Capítulo 55
—Tienes el ceño fruncido —murmura Derek a mí derecha.
—Estoy pensando —digo—. Tú tiemblas de los nervios.
—Sí, lo admito. Pero, no puedo evitar pensar... ¿y si sale mal? —susurra con pesar—. ¿Y si no puedo con la responsabilidad?, ¿y si mis hermanos creen que soy un traidor?
Estamos en medio del salón de uno de los mejores hoteles de la cuidad para simular que aquí se hará la cena de empresarios de cada tanto. Eso es lo que creen Frederick y a Egmont. La verdad, es que van a venir a cavar sus propias tumbas.
En los últimos días no he dejado de cuestionarme qué voy a hacer una vez que esto de fin. En las películas, cuando el propósito del héroe llega a su fin, la película también, así que no sabemos qué ocurre tras eso. ¿Se sentirá feliz?, ¿realizado o vacío?
Supongo que da igual, porque no soy el héroe. Y no puedo recordar ninguna película en la que haya un villano que logre realizar sus planes. Aunque tampoco creo ser un villano.
Derek sigue haciéndose preguntas sin parar.
—¿Y si...?
Lo interrumpo jalando del nudo de su corbata.
—¿Y si me lo dejas? —mi molestia se mezcla con algo de diversión—. Teufels, vas a dejarme sorda.
Reacomodo su corbata en su sitio sin contener la sonrisa divertida que su cara impresionada me causa. Suspira con derrota y se aclara la garganta recobrando estabilidad.
—Mejor me siento —Derek se mueve a la mesa.
Cameron ya está ahí, Adrien no tardará en hacerles compañía.
Voy a la pequeña sala conjunta del salón, donde Marc, el hermano de Renée, está terminando de ponerse el uniforme de guardia de seguridad. Él me mira con el rostro pálido.
—¿Qué ocurre? —murmura, visiblemente nervioso—. ¿Cuánto llevas ahí?
No le doy importancia a su reacción. Camino hasta la silla donde descansa el maletín que contiene lo que necesito, una vez que lo tengo, regreso mis pasos hacia la puerta dónde le dirijo otra mirada.
—¿Por qué actúas como si te estuviera haciendo daño? —inclino la cabeza, sonriendo con burla—. Sólo estaba mirando, no te hago daño si sólo miro. ¿No es lo que nos decías cuando éramos niñas?
—N-no sé de qué hablas.
Marc creyó que iba a ser el único sin represalia, y estaba equivocado. Sé, porque lo escuché acercarse, que su hijo Every está detrás de mí.
—¿Necesitas que refresque tu memoria? —lo asesino con el pensamiento de diferentes formas, cada una, más dolorosa que la anterior—. Salías observarnos a Mallory y a mí cuando nos quitábamos el uniforme de la escuela... y la frase que usabas era: "no las estoy tocando, solo las observo. No les hago ningún daño si solo las miro".
Marc desvía la mirada, aún más pálido.
—Dime —doy un paso atrás—. ¿De verdad no nos hiciste ningún daño con solo observar?
Él abre la boca, por la forma en la que sus labios hacen una mueca de horror... ya ha visto a su hijo parado detrás de mí.
—¿De qué está hablando? —el tono dolido en la voz de Every lo hace ganarse un pequeño punto de mi simpatía.
—Dejaré que él te lo explique —murmuro dando media vuelta.
Al pasar cerca de Every, le doy un golpe de puño cerrado en su brazo expuesto hacia mí. Pero él está pasmado. La decepción en su interior sale en forma de lágrimas cuando su padre murmura la misma frase que nos decía de niñas.
De regreso al salón, Frederick y Egmont ya se encuentran en los puestos que reservamos para ellos. Camino a ellos cuando veo a uno de los hombres de Adrien cerrar la puerta por la que han llegado.
La molestia en el rostro de Frederick se desvanece en cuanto me pongo a la cabeza de la mesa. La mueca de reconocimiento por parte de Egmont no me sorprende. Deslizo el maletín por la superficie de la mesa en dirección a mi mellizo, quien lo recibe.
—Una última cena bastante elegante, ¿no les parece? —comento—. Ah, nadie más va a llegar, así que no hay porqué esperar.
—¿Y Malika? —Egmont suena inestable.
—Malika está... —mis ojos se posan un segundo en Derek, quien observa a su primo de forma curiosa—, no se preocupen por ella.
—¿Qué es esto, Mallory? —Frederick gana algo de enojo.
—Ey —camino hasta quedar detrás de Frederick—. ¿Sabes cuál fue tu error al clavarme una daga por la espalda, Ricky? —digo—. Que lo dejaste ahí. Entonces, tomé la empuñadura, la saque y ahora... —doy un golpe en su espalda—, te la devuelvo.
—¿Todo esto solo porque te corrí de Rohdiamant? Es absurdo —niega con la cabeza—. No iba a admitir que eres mi hija enfrente de Derek...
Interrumpo a Frederick levantando una mano. A mi señal, Adrien saca del interior de su saco el sobre abierto que ya conocemos: la confesión escrita de Renée y la prueba de ADN. La pone sobre la mesa y la desliza sobre esta hasta que el sobre llega a manos de Frederick.
Mientras el mayor comienza a leer el contenido, mi atención recae en Egmont, quien ya estaba observándome.
—Alexia... —murmura—. ¿Esto es por lo que pasó con tu coreana?
Me trago las ganas de arremeter contra él.
<<Solo un poco más>>.
—Creí que querías doblegarme —me llevo una mano al mentón—. ¿Qué pasó con eso?
Se pone de pie, metiendo las manos en el interior de su pantalón. Al tener que mover su saco para realizar esa acción, algo llama mi atención, pero debido a que es un momento fugaz, no logro detallar qué ha sido.
—No tengo tiempo para tonterías. Yo no le dije que saltara de ese edificio —la sonrisa despreocupada en sus labios me enferma—. Y tú, has comenzado a asquearme.
—Una verdadera bendición —me cruzo de brazos—. ¿Y tienes tiempo para explicarnos sobre el desvío de fondos que has estado haciendo por años? Porque apuesto a que Derek y Frederick están interesados en escuchar lo que tengas que decir.
La alarma se dispara en sus ojos. Los nombrados lo observan con angustia.
—Si de alguien de los presentes pueden desconfiar es de ti, Alexia —acusa—. ¿Crees que te hace confiable el que uses una identidad falsa?
—¿Identidad falsa? Mi nombre es Alexia Leblanc, todos los presentes lo saben —el soplido de Frederick me hace encogerme de hombros—. Bueno, todos menos Ricky.
—¿Sabías que el soborno es un delito, Egmont? —Adrien se acomoda en su silla—. Malika sobornó al director del instituto en el que Alexia estudiaba para que le diera la información personal que ellos deberían custodiar como privada.
—¿Y eso a mí qué? —él se ve a la defensiva—. Lo que haga esa mujer, no es mi problema.
—Tú fuiste quien le dio la información, y el dinero —con eso Egmont traga saliva—. Vamos, tú ya sabías que no soy Mallory. Nos conocimos gracias a Eun-ji, con quien jamás tuve secretos.
Niega con la cabeza mirando el suelo. El brillo de una ligera capa de sudor baña su frente. Frederick y Derek no dejan de observarlo a la expectativa. Pero Egmont se ve cada vez más lejos de poder defenderse.
—¿Derek? —el nombrado suelta un sonido de afirmación—. Te mencione que Adrien es un genio en el Black Jack, ¿lo recuerdas?
Él asiente.
—Adrien aprendió a jugar porque descubrimos lo que une a Malika y a Egmont. Malika era Crupier en uno de los casinos en el extranjero que más visita tu primo —observo a Frederick —. Adivino... ¿él la recomendó como tu asistente?
El padre de los Teufel baja la mirada de forma sombría, casi como si estuviera tratando de contener la rabia.
—Resulta que Malika conoce a Egmont desde hace mucho, ya que este ha jugado ilegalmente desde que era un adolescente —es el turno de mirar la reacción de Derek—. Se distanciaron porque sentías que algo andaba mal con él, ¿no? Eso te generaba ansiedad, seguramente.
—Eres... me causas escalofríos —contesta Derek.
Dejo salir una risa nasal.
—Ambos han estafado desde que se conocieron. Han hecho trampas en los casinos y cuando los descubren, sobornan para no ser dañados. Gracias al patrón que dejaban, logramos dar con algunas de esas personas —Cameron alza la carpeta que descansaba en el interior del maletín que le hice llegar previamente—. Una persona que se vendió una vez, puede hacerlo sin parar, ¿no es increíble lo que el dinero puede hacer? Vuelve a las personas unos seres primitivos que se mueven por la necesidad de tener más riquezas.
Sonrío en dirección a mi mellizo, quien desvía sus ojos del azul tan peculiar cuando capta que estoy tratando de demostrarle que me enorgullece escucharlo hablar más de lo normal.
Y gracias a esa chica llamada Annie... pude entrar en la mente computarizada de Rohdiamant, descubriendo así, todo el problema que estaban llevando a cuestas.
Ya me sonaba raro que, Frederick, el hombre que nunca ha apoyado a ninguna fundación benéfica, de pronto estuviera desesperado por llevar la campaña de adopción del refugio de animales más conocido del País. Y su desesperación por casar a su hijo con una chica del mismo estatus financiero.
Necesitaban reducir los impuestos que ya no podían solventar. Y nuevos socios que agregaran dinero a la cuenta de Rohdiamant.
—¡Oh, casi lo olvidé! Frederick, he hablado con mis hermanos y compraremos la deuda de Rohdiamant... —su mirada se vuelve incrédula y su rostro pálido—, sí, esa que tiene con el banco al que le pediste prestado cierta suma de dinero para que nadie notara lo que estaba pasando —me cruzo de brazos cuando mis ojos y los de él se encuentran—. La información da poder, y con la correcta... puedes ser dios, ¿no te parece?
—¿Qué vas a querer a cambio? —el mayor palidece otros dos tonos—. No me trago que hagas esto porque quieres.
—Uy, haces bien. Nunca confíes en alguien a quién traicionaste —sonrío—. Lo que quiero es simple, si tienes la voluntad de hacerlo.
—Ve al grano —gruñe.
—Quiero que renuncies a tu puesto como CEO de Rohdiamant—la sonrisa en mi rostro se desvanece—. Y que le retires las acciones de esta misma a Egmont.
—¿¡Quién mierda te crees!? —ignoro a Egmont.
—Padre, Alexia me ha puesto al tanto de todo —Derek es el perfecto intermediario—. Ella puede ayudarnos.
—¿Qué dices? —camino hacia Frederick y extiendo una mano en su dirección—. Si quieres salvar a tu tan amada empresa, estrechar mi mano lo hará.
—¡Está tratando de engañarte! —Egmont se acerca—. ¿¡Sabías que se acostó con el hijo de Junseo!?, quizás lo hizo hasta con él, y por eso dejó la empresa.
Ruedo los ojos, soltando un suspiro de cansancio.
—Tú te acostaste con su hija, jugaste al príncipe encantador y la abandonaste sin importarte su suerte —me cruzo los brazos—. Lo único que hice, fue confesarle quien había sido el hijo de puta del que se enamoró su hija. Con eso decidió enviar al carajo a toda la familia Teufel. Tus los jodiste, Egmont.
—Alexia, no seas vulgar —reprende Adrien.
Guiño un ojo, mostrando la punta de mi lengua.
—¿Quieren que Rohdiamant sea embargada? —insinuó, de regreso a Frederick —. Creí que eran más listos, o... —mis ojos viajan hacia Egmont, quien está rojo de la rabia—. Temes perder tú única fuente de dinero, ¿no?
Veo como sus músculos del rostro se tensan y el cómo se hincha una vena en su frente.
—Tiene lógica, ¿qué te harían esos sujetos peligrosos a los que les debes dinero? —finjo horror un segundo, al siguiente, dejo salir la indiferencia que siento—. Te enviaré un ramo de flores a tu funeral.
Doy media vuelta para regresar a mi lugar. Con la semilla del caos implantada. Al pasar cerca de Derek le doy un apretón en un hombro a modo de apoyo. Él está tenso.
—A quién le enviarán flores será a alguien más si no me das esa maldita carpeta y te olvidas de todo —Egmont declara con la suficiente confianza como para hacerme mirarlo.
Tiene un arma en la mano. Supongo que cuando le debes a tantos tipos peligrosos, cargar con una se vuelve una necesidad. Pero el cañón no me apunta, el disparo, si es que lo hay, iría hacia Cameron.
—Mala elección. Cameron ha querido morir desde que nació —digo.
—Vete al carajo, Alexia —gruñe mi mellizo.
—¿Quién te entiende? —me encojo de hombros.
💕
ADRIEN:
Mi sentido de la audición se va recuperando del estruendo de la detonación del arma. Nunca había llamado idiota ni mental ni verbalmente a Every... hasta que se le ocurrió llegar corriendo desde el fondo del salón, causándole un susto a Egmont que lo llevó a presionar el gatillo.
Me tomo unos segundos moverme de mi silla y atrapar a Egmont en su carrera hacia la salida. Él cobarde corrió como una gallina sin cabeza ni bien la bala perdida impacto en Derek.
Aplasto la mejilla del sobrino de Frederick Teufel contra el suelo. Johan le ha confiscado el arma y ha ayudado a Frederick a ponerse de pie, pues el mayor se lanzó al suelo en busca de su hijo, pero Alexia fue más rápida.
—¿¡Está bien!? —pregunto.
Alexia revisa el pulso de su cuello con expresión de concentración.
—Está... muerto —dice con frialdad.
—Vaya —Cameron se cruza de brazos—. Hasta el rubio tiene más suerte que yo.
Egmont deja de forcejear conmigo, se queda quieto contra el suelo, mirando en dirección a su primo.
—¡No, mierda, no! —grita—. ¡No quería matarlo!
—Pues lo has hecho —Cameron reprocha sin tacto.
Egmont comienza a sollozar y a pedir perdón con lamentos.
Ruedo los ojos al cielo. De todos los momentos, ella elije precisamente este para hacer uso de su sentido del humor macabro.
Alexia comienza a reírse, lo que me hace sospechar que se debe a la cara de Frederick y a los lloriqueos desesperados de Egmont.
—¿Estaría así de calmada si hubiera muerto? Estaría a punto de arrancarle la cabeza a ese gusano —ella acomoda la cabeza de Derek en su regazo—. Solo se desmayó. Saquen de mi vista a ese bastardo.
Johan y Every se encargan de esa tarea. Literalmente arrastran a Egmont, quien, si bien ha dejado de lloriquear, parece igual de trastornado. Y supongo que no es para menos, ver a Alexia empapándose con la sangre de su primo inconsciente a causa de una herida que él mismo provocó, no debe ser fácil de procesar.
Al acercarme a mi hermana menor, Derek abre los ojos con esfuerzo he intenta murmurar algo, aunque lo único que logra conjurar es un balbuceo.
—Shh, está bien. No pasa nada —Alexia se inclina más sobre el rubio—. No, espera... no te muevas, Derek.
—¿¡Qué ocurre!? —Frederick está al borde de la histeria.
—No deja de sangrar, por más que presiono la herida, no para —sus palabras salen con esfuerzo y el aturdimiento aterrador en el que la vi cuando papá murió.
—¿Alexia? —me arrodillo junto a ella.
_ _ _ _
¿Qué les dije? Dramático.
Menos mal que aún nos queda un epílogo, ¿no? *Saca la caja de pañuelos*
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