21
Abro los ojos y lo primero que veo es mucha luz. Mucha luz, aroma a café y unos mechones rubios. «Estoy soñando», me aseguro a mí misma.
«Ojalá», me contesto cuando compruebo que no es así.
Connor está sentado en una butaca contigua a la cama en la que estoy tumbada, junto a una mesita sobre la que reposa una bandeja con dos vasos de café humeante.
—Feliz Navidad, Irina —es lo primero que dice cuando se da cuenta de que estoy despierta.
Me incorporo rápida y apresuradamente, me paso las manos por la cara y me pongo mis gafas. ¿Pero qué diablos...?
—¿Qué haces aquí? —cuestiono cuando se me pasa el efecto de la sorpresa.
—He logrado localizarte y tengo contactos.
Muestra un móvil que saca del bolsillo. Debe de habérselo comprado.
—¿Y qué te ha hecho pensar que quiero verte?
Traga saliva antes de contestar:
—Irina, sé que no he hecho lo correcto, pero ya te he pedido disculpas y, aunque tienes todo el derecho a no aceptarlas, me gustaría saber qué piensas de todo esto porque...
—Me da igual —interrumpo—, no me cuentes tu vida, Connor. Lo único que pienso de «todo esto» —dibujo unas comillas exageradas en el aire— es que ojalá no te hubiera conocido nunca. Ojalá no hubiera aceptado la oferta de Cupido. Ojalá no hubiera acudido a ninguna cita...
—Coincido totalmente contigo —acepta—, pero no nos queda otra que estar juntos en esto. No tenemos otro remedio porque ambos lo aprobamos desde un inicio y él, Cupido, no parará hasta que lleguemos al final. Juntos.
Muy lentamente, se alza de su silla y se desliza hasta mi cama. Entonces se sienta y alza su vista desde sus manos hasta mi rostro. Clava su mirada en mis ojos.
Mi pulso se dispara, así como mi respiración.
—Lo siento —se disculpa sinceramente— mucho —añade—. Y si tengo que repetirlo mil veces más, lo haré, pero deja que te ayude. Déjame intentar solucionarlo. No te pido que seamos lo que Cupido quiere que seamos, simplemente tengamos una relación formal. Empecemos por una amistad. Algo.
Mi única respuesta es silencio, por lo que él no la acepta y se inclina más hacia mí.
—Tengo dos billetes de vuelta para Los Ángeles para mañana —prosigue—, pero, hasta entonces, dame un día. Pasa un día conmigo para perdonarme. Si al final del día no lo logro, genial, no pasará nada, pero al menos dame la opción de hacerlo.
No sé qué decir, pero necesito los billetes de vuelta y dinero. Y él tiene ambas cosas y arrepentimiento, aunque esto último no me convence y quiero que lidie con él el máximo tiempo posible.
—No quiero ninguna relación contigo —contesto finalmente—. Ni amistad ni formalidades —aclaro directamente—. Pero voy a dejar que me ayudes porque necesito lo que tienes, no porque quiera —manifiesto con franqueza.
Ante mi última intervención, veo cómo sus ojos muestran dolor, pero es suficiente. Es lo que quiere, aunque sea por necesidad y sepa que realmente estoy aprovechándome de él y su dinero.
—La condición ya te la he dicho —señala—: pasemos un día juntos. Además, hoy es Navidad.
Suspiro profundamente. Me niego. No puedo dejar mi orgullo a un lado y perdonarlo por su toxicidad y su opinión en mi vida. Ojalá fuera tan fácil.
«El dinero y los billetes de vuelta a casa, Irina», me digo.
—De acuerdo —cedo—, un día.
—Un día —reitera con una pequeña sonrisa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro