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012| El Regreso Del Héroe












012| El Regreso Del Héroe






— ¡OH, MI BEBÉ!

— Alina…

— ¡Mi pequeña alga casi muere!

— Aly…

— ¡Tan indefenso…!

Summer suspiró y con un fuerte agarre en mis caderas, tiró de mí para separarme del cuerpo de mi sobrino. — ¡Llevas una hora abrazándolo! ¡Lo estás matando tú!

Era cierto. Cuando lo volví a mirar, Percy estaba algo azul y tomaba pequeñas bocanadas de aire para respirar. Limpié el rastro de humedad que había dejado caer por mis mejillas y sorbí mi nariz, recordándome a mí misma que el peligro ya había pasado, y que el hijo de mi hermana estaba a salvo conmigo.

Mi hermana… Sally estaba bien.

Sentí ganas de llorar nuevamente pero el reconfortante gesto de Luke con su brazo rodeando mi cuerpo me calmó al instante. Percy dejó de parecer un pez ahogándose en el aire y frunció el ceño, su mirada escudriñando la cercanía entre Luke y yo. Pude ver la confusión y una pizca de incomodidad en sus ojos, como si estuviera procesando lo que veía, pero no lo entendiera del todo.

Rompí el silencio con un carraspeo:

— No sabes cuanto me alegra que hayas regresado —le sonreí débilmente—. Pensé que iba a perder la cabeza si seguías sin darme señales de vida.

O quizás ya la había perdido… Un escalofrío recorrió mi espina dorsal recordando los sucesos en el lago y en la cabaña diez.

Percy parpadeó, saliendo de su ensimismamiento y forzando una sonrisa.

— Yo también te extrañé, Aly, y… — Hizo un gesto vago con la mano, buscando las palabras adecuadas — … a los demás también.

Summer le sonrió amablemente y Luke levantó una ceja, mirando a Percy con diversión.

— ¿Todo bien, colega? —preguntó Luke con una sonrisa suave pero con un tono que sugería que realmente quería saber la respuesta.

Percy sacudió la cabeza, tratando de disimular cualquier incomodidad.

— S-Sí, por supuesto. Es solo… bueno, me alegro de que estéis todos bien.

Me acerqué a él y volví a espachurrar mis brazos a su alrededor. La ola de sentimientos que me golpeó fue tan grande que me habría tambaleado de no ser porque estaba sujeta a su cuerpo.

— Cuando termines de informar sobre la misión, nos veremos en tu cabaña —murmuré, suavizando mi tono —. Ahora solo me importa que estás aquí, sano y salvo. Y lo digo en serio, estuve a punto de perder la cabeza.

Como si hubiera encontrado un mensaje oculto en mis palabras, Percy se aferró a mí con más fuerza y asintió. Me permití suspirar, relajándome en su agarre.

Mientras lo abrazaba con fuerza, sentí su cuerpo temblar ligeramente contra el mío, como si aún no hubiera sacudido del todo el miedo de lo que había vivido. Yo tampoco. Estaba aliviada de tenerlo de vuelta, pero el miedo persistente de que algo pudiera arrebatármelo de nuevo era difícil de sacudir.

Por encima de su hombro, mi mirada se encontró con la de Annabeth.

Estaba parada a unos metros de distancia, observándonos con una mezcla de incomodidad y algo más que reconocí de inmediato. Su mirada, aunque rápida, era elocuente; se desvió hacia Luke, que permanecía detrás mía. Mi novio no se daba cuenta de la atención de Annabeth, y si lo hacía, no lo demostró. Pero yo sí lo veía, lo sentía. No era nuevo para mí. Supe desde el principio que Annabeth tenía un pequeño enamoramiento por Luke, uno que, al parecer, no había desaparecido del todo.

Pero, en lugar de sentir celos o enojo, lo único que sentí fue compasión.

Annabeth había cumplido su misión y había traído de vuelta a Percy a salvo. No podía juzgarla por enamorarse de alguien que no le correspondía. Eros se divertía haciéndole a todo el mundo lo mismo.

Luke se movió y tomó mi hombro para echarme ligeramente hacia atrás, separándonos. — Bien, ya basta de sentimentalismos. Percy, ¿no tenías que informar a la Casa Grande?

Percy parpadeó un poco aturdido y luego se sonrojó vergonzosamente. — Ah, sí, claro… Nos vemos luego.

Él, Annabeth, y Grover se despidieron de nosotros, murmurando algo que no pude entender. Los observé alejarse, con mi sobrino lanzándome una mirada antes de centrarse en Annabeth y en lo que estaba cuchicheando. Un suspiro involuntario escapó de mis labios.

— Algo no está bien —murmuré, más para mí misma que para los demás.

Summer, que había estado observando al trío con curiosidad, giró su atención hacia mí. —¿A qué te refieres?

— Percy... —comencé, intentando poner en palabras lo que me había estado molestando desde que regresó—. Algo le sucede. No puedo decir exactamente qué, pero lo siento. Algo está mal.

Luke, quien había estado observando la escena con los brazos cruzados, dejó escapar un leve suspiro antes de hablar.

—Ahora es un héroe, princesa —sus palabras hicieron que mi estómago se removiera—. Todos hemos pasado por cosas traumáticas en nuestras misiones. Es normal que esté un poco… diferente.

Sabía que tenía razón. Todos los que volvían de una misión, aunque eran muy pocos, regresaban cambiados de alguna manera.

Pero había algo más. Un brillo en los ojos de Percy, una tensión en sus hombros, como si el peso del cielo estuviera aplastándolo. No respondí a Luke; en cambio, me quedé mirando hacia la dirección en la que Percy había desaparecido.

Summer, en un intento de aliviar la tensión, rompió el silencio:

— Bueno, cambiando de tema... ¿Sabías que según la tradición del campamento, tenemos que premiar a los nuevos héroes con coronas de laurel en el festival de esta noche? —me miró con un destello de emoción en sus ojos—. Y después, claro, deben quemar los sudarios que las cabañas han confeccionado.

El pánico me golpeó de repente, como una ráfaga de viento helado, Silena lo había comentado anteriormente pero yo estaba más preocupada porque Percy volviera vivo que por los honores que recibiría si llegaba ileso. Me giré hacia ella con los ojos abiertos como platos.

— ¡Oh, mierda! ¡No he hecho el sudario de Percy! ¡Tengo que ponerme ya mismo!

Antes de que pudiera dar un paso, Luke se acercó y me detuvo, colocando una mano reconfortante en mi hombro.

—Tranquila, princesa. Ya me encargué de eso. Le pedí a una cabaña que se ocupara de hacer el sudario de Percy mientras tú estabas… bueno, ocupada.

¿Ocupada? Ah caray, lo que este bicho pretendía era que toda mi atención estuviera puesta en él y no me distrajera con nada más.

Entrecerré los ojos mientras él simplemente me sonreía con esa confianza que siempre había tenido, como si nada fuera capaz de perturbarlo.

Siempre estaba un paso por delante.

— Luke…

—Es lo menos que podía hacer, considerando todo lo que has pasado últimamente —respondió, encogiéndose de hombros como si fuera lo más natural del mundo.

Summer nos observó en silencio, su ceño se habría fruncido muy ligeramente e intenté escarbar en su corazón, para atrapar cualquiera de las emociones que pudiera sentir, pero no hubo más que incertidumbre y un poco de disconformidad.

Desde que empezamos a salir, Luke y ella se habían llevado bien, pero sabía dentro de mí que algo en él no parecía terminar de agradarle en completo a mi mejor amiga.

— Entonces, parece que estamos listos para el festival de esta noche —respiré aliviada—. Así que espero que nada salga mal hoy…

— Nunca vuelvas a decir eso —me advirtió Summer, señalándome con su dedo.

Levanté las cejas. — ¿Por qué?

Luke suspiró.

— Primera ley de la vida de un semidiós —murmuró con algo de amargura, y sacudió la cabeza—. Si dices que algo no puede salir mal…

— … siempre acabará saliendo mal —finalizó mi amiga, asintiendo.

Y fue eso lo que definió toda mi estúpida y corta vida.


El aire dentro de la cabaña 3 estaba impregnado con el olor del mar, un aroma salado y fresco que siempre me había resultado desagradable, pero en ese momento, apenas lo notaba.

Percy y yo estábamos sentados en el borde de su cama, con la suave luz del atardecer filtrándose a través de las ventanas, bañando la habitación en un cálido resplandor dorado. El sol se estaba escondiendo, sin embargo, aún permanecía brillando frente a la cabaña como si estuviera interesado en nuestra conversación.

Percy había estado hablando durante lo que parecieron horas, describiendo cada detalle de su misión con una claridad que me cortaba el aliento. Escuché cómo relataba su batalla con el dios de la guerra, Medusa, el Estirador, Hades… y otros peligros que había enfrentado, además de los momentos en los que estuvo al borde de la muerte.

Su voz, aunque era tranquila, transmitía la intensidad de lo vivido, y con cada palabra, sentía como si mi corazón se apretara más y más, como si estuviera siendo estrujado por una mano invisible.

No podía volver a dejar que Percy fuera a una misión sin mí. Nunca más.

Cuando terminó de hablar, un silencio denso cayó entre nosotros. Podía escuchar mi propio corazón latiendo con fuerza en mis oídos, mezclándose con el sonido de las olas que rompían suavemente en la orilla fuera de la cabaña. Parecía ser que lo único bueno de su misión, aparte de haber detenido una guerra, fue saber que Sally había sido devuelta a casa.

Finalmente, tomé aire y lo miré directamente a los ojos.

— Estás castigado hasta los dieciocho.

Percy me observó perplejo por un momento, como si estuviera procesando lo que acababa de decir, luego, lentamente comenzó a fruncir el ceño hasta que su rostro comenzó a adquirir una expresión de indignación.

— ¿Qué? ¿Acabo de evitar el fin del mundo y por eso estoy castigado? —Su voz fue tan graciosa que tuve que hacer grandes esfuerzos por no reírme.

— ¡¿Te has montado en el túnel del amor con una chica guapa y ni siquiera has pensando en besarla?! —me eché hacia atrás, casi con horror—. ¿Qué clase de sobrino he criado yo?

Percy rodó los ojos y soltó un bufido intentando ignorar el sonrojo que había crecido en sus mejillas. Solté una pequeña risa sin aguantar más y lo pellizqué como una abuela. Era mejor mantenerme de buen humor en frente a él en estos instantes, no quería que me viera llorar, ya habría tiempo y soledad para eso más tarde.

Entonces me miró fijamente y yo ya sabía lo que iba a decir antes de que las palabras salieran de su boca, pero eso no lo hizo menos difícil.

— Aly... —comenzó, su voz fue suave—. ¿Qué pasó mientras estuve fuera?

Su pregunta era directa, pero el tono era cuidadoso, como si ya sospechara que algo no estaba bien. Me mordí el labio, sintiendo el peso de sus palabras.

Claro que lo notaría. Percy siempre había sido perceptivo, especialmente cuando se trataba de mí. Me pregunté si mi rostro estaba tan demacrado como lo sentía, si el agotamiento y el miedo que había estado tratando de mantener ocultos eran tan obvios.

Tomé aire profundamente, sabiendo que no había forma de esconderle la verdad. No a él. Percy me conocía demasiado bien. Suspiré otra vez, esta vez resignada, y apreté su mano, buscando fuerzas en ese contacto antes de comenzar.

— Hubo... Hubo una noche difícil —admití, mi voz más baja de lo que pretendía—. Sucedió algo en la cabaña diez, hace unos días.

Percy continuó mirándome fijamente y, por primera, vez quise rehuir de su mirada. No quería en absoluto que supiera que yo, su tía “valiente” y firme, había sentido miedo.

Desde que era un renacuajo le había enseñado a enfrentar cualquier cosa que se pusiera en su camino: cuando tenía pesadillas y venía a refugiarse en mi cama, le obligaba a que la próxima vez pusiera los huevos sobre la mesa y diera la cara a lo que le aterraba. Después parecía esquizofrénico lanzando patadas al aire cada vez que en la oscuridad veía la ropa amontonada en su silla. Pero al menos dejaba de tenerle miedo.

Irónicamente, ya lo había estado preparando para esta nueva vida.

—¿En la cabaña de Afrodita? —repitió, como si no pudiera comprender del todo lo que estaba diciendo. Sabía que en su mente, el escenario de la tragedia debía haber sido una pelea por el último spray fijador de maquillaje.

Aunque, pensándolo bien, ni siquiera yo hubiera sobrevivido a eso.

Asentí lentamente, apretando sus dedos entre los míos, necesitando el contacto para seguir adelante.

— Esa noche, algo se coló en la cabaña... No sé cómo explicarlo, pero me atacaron mientras todos dormían, y nadie se enteró. Fue tan... —sentí mi voz quebrarse, pero continué—. Pensé que iba a morir, pero… fue aún peor.

Percy frunció el ceño, ladeando la cabeza.

— ¿Qué quieres decir con "aún peor"? —preguntó, su voz más urgente.

Tomé una respiración profunda antes de continuar. Mis pensamientos volvieron a esos ojos rojos que aún me atormentaban, la voz que parecía tan familiar, tan cruel.

— Primero la vi a ella, Percy —sentí las lágrimas a punto de cristalizar mis ojos—... vi a mi madre en el espejo. Ella… tenía sangre.

Percy parpadeó asombrado, echándose ligeramente hacia atrás.  Vi la sorpresa en su rostro, él no sabía casi nada de Stelle Jackson.

— Tu madre… —repitió en voz baja—. ¿Stelle? ¿La abuela Stelle? —preguntó como si estuviera probando las palabras, recordando un nombre que no había escuchado en mucho tiempo, yo asentí—. ¿Por qué ella?

— Ojalá lo supiera —aparté la mirada, queriendo borrar esa imagen de mi mente—. Me miró con horror, como si… como si algo la tuviera asustada, y después… —apreté los labios—, me pidió perdón. ¿Por qué? Tampoco lo sé.

Percy se quedó en silencio, procesando lo que le estaba diciendo. Sabía lo que pensaba; Sally rara vez mencionaba a mamá y cuando lo hacía solo era para recordar viejos tiempo que compartió con ella, cuando yo ni siquiera existía.

— Y hay algo más —continué, atrayendo su atención—. Hubo alguien más conmigo en esa cabaña.

— ¿Quién?

Dudé en mi respuesta. Aquella noche hubo más de una persona conmigo en esa cabaña pero solo había logrado identificar al que brillaba como lámpara.

— Una mujer con los ojos rojos —solté, finalmente—. Me dijo que debía huir si no quería afrontar las consecuencias… Tampoco sé quién es o qué quiso decir. No podía ver su rostro, solo sus ojos.

Decidí no mencionar a Apolo. No quería que Percy lo supiera, si lo hacía, probablemente correría el peligro de que ese bastardo rencoroso lo quitara de en medio y no me atrevía a ponerlo aún más en riesgo.

Percy me miró con ojos llenos de horror y preocupación, intentando comprender algo de lo que le estaba contando. Me arrepentí al instante de habérselo dicho. Con esto solo había conseguido angustiarlo después de venir de una misión en la se jugó su vida día y noche sin siquiera dormir bien.

— Pero no te preocupes —agregué colocando rápidamente una mano en su rostro, sonreí—. Horas antes había probado algo que los Stoll me ofrecieron, tonta de mí —me reí, ignorando la expresión en su rostro—. No se lo digas a Sally, ¿vale? Que esto quede entre nosotros.

Era mentira. Si bien los Stoll me habían ofrecido unas extrañas pastillas, Luke se las había confiscado antes de que yo pudiera probar siquiera una.

— Aly… —comenzó Percy.

— Duerme, pequeña alguita —interrumpí, obligándolo a tumbarse conmigo—. Te despertaré para el festival —Recosté su cabeza en la almohada, viendo el cansancio dibujado en cada línea de su rostro.

Sin decir una palabra, comencé a acariciar su cabello, deslizando mis dedos entre sus mechones oscuros, intentando disipar la tensión que todavía se aferraba a él. Aunque estaba claramente agotado, parecía que aún quería hablar, insistir en lo que había sucedido, en lo que yo le había contado.

Sin embargo, con cada caricia, sentí cómo su cuerpo empezaba a relajarse bajo mi toque. Una calma extraña, pero profunda, fluyó a través de las yemas de mis dedos, como si una fuente de poder se hubiera despertado dentro de mí, conectándose con Percy.

El asombro que me provocó fue casi abrumador, pero decidí no decir nada. Este momento era para él, no para mis preocupaciones. Así que seguí acariciando su cabello, permitiendo que esa energía viajara desde mi corazón hacia mi sobrino, tranquilizándolo.

Percy empezó a bostezar, sus ojos apenas abiertos mientras me miraba con una expresión somnolienta.

— Aly... —murmuró, su voz arrastrándose en un tono perezoso—. ¿Tú y Luke son novios?

No pude evitar reírme ante su pregunta, lejos de sentirme avergonzada. Asentí.

— Sí, lo somos —respondí con una sonrisa en los labios—. A diferencia de alguien… yo sí sé aprovechar las oportunidades.

Percy bufó, claramente molesto por el recordatorio de él y su amiguita Annabeth en el túnel del amor, pero su molestia pronto dio paso a una reflexión más tranquila. Se quedó en silencio por un momento, probablemente reviviendo esa escena en su mente, antes de que una pequeña sonrisa se asomara en sus labios.

— Supongo que es bueno que Luke sea tu novio —dijo finalmente, su voz fue un susurro mientras la somnolencia empezaba a ganarle—. Es el chico más agradable del campamento.

Mi sonrisa se suavizó, llena de ternura mientras lo observaba luchar por mantener los ojos abiertos. No respondí y contemplé cómo se iba hundiendo más y más en el sueño, sus respiraciones haciéndose cada vez más profundas y rítmicas. Finalmente, sus ojos se cerraron por completo, y su cuerpo se relajó del todo, entregándose al descanso que tanto necesitaba. Me quedé allí, a su lado, mis dedos aún entrelazados en su cabello, observándolo dormir.

— Sí… Supongo que es bueno.


La noche llegó y con eso el gran festival en honor a nuestros héroes.

La mortaja de Annabeth era bonita: seda gris con lechuzas de plata bordadas. Pero cuando me fijé en la que le habían hecho a Percy, estuve a punto de desmayarme del horror.

Ni siquiera Apolo me había aterrorizado tanto como ver a Clarisse llevar “orgullosamente” la mortaja de mi sobrino: sábana vieja le habían pintado una cenefa con caras sonrientes con los ojos en cruz, y la palabra PRINGADO bien grande en medio.

Le pegué un codazo a Luke en el estómago tan pronto como lo tuve a mi lado.

— De todas las cabañas, ¿decidiste que se encargaran ellos? —pregunté entre dientes, mientras los veía quemarlas.

Luke se acarició la zona golpeada con una mueca. — Fueron los primeros en ofrecerse, y lo hicieron con tanto entusiasmo que no me atreví a negárselo. ¿Qué iba a saber yo?

Mientras la cabaña siete dirigía el coro y nos pasábamos sándwiches de galleta, malvaviscos y chocolate, me senté rodeada de mis antiguos compañeros de la cabaña de Hermes, algunas hijas de Afrodita, la cabaña de Atenea y los colegas sátiros de Grover, que estaban admirando la recién expedida licencia de buscador que le había concedido el Consejo de los Sabios Ungulados.

El consejo había definido la actuación de Grover en la misión como: «Valiente hasta la indigestión. Nada que hayamos visto hasta ahora le llega a la base de las pezuñas»

Ni siquiera el discurso de Dionisio fue lo suficientemente amargo como para arruinar la noche.

— Sí, sí, vale, así que el mocoso no ha acabado matándose, y ahora se lo tendrá aún más creído. Bien, pues hurra. Más anuncios: este sábado no habrá regatas de canoas…

Cuando la mayoría se fue a dormir, decidí irme con Summer y Luke a un lugar más apartado -principalmente con la esperanza de que Annabeth y mi sobrino pudieran hablar a solas- y de alguna manera acabamos los tres sentados en el Puño de Zeus, contemplando las hermosas constelaciones que se cernían sobre nosotros.

De repente, Luke rompió el silencio:

— Princesa, ¿te has pensado lo de irnos de vacaciones?

Oh, shit.

Ahora que Percy había vuelto sano y salvo y Sally estaba bien en casa, no veía ningún problema en tomarnos una semanita de paz y relax, sobretodo por ellos dos que habían pasado tantas cosas.

Antes de que pudiera responder, Summer se adelantó, su tono lleno de escepticismo.

— ¿Vacaciones? —repitió mi rubia con escepticismo, como si la palabra no tuviera sentido en nuestra situación actual.

Sonreí, notando el ligero tono de incredulidad de su voz.

— Luke quiere que nos vayamos de vacaciones —expliqué, algo divertida—. Dice que necesitamos relajarnos un poco.

Noté cómo Luke se tensaba ligeramente bajo la mirada curiosa de Summer. Era un gesto pequeño, casi imperceptible, pero para alguien que lo conocía tan bien como yo, era evidente. Él se aclaró la garganta antes de continuar.

— Es un crucero —dijo, intentando sonar despreocupado—. La idea es estar fuera del punto de mira de los dioses durante un tiempo. Solo… alejarnos de todo.

Summer entrecerró los ojos, no del todo convencida por la explicación.

— ¿Fuera del punto de mira de los dioses? —repitió lentamente—. ¿No estarían más bien en el punto de mira de Poseidón, navegando por sus aguas?

No pude evitar asentir, el fastidio se deslizó en mi voz mientras hablaba.

— Y con Percy ahí, seguramente Poseidón lo aproveche y pida otro de sus favores. Así que, técnicamente, estaríamos atrayendo más problemas que alejándonos de ellos.

Luke se apresuró a intervenir, su tono algo más firme esta vez.

— Aún no es seguro que Percy vaya.

Me volví hacia él, levantando una ceja con una expresión de diversión en mi rostro. — Si yo voy, él también irá, Luke. Lo sabes.

Él suspiró, dándose cuenta de que tenía razón. Percy nunca dejaría que me alejara sola, no después de todo lo que había sucedido. Y aunque la idea de alejarnos de la mirada constante de los dioses era tentadora, también sabía que no sería tan simple como Luke lo imaginaba.

El silencio que se extendía entre nosotros estaba cargado de la quietud nocturna, el susurro de las hojas y el brillo distante de las constelaciones. Luke aún sostenía la conversación sobre el crucero, su tono suave, casi persuasivo, pero yo sabía que había una barrera que no había mencionado.

— Además aún tengo que consultarlo con mi hermana —dije, dejando escapar un suspiro. Sally había pasado por un gran trauma y no sabía si estaba lista, psicológicamente, para salir a afrontar el mundo exterior tan pronto—. Y Gabe seguramente nos ponga pegas.

— ¿Quién es Gabe? —preguntó Summer de repente, con la mirada fija en las estrellas.

Mi estómago se revolvió al escuchar su nombre, y una sensación de desagrado me recorrió de pies a cabeza.

— Gabe Ugliano —respondí, sin ocultar la repulsión en mi voz—. Es… bueno, es mi cuñado, el marido de Sally.

Summer desvió la mirada del cielo y se centró en mí, esperando más detalles.

— Es un tipo asqueroso —continué, sintiendo una oleada de amargura—. Abusaba domésticamente de Sally, psicológicamente de Percy y... me incomodaba a mí.

Sentí a mi novio moverse, como si se hubiera enderezado, su postura más alerta de lo habitual. Su voz, cuando habló, fue baja y lenta. —¿A qué te refieres con "incomodarte"?

No estaba segura de cómo responder. El silencio se hizo denso, y Summer, con un tono lleno de cautela y delicadeza, hizo la pregunta que había temido.

— Alina, ¿tu cuñado alguna vez intentó… sobrepasarse contigo?

El silencio que siguió fue extenso, y en él, pude sentir cómo las emociones de Luke se volvían peligrosamente oscuras.

El simple recuerdo de esos momentos hizo que mi piel se erizara, y por un instante, sentí el asco y el temor que solía inundarme en la presencia de Gabe cuando era más joven.

Recordé haber sentido sus emociones nauseabundas, llenas de una lujuria y un deseo que comenzaron a manifestarse cuando empecé a desarrollar mi cuerpo. Los momentos en los que me encontraba sola en la casa, y él me miraba de una manera que me hacía querer desaparecer. Pero a pesar de todo, había una razón por la que nunca se atrevió a ir más allá.

Tragué saliva, conteniendo las arcadas que amenazaban con surgir, y finalmente negué con la cabeza.

— Nunca lo intentó —confesé en voz baja—. No tuvo el valor de hacerlo porque le tenía mucho miedo a Valen… —me interrumpí a mí misma—, a un amigo de nuestra familia que me solía visitar a menudo.

Luke dejó escapar una respiración profunda que no había notado que estaba conteniendo, pero su cuerpo seguía tenso, la furia contenida apenas bajo la superficie. Summer me observó en silencio, procesando mis palabras, pero sin decir nada más.

Inmediatamente, extrañé a mi padre. Sabía que ahora cada vez lo vería menos por el hecho de que ya era consciente de que él era un dios griego. Por un instante, deseé jamás haberme enterado y me sentí hipócrita por ello cuando en realidad lo había estado acusando de habérmelo ocultado, pero el “¿y si nunca…?” seguía presente en mi mente, como un deseo lejano de seguir con una vida cómoda y fuera de peligros.

Mi novio se mantuvo en silencio unos segundos más, su mandíbula apretada y sus ojos fijos en algún punto oscuro del horizonte. Luego, sin previo aviso, comenzó a soltar un torrente de palabras, cada una más cargada de ira que la anterior.

— Si alguna vez me cruzo con ese maldito cobarde… —murmuró, su voz temblando de furia contenida—. Lo haría pedazos, le rompería todos los dientes por siquiera atrever a mirarte de esa manera. No sé cómo tu hermana aguantó tanto tiempo con ese imbécil. Le enseñaría a respetarte de una forma que nunca olvidaría, ni siquiera cuando esté llorando en una esquina, rogando que lo deje en paz. Ese maldito gusano…

A medida que hablaba, sentí cómo la tensión crecía en su cuerpo, las emociones negativas bullendo justo bajo la superficie. Sus palabras, aunque dirigidas hacia Gabe, eran un reflejo de la rabia que había estado acumulando durante mucho tiempo. Era como si el simple pensamiento de ese hombre lo empujara al borde de perder el control.

Decidí tomármelo con humor, no porque no entendiera o compartiera su indignación, sino porque sabía que la situación no mejoraría si todos caíamos en la misma espiral de oscuridad.

— Luke —hablé suavemente, dejando escapar una pequeña risa que intentaba aliviar la tensión—, si alguna vez te encuentras con él, su olor te espantaría a ti y a cien mil monstruos más que te siguieran. En mi casa hay más velas perfumadas que baldosas en el suelo.

Él me miró, sus ojos aún encendidos, pero poco a poco la furia comenzó a desvanecerse, reemplazada por frustración. Decidí cambiar de temas antes de que las cosas se pusieran más turbias y Summer notara aún más sus tremendas red flags.

— Bueno, hablando de gusanos… —dije con una sonrisa, girándome hacia ella—. Dime Summer, ¿qué tal está tu padre?

El pequeño rayo que tronó repentinamente a unos pocos metros de nosotros, me hizo saber que tal vez no del todo bien.

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