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Capítulo 9


—¡Dame eso! —ordena Chase mientras le arrebata de las manos el bate de béisbol a Connor y lo reprende con la mirada—. ¿Piensas agarrar a palos a todo el que se te cruce enfrente?

El niño se apresura a acomodarse el traje pijama de Spiderman y me mira por unos segundos, después vuelve a mirar a Chase.

—Escuché a Mallory gritar y creí que un ladrón se había metido —dice con el rostro rojo de pena.

—La luz estaba encendida, Connor. Si te hubieras detenido para ver qué ocurría en realidad no hubieras estado a punto de romperme la costilla —Chase se talla el costado donde más golpes recibió.

—Lo siento, papá.

"Papá".

Tengo la boca entre abierta como un pez fuera del agua. Siento como si se me hubiera ido la conexión satélite porque mi cerebro no puede procesar la información.

Los ojos color miel de Chase se cruzan con los míos. Se ve apenado, indeciso, hay un remolino de cosas reflejándose en su rostro y en su mirada. Creo que no soy a la única a la que se le cruzaron los cables.

—Mallory... ¿estás bien? —es Connor quien nos saca a ambos del trance.

El niño me regresa una mirada con esos bellos ojos claros que tiene, tan parecidos a los de Chase. ¿Cómo es esa expresión?... El mundo es un pañuelo. El problema es que a mí me trata como si fuera el moco.

—Sí, gracias por defenderme, Connor.

—¡Claro! —contesta con orgullo.

—Es a mí a quien golpeaste como piñata... ¿por no me preguntas si estoy bien? —se queja el castaño.

—Porque sigues de pie, papá.

La sonrisa traviesa de Connor crece dejando de lado la mirada incriminatoria que le lanza el castaño. Se notan las ganas de reír que tiene el pequeño, hasta yo tengo ganas de reír ahora que revivo en mi mente la escena.

Chase grita, yo grito, Connor llega y golpea Chase. Fue épico. De no ser porque mi cabeza está demasiado confundida, probablemente me echaría a reír. Estoy segura de que eso desencadenaría un ataque de risa entre nosotros tres, pero no logro ni si quiera sonreír, por más que intento que mi cuerpo se relaje y ceda ante la risa no puedo.

—Connor, ve a dormir —Chase se dirige al niño sin dejar de mirarme—. Mañana tienes exámenes.

Connor se despide de mi con una sonrisa tierna y le arrebata el bate de béisbol a... su papá al pasar cerca de él. Chase lo regaña con un gesto, pero el niño solo se ríe y sube corriendo las escaleras tras desearnos buenas noches.

De verdad quiero reír para quitarle peso al silencio que se crea entre Chase y yo.

Chase busca una de las sillas a mano temblorosa y se sienta en ella con una clara expresión de anonadado, de shock. Apunta en dirección a la silla frente a él, al otro lado de la mesa, lo que tomo como una invitación para sentarme. Y así lo hago.

—Nana... ¿eres su hijo? —él asiente.

Ya conocía que Nana era madre, aunque nunca hablo a profundidad de su familia. Y jamás me imaginé que el mundo fuera tan pequeño como para que el niño de rostro difuso que siempre apareció en mi mente cada que mi niñera hablaba de su hijo fuera nada más y nada menos que Chase. Y es que, Nana siempre ha usado su apellido de soltera, por lo que, tampoco pude conectarlos mediante el apellido, al parecer Chase usa el de su padre.

—Y Connor, ¿tú hijo?

No dice nada. Observa el centro de la mesa, perdido en el mundo interno que existe en su mente. No emite sonido alguno por lo que me parecen los suficientes segundos para preocuparme por él. Se lleva una mano a la cara suspirando largamente, dejando salir lo que sea que le causa malestar. Y niega con la cabeza, niega tan rápido como puede sin romperse el cuello. Se pone de pie, rodea la mesa y se sienta en la silla a mi lado.

—No —su voz suena afectad por todo lo que siente—, Connor no es mi hijo.

Me le quedo viendo el triple de confundida que antes. Juraría que se pueden ver los signos de interrogación flotando a mi alrededor. Resolver ecuaciones nunca fue lo mío, pero en comparación con esto, creo que podría resolver una justo ahora.

—Él no lo sabe, pero realmente es mi sobrino —sus ojos reflejan la tristeza de su alma—. Mi hermana murió durante el parto, mamá estaba muy ocupada, papá había fallecido un año atrás, y el padre de Connor no quiso involucrarse jamás así que...

—No pudiste dejarlo a la deriva —lo ayudo a terminar.

Él asiente. Tomo una de sus manos entre las mías, sus dedos están helados y siento sus temblores.

Ahora siento una nueva conexión con el niño. De mí también tuvo que encargarse mi hermano mayor porque mamá estaba más ocupada en Roos, mi abuelo había regresado a Toulouse en Francia para atender su proyecto de vida y papá ya no estaba. De no ser por Cameron, Adrien y Nana hubiera estado a la deriva.

—No le digas... —susurra, la voz le falla antes de completar la petición.

—No, no le diré a nadie. Ni a Connor ni a nadie —lo tranquilizo.

De pronto una duda cruza mi mente como una flecha silbando en el aire.

—¿Derek lo sabe?

—A los ojos de Connor es su tío —dice.

Él suspira como si se sintiera más tranquilo. No sé la razón tras el no querer que nadie lo sepa, pero creo hacerme una idea. Mientras más personas lo sepan, es más probable que Connor se dé cuenta de la verdad. Y no soy nadie para deshacer esa ilusión.

—¿Cómo conociste a Derek? —pregunto solo para quitarle algo de peso al ambiente que nos rodea.

—Mi papá era su jardinero, constantemente iba a ayudarlo porque no iba a la escuela —se encoge de hombros y sonríe cargado de recuerdos—. Mi hermana ya estudiaba y no quise cargarles más las manos a mis padres, así que, en lugar de estudiar, ayudaba a mi papá con sus trabajos. Frederick me descubrió y se ofreció a costear mis estudios a cambio de que le diera algo de compañía a su hijo.

—Sí, había escuchado a Nana mencionar algo así sobre su esposo.

—No estaban casados, nunca lo estuvieron —inclina la cabeza hacia un lado—. Aunque se amaron hasta el último día de mi padre, y Nana aún lo ama.

—Un segundo... dices que conociste a Derek cuando eran pequeños, ¿no? —el asiente—. Es extraño que nunca te hubiera visto, solía jugar con Adler en su patio. Mi antigua casa estaba a lado de los Teufel.

—Lo sé. Yo sí te vi a ti —vuelve a asentir—. Me movía a donde fuera Derek, y a él no lo dejaban ir a muchas partes.

—¿Derek siempre ha sido tan...? —busco una palabra para definir la personalidad del menor de los Teufel, pero he pasado tan poco tiempo con él que no le puedo poner un nombre a su actitud.

—¿Arrogante, serio y experto en bromas pesadas? —Chase dice sin más, rueda los ojos—. De niño era peor. La primera vez que lo vi me dieron ganas de sacarle los ojos con el bolígrafo que sostenía.

—Supongo que es cierto eso que dicen sobre los polos opuestos que se atraen, ¿no? —bromeo.

—No soy el polo opuesto de Derek, soy quien sí ha podido expresar lo que siente y quiere —corrige de forma amable—. Y soy el amigo sociable que lo ha ayudado a no tener que morir siendo virgen.

La cara de Chase se enciende en un rojo bastante vivo. Eso me saca una carcajada tan grande que tengo que cubrir mi boca con una de mis manos para no despertar a todo el vecindario. La empatía que siento por el castaño crece con cada palabra que sueltan sus labios. Sin ninguna duda puedo decir que Chase Sallow se está convirtiendo en un gran amigo.

Admito que me gusta la forma tan sencilla en la que podemos conversar y bromear, la forma tan natural con la que nuestros ojos se encuentran de vez en cuando sin que nos cause vergüenza.

Me siento cómoda a su alrededor. ¿Y cómo no? Conozco su vida a través de la misma persona por la que él seguramente sabe de mí vida, gracias a eso es como si siempre hubiéramos convivido, o así lo siento ahora.

—¿Te sientes amenazado porque lo he descubierto? —me da un poco de miedo la respuesta, porque en el fondo ya la conozco.

—Es culpa de Derek, diciendo que podrías usar cualquier información para desprestigiar a Rohdiamant cuando decidas volver con tu familia —niega—. No me odies por caer en la paranoia.

—Tranquilo, yo también estaría paranoica si mi enemigo natural llegara a mi territorio —me encojo de hombros—. Pero nunca he llegado con esa intención.

Chase se reincorpora, por un momento ni si quiera me mira. Tiene la cara totalmente roja, y las lágrimas parecen asomarse por el borde de sus ojos.

Es obvio que no puedes confiar en una persona que apenas conoces, a veces es difícil incluso confiar en tu propia familia. Él no está seguro si creerme o no, una parte de él sí lo hace, esa parte es la que me ha ido conocido superficialmente en lo escasos momentos que hemos convivido. Pero la parte cautelosa, esa que se ha creado seguramente con el instinto paterno que nació junto con su sobrino le susurra que no debe de fiarse de mi cara y sonrisa amables.

Si hubiera aprendido al menos la mitad de lo que mi madre intentó enseñarme, Chase haría muy bien en desconfiar de mí. Pero he desechado muchas de las enseñanzas de mi madre y me he quedado con todo en lo que mi padre pudo instruirme.

—Créeme, Chase, si quisiera hacerle algún daño a la familia Teufel tengo algo bajo la manga que definitivamente serviría más que saber que eres padre soltero —él se muestra interesando, pero ahora soy yo quien niega con la cabeza—. No te lo voy a decir, porque me prometí a mí misma no contárselo a nadie. Y siempre cumplo mis promesas.

Y porque si le dijera que estoy en Rohdiamant para conseguirle una esposa a Derek, haría su papel de buen amigo e iría derechito a contarle.

—Connor es un buen niño, sea lo que sea que hayas pasado con él o por él. Estas siendo un gran padre —le digo—. Aunque honestamente no te veo como un padre muy estricto, eres demasiado... divertido, eso sí, eres educado.

—Trato de enseñarle a Connor que para vivir con diversión no es necesario romper las reglas, aunque tampoco hay que seguirlas al pie de la letra. Puedes vivir con diversión sin tener la conciencia sucia.

—Un padre ejemplar, ¿quién lo diría?

Él sonríe de lado.

—¿Creíste que sería mala influencia para un niño? —su tono alegre comienza a salir a la superficie—. Me siento algo ofendido. No, no algo ofendido... ¡estoy muy ofendido!

—Pues, en comparación a Derek, eres mejor ejemplo para una criatura, pero no le digas a mi posible jefe —ahora soy yo la que de pronto entra en pánico.

Chase me da un apretón reconfortante en el hombro.

—Prometí mantenerme en un área neutral, pero Tiffany nunca fue mi favorita —aprieta nuevamente mi hombro.

—¿Crees que me quede con el puesto?

—Eso lo sabremos después. No comas ansias, Mallory.

—Si no quedo en el trabajo, créeme que no voy a comer nada —me río para no llorar.

Se pone de pie y por pura inercia hago lo mismo, porque no ha soltado mi otra mano. Cuando se percata comenzamos a reírnos, pero no me suelta hasta que caminamos rumbo a las escaleras.

—¿Te quedarás con nosotros? —cuestiona cuando me suelta y comienza a subir los escalones—. Fue una suerte que regresara temprano de Rohdiamant, de lo contrario no nos habríamos topado.

—Sí, estaré aquí sólo hasta que el departamento donde me voy a quedar esté listo. Una amiga se irá de viaje y me dejará quedarme en su departamento siempre y cuando no mate el jardín que tiene en su terraza.

—¿Eres buena con las plantas?

—No, pero ella no tiene porqué enterarse.

—Embustera —suelta antes de comenzar a reírse.

—En vez de que te ofrezcas para ayudarme con tus conocimientos milenarios —hago la seña de juntar las manos para rezar. Chase ríe por lo bajo—. No te preocupes, conociéndola, las plantas son de plástico. En fin, buenas noches.

—Buenas noches —murmura antes de desaparecer por la puerta de su habitación.

Yo entro a la que me han prestado y me dejo caer en la cama, al hacerlo algo cruje debajo de mí. Cuando averiguó qué ha sido me encuentro con la mitad de una hoja de cuaderno. Usando la luz de mi celular ilumino el trozo de papel, las letras infantiles en tinta azul de Connor me hacen sonreír:

"Dejé que el perrito durmiera conmigo. Prometo sacarlo a pasear por la mañana y devolvértelo".

Eso me hace incorporarme en la cama y echar un vistazo a la pequeña cama vacía en la esquina más cercana donde se supone que Argos —mi border collie blanco y negro— debería estar. Me pongo de pie y mis piernas me guían hacia la puerta, pero me detengo en seco cuando estoy por tomar la perilla.

—Está bien, sólo será una noche —me llevo las manos al pecho, donde un extraño cosquilleo se comienza a sentir—. Está con Connor, al otro lado del pasillo, en la misma casa y piso que yo.

Inhalo profundamente y dejo salir todo el aire mientras busco en mi maleta mi pijama, me cambio haciendo ejercicios de respiración para calmar los nervios. Estoy estresada, cansada y anonadada.

De pronto comenzaron a pasar cosas en mi vida de la noche a la mañana, no he podido superar una cuando algo nuevo se presenta. La aspirina hace mucho que hizo su trabajo, pero mi cerebro no se siente ni la mitad de bien porque no ha dejado de pensar en lo que ocurre.

Mi regreso, la conversación y la manipulación de Frederick, mi enemistad con Tiffany que me hizo ganar a Jano como amigo, Derek y su interrogatorio, Tiffany agrediéndome con su gafete mientras lloraba y descubrir que Chase es el padre de Connor, o bueno que al menos intenta serlo.

—¿Tendré que ir mañana a Rohdiamant? —me dejo caer de nueva cuenta en la cama, contrariada con lo que llevo dentro.

Mis parpados se sienten cada vez más pesados, mi cabeza se siente como si se estuviera mudando a un lugar lejos de mí y mis músculos se sienten tan relajados que parece que me han puesto en anestesia. Doy un largo parpadeo y al abrir los ojos, ya no estoy en la habitación, ya no estoy cerca de Nana, de Argos, ni de nadie que pueda ayudarme.

—¡Mallory!, ¿no vas a enseñarme más francés? —el raro acento coreano en mi idioma me saca una sonrisa.

Miro hacia la sala de mi viejo departamento en corea, donde una chica de mi edad está sentada sobre el suelo con una libreta abierta y lapiceros de diferentes colores desperdigados a su alrededor. Su cabello teñido en rosa y los ojos oscuros que tanto conozco me reciben y algo en mi pecho se aprieta.

—Eun-ji —murmuro con la voz temblorosa.

Ella sonríe y dice algo en coreano que no logro traducir por lo afectada que me siento.

—No te abras olvidado de mí, ¿o sí? —ladea la cabeza de forma tierna—. Te olvidaste de mí, ¿cierto?

La decepción que veo en su rostro me quiebra el corazón, hace que  un gran nudo aparezca sobre mi tráquea y de pronto... dejo de respirar.  

—          —            —              —

Se los dije: Me gusta el drama, o... ¿no les dije?

Bueno, ya se van dando una idea -risa malévola-. 

Si llegaste hasta acá te lo agradezco. 

Gracias adelantadas por los comentarios y los votos, y si no has votado... ¿te falla el internet?, ¿te duelen de más los ojos?, ¿te has lastimado los dedos?, ¿te sangran las uñas?, ¿no, ninguna? Entonces, no esperes más y pica la estrellita, que para algo está puesta ahí -hacer puchero-. 

Independientemente  de si eres de los que solo leen, solo comentas o solo votas, cualquiera de esas tres es un gran apoyo para mi y te lo agradezco de corazón y... te recuerdo que nos vemos la próxima semana. 

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