Capítulo 25
DEREK:
Al terminar la junta, vine a caer en uno de los sofás de mi oficina. Siento que están partiendo mi cuerpo en dos, tengo escalofríos y el dolor de cabeza se ha convertido en jaqueca. Me he pescado en refriado de la vida.
Escucho la puerta de mi oficina abrirse y pasos acercarse con lentitud a donde estoy.
—¿Tienes resaca, viejo? —es Chase—, o, ¿sigues en guerra con Malika? Esa mujer te va a dejar seco.
Uso el cojín que tenía sobre la cara para lanzarlo a ciegas hacia Chase. El sonido del impacto es reconfortante.
Chase se sienta sobre la mesita del centro. Odio que haga eso. Tiene suerte de que no tengo energías para quitarlo de ahí.
—Es de esperarse, la dejaste de la noche a la mañana —se cruza de brazos.
Él pasea su vista por mi oficina. Estira el cuello hasta donde puede para ver al otro lado del nuevo escritorio. Chase es muchas cosas, pero discreto, definitivamente no.
—No está aquí —le lanzo una mirada.
—¿Quién?, no busco a nadie —se encoge de hombros.
Suelto un murmullo comunicándole que no le creo ni la respiración sonora que sale de él. Sé que estaba buscando a Mallory.
Me doy la vuelta sobre el sofá, dándole la espalda.
—¿Venías a pedirme algo? —suelto—. Quiero tomar una siesta y tu ruidosa presencia me lo impide.
—Ah, sí. ¿Puedo tomar tus apuntes de la junta?
—¿Hiciste a notaciones o dibujaste dinosaurios? —resoplo—. Creí que eso de copiarme la tarea se había terminado en la Universidad.
—Hice anotaciones para Tamara como pediste, así que olvidé hacer las mías.
—Típico de ti —apunto hacia mi escritorio—. Tercera carpeta azul en la pila de la esquina izquierda.
—¿En serio, hermano? —lo escucho ponerse de pie, me avienta de vuelta el cojín—. Vas a volver loca a Mallory con esa obsesión por el orden.
Me siento de golpe, girando el torso hacia atrás y lanzando por segunda vez el cojín a Chase. Aunque apunto a sus piernas, no me arriesgaría a que él haga un desorden con mis papeles en sus manos.
—Es mucha preocupación por la pelirroja, ¿no crees? —acuso.
Las cejas de Chase se levantan haciéndome rodar los ojos.
—Tranquilo, viejo. También es mi amiga, me preocupo por ella —él se acerca de nuevo a mí y me da unas palmadas en la cabeza—. No te pongas celoso.
Suelto una carcajada.
—¿Celoso, yo? Por favor, ¿de quién?
Él niega con la cabeza mientras camina a la puerta. Sigo su recorrido con la mirada, me regala la seña de paz con sus dedos antes de salir de mi oficina como si fuera la suya.
Me pongo de pie para ir detrás de él.
No lo he hecho prometer que no perderá mis copias, debemos dejar en claro que va a devolverlas intactas. Y ya que estamos aclarando cosas, ¿qué es ese raro apodo que le dio a Mallory?
Salgo al pasillo, veo a Chase andando entre los empleados que acaban de regresar de comer. Troto para alcanzarlo antes de que este se suba al elevador.
—¿Quién? —alguien comenta en voz alta—. ¿¡Mallory!?
Me detengo en seco. Miro a mi alrededor para saber de dónde ha venido el comentario.
Localizo a un grupo de mujeres enredadas en una conversación susurrada a unos cubículos cerca de la cocina.
Quiero ir por Chase, temo por la integridad de mis hojas, por el resfriado no presté demasiada atención en la junta como para recordar los detalles. No podría hacer apuntes otra vez...
Por el otro lado, Mallory es mi empleada personal, si están hablando mal de ella están hablando mal de mí. No pude comprometer mi reputación.
Camino hacia las mujeres. No he avanzado mucho, y ya alcanzo a escuchar su discusión.
—Estaba en la sala cuando él entró —comenta una rubia—. Mallory se quedó pasmada. Pero, ¡cuéntales, Sol!
—Tienen anillos de compromiso gemelos —dice una de labial morado.
El resto de las mujeres inhalan con impresión o sueltan risitas de emoción.
—Mallory usa un anillo de compromiso con un zafiro, y ese hombre de la cicatriz tiene uno a juego —continua.
¿Hombre de la cicatriz?, ¿Adrien?
Algo comienza a quemar en mi pecho. Seguramente mi fiebre está empeorando.
Me acerco más a ellas mientras siguen distraídas murmurando, divertidas con el chisme que se traen.
—No sabía que les pagaba a mis empleados para charlar —hablo fuerte.
Tres de ellas pegan un brinco en su lugar. Una de ellas, la dueña del cubículo cercano, se sienta y comienza a encender su computadora. El resto me miran como si se les hubiera aparecido el diablo en persona.
Bueno... en parte, así es.
—¿Terminaron de echar chachara?, regresen a trabajar —me cruzo de brazos—. Aunque si lo prefieren, puedo ir solicitando sus cartas de despido, para que puedan platicar a gusto.
Ninguna se mueve. Me miran nerviosas.
—¿Son sordas? ¡A trabajar si no quieren que las eche a la calle! —doy un par de aplausos—. ¡La gente inútil se deshecha!
Admito que verlas correr como gallinas sin cabeza me resulta divertido, pero no me quedo a ver que lo hagan. Comienzo un recorrido hacia los baños a zancadas grandes.
Al llegar cerca del pasillo que da hacia los baños bajo la velocidad. Escucho voces mezclándose al interior del pasillo.
Me detengo y pego la espalda contra la pared. Echo un vistazo a escondidas.
<<Ya se me coció el cerebro>>. Niego.
Adrien está parado con la espalda contra la pared del pasillo. Mallory está con la mirada clavada en él y los brazos cruzados. Ambos están a un paso del otro. Parecen cómodos con esa cercanía.
¿Qué carajos hago? Hay una extraña sensación en mi pecho que me evita dar marcha atrás y darles espacio.
—Deja de mirarme de esa forma —Mallory intercambia el peso de su cuerpo entre una pierna y la otra—. Me estás poniendo nerviosa.
—Deberías estarlo —Adrien se inclina hacia ella—. ¿Sabes dónde te has metido?, ¿se te secó el cerebro?
<<A mí sí>>.
—Sé cuidarme sola.
—¿Sí?, no lo parece —él pasa una mano por su cabello—. ¿Cómo te saco de aquí?
—No te equivoques, Adri —ella lo apunta con su dedo índice—. No necesito que me saques de ningún sitio.
—¡No me vengas con tus arranques rebeldes! —él toma por la muñeca a Mallory.
—Después de años sin verme, ¿así es como me tratas? —la pelirroja se deshace del agarre—. Esperaba una bienvenida mejor.
Adrien toma impulso para decir algo, aunque no lo expresa. Mallory baja las manos, las lleva a su espalda donde las vuelve a cruzar. Hace puntitas, baja y las vuelve a hacer, tomando una actitud tierna que admito que me gustaría ver de cerca.
—Basta —ordena Adrien—. Trato de estar enojado contigo.
—No puedes estar enojado conmigo —ella mece su cuerpo de un lado a otro— ¡Soy adorable!
Él suelta un resoplido. Mallory ríe traviesamente y Adrien la empuja por la cara con la mano abierta.
—¡Vamos, no te enojes! —insiste Roja.
—Deja de ser testaruda entonces —gruñe él.
—Eso es equivalente a que deje de ser yo, ¿quieres que deje de ser yo?
—Agh, contigo es imposible razonar —niega el de la cicatriz.
—Prometo contártelo todo después, ¿sí? Prometiste apoyarme incondicionalmente... —Mallory lo toma de una mano—. Dame tiempo, por favor. Sé que ya me has dado años de espacio, ahora eso está por terminar. Hasta entonces, se paciente, ¿puedes?
Adrien la mira, ella le sostiene la mirada con una sonrisa plasmada en los labios.
No debería estar viendo esto.
El rubio jala a Mallory hacia él y tengo una sensación de vacío en el estómago cuando ella se abraza a él con familiaridad. Él se aferra a ella poniendo el rostro en su coronilla.
—Ya te perdí una vez —habla de forma ronca—. Sabes que eres la razón por la que odio estar solo, no me hagas esto.
Su abrazo se termina cuando Mallory empuja a Adrien lejos de ella con sus manos contra el pecho de él. Adrien la mira con curiosidad.
—Lo siento. No iré contigo, al menos no por ahora —suena decidida—. Sabes que tenemos una promesa por cumplir, ¿no? Eso debe bastar para calmarte.
Ella le muestra la mano, desde donde estoy tan solo alcanzo a ver el destello de la piedra en su anillo. Pero ya había tenido un vistazo. Adrien observa su mano, sonríe con lo que me parece nostalgia y entrelaza su mano con la de Mallory.
—No pagaré mi deuda si me voy —explica la pelirroja—. En cuanto termine, iré contigo.
—¿Es dinero lo que necesitas? Sabes que puedo dártelo —intenta convencerla—. ¿Por eso te estas quedando con Nana?
—No, no es una deuda de dinero —ella se separa otro poco—. ¿Cómo sabes...? —su sonrisa se borra y sus ojos miran de forma afilada—. Cameron te lo dijo, ¿cierto?
—Nos preocupamos por ti —ahora es él quien la toma de las manos—. Puedes quedarte en mi departamento. Cameron y yo nos estamos quedando en casa de Renée, así que lo tendrás todo para ti.
Ella lo mira fijamente en silencio.
El esófago comienza a dolerme. Quizás sea ahora de dejar el café o de interrumpir a estos dos. No me gusta la confianza que se tienen, no me gusta su cercanía y mucho menos me gusta saber que no me gusta verlos juntos.
No soy celoso. Con Malika nunca hubo celos, teníamos una relación abierta, podíamos salir con otras personas.
Es una tontería, Mallory no es nada mío. Entonces, ¿por qué estoy aquí estoy? ¿Por qué siento la necesidad de interrumpirlos?
—No tienes que ir si no quieres, pero entiende que estaría más cómodo sabiéndote en un lugar donde tengas total privacidad —Adrien saca una tarjeta plateada de la bolsa interior de su saco y la coloca en las manos de Mallory—. Esta es la llave.
—Adri, no...
—El número en la puerta es el 201 —interrumpe—. Elegí el departamento que te había mostrado en fotos.
—¿El que tiene un espacio en la pared para un librero? —ella no parece convencida a cerrar su mano sobre la tarjeta.
—El que tiene un librero —la corrige—. Llevé algunos de los libros que habías dejado en tu habitación. Leerlos me hacía sentirte cerca.
Ella sonríe, niega con la cabeza. Finalmente cierra la mano.
—Cursi empedernido.
—Aprendí de ti.
Mallory vuelve a ponerle una mano en el pecho.
<<Va a besarlo>>, susurra mi conciencia cuando veo a la pelirroja ponerse de puntitas.
No, no va a besarlo.
Salgo de mi escondite, aparentando estar aburrido. Miro el suelo para no parecer obvio. De reojo veo a Mallory cancelar su acción, alejándose Adrien.
—Derek —pronuncian.
Levanto la vista fingiendo confusión.
—Lo siento, ¿los interrumpo? —levanto las manos en son de paz—. Ignórenme, solamente vengo a lavarme la cara.
—¿Te sientes mal? —Mallory llega a mí en cuestión de un suspiro.
Siento su cálida mano tocar mi frente. Y sé que ha dejado a Adrien colgado en su sitio.
Puede que esté mal sentirme superior a él por esto, pero sí ellos están comprometidos de verdad, estas pequeñas atenciones son las únicas que voy a tener de Mallory. Y voy a disfrutarlas cuanto pueda.
—¡Por los cielos! Estás ardiendo en fiebre —exclama Roja.
No, no es fiebre. Es rabia por saber que eres de otro. De saber que, aunque no fuera así, no podría tenerte porque va en contra de todo para lo que me educaron.
—Ven, veamos si te puedo conseguir algo para el resfriado —ella voltea para mirar a Adrien—. Me alegró mucho verte hoy, Adri. Espero verte de nuevo pronto.
Adrien asiente. Sus expresiones de alegría y cariño han desaparecido, aunque no parece enfadado o decepcionado, su rostro está en blanco.
Mallory me toma de una muñeca y comienza a guiar nuestro camino hacia afuera del pasillo murmurando algo acerca de haber tenido la razón en que me enfermaría.
La sigo sin protestar, porque a partir de hoy, iré con ella a donde sea. Siempre y cuando pueda estar cerca de mí Roja.
—Mallory —llama Adrien.
Nos detenemos. Ella lo mira y yo me enfoco en verla a ella.
—N'oublie pas d'où tu viens, ni où tu veux aller* —pronuncia él, en un perfecto francés.
—Je sais. Je ne l'oublierai jamais*
Tras responder, continuamos nuestro camino.
_ _ _ _
1* N'oublie pas d'où tu viens, ni où tu veux aller: No olvides de dónde eres, ni a dónde quieres ir.
2*Je sais. Je ne l'oublierai jamais: Lo sé. Jamás lo olvidaría.
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Derekcito en problemas sentimentales :c
Ay, ay. Perdón, pero es que Adrien me tiene ganada desde hace mucho, jajaja. ¿Curiosidad por saber cómo se hizo la cicatriz? Esten atentos al capítulo de la próxima semana...
Gracias por leer/comentar/votar. ¡Hasta el próximo domingo!
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