001
—¿De verdad tengo que ir? —preguntó Cupido e hizo un puchero.
—Pero que insolencia, JungKook—bufó Afrodita—Sabes que este es el día más importante para nosotros—sonrió con gracia y felicidad—¡Se festeja el amor!
—Eso no existe—refutó—La verdad es que no lo entiendo. Si las personas se enamoran es gracias a mí.
Cada catorce de febrero, Cupido hacía un drama por nada. Era curioso que él, siendo el mismo Eros, Dios del amor, renegaba de éste mismo. Según su lógica no existía, porque él se encargaba de dar amor a los humanos con sólo clavar sus flechas. Es decir, si las personas se enamoraban era gracias a él. Aunque su misión no sólo era por este día, todas las mañanas tenía que pararse en lo más alto del olimpo para observar los movimientos humanos y flechaba a quien así lo requería. Pero obviamente en San Valentín era el triple de trabajo, por esa razón bajaba a la tierra para poder abarcar a todos los enamorados posibles. Sin embargo, ni con ver todas esas escenas románticas se convencía de que el amor existía y que podía sentirse.
Se suponía que cada Dios tiene una Adelphe Psyche que es un alma gemela. Ésta sólo puede ser mortal, es decir, un humano sin importar el género. Entre Dioses no puede haber ningún tipo de relación, salvo que ocurra un caso excepcional, pero es casi imposible. Todo este asunto, JungKook, mejor conocido como Cupido o Eros, no era algo que le interesara, ya que ninguno de los Dioses había encontrado a su Adelphe Psyche. Ninguno de ellos podía asegurar que se habría enamorado de verdad. Y aunque él quisiera flecharlos no podía porque sus flechas no servían en ellos. Por esa y otras razones, JungKook odiaba el catorce de febrero.
—Tienes mentalidad de anciano—lo miró con desagrado—Pareces hijo de Zeus y no mío—se burló.
Afrodita era la madre de JungKook. Siempre tenía esa actitud tan jovial y alegre que contagiaba a los demás Dioses. Ella era la Diosa del amor, la belleza y la sensualidad. Sin embargo, aun cuando poseía el don de cautivar a cualquiera, sin importar que fuese Dios o mortal, tampoco había encontrado a su Adelphe Psyche. Concibió a JungKook bajo un arrebato e impulso y no se arrepentía, supo que fue un momento muy intenso que vivió cuando bajó al mundo de los mortales; creyó que había encontrado a su alma gemela al haberse enamorado con locura de un humano, pero la realidad es que se aferró tanto a la idea de encontrar a su otra mitad humana que no pensó con claridad. Cuando ella le contó a ese hombre sobre su embarazo y sobre quién era realmente éste la rechazó y causa de ello su alma se vio afectada, al igual que sus emociones. Casi pierde la vida por la tristeza tan grande que sentía en su interior, pero saber que cargaba a JungKook en su vientre le dio la fuerza para sobrevivir. Después de ese fatídico día tuvo que volver al olimpo y Zeus se encargó de borrarle la memoria a ese hombre, como si nada hubiese pasado. Naturalmente, JungKook fue acreditado como Dios y tiempo después lo designaron como Cupido. Y con todo ese caos, Afrodita no perdía la esperanza de conocer a su Adelphe Psyche, así como también deseaba que su único hijo encontrara a la suya lo antes posible, antes de que su corazón se llenara de emociones negativas, pero también tenía miedo de que eso sucediera.
—Bueno— suspiró— definitivamente y, aunque todo este asunto me moleste, prefiero ser tu hijo.
Afrodita lo abrazó con fuerza y depósito un beso en su frente. Tal acto causó unos cuantos destellos a su alrededor debido al amor y la felicidad que sentían al tenerse. Tal vez ese era el único amor en el que JungKook creía; el de su madre. Se sentía con el deber de complacerla en todos sus caprichos y de cuidar de ella hasta el fin de los tiempos.
—Seré buena contigo— sonrió coqueta— Así que te acompañaré en tu misión de este año.
—¿De verdad? —inquirió el pelinegro con ojos de cachorro.
—Claro— afirmó— Te demostraré que el amor sí existe— lo retó.
JungKook sólo dejó salir una risa fingida y se encaminó a tomar su aljaba llena de flechas que desprendían muchos destellos plateados para después salir tomado de la mano de su madre rumbo a la tierra de los mortales que esperaban ser flechados por Cupido.
Las calles de Seúl estaban inundadas de corazones y muchas rosas rojas. Las parejas caminaban tomadas de la mano provocando destellos plateados a su paso, sinónimo de que Cupido los había flechado. Para éste todo era muy estresante, pero la compañía de Afrodita le hacía sentirse un poco más calmado. La había observado andar por todos lados flechando a las personas que se cruzaban en su camino y parecía muy feliz con ese trabajo. Como si no llevara esa pena por dentro. Tal vez podía entenderlo muy bien porque era la Diosa del amor. JungKook se preguntaba, ¿por qué no lo sentía como ella? ¿Algo estaba mal en él? Se supone que él es un Dios, el del amor. Todos los días hace que muchas personas se enamoren y él jamás ha sentido algo similar. Ni siquiera cree que de verdad exista una Adelphe Psyche y menos para él. Por eso jamás ha querido escuchar nada que tenga que ver con eso, aun cuando su mamá insista.
La última ciudad que debía visitar era Seúl. Eran casi las cuatro de la tarde y parecía que su trabajo había terminado. Últimamente no veía muchas parejas en las calles, lo cual agradecía, pero no dejaba de ser extraño. Ahora estaba sentado sobre la rama de un árbol observando a una pareja que se sonreían mutuamente. Ambos estaban intercambiando anillos de promesa y decían palabras como si fuesen votos nupciales. No pudo evitar sentir asco de cómo se miraban y de lo asquerosamente cursi que se escuchaban hablando de esa manera. Al final, motivado por su deseo de no continuar presenciando tal escena, tomó una de las flechas y apuntó al más bajo, pero de pronto una voz hizo que la pareja volteara enseguida hacia un chico de cabellera rubia y quebrada. Éste lloraba con expresión furiosa y a la vez destrozada. JungKook dejó de apuntar y se concentró en observar.
—¡Ha SungWoon! —gritó el rubio— Explícame...—su voz se cortó.
Los sentidos de cupido se pusieron en alerta, algo que nunca le había sucedido. Una voz en su interior le decía que rompiera la flecha que había elegido para esa pareja, pero él sabía que eso podía causar una catástrofe. Se limitó a observar, mediante un impulso, al chico desconocido de cabello rubio. Se veía completamente abatido, pero no dejaba de ser hermoso; tenía facciones muy finas, unos labios pomposos rosados y unos ojos pequeños que brillaban por lo cristalino de sus lágrimas. Su nariz era pequeña y sus mejillas rellenitas. A JungKook le parecía que era muy hermoso. Nunca había visto un ser igual a éste. Ha vivido durante 1000 años conservando una fisionomía de 23 años (la edad a la que se le nombró como Eros y Cupido) y nunca vio a un chico así. Ni tampoco su corazón se había acelerado de tal manera. Era un sentimiento nuevo, uno muy agradable, algo que le causó mucha confusión.
—¿Qué haces aquí, JiMin? —inquirió SungWoon con molestia.
"JiMin"
—Eso es lo que quiero saber— el rubio limpió sus lágrimas con brusquedad— Dijiste que estarías muy ocupado en el trabajo, pero ya entiendo a qué te referías— bajó la mirada y apretó los puños— Sé que llevas tiempo engañándome, sólo... quiero saber ¿desde hace cuánto?
¿Engañando?
JungKook se sintió confundido con esa palabra y ladeó la cabeza. Jamás había escuchado algo igual, exactamente, ¿a qué se refería? Dedujo que posiblemente ese chico SungWoon sostenía una relación con ambos muchachos, pero ¿eso estaba permitido? Claro que no. Él conocía varias de las reglas y faltas en el amor. Se suponía que los humanos también tenían a un Adelphe Psyche, no dos. Supo entonces que algo estaba muy mal y miró la flecha en su mano... ¡Dios! ¿Estuvo a punto de flechar a las personas incorrectas dejando a un corazón roto en la deriva? Eso le dio vueltas en la cabeza y se volvió a preguntar, ¿cuántas veces ha hecho eso? ¿A cuántas personas ha lastimado a causa de ello?
—Desde hace un año— respondió sínicamente.
JiMin sintió como su corazón se hacía pedazos. No lo podía creer. Ese maldito hijo de puta le ha sido infiel durante un año, la mitad de su relación. Ellos habían formalizado hacía dos años e incluso tenían planes de boda, estaban comprometidos y ahora se daba cuenta de que todo fue falso. Un completo engaño. Era una maldita pesadilla tener que enterarse de esa infidelidad en un día de San Valentín. ¿Acaso cupido lo odia?
JiMin tenía la sospecha de que SungWoon lo estaba engañando y cuando éste se negó a pasar el catorce de febrero juntos tuvo un mal presentimiento. Así que salió a buscarlo y lo siguió hasta este parque confirmando así sus sospechas. Y le dolía mucho que no tenía ninguna intención de justificarse ni de pedir perdón. Tal parecía que dejó de quererlo. Si es que alguna vez lo quiso.
—No lo puedo creer— el rubio tapó su boca para detener el sollozo que amenazaba con escaparse.
—Pues créelo —lo encaró —Hace mucho que dejé de amarte, JiMin. Es sólo que... no sabía cómo decírtelo.
—¿Qué no sabías? —lo miró incrédulo y con mucho dolor— ¡¿Y entonces es preferible engañarme durante un maldito año?! ¡Vaya solución!
—¿Ves? —inquirió molesto— Es por eso que dejé de amarte. Te pasas de intenso y dramático— justificó— Me tenías cansado.
—Pudiste habérmelo dicho— lloró.
—Pero no lo hice—contradijo— Ya no hay más. Lo hecho... hecho está.
—Eres un hijo de puta...—negó con la cabeza y dejó salir una risa llena de dolor.
La escena tenía a JungKook con una expresión llena de furia y con los puños apretados. ¿Cómo se atrevía a hacerle eso a ese chico hermoso? Esos ojitos no merecían llorar ni su corazón debía sufrir. Podía escuchar como los latidos de éste se volvían débiles y sin ritmo, sinónimo de que se estaba rompiendo. Podía sentir su dolor y no entendía por qué. Así que bajó de la rama y se posicionó cerca de él para observarlo mejor. Ninguno de ellos podía verlo. JungKook tenía el poder de ser invisible ante los mortales, sin embargo, JiMin percibía una luz, una pequeña que parpadeaba en diferentes direcciones. Se veían como estrellitas brillando y por alguna razón sintió un poco de calidez.
El pelinegro observó al chico frente a él y sintió un impulso raro de querer abrazarlo para consolarlo. Alzó la mirada para detallar su rostro y entonces pudo ver sus ojos percibiendo un destello dorado en ellos, algo muy extraño. Algo que nunca le había pasado cuando se acercaba a un humano. Y pensó que JiMin era hermoso, tanto, que no merecía sufrir.
—¿Qué quieres que te diga, JiMin? —SungWoon inquirió petulante— Ya no te amo, así que te agradecería que desocupes mi departamento.
El rubio bajó la mirada ante tal humillación y sintió que su corazón se despedazaba con cada latido que daba. JungKook también podía sentirlo y llevó una mano a su pecho para intentar relajarse. Miró en dirección al chico SungWoon sintiendo el impulso de hacer justicia por el rubio bonito, pero sabía que esa decisión debía tomarla junto a su madre. No es fácil romper una flecha, no sin antes medir las consecuencias. Por lo regular, eso se hace cuando una pareja falta a las reglas básicas del amor. En este caso, SungWoon hirió a JiMin y eso merece un castigo por parte de Cupido. Sin embargo, debe detallarlo más a fondo y pedir su opinión a Afrodita. Pero no había tiempo de buscarla y sus impulsos le pedían que otorgara el castigo a SungWoon. Si eso pasaba, éste estaría condenado durante varios años.
JungKook analizó rápidamente que en su caso había algo a lo que se le llamaba infidelidad. Está consciente de que leyó algo en el libro de aprendizaje que Zeus le dio, pero pensó que eso no era relevante, además nunca vio algo similar. Jamás ha tenido que castigar a un humano porque nunca ha visto corazones rotos, sin embargo, ahora puede sentir el de JiMin y puede verlo a través de él. Su color deja de ser rojo intenso y empieza a tornarse opaco, mientras que el de SungWoon y el del otro chico es más rojo que nunca y con pequeñas manchas negras. No recordaba el significado de eso, pero sabe que no es bueno.
Miró de nueva cuenta a JiMin y no pudo evitar perderse en él. La forma en que lloraba e intentaban soportarlo le partía su corazón. No sentía que tuviese que soportarlo más, además, tenía la imperiosa necesidad de aliviar su dolor y la única forma de hacerlo era rompiendo esa flecha. Bueno, eso era lo que creía.
—No sabes cuánto te estoy odiando, SungWoon— musitó el rubio— ¿Por qué? Yo lo único que quería era cuidarte y que estuvieras bien.
—¿Estando pendiente de mí todo el tiempo? —bufó —JiMin, me tenías sofocado— acusó—Deja de llorar y vete de aquí.
Uso un tono despectivo y sin una gota de compasión para después darle la espalda y concentrarse en el otro chico. Aquello causó mucho dolor en JiMin y una rabia inmensa dentro de JungKook. Éste tenía la mirada clavada en el suelo intentando luchar contra sus impulsos, pero no podía soportarlo, no cuando sentía el dolor de ese chico bonito. Oía los latidos de su corazón y lo miró de soslayo, se dio cuenta de que estaba perdiendo su color. Si no hacía algo, corría el riesgo hasta de morir y no quería eso. No. No podía perder a JiMin. ¿Por qué siente eso? No lo sabe, pero algo dentro de él le exige que haga caso a sus instintos, además de que tiene que hacer justicia por ese rubio bonito.
Su juicio comenzó a nublarse y pudo sentir esa energía recorriendo su cuerpo y resaltando en sus brazos. Sostuvo la flecha con decisión y se paró detrás del chico SungWoon. Miró por encima de él a la persona que lo acompañaba y no pudo evitar juzgarlo con la mirada. Él también era causante de que su chico bonito estuviese llorando. Miró hacia donde estaba éste que mantenía la mirada hacia abajo con los puños cerrados y le dedicó una mirada compasiva, aunque él no pudiera verlo.
—Te juro que no sufrirás más, hermoso JiMin— sonrió— Yo cuidaré de tu corazón.
¿Era una promesa de amor?
Cupido concentró toda su energía en la palma de su mano y alzó la flecha apuntando hacia el cielo para después sostenerla con ambas manos, entonces la partió por la mitad, algo que ocasionó un pequeño remolino de viento que JiMin sintió como un abrazo y un poco de consuelo. Después de eso salió corriendo de ese lugar con su llanto desbordándose por sus orbes y con su corazón herido. Creyendo que jamás podrá volver a latir de nuevo por alguien más.
Mientras tanto, JungKook regulaba su respiración y se paró entre SungWoon y el otro chico. A ambos les dedicó una mirada furiosa y llena de resquemor. Era la primera vez que sentía ese tipo de emociones. Todo era confuso, pero no el hecho de que debía dar ese castigo al faltante del amor. Lo más sagrado del mundo y del Olimpo.
—¡Estás condenado, Ha SungWoon!
Espetó y lanzó con furia un pedazo de flecha sobre el mencionado provocándole un poco de inestabilidad. Pronto vio como las chispas a su alrededor se apagaban, lo que significaba que estaba hecho y que no había vuelta atrás. Después se giró hacia el otro chico dudando un poco de su siguiente movimiento, pero lo consideró necesario.
—¡Y tú también! ¡Ambos asumirán la responsabilidad que conlleva romper un corazón! ¡Están condenados a la falta de amor!
Terminó por lanzar la otra parte de la flecha sobre el chico provocando más destellos alrededor que sólo eran visibles para él. Al final se alejó de ellos sin quitarles la mirada y se encontró con Afrodita quien lo observaba desde un árbol con ojos preocupados. Ella sabía lo que acababa de suceder, así como también sabía que era grave.
Zeus había recibido las señales de los últimos movimientos de Cupido. Los querubines le avisaron de la situación y no pudo evitar sentirse molesto porque sabía perfectamente que esas acciones tenían consecuencias irreparables. Él no podía interferir con los castigos que Cupido implementaba, pero aunque ese fuese el caso, éste debía consultar con Afrodita o Zeus cuál sería la mejor solución. Como sea, ahora los está esperando en la sala de reuniones olímpicas donde sólo se encuentra él. Aún no ha querido informar a los demás Dioses sobre la situación, sólo quiere esperar a los argumentos de Cupido.
—En mi defensa diré que ese chico faltó a las reglas del amor— se anunció JungKook parándose frente a Zeus.
—Estoy consciente de ello, pero tu deber era acercarte a tu madre— regañó con un rostro inescrutable.
—Lo sé, pero no había tiempo, NamJoon— justificó— además, ese chico SungWoon fue muy despiadado con él, supuestamente era su pareja y lo hirió con toda la intención— expresó con molestia—Y yo pude sentir como su corazón estaba triste— bajó la mirada y apretó los puños— Latía con lentitud y podía oír sus lamentos internos. Debiste verlo... estaba destrozado. Y temo por él.
—Espera un momento— NamJoon sacudió la cabeza— ¿Me estás diciendo que podías sentir su corazón? —inquirió con sorpresa.
—Sí— lo miró directamente— y dolía mucho.
Zeus y Afrodita se miraron mutuamente, como si compartieran el mismo pensamiento, pero sentían que debían hablarlo en privado porque este era un caso único. Ninguno de los Dioses había encontrado a su Adelphe Psyche, por lo tanto, no sabían con exactitud cómo funcionaba, pero tenían poca noción y parecía que JungKook, el mismo Dios del amor, había encontrado a la suya.
—Cupido —le llamó NamJoon— ¿Podrías dejarnos a mí y a tu madre a solas?
El pelinegro lo miró confundido por unos momentos y después asintió. Salió de la sala y se encaminó a su nube. Realmente, no tenía muchas ganas de escuchar los sermones de Zeus y de su madre, además, se sentía bastante inquieto desde que volvieron al olimpo. Ni siquiera pudo concentrarse en las demás parejas que debía flechar, sólo podía pensar en JiMin y en si se encontraba bien. No pudo detectarlo durante su estadía en la tierra y pensaba que tal vez desde su nube podría ubicarlo más rápido.
Se sentó y contempló las estrellas durante un momento buscando la más brillante hasta que la encontró, supo entonces que esa sería la estrella de JiMin y de pronto sentía la necesidad de entregársela en sus propias manos, al menos para que ya no estuviese triste. Sonrió al darse cuenta que estaba pensando en cosas que no tenían sentido, pero era completamente involuntario.
Se había ensimismado en sus pensamientos más profundos donde detallaba el rostro de ese chico rubio, cuando de pronto lo sintió; un corazón roto, latidos descolocados y muchas ganas de... ¿beber? Sin entender mucho, se levantó sobre su nube y enfocó su vista sobre la tierra directamente hacia Seúl en un bar donde había muchas personas que bailaban y bebían descontroladamente. Se llamaba el club de los corazones rotos, vaya nombre.
Analizó los movimientos de los humanos y no pudo evitar reír, por un momento lo había olvidado, entonces... lo vio... ahí estaba... ese rubio bonito... sobre la barra de bebidas con una copa a medio llenar... llorando. ¡Dios! Le dolió mucho verlo en ese estado tan decadente, incluso tenía el maquillaje corrido por sus mejillas bonitas. ¿Por qué? ¿Por qué tiene que sufrir así? No puede permitirlo, después de todo, es Cupido ¿no?
"Sanaré tu dolor, pequeño ángel"
Se transformó en su forma humana y bajó al mundo de los mortales yendo directamente al bar donde estaba el rubio bonito. Mientras caminaba, sentía su corazón latir con fuerza y con cada paso que daba podía sentir el dolor del chico. Seguía sin entender mucho, pero también sabía que no podía inhibirse. Tal vez se debía a que era la primera vez que presencia un corazón roto como tal. Sí, eso debe de ser.
Entró al lugar sintiéndose un poco aturdido por la música y el hedor a tabaco. Jamás había percibido olores iguales ni mucho menos hubiese pensado que los humanos podrían sanar un corazón roto de esa manera. Pero en fin, todos esos desconocidos a su alrededor no eran la persona que estaba buscando. Hubiese creído que lo encontraría en el mismo lugar, pero ya no estaba ahí.
"Sólo demoré cinco minutos"
"¿Dónde estás, ángel?"
Miró por todos los alrededores sin tener mucho éxito. Se acercó a varias personas para preguntar por él, pero no había nada. Hasta que una chica se acercó y le informó que estaba en el baño donde lo encontró vomitando e hincado frente al inodoro. Con un impulso se acercó a él y lo sujetó de los hombros, tomó un poco de su cabello rubio para hacerlo hacia atrás y así no se salpicara.
Sintió su corazón escocer por ver tal imagen y ahora percibía con mayor intensidad la tristeza de JiMin. No sabía qué decirle y le sorprende que no lo haya alejado aún. Se veía demasiado ebrio y triste... muy triste.
—Tranquilo— le habló con voz preocupada— todo va a estar bien— consoló.
El rubio giró el rostro para poder ver a la persona que le hablaba. Tal vez se debía al alcohol en su sistema, pero sintió escalofríos al escuchar esa voz, no sabía quién era, pero por alguna razón le resultó familiar o como si lo estuviese esperando.
—¿Tú quién eres? —inquirió arrastrando las palabras.
El pelinegro se quedó en blanco por unos segundos. No sabía que llegaría tan lejos y fue entonces que se dio cuenta que estaba siendo muy atrevido. Así que pensó rápido y algo muy estúpido se le vino a la mente.
—Un amigo tuyo me envió a ayudarte— mintió.
—¿Hobi? —pestañeó con cansancio.
—S-sí... él— asintió con nerviosismo.
—¡Mierda! ¡Le dije que yo puedo cuidarme solo!
En los labios de JiMin se dibujó un puchero, uno muy adorable para los ojos de JungKook. No supo cómo reaccionar ante eso, unas ganas tremendas de besarlo se instauraron en su ser. Algo completamente diferente, algo nuevo para él. Pero lo omitió y ayudó al rubio a ponerse pie. No iba a quedarse a indagar, necesitaba sacarlo de ahí.
Cuando llegaron a la acera, JungKook sostenía a JiMin por la cintura y le pidió que le diera su dirección, sin embargo, éste no supo contestar. Con timidez, metió las manos a su bolsillo y sacó su billetera para buscar alguna identificación que tuviera su dirección, en cuanto la encontró, sostuvo con fuerza al rubio bonito y se tele transportó con él.
No fue complicado subir el esbelto cuerpo del chico hasta al quinto piso del edificio. Hacía un rato que lo dejó recostado sobre el sillón para que descansara un poco, mientras tanto, buscó en la cocina algo para prepararle un café. Por un tiempo observó a los humanos y en una de esas supo que con eso podría bajarle la borrachera. Era bastante extraño cómo funcionaban, pero al menos sabía que eso le ayudaría en el estado que estaba.
Sabía que debía volver al Olimpo, pero no se sentía con la fuerza suficiente de dejarlo ahí solo. Ya suficiente había puesto su vida en peligro en aquel bar. ¿Qué tal si algún extraño hubiese querido abusar de él? De tan sólo pensarlo se le eriza la piel de la rabia que siente. No puede permitir que nadie ponga una mano encima de ese pequeño ángel. Además, le prometió que aliviaría el dolor, así que lo cumplirá.
Transcurrió una hora hasta que JiMin despertó y lo primero que vio fue la taza de café sobre la mesita de la estancia. Sin notar la presencia que lo acompañaba, la tomó para darle un sorbo e hizo una mueca por lo cargado que estaba, tenía un sabor asqueroso, pero sabía que lo necesitaba.
—Hobi, ¿tú me trajiste a casa? —preguntó sobándose la cien con una mano.
—No— respondió JungKook— fui yo— empleó un tono tímido.
El rubio se giró al instante y se puso en alerta al ver a ese enorme hombre parado a unos cuantos pasos de él. Por un momento sintió miedo, pero rápidamente fue sustituido por una tremenda calma que no sentía hacía mucho tiempo.
—¿Quién eres tú? —inquirió con cautela.
—Lo siento mucho— hizo una reverencia— mi nombre es JungKook. Te encontré en el baño del bar vomitando, así que decidí traerte a casa.
JiMin lo miró con los ojos completamente abiertos, y atónito de lo que escuchó. ¿Lo encontró vomitando?
"Mierda, mierda y más mierda"
Que mala impresión le dio a ese hombre tan... guapo... ¿sexy? Se tomó unos segundos para detallarlo; su rostro era muy varonil y la ropa que traía se amoldaba perfecto a su cuerpo escultural y que posiblemente trabaja en un gimnasio día con día. Era alto y con su cabello negro recogido en una media cola. Tenía dos perforaciones, una en el labio inferior y otra en la ceja. ¿De verdad tuvo la dicha de toparse y ser salvado por semejante hombre? En ese momento ni siquiera recordaba a SungWoon, no cuando tiene a tremendo fortachón parado frente a él.
—Pero que pena contigo— expresó el rubio con suma timidez e hizo una reverencia larga— Espero no haberte causado muchas molestias.
—Oh, no. Nada de eso— sonrió y JiMin pensó que parecía un lindo conejito— Noté que ibas solo y no me sentí capaz de dejarte a tu suerte en ese lugar— agregó rascando su nuca con nerviosismo.
—Pues te lo agradezco mucho— volvió a hacer una reverencia y sonrió.
Esa sonrisa le pareció a JungKook que era la más hermosa que haya visto jamás en su vida. Se perdió en la dentadura blanca de JiMin y en sus ojos que desaparecieron en una media luna, eso sólo le hizo sentir un montón de mariposas en su estómago y dejó escapar unos cuantos destellos a su alrededor, algo que el rubio percibió y fue bastante extraño, pero creyó que aún tenía estragos de la borrachera. Se acercó unos cuantos pasos al pelinegro y ambos notaron un destello dorado en sus ojos. Era la segunda vez que JungKook lo veía y comenzaba a creer que eso no era normal y que debía tener una explicación, mientras que JiMin seguía echándole la culpa al alcohol.
—¿Te ofrezco algo de beber? —preguntó el rubio mientras se dirigía a la nevera— Comida no tengo. Acabo de mudarme y no me dio tiempo de hacer las compras.
En ese momento, JungKook fue consciente del montón de maletas que estaban en la entrada y entonces pudo recordar que ese chico SungWoon corrió al pequeño del departamento donde vivían. Maldito hijo de puta. Ojalá esté sufriendo el castigo al que lo condenó.
—Descuida, con un vaso de agua está bien.
JungKook descubrió que el tiempo pasaba demasiado rápido estando con JiMin. Sin estar muy consciente de ello, dos horas les habían consumido entre plática de cosas triviales y ese catorce de febrero fatídico. Por alguna razón, el rubio sintió la necesidad de abrirse con aquel desconocido y le relató cómo es que su ex prometido le fue infiel durante un año y que lo descubrió precisamente hoy en un parque. Aunque eso JungKook ya lo sabía.
—Yo creo que ya no deberíamos hablar de eso—habló el pelinegro— Estarás mejor sin él, que se joda. Mejor háblame sobre ti... ¿a qué te dedicas?
—Pues...— jugó con sus manos mientras bajaba la mirada y luego respondió— soy bailarín y doy clases en una academia. ¿Y tú?
—Bueno— desvío la mirada en busca de alguna respuesta convincente— soy vigilante. Me aseguro de que las personas estén seguras.
—Eso debe ser cansado— sonrió.
—No tienes ni idea— correspondió.
Ambos se perdieron en sus miradas para contemplarse mutuamente y con mucho esmero. JiMin se sentía muy atraído por el pelinegro, mientras que éste estaba experimentado un montón de cosas que no sabía que existían o que se podían sentir. Nuevamente le invadieron esos impulsos de querer besar al rubio, pero luchaba con todas sus fuerzas y le desconcertaba que seguía viendo ese destello dorado en sus ojos. Necesitaba una respuesta sobre eso.
—Me tengo que ir— se levantó abruptamente revisando la hora— Deberías descansar— dijo y se encaminó a la salida.
—Espera— la voz de JiMin lo detuvo— por favor no te vayas. No quiero estar solo— suplicó y puso ojos de cachorro.
Cuando JungKook se giró se encontró nuevamente con ese puchero que tanto le había encantado. ¿Cómo podría resistirse ante tal carita? JiMin era demasiado adorable y era fácil sucumbir ante sus caprichos y sus encantos. Así que se devolvió y se sentó de nueva cuenta a un costado de él.
—Gracias— el rubio volvió a sonreír con gracia.
—Está bien, tranquilo— consoló— tampoco quiero dejarte solo. Te veías muy mal en el baño.
—¡Oh, Dios! — chilló el rubio y cubrió su rostro con ambas manitos— Que vergüenza que me hayas conocido en ese estado tan deplorable.
JungKook dejó salir una risita burlona e involuntariamente tomó las manos de JiMin para retirarlas de su rostro. Éste tenía las mejillas sonrojadas y los ojos ligeramente cristalizados. Se veía demasiado hermoso y vulnerable, tanto, que sintió muchas ganas de resguardarlo para que nadie más le hiciera daño.
—No te cubras— pidió JungKook— Eres muy hermoso— hizo una pausa y luego habló inconscientemente— Me gusta mirarte.
JiMin boqueó un poco y sintió como sus mejillas se calentaban. Sabía que se había puesto colorado, pero por alguna razón no le importó. Se sumergió en la noche infinita de los ojos oscuros de JungKook y nuevamente vio ese destello dorado. Se estaba volviendo constante y sintió curiosidad, pero no se concentrará en eso, no cuando JungKook le sostiene las manos con suavidad y lo mira como si fuese lo más hermoso del mundo. SungWoon nunca lo vio de ese modo, estaba cien por ciento seguro.
—¿De verdad? —fue lo único que pudo decir el rubio.
—Yo jamás te mentiría— respondió con seguridad.
Los ojos de ambos brillaron en demasía y volvieron a ver el destello dorado, ahora era muy insistente. Después de unos cuantos segundos miraron sus labios mutuamente con el deseo evidente desbordándose por sus ojos. JungKook era quien más se sentía inquieto, pero intentaba controlarse, no quería hacer enojar a JiMin, sin embargo, éste no quería esperar. Después de lo de SungWoon, sentía que debía salir y descubrir más cosas. Ese hijo de puta podía irse al infierno y no volver. Ahora sólo quería consumar un deseo.
Acercó su rostro con el del pelinegro sin que ninguno quitara los ojos de donde los tenían. Sintieron sus alientos chocar, tal vez eso fue suficiente para los dos... JiMin acortó la distancia juntando sus labios, sincronizándose al tiempo y besándose con parsimonia. Se dieron el tiempo de saborear como podían y con ligera torpeza ladeaban un poco sus cabezas en direcciones contrarias. Las sensaciones fluían incontrolablemente en el ser de ambos y sintieron un extraño fuego que bajaba desde su abdomen hasta su entre pierna. JiMin estaba sintiendo cosas que nunca experimentó con SungWoon, pero ni siquiera sé acordaba de él en ese momento. Lo único que pasaba por su mente era que quería montarse en el regazo del pelinegro para sentirlo más cerca.
Para JungKook todo era nuevo; el beso, los sentimientos, las emociones y los destellos plateados que surgían a causa de ello. Sabía que eso sólo sucedía cuando flechaba a una persona, entonces, ¿por qué ahora parece que los han flechado a ellos? No lo sabe, pero le encanta y necesita probar más de la profundidad de la boca de JiMin. Todo, de hecho.
Luchaba contra esos impulsos que le pedían aumentara la velocidad del beso y comenzara a tocar al chico con sus manos, pero antes de que pudiera tomar una decisión, JiMin se separó unos segundos y lo miró con ojos desorbitados. Aunque a éste le gustaba lo que había sucedió, no podía dejar de pensar en que nunca se sintió así con un simple beso. Sabía que ya tenía serios problemas en sus pantalones y desvío la vista hacia abajo encontrándose con que JungKook también. Mordió su labio inferior al ver ese bulto enorme sintiendo demasiado apetito.
—Disculpa— habló el pelinegro alejándose un poco del rubio— no quiero abusar de tu vulnerabilidad. Lo mejor será que me retire.
JiMin fue mucho más rápido y lo tomó de la muñeca para que no se moviera de su sitio. Le dedicó una mirada relajada y en sus labios se curvó una media sonrisa con un toque de picardía. Y antes de que JungKook hiciera otro movimiento, se sentó a horcajadas en su regazo y pasó las manos alrededor de su cuello.
—¿Me creerías si te dijera que en este momento no me siento triste? —inquirió y se acercó a sus labios pasando su lengua sobre la perforación que yacía ahí— En realidad me siento... caliente— dejó salir un suspiro— Dime algo, JungKookie, ¿acaso no te gustó besarme? Porque yo creía que sí.
Si antes JungKook se sentía perdido por ese rubio bonito ahora estaba peor. Si le hablaba con esa voz melosa, sin duda, ejercía un gran poder sobre él. Ahora en lo único que piensa es en besarlo y en tener todo de él.
—Me encantas, ¿sabes? —respondió con voz ronca— Desde el primer momento no pude apartar mis ojos de ti y haría cualquier cosa por qué seas feliz, sin importar las consecuencias de nada.
—Entonces...—volvió a acercarse y rosó sus labios con los ajenos— tómame, esta noche soy sólo tuyo.
Obviamente ya no había nada que pensar. JungKook sabía que la atracción que sentía por JiMin era bastante poderosa. Se dio cuenta que, con cada segundo que pasaba a su lado, ese sentimiento crecía y crecía. Ahora ni siquiera recuerda que él es Eros y Cupido y que debe volver al Olimpo antes del amanecer. No, eso ya no es relevante. Lo único que su corazón le pide es fundirse con la piel de su rubio bonito y amanecer enredado en sus piernas. No habrá nada mejor que eso.
Esta vez se besaron con pasión y fuerza. JiMin cedió el paso al pelinegro para que saqueara su boca todo lo que quisiese. Ambos buscaban que sus cuerpos se acercaran cada vez más y sus manos no se inmutaban en tocar. JungKook deslizaba sus dedos debajo de la ropa del rubio y disfrutó de la textura y suavidad de su piel. Abandonó sus labios para viajar por su cuello hasta que llegó a las clavículas, ahí mismo dejó marcas que serían muy visibles durante unos días.
El lugar se había llenado de gemidos y jadeos acompañados de chasquidos por los besos bruscos que se daban. La ropa comenzaba a estorbarles y se deshicieron de ella quedando desnudos de la parte de arriba. El aroma de JiMin le resultó fascinante a JungKook, tanto, que hundió su nariz para aspirar fuerte y grabarlo en su memoria para cuando tuviera que volver al Olimpo. Porque si de algo estaba seguro era que no volvería a ver a este rubio bonito. Sólo estaba aquí para curar su corazón roto, aunque desde hacía un rato no percibe la tristeza, más bien es algo similar a la felicidad, pero tampoco estaba prestando demasiada atención.
No pasó mucho rato hasta que se trasladaron al dormitorio. JungKook sostuvo a JiMin en sus brazos y lo depositó sobre la cama con mucha delicadeza, dejando un tierno beso en su frente, bajando por sus mofletes rosados y calientes hasta que descendió por el cuello, clavículas y pecho. Besó todo lo que sus labios pudieron alcanzar y dejó más marcas en el proceso. Mientras tanto, JiMin se deshacía sobre las sábanas y gemía agudamente. ¿Se podía sentir así de excitado con sólo esa acción?
Supo entonces que nunca ha sido tratado de ese modo, nunca nadie le dio tanta atención a su cuerpo y JungKook le hacía sentir querido, mucho. Esto no se sentía como simple sexo casual y por calentura. No. Esto era algo más y no sólo JiMin podía percibirlo de ese modo. El pelinegro lo acariciaba y lo besaba como si esa fuese su devoción, como si su vida dependiera de ello.
El rubio estaba tan perdido en las sensaciones y en los toques que recibía que no se dio cuenta de que ya no tenía pantalones y que ahora JungKook besaba sus muslos. Por un momento, éste se perdió en las bragas color menta que tenía frente a él y pensó que, si de frente se veían así, no se imaginaba como se verían por detrás, porque sí, se tomó el tiempo de ver su trasero en algún momento de la noche.
Con delicadeza lo tomó de las caderas y lo giró para que quedara boca abajo, entonces descubrió que tenía razón; el trasero abultado de JiMin se amoldaba perfectamente a las bragas color menta y sintió una sucia necesidad de enterrar su lengua, justo en medio de esas bonitas montañas. Pero claro que lo hará, de eso no tiene duda.
Se dejó caer sobre el cuerpo ajeno e inició con otro camino de besos sobre el cuello provocando más de una suspiro en el portador. Chupó su oreja con mucho esmero delineando con su lengua y succionando cada vez que podía.
—Besaré cada parte de tu cuerpo, porque a partir de este momento eres solo mío— habló el pelinegro con voz ronca.
El rubio se estremeció y apretó las sábanas con sus manitas gimiendo agudamente como si se estuviese sometiendo ante JungKook. ¿Y no lo haría? Claro que sí, porque tiene esa necesidad en su cuerpo de entregarse a él en su totalidad, no sólo sexualmente, sino también personalmente.
Continuó con los besos por el delicado cuerpo de JiMin dejando marca tras marca para que se acreditara la estadía en ese lugar. JungKook se tomó unos instantes en el tatuaje que adornaba esa fina y delicada espalda, besó una a una de las lunas trazadas y pasó la yema de sus dedos como si estuviese admirando una obra de arte.
Descendió hasta que llegó a la parte baja de la espalda y tomó con sus dientes las bonitas bragas menta para bajarlas con lentitud, así hasta que logró deshacerse de ellas. Abrió las piernas de JiMin y amasó sus mofletes con un toque de cariño y lujuria, después sin avisar y siendo un poco brusco, introdujo su lengua en el esfínter.
—¡Oh, JungKookie! —gimió agudamente— ¡Por todos los Dioses! ¿Qué hac-ces?
—Quiero comerte— respondió con voz ronca— No tienes idea de lo bien que sabes.
—Pero... ¡Mgh! ¡Oh, Dios! ¡S-se siente t-tan bien!
Lo cierto era que ni siquiera el mismo SungWoon se atrevió a besar esas partes del cuerpo de JiMin. ¿Cómo no caer ante este hombre? JungKook estaba haciendo lo que en dos años no pudieron hacer por él, eso sin contar que sólo era el inicio de esta noche y ya lo tenía delirando y prácticamente suplicando por más. Eran ese tipo de tratos que siempre deseó recibir y que en todo momento se le negaron. Ahora podía disfrutarlo y deseaba sentirse de ese modo para toda la eternidad.
El pelinegro estaba haciendo bien su trabajo y llevaba toda su concentración a ese lugar, pero no quería que JiMin se corriera, no en este momento. Necesitaba disfrutar más de él y de sus gemidos. Necesitaba ver su carita mientras lo penetra y le da tan duro que le suplique por más. Con todos esos pensamientos en su cabeza, salió de donde estaba y volvió a girarlo con delicadeza para quedar frente a él. Le otorgó otro beso en la frente y se incorporó para deshacerse de sus pantalones, todo bajo la mirada curiosa de JiMin que lo estudiaba pacientemente y que pasó sus ojos por los pectorales de JungKook y trazó líneas imaginarias ahí, admiró su abdomen marcado y sus brazos enormes que hacía unos instantes lo cargaron. Sintió cosquillas cuando llevó su atención a su brazo tatuado y luego al bulto que su bóxer escondían, pero se sintió sumamente necesitado cuando se los quitó dejando al descubierto esa grande y dura erección que palpitaba y goteaba de la punta. Se veía tan apetecible, tan... deliciosa. Unas ganas tremendas de chuparla le invadieron, unas que nunca lo azotaron de esa manera. JungKook parecía un Dios Griego con ese cuerpo escultural y trabajado, además, parecía que su piel clara era como de porcelana. Le encantó. Lo amó y se sintió afortunado de que un hombre así haya puesto su atención en él.
El tiempo pasó lento, bueno, al menos así lo percibió el rubio hasta que JungKook se posicionó entre sus piernas de nueva cuenta, esta vez con toda la intención de hacerlo suyo. El pelinegro bajó hasta el rostro del chico para juntar sus labios en un beso lento, pero lleno de deseo. JiMin aferró sus manos a la espalda del fortachón y lo atrajo a su cuerpo, quería sentir su piel y el calor que emanaba de ella. Sintió como algo se desprendía de ambos y se entrelazaba con fuerza. Era una sensación única e inexplicable, era como si estuviesen creando una conexión poderosa que no se rompería. Se sentía como si sus almas estuviesen destinadas y como si cada partícula de su ser encajara a la perfección. Sus labios sincronizaban al tiempo y parecía que estaban al tanto de lo que sus cuerpos exigían, porque se tocaban mutuamente y satisfacían las inquietudes que salían a flote con cada segundo que pasaba, pero el deseo se intensificaba, eran como dos polos opuestos que se atraían. Dos almas ardientes que se fundían en su fuego exquisito y que sin duda gozarían de ir al infierno.
Los besos y caricias seguían, pero ninguno de los dos tendría suficiente sólo con eso. El rubio deseaba que el pelinegro se hundiera en su interior y tocara su punto. Su mente estaba inundada con esos pensamientos y tal parecía que fueron escuchados, porque JungKook se incorporó para acomodarse mejor, tanteando su entrada dilatada para terminar de estimularlo y al tiempo masturbaba su propia polla para darse consuelo. Aunque le estaba encantando jugar a seducir a su rubio bonito, comenzaba a sentirse desesperado y dolía su miembro. En sus más de mil años de vida jamás pensó que experimentaría tales sentimientos por un mortal, mejor dicho, por nadie. Y ahora comienza a cuestionar todo lo que alguna vez le contaron sobre el amor y que él se negaba a aceptar que existía. Incluso sentía curiosidad por saber todo lo relacionado con lo del Adelphe Psyche, pero eso será cuando vuelva al Olimpo.
—¿Estás listo para recibirme? —preguntó sin dejar de hacer sus movimientos.
—S-si... ¡mgh!... quiero que llegues m-uy profundo en mí.
—Mi ángel— sonrió— Voy a llenar todos los espacios, te prometo que jamás en tu vida necesitarás de nadie que no sea yo.
JiMin sintió cosquillas en su estómago al escuchar esas palabras que, más que prenderlo, lo conmovieron. Se sentía como si JungKook supiese exactamente lo que él quería escuchar, además de que le daba lo que deseaba sin necesidad de pedírselo. Podría sonar descabellado decir que tenían algún tipo de conexión, pero así se sentía. Se complementaban y bastaba con mirarse a los ojos para descifrar sus pensamientos mutuamente. Todo era mágico. Era hermoso. El rubio quería creer que estaban a punto de hacer el amor.
Al tiempo que el pelinegro alineaba su miembro a la entrada necesitada de JiMin, se dejó caer sobre su cuerpo para otorgarle un beso lento y lleno de muchos sentimientos que en ese momento no sabría explicar, pero que le encantaban. Se desprendió del beso para mirarlo directamente a los ojos y entonces comenzó a penetrarlo, disfrutando de la sensación de su miembro al ser apretado tan deliciosamente y cómo era tomado de buena forma. Los gemidos de JiMin le decían que lo estaba disfrutando tanto como él. Los juicios de ambos estaban completamente nublados, no sólo por el deseo, también por esa extraña sensación de cariño y familiaridad, como si se conociesen de toda la vida. Y eso solo incrementaba el valor sentimental que le estaban dando a este encuentro casual que para ninguno se veía de ese modo.
Cuando el miembro de JungKook logró entrar en las profundidades de JiMin, se quedó un momento contemplando el rostro de éste; sus mejillas pintadas de carmesí y sus labios semi abiertos que dejaban salir jadeos y ligeros suspiros satisfechos, pero que a la vez exigían por lo que sentía. Nuevamente vieron el destello dorado en sus ojos y entonces entendieron que eso no era normal, nada de esto se sentía así. Los dos tenían muchos sentimientos encontrados. JiMin, por su parte, sentía un poco de culpa al darse cuenta que sus sentimientos por SungWoon han sido extrañamente erradicados. Se sentía como si ese tipo nunca hubiese existido y todo lo que sus ojos siempre vieron era a JungKook. Se sentía como si fuese él su pareja oficial y no había ni una pizca de la decepción que sintió cuando vio a su ex prometido siendo infiel. ¿De verdad se había olvidado de su relación de dos años a causa de un tipo que conoció hacía unas horas y que ahora está a punto de darle, aparentemente, el mejor sexo de toda su vida? Suena irreal, pero está sucediendo y, en vista de que necesitaba ser tomado por ese hermoso Dios Griego, movió sus caderas para darle la luz verde que él está esperando desde hacía un rato.
La polla de JungKook comenzó a entrar y salir con lentitud. Movía su pelvis en un vaivén relajado con el propósito de sentir lo suficiente y se estaba volviendo loco. JiMin era una delicia y la vista que le regalaba con esos gestos excitados y deseosos de más le estaban volando la cabeza. Ese rubio bonito era una completa obra de arte, parecía que fue esculpido por los mismos Dioses del Olimpo, todo para su propio deleite. No quería compartir a este bello ser con nadie más. No quería irse y dejarlo sólo para que alguien pudiese reclamarlo. Eso le llenó la cabeza de miles de emociones que eran difíciles de reprimir. No quería observar a JiMin desde su nube... quería estar con él por el resto de la eternidad.
Los movimientos rápidos llegaron y con eso la intensificación de los gemidos agudos del rubio. JungKook se dejaba deleitar por ese sonido melodioso que sólo lograba aumentar su excitación y deseo por él. El sonido del golpeteo de sus pieles se esparcía por toda la habitación. JiMin había sucumbido ante el placer y los miles de choques eléctricos que esto le provocaba. Estaba seguro de que le estaban follando de maravilla, como nunca. Se aferró a la espalda del pelinegro para atraerlo a su cuerpo y gimió cerca de su oído provocando que la piel de éste se erizara y aumentara la velocidad de sus estocadas. Éste llevó sus labios hacia los pomposos y los devoró insaciablemente dejando algo más que su misma alma ahí.
—JiMinie— jadeó el pelinegro— eres lo más hermoso que he visto en mi larga vida— dijo sin dejar de penetrarlo a profundidad.
—Y-yo siento... ¡Mgh!... que e-stoy enamorado d-de ti...— habló entre gemidos— Ahora... s-soy sólo tuyo.
El corazón de JungKook se disparó al sentirse cobijado por esas palabras que nunca pensó que necesitaría escuchar. Y con eso fue suficiente para sentir la llegada de su corrida. Así que se detuvo unos segundos y arremetió fuertemente contra la entrada del rubio tocando brusca y deliciosamente su punto dulce.
—Mío... Mío —decía con cada estocada— sólo mío... mi Minie... mi hermoso ángel.
—Mi JungKookie... ¡Agh!
Y ambos se corrieron sintiéndose sumamente satisfechos y excitados durante el proceso. Era único todo, empezando por la conexión que lograron desarrollar. JiMin atrajo al pelinegro hacia su cuerpo para sentir su calor y las gotas de sudor que desprendían de su piel. Nuevamente dejaron que sus emociones fluyeran, esta vez con la sensación de haber obtenido el mejor orgasmo de su vida y sobre todo la sensación de la pertenencia mutua que se sentía como infinita, como si se hubiesen buscado durante muchas vidas.
JiMin enhebraba el cabello oscuro de JungKook pensando un poco sobre cómo habían llegado a este punto y que quizá todo pasó muy rápido para su gusto. Sentía que no iba a tener suficiente con esta noche, además de que tenía un ligero presentimiento de que, al amanecer, JungKook no estaría a su lado. Comenzó a sentir miedo, uno que nunca experimentó con SungWoon, ni siquiera cuando lo vio con su amante. Sentía que lo había encontrado todo con este pelinegro y no quería compartir momentos como este con nadie más. ¿Pero qué hacía? ¿Cómo se lo decía?
—¿En qué piensas, mi ángel? —preguntó con voz aterciopelada.
—En nada, JungKookie— mintió.
JungKook percibió la ligera sensación de melancolía que emanaba de JiMin. Aunque los latidos de su corazón eran calmados y parecía que había recuperado su color normal, aun así sabía que algo le pasa al rubio bonito y necesitaba saberlo, porque se suponía que bajó del Olimpo sólo para curar su corazón roto y lo que menos quería era que se sintiera triste.
—Sé que algo sucede— dijo al tiempo que se incorporaba y salía del interior del chico. Se sentó y lo tomó de las manos hasta que lo montó a horcajadas sobre su regazo. Luego continuó— No me mientas— acunó su rostro con una mano— Puedo sentir tus inquietudes, pero no puedo descifrar el por qué. Dime ¿qué he hecho mal y cómo lo soluciono? —puso ojos de cachorro.
La ternura que emanaba de los ojos de JungKook provocó que JiMin se sintiera conmovido y muy emocionado. Esto seguía siendo muy irreal porque parecía que el pelinegro estaba actuando como si fuese su novio y se sentía jodidamente bien. Sintió que lo amaba y las ganas de decírselo se instauraron en su garganta en forma de nudo. Era emoción pura al sentir que era amado completamente y que lo apreciaban como una obra de arte. Apenas tenía horas de conocer a JungKook y éste lo estaba tratando como un rey. ¿Quién no se ilusionaría si lo hacen sentir de ese modo? De pronto sintió que podía confiarle todo lo que a su cabeza atormentaba, además, debía saber su perspectiva de esto.
—No has hecho nada malo, JungKookie— sonrió con convicción— Me has llevado al cielo y he tocado las estrellas gracias a ti. Eres el único que ha hecho eso por mí.
—Yo puedo llevarte al cielo y también puedo hacer que toques las estrellas. De hecho— mordió su labio inferior— planeaba darte una que lleva tu nombre.
—Oh por Dios— musitó y bajó la mirada al sentir sus mejillas arder— Eres muy lindo. Pareces un sueño y tengo miedo de despertar... sin ti.
—¿Eso es lo que te mantenía pensativo?
JiMin asintió sin levantar la mirada, tenía mucha pena con JungKook. ¿Quién lo diría? Hace un rato, mientras se dejaba follar por él, no se sentía tan cohibido.
—Oh, mi precioso ángel.
Lo envolvió en sus brazos dejando que llevara su rostro a su cuello para esconderse ahí y dejar pequeño besos llenos de ternura. Acarició su espalda y trazó líneas imaginarias demostrando con cada toque el cariño que surgía en su interior y que iba en un crecimiento constante. Nuevamente sentía sus emociones y cómo se relajaba entre sus brazos. Sentía la necesidad de contarle todo, pero tal vez sería un golpe muy abrupto y además necesitaba hablar con Zeus y su madre. No quería arruinar el momento ni mucho menos alejarse de él. Lo necesitaba como el aire para respirar y sentía que su corazón se marchitaría si no lo tenía cerca.
—Así como tú eres mío, yo soy tuyo— afirmó con seguridad— Yo te haré muy feliz y no pienso dejarte. Desde el momento en que te vi sentí un montón de emociones que nunca experimenté en mi vida. Tú, sólo tú, JiMin, has logrado cautivar a mi renuente corazón. Ten por seguro que hoy me entregué a ti de todas las formas posibles—se acercó para besar sus labios de manera fugaz y luego continuó— Te prometo que te llevaré conmigo al cielo.
—¿Me prometes que te quedarás conmigo? —inquirió con voz melosa.
—Siempre, mi ángel— sostuvo con seguridad.
Volvieron a su juego de besos y caricias donde JungKook disfrutaba de la cintura pequeña de JiMin acariciando con los pulgares y pegándolo a su cuerpo para tenerlo lo más cerca posible. Fue entonces que comenzaron otra ronda de sexo donde seguían entregando y dando todo de sí.
Para ambos fue la mejor noche de sus vidas. JiMin olvidó por completo el dolor que experimentó en la tarde. Para este momento y a partir de ahora JungKook es su prioridad y lo quiere en su vida. Aunque al amanecer éste se levantó sigilosamente y buscó su ropa para vestirse.
Sentía como un pequeño dolor se instauraba en su corazón al estar consciente de que debía volver. Hubiese querido mandar todo al carajo y no deberle a JiMin una explicación, pero por ahora debe subir para saber qué ha sido todo esto. Además, necesita tiempo para saber cómo decirle quién es él y a qué se dedica. Era algo que podría resultar como una broma de mal gusto, pero era la realidad.
Si hubiese conocido a JiMin en otras circunstancias, sin duda, no lo hubiese pensado y se quedaría con él.
—Cumpliré mi promesa, mi hermoso ángel— lo acarició sutilmente del rostro— Curé tu corazón roto y ahora me pertenece. Volveré para reclamarlo cuando sea el momento— explicó sin dejar de ver el rostro del chico mientras dormía— Por favor, no te enamores de nadie más... espera por mí.
Con delicadeza y mucho cariño, depositó un beso en la frente de JiMin como sinónimo de despedida temporal. Después de contemplarlo por unos minutos, salió del departamento y subió al Olimpo.
¿Segunda parte?
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