Capítulo 6
No soy buena manejando los nervios si no puedo hacer algo que me ayude a no sentirlos, y esta situación me pone muy, muy nerviosa, no poder moverme me hace sentir aún peor, en realidad no es que no pueda moverme, es solo que no se siente correcto hacerlo. La parte racional de mi cabeza me susurra una y otra vez que no tengo porque estar intranquila porque no he hecho nada malo, pero la parte sentimental me grita que soy culpable por la cabeza que va a rodar hoy, que bien podría ser la mía.
Tiffany está de pie junto a mí, con una expresión que mi hermano Cameron definiría como: de estreñimiento con fuertes cólicos. La castaña parece una estatua imponente junto a mí, inmóvil e inalterable. Ni si quiera un terremoto podría moverla de su lugar.
Admito que nos metí a las dos en un aprieto, pero ella fue la que comenzó comportándose como una desgraciada conmigo desde el primer día. A dos días de la conversación que tuvo con Derek por el asunto del paquete que perdió, se dejó llevar por un arranque de impulsividad y no solo me arrebato de las manos mi Tablet para estamparla contra el suelo solo porque le dije que no se limara las uñas donde los demás teníamos que respirar sus residuos, si no que, me empujo tan fuerte que, de no ser por Jano —mi vecino de cubículo—, me habría ido contra el suelo.
La palma de mi mano aún arde por la cachetada que le di porque insultó a Jano cuando este le pidió que se calmara. Y estoy de acuerdo en que no fue muy maduro por parte de ambas, pero es que no puedo permitir que agredan a mis amigos. Jano sólo evito que me cayera y le estaba evitando el ridículo que estaba haciendo, ella lo tomo a mal y yo perdí los cabales cuando insultó a Jano. Claro que él lo único que hizo fue soltarse a reír, porque usar un insulto no funciona con las personas bien centradas como lo es Jano, pero yo soy pólvora, Tiffany soltó los cerrillos sobre mí.
Y como cereza del pastel, Derek iba llegando cuando plasme mi mano en la cara de Tiffany. Ahora estábamos dentro de su oficina, con él lanzando rayos y llamas por los ojos mientras camina de un lado a otro como un león enjaulado. Al menos agradezco que Chase está sentado sobre el escritorio con cara seria mirando el ir y venir de Derek como si calculara cuándo va el rubio a saltar sobre nosotras para detenerlo.
El menor de los Teufel detiene su caminar y nos mira con la furia pintando cada rincón de su cara.
—¡¿Cómo se les ocurre montar semejante espectáculo!? —es la tercera vez que pregunta, obviamente no se lo voy a recordar —. ¿En qué estaban pensando? Ambas son adultas, ¡compórtense como tal!
Un bufido mitad risa se me escapa. Tiffany me lanza una mirada llena de veneno que contesto con una igual, con una sonrisa en el rostro.
El estrés, la ansiedad y el cansancio que he ido acumulando a lo largo de los días está sacando a la superficie esa parte de mí que es tan igual al carácter que tiene a diario mi madre. Esa parte de mi debería seguir bajo mi piel, enterrada hasta los huesos, pero me están insultando y no voy a quedarme callada y sin hacer nada... no esta vez.
Ya me he hecho suficiente daño sola como para que venga una completa desconocida a querer molestarme más, estoy cansada de jugar a ser linda con quien no me agrada. Y constantemente he estado a punto de llorar en los baños de la oficina de la culpabilidad que siento, no soy buena para manejar con el odio que me tienen otros, menos si sé que debo quedarme callada y sonreír porque así lo requieren otros.
—¿Podrías compartir el chiste, Mallory? —Derek habla como si se estuviera dirigiendo a un niño pequeño, y me trago el orgullo para no defenderme ante él también.
<<Necesito el trabajo>>. Me repito tomando una larga inhalación.
—No fue un chiste lo que me hizo reír —no despego los ojos de la ventana a la lejanía—, fue el hecho de que la señora crea que la he estado hostigando, cuando en realidad la que comenzó con el juego de miradas asesinas fue ella.
Tiffany gira en redondo hacia mí y me apunta con un dedo mientras habla:
—He estado en trabajos como este por más tiempo que tú y no le veo la gracia competir ridículamente contra alguien que no me llega ni a los talones.
—Ni a la edad —digo sin filtro, Chase se aguanta la risa y la esconde detrás de un carraspeo —, pero ese no es el punto. Creo que lo que se está buscando aquí es aclarar lo de la pelea, así que eso voy a hacer.
—La verdadera razón tras la pelea es que una es una envidiosa inmadura y la otra una inmadura nada más —suelta Derek.
Sé que la inmadura soy yo y eso me golpea fuerte. Justo en donde no debió meterse.
—¿Disculpe? —sueno más a la defensiva de lo que quisiera—. Perdón, pero quisiera ver si usted aguanta más de dos días trabajando con una mujer arrogante que se cree el centro del planeta y que los que, según ella, estorbamos somos tratados como basura. Estoy consciente de que no he hecho nada para ganarme el mal trato, y que usted dé por sentado que la cachetada que le di fue únicamente por inmadurez me parece una total falta de respeto. Si me dejara explicar qué fue lo que ocurrió con anterioridad a la bofetada le aseguro que dejará de ver mi acto como algo inmaduro.
Los ojos de Derek Teufel se clavan en mí, dejando fluir su furia mientras camina hacia mí. Trago saliva, pero ya no es momento para acobardarme, así que, en lugar de mostrar nervios, levanto la barbilla. Me observa con tanta fijación que comienzo a arrepentirme de haber abierto la boca.
De reojo noto como Chase se reacomoda en el borde del escritorio.
—Adelante... explícate —concede.
Tomo impulso y dejo fluir la explicación ignorando los constantes gruñidos de Tiffany. Derek se cruza de brazos mientras me sigue observando con su ceja derecha haciendo un perfecto arco, levantada. Dándole ese aire de autoridad absoluta y contra sobre cualquiera que se le pose enfrente.
Papá solía decir que todo hombre al mando de un grupo de persona tiene uno o más gestos como aquel, con el que demanda que le des el respeto que se mereces.
Mi papá solía entrecerrar los ojos y frotar con el dorso de su mano su barba. Mamá siempre se cruza de manos sosteniendo sus codos y levantando la barbilla, elegante pero severa. Cameron suele ser menos sutil, él recurre muchas veces al contacto físico amenazador con los varones como tomarlos por el hombro o el antebrazo, y ser solo palabras, es muy raro verlo usar ese gesto en el que inclina la barbilla hacia abajo y te mira como si quisiera ser tu causa de muerte. E incluso llega a mi memoria aquella forma de cerrar los ojos, inhalar y suspirar con exasperación de cierta persona, que al abrir de nuevo los ojos se sentía como si te clavaran agujas en la piel y el sermón a modo de regaño que te soltaba te dejaba pensando por varios días.
Para cuando he terminado de relatar la corta historia la cara de Tiffany se ha desfigurado con una abierta expresión de desagrado hacia mí. Derek se lleva una mano a la cien y Chase permanece en su logar con los brazos cruzados y la cara más seria que lo he visto poner hasta el momento.
—Escuchen, independientemente de la razón tras la pelea lo que me pone realmente furioso es que no se supieran comportar como profesionales, ¿acaso creen que trabajar aquí es un juego? —habla con la voz ronca, quizás es por habernos gritado o quizás es porque aún sigue molesto—. Si hubieran hecho ese escandalo aquí adentro no me molestaría... tanto, pero lo hicieron en donde definitivamente era el peor lugar.
—Pudieron haberse peleado en la recepción, eso hubiera sido peor —Chase habla por primera vez, Derek le da la razón asintiendo con la cabeza—. No es la forma de arreglar las cosas, pero tampoco era la forma de tratar a un compañero. Ambas hicieron mal, no importan en qué medida, hicieron mal y punto.
—Qué curioso, yo sigo sintiendo que no hice realmente nada —sale de mi boca antes de que pueda detenerlo. La mirada de Derek vuelve a clavarse en mí y comienzo a creer que va llegando la hora de decidir qué quiero que diga mi epitafio.
Seguramente sería algo así como: mi hermano y yo apostamos por quien aguanta más tiempo debajo del agua y gané. O: Ey, Cameron, los gusanos acá abajo tienen más cerebro que tú.
Escucho la risa de la Mallory diablito desde algún rincón de mi mente, aprobando la segunda opción.
—Creo que no estás en posición de mostrarte tan altanera —declara el rubio.
Lo miro con extrañeza, él únicamente se queda estático.
—¿Le parece que estoy siendo altanera porque quiero que se dé cuenta de que está acusando de algo a la persona incorrecta? —hago una mueca imitando el emoji de carita triste—. Mis más sinceras disculpas.
Comenzamos un juego de miradas que me pone la carne de gallina pero que mi orgullo no me permitirá perder o eso quiero pensar.
Con la luz que entra por las ventanas puedo detallar los diferentes tonos de verde en los ojos de Derek, desde los más claros cercanos al amarillo hasta aquellos bastante oscuros. Y no debería estar pensando en lo bonitos se son sus ojos, pero eso me está ayudando a no apartar la mirada, aunque claro, después de días mirando la pantalla iluminada de una computadora ha hecho que mis ojos se sientan irritados, por lo que se entrecierran sin que yo lo quiera.
—¿Te gusta retar a las personas con tú mirada, Mallory?
<<No, la verdad es que comienzo a creer que necesito mis lentes de lectura>>. Lloro internamente.
—¿Se siente retado por mi mirada, Sr. Derek? —es lo que contesto.
—Ahora lo haces con tu boca —entrecierra los ojos con disgusto.
—Puedo hacer y decir mejores cosas con ella, pero usted no me ha dejado demostrárselo —imito su gesto.
Me dan ganas de seguir por el rumbo que él trazo con la broma que me hizo la primera vez que nos cruzamos de frente, pero muy a mi pesar sé que debo reservar mis bromas calurosas para cuando sienta que mi cabeza seguirá pegada a mi cuello sin importar lo que diga.
Estoy casi segura de que Derek siente que lo estoy retando con el tono en el que le hablo, pero justo ahora solo intento que la voz no me tiemble de lo nerviosa que estoy, y cuando estoy nerviosa también mi voz desafina... y mucho. Me daría vergüenza si dejo salir un gallo vocal frente a más de dos personas.
—Chase, llévate a la seño-... —suelta un gruñido y casi puedo verlo dándose un golpe en la frente—. ¡A Tiffany! Llévatela afuera...
Derek camina hasta donde está el castaño y ahora es él el que se recarga ligeramente en su propio escritorio con las palmas de las manos apoyadas sobre la madera. Es como si estuviera marcando territorio, y si lo está haciendo es porque de verdad está sintiendo que intento pasar sobre él y no es lo que quiero que piense, así que debo bajar las revoluciones de mi enojo o vamos a terminar mal.
Chase se pone de pie, se toma un momento para ajustar su traje. Le hace una seña a Tiffany para que lo acompañe a la entrada y cuando pasa cerca de mí me da un sueve apretón en el hombro derecho.
—Tranquila, no muerde —me susurra.
—¿Sí?, tú curarás la herida cuando me deje clavados los colmillos en la carne —murmuro.
—Trato hecho —es lo último que dice.
Escucho la puerta de cristal cerrarse a mis espaldas y siento el coraje correr detrás de Chase... o quizás ya hasta lo rebasó porque así que digamos: Uy, cuanto coraje tengo. No, la verdad no.
Y de pronto me quedo, una vez más a solas con Derek. No se siente ni la mitad de cómodo que se ha sentido estar a solas con él durante el tiempo que llevo viniendo a diario, pero tampoco me siento tan aterrada. Así que supongo que voy a estar bien.
<<Repite eso hasta que te lo creas>>. Grita Mallory diablito escondida quién sabe dónde.
Creo que al fin conoceré porqué Derek se ganó el apodo de Diablo.
— — — —
¡Miren quien volví!
Hoy no tengo mucho que decir honestamente, más que... gracias por leer como siempre. Y que espero puedan leer el próximo capitulo, y los que le sigan a ese.
¡Saluditos!
AZNER
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro