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V

Mientras Jungkook se impacientaba en la tierra, en el Olimpo las cosas no iban mejor para Taehyung. El dios del amor había regresado con un extraño peso en el pecho después de su encuentro con el mortal alfa, un sentimiento que no lograba sacudirse y que se hacía más intenso a cada día que pasaba. Había intentado enfocarse en sus tareas divinas, cumplir con los compromisos en el Olimpo, organizar el flujo de relaciones y uniones en el mundo mortal. Pero nada lograba distraerlo, y para colmo, ese aumento repentino en los trabajos amorosos que requerían de su atención lo irritaba como nunca.

Durante días se había visto atrapado en un sinfín de tareas. Cada vez que parecía que terminaría y tendría un rato libre para escaparse al bosque, otro dios llegaba con un nuevo pedido. La diosa Hera le encomendaba resolver algunos enredos de amor, Afrodita insistía en que supervisara la creación de nuevas alianzas amorosas entre reinos mortales... cada vez que estaba a punto de rebelarse y desobedecer, recordaba las consecuencias de cruzarse con Zeus o los demás dioses mayores.

-¡Por todos los cielos! ¿Es que nadie aquí puede encargarse de su propio trabajo? -se quejaba Taehyung, su tono lleno de irritación mientras cruzaba los brazos y se dejaba caer en una nube mullida, lanzando un suspiro exagerado. Estaba agotado de repartir flechas y encender chispas de amor en el mundo, mientras que lo único que él deseaba era pasar al menos un rato con Jungkook, aunque fuera solo para observarlo pintar en silencio. Aquella tranquilidad lo calmaba de una manera que no lograba entender del todo, y mientras más trataba de enfocarse en su trabajo, más crecía esa necesidad de regresar con él.

Incluso su compañera, la diosa Atenea, lo había notado. Con un gesto entretenido, ella lo miraba con sus ojos llenos de sabiduría mientras él seguía quejándose sobre sus deberes divinos.

-¿Así que estás tan frustrado? -le preguntó Atenea, sonriendo con un aire divertido-. Parece que alguien dejó su corazón atrapado en la tierra.

Taehyung entrecerró los ojos y cruzó los brazos, sintiéndose un tanto avergonzado por el comentario, aunque era verdad. No iba a darle el gusto de admitirlo, claro, pero incluso él sabía que estaba más distraído de lo habitual. Atenea se fue, lanzándole una última mirada que decía "buena suerte", y Taehyung no hizo más que rodar los ojos, suspirando.

Finalmente, después de casi una semana, consiguió un momento libre. Los dioses parecían haberse olvidado de él, dándole una tregua. Taehyung estaba listo para lanzarse por la primera nube y descender al mundo de los mortales en un instante cuando alguien apareció frente a él: Afrodita.

-Taehyung -lo llamó, con un tono suave pero firme-, necesito que trabajes con un par de uniones amorosas complicadas en el norte. Es urgente.

-¿No puede ser en otro momento? -preguntó, casi gruñendo, mientras trataba de no sonar desesperado. Afrodita lo miró con una ceja levantada y una sonrisa casi burlona.

-¿Otro momento? Taehyung, querido, el amor no espera. Pensé que lo sabías mejor que nadie. Pero... -Afrodita inclinó la cabeza hacia él, con una sonrisa ladina-. Parece que tienes la cabeza en otra parte.

Él la miró en silencio, sin decir nada. Claro que tenía la cabeza en otro lugar, y ella lo sabía perfectamente. Afrodita, que no era ajena al mundo de las emociones y las pasiones humanas, podía leerlo como si fuera un libro abierto. La diosa se acercó un poco más y le habló en un tono que solo él pudiera escuchar.

-No te haré preguntas, pero... es la primera vez que te veo así -dijo con un toque de complicidad en su voz-. Tal vez es momento de que te tomes un pequeño descanso, Taehyung. Solo... no te olvides de regresar a tus deberes, ¿sí?

Él asintió, apenas creyendo en su suerte. Sin dudarlo ni un segundo, se despidió de Afrodita y en un abrir y cerrar de ojos comenzó a descender por las nubes. Su corazón latía rápido con cada metro que se acercaba al mundo de los mortales, y en su mente solo podía pensar en una cosa: ver a Jungkook otra vez.

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