Capítulo 11
No evito reírme al ver regresar a Chase con la cara roja, entrecierra los ojos como si de verdad le hubiera ofendido que me burlara de su cara avergonzada.
—¿Tienes calor o te volviste un tomate? —me atrevo a molestarlo.
—Déjame en paz, pecosa.
Su fallido intento por parecer molesto me saca una carcajada aún más grande. Argos apoya su cabeza peluda en el muslo de mi pierna derecha, así que le acaricio la coronilla para darle las gracias por lo bien que siempre me hace sentir.
—¿Tu perro está entrenado?
—No, Argos no es un perro de servicio. —Chase esciente no muy convencido—. Responde a una cantidad básica de comandos, no puedes confiar en él para que te ayude a cruzar la calle, pero sí para que detecte los cambios de humor.
—¿Un perro psicólogo? Eso es nuevo —el castaño mira su celular con una sonrisa en sus labios—. Tuve un hámster. Se comió uno de mis zapatos y el gato de la vecina se lo comió a él.
—Eso es triste...
—Entonces, ¿por qué te ríes?
—Porque también es algo gracioso —confieso.
—No tienes corazón.
Me termino mi cereal, me levanto con rigidez para lavar el tazón y la cuchara. Al estar de espaldas a Chase mi confianza aumente, así que me atrevo a soltar la duda que he tenido.
—¿Crees que sea buena idea no ir a Rohdiamant, Chase?
Internamente ruego porque me diga que no, a la vez quiero salir de la casa. Para despejarme. Cada quien afronta los problemas como mejor le funciona, a mí me funciona no afrontarlos por un rato, dejando a mi mente descansar.
—La verdad, yo no me pararía por ahí hasta después del almuerzo —contesta con tono bajo.
—¿Por qué? —dejo lo que lave en su lugar correspondiente y me giro para encarar al castaño.
—Derek tiene una junta, se pone de mejor humor cuando se deshace de la presión de esas —Chase sacude la cabeza—. Y cuando ya ha comido.
—Gracias por el consejo —le regalo una sonrisa.
—Ya debo irme, estoy llegando tarde. Posiblemente mi cabeza colgará junto a la de una de ustedes —cierra los ojos y aspira entre dientes, dándose idea de lo cruel que pudo haber sonado ese comentario.
—¿Quién no tiene corazón?
Me acerco a él y me despido con un rápido abrazo. Solo por el gusto de verlo ponerse rojo le digo que voy a esperarlo despierta y él me manda al demonio entre risas mientras se encamina a la puerta, antes de llegar a la salida se da la vuelta y regresa sus pasos apuntando a las escaleras.
—Mi mochila —dice.
—¿Mochila?, ¿qué eres, un niño?
—¡Los portafolios son para amargados!
Y unos segundos después baja con una mochila para laptop colgada al hombro. Me sonríe juguetonamente mientras sale por la puerta.
Argos bosteza a mi lado.
—Sí, también tengo sueño —le digo caminando a la sala con él siguiéndome.
Me dejo caer en el sofá de color olivo, no es bonito y tengo la sensación de que esa es la razón por la cual parece que no es usado. Es que, sí es feo el pobre. Sería útil en un departamento de ciegos, donde puedan disfrutar más de su doble función como sofá-cama y no de su extraña fealdad.
Pienso que Nana también sabe que es un sofá feo, y eso fue lo que la impulso a compararlo. Porque sin Nana, este sofá estaría en la calle. Nuestra amada Nana recoge almas en desgracia y nos cura con su amor.
Mi celular vibra en la mesita donde lo había dejado. Miro la notificación, encontrándome con un nuevo mensaje. Tamara me encontró por Instagram ayer y comenzamos a conversar mientras esperaba en la fila de la farmacia.
Terminamos por pedir el número de la otra para poder mensajear a gusto en cualquier momento. Realmente es una chica agradable, algo mal hablada, pero dicen que las personas que dicen muchas groserías son las más honestas que puedes encontrar.
Desbloqueo la pantalla para poder leer el mensaje completo porque me asusto un al leer la palabra que fuera de contexto es...
<<Ya sé el sexo del bebé, ¿quieres ver como los humillo?>>
Me saca una sonrisa porque lo mal pensé. Y es que comienzo a creer que de Tamara puedo obtener sorpresas con sus respuestas.
Jano y quien sabe quiénes van a tener que pagarle un tatuaje a Tamara, que va a ser un tatuaje costoso de esos que no se hacen de una sola vez. Un tatuaje entero en la espalda. Ya he visto el diseño.
<<Sí>>. Contesto.
<<Coffee Moment, a la esquina de Rohdiamant, frente a la tienda de espejos>>. Indica.
—Parece que el único que va a dormir serás tú, Argos —él parpadea lentamente como si quisiera darme la razón.
Por si acaso, busco el nombre de la cafetería, encuentro la dirección, así sabre a donde ir sin verme como una niña perdida.
Después de ir a mi habitación por mi bolso y dejarle comida y agua a Argos en la cocina para que consuma mientras que no estoy, me encamino a la puerta.
Antes de que mi mano alcance a tocarla, el timbre suena.
Pienso que a Chase pudo habérsele olvidado algo a parte de su mochila, aunque él tiene su propia llave, o eso fue justo lo que dejo olvidado. Abro la puerta cargándola como he visto a Nana hacerlo.
—¿Se te olvidó algo? —digo sin mirar.
—¿Perdón? —La voz me paraliza.
Siento la sangre de mi rostro abandonándolo, una presión aparece en mi garganta y mis piernas pierden su fuerza. Mis manos comienzan a temblar y mi corazón se acelera.
Levanto la mirada pausadamente para encontrarme una mirada familiar... bastante familiar.
Pecas oscuras en el área de las mejillas y tabique de la nariz, cabello ridículamente tan negro que parece absorber la luz del sol y unos ojos de un color Azul demasiado intenso que se puede confundir con el color violeta dependiendo la luz.
Cameron Leblanc me fulmina con la mirada por un segundo, al otro se está girando y grita hacia el auto blanco sobre la calle:
—¡Marcos, adelántate! —me escondo detrás de la puerta, mi movimiento hace que los ojos de mi hermano regresen a mi—. Veré si mi nana tiene una cuerda lo suficientemente larga para colgarme del balcón de mi casa.
La seriedad con la que dice esas palabras asustaría a cualquiera, pero a mí y a quien tenga un trato cercano con Cameron nos tiene sin cuidado, porque sabemos que solo está bromeando.
—¡Deja de decir estupideces y date prisa! —responde el hombre sacando la cabeza por la ventanilla del auto.
Cameron lo ignora y se mete a la casa, cerrando la puerta con una mano, arrastrándola sin importarle el molesto ruido. Lleva en la otra mano un recipiente de comida vacío y limpio. Está vestido con su usual traje negro que lo hace ver como una persona que va a un funeral.
—¡Qué gracioso! No vas a creerme, Cameron —intento sonar como que realmente quiero explicar algo gracioso.
Mi sentencia de muerte está firmada, y puedo ver la fecha escrita en la sonrisa sádica de mi hermano.
—¡Sí, tienes razón! —contesta con sarcasmo.
—¿Sobre... que es gracioso? —me hago la inocente.
—No, tienes razón en que no te voy a creer.
—O-Oye, tienes que dejarme explicarte —intento escabullirme hacia la segunda planta, pero él alcanza mi brazo—. ¡Ay, duele! ¡Me duele, estás lastimándome!
Me atrevo a hacer un drama aun sabiendo que no hay nadie para defenderme, me retuerzo buscando que él me suelte, cierro los ojos y grito cosas que sirvan para ver si me suelta.
—Mallory —murmura.
—¡Me duele, me duele!
—Mallory —suena más serio.
—¡Suéltame, vas a arrancarme el brazo! —chillo.
—Mallory, ya te solté.
Abro los ojos y miro mi brazo, luego a Cameron y de regreso a mi brazo.
—Ah... —recobro la compostura acomodándome la ropa—. Tienes que dejar de ser tan agresivo.
—Y dicen que el dramático de la familia soy yo —niega con la cabeza y se encamina a la cocina.
Lo sigo de cerca, él deja el recipiente sobre la mesa y toma asiento en una de las sillas. Argos deja de lado su comida y se acerca para olfatear las pantorrillas de Cameron quien lo observa con un sonrojo apareciendo en sus mejillas. A Cameron le encantan los perros, pero no va a soltar su aura autoritaria por acariciar a Argos por mucho que en el fondo se esté muriendo por hacerlo.
Cruza la pierna que Argos olfateaba por encima de la otra y mi perro pierde el interés por mi hermano, así que regresa a comer.
—¿No se supone que llegabas hoy por la noche? —me cruzo de brazos solo porque su mirada intensa me hace sentir de nuevo una niña pequeña.
—¿No se supone que volvías dentro de año o medio? —él también se cruza de brazos.
Se está poniendo firme conmigo, eso indica que está molesto.
Dios, soy yo de nuevo...
—Cameron...
—No, Mallory —inclina la cabeza hacia un lado, la mirada afilada en su rostro le da un toque aún más frío al color de sus ojos—. Quien debe dar explicaciones eres tú. Yo volvía a casa cada dos o tres semanas, tú ni si quiera llamabas.
Mi corazón se encoge con la mirada triste que me dedica tras eso. El gesto no dura mucho en su rostro, regresa a esa mirada gélida que suele tener la mayoría del tiempo.
—Mamá... ella dijo que no me atreviera a llamar —desvió la mirada.
—¿Desde cuándo obedeces a Renée?
—Desde que estaba en otro país siendo menor de edad —pongo el peso de mi cuerpo sobre mi pierna derecha—. Tenía el poder de hacerme regresar si la hacía enojar.
Lo escucho suspirar.
—Ya no podía seguir ahí —confieso, niego con la cabeza para que mi mente no viaje a ese lugar y a ese momento que me lástima—. Sólo quería irme, quería volver a casa... a donde me siento segura. Pero surgieron dudas, pensamientos negativos que me desesperé y no pude ni si quiera acercarme a la que antes era mi casa.
De reojo lo veo ponerse de pie, camina hasta donde estoy, deteniéndose a unos pasos de mí. Estira una mano, pero no llega a tocarme. Cameron sufre de hafefobia, el cual es un miedo intenso e irracional al contacto físico. Aunque con el tiempo ha ido disminuido considerablemente, aún le cuesta establecer ese tipo de cercanía con quienes lo rodean.
—Sigo siendo tu hermanita... ¿verdad? —la voz se me quiebra.
En el fondo sé que jamás dejaremos de ser hermanos, nada puede romper eso. Lo menciono porque sé que Cameron se niega a tener contacto físico con personas que no considera verdaderamente cercanas. Seré su hermana de por vida, pero puede que haya perdido la cercanía que teníamos.
—Eres... —niega con la cabeza y mi corazón se relaja cuando sus brazos me rodean—, una testaruda. No te librarías de mi ni, aunque mis intentos de suicidio fueran reales.
Al principio no me muevo, lo dejo acostumbrarse a la sensación de estar tocando a alguien. Cuando sus hombros se relajan dejo pasar otro par de segundos, para que pueda acostumbrarse al hecho de que voy a tocarlo. Lo escucho suspirar y no resisto.
Me aferro a él rodeando su cintura y enterrando la cara en la curva entre su cuello y su hombro, Cameron posa una de sus manos en mi coronilla y me aprieta contra él.
—Perdón, Mallory —susurra contra mi frente—. Sabes que no soy bueno jugando al papel de hermano.
—Tampoco soy buena hermana —sorbo por la nariz y Cameron me aleja.
Se acomoda la ropa, sé que en realidad está deseando rascarse la piel como siempre lo ha hecho después de tocar a alguien, es su forma de deshacerse de la sensación. No lo hará, lo conozco lo suficiente como para saber que por más que tenga ganas de hacerlo no lo hará, porque a pesar de que ha tocado a alguien más, no es capaz de hacerme sentir mal.
Soy de las personas que puede tocar sin dejarle la sensación de querer quitarse el calor ajeno en su piel.
—Oye, si me llenas de mocos mi jefe va a matarme —le dedico una mirada juzgándolo—. ¿Qué? ¿por qué me miras así?, que bromee con la muerte no significa que lo piense en serio.
Ruedo los ojos dando un paso atrás, rompiendo la cercanía otro poco, dándole espacio para que se sienta cómodo. Me cruzo de brazos con una sonrisa queriendo posarse en mis labios, Cameron se encoge de hombros mientras niega con la cabeza.
—Me alegra que hayas vuelto... me molesta que no lo hayas mencionado —abro la boca para recordarle que él llegó antes y tampoco me dijo nada, pero el me corta con un movimiento de manos—, pero te perdono siempre y cuando no le digas a mamá que llevo tres días aquí.
Le lanzo otra mirada juzgadora y él solamente se ríe.
—No tienes... —suelto un gruñido—. Camarón sin vergüenza.
—Manzana testaruda —burla.
Nuestras risas se mezclan uno segundos a través del silencio de la estancia.
—¿Cómo está? —no necesito nombrarlo directamente, sabe a quién me refiero.
—Estresado, cansado —se encoge de hombros—. Sobrevive si es lo que quieres saber.
—No estoy bromeando.
—Yo tampoco, hermanita —camina hasta la puerta—. Pero si de verdad quieres saber cómo esta, ven a visitarnos. A Roos, a casa o a la empresa.
Le dedico una mirada intensa de análisis, intentando descifrar si eso es una burla o un reto, pero finalmente se acomoda en mi interior como un pequeño empujón de aliento para retomar mi vida antigua.
<<No puedes ir a casa, aún tienes algo que hacer>>. Susurra la voz de mi conciencia.
—Voy a replantear eso —su tono se vuelve ronco—. Tienes que volver a Roos. En especial en estas fechas.
—¿Sucede algo?
—Renée hará un cambio en la junta del consejo —regresa a la silla—. Te va a quitar de la lista. Se quedará con la parte que te corresponde.
—¡No puede hacer eso! —me llevo las manos al pecho.
—Claro que si. Recuerda la cláusula que dejó el abuelo: Si en un plazo de tres años los herederos de la mayor parte de las acciones de Roos no hace nada por ella, podán ser destituidos si el consejo está de acuerdo —recita como si lo supiera de memoria desde siempre—. Su parte de la empresa podrá ser vendida por el miembro con más acciones y comprada por alguien dentro o fuera del consejo actual.
Nunca estuve interesada en ser parte de la jerarquía de Roos, pero sigue siendo la empresa de mi familia. Puede que mi abuelo la haya fundado, sin embargo, fue mi padre quien la llevó a lo alto.
—¿Cuándo es la junta? —suelto pensativa.
—En tres días —vuelve a cruzarse de brazos—. No puedes permitir que pasé, Mallory. Roos es de los Leblanc. Y si Renée te saca, es cuestión de tiempo para que lo haga conmigo ahora que no le dedico tanto tiempo.
—No pueden hacer eso —niego con la cabeza.
—Entonces, preséntate —me apunta con el dedo índice—. Adrien y yo ya cargamos con una responsabilidad que es tuya para que pudieras hacer lo que quisieras. Es justo que ahora sea nuestro turno, ¿no lo crees?
Asiento cabizbaja.
—Tienes una responsabilidad, Mallory. Asúmela o deshazte de ella —su mano descansa en su regazo—. Éttiene hubiera querido que sigas sus pasos. Renée cambiara a Roos, incluso podría venderla.
—Quiere dinero, siempre lo ha querido —me llevo una mano a la cabeza—. Es la razón por la que se casó con nuestro padre.
Las palabras se me arremolinan en la punta de la lengua. Hay tanto que quiero decir, tantas maldiciones que soltar, gritos de frustración y llamadas de auxilio que soltar. Siempre he tenido en mente que debo volver a casa, solamente no esperaba que fuera tan pronto y de esta manera.
Si no voy, Roos estará fuera de mi alcance para siempre. No tendré que dirigirla, ¿no es eso lo que siempre he querido? Entonces... ¿por qué estoy dudando ahora?
<<Porque se lo debo a papá, a Cameron, a Adrien y al abuelo>>. Trato de convencerme.
Cameron parece interpretar mi silencio, niega con la cabeza y me regala una de esas sonrisas de lado tan características en él en lugar de insistir.
—Déjame pensarlo por dos días... mientras tanto, no le digas a nadie que estoy aquí, por favor —pido.
Las oscuras pecas, el cabello controlado como un manto de noche sin estrellas sobre su cabeza, esos ojos casi violetas y su piel blanca hace que la sonrisa completa mostrando los dientes que suelta sea el doble de atractiva de lo que es.
Lo malo de la sonrisa en su rostro, es que siempre va acompañada de algo oculto.
—No uses esa carita conmigo —digo apartando la mirada—, solo di lo que quieres a cambio de tu silencio.
Sus cejas se levantan.
—¿Qué te hace creer que te iba a pedir algo? —una pizca más de su esfuerzo y podría creerme la cara de inocente que pone.
Pero esa es mi técnica, la mejor que tengo para salir ilesa. Y por ello, sé reconocerla cuando la usan en mi contra.
—Siempre pides algo a cambio, contigo todo es un negocio —pongo los ojos en blanco.
—Estaremos a mano en menos de lo que crees —se encoge de hombros.
—¿Qué quieres decir?
Él suelta una risa nasal, se muerde el labio inferior y niega con la cabeza caminando a la puerta con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, dejándome parada a mitad del pasillo confundida.
—Un consejo —dice sin dejar de darme la espalda, su voz es un susurro ronco—, la próxima vez, elige un lugar menos obvio para esconderte.
Lo veo abrir la puerta con tanta facilidad que me hace preguntarme: ¿cuánto tiempo lleva viniendo aquí en realidad?, ¿hace cuanto que llego al país y ha estado siendo alimentado en secreto por Nana?
—Quería que mamá no me encontrará, ella jamás vendría aquí a buscarme, aunque lo supiera —comento.
Una risa ronca resuena débilmente desde el fondo de su pecho.
—No, ella no vendría —me mira—, pero sí enviaría a Adrien por ti.
El aire se atasca de nuevo en mi pecho por un segundo, al siguiente tengo que esforzarme para no comenzar a hiperventilar.
Cameron desaparece cerrando la puerta con un tétrico y dramático rechinido. Me deja con las palabras de despedida atoradas en la garganta, la duda de qué hará para que estemos a mano y la piel erizada.
El silencio de Cameron siempre lleva un precio, pero sé que su lealtad jamás se vendería.
El mensaje de Tamara preguntando si asistiré a la revelación del sexo del bebé me despierta del trance. Niego con la cabeza, me despido de Argos rascando por última vez su hocico y me apresuro a salir de la casa de Nana rumbo al café.
Con más cosas en las que debo pensar, con un nuevo problema por resolver.
지랄하네 *
— — — — —
* 지랄하네 (Ji-ral-ha-ne) : Maldición, mierda.
—————
¡¡HOLA!!
Hoy llego más tarde de lo que quisiera, pero es que he amanecido un poco enferma. La sensación de cuerpo cortado me está matando y me mantiene atada a la cama y a mis cobijitas. Sin embargo, no podía dejarlos esperando por esta actualización, así que me puse de pie y aquí lo tienen. UN PUNTO PARA MI POR MI COMPROMISO.
¡AHHH! Al fin aparece Cameron, espero que se vayan encariñando con mi príncipe oscuro favorito porque lo tendremos de vuelta más seguido que a nadie. Ese pelinegro es mi amor platónico, unos centímetros encima de Mallory. Es que los hermanos Leblanc son mi gran debilidad.
Bueno, bueno... ¿ustedes creen que Mallory vaya a Roos o que deje esa responsabilidad en manos de alguien más?
¡Por cierto! Estaré subiendo imágenes relacionadas a la historia por mi Instagram por si les interesa ir a verlas, el link está en la biografía de mi perfil.
Gracias por leer, votar o comentar. Les mando mucho cariño desde la comodidad de mi sofá.
¡HASTA EL PRÓXIMO DOMIMGO!
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