O3 - Un cupido para otro cupido
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Minho, de verdad, agradecía infinitamente a su preciado amigo por haberle ayudado a obtener el número de Jisung el mismo día que se conocieron, incluso, sin habérselo pedido.
El único problema que Minho lamentablemente encontró con facilidad era que él estaba demasiado nervioso para siquiera mandarle un «hola» al pelirrojo.
Tenía la aplicación abierta, el número agendado, la palabra escrita, solo le faltaba la valentía, y lo peor era que era lo más difícil de obtener.
Sus dedos estaban indecisos y ansiosos, el botón para mandar el mensaje lucía tan simple hasta que el dedo pulgar se atrevía a acercarse a él.
Se le estaba haciendo imposible algo tan fácil. Era como estar en una cárcel sin rejas que le impidieran la libertad, pero su mente se imaginaba hierros de metal con lava letal y no quería acercarse a ellos.
Quizás podría guardar el mensaje hasta el siguiente día y poner de excusa que su batería había muerto apenas puso un pie en su casa, esperaba que el chico de ojos verdes no se hubiera percatado del setenta y seis reflejado en la pantalla.
Dejó su celular encima de la mesa de noche despacio como si alguien se fuera a dar cuenta de su pequeña mentira.
Se acostó boca arriba en su cama, tomando la manta gris para taparse el cuerpo hasta la cadera. Sus pensamientos lo invadieron, por su mente rondaba algunas ideas para lograr llamar la atención de Jisung, pero por alguna razón todas estas terminaban con un trágico final que no era de su agrado.
Llevarle flores y serenata el segundo día de conocerse no era una opción. Lo tomaría como un loco desesperado, aunque ciertamente eso lo describía un poco.
Mientras intentaba idear más opciones, llegó a la conclusión que sería mejor descansar esta noche y dejar de trabajar tanto con sus pensamientos. Lo más probable es que estuviera usando más el cerebro en este momento que en sus clases que definirían su futuro.
En otro momento podía buscar ayuda.
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A pesar de las cortinas de las ventanas, la luz solar se podía colar en la habitación.
Jeongin estaba sentado en su escritorio repasando lo que había visto en la clase anterior. Se alejó por unos segundos de los estudios y miró la pantalla del celular. Ya era catorce de febrero a las doce de la tarde. Había quedado con su novio a las tres para poder prepararse y aún así tener todo el día para ellos dos como una pareja de adolescentes disfrutando del romance.
En su cara se dibujó una pequeña sonrisa de labios cerrados con solo pensar en que pasaría este día con su novio y le daría el regalo que había hecho junto con la ayuda de sus amigos el día anterior.
Jeongin consideraba a sus dos amigos como sus cupidos, pues estos hicieron que Hyunjin y él se conocieran, y, además, también le ayudaron a acercarse más y a hacerle el regalo de San Valentín.
Pero no solamente era por eso que le tenía tanto cariño al pelirrojo y el pelinegro, pues estos se habían mostrado bastante leales desde que se conocieron. Normalmente no solía regalar confianza a cualquier persona que se le cruzara, pero apenas ellos dos llegaron a su vida, algo dentro de él le dijo que no tenía que dudar de ellos. Ambos eran cariñosos, amables y buenas personas, aunque Jisung era más de contacto físico que Minho, el mayor le daba unos increíbles consejos que le funcionaban a la perfección, además de fijarse en sus gustos y darle chistosos pero lindos regalos de amistad.
Los adoraba, esperaba que jamás se fueran de su lado.
Se sobresaltó cuando escuchó el timbre de su casa sonar. Se paró de su asiento extrañado, pues no esperaba ninguna visita a estas horas.
Su madre ni su padre se encontraban en casa ahora, así que era imposible que viniera algún amigo de ellos a pasar el tiempo.
Bajó las escaleras poco a poco y abrió la puerta de la casa apenas llegó a esta. Sólo asomó mitad de su cuerpo, pues le daba vergüenza ser expuesto con sus calcetines de gatitos rosados y pantalón a juego.
—¿Minho? ¿Que haces aquí? —preguntó sorprendido apenas vió al pelinegro afuera de su casa. No recordaba en ningún momento que este le avisara que vendría o hubieran quedado justo ese día.
—Hola Jeongin, sé que no esperabas mi visita, pero creo que estoy en plena agonía —exageró el mayor.
—¿De qué estás hablando? —Jeongin frunció el ceño, Minho parecía tan tranquilo como para pensar que en realidad está desesperado por algo en concreto.
—Pues... —Minho fue interrumpido por la invitación de Jeongin a pasar adentro de su casa, claramente no dejaría a su amigo afuera contándole el porqué de lo que estaba sintiendo.
Se sentaron en el sofá y Jeongin quedó en silencio esperando que el mayor continúe con su explicación.
—Bueno, tengo un problema que quizás no te parezca un problema pero yo me estoy ahogando con mis propios pensamientos y mi cerebro no parece querer funcionar para idear algo bueno que-
—Oye, tranquilízate, no estamos haciendo una carrera. Explícamelo normal —lo interrumpió una vez más cuando su amigo se estaba imaginando en fórmula uno.
Minho tomó un suspiró y volvió. —Bueno, como ya sabrás, me gusta alguien... —le daba vergüenza admitirlo aunque su amigo ya supiera de quién se trataba. A Jeongin le parecía chistoso ver cómo las orejas de su amigo se tornaban rojas por mencionar algo tan común como eso—. Y... No puedo idear nada para llamar su atención. Quiero decir, ni siquiera he puesto en práctica las pocas cosas que se me vinieron a la cabeza, pero en realidad es porque mi mente se imaginó un final tan trágico cómo el de Romeo y Julieta.
Jeongin se rió por la imaginación de su amigo pero su sonrisa se borró al ver la cara de perrito regañado que tenía el mayor.
—Minho, tranquilo, no te adelantes. Tú mente se fue más allá de lo que realmente creo que puede pasar. Eres un buen chico, de gran corazón y por supuesto el tipo de mucha gente, excepto el mío —dijo al recordar a su novio—. Estoy seguro que si puedes conquistar a Jisung. Tú mismo creaste esos pensamientos, tú los puedes desvanecer. Sé positivo y arranca con tú plan para llamar la atención de Jisung.
—Ese es el problema, no tengo ningún plan para llamar su atención.
Jeongin hizo una línea con sus labios y asintió lentamente comprendiendo lo que necesitaba el mayor, un consejo de parte suya.
—Bueno, podrías empezar con algo simple y rápido: un mensaje —propuso el menor.
Minho se quedó en silencio. Jeongin no sabe que en realidad parte de su agonía era por culpa de no poder enviar un mensaje de texto. En realidad, aún tenía el borrador que decía «hola» en el chat del pelirrojo, su dedo pulgar era muy cobarde.
El silencio del pelinegro dijo mucho, Jeongin captó la indirecta.
—Entiendo, si no puedes enviar un mensaje de texto, entonces... —la habitación se quedó sin sonido alguno aparte de los pájaros de afuera que producían una bella melodía. Jeongin intentaba idear algo simple para comenzar con el trayecto, pero su mente se había bloqueado justo en el momento más importante.
—¡Ya lo sé! —Minho saltó de su sitio emocionado y orgulloso por haber ideado algo después de horas sin que su cerebro quisiese procesar algo.
Jeongin lo miró esperando a que Minho comentara su idea.
—¡Sé mi cupido! —propuso el mayor con una sonrisa en la cara.
Jeongin se quedó con la boca ligeramente abierta, no se esperaba que Minho le fuera a pedir algo como eso. No lo malinterpreten, él no tenía ningún problema con ayudar a su amigo para conquistar a la persona que le gustaba, más si se trataba de alguien que le había ayudado a hacer exactamente lo mismo con su novio, pero él no tenía ni la menor idea de cómo tomar el papel de cupido.
—Por favor Innie, prometo regalarte algo a cambio —rogó el mayor tomando la mano del rubio entre las suyas esperando a que Jeongin dijese que sí.
—Bien, bien —aceptó el menor y Minho volvió a sonreír agradeciéndole a su amigo—. Aunque no tienes que regalarme nada, después de todo tú también fuiste mi cupido.
—Sí, es como un cupido para otro cupido —Jeongin asintió de acuerdo con las palabras de su amigo—. Por cierto, ¿y esas medias tan exóticas? —se burló mirando los calcetines de gatitos rosados que traía Jeongin en ese momento—. Y encima con ese pantalón —Minho se reía de Jeongin mientras este estaba avergonzado, pensó que el mayor en ningún momento le había puesto atención a su pijama.
—Oye, no te rías, tú debes tener una pijama con la cara de tus gatos y la de Jisung, así que de mí no te burles.
Minho se rió. Jeongin tenía razón, excepto por la cara de Jisung, pues hace poco que lo conocía y no contaba con la suficiente confianza con el pelirrojo para tomarle una foto y ponerla en su pijama, pero estaba seguro que las ganas de hacerlo le sobraban.
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