Capítulo 24
"Mi mente confunde entre los recuerdos, mis sueños y a la realidad. Cada vez es más difícil saber si fui, soy o puedo ser. Cada día es más difícil ser quien se supone que soy" — Mallory Leblanc.
"—Sé que estás consiguiéndole una esposa a mi hijo, a sus espaldas —acomodó un oscuro mechón de su cabello—. Quiero que sean felices con quienes ellos elijan, no con quien su padre crea que es conveniente".
La sensación de frío vuelve, así doy un tirón a la sábana para cubrirme mejor con ella, cerrando con fuerza los ojos, intentando volver a dormir.
"—Debería estar enojada, ¿no? —pronuncié nerviosa.
—Me casé con el diablo sabiendo que viviría en el infierno. Ya nada que venga de él puede sorprenderme —sonrío".
Abracé mis piernas contra mi pecho, tratando de controlar las ganas de salir corriendo a esconderme donde nadie me encuentre.
"—¿Por qué yo?
—Tú iniciaste esto. Eres la única que puede escribir el punto final".
Ruedo sobre mi espalda hasta quedar sobre mi estómago, tomando una almohada y colocándola encima de mi cabeza, como si con ella pudiera callar las voces del recuerdo en mi cabeza.
"—Deja que mi hijo decida qué es lo que quiere hacer con su vida —Irys me ofreció una tarjeta blanca—. Hazlo y me encargaré de que tu carrera vuelva a despegar, esta vez, para que nunca vuelvas a tocar el suelo".
Argos me pisa la espalda gimoteando. Mis extremidades se sienten pesadas, así que no me muevo para calmarlo. Eso hace que Argos muerda la almohada y la retire de mi cabeza.
Mi mejor amigo a cuatro patas se acurruca a mi lado, obligándome a abrazarme a él para no ahogarme entre su pelo y la cama. Acaricio su cabeza con una mano una vez que logro quedar con la espalda contra la cama.
Con mi mano libre alcanzo la tarjeta blanca que dejé bajo mi nueva lectura, la observo extendiéndola hacia el techo.
"—Llámame si tienes una respuesta —tomé la tarjeta de sus manos—. Si tu padre te educó como creo que lo hizo, sabré que la próxima llamada a mi teléfono, será tuya".
Me siento dejando que mi cabello tape un poco de mi rostro. Argos apoya su cabeza en mi muslo derecho y suelta un pequeño ladrido.
—No sé qué hacer, Argos —me aferro al pelo de su lomo—. Otra vez me estoy perdiendo.
Él se pone de pie, dándome un toquecito en una mejilla con su nariz. Esa acción que siempre he tomado como un: ánimo.
La alarma despertadora comienza a sonar, la apago en seguida.
—Por lo pronto, debo alistarme para ir a Rohdiamant, ¿no? —él bufa como si me diera la razón—. Argos... creo que ya necesitas un baño.
Eso lo hace lanzarse sobre mi e intentar lamerme la cara, su cola sacudiéndose fuerte de un lado a otro. Termino teniendo un ataque de risa por lo insistentemente cariñoso que puede llegar mi bolita de pelos.
Su ataque para cuando me hago la muerta. Él me resopla en la cara, eso me hace recobrar energías para poner los pies fuera de la cama.
—Aquí entre nos, Argos —él se sienta al borde de la cama, mirándome con las orejas en alto—. También necesitas urgentemente una menta.
Tomo mi toalla y luego de darle un beso en la coronilla a Argos, me meto a bañar.
Anoche llegue a casa después del momento incómodo vivido en la casa de los Teufel. Tras la conversación que tuve con Irys no he podido estar a gusto en mi propia mente, lo que me llevó a dormir unas dos horas como mucho.
Por otro lado, me pregunto qué diría Cameron o Adrien si me vieran bajar de un auto en medio de la noche en el que iba en compañía de Derek Teufel.
Cameron seguramente intente ahorcar a Derek, Adrien fingiría calmar al primero mientras me lanza una mirada de desaprobación total y en sus adentros alienta las perturbadoras acciones de Cameron.
Después de mi baño llego a Rohdiamant con tiempo para acomodar mi escritorio. Derek llega unos minutos después con cara de muerto en vida.
Parece estar más dormido que despierto. Desvió la mirada al verlo girarse al llegar a su escritorio. Lleva la camisa blanca con varios botones abiertos. El saco azul y su corbata a juego cuelgan de su antebrazo derecho.
Mis ojos miran en su dirección, traicionando mis pensamientos. Él bosteza a la vez que abotona con pereza su camisa. Afortunada o desafortunadamente estoy lejos para ver algo.
Aunque tampoco es como que quisiera, ¿o sí? No, no.
Él deja su saco caer sobre su escritorio y me deja anonadada mirando cómo ata su corbata sin ponérsela. Hace un extraño nudo con ambas manos y después se la coloca alrededor del cuello, solamente para apretarla y acomodarla dentro del cuello de su camisa.
—¿Quieres que siga fingiendo que no te veo, o, ya es suficiente? —suelta de pronto.
La saliva se me atasca donde solo Dios sabrá. Comienzo a toser sintiéndome avergonzada por haber sido atrapada en pleno acto. Un momento, ¿cuál acto? Realmente no vi nada, no he cometido ningún pecado.
—Deja los pensamientos pervertidos para más tarde, Roja —sus ojos se encuentran con los míos, esa sonrisa en sus labios me hace terminar tan roja como mi apodo—, ahora es muy temprano. Y tenemos una junta dentro de poco.
—Estaba esperando un: Buenos días —digo.
—¿No te basta con ver mi hermosa cara por las mañanas? —el sarcasmo pinta sus palabras.
Niego con la cabeza.
Doy un paso fuera de mi lugar, tomo un par de carpetas azules que me entregó una chica hace rato y me encamino hacia Derek con el paso seguro.
Derek se sienta en su lugar sin ponerse el saco. Al estar cerca noto que entrecierra los ojos como si la luz le lastimara los ojos, su nariz parece estar roja.
—Tengo un jodido dolor de cuerpo y cabeza —murmura llevándose una mano a la frente—. No pude elegir peor momento para caer enfermo.
Dejo las carpetas sobre su escritorio y rodeo este acercándome al rubio.
—¿Te importa si reviso tu temperatura?
Él me mira con extrañeza al principio, se ve cerca de querer negar mi petición.
—Soy tu médico, ¿recuerdas? —levanto las cejas, insistente.
Derek suspira. Se sienta con la espalda recta, ofreciéndome acceso libre a su frente. Me inclino para tocar mi frente con la de él, aunque me detengo cuando lo noto abrir los ojos con sorpresa y contener el aliento.
—¿Por qué aguantas la respiración? —susurro a escasos centímetros de su rostro.
—¿Por qué te acercas tanto? —responde de igual manera.
Lo había olvidado.
—Oh, en algunas regiones de Asia es común medir la temperatura de una persona pegando tu frente a la de ella —explico—. Se me ha hecho costumbre.
—Por el bien de mi cordura —pronuncia con voz ronca. No se me escapa cómo sus ojos se desvían hacia mis labios—, ¿podrías revisar mi temperatura como el resto de la gente en este continente?
—Tu cordura, eh —me lamo mis labios precariamente, solo por molestar—. ¿Tiento a tu locura a salir, Derek?
La manzana de adán en la garganta de Derek se mueve hacia arriba y hacia abajo.
—¿Tragaste saliva? —ladeo la cabeza, cortando la distancia.
Siento una de sus manos rodear una de mis muñecas. Sus ojos siguen fijos en mí.
—¿Cómo se siente cuando invaden tu espacio personal sin permiso? —me alejo, poniendo el dorso de mi mano contra su frente.
Derek me mira acusándome de algo e intentado disimular el sonrojo en sus mejillas.
—Tu temperatura está alta —comento, alejo mi mano de él—. Lo siento.
—¿Por qué te disculpas?, ¿por alborotarme las hormonas tan temprano? —contesta burlón.
—Porque creo que es mi culpa que te hayas enfermado.
—Si quieres culpar a alguien, culpa a mis glóbulos blancos buenos para nada —se pone de pie tomando su saco—. No te preocupes, Roja.
Pasa a mi lado. Siento su fragancia invadirme, huele bien.
<<Basta>>. Regaña la parte racional de mi cabeza.
—¿Iré solo a la junta o qué? —Derek está parado a unos pasos de la puerta, esperando por mí.
—Ya voy —contesto tomando las carpetas y apresurándome a ir tras él.
Entramos a la sala de juntas. Para nuestra sorpresa, Chase ya está sentado en la silla que le corresponde, es otro que se une al club de los muertos en vida.
Ya que lo que estamos por ver es la construcción de unos foros, es importante que el área de Chase esté presente porque a fin de cuentas son ellos y el área de audiovisual los que más ocuparan aquellos espacios.
—Los de Audiovisuales no vendrán —informa Derek tomando su lugar—, así que presta atención, Chase. Tú serás sus ojos y oídos en esta junta.
—Comienzo a creer que lo están haciendo a propósito —Chase abre la carpeta azul frente a su puesto—. Llevan ocupados más de lo normal.
—Lo que pasa es que estás acostumbrado a ser un holgazán —replica Derek.
—Que alguien me adopte y me mantenga, pronto por favor —Chase hace un puchero.
Me siento extrañamente impaciente. Mi corazón está ansioso por usar mi garganta como camino y salir por mi boca.
—Debes estar nerviosa por ser tu primera junta, ¿no, Mallory? —Derek me mira desde su lugar. Asiento—. Tranquila.
—Decirlo es fácil, hacerlo es lo difícil —murmuro.
—Finge que vas a actuar en un escenario, Pecosa —propone Chase sin despegar la vista de algo que está anotando en las hojas de su carpeta—. Tómalo como una actuación.
—Pecosa —Derek pronuncia por lo bajo con extrañeza el apodo que Chase me dio.
—¿Dónde me siento? —pregunto.
Derek en lugar de contestar, se levanta. Mueve su silla a un lado y arrastra una de las que descansan en un rincón en caso de que las ya puestas no sean suficientes, coloca esa silla a un lado de la suya y apunta con la palma hacia el techo en dirección a aquella silla.
Frederick entra con Malika a la saga antes de que logre dar un paso en dirección a Derek. Son seguidos por seis hombres que parecen variar en edad, Malika les explica dónde pueden tomar asiento y ella se sienta detrás de Frederick al lado derecho de la mesa.
Derek y Chase se ponen de pie y estrechan las manos con los recién llegados. Yo me dedico a sonreír con amabilidad.
Por un momento, el aire en mis pulmones, la sangre en mis venas e incluso el tiempo mismo parece ralentizarse. Cuando lo veo entrar, siento un vacío abrirse a mis pies.
Adrien Pons invade el lugar en el silencio sepulcral que me eriza la piel.
Su rostro no detona ninguna emoción. Sus ojos del color de la menta están clavados en el suelo. Lo veo con su usual Jersey de cuello alto en color negro, sus pantalones color gris claro y una media gabardina del mismo color oscuro que tanto recuerdo.
Sus ojos abandonan ese punto en el suelo, quizás porque siente el peso de mi mirada. Nuestros ojos se encuentran. Él detiene su paso en ese instante. Al principio hay sorpresa en sus ojos, parpadea para recuperar el control de sus gestos.
Puedo detallar perfectamente como la cicatriz que surca su rostro se sobre salta en su frente cuando frunce el ceño.
—¡Adrien, es un gusto que hayas podido acompañarnos! —el entusiasmo de Frederick pone fin a nuestro contacto visual.
—Me siento afortunado de haber podido venir —contesta él.
Adrien sonríe de lado, dejando entrever sus dientes perfectos.
"—Envidio tu sonrisa de dientes preciosos —le había dicho una tarde que estábamos acostados en el pasto tras haber almorzado juntos.
—Yo envidio la tuya, porque está llena de vida —contesto él".
Mi mente confunde entre los recuerdos, mis sueños y a la realidad. Cada vez es más difícil saber si fui, soy o puedo ser. Cada día es más difícil ser quien se supone que soy y actuar como debo.
Trago en seco. Me obligo a fijar la vista en un punto lejano. Diablos, tengo tantas ganas de correr y abrazarlo.
Soy consciente de la mirada de Adrien cuando este se acerca a Frederick y toma asiento a su lado.
—Antes de que comencemos con lo importante —Derek llama la atención de todos—. Quisiera presentarles a alguien.
<<Oh, mierda, no>>. Maldigo internamente.
Derek apunta educadamente en mi dirección. Me obligo a sonreír discretamente y a levantar el mentón.
—Ella es Mallory Leblanc, es mi nueva asistente personal —destaca mirando a los presentes.
—Es un placer, caballeros —fuerzo a mi sonrisa a crecer—. De ahora en adelante seré la vía de comunicación entre ustedes y el Sr. Derek.
Escucho los saludos que se alzan entre los presentes. La presentación comienza en el proyector y es ahí donde me tomo el tiempo para regresarle la mirada a Adrien al mismo tiempo que tomo asiento.
Él sonríe, parece más burlón que enojado. Sus manos están sobre la mesa, y veo como coloca su dedo índice y medio de su mano derecha sobre el índice y medio de la mano izquierda. Los dedos de arriba golpean los dedos de abajo.
Es nuestro lenguaje de señas. Lo inventamos Cameron y yo.
Adrian dijo: tenemos que hablar.
Froto mi pulgar contra mi ceño: ¿Estás molesto?
Él hace una V con sus dedos índice y medio, los mueve de arriba para abajo una sola vez: No tanto.
Pongo los dedos en la pose de cuernos, con el índice y meñique arriba, entonces golpeo el área de mis pulgares escondidos una contra la otra dos veces: tonto.
Oculta su sonrisa frotando una de sus mejillas. Adrien voltea hacia la presentación y completa la explicación de su compañero.
Siempre demostrado su capacidad para prestar atención a dos o más cosas a la vez.
Frederick ya conocía a Adrien. Por la mirada maliciosa que me regresa Malika cuando Adrien termina de hablar, sé que esto estaba planeado. Que Adrien esté aquí no es coincidencia, es la forma en la que Malika y Frederick se están vengando de mí.
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¡Por acá seguimos de fiesta por las 1k+ lecturas de Cupido del Diablo!
Y... ¡Aaahh! Llegó Adrien, a un lado los demás.
También quiero recordarles que en mi IG les deje una ilustración de uno de los personajes que más he visto que se está ganando los corazones, así que corran a verlo. Y se vienen más ilustraciones, por lo que deben estar atentos.
Como siempre, muchas gracias por el apoyo que le dan a CDD. ¡Hasta la próxima actualización!
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