Capítulo 5
—Y, por último, si una de ustedes pasa por la máquina de café por favor traigan uno sin azúcar —Derek parece estar dictando una lista mental de tareas.
Es mi día número tres en una ardua competencia contra la señorita Tiffany Gandul por el puesto como asistente personal de Derek Teufel. Ya que el señor perfección —como he comenzado a llamarlo en las últimas horas— no pudo decidir entre quien de las dos candidatas es la mejor a simple vista. Aunque no ha sido tan ardua que digamos...
Aún no supero que el tío Ricky haya conseguido y traducido el currículum que usé en corea, además de la carta de presentación e incluso consiguió la carta de despedida, agradecimiento y aliento que me dieron los señores Park, mis antiguos jefes en corea... nunca había visto que alguien manipulara tan bien la información como para conseguir que unos señores dueños de un pequeño restaurante escriban una carta de recomendación. Y a la vez, sé que tampoco ha de haber sido muy difícil, pues los señores Park prácticamente adoptaban a sus jóvenes empleados, nos llamaban nietos, estoy casi segura que hubieran hecho lo que fuera por ayudarnos, por ayudarme.
Hago un recordatorio mental para enviarle un correo a Soyeon y decirle que le doy las gracias a sus padres y que agradezco enormemente el cariño que expresaron por mí en aquella carta. Aún tengo la nariz tapada y la constante comezón en los ojos porque las palabras escritas ahí —con una traducción que deja que desear, he de admitir— me provocaron ganas de llorar.
—¿Entendieron todo? —Derek no ha despegado los ojos ni por error de unos papeles que estás extendidos por su escritorio, en los cuales veo lo que me parecen gráficas.
—Sí, señor —contestamos Tiffany y yo al mismo tiempo.
La castaña de hermosos ojos azules verdosos me lanza una de esas miradas que juzgan silenciosamente. Y honestamente, no puedo decir que sea una mala persona, ya que apenas hablamos, tampoco puedo decir que la odio solo porque la poca interacción que hemos tenido es bastante hostil de su parte. Como dije: no la odio ni es una mala persona, pero si su casa se estuviera quemando y yo tengo agua... me la bebo, aunque lo más seguro es que yo haya causado el incendio para empezar.
Tiffany es una de esas personas cuya actitud me hace pensar: amiga, ve a terapia y deja de amargarle la vida a los demás. Lo que me hace recordar que debo agendar una cita con el doctor para que me revise el corazón porque con los disgustos y sustos de estos días seguro que ya tengo un soplo o algo.
Soy la primera en salir de la oficina. Estoy decidida a terminar mis tareas lo antes posible y a pasar el menor tiempo que se pueda cerca de Tiffany, porque soy bastante fácil de influenciar y si sigue mostrándome su odio, va a ganarse el mío y entonces tendré ganas de quemar su casa ella adentro...
Camino lo más rápido que puedo hasta el cubículo que me asignaron por unos días, hasta que Derek decida quién se quedará con el puesto, y el escritorio en forma de "L" dentro de la oficina del Diablo es bastante tentador. Uso la computadora de escritorio para organizar e imprimir algunas cosas que necesito. De vez en cuando me doy el lujo de investigar un poco sobre el menor de la familia Teufel, pero la información que encuentro en los artículos de internet es muy escasa. ¿Por qué tiene que ser tan pragmático?, ¿habrá matado a alguien?
El ruido de múltiples dedos moviéndose sobre teclados de computadoras es el único sonido que se escucha por un rato. Mi vecino del cubículo de la izquierda me pregunta si me molesta o me distrae si pone música Jazz, me explica que ha perdido sus audífonos y que prefiere hacer su trabajo con música de fondo para no sentir tanto estrés. Por lo que accedo y en cuanto comienza la segunda o tercera canción me inclino en su dirección para agradecerle y darle la razón, hacer un trabajo repetitivo con música de fondo es menos estresante.
Hace bastante rato que vi a Tiffany caminando con dirección al elevador con un pequeño paquete entre las manos. Con los tacones que lleva puestos, puedo imaginarme que va a tardar más haciendo lo que sea que deba hacer. No creo que pueda caminar rápido sin correr el riesgo de romperse un tobillo. Yo no pude ni bajar un par de escalones.
Después de terminar de organizar unos horarios que estaban hechos un revoltijo digno de ser llamado vómito, y haber reorganizado un poco el pequeño espacio que tengo, me encamino al espacio donde están las cafeteras. Según mi vecino de nombre Jano, esta área es conocida como "Dulcería café" y en cuanto llego me doy cuenta del porqué es llamada de esa forma. Literalmente parece una cafetería con toques de confitería y /o pastelería.
Hay un espacio con recipientes de cristal, cada uno con diferentes tipos de golosinas en el interior. Hay unos refrigeradores parecidos a los de las tiendas de conveniencia que tienen en su interior bebidas y pasteles pequeños. Y como mínimo hay cinco máquinas para hacer café. Todo huele a azúcar y cafeína para que el oficinista esclavo se pueda mantener despierto.
<<Tú también eres una esclava ahora>>. Susurra la Mallory diablito de mi mente.
<<Ella no quiso serlo. Pero es mejor que ser degollada por mamá>>. Defiende la Mallory angelito.
Mallory diablito: Es una esclava del enemigo, ¿crees que mamá no va a enterrarla viva si se entera de los dos secretos que ahora guarda?
Mallory angelito: Oh, vamos. Tampoco teníamos mucha opción, ¿o sí? Ella comprenderá.
Mallory diablito: Ella va a poner hormigas en nuestras sábanas mientras dormimos.
Mallory angelito: ¡No me gustan las hormigas!
Sacudo la cabeza para deshacerme de la loca conversación que mis dos partes estaban teniendo. Ahora sí creo que me he vuelto loca. Agregaré una visita al psicólogo a la lista de cosas pendientes.
Uso una de las máquinas para preparar el café que Derek pidió. En lo que espero a que la cafetera haga su trabajo, husmeo en los recipientes cuadrados de cristal, en busca de algo que pueda comer mientras espero. Paso de largo un recipiente con galletas pequeñas de chispas de chocolate, y otra con almendras a la cual ni si quiera me acerco porque soy alérgica. Me decido por toman un puñado de M&M's, que son lo suficientemente pequeños para sentir que ya he comido demasiados con solo haber probado unos cuantos. Apoyo la cadera en el mesón de trabajo a un lado de la máquina que ya suelta un olor maravilloso a café. Con mis M&M's en un platito de papel a un lado de mi en el mesón y con los ojos clavados en la Tablet que me entregaron. Tengo los horarios que aún no he terminado de acomodar, debo mandar todos al correo de Derek en el menor tiempo posible para asegurarme de tener puntos extra.
—¿Qué tal el primer día? —la suave voz de Chase me saca de mi aislamiento—. ¿Ya estás deseando que sea el último?
El día de hoy, Chase solo lleva puesta una camisa blanca y unos Jeans negros. Se ve bastante cómodo a diferencia de como se ve con los trajes que ha usado en los últimos dos días. Se mantiene en la entrada de la estancia con el rostro iluminado por una enorme sonrisa, haciendo que sus ojos se vean más claros. Realmente me contagia muy rápido la buena vibra que transmite.
—Por supuesto que no —contesto sin molestarme en esconder mi entusiasmo—. Es bastante interesante lo que se hace por acá. Me recuerda mucho a cuando mi papá me llevaba con él a Roos. Claro que, aquí no hay lo que conocemos como laboratorios para los perfumes, pero es prácticamente igual. Es genial.
—Eso he oído. Yo sigo sin encontrarle lo divertido —se lleva las manos al interior de los bolsillos de sus Jeans—. ¿Preparas café para Derek o para ti?
—Para Derek, yo... no bebo café.
—¿No?, ojalá le puedas enseñar a tu posible jefe que deje de reemplazar su sangre con café —niega escandalizado—. Lo peor es que no sé cómo puede beberlo sin una sola pizca de azúcar. Jamás entenderé su odio por los dulces.
No soy de las que se aprovechan de los demás, pero Chase acaba de hacer que un foquito apareciera brillando sobre mi cabeza.
—¿Lo conoces desde hace mucho? —tomo un par de M&M's y me los llevo a la boca, los mastico con lentitud intentando parecer de lo más casual.
—Sí, desde que éramos niños. Se podría decir que es más cercano a mí que a sus hermanos —Chase acomodó el cuello de su camisa, seguramente en un gesto para quitarle intimidad a sus palabras—. Dime con total honestidad, ¿qué tal te ha tratado?
Lo pensé por un momento. La verdad era que, haciendo memoria Derek apenas y había cruzado palabras directamente conmigo. Con Tiffany sí que lo vi hablando, pero ha parecido un poco reacio a hablar conmigo y de no ser porque ahora soy a escondidas su cupido no me afectaría, estoy totalmente en mi papel de empleada —o posible empleada—, pero debo averiguar algo de él más allá de su nombre y edad. Tampoco es como que espere que de la nada me cuente cuál es su comida favorita, porque las cosas no ocurren así. A parte de su actitud hacia mí, lo he visto cerrar una carpeta para abrir otra. Se ve tan ocupado que no me atrevo a buscarle tema de conversación.
—Bueno, a penas y hemos cruzado palabra... dejando fuera que me miró un poquito raro esta mañana que llegue, me ha tratado bien, o al menos se podría decir que no he recibido un mal trato. Es que no lo hay —me encojo de hombros—. Es complicado de explicar. Pero ese gestito me tiene un poco preocupada.
—Tranquila, seguramente es porque hoy te ves más bonita.
Levanté una ceja en contra de mi voluntad solo porque ese cumplido me tomó por sorpresa. Chase en seguida se dio cuenta de lo que había dicho, llevó una mano a la cara y con la otra me hizo una seña de esperar con la mano abierta.
—¡Ah, no! No lo tomes así, no me vayas a malinterpretar. No soy esa clase de chico.
—¿De qué clase? —no controle la ligera risa que se me escapó.
—De la clase que coquetea sin disimulo con una chica —se cubre el rostro con ambas manos, su risa nerviosa me causa bastante ternura—. Si de mi boca sale algo que se pueda malinterpretar, me disculpo.
Suelto una carcajada que es interrumpida a la mitad por el sonido de la cafetera terminando de hacer su tarea, negando con la cabeza y aún con la risa amenazando con salirse doy media vuelta para servir café cuidadosamente en una taza completamente blanca, con mucho cuidado de no quemarme. Mi hermano dice que soy de esa clase de personas demasiado propensas a un accidente en la cocina y que por ello no he aprendido a cocinar gran cosa, pero la realidad es que me da mucha pereza aprender a hacer algo que requiera más de veinte minutos de preparación.
—Debo llevarle esto a mi posible futuro jefe —digo de camino a la salida, a modo de despedida para Chase—. ¿Te terminas los chocolates por mí?
—Será todo un placer —contesta al mismo tiempo que se despide de mi con un movimiento de mano.
Una vez dentro de la oficina de Derek le entrego le entrego la taza con café y le digo que ya he mandado los horarios a su correo. Él únicamente esciente con la cabeza y toma la taza sin despegar los ojos de los papeles desperdigados por su escritorio, pero no bebe nada. Me parece que está intentando organizar sus ideas o a lo mejor está tratando de memorizar información, recuerdo que mi padre hacia eso antes de una junta importante y porque fui quien organizo sus horarios sé que está por salir a una junta.
—¿Has visto a Tiffany? —pregunta sin rodeos.
En otro caso, seguramente intentaría mentir para encubrir la ausencia de la castaña. Pero, ¡qué diablos! Esto se supone que es una competencia.
—La vi hace rato—me aclaro la garganta y cambio mi tono a uno más formal—, cuando iba camino al elevador. Después de eso no he vuelto a verla.
—Mmmm... —Derek dio un sorbo a su café y por primera vez en lo que va del día dirige su atención a mi presencia.
Parece estar estudiándome detenidamente. Su escaneo me hace sentir algo incómoda, pero esto casi al cien por ciento segura de que ni si quiera me está prestando real atención porque parece bastante distante, como si aún estuviera meditando algo.
Y me alegra decir que el día de hoy sí que he hecho una mejor elección con mi ropa. Reemplace la falda apretada, los tacones y las medias por una versión femenina de los trajes que he visto usar a Derek y a Chace. El mío es de un gris claro, uno de mis colores preferidos después del lila —color en el que también tengo un traje— pero estoy especialmente contenta con haber elegido el gris y no el lila porque Derek trae un traje gris también, varios tonos más oscuros que el mío pero que sin duda es gris. Esa coincidencia me dejó como con una sensación de que podemos llegar a pensar parecido, o eso fue lo que noté en su mirada esta mañana que me vio entrar.
—Mallory, veo que tienes lo que me parece una férula sobresaliendo de tus botines, ¿es la razón por la que no traes tacones? —cuestiona acomodando su espalda contra el respaldo de su silla.
Honestamente ya había olvidado que traía la férula, porque estoy tan acostumbrada a ella que ya es como si fuera parte de mi pie y no una "algo" adherido a él.
—Sí, no puedo usar tacones hasta dentro de una o dos semanas más, aunque desde que me lastimé no he ido a revisión —confieso, me siento algo avergonzada sin razón—. Quizás y necesite más tiempo.
—Recuerdo cuando me rompí la muñeca, como a las dos horas ya quería quitarme el yeso porque picaba y sabía que con el sudor... bueno, no iba a oler especialmente bien —es la primera vez en el día que lo veo sonreír, sus ojos viajan a su muñeca derecha.
—¿Cuánto tiempo tuviste...? —niego con la cabeza y me apresuro a corregirme—. ¿Cuánto tiempo tuvo que usarlo?
Su sonrisa crece ente mi tropiezo, pero agradezco que no lo haya tomado a mal.
—Ocho semanas... fueron las peores ocho semanas de mi vida, pero me volví ambidiestro gracias a eso. Pero cómo odiaba faltar a clases —da otro trago a su café—. Chase pintó con un plumón sobre el yeso: sólo podemos decidir qué hacer con el tiempo que se nos da.
—J. R. R. Tolkien —digo.
—El padre de la literatura de fantasía moderna, era una especie de Akira Toriyama para Chase y para mí —confiesa—. Aunque me quedé en los Thrillers al crecer.
—¿Le gusta leer?
—Sí, en mi tiempo libre, aunque... en ocasiones me estresa más que el trabajo.
—Cuando comienzas a hacer teorías, ¿no?
—Sí —abre los ojos con una expresión bastante juvenil, como quien no entiende en qué idioma está matemáticas—, me desestabiliza cuando las cosas no van por donde creo.
Escondo mi sonrisa detrás de la Tablet que sostengo y Derek le da otro sorbo al café, impresionándome con su capacidad para o hacer ni una mueca ante el amargor.
Y al parecer sí puedo conseguir cosas de Derek sin estarlas buscando realmente.
—¿Y no te sientes muy baja sin los tacones? —dice tras saborear su bebida.
Tengo la altura promedio de una modelo, tampoco es como que me vea muy baja sin tacones, pero entiendo lo discreto que fue al decir que quizás debería usar tacones como el resto.
—Un poco, en verdad es más cómodo. Las faldas de tubo no me van y los tacones altos tampoco, la combinación de ambos me haría el doble de torpe de lo que soy usando solamente uno —y aunque no debo decirlo, lo hago—: A demás, me ayuda a no tardarme tanto al caminar de un lado a otro, así que entregar un paquete no me va a llevar más de veinticinco minutos. Y pienso ser su asistente personal... no una modelo.
Derek sonríe de lado, levantando las cejas para después consultar su reloj.
—No deberías de estar tan al pendiente de Tiffany y estar más concentrada en ti —aconseja al mismo tiempo que se estira para alcanzar el teléfono de base.
—No lo estoy, pero soy buena calculando el tiempo de otros en base a lo que yo misma hago durante ese periodo —aclaro acercando para él el teléfono, inclinándome en su dirección—. Veinticinco minutos fueron los que me tomé para terminar mi tarea y otros para arreglar el escritorio, además de traerle el café. Puedo asegurarle que, Tiffany ha hecho menos cosas que yo en los treinta minutos que lleva fuera de la oficina.
Y tras decir eso y regalarle una sonrisa amable, salgo de la oficina, claro, no sin antes hacer una pequeña reverencia a modo de permiso para retirarme. Derek descuelga en teléfono antes de que yo cierre las puestas de su oficina, pero no se me pasa desapercibido el gesto enojado que me dirige. Lo admito, quizás me vi como una perra al hablar de esa forma, pero lo hecho, hecho se quedará. Solo espero que eso no cause mi despido prematuro.
De vez en cuando hay que aprovechar la sombra que otros dejan para que nosotros podamos brillar... ¿no?
Mallory diablito me da una palmada de orgullo en el hombro mientras se ríe traviesamente y menea su colita puntiaguda.
— — — —
¡HOLA! Como siempre, actualizando tarde. Como que sí se me está haciendo costumbre, así que pido perdón pero no me arrepiento.
Recuerdan esa escena cuando el coleccionista que secuestro a Woody en Toys Story pregunta: oiga, ¿y cuanto tardará?. El viejito que arregla los juguetes sabiamente dice: lo que tenga que tardar. Pues...
Bueno, gracias por leer y si comentan también lo agradecería.
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