II
Taehyung descendió con una gracia sobrenatural, flotando a través del aire como si cada brisa lo sostuviera. Sus alas blancas, majestuosas y etéreas, se desplegaban suavemente a su espalda mientras se acercaba más y más al joven pintor, su curiosidad creciendo con cada paso que daba. El chico, inmerso en su arte, parecía completamente ajeno a la presencia del dios que se acercaba.
El dios del amor esbozó una sonrisa traviesa, sus labios rosados curvándose en una mueca juguetona. La fascinación que sentía por aquel mortal era tan fuerte que no pudo evitar querer acercarse aún más, deseando experimentar de primera mano la calidez que irradiaba de él. A medida que se aproximaba, un aroma fresco lo envolvió, un olor que lo transportaba a las profundidades de un bosque justo después de una tormenta: era una mezcla entre lluvia y tierra húmeda, con matices de árboles altos y musgo. **El olor de un alfa.**
Taehyung cerró los ojos por un breve momento, disfrutando de esa fragancia tan natural, tan reconfortante. Ese aroma combinaba a la perfección con la imagen que proyectaba el joven: fuerte, seguro, pero a la vez profundamente conectado con algo salvaje y libre. Su propio aroma a lavanda flotaba a su alrededor, calmante y dulce, la fragancia natural de un omega como él, que siempre había sido una esencia suave y reconfortante en el Olimpo.
El joven, Jungkook, estaba completamente concentrado, ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor, su pincel moviéndose con una precisión casi divina.
Taehyung, con el corazón latiendo más rápido de lo que estaba acostumbrado, se inclinó hacia adelante, sus alas envolviéndolo ligeramente como un manto blanco que lo camuflaba entre las nubes y los rayos de sol. Con una suavidad que solo un dios podría lograr, se acercó por detrás del chico, su rostro tan cerca del cuello de éste que pudo oler más intensamente el aroma a lluvia y bosque que emanaba de su piel.
-Eres el ser más hermoso que he visto en toda la historia de la humanidad -susurró Taehyung en su oído, su voz profunda y suave como la seda.
Jungkook se sobresaltó ante el sonido inesperado de aquella voz celestial. El pincel en su mano se detuvo de inmediato, y el estremecimiento que recorrió su cuerpo fue visible en sus hombros. Lentamente, como si aún no pudiera procesar lo que acababa de oír, volteó la cabeza. Sus grandes ojos negros se encontraron con los brillantes ojos azules de Taehyung, que lo miraban con una mezcla de admiración y deseo.
Jungkook quedó atónito. Frente a él, casi como si hubiera salido de un sueño o de algún cuento mitológico, estaba el hombre más hermoso que había visto en su vida. Su piel parecía estar bañada por la luz del sol, brillante y perfecta. Sus labios llenos, de un rosa suave, mantenían una sonrisa cautivadora que casi lo hipnotizaba. Y sus ojos... esos ojos azules lo observaban como si pudieran leer su alma, profundos y chispeantes como el océano en una tormenta.
Pero lo que más desconcertaba a Jungkook no era solo la impresionante belleza de este hombre, sino las enormes alas blancas que se extendían detrás de él. Eran tan grandes y majestuosas que apenas cabían en su campo de visión. Cada pluma era perfecta, brillante, casi irreal, y se movían suavemente con el viento como si estuvieran vivas.
-¿Q-qué...? -balbuceó Jungkook, su voz vacilante mientras trataba de procesar lo que estaba viendo-. ¿Quién eres tú?
Taehyung, sin apartar su mirada seductora de Jungkook, dio un pequeño paso hacia adelante, acercándose aún más. La distancia entre ellos era apenas un suspiro, y la tensión en el aire era palpable. Sonrió suavemente, su mirada nunca vacilando.
-¿Yo? -dijo Taehyung en un tono juguetón, inclinando la cabeza ligeramente, como si la pregunta le divirtiera-. Soy Taehyung, el dios del amor.
Jungkook parpadeó, completamente desconcertado. ¿El dios del amor? Su mente intentaba asimilar lo que acababa de escuchar, pero nada tenía sentido. ¿Estaba soñando? ¿Cómo podía haber un dios de pie frente a él, mirándolo como si fuera una obra de arte y a la vez un bicadillo? Y, lo más importante, ¿por qué sentía su corazón latir tan rápido, como si estuviera respondiendo a esa presencia magnética? Su aroma a bosque y lluvia se intensificaba, mezclándose con el calmante olor a lavanda que desprendía Taehyung.
-¿El dios del amor? -repitió, intentando aclarar sus pensamientos. Sus ojos se deslizaron nuevamente hacia las alas blancas que Taehyung llevaba, y no pudo evitar preguntarse si todo aquello era real o una fantasía nacida de su propia imaginación.
Taehyung asintió lentamente, con esa sonrisa que lo hacía parecer aún más atractivo, casi peligroso.
-Sí. Y si me lo permites, debo decirte que nunca antes he visto algo tan fascinante como tú, alfa -respondió, su voz tan profunda.
El corazón de Jungkook dio un vuelco. Por alguna razón que no podía explicar, las palabras de Taehyung lo afectaban de una manera que jamás había experimentado. Era como si cada palabra estuviera llena de una emoción tan pura y auténtica que se colaba directamente en su corazón.
Sin embargo, la confusión aún nublaba su mente. Jungkook se obligó a apartar la mirada, aunque solo fuera por un momento, mientras intentaba recuperar el control de sus pensamientos.
-¿Por qué... estás aquí? -preguntó con un susurro, sintiéndose extrañamente vulnerable bajo la mirada del dios.
Taehyung se acercó un poco más, sus alas moviéndose delicadamente con el viento mientras lo observaba como si fuera la única persona en todo el universo.
-Porque el destino me ha traído hasta ti -respondió Taehyung, sus ojos azules brillando con una intensidad que parecía abarcar el cielo mismo-. Y, por alguna razón, no puedo apartar mi mirada de ti, Jungkook.
Jungkook sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar su nombre en los labios del dios. ¿Cómo lo sabía? ¿Por qué cada palabra que salía de su boca lo hacía sentir como si algo más grande que él mismo estuviera ocurriendo?
-No tienes de qué preocuparte -dijo Taehyung en un tono reconfortante, dando un paso más, hasta que casi no quedaba espacio entre ellos-. No quiero hacerte daño. Solo quiero... que tu seas mío y yo ser tuyo
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