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XVIII

Decir que Taehyung no estaba nervioso sería mentir. Era el último día del celo de Jungkook, y aunque Taehyung había pasado por muchas situaciones intensas en su vida, este momento era diferente. Sabía lo que significaba: el alfa marcaría su cuello, y eso los uniría para siempre. Pero lo que más lo inquietaba no era eso, sino el hecho de que él también marcaría a Jungkook. La mordida de Taehyung no era solo una marca de amor, sino una que convertiría a Jungkook en algo más. Se convertiría en uno de los dioses del Olimpo, inmortal y eterno, siempre a su lado.

Ambos estaban desnudos y llrnos de marcas que en unos dias serian violetas, el aire pesado entre ellos estaba cargado de deseo y de la inminente conexión que pronto sellarían. El brillo en los ojos de Jungkook le hacía sonreír, pero había algo en él que Taehyung sabía que no podía ignorar. El lobo de Jungkook estaba al límite, era como si cada fibra de su ser deseara reclamarlo, poseerlo. Taehyung sentía la intensidad de su mirada, la posesividad que emanaba de él, pero en vez de asustarse, le causaba una profunda satisfacción. Jungkook lo quería de una forma en que ningún mortal podía comprender.

- ¿Estás seguro de esto? - preguntó Jungkook, su voz grave y cargada de deseo, mientras se acercaba lentamente a él, sus ojos fijos en el cuello de Taehyung, como si ya pudiera imaginarse la mordida que lo marcaría.

Taehyung dejó escapar una risa suave, apenas audible, y acarició el rostro de su alfa con dulzura, sintiendo el calor de su piel.

- Ya lo hemos hablado, ¿no? Estoy listo. - Su tono era firme, pero también suave, lleno de una confianza que no necesitaba ser explicada. - Estoy listo para siempre.

Jungkook sonrió, sus manos rodeando la cintura de Taehyung, atrayéndolo hacia él, y en ese momento, Taehyung pudo sentir el calor de su cuerpo, la electricidad entre ellos. Los músculos de Jungkook tensos bajo sus dedos, como si todo su ser estuviera a punto de explotar.

- Serás mío siempre. - La posesividad de Jungkook estaba tan presente que Taehyung pudo ver cómo sus ojos brillaban, como si estuviera reclamándolo para él. Como si no pudiera esperar más para marcarlo de una vez por todas.

Taehyung se dejó llevar, dejando que sus manos rogaran la piel de Jungkook, su aliento entrecortado por la cercanía. El aroma de lavanda comenzó a impregnar el aire, tan natural para Taehyung, como una segunda piel.

- Ya lo eres... - murmuró Taehyung mientras sus cuerpos se acercaban, casi rozándose, pero sin tocarse del todo. - Pero ahora será para siempre.

Jungkook, sin perder un segundo más, acercó su rostro al cuello de Taehyung, sintiendo la suavidad de su piel, el irresistible olor a lavanda que lo envolvía. En ese momento, no había dudas. Taehyung sería suyo de una manera mucho más profunda de lo que cualquier mortal pudiera entender. Y, por supuesto, él también sería suyo, incondicionalmente.

La mordida de Jungkook fue suave, pero intensa. Taehyung sintió cómo la energía de su alfa lo rodeaba, lo marcaba. Lo sentía en cada fibra de su ser, como si el lazo que los unía se hiciera más fuerte, más profundo. No fue dolor, sino una sensación cálida, una calma profunda que se apoderó de Taehyung. Ahora, Jungkook estaba marcado, él era suyo para siempre.

Pero ahora, era el turno de Taehyung. La mordida que daría a Jungkook sería diferente. Era más que un gesto físico, era una transformación, algo que los uniría de una manera que los mortales no podrían comprender. Jungkook estaba a su merced, pero Taehyung sentía que era él quien controlaba todo en ese momento.

Con un movimiento suave pero lleno de poder, Taehyung mordió el cuello de Jungkook. La mordida fue profunda, y el cambio fue inmediato. Jungkook dejó escapar un suspiro, y Taehyung sintió cómo la energía de su alfa comenzaba a transformarse, cómo el poder de los dioses se apoderaba de él. En ese instante, Jungkook ya no era solo un alfa, ya no era solo un mortal. Era uno de ellos. Un dios.

Taehyung se apartó lentamente, observando cómo la mordida brillaba en el cuello de Jungkook, una marca dorada que indicaba la transformación. Era suya, pero también era parte de algo más grande. Jungkook ahora era inmortal, no solo por él, sino por el amor que compartían.

Jungkook, sintiendo el poder fluir por su cuerpo, lo miró con intensidad, casi como si no pudiera creer lo que había sucedido. Pero entonces, su mirada se suavizó, y sus labios curvaron una sonrisa posesiva.

- Ahora serás mío para siempre, Tae. - Su voz era un susurro lleno de deseo, pero también de ternura, como si la promesa que acababa de hacer fuera lo único que importaba.

Taehyung sonrió, sintiendo cómo el olor a lavanda que siempre lo había rodeado ahora quedaba impregnado en Jungkook, como una marca que nadie podría borrar. Era su sello, su amor eterno.

- Ya lo soy, Jungkook. Y tú también lo eres, para mí. - Taehyung le acarició el rostro, disfrutando de la suavidad de su piel, sintiendo cómo su conexión se hacía más profunda.

Ambos estaban ahora unidos de una manera que nadie podría separar. Los dos dioses, uno marcado por el alfa, el otro transformado por el cupido, sabían que nada podría romper lo que compartían. No ahora, no nunca.

Jungkook lo abrazó, sintiendo la calidez de su cuerpo, el aroma a lavanda, y dejó que sus labios se encontraran en un beso suave pero lleno de promesas. Ese beso no solo sellaba su amor, sino que afirmaba lo que ambos sabían: siempre serían el uno para el otro, en un lazo eterno, marcado por el deseo y el amor más allá de cualquier tiempo o espacio.

- Siempre serás mío, Tae. Y yo seré tuyo. - murmuró Jungkook, mientras su mano recorría la espalda de Taehyung, sintiendo la suavidad de su piel. El olor a lavanda lo envolvía, como si estuviera marcado por él para siempre.

Taehyung sonrió, sintiendo que todo lo que había querido, todo lo que deseaba, ya estaba aquí, a su lado. Juntos, por siempre.
 

FIN

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