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Extra 2: Especial de Navidad



El veinticuatro de diciembre era casi como el catorce de febrero. Aunque esta vez JungKook ya no renegaba de su labor como Cupido. Ahora disfrutaba mucho de flechar a los humanos y se felicitaba a sí mismo por hacer un buen trabajo.

Y en tanto él se encargaba de sus deberes como Dios, su lindo esposo JiMin cuidaba de sus pequeños diablillos en casa. Y vaya que eran diablillos. Desde que dieron sus primeros pasos y, consecuentemente aprendieron a correr, la casa era un caos. JiMin siempre tenía que estar muy pendiente de ellos, más ahora que cumplieron tres años y sus poderes comenzaban a relucir.

JiEun era muy inteligente y bastante sensitiva. Podía percibir las emociones de cualquiera y a veces eso la alteraba un poco. Y JungWon parecía ser muy tierno, pero realmente era el causante de que muchas cosas se destruyeran. En tanto le enseñaban a manejar esa parte suya, Zeus tuvo que hacer encantos de protección para que el Olimpo estuviese seguro.

Pero lo que definitivamente no contemplaban es que los pequeños podían hacer lo que fuese con tan sólo un descuido de sus padres.

— ¡JungKookie!

Se escuchó la voz de JiMin quien atravesaba las nubes. En ese momento JungKook pudo sentir sus emociones; estaba preocupado, desesperado, asustado. Enseguida dejó lo que estaba haciendo y corrió hacia el encuentro de su esposo. Había sucedido de nuevo.

—Mi ángel, tranquilo. Ya mismo me pongo a buscarlos— le dijo el pelinegro para calmarlo.

—Pero no están aquí— sus ojos estaban cristalizados— Y-yo... y-yo no los siento... t-te juro que s-sólo me giré p-para tomar agua...

—Está bien, está bien— secó las lágrimas del rostro de su esposo— No es tu culpa, ¿de acuerdo? Te juro que los voy a encontrar.

—Esta es la tercera vez que bajan a la tierra y no sé cómo lo logran— apareció Zeus de la mano de su esposo.

—Tranquilo, JiMinie— Jin se acercó para abrazarlo— JungKook va a encargarse.

—Mis bebés, n-no quiero que les pase n-nada— dijo con hipidos.

Había algo extraño con los pequeños de JungKook y JiMin; tenían también ese poder inusual de salir del Olimpo sin necesitar la autorización de Zeus. Era algo sumamente extraño. Algo que nunca se había visto en todos estos años. Los hijos de Cupido y de su Adelphe Psyche, sin duda, eran extraordinarios. No sólo estaban desarrollando sus poderes a temprana edad, sino que también desafiaban a las reglas del Olimpo, aunque de manera inconsciente, claro está.

JungKook subió a su nube tratando de localizar la ubicación de sus pequeños. Tuvo que recurrir a una gran cantidad de energía para poder sentir sus almas. Desde que ellos nacieron sus emociones quedaron ligadas entre los cuatro, algo que podía facilitarles las tareas, sin embargo, estando ellos en la tierra lo hacía un poco más complicado y cada segundo que pasaba era decisivo, porque resultaría peligroso para los Dioses que los niños cayeran en las manos equivocadas.

Eso le ponía los nervios de punta a JiMin y sentía una fuerte opresión en su pecho que no lo dejaba respirar correctamente. Sus bebés y su esposo eran todo su mundo. No conciliaba una vida inmortal si ellos no estuviesen presentes y sin duda causará un completo disturbio si alguien se atreve a herir a sus pequeños.

Cada segundo que pasaba era una completa tortura. Las lágrimas comenzaron a abandonar los ojos de JiMin, algo que JungKook sentía en su pecho. Era ese maldito sentimiento funesto lo que más detestaba que él padeciera, porque su promesa siempre fue hacerlo feliz sin importar las consecuencias de nada. Él también estaba preocupado por sus hijos porque los amaba con locura. Tanto JiMin como ellos llenaban todo los espacios que pudo haber tenido antes en su vida inmortal. Para él, eran ellos el verdadero significado de la palabra amor. Ellos eran los únicos que podían hacerlo feliz.

El llanto había abandonado los labios de JiMin mientras que Jin trataba de contenerlo. Éste le dedicó una mirada suplicante a NamJoon para que hiciera algo y enseguida acudió, como siempre a todos sus llamados.

La fuerza estaba desapareciendo del cuerpo del rubio y se sentía cada vez más perdido. Sus bebés... ellos debían volver ya.

— ¡Los encontré! —gritó JungKook de repente.

Y con eso fue suficiente para que JiMin volviese a la vida.

—Están en el parque donde nos conocimos, mi ángel— se acercó para abrazarlo— Pero debemos ir ahora.

Siempre que alguno de los Dioses tenía un problema, todos los demás acudían a su llamado de ayuda. Fue por esa razón de hermandad que existía entre ellos que bajaron a la tierra para empezar la búsqueda de los pequeños traviesos del Olimpo.

Tuvieron que tomar distintos caminos para hallarlos lo más pronto posible. JiMin y JungKook eran los únicos que podían percibir sus emociones, pero se estaba volviendo complicado gracias a que los pequeños se movían rápidamente. Lo más probable es que estaban haciendo uso de sus poderes quizá para confundirlos, porque evidentemente ya habían sentido su presencia en este lugar.

Sus lindos bebés disfrutaban mucho de jugar al escondite, que es lo que precisamente están haciendo ahora. Bendito el momento en que JiMin les enseñó ese juego. Jamás se imaginó que ellos lo convertirían en algo extremo.

JiMin caminaba por un sendero que lo conducía hacia un lugar conocido... un lugar que marcó un antes y un después en su vida humana. Divisó una banca de madera donde yacía un poco de nieve. Era invierno en Seúl y todo estaba muy blanco y transmitía mucha paz, sin embargo, la gran preocupación que sentía no lo dejaba disfrutar de la vista del que antes fue su hogar.

Una punzada de calidez le atravesó el pecho y entonces supo que uno de sus hijos estaba cerca, sin embargo, lo único que divisaba era a un hombre que estaba de espaldas y en cuclillas. Una fuerte risa melodiosa y tierna invadió sus oídos como campanadas, lo único que deseaba escuchar en ese momento y una risa que reconocería en cualquier lugar; la risa de su pequeño hijo varón.

— ¡Por todos los Dioses! ¡JungWon! ¡Cariño!

Corrió hacia su hijo temiendo que aquel extraño se lo llevase o tuviera las intenciones de hacerlo. Enseguida, el menor correspondió a los brazos de su padre enredándose completamente a su cuello y soltando una risa juguetona.

— ¡Papi! ¡Papi!

—Oh, cariño— dijo el rubio abrazándolo con fuerza— No vuelvas a hacerme eso, por favor.

— ¿JiMin? ¿Eres tú?

Aunque los años pasaron y cualquier rastro de resquemor que hubiese sentido por aquel hombre que en su momento traicionó dos años de relación, era imposible olvidarlo, sobre todo porque gracias a eso JungKook llegó a su vida, de lo contrario, tal vez habrían transcurrido más tiempos para que pudiesen encontrarse. Así que en parte le agradecía, no importa si fue un insensible o cruzó los límites, ahora ya no le afecta porque lo único que importa es el presente.

—Hola, SungWoon— le sonrió.

—No lo puedo creer, ¿cuántos años han pasado? ¿Ocho? ¡Wow! Pero mírate, estás igual que la última vez que te vi y... —en ese momento fue consciente de que JiMin cargaba a un pequeño en sus brazos y que éste le había dicho "papi" — ¿Es tu hijo?

El rostro de JiMin se iluminó en demasía y miró a su pequeño diablillo que era su orgullo y que lo amaba con el alma.

—Sí, lo es— sonrió encantadoramente— Su nombre es JungWon— luego devolvió su mirada a él— Pero, ¿y tú que has hecho? Han sido muchos años desde... ya sabes... —hizo un mohín.

—Sí, lo sé— bajó la mirada— Pues no he hecho mucho— se encogió de hombros— Sólo... dedicarme al trabajo. Después de que... sucedió aquello, no volví a tener otra relación.

JiMin lo analizó unos cuantos segundos; no era exactamente como lo recordaba. Aunque seguía siendo apuesto, había algo en él que cambió. Sus ojos parecían apagados y su rostro un tanto demacrado. Debajo de sus ojos eran muy notorias unas ojeras violáceas que sólo podían significar una cosa. Y sintió pena por él. En ese momento no recordaba el daño que le hizo, sólo podía pensar en que todos estos años no la ha pasado bien.

Todos esos pensamientos cambiaron abruptamente por emociones que se instauraron en su pecho... emociones que no le pertenecían... emociones que eran de...

— ¡Mi ángel!

Sintió las fuertes manos de su esposo tomándolo de la cintura de una manera ligeramente posesiva. Naturalmente, JungKook se dio cuenta de que JiMin platicaba con alguien que no era de su agrado y que tal vez jamás lo será.

—Encontramos a la pequeña JiEun— dijo TaeHyung quien la traía en sus brazos y venía caminando detrás de JungKook.

Los ojos de SungWoon se cruzaron con los oscuros de aquel hombre que quiso enfrentar hace ocho años para recuperar a JiMin. Enseguida le hizo una reverencia, no sólo como saludo, sino como sinónimo de disculpa por aquellos actos cometidos.

—JungKookie, ¿recuerdas a SungWoon? —le preguntó mirándolo con advertencia para que se calmara.

Podía sentir las emociones de su esposo y no eran muy buenas. No tenía deseos de repetir aquel suceso que casi termina en una tragedia, mucho menos ahora que conocía perfectamente el poder que poseía el gran Eros.

—Cómo olvidarlo— JungKook respondió sarcásticamente.

—Sé que anteriormente nos presentamos en una situación... complicada— le dijo SungWoon— Y siento mucho lo de aquella vez.

JungKook era diferente a JiMin en ese aspecto. Él no olvidaba, mucho menos porque lo vio ebrio en un bar donde estaba completamente expuesto y vulnerable. No olvida el dolor que sintió en su corazón y tal vez nunca pueda olvidarlo.

—No te preocupes, SungWoon— el rubio intervino en vista de que escuchó los pensamientos de su esposo— Eso fue hace muchos años. Ahora todo es diferente.

—Sí, tienes razón— sonrió medianamente— Ahora tienes dos hijos... ella también es tu hija ¿no?

—Oh, sí— sonrió y la miró con orgullo— Es mi pequeña JiEun.

La pelinegra no prestó atención porque estaba muy ocupada jugando con las manos de su tío TaeHyung, algo que la hacía lucir sumamente adorable.

SungWoon miró durante unos segundos a los mellizos y se sorprendió por sus rasgos físicos, ambos eran bastante parecidos a sus padres, lo cual le resultó extraño y fascinante.

—Son hermosos, JiMin— halagó con sinceridad— Y es increíble que son muy parecidos a ustedes.

—Nos encargamos de escogerlos minuciosamente— habló JungKook afianzando el agarre a la cintura de su esposo— ¿No es así, mi ángel?

El rubio sólo lo miró con una sonrisa coqueta en los labios atrapándose en ese pequeño instante, mientras que a su alrededor los observan TaeHyung y SungWoon. Nadie más podía ver las chispas que los adornaban a su alrededor, más que ellos mismos y sus bebés quienes reían a causa de eso. Pero se obligaron a volver a la realidad.

—Me alegro que seas muy feliz, JiMin. Te lo mereces— SungWoon le habló con sinceridad.

—Gracias— le sonrió.

—Y siento mucho lo que te hice— lo miró con arrepentimiento.

—Está bien— le sonrió conmovido— Todo se quedó en el pasado y espero que tú puedas ser feliz también.

—Yo también espero lo mismo— suspiró desganado.

SungWoon le mostró una sonrisa melancólica antes de marcharse para continuar con su camino, mientras que JiMin lo observó sintiendo un poco de lastima por él. No entendía cómo es que a estas alturas aún estaba sufriendo, es decir, han pasado ocho años desde aquel desafortunado acontecimiento. Pensó que lo más probable es que había establecido una relación con aquel chico. Pero ya vio que se equivocó y continuaba preguntándose por qué, hasta que...

—JungKookie— miró a su esposo— Recuerdo que mencionaste haberle dado un castigo a SungWoon.

—Sí— se encogió de hombros y tomó en sus brazos a su pequeña hija.

— ¿Y cuánto dura ese castigo? —lo siguió sin quitarle la mirada de encima.

—Pues...— desvió la vista— unos tres años... tal vez diez o quince.

— ¿Cómo? —detuvo su andar y lo miró sorprendido— ¿No crees que es demasiado?

Pero JungKook se quedó en silencio e hizo como que no lo escuchó, fingiendo estar jugando con JiEun.

—JungKookie— volvió a llamarlo, esta vez usando un tono de advertencia.

—Bien— soltó un suspiro pesado.

La pequeña JiEun pidió ir nuevamente a los brazos de TaeHyung quien estaba muy expectante de lo que estaba a punto de suceder. Si bien no era una pelea, JiMin ejercería todo ese poder emocional que tenía sobre su esposo para disuadirlo.

— ¿Puedes retirar el castigo? —le dedicó ojos adorables.

—Si puedo... pero no voy a hacerlo— se cruzó de brazos intentando resistirse a los encantos del rubio.

Después de haber dado ese castigo, JungKook descubrió más cosas con el pasar del tiempo. En algún momento libre, él y Zeus, buscaron entre los libros más antiguos sobre los castigos de Cupido. Supo que nadie más que él mismo podía retirarlos, aunque todo debe ser bajo un criterio neutral, es decir, JungKook debía ser racional para decidir cuando era suficiente de un castigo. El caso de SungWoon era el primero que otorgaba, sin embargo, decidió no darle seguimiento y en algún punto lo olvidó. Hasta hoy.

— ¿Y por qué no? —esta vez JiMin usó un tono de autoridad y lo miró fijamente con una expresión completamente de advertencia.

— ¿Y por qué tendría que hacerlo? —lo retó— Te engañó... durante un año. Te hizo llorar, sufrir... todo. Si yo no te hubiera encontrado en ese bar, ¿qué habría pasado contigo? —tomó una postura segura— Discúlpame, ángel, pero para mí no tiene perdón. Yo estuve ahí cuando te apuñaló con esas palabras crueles. Así que se merece todo lo malo que le pase.

—Si está solo es por consecuencia tuya, JungKook— ahora si le habló molesto.

—Te equivocas— lo miró desinteresadamente, fingiendo que no le había dolido el hecho de que lo llamó por su nombre y no por su apodo cariñoso— Yo sólo otorgo el castigo, lo demás es su problema— golpeó su mejilla con la lengua.

JiMin suspiró dejando cualquier rastro de tensión en ese soplo. No iba a pelear con su esposo por algo que parecía absurdo e innecesario. Sin embargo, no podía dejar de pensar en que SungWoon la ha pasado mal y que han sido varios años sumergido en oscuridad por un castigo que Cupido debió disolver hace mucho. Se sentía un poco culpable, y pensaba en que hace mucho lo perdonó y que ahora le gustaría verlo feliz.

Tal vez era tiempo de liberarlo de esa carga.

JiMin intentó relajarse y pensó bien sus palabras mientras miraba a sus hijos... la luz de sus ojos. Ellos lo eran todo y si estaban aquí era por algo, así que debía convencer a JungKook de eso.

—Velo de esta forma, JungKookie— le habló con un tono más relajado— SungWoon me lastimó, eso no te lo voy a negar, pero creo que todo estaba destinado a pasar de esta forma; si él no me hubiera engañado y yo no lo hubiera descubierto justamente el día de San Valentín, tú y yo no estaríamos aquí, en este momento, con nuestros hijos— cambió su expresión y le entregó a TaeHyung al pequeño JungWon— Quiero ser feliz contigo durante toda la eternidad, pero no a costa de la infelicidad y desdicha de alguien más.

JungKook amaba tanto a ese rubio y estaba seguro de que, aunque no fuese su Adelphe Psyche, seguramente se habría enamorado de él también. Porque es perfecto. Es único. El único que puede manejarlo aunque tenga un carácter complicado y sea difícil de controlar.

—JungKookie— se acercó a él y lo tomó de las mejillas— Si yo lo perdoné, sé que tú también puedes hacerlo— le hizo un pequeño puchero para disuadirlo.

—De acuerdo.

Lo logró.

Y como premio, JiMin lo besó en los labios y luego todo el rostro dejándolo completamente vulnerable y atontado. No parecía que fuese el mismo Eros.

— ¡Hey!... Les recuerdo que tienen dos hijos— TaeHyung se quejó.

Los bebés estiraron los brazos hacías sus padres quienes enseguida los cargaron con mucho amor, como todas las veces que se han escapado y los han encontrado.

Sólo quedaba una cosa por hacer y lo harían en familia, con TaeHyung por si lo necesitaban; buscaron en las calles de Seúl por donde JiMin suponía que SungWoon había pasado, pero en una ciudad tan grande y en plena víspera de navidad, se volvería complicado encontrarlo. JungKook tuvo que recurrir a sus poderes para poder localizarlo más rápido, pero no entendía por qué era tan tardado. Había muchas personas alrededor que compartían ese mismo sentimiento de pesar con SungWoon y, después de caminar durante varios minutos, entendió que no todos tienen la dicha de ser flechazos por Cupido en nochebuena. Ahora entendía mejor las palabras de JiMin y se quitó esa renuencia para hacer una buena acción.

El rubio siguió el camino que iba hacia el departamento de SungWoon suponiendo que aún vivía ahí. Y no se equivocó, porque justo en una esquina antes de su edificio, lo vio parado esperando a que el semáforo cambiara. No tenían mucho tiempo antes de que cruzara la calle y entrara al lugar. Así que actuaron rápido.

JiMin sostuvo a sus hijos mientras JungKook se encargaba de todo. Se paró justo detrás de SungWoon sin que éste lo supiera. Intentando ser rápido, sacó la flecha rota de su interior provocándole un poco de malestar en el pecho, pero que no duró demasiado. En cuanto la tuvo en sus manos, la apretó con fuerza para desintegrarla completamente. Ahora sólo faltaba algo pequeño por hacer.

—Te libero de tu castigo, Ha SungWoon. Ahora eres libre de recibir amor y obtener tu felicidad— le susurró.

Después de eso, el semáforo cambió de color y SungWoon siguió su camino sintiendo en cada paso que daba como una carga se desvanecía de sus hombros. Hacía mucho tiempo que no se sentía así de aliviado, así de contento, así de libre. Esbozó una sonrisa involuntaria y se distrajo en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta de que alguien venía en su dirección, igual de distraído. Ambos fueron conscientes cuando chocaron y luego se miraron a los ojos. Un sonrojo se apoderó de sus mejillas y sonrieron con timidez al tiempo que sus corazones latían en conjunto.

—JungKookie, mira eso— le habló el rubio cuando se acercó a él.

Los dos podían verlo; sus sentimientos eran genuinos y eran correspondidos. Sus corazones estaban rojos y vueltos locos por la cercanía que tenían en ese momento. Los coches pitaron en cuanto los vieron ahí parados sin hacer nada y luego ellos corrieron a la acerca donde parecía que ahora platicaban.

JungKook no tuvo que pensarlo demasiado para sacar su arco y flechar a ese para que parecían haberse enamorado a primera vista. En cuanto ambos fueron bendecidos por Cupido, todo a su alrededor cambió y los sentimientos afloraron con fuerza, como si hubiesen estado esperando por mucho tiempo este momento tan glorioso. Después de eso se fueron y JiMin los observó caminar en otra dirección sintiendo felicidad genuina por el hombre que alguna vez fue su prometido.

—Feliz navidad, SungWoon.

Sonrió contento y después tomó la mano de su esposo para continuar con su camino.

A los pequeños traviesos del Olimpo les resultaba sorprendente ver tantas luces de colores, pinos adornados con cosas esféricas y nieve por todos lados. Ellos sólo estaban completamente familiarizados con las tonalidades doradas, brillantes y neutras de su paraíso cerúleo adornado por impecables nubes blancas. Y como aún gozaban de esa parte mortal, sus instintos despertaron ante el colorido paisaje navideño del que no tenían ni un poco de consciencia.

JiMin supo lo que deseaban, porque estaban ligado a sus emociones y podía entender ese sentimiento a la perfección, mismo que experimentó cuando fue un niño y recibió la primera visita de Santa Claus en su hogar. Jamás lo olvidará.

Y quería eso mismo para sus hijos. Quería verlos jugar con sus regalos y quería verlos sonreír durante la navidad hasta que el año nuevo llegara. Y lo hará. No le importa si es un Dios o si en el Olimpo no se festeja nada de eso. Después de todo, antes fue humano y hará las cosas a su manera.

—JungKookie— tomó la mano de su esposo y Dios de su corazón— Llevemos navidad al Olimpo.

—Lo que tú desees, mi ángel— le sonrió enamorado.

Y fue así como consiguieron todo lo que necesitaban para tener una linda navidad colorida en lo más alto del cielo, siendo esa su primera compra navideña estando en familia.

Los pequeños no entendían mucho, pero se emocionaban cada vez que veían luces de colores o juguetes en los mostradores.

Llevaron de todo; escarcha, esferas, un gran árbol verde, luces de colores y otros adornos representativos de la época. JungKook llevó consigo un libro de recetas navideñas para hacer la mejor cena de todas sus vidas. Quería que fuese una noche inolvidable para su pequeña familia.

En cuanto tuvieron todo lo necesario, subieron de nueva cuenta al Olimpo ignorando por completo las quejas de Zeus e invitando a todos a su gran cena navideña.

Era increíble como la víspera de navidad surtía efecto en todos los renuentes, porque incluso ese Dios gruñón disipó su tensión y la cambió por una sonrisa satisfecha. Consideraba a todos los Dioses como su familia, pero jamás pensó que podían hacer algo como esto; ser una verdadera familia.

Todos estaban ahí, y lo mejor de todo es que la mayoría había encontrado a su Adelphe Psyche, así que podían sentir la emoción navideña en todo su esplendor, con todos esos adornos coloridos y las risas de los pequeños que disfrutaban de colocar el árbol junto a su padre que alguna vez fue un simple mortal, pero quien les enseñaría el verdadero significado de la navidad.

Cuando la cena estuvo lista, todos la degustaron y halagaron al chef. JungKook poseía más talento que el sólo ser Cupido le había otorgado, más aún cuando se casó con JiMin y tuvo que aprender de una vida hogareña para que éste no sintiera la nostalgia de su vida humana. Cuando sus pequeños llegaron, se volvió en alguien completamente serio en la cocina sólo para satisfacer a los que más amaba en su vida inmortal. Ver a todos reunidos en su mesa en el gran complejo que construyó para su Adelphe Psyche, le provocaba un sentimiento de calidez que, por fortuna, sería para toda la eternidad.

—Gracias, Zeus, por no arruinar esta fecha tan importante— se levantó JiMin de su lugar sosteniendo con elegancia una copa de champagne y mirando con sorna al mencionado— De ahora en adelante festejaremos navidad en el Olimpo, así que no te atrevas a hacer ningún comentario que yo no te haya pedido... pero sé que Jin te mantiene controlado y de verdad se lo agradezco— alzó su copa y les dedicó una mirada rápida a todos— Salud por nuestra primera navidad juntos... feliz navidad a todos.

Y todos brindaron con él y sonrieron por las palabras dichas. No iban a mentir que esperaban hacer otro festejo como este para cuando otra vuelta al sol se haya consumado y quizá el gran clan de Dioses del Olimpo empezaría a crecer.

Todo salió perfecto para ser su primera navidad completamente improvisada. Comieron, bebieron, cantaron y bailaron, la mayor parte del tiempo fueron risas y bromas hacia el Dios que solía ser renuente y que ahora estaba completamente ligado a su Adelphe Psyche. Zeus ya se estaba acostumbrando a las bromas de su familia.

Cuando los pequeños comenzaron a bostezar, todos dieron por terminada la cena de navidad y volvieron cada a uno a sus respectivos recintos. Mientras que JiMin y JungKook llevaban a sus hijos a su cama para dormirlos.

La única forma en que los tendrían quietos durante su ausencia era que JungKook los durmiera con sus poderes. En cuanto lo lograron, bajaron a la tierra para ir en busca de juguetes que pudiesen darles.

Antes de la cena, JiMin les contó que en algún lugar del mundo existía un hombre que se llamaba Santa Claus y que llevaba juguetes a los chicos buenos. Fue una buena forma de intentar disuadirlos para que dejaran de desaparecer. Aunque aún eran muy pequeños para entenderlo.

No les tomó mucho encontrar buenos juguetes, aunque no fue fácil decidir y al final llevaron más de cinco. Sus pequeños lo ameritaban. Cumplieron con la vieja tradición de envolver los regalos y colocarlos debajo del árbol. Para cuando el primer rayo del sol atravesó la habitación compartida de JiEun y JungWon, despertaron y usaron sus poderes para llegar al cuarto de sus padres. Por esa razón es que ya no hacían el amor en las noches, porque no querían que sus hijos tuvieran un recuerdo perturbador. Algunas cosas cambiaron, pero al final se las arreglaban para brindarse esa rebosante cantidad de amor y sexo que necesitaban día con día.

Cuando bajaron a donde estaba el árbol, los pequeños corrieron hacia esas brillantes cajas para rasgarlas sin ningún ápice de compasión. JiMin los observó con una sonrisa al igual que JungKook, y disfrutaron de esa bella imagen de los rostros emocionados de los mellizos cada vez que descubrían lo que las cajas contenían.

Ellos eran lo mejor de sus vidas.

—Feliz navidad, mi ángel— JungKook tomó a su esposo de la cadera y besó su frente.

—Feliz navidad, JungKookie— sonrió y luego atrapó sus labios.





Holii

Primero que nada feliz navidad y prospero año nuevo.

Segundo, lamento decirles que este es el último extra de esta historia. 

Realmente espero que siempre la guarden en sus corazones tanto como yo lo hago.

Gracias por el apoyo a quienes la siguieron a timepo y a quienes la leerán en el futuro. 

Las tkm!!!

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