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Capítulo 47


A pesar de haber sido pateada por Cameron unas cuatro veces y que la pierna de Adrien me dejara sin aire al posarse sobre mi estomago unas dos veces a lo largo de la noche, creo que he dormido bien. Tan bien como si hubiera dormido sobre una roca.

Entro a la recepción de Roos a paso lento, tallando lejos de mi rostro la sensación de adormecimiento por la mala noche. La recepcionista en cuanto me mira me da el gafete que usé la última vez. Le agradezco con un gesto de cabeza y continuo con mi rumbo, a donde sé que Renée se encuentra.

Entro en la sala de juntas, sin molestarme en tocar la puerta.

Renée está de pie, al parecer, acaba de darles la bienvenida a los presentes. Ella no puede aguantar las ganas de dirigirme una de sus miradas venenosas en cuanto nuestras miradas se cruzan.

Mi madre tiene el cabello bañado de plateadas canas donde solían haber hilos dorados, sus ojos se ven cansados pero el color en ellos sigue vibrante. Su rostro tiene el tiempo tallado en cada una de las arrugas diminutas y las manchas por el sol. Pero no deja de verse... hermosa, como una flor, y venenosa, como un escorpión.

<<Vaya, podría ser poeta>>.

—Lamento llegar tarde —digo, tomando asiento al lado derecho de mi madre.

Adrien y Cameron a la esquina contraria, disimulan sus sonrisas burlonas.

<<Si, muy graciosos. Hubiera llegado junto a ustedes si no me hubieran dejado dormir más de la cuenta>>. Los asesino mentalmente.

—Se puede saber —sé que mi madre hace un esfuerzo monumental por no gritarme—, ¿qué haces aquí?

—Bueno, —le regreso la observación que me hace—, estoy tomando mi puesto como uno de los lideres de Roos. ¿No es lo que querías?

Ignoro la respiración controlada que suelta. Tomo una de las capetas que me ofrece la chica que las reparte con una sonrisa nerviosa y ojos que gritan querer salir de aquí lo antes posible.

—Sí, es lo que quería. Pero esta no es la forma —su tono se eleva ligeramente—. Sabes bien que estas cosas no se hacen así, y que no consiento tus caprichos.

—¿De pronto es un capricho querer hacerme cargo de un trabajo que mi padre me dejó? —paseo los ojos por el lugar.

Todos están tensos. Y creo que si no hubiera tenido ni una pizca del valor y motivación que tengo para estar haciendo tal drama, estaría igual que ellos. He mandado al diablo el tener una mañana tranquila.

—Los arrebatos como estos no son algo que vaya a tolerarte, no más —apoya una mano en la mesa girando su cuerpo hacia mi—. No eres una niña, pero aún puedo castigarte como a una si quieres que juguemos a ese juego, ¿es lo que quieres? —susurra con dureza para que solo yo pueda escucharla.

La miro un segundo por el rabillo del ojo. Siento la presión de otro par de ojos, así que busco de quién se trata. Adrien me mira, su rostro está en blanco, pero sus manos se cierran en puños y los separa arrastrándolos por la madera de la mesa.

Cierro los ojos, recordando qué significa esa seña. Cuando lo tengo, suelto un suspiro poniéndome de pie.

"Hazlo"

—Arrebato —procuro sonar como si jamás hubiese oído esa palabra—. Ahora es un arrebato que venga para hacerme cargo de la compañía que mi abuelo y mi padre fundaron. Tengo más derecho de esta aquí que tú, madre.

—Cediste ese derecho al irte —declara.

—Y lo obtuve de vuelta cuando decidí regresar —mi voz suena autoritaria y me orgullece tener el valor de encararla como lo hice cuando me fui de casa—. Soy la heredera legítima. Y tú ni ninguno de los presentes puede cambiar ese hecho.

Los músculos en la mandíbula de mi madre se retraen. Temo causar que se rompa los dientes con la presión que hace. Pero necesito demostrar que quiero y que puedo ganar el derecho de estar aquí.

Agradezco al cielo que mi madre no recuerde la cláusula que mi padre dejó:

Si más de cuatro de los socios, accionistas o en su debido caso, mi familia no está de acuerdo con que me quede en el puesto, porque pondría en riesgo la empresa, pueden despojarme del cargo y dárselo a Adrien, Cameron o a otro accionista mayoritario.

—De acuerdo —suelta a regañadientes.

Se sienta e indica algo con un gesto de su mano a un hombre al otro lado de la sala.

Siento la victoria haciendo eco en mi interior, sin denostarlo en mis gestos.

El hombre, pone sobre la mesa un estuche que a primera vista me resulta familiar. Enfrente de cada uno de los que estamos aquí, es depositado un estuche idéntico. Y cuando llega a depositar el mío, es cuando caigo en cuenta de que se trata de una paleta de sombras. La misma paleta de sombras que vi en Rohdiamant en mi primer día. La diferencia, es el nombre.

El hombre al fondo comienza a explicar cosas que no me interesan acerca de la paleta. Desde su creación, su concepto y cómo le gustaría introducirla al mercado. Pero hay algo que no me deja de dar vueltas en la cabeza.

—Tengo una pregunta —interrumpo el animado discurso.

Él parece dudar si contestarme o ignorarme. Mira a Adrien, quien es a quien tiene más cerca y este asiente.

—Dígame —dice tras obtener autorización.

—Bueno, Roos es principalmente una perfumería y joyería. Entiendo que ahora están tratando de entrar al mercado de los cosméticos —tomo la paleta para inspeccionarla—. Pero también tenemos un punto fuerte en cuanto a los productos para el cuidado de la piel.

—No veo cual es el punto —confiesa el hombre, claramente incomodo.

—Estoy en eso, no se impaciente —abro la paleta, observando su interior para luego cerrarla de nuevo—. Para empezar, esta paleta es falsa y, de mala calidad.

—Argumentos, Mallory —exige mi madre.

—La información en la etiqueta, no corresponde con la que está sellada en el estuche. La impresión está mal hecha, no está recta y apuesto a que... —paso el filo de mi uña en las letras impresas, la pintura se despega como si fuera un delgado pedazo de goma de mascar—. ¡Ajá! ¿Lo ven? Se despega con facilidad.

—Que la pintura sea delicada, no quiere decir que sea de mala calidad —defiende el varón.

Algunos de los presentes le dan la razón asintiendo. No estamos vendiendo algo de uso rudo, sino una paleta de sombras. Maquillaje, en pocas palabras, algo que es delicado. Pero hay algo con lo que este hombre no podrá pelear.

Abro la caja. Los contenedores de las sombras tienen la forma de pétalos de flor. La que había visto en Rohdiament, tenía la forma de las hojas de maple.

—Cuanta originalidad —murmuro más para mí que para los presentes.

Paso mi dedo índice por el color azul, pero honestamente no me arriesgo a más que únicamente olor la pintura. Ya que, desde que abrí la paleta, el fuerte olor a químico ha comenzado a impregnarse en mis fosas nasales. Recuerdo perfectamente el aroma de la paleta original, la cual tenía una mezcla de olores dulces y alguno que otro cítrico. Esta paleta intentó hacer lo mismo: aromatizar los pigmentos. Sin embargo, el olor a químicos no pudo ser disfrazado.

—¿Cuál es su nombre? —digo hacia el hombre, sin dejar de mirar el interior de la paleta.

—Alonso —contesta sin más.

—Alonso —prosigo—, seguramente recordará que en Roos, se busca que la mayoría de nuestros productos hagan el menor daño ecológico posible y a su vez, esto incluye la seguridad al cliente.

—Por supuesto que lo recuerdo —suena indignado—. ¿Acaso me cree un incompetente?

<<Alguien está a la defensiva...>>. Canturreo en mis adentros.

—No me refiero a eso. Pero me alegra que recuerde una de nuestras normas más importantes —dejo la paleta en la mesa—. Supongo que, recordará también, que Roos no vende productos que sean tóxicos en el caso de ingerirlos accidentalmente.

Alonso busca la mirada de mi madre, pero muy a su pesar mi madre me da la razón asintiendo con la cabeza.

<<Una victoria más a mi lista>>.

Me giro para tomar un vaso de cristal de uno de los carritos con golosinas que se ofrecen durante las juntas. Lleno el vaso con agua hasta la mitad, regresando a la mesa, donde lo depósito y vuelvo a tomar la paleta de sombras en mi mano derecha.

Escucho en seguida los murmullos indiscretos alzarse cuando comienzo a raspar las sombras con la punta de mi bolígrafo, dejando que los polvos de diferentes colores caigan dentro del vaso con agua. Al principio se mantienen separados, y parece como si hubiera contenido un arcoíris en un pequeño vaso.

Cuando todas las sombras han sido removidas de la paleta, y los colores se sumergen en el vaso, uso el mismo bolígrafo para mezclar todo como si de un café se tratase. Los colores se fusionan creando un negro brilloso con un fuerte olor.

Con el vaso en las manos, me acerco hasta quedar frente a frente con Alonso. Le ofrezco el vaso y él lo toma con suma confusión plasmada en el rostro. Sus ojos pasan en cada uno de los presentes, como si buscase en ellos la respuesta de lo que acabo de hacer.

—Si está tan seguro de su producto, su procedencia, método de elaboración y de que cumple con las normas de Roos —me inclino en su dirección—, beba el contenido... —entrecierro los ojos, retando a que lo haga en un susurro—. Hasta la última gota.

Los ojos del hombre se abren como un par de ventanas azotadas por el aire de un huracán. Su mirada viaja al vaso que sostiene, relamiéndose los labios como si ya estuviera probando el sabor de la mezcla de sombras para ojos.

Todos los productos de Roos pueden ser ingeridos, en pequeñas dosis no ocurre absolutamente nada, pero si alguien hiciera lo que yo con cualquier paleta de nuestra colección, a lo mucho sufriría de diarrea o vómitos, quizás hasta de asco y falta de apetito. Por lo que comprobaron en pruebas en los laboratorios. Pero claro, eso no tiene porqué saberlo Alonso.

Él, tras dudar, sube el vaso hasta la comisura de sus labios, donde detiene sus movimientos. Aprovecho ese momento de duda para pasarle por un lado, no sin antes posar una mano en su hombro por un momento.

—Quiero recordarle que, el maquillaje de imitación, contiene en ocasiones gran cantidad de plomo —le doy un apretón en su hombro—. Como ya deben saber, el plomo es tóxico. Si ingieres plomo, es un riesgo para el desarrollo cerebral, donde podrían producirse daños... irreversibles. Con los niveles más elevados, puede dañar los riñones, el sistema nervioso tanto en niños como en adultos, como ustedes o como yo.

Me tomo mi tiempo caminando en silencia de regreso a mi lugar. Disfrutando del suspenso en el que se ha sumergido la sala, como si tan solo respirar los alterara. Siento los ojos de todos sobre mí. Una vez a lado de mi madre, sonrió, clavando mis ojos directamente en los de Alonso.

—La razón por la que estoy segura de que esta paleta es falsa —suspiro—, es porque he visto la original. De hecho, dicha paleta comenzará a ser promocionada y vendida bajo la marca de Rohdiamant en unos meses —me cruzo de brazos—. ¿Qué pensarán de Roos cuando lance una copia barata como esta?, ¿que estamos desesperados?, ¿que hemos perdido calidad?

—No es de imitación —el enojo de Alonso parece crecer.

—Está más que seguro de lo que dice, así que seguramente tiene la intención de beber lo que hay en el vaso —la voz profunda de Adrien hace que muchos salgan de su trance.

—No podemos dejar que beba solo, ¿cierto? —alcanzo mi vaso de agua y hago un brindis en dirección a Alonso antes de beber.

Alonso me lanza una mirada de rabia, podría jurar que incluso escuché el rechinar de sus dientes. El vaso que sostiene tiembla un poco, vertiendo algo de su contenido en la camisa de quien lo sostiene.

Por un segundo, creo que se atreverá a beber. Por dinero rápido, los idiotas hacen cualquier cosa. Pero en lugar de hacerlo, golpea el vaso contra la mesa. El estallido resuena por la estancia.

—¡No eres nadie para venir y pretender que tienes la absoluta razón! —gruñe finalmente—. He estado aquí por años, tú solo eres una niña que no puede venir a decirme qué hacer.

—Alonso, pudiste hacer que Roos fuera parte de algún rumor o que estuviera el riesgo por demandas —Adrien se pone de pie, es una figura esbelta e intimidante—. ¿Te das cuenta?

—Deberían echarte a la calle por algo como eso —Cameron habla sin una pisca de empatía—. A demás, no me agradas. Supongo que nadie estará en desacuerdo si lo quiero despedir, ¿cierto?

Todos en la sala niegan ante la idea de oponerse a lo que Cameron dice, claro que, con Adrien y mamá en una postura furibunda, nadie se atrevería a alegar por lo contrario a la palabra de ninguno de los tres.

A veces, que mi mellizo abuse de su poder, me viene bien.

—¿Están hablando en serio? —Alonso mira a su alrededor.

—Oh, vaya que lo hacen —declaro.

Esto es abuso de poder, claro que lo es. Pero teníamos que hacer rodar un par de cabezas para lograr salvar Roos de lo que sea que Ranée esté planeando hacer con ella. Y, el pobre de Alonso se atravesó en mi camino.

Como dicen por ahí: Vi la oportunidad, y la aproveché.

<<Una cabeza debía ser cortada, y no iba a permitir que fuera la mía>>. 

_          _          _          _

Preparen el número de emergencias para mañana, porque con el drama que nos espera... alguien se nos puede ir.

*Rezandole a Santa Rojita Leblanc para aprobar mis parciales*

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