Capítulo 18
—Bienvenida, Mallory —Derek extiende el contrato en mi dirección—. Eres oficialmente la empleada del diablo.
—Cupido del diablo —corrijo, justo al momento en el que se me escapa comienzo a reírme.
Derek no se ríe conmigo. De hecho, está muy serio, como si no hubiera entendido la broma.
Inhalo preparándome para explicarle porque es más apropiado el apodo de cupido del diablo cuando caigo en la cuenta de que él no sabe el detrás de mi razón para estar aquí.
Por suerte, siempre tengo una carta bajo la manga. Aprendí a dejarla ahí porque sé que voy a necesitarla para salir de aprietos como este.
Cómo dice el dicho: mujer precavida vale por dos. ¿No es así?, ¿es un dicho o un refrán? Es un dicho porque los refranes tienen animales... ¿o esas son las fabulas? ¡Ay, bueno! Lo que sea.
—Recuerda que tenemos una apuesta —procuro no sonar tan nerviosa.
—No lo olvidé, es solo que... no vayas a decir algo como aquello cuando haya gente a nuestro alrededor —se cruza de brazos—, o negaré que eres mi empleada directa.
—¿También niegas a Chase como tu empleado si dice algo ridículo en público?
—No, por supuesto que no —niega con la cabeza—. A él finjo no conocerlo.
Él me muestra una sonrisa de labios cerrados, me rio y niego con la cabeza.
Me parece un enigma como es que este par se han vuelto como hermanos si Derek puede llegar a decir cosas que lo hagan sonar como que realmente no le agrada Chase.
Derek sin dejar la seriedad dominar su semblante relaja su expresión. Al recostarse en su silla y tener los brazos cruzados veo una mancha oscura en la manga de antebrazo izquierdo.
El color del traje en esa área no ha cambiado, se ha oscurecido, así que la mancha no puede ser de tinta de bolígrafo o suciedad, ni si quiera parece agua porque no se ha extendido como lo haría cualquier liquido ligero, entonces...
—Derek, oye... —trago saliva, sus ojos me miran, el aire se me atora al percibir la atención con la que me observa—. ¿Te lastimaste?
Él levanta una ceja, en un gesto como si preguntara el porqué de mi pregunta.
—Tienes una mancha —apunto al área oscurecida de su traje.
—¿En serio? —gira el brazo para ver a lo que me refiero, en seguida suelta un molesto suspiro—. Carajo, no creí que aquel golpe fuera para tanto.
Derek me mira con sorpresa, como si se estuviera dando cuenta de algo. Por poco y giro para ver a mis espaldas, por si es que hay algo o alguien parado detrás de mí.
El tenebroso pensamiento de que me daré la vuelta para encontrarme con algún monstruo sacado de mis pesadillas o de los libros de fantasía oscura que suelo leer hace que me mantenga viendo hacia adelante.
Derek se pone de piel y juro por todos los santos que la piel se eriza con la sensación de que están a punto de matarme, pero al ver que se ha parado para quitarse el saco me relajo.
No es que sea dramática, bueno, puede que sí. Un poquito.
—Demonios, esta era mi camisa favorita —el murmullo enojado de Derek me hace dejar de lado mis pensamientos.
Mí nuevo jefe —que raro suena eso—, dobla la manga de su camisa hasta arriba de su codo, donde deja a la vista un rasguño de tamaño considerable con sangre seca a su alrededor.
Me pongo de pie y camino al otro lado del escritorio para detallar mejor la herida. No parece profunda, aunque por la longitud va a requerir de dos apósitos para que la herida quede perfectamente cubierta.
—¿Te peleaste con un jaguar, o qué te arrastro mientras dormías? —no lo puedo creer, con eso logro que Derek Teufel me sonría ampliamente—. ¿Te importa si miro más de cerca?
El suspira con impaciencia y niega con la cabeza.
Por un momento recuerdo la conversación telefónica que tuvimos antes de reunirnos en la cafetería, estoy segura de que en algún punto de la charla escuché un golpe.
—Estoy mudándome a un departamento—hace una ligera mueca—. Las sillas del comedor están patas para arriba una encima de la otra, pasé cerca de ellas, me di un golpe con una.
—Bueno, tienes suerte —digo a la vez que me estiro sobre el escritorio para alcanzar mi bolso.
—Casi muero aplastado por sillas, mi camisa favorita está arruinada, manché de sangre un saco que no es mío y tengo una herida que va a incomodarme —la irritación es clara en su voz—. Me perdí. ¿Dónde está la suerte que dices que tengo?
Sonrió al mismo tiempo que saco un pequeño estuche de material semi trasparente teñido en color lila del interior de mi bolso. Giro de regreso a Derek quien tiene en ceño fruncido.
—Yo soy esa suerte —le muestro el estuche como un niño pequeño enseñaría su primer dibujo: con orgullo—. Eres suertudo de estar con la persona más propensa a sufrir accidentes.
Él arquea una ceja otra vez, parece cuestionarse un poco lo que acabo de decir. Y sí, yo también me lo comienzo a cuestionar.
"Soy esa suerte", eso sonó tan cursi. Ignoro el calor que se produce en mis mejillas y abro el estuche usando de apoyo el escritorio de Derek.
—No es para tanto. Puedo lavarlo en el baño.
—¿Con agua y jabón, Derek? —él asiente y yo hago una mueca de no creérmelo—. No me digas, eres de los que le pone agua oxigenada a una herida, ¿cierto?
—¿Y eso es malo?
—Por supuesto que sí, dañas las células de la piel y el proceso de crear nuevos vasos sanguíneos —me cruzo de brazos mirando a Derek con desaprobación.
—¿Qué me dices del alcohol? —me sonríe como un niño travieso.
Ahora entiendo de dónde está aprendiendo Connor a ser tan coqueto. Derek es una mala influencia para los niños, ¿quién lo diría?
—El alcohol elimina bacterias, sí, pero también las células vivas de la piel.
—¿Y qué hago? —me regresa la mirada—. ¿Me amputo el brazo?
Niego con la cabeza. Mi sonrisa crece. De verdad parece fácil hacerlo enojar, pronto este será mi nuevo pasatiempo.
—¿Ya lo ves? ¡Qué suerte que estoy contigo! —suelto con entusiasmo.
Me sorprende ver a Derek fingir que se corta la garganta pasando su dedo índice por el área de su manzana de adán.
—Puedo resolverlo solo —se deja caer en su asiento.
Dejo salir un largo suspiro. Él se está comportando como un niño, las cosas serían fáciles si él se dejara ayudar.
—No tienes que hacerlo tú solo —replico—. Para eso estamos los amigos, ¿no?
Sus ojos del color de la esmeralda se encuentran de nuevo con los míos y tengo que retener las ganas que tengo de moverme para salir de su de escrutinio.
Hago un gesto insistente, él no titubea.
Tomo uno de los sobres de los apósitos y finjo darme aire con el de forma arrogante.
—¿A caso sabes usar correctamente uno de estos? —hablo sin apartar la vista—. Puedes saber mucho de negocios, Derek. Pero te apuesto lo que quieras a que no sabrías cuál de las cremas dentro de mi pequeño botiquín es un antiséptico y cual es un anti cicatrizante.
Él ladea la cabeza.
<<Sobre todo, porque las he traído de corea. Así que lo escrito en ellas está en Hangul>>. Rio malvadamente en mis adentros.
Me atrevo a sentarme sobre el escritorio, desde donde puedo verlo con mayor altura. Cruzo las piernas y procuro intentar no sonrojarme cuando veo los ojos de Derek seguir con fijación el movimiento de mis piernas.
Mal día para usar un short corto y olvidarlo por completo.
—Si dejo que me cures la herida —su voz es pausada y ronca—, ¿te bajarás de mi escritorio?
—¿Por qué no lo averiguas? —reto.
Derek se respalda en su silla, se deja resbalar un poco en esta hasta adoptar una posición relajada. Apoya la cara en la palma de su brazo sano, el cual descansa en el reposabrazos de las sillas.
Las dos joyas vibrantes que lleva por ojos recorren la piel expuesta de mis clavículas, inspeccionan mis piernas cruzadas pasando desde mis botines, donde se detiene a mirar algo con curiosidad. Seguramente es mi férula. Después sube hasta mis rodillas donde corta el camino hasta que nuestras miradas se cruzan de nuevo.
Lujurioso pero respetuoso, ¿quién dice que no se puede ser ambos?
Una parte de mi me grita que me baje del escritorio, otra me recuerda que no trague saliva y una tercera me ayuda a que ninguna parte de mi cuerpo tiemble con la extraña sensación que me causo el estudio de Derek.
Empiezo a considerar dejar que él se cure solo, pero se pone de pie y me ofrece el brazo herido mientras desvía la mirada hacia un lado.
A mi cerebro le cuesta asimilar lo que acaba de pasar.
—Deprisa, Roja —murmura con burla—. Antes de que me desangre.
Es lo único que necesito para salir de la especie de shock en el que caí.
Definitivamente pienso que, si Derek quisiera, sería uno de los rompecorazones más grandes y reconocidos de la ciudad. Con chicas haciendo fila afuera de Rohdiamant con la esperanza de ser la siguiente novia en turno.
¿Por qué no aprovecha su atractivo para ello? La mitad de los jóvenes empresarios que conozco son atractivos mujeriegos, ¿por qué Derek no? Digo, si lo analizo con lógica, el hecho de que diga no creer en el amor sería su mejor arma para ir de chica en chica sin miedo.
Debo dejar de sobre pensar las cosas, lo sé. Pero, vamos. Si yo fuera un hombre atractivo y exitoso que se estresa tanto, lo mínimo que me merecería es desquitar ese estrés en noches de alocadas borracheras con chicas lindas.
Mallory Diablito: Eso es porque tú si eres una pervertida.
Soy realista. A los hombres les gusta eso, ¿o no?
Mallory Diablito: Hablas como si conocieras a muchos hombres.
Bueno, no, pero... ¿por qué estoy hablando conmigo misma? Demonios, me urge tener amigos.
Trabajo en silencio con los ojos clavados en lo que estoy haciendo y los músculos de los hombros apretados para que no me tiemblen las manos. Puedo sentir la fuerza de la mirada de Derek posada en lo que estoy haciendo. Me hace preguntarme si sabe que estoy haciendo un buen trabajo y me esfuerzo a la vez por no parecer nerviosa o si solo trata de memorizar lo que hago para poder negar mi ayuda más adelante.
—¿Dónde aprendiste tanto de medicina? —su aliento hace que un mechón de mi cabello se suelte de su lugar detrás de mi oreja.
Tomo aire y lo dejo salir con lentitud.
—El hermano de mi mejor amiga quería ser doctor —trato de ser lo más breve posible para evitar que la voz me falle.
¿¡Por qué estoy tan nerviosa!?
—¿Él te enseñó? —suena interesado de verdad.
—Sí —abro el primer apósito de un tirón—. En corea del sur las cicatrices son mal vistas, así que él nos ayudaba a que el riesgo de que una apareciera fuera bajo.
Él suelta un murmullo que me deja saber que me ha escuchado, no hay más conversación o preguntas por su parte luego de eso.
Coloco el apósito con cuidado. Me aseguré de cortar la parte adhesiva que tocaría la mitad de la herida en este primerio. El segundo lo coloco de manera que sus cuatro lados adhesivos queden por fuera de la herida, pero el lado que debería tocar la herida queda encima del primer apósito. Así que eso me ayudará a adherirlo correctamente.
—Listo, ya está cubierta —saco un pequeño tubito de crema de mi mini botiquín y se la ofrezco a Derek—. Pon un poco de esta después de cada baño y antes de irte a dormir, así sanará sin dejar cicatriz. ¡Ah, y seca la herida con cuidado! Y no arranques las costras.
—Bien, Doctora —se burla, aunque toma sin reservas la crema—. ¿Cada cuanto tengo que cambiar los apósitos?
Me rio mientras tiro la basura en el bote debajo del escritorio.
—Estos te los podrás quitar cuando llegues a casa, si sigues sangrando pones unos nuevos, pero si no hay más sangrado, con el uso de la crema estarás bien.
—¿Cuándo vuelvo para mi próxima cita?
—Solo en caso de que sientas que se te va a salir el corazón por la herida —le lanzo una mirada de fingido cansancio.
—O sea, justo ahora.
—Qué gracioso —contesto con sarcasmo.
Él suelta una risa nasal.
Guardo todo en mi bolsa. De reojo veo a Derek reacomodarse la camisa y volver a ponerse el saco. Dejo mi bolso en la silla donde estaba y me enderezo para bajarme del escritorio, pero Derek se inclina ligeramente en mi dirección.
El aire se me atora al notar lo cerca que estamos. Y por poco entro en pánico cuando Derek apoya las palmas de sus manos una a cada lado de mis piernas. Tengo que retroceder unos escasos centímetros, haciendo el cuerpo hacia atrás para evitar que mi frente y la de él se toquen.
—Estaba a punto de bajarme —ni si quiera sé por qué eso sale de mis labios en un susurro.
—¿Segura? —responde de la misma forma—. Es que creo que estoy a punto de desmayarme. ¿No vas a hacer algo?
—Desmáyate hacia tu silla y prometo abanicarte —me encojo de hombros.
—Qué aburrida —ladea la cabeza—. Creí que me darías RCP.
—Eso sólo sería en caso de que dejes de respirar.
Lo piensa un momento.
—Bueno, puedo aguantar la respiración.
Se me olvida que no debo tragar, por lo que lo hago. Él entrecierra los ojos ligeramente.
—No volveré a subirme, lo juro —pongo una mano en el área de mi corazón y le muestro la palma abierta con la otra. Tal y como juran las niñas exploradoras.
—Me parece estupendo —sonríe y se aleja de mi recuperando su semblante serio.
Me bajo y hago un monumental esfuerzo por no correr al otro lado del escritorio.
—Puedes tomarte el resto del día —habla desde su lugar.
Me giro de golpe para mirarlo. Por la cara que pone creo que mi rostro expresa el miedo repentino que me dio al escuchar sus últimas palabras.
—Tú escritorio estará listo para mañana, hoy no tienes dónde trabajar a gusto —se cruza de brazos. Su tono sencillo hace que el alma me regrese al cuerpo.
—Puedo trabajar afuera en el cubículo.
—¿Cómo el resto de empleados? —niega—. No, no eres un empleado de Rohdiamant. Ve a casa, descansa y hazme un favor...
—Te escucho —tomo mi bolso.
—No vuelvas a traer ese tipo de ropa a la oficina —se sienta en silla de cuero con la espalda recta, enciende el monitor de su computadora—, podrías ser una distracción.
—¿Para ti o para los demás?
¿¡Qué cosa fue la que yo dije cuando hablé!?
¡Lo sabía! Sin un filtro para mi cerebro era cuestión de tiempo para que algo se me escapara. ¡Dios, recíbeme con los brazos abiertos que ya voy a tu llamado!
Los dedos de Derek quedan suspendidos en el aire antes de que logre escribir la contraseña de su computador. Vuelve a observarme con ese gesto serio que tiene, su mano derecha busca la comisura de su labio inferior y lo recorre con la yema de su dedo pulgar de un lado hasta el otro.
—Hasta mañana —hago una ligera reverencia—. Con su permiso me retiro.
—Olvidaste llamarme amo —sonríe con picardía.
—Hasta mañana... señor.
Sus ojos cerrados con amargura es lo último que me atrevo a retratar mentalmente antes de salir por las puertas de su oficina. Como alma que lleva el atractivo diablo de ojos verdes de nombre Derek Teufel.
— — — —
¡Feliz domingo!
Hoy no hay mucho que decir, aunque sí mucho que agradecer.
Muchas gracias a los que leen, votan y comentan.
¡Llegamos a las 700 leídas! Puede ser poco para ustedes, pero para mi significa muchísimo, porque sinceramente no creí que mi historia pasara de las 20 leídas como máximo, jaja.
También quiero agradecer a mi club de lectura por la oportunidad que le dieron a mi historia. Es una alegría saber que seguirán leyendo y que han sentido cariño por mis personajes. En especial, gracias por querer tanto a Mallory.
Con estos agradecimientos me retiro. Nos vemos la próxima semana en una nueva actualización y nos leemos en IG con los post que hago entre semana con escena para recordar o pequeños avances de nuevos capítulos.
Besitoooos.
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