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Capítulo 17

DEREK:

<<Mierda>>.

Mi padre se acaba de encontrar con Mallory y se ha ido con él. Mallory Leblanc se encontró con Frederick Teufel en el mismo edificio, en la misma oficina.

<<Doble mierda, Derek>>. Me regaño internamente.

Puede que gracias a que se estableció un cariño de sobrina y tío entre ellos, mi padre no me juzgue como loco ante la idea de meter a la hija de su antiguo enemigo a nuestro cuartel.

Quizás mi padre ya lo sabía, le encanta estar al tanto de lo que ocurre en su empresa. O soy demasiado optimista o demasiado fatalista.

Si no lo sabía... bueno, no es como que pueda asfixiarme mientras duermo porque ya no compartimos techo.

Tomo la carpeta que me falta por revisar y la abro de un movimiento. Mejor comienzo a concentrarme en las cosas que aún tengo por hacer para intentar calmar la ansiedad. No tiene caso que me preocupe ahora por eso, lo haré en su momento.

Entre el revoltijo de palabras que voy leyendo y mis pensamientos alcanzo a escuchar a Malika decir algo, aunque no entiendo qué es lo que sale de su boca a tiempo para contestarle.

Levanto la vista de los papeles y la encuentro mirándome como si esperara una respuesta.

—Perdón, ¿dijiste algo?

La veo mirar al techo en busca de paciencia. Ese gesto me trae recuerdos de cuando comencé a venir a Rohdiamant y ella me entrenaba para tomar el puesto que tengo.

—Dije que: me tomo por sorpresa que hayas cambiando de opinión —repite.

Mis ojos regresan al trabajo.

—¿Sobre qué? —hago a un lado una hoja, para poder leer la siguiente página.

—Tener una asistente personal.

Capto su cruce de brazos y la forma en la que mueve una pierna haciendo que su tacón suene como las manecillas del reloj cuando lo golpea contra el piso.

Mi mente trata de no divagar en los malos pensamientos que comienzo a tener y el hecho de que me molesta que el tacón de Malika pueda dejar una mancha.

—Mira, Malika —me acomodo la corbata, comienzo a sentir que me estorba—. Tú nombre siempre me ha sonado al de una mascota, ¿ya te lo he dicho?

—No evadas el tema, Derek —su rostro es seriedad pura—. Te conozco desde que tenías... ¿qué edad?

—Catorce —paso una mano por mi cabello.

Levanto la vista para encontrarme de lleno con el ceño fruncido de Malika.

Aparto la vista de nuevo.

—No era necesario que me recuerdes que tengo treinta y nueve años —se queja—. A una dama no se le debe de hacer ver su edad real.

—Tú preguntaste —hablo entre dientes.

Suelto un suspiro y cierro la carpeta haciéndola a un lado. No tengo ganas de hablar de nada en este momento, pero si puedo evitar que use su zapato para dejar una marca en mi piso, voy a elegir salvar la integridad de este.

—Simplemente cambié de opinión. Soy consciente de que no puedo solo con todo —muevo mi silla para alejarme del escritorio y me pongo de pie—. ¿Te basta esa respuesta?

Sé que no, se le nota en la cara. Hace ese gesto de jugar con el colgante de su collar.

Aparto la vista de nuevo.

Voy hasta el librero en una de las paredes, finjo buscar algo para aparentar estar concentrado y que me deje en paz. Pero ella no capta la indirecta, escucho sus pasos detenerse a mis espaldas.

Giro para mirarla, y recargo la espalda en el librero llevándome las manos al interior de los bolsillos de mi pantalón.

—Es obvio que cambiaste de opinión —niega con la cabeza—. Pero, ¿qué te hizo cambiar de opinión?

—Recibí un buen consejo.

—Sigues siendo un niño —murmura entre una risa.

Levanto una ceja en arco. Me aguanto las ganas de decirle que no lo soy porque para ella, hacerlo es darle la razón.

Me impulso para acercarme a ella con rapidez. Aprisiono una de sus muñecas con mi mano derecha y uso la izquierda para jalarla hacia mí por la espalda, acerco mi rostro al suyo y me sorprendo al reconocer que ya soy un par de centímetros más alto que ella.

—¿Te parece que un niño haría esto? —susurro decidido.

Ella sonríe con amplitud. Su mano libre se aferra a mi corbata tirando en su dirección al principio, para después empujarme lentamente con la palma abierta.

—No, esto es lo que haría un troglodita —contesta al estar libre de mi agarre—. Lo que te convierte en hombre frente a mí, es el hecho de que no te sonrojaste al tocarme.

Malika acaricia una de mis mejillas, obligándome a apartar su mano de mi rostro de un empujón amable. Nuestro antiguo trato nos prohíbe esta clase de arrebatos en la oficina.

Ya no soy un adolescente, ahora se controlar mejor ciertas cosas.

—Admito que extrañaré ser tu gusto culposo —reconoce—, pero me alegra que ya estés madurando.

Camino hasta mi escritorio en silencio, recojo las carpetas asegurándome de que cada hoja quede en su sitio dentro de la carpeta que le corresponde. Se las entrego a Malika en una pila alineada con el borde de mi escritorio.

No la estoy corriendo, le dejo en claro que ya no tenemos nada para charlar. Tiene dos opciones, preguntas sobre trabajo o marcharse en silencio. Opta por la segunda.

Tomo una inhalación profunda y me recuesto en mi silla, mientras la veo alejarse hasta salir de mi oficina.

Hasta hace un par de meses, una tercera opción nos pudo haber empujado hacia otro lugar, fuera de Rohdiamant. Pero eso se ha terminado, o al menos así lo quiero ver. No creo retomar lo que se supone dejamos en pausa.

—Gusto culposo —murmuro.

Ni si quiera recuerdo cuándo fue que Malika comenzó a gustarme y cuando eso se convirtió en lo que sea que teníamos, hasta el punto en el que uno de los dos quiso llevar esto a un nivel más formal.

Por su puesto que fui quien se negó. Entiendo que Malika es una mujer adulta que ya quiere sentar cabeza, pero no podría hacerlo conmigo. Para empezar, la sola idea de imaginarme contándole a mi padre que desde hace años me enrollo con su secretaria me hace sudar frío.

—Creo que sí soy un niño aún —me llevo una mano a la cara.

Soy consciente de que ya no tengo por qué hacer lo que mi padre quiera, pero ya es una costumbre arraigada.

Los pedazos de la conversación que tuve con mi madre siguen dando vueltas en mi mente. Sin duda creo que pedirle un consejo fue lo mejor, solo espero no hacer mal los cálculos y que todo termine volteándose en mi contra.

"—Si estuviera en tu posición elegiría a Mallory sin que me tiemble la mano —la seriedad con la que lo dijo hizo que la piel de los brazos se me erizara.

Se veía determinada a ganar una guerra que para mí era invisible.

— ¿Al ser una Leblanc no debería ser descartada enseguida? —pregunté.

—Su apellido no vale nada —hizo un gesto con sus hombros intentando quitarles crudeza a sus palabras—, recuerda: así lo quiere ella.

Mi madre acomodo la frazada sobre su regazo. Siempre me ha parecido que se mueve con elegancia, con una feminidad y autoridad digna de las reinas de hace siglos.

—Mallory está dispuesta a lograr por su cuenta lo que sea para enorgullecer a su familia y demostrarles que no depende de ellos para alcanzar la cima —su mano alcanzo mi mejilla—. Eso es lo que la hace perfecta para ser tu asistente personal, Derek.

—¿Cómo... sabes eso?

Ni si quiera yo tenía conocimiento de eso hasta que ella llegó al interior de mi oficina tras haber dicho que había llegado interesada en el puesto.

—Mis piernas está inútiles, mis oídos y mis ojos no, querido.

La voz de mi madre se volvió profunda, cerca de sonar ronca como el gruñido que suelta una leona antes de saltar sobre su presa.

—La determinación de Mallory es su mejor arma, pero... puede ser tú propia arma —con la punta de su dedo índice delineo mis pómulos en una caricia maternal. Sus ojos seguían fijos en los míos, miel contra verde—. Piénsalo, Derek. ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar con tal de demostrar que vale por lo que lleva dentro y no por las letras en un documento?

—Jamás traicionaría a su familia—mi aliento se atoró en mis pulmones cuando esa idea cruzo mi mente—. ¿O... sí?

Irys negó con la cabeza, en su movimiento un mechón de su cabello cayó sobre su mejilla derecha. El contraste de su oscuro cabello contra su pálida piel la hizo ver como una estatua perfecta.

—Nadie está hablando de traicionar, cariño. La lealtad hacia su familia es lo que la motiva —su frente tocó la mía, cerré un momento los ojos ante su tacto—. Sin embargo, creo que sus ganas por ser alguien podrían beneficiarte. ¿Crees que ella no se sentiría realizada si te ayuda a convertirte en el mejor ejecutivo que esta ciudad ha visto en años?

—No lo sé —murmuré—. Renée podría tomarlo a mal.

—Mallory parece tenerle poco o nada de miedo a lo que su madre opiné, ¿no te parece?

—Sí —susurré.

—Incluso parece hacer cosas que a su madre pondrían muy furiosa si se enterará.

—Como irse a Corea o entrar a Rohdiamant —agregué. Ella me regaló un ligero asentimiento de cabeza, aprobando mi aporte a su teoría.

—Derek, ella se está anclando a ti para no hundirse, así como tú te puedes anclar a ella. Se están haciendo un favor mutuo, aunque parece que tú aún no lo sabías —se separó y yo abrí de nuevo los ojos—. Pero debes ir con cuidado, hijo. Mallory es como la reina en el ajedrez, un mal movimiento y la perderás

—Es arriesgado, probablemente no debería hacerlo.

—En la guerra no hay nada seguro. O mueres o sales lastimado, pero si haces las cosas con el debido cuidad, puedes ganar —me guiño un ojo—. Eres héroe en vida o lo eres en muerte, pero puedes serlo.

—No me parece justo usarla —confieso.

—En la guerra y en el amor todo se vale, Derek. Eso no quiere decir que deba ser justo".

Me doy cuenta de la razón por la que mi padre la eligió como su esposa. Irys es igual de buena que él al momento de poner las piezas sobre un tablero.

Es entonces que recuerdo el otro consejo que me dio:

"Contrata a Mallory como empleada directa, tuya. Que te pertenezca a ti y no a Rohdiamant."

Sin embargo, ¿por qué mi madre parecía muy insistente en mantener cerca a Mallory?

Me relajo. Una sonrisa se posa en mis labios. No tiene caso sobre piense cosas que podrían no ser reales.

—Y dicen que yo soy el diablo.

Al levantar la vista del punto donde la había fijado veo una mancha rojiza que se acerca a las puertas de cristal.

No necesito los ojos de un Alcón para saber de qué se trata, comienzo a pensar que podría reconocer ese cabello rebelde en cualquier lugar. A demás, la blusa color melón de tela delgada que baila alrededor de su cuerpo le da presencia.

Tengo que poner una mano en mis labios para evitar soltar una carcajada al ver como la mancha golpea la puerta, pero estoy seguro de que no ha sido con sus nudillos.

—Adelante, Mallory.

Una de las puertas se abre. Mallory entra en mi oficina con una mueca de dolor y una mano frotando un golpe que ha comenzado a tornarse rojo en su frente. Me mira con un sonrojo de vergüenza.

—Déjame adivinar —me siento con la espalda recta—, de pronto perdiste tu súper poder para atravesar objetos y por eso te diste un buen golpe contra el cristal, ¿no?

El sonrojo aumenta, e intenta disimularlo acomodándose el cabello.

—En realidad, es que aún no controlo mi súper velocidad —contesta intentando mantenerse seria—. Error en cálculos.

Me cruzo de brazos.

La observo caminar hasta donde estoy, en su paso cerca de la mesa al centro de los sofás toma el contrato que estaba leyendo. No sé si lo hizo apropósito, el contrato estaba oculto debajo de una almohada.

Entonces, ¿no le habló sobre su trabajo aquí?

Mallory acuna contra su pecho el contrato. La sonrisa que me dedica va cargada de una descarada complicidad.

Astuta, muy astuta.

—Eres temeraria, Roja.

—Sí —se encoge de hombros—, ya me lo habías dicho.

Le ofrezco la silla donde había estado sentada antes, sus ojos azul hielo miran el mueble. Me parece curiosa la mueca que hace con la boca. Luego, decide sentarse en la otra silla.

Estoy consciente de que mi ceja derecha se ha levantado en arco demostrando esa curiosidad que me nació de pronto, así que me apresuro en volver a una expresión neutral.

—¿Terminaste de leer el contrato?

Ella asiente.

—No bromeabas con lo de la regla sobre las relaciones en horas de trabajo —niega con la cabeza fingiendo horror.

—Lo sé —me llevo una mano al cuello, siento dolor a causa del estrés—. En fin, ¿lista para firmar?

—¿No deberíamos estar en la oficina de recursos humanos para eso?

Sí, fue una buena duda, aun así, Mallory apunta tímidamente en dirección a los bolígrafos enfilados en una esquina de mi escritorio, pidiendo permiso para tomar uno. Me estiro para alcanzar el que queda próximo a mí y se lo entrego.

—No. Soy yo quien te está contratando, no Rohdiamant —no he terminado de explicar y ella ya ha abierto la carpeta buscando la línea para firmar.

Realmente es una temeraria.

—O sea que... ¿tú eres el único que puede despedirme? —posa la parte trasera del bolígrafo sobre su labio inferior.

—Así es —tomo mi propio bolígrafo, solo para ver otra cosa que no sean sus labios bañados en pequeños brillos—. De esa forma estoy en control de mis empleados y le dejo menos cargas a mi padre.

El bolígrafo abandona sus labios y desde donde estoy puedo ver la mancha de labial brilloso que quedó sobre su material negro mate.

En los ojos de Mallory veo el brillo del cielo a mi espalda, la luz acentúa zonas de su rostro y parte de la piel que su blusa no logra cubrir. Algunos de sus cabellos se ven amarillos con la luz que los baña. En su frente aún se puede ver el golpe, pero se confunde bastante bien con las pecas de su rostro.

Parece una muñeca de porcelana.

—¿Estás segura que quieres trabajar aquí? —no tenía planeada la pregunta, simplemente se sale de mis labios.

—Es la única cosa de la que estoy segura en este momento. Esto y en el hecho de que quiero más té rojo con leche y crema batida —sus ojos caen al pie de una página—. ¿Firma y nombre o solo firma?

—Firma y nombre —contesto—. ¿No bebes café?

Ella niega con la cabeza y arruga la nariz. Firma sin dudar y desliza el documento hacia mí una vez que ha terminado.

—¿No te gusta? —me dedico a ver la firma de Mallory plasmada en el papel.

—Puedo beberlo si tiene hielo —suena apenada —. Solo que, mi amor por el té rojo con leche y crema batida es más grande.

Apruebo que busque su método para tomar café. Honestamente, hace años que no conozco a alguien que no beba café para mantenerse despierto, la mayoría de las personas en mi entorno lo toman por esa razón, no por gusto.

Terminando de haber firmado, levanto la vista para encontrarme con los ojos color zafiro de Mallory mirándome con... ¿entusiasmo?

—Bienvenida, Mallory —digo exponiendo ante ella el contrato que nos une por un tiempo—. Eres oficialmente la empleada del diablo. 

—          —          —          —

Antes que nada... ¡IRYS VON TEUFEL MI DIOSA! 

Ya les había dicho que ella es uno de mis personajes favoritos, al momento de leer porque al escribirla, ahí sí tengo complicaciones. Con Mallory u otros personajes no me pasa lo que con Irys, ya que Irys siento que es todo lo que no soy. Además, ella es una madre muy bien sentada en su papel, lo que obviamente me intimida porque... ajam, yo no tengo ni gato para cuidar, jajaja.

En fin -comienza a hacer sus maletas-, ¿cómo ven a Derekcito? Andaba de travieso con la secre/asistente de su papá, quien es mayor que él. ¡Echen cuentas! 

¿Alguien más extraña a Chasy, Mara y a Jano? Porque yo sí :c 

Bueno, eso es todo por el capítulo de hoy -cierra su maleta y la carga-. Espero que les haya gustado, hayan comentado y/o votado. ¡Gracias si así fue! 

Nos vemos la próxima semana con otro capítulo. 

¡Adiós! -se acomoda una gorra y desaparece antes de que alguien la linche-. ¡Les dije que me gustaba el drama!

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