume de su cuello y escuchando sutilmente las olas del mar.

—Eso espero —es lo poco que puedo decir.

En este momento me aparta suavemente para poder contemplarme con atención.

—¿Qué? —cuestiono.

Vacila unos instantes antes de atreverse definitivamente.

—No creo que sea el momento oportuno para esto... —se detiene.

—No importa —le animo—, no creo que haya nada peor de lo que me ha pasado hoy. No te cortes, adelante.

Alza las cejas, como si preguntara: «¿En serio?». Yo asiento un par de veces, insistiendo en que lo suelte de una vez.

—Solo quiero aclarar una cosa —comienza, trabándose de nuevo—. Perdón —se excusa—, ya sabes que esto no es lo mío....

—Venga —le interrumpo—, lo estabas haciendo bien, no te preocupes.

—Tienes razón —acepta—, es algo realmente simple a lo que le estoy dando demasiadas vueltas.

Respira hondo y me sonríe nerviosamente.

—El caso es que, si me preguntas, no somos nada.

Igual que el contenido de lo que acaba de decir, no siento nada. Absolutamente nada. Me es completamente indiferente lo que ha expresado. Ni me decepciona ni me rompe por dentro por dos simples razones: la primera, estoy agotada; y, la más importante, es algo obvio. No esperaba que, después del día de hoy y del beso, mágicamente nos fuera todo maravillosamente bien de repente. Además, ni siquiera contaba con su encuentro.

—Lo sé, Connor.

Asiento un par de veces lentamente, hecho que él percibe con mucha atención.

—Pero no porque no quiera —admite con media sonrisa—. Llevo desde que fuimos a Nueva York con ganas de enviarte un mensaje, llamarte, hablar contigo... Pero sabía que no era el momento. No después de reflexionar tras lo que me dijiste tan claramente. —Vuelve a buscar mi mirada—. Por eso, nada más volver, decidí terminar mi relación con Selena e ir a terapia. Me ha ido genial y creo que todo va a mejor ahora mismo.

—¿Pero? —me anticipo.

—Pero —prosigue frunciendo los labios durante unos segundos— tú y yo no podemos empezar nada porque ambos tenemos que recuperarnos. —Traga saliva—. Quiero estar contigo —su expresión es completamente seria—, pero también deseo que sea todo perfecto, así que tenemos que esperar un poco. Tenemos que curarnos los dos. Aunque —añade—, ese beso —alza un brazo y lo mueve en el aire, como si pudiera tocar ese momento— ha sido un momento en el que he bajado la guardia sin querer. Ya sabes que no era mi intención y soy consciente de que no es lo correcto. Ni para ti ni para mí.

Parpadeo rápidamente un par de veces mientras organizo muy bien lo que quiero decir.

—Estás en lo cierto —coincido a la vez que asiento—, tenemos que esperar. Especialmente después del día de hoy.

—Sí —afirma reforzándolo con un asentimiento—, antes de dar cualquier paso te recomiendo que te conozcas a ti misma y que interiorices que no necesitas a nadie para estar completa. Ni a mí ni a ese... —Pone los ojos en blanco y enmudece—. Lo de la media naranja es un mito contemporáneo, lo importante es tu autoestima tras lo ocurrido. Y yo estaré allí para apoyarte.

He de admitir que me gusta este nuevo Connor.

—Y cuando llegue el momento... —insinúo.

—Cuando llegue el momento, hablaremos —expone con calma.

Asiento.

No añade nada más, solo se sienta a mi lado y deja que apoye mi cabeza en su hombro. Nos quedamos así, acurrucados el uno al lado del otro, a lo largo de varios minutos sin mediar palabra. No hace falta.

—¿Quieres que te lleve a casa? —me ofrece.

Se me hace extraño oír su voz tras minutos escuchando las olas del mar y el barullo lejano de la multitud sobre el muelle.

—No, he traído mi coche, no hace falta.

—Se te ve muy cansada —insiste—. Es una hora de trayecto y no estoy seguro de que estés en condiciones. —Alzo la vista, percibo su mirada verde llena de preocupación y añade—: Sin ofender.

—No te preocupes... —recalco.

—No, ya está decidido —concluye con una sonrisa—. Te llevo y pediré que alguien te acerque el coche. Cuando te despiertes, lo encontrarás delante de tu casa —me asegura.

Abatida, le tiendo las llaves de mi coche. Él las coge, se levanta de la arena y se las guarda en el bolsillo. Acto seguido, me da una mano y yo, aferrándome a ella, me alzo y, con su mano sujetando con firmeza la mía, me dejo guiar por sus pasos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro