Capítulo 7
DEREK:
—Sabes que esa cachetada que le diste a Tiffany sale sobrando, ¿verdad, Mallory? —suelto en un resoplido.
—Sí, pero cuando quise cancelar la acción mi palma ya estaba en su mejilla —se encoge de hombros y puedo distinguir la sutil forma en la que las comisuras de sus labios la traicionan levantándose en una sonrisa discreta.
Ella sabe que estuvo mal, pero no se arrepiente.
—Eres temeraria —no es un comentario, es una afirmación.
—Me lo han dicho —contesta con naturalidad.
Rodeo mi escritorio y me dejo caer en mi asiento mientras llamo a Mallory para que se acerque. Le ofrezco sentarse en la silla al otro lado, cosa que rechaza con un gesto educado y a la vez cortante que hace con la mano.
Ya no creo que valga la pena estar molesto, pero no puedo evitarlo. El pensar que cualquiera pudo haber visto el espectáculo que dieron Mallory y Tiffany hace que la piel me pique del estrés. Mi padre pudo haberlo visto y yo estaría acabado porque fui quien las puso dentro de Rohdiamant. Soy responsable de lo que hagan estando aquí.
Honesta y tontamente esperaba que esta guerra jamás estallara. Me quedó bastante claro que no se llevaban bien, desde el primer día, sin embargo, existía la esperanza de que lo ocultaran por un tiempo.
Mallory siempre huía de Tiffany y esta última procuraba quedarse lejos de la primera, y en cuanto se quedaron solas en una misma habitación hicieron el caos aparecer.
Mis ojos siguen fijos en la heredera de los Leblanc, ella no parece alterada con mi escrutinio y eso me hace pensar que si se siente incomoda no lo está demostrando, y en cómo demonios es que no pudo hacer lo mismo contra las provocaciones de Tiffany.
—¿Qué haces aquí, Mallory? —cuestiono, porque de verdad me intriga—. Podrías estar en la empresa que le pertenece a tu familia, dirigiéndola como es tu derecho.
La forma en la que ladea la cabeza y entrecierra los ojos me parece un gesto hecho por alguien que acaba de sentir que le lanzaron un reto que no podrá ganar, y la forma en la que suspira controlando su respiración me hace saber que ella está aceptando esta pelea, porque cree que puede ganar.
<<Y así no estarías aquí retándome con la mirada y con tu actitud>>. Completo para mis adentros.
Cuadra los hombros, levanta la barbilla y la veo cerrar los puños. Demasiado segura de sí misma como para parecer altanera. Le concedo el privilegio de comportarse así, al menos por ahora.
—Tiene razón. Podría estar en una empresa que compite de cerca con esta, bajo el ala de mi madre, tras la sombra de mi hermano, y sin llenar los zapatos que mi padre dejó —su mirada, fría como el hielo no se aparta de la mía—. No elegí donde nacer, no elegí el nombre ni el apellido que porto, pero puedo decir que estoy eligiendo por mi cuenta dónde pararme.
—Según sé, hiciste lo mismo cuando te fuiste de casa. Y no te fue bien —digo con el tacto que puedo imprimir en mi voz, que debido a la situación no es mucho.
Si esperaba alguna reacción por su parte, no la obtuve. Tengo bien entrenadas mis técnicas de provocación, y al parecer ella está entrenada para tolerarlas.
—Volé demasiado cerca del sol en esa ocasión, calciné mis alas y caí —se encoge de hombros—. Pero las ampollas se secarán, los huesos rotos sanarán y las plumas volverán a crecer —levanta la barbilla, esta vez en un gesto orgulloso—. Estoy en Rohdiamant esperando a sanar para poder volar de nuevo. Porque si hubiera ido a casa mi madre hubiera cercenado mis alas y me hubiera puesto en la jaula de oro de la cual, de ser por ella jamás habría salido.
<<Puede que haya perseguido un sueño imposible en otro lugar y de la forma incorrecta, lo admito porque fui joven y tan tonta como yo misma me permití. Pero eso me ayudó a tener mi libertad, a no estar en un lugar en el que no quiero y a no seguir los sueños o responsabilidades que me imponen.
—¿No te da miedo fracasar otra vez?
Ella hace una ligera mueca con los labios.
—No voy a mentir, la verdad estoy aterrada. Aun así, lo estoy intentado de nuevo. Ya descubrí que soy capaz de levantarme sin la ayuda de nadie —por un momento sus ojos se desvían a la ventana—. Si pude hacerlo una vez, podré hacerlo las veces que quiera.
Realmente no puedo reconocer a la chica frente a mí. Antes parecía torpe y nerviosa, ahora se ve como una digna rival en nuestra guerra de familias. Y eso me asusta un poco, porque se nota la convicción en sus ojos, las ganas por ser quien ella decida. Y si decide ser mi peor enemiga... estoy acabado.
"Mantén a tus amigos cerca, pero más cerca a tus enemigos". Esa frase no había tenido un verdadero impacto en mi vida, hasta ahora: a los amigos debes tenerlos cerca de ti por si necesitas su ayuda, como un apoyo moral. A tus enemigos lo debes tener para saber lo que traman.
Tengo que aguantar las ganas de aplaudir ante su discurso, no de una forma irrespetuosa. Una vez más, me demuestra lo capaz que es, y que realmente Chase tenía razón. Ella es un ejemplo que probablemente debería estar siguiendo.
Darle en cierto sentido la espalda a tu familia requiere valor. Irte, fracasar y aún con eso volver con la frente en alto e intentar seguir sin depender del apellido que llevas tatuado en el alma. Me deja con una sola palabra flotando en mi mente: admirable.
—Tienes muchas agallas, Srta. Leblanc —confieso.
Por alguna extraña razón comienzo a sentir algo de celos.
—Gracias, Sr. Teufel o... —afila la mirada de una forma que me hace tragar saliva—, debería llamarlo: ¿Amo?
Su mirada cambia, algo en ella se siente como si me atrapara por completo. Viendo la forma en la que se sonroja ante sus propias palabras me hace querer removerme en mi sitio para espabilar la tensión sobre mi ser, pero mi cuerpo no reacciona. Ella se muerde el labio inferior para evitar que su sonrisa crezca.
Tengo que obligarme a apartar los ojos un segundo, dejando salir el aire que ni si quiera había notado que estaba guardando en mis pulmones. Cuando vuelvo a mirarla, su expresión ha regresado a un estado sereno, aunque sus mejillas y las puntas de sus orejas están al rojo vivo.
Paso mi dedo índice por mi labio inferior, manía que se me ha quedado tras años de trabajo bajo presión, años en los que solía usar mis dedos para quitar piel seca de mis labios por la ansiedad.
Mallory está consciente de que su venganza ha surtido efecto en mí. Ahora estoy en la posición en la que la puse cuando solté aquella idiotez, honestamente no me arrepiento y sí, me tengo bien merecida esta venganza.
—¿Usted qué hace en Rohdiamant? —la voz de la pelirroja me saca de mis cavilaciones.
Y ahí vamos de nuevo, ¿Por qué la obsesión con saber mis razones? Al parecer los que me rodean les parece intrigante las razones por las que hago esto o aquello.
Por más que me esfuerce en pensar una razón independiente a mi típico: porque es mi compromiso con mi familia, es para lo que me han preparado desde que comencé a hablar. No la encuentro.
—Eso intento descubrir —respondo sin más.
—Espero que lo descubra pronto —una sonrisa nueva aparece en Mallory, una que me eriza la piel.
Están equivocados los que dicen que soy el diablo, así como los que dicen que el diablo existe en el centro de la tierra. El verdadero diablo... está en la sonrisa seductora en el rostro de Mallory Leblanc.
Bufo casi soltando la risa que de pronto me ataca.
—Bien, Mallory —digo finalmente—. Puedes retirarte. Y por favor, llama a Chase.
—Con gusto —por un momento parece que quiere decir algo, pero niega ligeramente con la cabeza y se va en silencio, con la frente en alto.
Me respaldo con desgana en mi silla. Siento que me quedé sin fuerzas. Fácilmente podría quedarme dormido aquí sin ningún problema y aunque cristo bajara de su cruz o el diablo viniera para arrástrame de los pies derechito al infierno lograrían despertarme.
Estoy en un gran dilema.
Por una parte, mi instinto desconfiado me dice que desde un principio debí negarle la entrada a Mallory, por el simple hecho de ser una Leblanc. Otra parte de mi me regaña por hacerla a un lado por algo como un apellido, mi lógica está dividida entre lo que es bueno para la empresa y lo que me ayudaría a mí.
Tiffany es efectiva para algunas cosas, como no cuestionar las razones por las que hago las cosas, no porque me gusten las mujeres calladas si no porque las preguntas que me hace Mallory no tienen respuestas la mayoría del tiempo.
—¿Imploraste por mí? —Chase entra dando una vuelta dramática señalándose, cual bailarina de caja musical.
Y como sólo él lo logra, me hace rodar los ojos. El castaño se ríe, camina hacia el escritorio, sentándose encima. Esta vez no me molesto por recordarle que existen las sillas.
—Me duele la cabeza y aún no he hablado con Tiffany —confieso.
—¿Tanto te hizo enojar Mallory? —dice impresionado—. Comienzo a ser fan de esa mujer.
Tomo el bolígrafo que descansa en la solapa de mi saco y lo arrojo a la espalda del castaño, quien se ríe a carcajadas cuando no logra esquivar mi proyectil. Niego con la cabeza y me llevo la mano derecha al cuello, porque el estrés comienza a darme tortícolis.
—Uff, y hoy es la cena familiar...
—Claro, porque no me puedo joder a medias, siempre tengo que estar bien jodido —me quejo.
—Hagamos esto rápido. Llama a Tiffany y entre los dos nos encargamos —se encoge de hombros—. Pudo haber sido lo mismo con Mallory, pero eres muy celoso para compartirla.
Intento alcanzarlo con un puñetazo, pero él se levanta de un salto, nuevamente riéndose.
💕
Llego a casa cansado mentalmente. Entre una chica de cabello rojizo que habla como poeta y una castaña que habla como un robot, mi cerebro se siente licuado.
La puerta principal es abierta a mi segundo toque, la cara de Anton —nuestro mayordomo— me recibe con esa cabeza medio calva donde el cabello que aún le queda son canas, sus ojos oscuros y su mostacho sobre sus labios siempre bien peinado.
—Guten tag —saludo pasando al interior.
Me quito el saco y lo extiendo en su dirección cuando él se ofrece a guardarlo.
—Son las ocho y media de la noche, joven Derek —dice tomando mi saco—. Son noches, no tardes.
—¿Eh? —lo miro extrañado por un segundo, después miro mi reloj solo para comprobar que es cierto—. Ah... Guten abend, Anton.
—Buenas noches, joven Derek —responde con tono amable.
—¿Sabes? —él inclina la cabeza, escuchando atentamente—, no es justo que seas el único en esta casa que pueda hablar en el idioma quiera.
—Ventajas de haber mentido en mi currículum.
Niego con la cabeza y él suelta esa risa que me recuerda a un villano de película infantil.
A Frederick le gusta que hablemos sólo en alemán al cruzar la puerta de su casa, lo cual sería una molestia si no me gustara tanto seguir las reglas.
Honestamente uno creería que al pasar los años la casa de sus padres cambiaría, quizás así debería ser, pero la casa del matrimonio Teufel sigue igual que como la recuerdo de pequeño.
Paredes blancas, retratos pintados a mano de miembros de la familia que ya han fallecido y uno que otro con el rostro de mis hermanos y el mío —los que evito ver porque me incomodan—, con los floreros que mi madre siempre juro que eran reliquias de alguna dinastía China, pero que en realidad mi padre compró en Italia y los sofás color crema sobre la alfombra café oscuro a juego con el resto de la decoración de la sala.
Sobre el sofá de dos plazas se encuentra Kerstin con toda su elegancia sentada con las piernas cruzadas y tecleando algo en su celular. Miro en dirección a la cocina, alcanzando a ver que, aunque la mesa está preparada, no hay nadie.
—¿Mamá? —digo desde donde estoy.
No es necesario que levante la voz con el silencio en el que se encuentra la casa. E ignoro la sensación de niño con mamitis que crece en la parte oscura de mi mente.
No pregunto por Frederick, él siempre llega después de mí, así que no debe de tardar en aparecer por la puerta, ni por Adler porque no vuelve al país hasta mañana ya que es un tonto que parece que no importa cuantos años pasen y lo mucho que viaja, simplemente no aprende a comprar sus boletos con anticipación.
¿Cómo es posible que siendo el menor de esta familia sea el miembro con más madurez?
—Está esperando a que el chofer regrese para que la ayude a bajar —contesta, taladrándome con sus ojos como si le molestara que interrumpa lo que sea que está haciendo.
—Y su pongo que tú no pudiste ayudarla porque se te caerían las pestañas postizas —me pinta el dedo medio, pero se ríe por la última vez que quiso ayudar con mi madre se arrancó de raíz una uña—. Voy por ella, dile a Johan que no se apresuré.
Kerstin me hace la seña de teléfono con la mano, en señal de que sí le avisará a Johan. Subo corriendo las escaleras y me detengo frente a la puerta de mis padres, tomando una inhalación profunda que dejo salir en un largo suspiro. Golpeo la madera con los nudillos tres veces, no espero respuesta, simplemente abro la puerta lentamente.
Irys Von Teufel despega los ojos color miel del libro entre sus manos para mirarme, me sonríe ampliamente mientras me acerco a ella. Está usando un elegante vestido negro con brillos en el discreto escote, un maquillaje natural y una frazada gris que la cubre desde su regazo hasta los tobillos donde deja ver los hermosos tacones color plata que adornan sus pies, aunque ya no hace uso de ellos, jamás se ha permitido usar zapatos cómodos.
Me siento en la cama y giro su silla de ruedas en mi dirección. Ella enseguida lleva una de sus delgadas manos a mi rostro y me inclino para recibir un beso en la coronilla.
—Últimamente te veo menos —reprocha tirando de un mechón de mi cabello con la brusquedad suficiente para sentir que va a arrancarlo.
Su voz suena profunda cuando habla en alemán, y escucharla es relajante para mí.
—Lo siento, he estado ocupado con el trabajo y con eso de instalarme en el departamento.
—¿Aún lo llamas el departamento? —me encojo de hombros y ella niega con una risita.
—No me acostumbro a verlo como un lugar propio.
—Te perdono solo por eso —libera mi cabello, pero no me escapo del golpe con su libro en la frente—, pero tienes madre aún, ¡ven a verla de vez en cuando!
—Ya lo sé, lo siento —suelto frotándome la frente—. Vendré más seguido.
Siento sus ojos sobre mí, aunque no despego los ojos de la alfombra. Hay tanto que quisiera poder compartirle con libertad para recibir uno de esos sabios consejos que da. Tenemos un acuerdo silencioso de no causarle ningún tipo de disgusto o malestar con cosas que nosotros debemos resolver por nuestra cuenta, se estableció con forme su salud empeoraba y se quedó labrado en piedra cuando perdió el uso de sus piernas.
—¿Qué te preocupa, Derek? —me pregunta estirándose para dejar el libro sobre la cama a un lado de mí.
—¿Puedo pedirte un consejo sin que le digas a mí padre? —digo tras meditar lo que diré.
Siento como si ella pudiera ver hasta mi alma, no necesito decirle mucho para que sepa qué es lo que me tiene tan estresado, lo sabe con solo escucharme hablar.
Nuestros ojos se cruzan y encuentro en los de ella un brillo de reconocimiento. Acomoda un mechón de su largo cabello oscuro en su hombro derecho, peinándolo con sus finos dedos pálidos.
—Te escucho —dice afable.
— — — —
¡Primera actualización del año! Espero que hayan disfrutado con sus seres queridos estas fiestas.
¿Cómo les ha tratado el año? Yo tuve algunos asuntillos que me impidieron traerles este capítulo antes, pero más vale tarde que nunca.
Y bueno, dejen sus comentarios si les gustó.
Poco a poco vamos conociendo más personajes, como a Irys que en lo particular es uno de mis favoritos y Kerstin que es experta en sacarme canas verdes (más adelante verán porqué). Oigan, como que ya se extraña a Frederick, ¿no? Algo debe estar tramando, con el nunca se sabe.
Nos vemos el próximo domingo con una nueva actualización. Me estoy organizando para traerla sin falta, esperen con ganas.
Gracias por leer y no se olviden de votar. Me ayudarían mucho si me ayudan con eso para poder llegar a más personas y que la historia siga creciendo.
¡Adiós!
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