Capítulo 22
Hago a un lado la sensación extraña que me quedó tras haber sido consiente de que un conflicto pudo haberse creado entre Dalilah y Derek sin que yo sepa cuál es la razón.
—Le agradas al gato —comento para cortar el silencio.
—Sí, aunque me gustan toda clase de animales prefiero a los gatos... son más limpios —explica el rubio.
—He oído que pueden aprender trucos como los perros, pero no lo hacen solo porque no quieren.
Su sonrisa crece.
—Otra cosa que me gusta de ellos, su libertad para negarse ante otros —acaricia la cabeza del felino—. A veces me gustaría ser un gato para dormir más de seis u ocho horas al día, solo despertar para comer y volver a dormir. Me gustaría poder sentarme bajo la luz del sol a calentarme, únicamente viendo los pájaros volar o sentarme a perder tiempo frente a una ventana viendo las nubes pasar.
Algo en mi interior se siente pesado, me impulsa a sentirme mal con él y no por él. Mis manos hormiguean con la necesidad de acercarme y reconfortarlo.
—Quisiera ser libre de creer que algo me pertenece porque así lo quiero, no porque alguien lo dicte —continua—. Tener la libertad de no hacer nada.
Derek en ningún momento desvía los ojos del gato en su regazo. Suelta una exhalación larga entreabriendo los labios, relaja la tensión en su cuerpo y asiente con la cabeza aparentemente de acuerdo con lo que dije.
—No sé por qué, pero siento que puedo hablar de lo que sea contigo y no me jugarás —dice.
—Es porque te comprendo, o eso creo —llevo mi mano derecha a la cabeza Milow quien mordisque alegremente una pelota cerca de mi muslo derecho—. Sé qué se siente ser el centro de las expectativas y tener miedo a no cumplirlas.
—¿Puedo contarte un secreto? —Derek inclina la cabeza y frunce el ceño.
—Los que quieras.
Miro al cielo, me concentro en una nube gris que va pasando con lentitud hipnotizante, dándole la oportunidad de hablar sin sentirse presionado.
—Al principio creía que no me agradabas.
Lo miro fingiendo indignación. Derek sonríe, hago lo mismo.
—¿Por qué? —me cruzo de brazos.
—Por aquella ocasión en la que le diste una cachetada a Tiffany.
—¿Sólo por eso? —sueno escandalizada, pero la verdad es que me siento divertida en esta situación.
—Sonará tonto y aniñado, pero, le pedí un consejo a mi madre y ella me hizo ver que realmente no eras tú la que no me agradaba —él pasa su mano por su cuello con una mueca de dolor en los labios—. Lo que no me agradaba... era que cuando intenté intimidarte, no bajaste la cabeza.
—¿Qué? Lo siento —levanto una mano con la seña de que se detenga—. ¿Puedes ir más lento? Me perdí.
—¿En dónde?
—En la vida, al parecer.
Derek se ríe haciendo que el gato sacuda las orejas.
—Lo que me molestaba de ti, fue que cuando traté de intimidarte, no bajaste la cabeza —repite—. Estoy acostumbrado a levantar la voz y que a mi alrededor se hagan cumplir mis demandas. A veces tener el apodo del Diablo es útil para ciertas tareas.
—¿Te molestaba saber que no podías dominarme? —levanto una ceja de forma burlona—. ¿Qué sucede, Derek?, ¿te molesta cuando no puedes dominar a una mujer?
—Eres un caso singular, Mallory Leblanc. Lo que más me molesta de ti, es que eres algo que yo quiero ser —sus ojos se encuentran con los míos—. No dejas que nadie pase encima de ti, mientras que yo estoy cansado de ser la alfombra perfecta de todos. Estoy harto de fingir que no me doy cuenta.
—No quieres ser como yo. Aunque puedo ayudarte a ser algo parecido —niego—. Ya has hecho lo principal: darte cuenta de dónde estás. Ahora queda que descubras adónde quieres llegar. Te lo dije hace tiempo: Ojalá encuentres pronto un motivo real de hacer todo lo que hagas.
—Quiero ser tan libre como tú —contesta serio.
—Solamente recuerda que hasta la libertad tiene un precio, Derek —me encojo de hombros —. Queda en ti si puedes o no pagarlo.
—¿Cuál fue el costo de tu libertad, Mallory?
—Renunciar a la persona que más he amado en la vida...
Derek parece querer indagar, pero no soy de las personas que diga las cosas a la ligera, mucho menos sin un plan de emergencia que me ayude a escapar en el caso de que ya no quiera seguir hablando. Escucho a Dalilah entrar a nuestra área. Los dos cuidadores que la acompañan, son los que se llevan al perrito y al gato, dejándonos a solas con la chica.
—¿Qué les parece? —cuestiona sentándose a mi izquierda.
—Hacen un trabajo excelente. Están organizados de forma eficaz. Creo que Mallory va a estar de acuerdo conmigo, en que apoyar a Collar Azul es una buena inversión de tiempo y dinero —expone Derek.
Dalilah hace un asentimiento poco entusiasmado en dirección a Derek con una sonrisa que no se acerca a ser un gesto si no a una mueca. Entonces, la chica se gira en mi dirección deslumbrando alegría por cada poro de su cuerpo.
—¿Qué tal tú? —inclina su cuerpo en mi dirección.
—Solamente voy a decirte que quiero llevarme a casa a más de la mitad de los animales aquí —me cruzo de brazos—, pero la casa no es mía.
Ella suelta una carcajada llevando la cabeza hacia atrás, es una risa exageradamente grande. Dalilah sostiene su estómago como si tanta risa hiciera que este le doliera.
—Eres tan elocuente —suelta en medio de su descontrolada risa.
Derek y yo intercambiamos una mirada de "¿Y a esta qué le pasa?", durante el tiempo que a la chica le toma recobrar el aliento.
—De verdad que ere graciosa, me gusta la gente como tú —posa una de sus manos en mi hombro.
Un momento, ¿acaba de...?
Disimuladamente me alejo un poco de ella, haciendo que su mano caiga de mi hombro. Dalilah me mira inclinándose en mi dirección.
—Si quieres una casa propia puedo ofrecerte la mía —suelta de pronto la chica.
Mi cerebro se queda paralizado, no puedo procesar algo para decirle porque ni si quiera puedo procesar lo que está pasando.
Ella pestañea, creo que intenta hacer el mejor intento de ese pestañeo coqueto que hacen las chicas de preparatoria para conseguir que un chico las invite al baile. Aunque a ella no le está saliendo tan bien que digamos.
Me quedo como pez fuera del agua, abriendo y cerrando la boca sin saber qué decir o como debo actuar. Dalilah pone detrás de mi oreja un mechón de mi cabello y me mira fugazmente los labios, eso causa que cierre la boca definitivamente.
—¿Estás...? —la palabra se me atora en la garganta.
—Sí, estoy coqueteando contigo —contesta en un susurro.
No sé cómo se comporta normalmente, pero me está asustado.
El sonido de un único aplauso nos hace saltar en nuestros lugares. Aprovecho la distracción para ponerme de pie y alejarme de la chica, esta vez sin desperdiciar tiempo en disfrazar mi acto.
Estaba tan atónita que no había registrado que una de sus manos se había posado en mi muslo derecho, no es hasta que sacudo los restos de pasto sintético que me doy cuenta del calor sobre mi muslo.
—Ahora entiendo por qué a Cameron le desagrada el contacto físico —susurro.
—¿Cómo? —cuestiona Dalilah.
—Bien, ya que hemos terminado nuestras cosas aquí, Mallory y yo nos retiramos —informa Derek terminando de abotonar las mangas de su saco e interrumpiendo la pregunta de la chica.
Ni si quiera supe en qué momento se puso de pie, pero le agradezco la intervención.
Dalilah pone cara de que va a decir algo para llevarle la contra a Derek e intenta tomarme de la mano. Finjo inclinarme para sacar pasto sintético de mis zapatos y cuando recobro la postura camino hacia la salida, siguiendo a Derek un paso por detrás de él.
La chica no nos acompaña hasta la salida, supongo que se habrá ofendido o lo que sea.
—Eso estuvo extraño, ¿no lo crees? —Derek camina hasta su motocicleta.
—Sí, honestamente fue muy, muy extraño —me cruzo de brazos—. Creo que estaba bebida o algo.
—Definitivamente —se pone su casco sin despegar mucho la vista de mí.
—¿Cómo lo...?
—Era demasiado obvio, o bueno —me pasa mi casco y lo tomo con cuidado—, al menos yo no ando coqueteando con alguien si no estoy seguro que la persona que lo acompaña no es su pareja.
—Tú la provocaste cuando comenzaste a contestar por mi —intento ponerme mi casco, pero esta vez mi cabello no quiere cooperar, el viento fuerte y frío que comienza a circular estropea aún más mis acciones.
—¿Yo la provoque? Está más que claro que quien provocó a la pobre chica fuiste tú —Derek me ayuda a ponerme el casco y lo ajusta un poco—. Es peligroso que uses el casco tan flojo.
Me mira con arrogancia. Me siento como si él peleara con una niña pequeña. En el papel en que me ha puesto, me atrevo a levantar el cristal negro de mi casco para a sacarle la lengua.
—¿Lo ves? Siempre provocando a los demás. Ya sea que los molestes o los hagas pensar cosas que no se deben decir en voz alta —niega con la cabeza a la vez que se pone el casco.
—¿Soy yo o hace frío? —comento.
Derek apunta al cielo a mis espaldas. Tengo que levantar el visor de cristal negro del casco para poder ver a qué se refiere el con ese gesto. Al dar media vuelta el viento que sola se vuelve diferente y percibo en el ese característico olor que anuncia la lluvia.
El cielo no está gris, está casi negro. De ese tipo de cielos nublados en los que no sabes si meter la ropa recién lavada para que no se moje o arrodillarte para pedir perdón y arrepentirte de tus pecados antes del diluvio.
Parece que sí vamos a mojarnos después de todo.
Al cerrar mi visor de nuevo, unas finas gotas se estrellan contra él. Extiendo la palma abierta hacia arriba y veo con horror como caen gotas sobre la piel de mi palma.
—Genial, y ya se ha puesto a llover —gruñe Derek—. La casa de Nana queda al otro extremo de la maldita ciudad.
—¿No podemos esperar adentro a que se calme? —propongo.
Para este punto las gotas de lluvia no son muy gruesas.
—¿Y volver con aquella loca? —el rubio apunta en dirección al edificio—. No, ni en sueños.
—No escucho que tú propongas algo mejor —nuevamente me cruzo de brazos, esta vez para protegerme del agua fría que cae.
—Vayamos a casa de mis padres, es lo más cerca —Derek se monta en su motocicleta sin esperar mi respuesta—. Dejaré ahí mi motocicleta y tomaré uno de los autos para llevarte a casa.
—No es necesario, puedo pedir un taxi —me subo detrás de él.
Él niega con la cabeza, y sé que es irracional ponerme a discutir con él debajo de la luvia, pero no quiero causarle ningún inconveniente, preferiría que él se quede en el resguardo de la casa de sus padres e irme sola a casa.
Derek arranca la motocicleta al mismo tiempo que un trueno resuena sobre nosotros, lo que me hace aferrarme a él de un solo movimiento por el susto.
Sé que él intenta reírse, aunque es interrumpido por un estornudo.
No, lo menos que quiero es que se refríe.
—De acuerdo, a casa de tus padres primero.
💕
Al entrar a la residencial donde queda ubicada la casa de los Teufel ya llevo rato sin sentir las puntas de mis dedos. Incluso he perdido la vergüenza porque me aferro a Derek tratando de robarle calor corporal.
Siento que voy a morir de frío, el estómago me duele de hambre y para rematar, la sensación de una daga atravesando mi corazón de lado a lado aparece cuando veo la que solía ser mi casa de niña.
Mamá nos hizo mudarnos a una nueva casa después de la muerte de mi padre. Según ella, irnos a un lugar donde no hubiera recuerdos sería lo mejor. E irónicamente, ahora que veo la casa o lo que queda de ella miles de recuerdos flotan desde la profundidad de mi mente hasta la luz.
Derek reduce la velocidad de la motocicleta para entrar en la cochera subterránea.
—¿Estás bien? —me pregunta cuando me bajo de la moto.
Me quito el casco al mismo tiempo que él termina de aparcar la motocicleta. Espero hasta que él se ha quitado su propio casco para pasarle el mío y ver cómo los acomoda con cuidado milimétrico sobre el asiento de la motocicleta.
—Estoy muriendo de frío, no sé si eso cuente como estar bien —me abrazo a mí misma.
—Ven —indica.
Derek pasa a mi lado. Me toma de una mano y me causa envidia que tenga la palma cálida mientras mis dedos mueren de frío, además de que a él no parece haberle afectado para nada la lluvia helada.
Mis músculos están contraídos como si me hubieran metido una hora a un congelador, pero Derek parece tener la capacidad de correr un maratón conmigo como peso muerto.
Atravesamos una puerta de metal que Derek abre empujándola con un hombro. Tengo que controlar mi risa para que no suene como un estruendo en medio de la sala a la que entramos.
Reparo en el par de féminas sentadas en un sofá cerca de una chimenea que, aunque parece no estar en uso, da ese toque de que es la fuente de calor dentro de la casa.
—¿Derek? —dice la mujer de cabello negro—. ¡Cariño, estás empapado!
—No te preocupes, madre —responde él.
Eso me hace soltarme del agarre de Derek, quien me mira con extrañeza cuando libero mi mano de la suya, pero finjo no darme cuenta de ello. Mantengo la vista en la mujer de ojos color miel que notó que su hijo me sostenía de una mano.
Solo a mí se me ocurre dejar que el Diablo me lleve de la mano y sentirme bien con ello.
<<Teufels>>. Maldigo en mi interior, tal como Chase me enseñó.
— — — —
Holis -ojitos de cansancio-. Lamento actualizar tan tarde (Adii, Gege y Andrea... no me maten, las amo). Se fue la luz en donde vivo. Estoy terminando de editar el capítulo y ya lo estoy subiendo porque ayer estuve ocupadísima.
¡Feliz domingo!
Nos vemos en el próximo capítulo. Gracias por interactuar con este capítulo si ya lo han hecho.
Capítulo dedicado a @gege_redwood por encontrar mis pequeñas referencias a series y películas.
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