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Esto debería llamarse ''Las aventuras desastrozas de España''
Dios, me encanta
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3-Fiesta improvisada
Semanas después del incidente del almuerzo de pesadilla España tenía un plan que sería infalible y como bien dicen que la tercera es la vencida, está vez está seguro de que nada va a poder arruinarlo. Luego de mucha persuasión convenció a su hijo de que lo mejor sería que visiten a Rusia en Moscú y llevarle un regalo para pedirle disculpas por el incidente que España está convencido es culpa de su hijo y no de su plan fallido, por supuesto que sí.
Al principio Nueva España había estado renuente, asegurando que él no tenía nada que ver con eso por lo que no tenía porque disculparse con el ruso, pero nada más fue decir que le llevarían un regalo y había corrido a una licorería para recolectar toda clase de mezcales y tequilas. A España no le gustó mucho el regalo seleccionado por su hijo, pero mientras lo acompañara lo dejaría pasar.
Así pues, habían llegado a Moscú para reunirse con Rusia en un encuentro casual e informal. Por supuesto las cosas no salieron como España lo había planeado, aunque a estas alturas ya debería estar preparado para que sus planes fallen y debió hacer un plan de reserva o algo por el estilo. Esta vez no había sido comida envenenada o una pelea por un tonto plato.
Oh no, fue algo significativamente peor para su cuidadosa estrategia. De alguna forma, posiblemente por boca de Nuevo España, algunos de sus otros hijos se habían enterado de que estarían con Rusia y a solo unas horas de haber llegado Hispaniola, Rio de Plata, Quito, Montevideo y La Paz, aunque ahora insistían en llamarse República Dominicana, Argentina Ecuador, Uruguay y Bolivia respectivamente, aparecieron gritando con varios platos en las manos y algunas bebidas.
—¡Llegó la cena, baby! —dijo Hispaniola riendo mientras dejaba la bandeja de sus manos en la mesa del centro tomando uno de los vasos que están allí, destapó la botella de licor que traía y sirvió el vaso hasta el tope entregándoselo a México para luego servirle otro igual a Rusia.
Y así la que se supone era una reunión tranquila se convirtió en una fiesta improvisada con sus hijos bailando y cantando karaoke, borrachos hasta el alma y arrastrando al ruso con ellos. Durante las larguísimas horas que pasaron España no deja de preguntarse que había hecho mal para merecer eso, observando a Hispaniola retar a La Paz a beberse toda la botella de vodka mientras que Nueva España y Rusia reían en una esquina, incapaces de recordar su propio nombre.
Todo era un desastre, ya no se le ocurría nada más para juntar a su hijo con el ruso por lo que decide mejor rendirse. Mejor tirar la toalla ahora a qué su próxima idea termine siendo peor que eso.
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