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IV

Pasaron tres días desde que Taehyung había desaparecido, y Jungkook sentía que el dios del amor le había dejado un vacío que no sabía cómo llenar. Al principio, había intentado concentrarse en su rutina: se levantaba temprano, salía a caminar, trabajaba en sus pinturas... pero en cada momento libre su mente volvía inevitablemente a Taehyung, y la frustración aumentaba al no poder hacer nada al respecto.

Lo que más le molestaba era la manera tan casual en que Taehyung le había prometido regresar, con esa sonrisa segura, y luego... nada. Ni una señal, ni un sueño extraño, ni una brisa que oliera a lavanda. Nada. "¿Por qué estoy aquí esperándolo?", se repetía, intentando convencerse de que era absurdo, que solo había sido un encuentro breve, mágico pero momentáneo.

Al tercer día, harto de dar vueltas sin sentido en su estudio, decidió que necesitaba salir de allí. Con la excusa de despejarse, se adentró en el bosque, caminando sin rumbo y lanzando pequeños suspiros de frustración. Su lobo, en silencio dentro de él, le transmitía esa inquietud, como si compartiera su frustración y el deseo de buscar a Taehyung en cada rincón de ese maldito bosque.

-¿Dónde estás? -murmuró en voz baja, sin siquiera darse cuenta, pateando una piedra en el camino-. No puedes aparecer, decir todas esas cosas y luego simplemente desaparecer...

Cada sonido en el bosque, cada brisa que pasaba, lo hacía girarse, esperando, como si Taehyung fuera a aparecer entre los árboles con esa sonrisa traviesa. Pero, por supuesto, no había rastro del dios, solo el eco de su propia voz perdiéndose entre las ramas.

Intentó recordar sus palabras, la promesa de que volvería, pero con cada hora que pasaba la promesa le sonaba menos real. ¿Y si había sido solo un juego para Taehyung? Después de todo, él era un dios y seguramente tenía cosas más importantes que hacer que entretener a un mortal que pintaba en el bosque. *"Quizás solo fui una curiosidad pasajera para él,"* pensó Jungkook, tratando de convencerse, aunque el pensamiento le causaba un malestar que no quería reconocer.

Finalmente, se dejó caer en un tronco, suspirando profundamente mientras se rascaba la nuca, tratando de calmar su propia ansiedad. Se sentía algo tonto por estar tan afectado, pero no podía evitarlo. Miró al cielo, donde el sol comenzaba a ocultarse, y dejó escapar una pequeña risa resignada.

-Bueno, Taehyung... donde sea que estés -murmuró al aire-. Espero que al menos te estés divirtiendo.

El viento sopló, moviendo ligeramente las hojas a su alrededor, y por un segundo sintió una brisa suave, como un eco del olor a lavanda que tanto deseaba. Pero no, seguramente era solo su imaginación. Decidió que, al menos por hoy, era suficiente. Mañana sería otro día... y, quién sabe, quizás Taehyung finalmente cumpliera su promesa de volver.

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