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Capítulo 1

En las oficinas de Rohdiamant es común ver a los empleados correr de aquí para allá, cargando papeles, atendiendo el teléfono después de dejar pasar algunos timbres, o tecleando apresuradamente en sus sofisticadas computadoras.

El ruido distante de los apurados oficinistas es amortiguado por los gruesos muros que envuelven la oficina personal del gran CEO: Frederick Teufel.

Un hombre de cabellera rubia algo invadida ya por las canas, cincuentón, sin siquiera aparentarlo del todo.

Ese ruido de afuera se escucha muy alejado, aunque si agudizo un poco mi oído, aún puedo escuchar levemente ese bullicio. Y no es que escuchar a los ajetreados oficinistas me moleste. Por el contrario, ayuda a que mis nervios logren relajarse.

Me recuerda que no estoy sola, aquí, atrapada entre cuatro paredes y un hombre mayor de aura imponente.

Tiendo a meterme en líos sin darme cuenta, pero justo ahora estoy muy, muy segura de que no he hecho nada malo.

Mis dedos juegan con un mechón de mi rojizo cabello mientras espero a que Frederick termine de firmar unos papeles que le ofrece una de las muchas secretarias bien vestidas de Rohdiamant.

A pesar de conocer al rubio desde que era una niña -conocido para mí como el tío Ricky-, verlo ejercer en su puesto de presidente, realmente me intimida.

Si los Teufel son conocidos por algo, es por su gran desempeño en los negocios y lo intimidante que es su porte, aura y carácter de dueños del mundo.

"No seas irrespetuosa con los Teufel, Mallory. Son nuestra mejor competencia. Eso los hace merecedores de nuestro respeto". Solía decir mi padre.

-Lamento hacerte esperar, Mallory -la ronca voz del hombre resuena en la oficina, una vez que ha terminado de firmar los papeles. Le indica a su secretaria que abandone el lugar con un gesto disimulado de la cabeza, cuando la mujer sale a toda prisa, dirige su atención a mi-. Estamos llevando a cabo una colecta para apoyar una nueva fundación. Esta vez, un refugio para animales y eso nos tiene bastante ocupados, pues no es algo que Rohdiamant haga con frecuencia.

-Que tierno -digo en voz baja, más para mí misma que para Frederick.

Se logra filtrar un poco de nervios en el tono de mi voz.

Y no es para menos.

Los ojos verdes del mayor de los Teufel me miran con suma atención. Haciendo que me remueva un en el asiento donde me encuentro, consciente de que está estudiándome, analizando cuál es la mejor forma de tratar conmigo.

Por mi parte desvió momentáneamente la mirada, preguntándome internamente si tengo algo en la cara y deseando haberme vestido formal para esta ocasión.

Oh, por lo cielos... maldito sean el outfit casual y cómodo que me enamoró hoy por la mañana.

Las mujeres con las que me topé afuera, llevaban faldas de tubo, tacones altísimos con los que no tengo ni la mínima idea de cómo pueden caminar con ellos; delicadas medias, elegantes sacos y el cabello arreglado en coletas altas o perfectos moños.

Y ahí estaba, yo, Mallory Leblanc: con mi maraña de cabello rojizo semi ondulado cayendo alrededor de mis hombros, unos Jeans rasgados de las rodillas y parte de los muslos, unas zapatillas deportivas blancas y mi sudadera favorita de color lila.

Doña comodidad desencajaba en ese lugar lleno de elegancia, seriedad y perfección.

Mi madre me gritaría hasta quedarse sin voz por presentarme tan informal.

Aunque intento aplacar la incomodidad pensando que quizás parezco una niña rica que va de visita a la oficina de su millonario padre o tío. Eso no es suficiente.

Porque también podría parecer una niña mimada que estaba ahí para hacer una escena dramática con tal de que su padre le otorgue dinero o que la deje ir a pasear con sus amigas en un viaje de ultra lujo a un lugar tropical.

¿Eso es mejor o peor?

Bueno, sin duda no se compara con la idea de que ese hombre mayor, bien conservado y apuesto -toser mentalmente-, fuera mi Sugar Daddy.

<<Me siento una estúpida, las mujeres de aquí o bajan el autoestima o me hacen dudar de mi sexualidad>>. Mis lamentos internos fueron interrumpidos por un carraspeo por parte de Frederick, demandando mi atención y sorprendiéndome por lo repentino que fue.

-Supongo que no sabes la razón por la que te he pedido que vengas -comenta el rubio con tono afable.

-Aparte de para poder burlarte del chiste malo que me hiciste en esa llamada, no lo sé.

-Fue un gran chiste. Me hubiera gustado ver tu cara.

Le lanzo una mirada de pocos amigos al mismo tiempo que niego con la cabeza lentamente.

-Dijiste que viniera y lo averiguara -cito sus palabras.

-Y aquí estás -contesta con una sonrisa de lado-. ¿Ni si quiera tienes una idea?

-Dudo que sea para que Roos se asocie con Rohdiamant. Cosa con la que yo no puedo hacer absolutamente nada... de momento -en un intento de espabilar los nervios, enderezo la espalda y cruza las piernas-. Así que, no. No sé para qué me ha citado el gran Teufel Frederick. Para empezar, no sé cómo te enteraste de que había vuelto al país.

-Tengo mis contactos -su sonrisa creció-. Los recursos sólo son útiles si los usas.

Me cruzo de brazos.

-Desperdiciando recursos de la empresa por la que demuestras tanto amor para encontrar a una simple chica... -levanté una ceja-. Eso no lo esperaba de ti, ¿te sientes bien, tío Ricky?

Una ronca, pero franca carcajada sale de los labios del mayor, al mismo tiempo que se pone de pie y rodea el imponente escritorio de roble oscuro para llegar a donde estoy sentada.

A penas me pongo de pie, el rubio me toma en brazos sosteniéndome en un cálido abrazo que no puedo ni quiero rechazar.

Una vez que me deja ir, vuelvo a sentarme en la silla donde estaba de forma relajada, mientras que Frederick se sienta en el filo del escritorio con los brazos cruzados sobre el pecho.

-La última vez que te vi eras una cosita que corría embarrada de lodo y haciendo que su madre se pusiera verde del coraje -expresa con nostalgia-. ¿Te hiciste cirugía plástica mientras estuviste en corea? Escuche que ahí son muy buenos.

-Por supuesto que no, tío Ricky -suelto en una risa y con un gesto de indignación falsa-. Mi belleza es totalmente natural. Desde mi cabello rojizo, mis pecas hasta mis ojos azules.

-Lo sé, te pareces tanto al tío Ricky -dice con orgullo-. Hasta parece que yo tuve que ver en tu creación. Eres igual de hermosa que cualquiera de mis hijos, demasiado para ser una Leblanc.

-¡Ey!, acabo de llegar y ya estás insultando mi apellido y procedencia. ¿No podrías esperar un poco?

-Oh, venga, Mallory. Sabes que la raza alemana le gana a la francesa.

Ruedo los ojos, divertida ante el comentario.

Si bien, me considero linda, no me comparo con la belleza de los ya mencionados Teufel, sin embargo, que Frederick me elogiara de esa forma me hace sentir cómoda con mi apariencia.

Después de todo, creo que las chicas cada cierto tiempo necesitamos escuchar esa clase de halagos.

-En fin, ¿para qué me citaste? -digo tras soltar un suspiro.

-Seguro que recuerdas a mi hijo Derek, ¿verdad? -asiento. Derek y yo jamás convivimos. Las veces que nos cruzamos a penas me miraba-. Bueno, ahora está obsesionado con el trabajo. Actualmente es el segundo al mando aquí y lo está haciendo excelente. Es un orgullo para mí.

"Es un orgullo para mi": sentí envidia.

-...¿Pero?

Porque tenía que haber un: "pero".

El rubio suelta un suspiro para luego decir-: No ha salido con nadie en más de tres años. ¡TRES AÑOS!

-Y, ¿eso qué tiene de malo? -busco llegar al punto.

-Quiero una excelente decendencia. Al paso que va, llegará a los ochenta años y terminará casándose con la primera mujer arribista que encuentre. No es por nada, pero un linaje que proviene de una arribista... no creo que sea el mejor. Suelen nacer de ahí niños mal mimados que no saben qué significa la palabra: trabajo.

<<Eso es clasista>>. Tengo que morderme la lengua y repensar qué voy a decir.

-Dudo mucho que a esa edad pueda embarazar a alguien -comento con burla-. O siquiera tener relaciones íntimas sin sufrir un paro cardiaco.

Aunque estoy segura de que a esa edad el corazón sería lo único que se le pararía-...

¿Alguien sabe dónde venden filtros para el cerebro? Porque uno de estos días el mío me hará decir uno de sus pensamientos.

-Tienes un buen punto, te lo concedo -admite-. De todos modos, quiero asegurarme de tener nietos, ¡quiero nietos de todos mis hijos!

-Espera, no entiendo... ¿qué tengo que ver en eso? -cuestiono entrecerrando los ojos de forma desconfiada-. Según sé, tu hija Kerstin está recién casada. Es cuestión de tiempo para que quede embarazada. Y en cuanto a Adler... él seguramente ya embarazo a muchas sin saberlo.

-Lo sé, pero hay cierto rumor sobre algo que hiciste -me señalo a mí misma y Frederick esciente-. Escuche que tuviste que ver en el noviazgo de Erick y Jine. Sus padres son socios míos y vamos al mismo club deportivo.

Ay, no.

Ya veo para dónde va este barco y no me gusta en absoluto. Porque yo soy Jack y Frederick es Rose. Yo quedaré como un cubito de hielo y el cómo el sobreviviente maravilloso.

-Aj, sí. Es decir, ¡no! -niego agitando las manos en el aire-. A ver...

Tengo que apretar la mandíbula, obligándome a quedarme callada para no seguir balbuceando cosas sin sentido.

La mirada acusatoria de Frederick aparece y siento una corriente eléctrica escapando por toda mi espina dorsal.

Oh, vaya. Ya sé para donde va esto. Y no me gusta, no me gusta.

Me aclaro la garganta de forma que parezca que me preparo para dar el discurso del año, cuando en realidad no tengo ni la más mínima idea de cómo explicar "eso" que prácticamente hice por accidente, al menos al principio.

-A ver, sólo lo hice una vez -Frederick ladea la cabeza, no muy convencido de lo que digo -. Vale, fueron dos veces.

-Mallory...

-¿Fueron tres?

-Mallory -canturrea.

-Está bien, fueron seis -levanto las manos en son de derrota-. ¡Pero no habrá una séptima vez!

-¡Mallory, déjame terminar! -suena al borde de un ataque de risa.

Ay, mis neuronas se mueren.

Niego con la cabeza, intentado que eso reestablezca a los Bob esponja que corren quemando los archivos de mentiras creíbles que almaceno en mi cerebro.

-Te juro que, simplemente los presenté. Al conocerlos por separado supuse que se llevarían bien entre ellos -aclaro llevándome las manos a la cabeza en un gesto dramático-. Nunca creí que terminarían casados. Voy a ser dama de honor en la boda y no tengo la menor idea de qué se hace cuando eres dama de honor. Estoy emocionada. ¡Jamás he ido a una boda!

-Felicitaciones por eso -el rubio hace un gesto con las manos como si espantara mosquitos para atraer mi atención al tema principal-. Es justamente eso lo que quiero que hagas con mi hijo. Que le busques una chica con la que creas que podría hacer buena pareja. Pero, que te asegures de que sea una chica de una buena familia. No quiero que mi hijo termine siendo un Sugar daddy.

Me río mentalmente al recordar que antes de entrar a la oficina me sentía como si fuera a ver a mi Sugar.

-¿De qué te ríes? No es gracioso, Mallory -menciona seriamente el rubio.

Al parecer no me reí mentalmente.

Suspiro calmando la risa que el comentario me causo.

-Le faltan años para eso. Entiendo tu preocupación. Sin embargo, dudo poder lograrlo - Frederick niega con la cabeza en un gesto de confusión-. En primer lugar: no conozco a Derek. La última vez que nos vimos teníamos como, ¿qué?, ¿unos nueve años?. Y, en segundo lugar: no hago esa clase de favores. Está mal. En tercero y más importante: mí madre no sabe que estoy de vuelta. Debo conseguir un trabajo para evitar que ella se dé cuenta de ese detalle. Por ende, o pongo atención a mí búsqueda de trabajo o pongo atención a la búsqueda de una dama para tú hijo.

La verdad, era que sí.

Había ayudado a un par de amigos y amigas a conocer y conquistar a la pareja de sus sueños. En el caso de Erick y Jine, simplemente fue suerte. No lo hice con intención de que algo pasara entre ellos, pero los que le siguieron a eso... sí que los había hecho con intención, con un precio.

<<Necesitaba dinero>>. Me auto consuelo. <<Al igual que ahora>>. Contesta una parte de mi subconsciente que decido ignorar.

-Mallory, querida niña... -empieza Frederick.

-Tengo veinte años -interrumpo su intento de chantaje-, casi veintiuno.

-Sé muy bien que -prosigue haciendo caso omiso a lo que he dicho-, lo de Erick y Jine no fue la primera vez que emparejaste a alguien.

Sí, supuse que ya lo sabría. Y es lo que le confesé hace unos momentos, aparentemente no me prestó atención.

-Bueno, pero... -esta vez es él quien interrumpe.

-Por ambas y por muchas otras, hubo un precio de por medio. Así te mantuviste en corea cuando dejaste de ser una Trainee y también durante el periodo que fuiste una Trainee. A parte de tu trabajo de medio tiempo.

Abro la boca para objetar algo, sin embargo, la cierro e inhalo con fingida indignación.

-¿También investigaste eso?

-Contactos, linda... con ellos puedes hacer, ver y oír todo lo que quieras.

-Eres un psicópata.

El rubio se pone de pie. Posa ambas manos a cada lado de mis hombros y me mira con una sonrisa de lado a lado, dejando ver sus perfectos dientes blancos como la nieve.

Frederick es un hombre que usa la barba de candado alineada, ni muy larga ni muy corta y, aun así, podía distinguir los hoyuelos que se le marcan en las mejillas al sonreír.

-Hazlo como un favor para el tío Ricky.

-No, es no. En tu idioma: Nicht -diría lo último imitando de forma graciosa la voz del hombre.

-Mallory, linda-insiste.

-Que no, es no y punto, no -me puse de pie rompiendo el contacto con Ricky de forma firme y decidida-. Si eso es todo, me retiro.

Finjo dignidad. Digo, no es como si no la tuviera, porque la tengo... o eso creo. Ah, por todas las galletas con chispas de chocolate del mundo.

Estar aquí me hace pensar en cada tontería, que mi cerebro queda como un estúpido ante el resto de mis órganos.

En estos momentos, mi apéndice y mis amígdalas resultan más útiles que la masa de carne que habita en mi cráneo.

El hombre de ojos esmeralda hace un puchero para después alejarse de mí, volviendo a su enorme silla detrás de su enorme escritorio que está en medio de la enorme oficina.

Todo aquí es enorme, incluyendo su ego y su empresa, ¿qué intentas compensar, Tío Ricky? Ay, dioses, ahí voy de mal pensada otra vez.

-Antes hubieras hecho cualquier cosa por tú adorado tío Ricky -su tono de voz se ha vuelto chillón.

-Que tengas un lindo día -canturreo en tono burlón, mientras camino a la salida.

-Yo que te he apoyado e incluso te salvaba de los regaños de la bruja de tu madre -vuelve a insistir-. Incluso te compraba el regalo que deseabas. Por años fui mejor que Santa Claus ante tus bellos ojos zafiros.

─Eso es intento de manipulación ─acuso─. Byee!

Me dispongo a salir, aunque antes de tocar la puerta, escucho una exhalación de tristeza a mis espaldas. Una muy exagerada.

-Entonces no me culpes si por casualidad menciono tu regreso al país cuando esté cerca de tú madre en la cena de empresarios ésta noche.

-No te atreverías -detengo mi caminar. Paralizada por la idea.

-Cuando hago berrinches no controlo lo que sale de mi boca -su voz regresa a ese tono frío digno de un magnate como él-. Y recuerda, Mallory: tener en las manos la información necesaria y/o privada de una persona nos da poder sobre ella.

-¿Ahora me amenazas?

-No, no. Para nada.

-No puedo creer que me deje chantajear por un hombre mayor con caprichos de niño de preescolar -susurro con cierto reproche al darme media vuelta.

Sólo con ver su rostro sonriente sé que me voy a arrepentir de esto. Pero Frederick tiene razón, el saber es poder. Y si mi madre se entera de que estoy de vuelta, volverá a meterme en esa torre de oro de la que me costó tanto poder escapar.

-¡Está bien, lo haré!

Ante mi exclamación, el hombre cobro una postura rígida nuevamente. Empleando su mejor cara de póker.

La bipolaridad hecha hombre.

-Tengo una condición -dice de pronto.

-Espera, esa es mi línea -me cruzo de brazos y apoyo mi peso en mi pierna derecha-. Se supone que la que debería poner condiciones soy yo.

Frederick se encoge de hombros y continúa hablando.

-Derek no puede enterarse de esto. De ser así, lo rechazará por completo, se negará a conocer a quien le pongas en frente. Así que, nadie aparte de ti y de mi debe saber esto.

Eso suena mal y huele a fracaso total.

-Bien, también tengo condiciones -hablo lo más seria que puedo-. Número uno: tendrás que hablarme de tu hijo, necesito conocer a Derek. Sólo así podré encontrar una candidata para él.

-Está bien, ¿cuál es la segunda?

-Me pagarás por hacerlo -sentencio.

-Aammm... ¿Por qué tendría que pagarte?

-Aammm... -lo imito- ¿por la misma razón que quieres que lo haga gratis? -el rubio me lanza una mirada desconfiada, seguramente intentando averiguar qué pienso hacer con el dinero-. Número tres: mi madre no se puede enterar de nada. ¿Escuchaste lo que te dije antes? Siempre y cuando no se entere por tú boca, de la mía no saldrá nada que te haga ganarte el odio de tu hijo favorito.

-Me amenazas.

-No, para nada -finjo inocencia.

-Creo que te puedo resolver la vida -afirma Frederick ganándose un gesto de confusión por parte mía -. Derek está buscando un asistente personal. Con mis influencias puedo hacer que te quedes con el trabajo. Y, como cereza del pastel, ya tendrás un empleo que te ayude con tu madre. No sé si él acepte que seas su asistente. Si te rechaza podemos crear alguna encuesta para él y así conocer lo que necesites.

-Tranquilo con lo de la encuesta, que no soy un sitio de citas en línea -levanto la barbilla, de modo altanero-. En cuanto al resto, está bien.

-¿Qué hay del precio? -el mayor imita mi postura-. ¿Cuánto me sangraras, pequeña sanguijuela roja?

-Lo mismo que le pagas a una de tus bonitas secretarias está bien. No soy tan exigente.

-Tienes que estar bromeando.

-No, y no intentes disminuir la cantidad -me encojo de hombros-. ¿Quién sabe qué podría salirse de mi boca cuando Derek esté cerca?, o los secretos que podría sacar de aquí que a mi madre le serían muy útiles. Tal como dijiste: Tener en las manos la información necesaria y/o privada de una persona nos da poder sobre esta.

Sonrió de oreja a oreja. Puede que no esté muy orgullosa del empleo que me he conseguido, y puede que mamá me despelleje viva y sin anestesia si se entera de que estoy trabajando, con y para un Teufel. Pero, sí me siento aliviada de poder tener un ingreso para no morir de hambre en lo que junto el valor suficiente para volver a casa y enfrentar lo que sea que me espere cuando mamá se entere que deje la carrera por la que tanto discutí con ella.

-Eso es lo que me agrada de ti, Mallory. Eres justa, algo cruel, pero justa. A fin de cuentas, digna del apellido Leblanc, me recuerdas a tu padre -Frederick extiende una mano en mi dirección-. ¿Cerramos el trato?

-Comienzo a creer que esto no va a resultar nada bien -confieso al tiempo que le doy un apretón de manos al mayor de los Teufel.

-Los riesgos son divertidos, ¿no, Mallory? -Frederick suelta mi mano.

Me acomodo mi bolso de correa al hombro y salgo de la oficina tras haberme despedido.

No estoy contenta con el hecho de que tendré que usar un atuendo ajustado y estar corriendo detrás de alguien anotando cada detalle en una libreta, pero puedo hacerlo mientras esto signifique estar libre de las garras de mi madre: Renée Leblanc.

¡Ay!, ¿dónde demonios te metiste, Mallory? Y... ¿cómo vas a salir de esta?

Dios que estás en los cielos, soy yo de nuevo.

Realmente siento que he firmado un trato con el diablo.

- - - -

¿Qué tal? Como pudieron ver... ¡al fin tenemos primer capítulo! -chillar de emoción-. Espero que les haya gustado, y aunque puede que les parezcan un poco lentos los primeros caps, es porque es necesario.

Poco a poco iremos avanzando más rápido, con forme se desarrolle la historia y conozcamos mejor a los personajes y sus historias.

Aunque no lo parezca aquí hay muchos secretos que irán saliendo a la luz. Entre ellos la razón tras la rivalidad de las familias Leblanc y Teufel, qué sucedió con Mallory en corea, conoceremos a Derek y cuáles fueron los sacrificios que tuvo que hacer por ser el hijo favorito de Frederick. Entre muchas otras cosas.

¡Gracias por leer el primer capítulo de Cupido del Diablo! Y espero verlos en los siguientes capítulos.

Desde la cueva más oscura: Azner.

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