011| Veneno De Escorpión
011| Veneno De Escorpión
«Perdóname…»
«Debes escoger un lugar… »
«Prometo que tu muerte será rápida… »
Al abrir los ojos, todo me pareció un borrón de luces y sombras, como si el mundo estuviera sumergido en una especie de neblina.
Sentí mi corazón palpitar con fuerza, lleno de una angustia que sabía debilitarme fácilmente. Asustada, traté de moverme, pero me sentía extrañamente pesada, como si algo me estuviera manteniendo anclada en… la cama.
Parpadeé varias veces hasta que la visión se me aclaró lo suficiente como para distinguir los detalles de la enfermería, no estaba en la cabaña diez.
Las paredes blancas y los armarios llenos de suministros médicos me resultaron demasiado familiares, pero lo que más llamó mi atención fueron los ojos azules que me observaban con preocupación, desde muy cerca.
— Luke... —Mi voz salió débil y quebrada.
Él estaba sentado junto a mí, inclinándose lo suficiente para que su rostro quedara a la altura del mío. Sus manos estaban cerca, como si hubiera estado a punto de tomar las mías, pero se detuvo, tal vez al notar el terror aún presente en mi mirada.
— Al fin despiertas —Su voz era calmada, pero no lograba despejar el caos en mi mente.
Intenté hablar, preguntar qué había pasado, pero las palabras se enredaban en mi garganta. Era como si mi cerebro estuviera funcionando demasiado rápido para que mi boca lo alcanzara. Todo lo que había visto, todo lo que había sentido... ¿había sido real? ¿O una pesadilla de muy mal gusto?
— Mamá... —logré murmurar, la palabra escapando antes de que pudiera contenerla. Luke arqueó una ceja.
—¿Qué?
— Mamá… —repetí, con los ojos abiertos—... el espejo… ella tenía sangre y… —tragué saliva—... y unos ojos…
— Estás delirando, princesa. Debes calmarte.
— Estaba en el espejo… —balbuceé—, y después esa voz…
Luke extendió su mano para tocar la mía, pero la rechacé, alejándome por instinto. Aún podía sentir la presión en mi garganta, el brillo dorado de esos ojos crueles y la sensación de estar a punto de morir. — ¡No! Apolo…
El ceño de Luke se frunció profundamente, sus ojos se oscurecieron con una preocupación diferente.
— Alina, basta —Su voz fue más firme.
Intenté tomar aire, pero el recuerdo de la mano de Apolo cerrándose sobre mi cuello me asfixiaba más que la realidad misma. Nada tenía sentido. ¿Cómo era posible que estuviera aquí, a salvo, después de haber tenido a un dios a punto de desintegrarme?
Un dios tremendamente guapo.
Sacudí mi cabeza intentando alejar esos pensamientos que no venían a cuento y dejé de temblar. Si bien era el hombre más hermoso que alguna vez tenía la desdicha de haber visto, eso no le quitaba lo aterrador.
— Estás a salvo —repitió Luke, esta vez con más suavidad, como si las palabras por sí solas pudieran devolverme a la realidad—. Estoy aquí contigo.
Lo miré y después pasé mis ojos lentamente por la enfermería hasta toparme con la ventana; el cielo se estaba clareando y la hermosa gama de colores suaves en él me hipnotizó durante unos segundos, el sol estaba haciendo un gran trabajo asomándose tras la montaña.
Luke llamó mi atención de nuevo, logrando tomar mis manos entre las suyas. Desvié la mirada hacia abajo y las apreté agradeciendo que su toque se sintiera reconfortante y cálido.
— Drew se despertó y te vio tirada en el suelo de la cabaña —habló haciéndome tragar saliva, Silena y sus hermanas no se habían enterado de nada—. Estabas teniendo espasmos, y las chicas se asustaron mucho. Te trajeron aquí tan rápido como pudieron.
Sentí un nudo en el estómago mientras mi mente intentaba llenar los huecos en blanco.
Lentamente, miré alrededor de la enfermería, notando por primera vez los detalles que antes me habían pasado desapercibidos. Las cortinas que dividían las camas, la luz tenue de las lámparas de aceite, el suave olor a hierbas curativas en el aire. Todo parecía tan normal, tan lejos de la oscuridad y el miedo que había sentido en la cabaña.
— ¿Dónde está Summer? —pregunté de repente, casi sin darme cuenta de que estaba hablando.
— Se fue hace un rato —respondió Luke, observándome de cerca—. Quería quedarse, pero le dije que necesitabas descansar. Estaba preocupada por ti.
Asentí ligeramente, intentando controlar la creciente sensación de inquietud que se apoderaba de mí. Luke se inclinó un poco más hacia mí y por instinto llevé mi cabeza a su pecho, descansándola. Mi novio llevó su mano a mi cabello y la ola de amor y preocupación que me drenó por su parte sirvió para hacerme sonreír débilmente, cerrando los ojos.
— Princesa, tienes que decirme que pasó —me pidió, esta vez en un tono más suave—. Pero, por favor, explícamelo con calma.
Tomé un momento para pensar, mi mente dando vueltas alrededor de lo que había sucedido.
Entonces recordé…
«No confíes en nadie»
Las palabras de la mujer del lago resonaron en mi cabeza, haciéndome dudar. El miedo volvió a retorcerse en mi estómago, y mi sonrisa desapareció. Miré sus ojos, buscando algún rastro de algo que me tranquilizara, pero solo encontré más preguntas.
—Me... me mareé antes de acostarme —mentí, eligiendo mis palabras cuidadosamente—. Y luego tuve una pesadilla... una muy vívida. Sobre mi madre.
Vi cómo sus ojos se estrechaban ligeramente, como si no creyera del todo en lo que acababa de decir.
Pero no me presionó. En cambio, me observó por unos segundos más antes de preguntar:
— ¿Y Apolo?
Intenté no estremecerme. — ¿Qué pasa con Apolo?
Luke arqueó una ceja.
— Lo mencionaste antes.
Mi corazón dio un vuelco. Recordé haber pronunciado su nombre, pero en medio del pánico, no me había dado cuenta de que Luke lo había escuchado. Mi mente buscaba una respuesta coherente mientras las imágenes del dios y de su mano alrededor de mi cuello volvían a mí.
— Has escuchado mal —me reí, tratando de no sonar nerviosa—, quise decir “apoyo”, ¡necesitaba apoyarme en tu pecho! —me hundí más en él sintiendo sus brazos rodearme al instante, sonreí satisfecha—. Hueles muy bien, cariño.
Luke abrió la boca pero antes de que pudiera decir algo, la puerta de la enfermería chirrió y Summer entró apresuradamente, cortando la conversación. Parecía preocupada, y sus ojos se movieron rápidamente de Luke a mí.
— ¡Gracias a los dioses! ¡Creí que ibas a llegar al Inframundo antes que tu sobrino!
El alivio en mi rostro debió ser evidente, porque vi cómo Luke se retiraba ligeramente, cediendo espacio a Summer. Agradecí la interrupción, aunque sabía que esta charla continuaría más tarde, esperando respuestas.
Pero, ahora, mirar a Summer era como enfrentarse a un reflejo distorsionado de la pesadilla que había vivido. El brillo dorado de su cabello, su tez ligeramente bronceada, sus grandes ojos... todo en ella me recordaba a esa cucaracha. ¿Cómo se suponía que debía decirle a mi mejor amiga que su padre había querido asesinarme?
Tragué saliva y aparté la mirada, centrándome en la tenue luz que se filtraba por la ventana. Mala idea. El sol se alzaba por todo lo alto, iluminando la enfermería. Quité la vista enseguida.
Sentí a Summer expectante, esperando una respuesta que no sabía si podía darle. Finalmente, carraspeé, luchando por mantener mi voz tranquila.
— Solo me mareé —dije, forzando una sonrisa que sabía que no engañaría a nadie—. Ya sabes, cosas de la falta de hierro…
El ceño de Summer se frunció, su expresión reflejaba la incredulidad que sentía. No la culpaba; era hija del dios de la verdad, después de todo.
—Te he examinado, pequeño Satanás —reprochó, el apodo hizo que me encogiera un poco—. No hay nada malo en ti. Ninguna razón para ese "mareo".
El silencio que siguió fue casi palpable, cargado de una tensión que no sabía cómo disipar. Mi mente buscaba frenéticamente una salida, algo que pudiera distraerla, pero antes de que pudiera encontrarla, vi cómo Summer dirigía su mirada entre Luke y yo, sus ojos abriéndose de par en par.
— ¡Oh, dioses! —exclamó, su voz llena de alarma—. ¡¿No usaron protección?!
El calor subió a mis mejillas de inmediato, el rubor extendiéndose como fuego por mi rostro. Mi novio a nuestro lado suspiró, cruzándose de brazos.
— No pasó nada de eso, Sum —dijo Luke, claramente más divertido que molesto—. Solo nos hemos besado. Esto no tiene nada que ver con... eso.
Mi mejor amiga nos observó a ambos, como si intentara leer entre líneas, asegurarse de que estábamos diciendo la verdad. Yo resoplé.
— ¡Oh, vamos! Tengo dieciséis años, ¿cómo piensas que estaría embarazada? —me quejé, dándole un manotazo—. Solo fue un mareo y luego… tuve una pesadilla. Nada más.
La duda permaneció en los ojos de Summer durante un instante más, pero finalmente, suspiró. — ¿Entonces no voy a ser tía?
— No, Summer, no serás tía.
— Bien. Porque el niño recordaría mi voz diciéndote que no lo tuvieras —sus hombros se relajaron y yo reí.
Luke se giró hacia ella, señalando un pequeño frasco oscuro que descansaba en su mesa.
— Oye Sum, ¿qué es eso? —preguntó, con curiosidad.
Summer siguió la dirección de su mirada y se dio cuenta de a qué se refería.
— Ah, eso —tomó el frasco con cuidado entre sus dedos, girándolo—. Es veneno de escorpión. Lee lo usa a veces como componente para algunos antídotos botánicos.
Los ojos de Luke brillaron con un interés renovado.
— ¿Veneno de escorpión? ¿Y cómo lo consigue?
Summer dibujó en su rostro la típica expresión que Annabeth ponía cuando Percy le preguntaba sobre algo de lo que no tenía la más remota idea pero ella sí.
— Los escorpiones no son tan difíciles de encontrar en ciertos rincones del campamento. Es peligroso, claro, pero también es increíblemente útil si sabes cómo usarlo. Lee es un experto en ese tipo de cosas.
Mientras Luke y Summer continuaban discutiendo sobre el funcionamiento del veneno de escorpión, mi mente comenzó a alejarse, sumergiéndose de nuevo en las sombras de la noche anterior. Las voces, las imágenes, todo regresaba a mí con una claridad aterradora.
Los ojos rojos que me habían acechado, la figura oscura que había susurrado advertencias y amenazas... y luego, la visión de mi madre. Ensangrentada. Sus ojos marrones llenos de terror y culpa, su voz pidiendo disculpas desde un rincón más allá del reflejo.
Sentí un escalofrío recorrerme la espalda, erizando cada vello en mi cuerpo. No. Mamá había muerto por tuberculosis. Sally no podría esconderme algo tan fuerte como eso, ¿verdad?
Mi respiración se hizo más rápida, cada latido de mi corazón resonando en mis oídos como un tambor que no podía detener. Intenté concentrarme en lo que Luke y Summer estaban diciendo, pero era inútil. Estaba atrapada en ese recuerdo, las emociones de Stelle Jackson agonizando volvieron como si estuviera frente a mí en esos instantes.
Y entonces, sin darme cuenta, solté un respingo, el aire escapando de mis labios en un jadeo involuntario. Mi cuerpo se tensó por completo, y mi corazón golpeó con fuerza en mi pecho, como si intentara escapar.
Luke y Summer dejaron de hablar al instante, sus ojos preocupados volviéndose hacia mí.
— Princesa, ¿estás bien? —preguntó Luke, su voz teñida de alarma mientras tomaba mi mano.
Summer se acercó rápidamente, sus dedos intentaron tocar mi frente como si esperara encontrar fiebre. —¿Qué pasa? ¿Sientes algo?
Antes de que ella misma pudiera comprobarlo, me alejé de su toque viendo por un instante a su endiablado padre en lugar de a mi mejor amiga.
Me aferré a la mano de Luke y Summer retrocedió confundida.
— No es nada... —logré susurrar finalmente, aunque sabía que no sería suficiente para calmar sus preocupaciones—. Solo... recuerdos de la pesadilla.
Luke y Summer intercambiaron miradas, ninguno de ellos parecía querer presionarme pero yo sentía la ansia de ambos resplandecer en sus cuerpos siendo casi visible para mis ojos.
— ¿No quieres hablar de ello?
Negué con la cabeza. — Prefería que no.
Ellos no dijeron nada más y mientras yo intentaba recuperar el control de mi respiración, la puerta de la enfermería se abrió con un leve chirrido.
Una chica bajita entró tímidamente, sus pasos ligeros y cautelosos como si no quisiera interrumpir. Tenía el cabello castaño recogido en una trenza que caía sobre su hombro, y unos bonitos ojos verdes que parecían brillar intensamente por sí solos. Se detuvo a unos metros de nosotros, sin atreverse a avanzar más, su mirada vacilando entre los tres antes de fijarse finalmente en Luke.
— Uhm… ¿Luke? —su voz era suave y tímida—. Quirón te está esperando. Quiere que ayudes a entrenar a los más pequeños con la espada.
Sentí cómo mi novio se tensaba, una chispa de molestia que yo misma sentí se encendió en él. Apretó la mandíbula antes de responder, su tono firme y claramente irritado.
— Katie, ve y dile a Quirón que no espere que me encargue de unos mocosos mientras mi novia está enferma y tendida en una camilla.
Me quejé suavemente, sacudiendo la cabeza con desaprobación. — Ni que me hubieran roto el corazón.
(N/A: Al ser hija de Eros, Alina iguala la sensación de estar enfermo con un desamor, por lo que para ella es lo mismo o a veces una gravedad peor)
Luke me apretó la mano, como una señal para que guardara silencio, y no pude evitar fruncir el ceño ante su terquedad. Katie, por su parte, se sonrojó aún más fuerte, sus mejillas casi tan rojas como el rubor de Summer, y asintió rápidamente antes de girarse y salir de la enfermería con la misma rapidez con la que había entrado.
— Será mejor que vayas —Summer suspiró—. Yo me encargaré de cuidarla.
Luke negó con la cabeza, su expresión terca e inflexible.
— No, no pienso dejarla sola ahora.
Rodé los ojos, aunque en el fondo apreciaba su lealtad. Sabía que no podía quedarse aquí toda la mañana por mi culpa.
— Estaré bien, de verdad —insistí. La idea de separarme de él no me gustaba, pero tampoco quería que desatendiera sus cargos—. Ha sido solo cosa de una noche…
O al menos esperaba que lo fuera.
Luke se quedó en silencio por un momento, sus ojos debatiéndose entre su responsabilidad y su deseo de quedarse conmigo. Finalmente, suspiró y me miró con preocupación.
— Si algo pasa, si te sientes mal otra vez, me buscas de inmediato, ¿entendido?
Asentí con una sonrisa, tratando de tranquilizarlo. — Lo prometo.
Aunque dudó un segundo más, se rindió asintiendo. Antes de irse, Luke se inclinó hacia mí y todo en la habitación pareció ralentizarse. Su mano, fuerte y cálida, se deslizó desde mi brazo hasta acariciar suavemente mi mejilla, enviando un cosquilleo por mi piel. Nuestros ojos se encontraron por un breve segundo, el azul de los suyos reflejando una mezcla de amor y cariño. Entonces, sus labios rozaron los míos con una suavidad inesperada, apenas un toque, como si temiera romperme.
El beso fue dulce y tierno. Sentí el calor de su aliento y el latido firme de su corazón mientras su pulgar acariciaba mi rostro, y por un instante, el mundo exterior dejó de existir.
Pero justo cuando comenzaba a perderme en la calidez de su cercanía, escuché el exagerado "puaj" de Summer, lo que me arrancó una risa suave en medio del beso, rompiendo la tensión del momento. Luke sonrió contra mis labios antes de separarse lentamente, sus ojos brillando con diversión y afecto, mientras yo me quedaba con la sensación de su toque aún presente en mi piel.
— Cuídala bien, Sum —le advirtió mi novio, su tono medio en broma, medio en serio.
Summer levantó una mano en señal de promesa, aunque su sonrisa burlona no desapareció.
— Por su puesto. Nadie quiere al mejor espadachín haciendo una masacre en el campamento porque su novia se resfrió.
Luke asintió de acuerdo y me dio una última mirada antes de girarse y salir de la enfermería. Su figura se desvaneció en el pasillo sacándome un suspiro de ternura, este chico me traía loca.
Esperé a que Summer se alejara para, ocuparse de sus frascos y medicinas como solía hacer. Sin embargo, en lugar de dejarme en paz, tomó una de las sillas junto a las camillas y la giró sentándose en ella del revés, con los brazos cruzados sobre el respaldo. Sus ojos celestes se fijaron en mí con una intensidad que hizo que mi estómago se retorciera.
Tragué saliva, ya anticipando lo que venía. A las mejores amigas no se les podía esconder nada, tenían un instinto que los hombres definitivamente no.
— ¿Y bien? —preguntó sin rodeos, su ceja se arqueó ligeramente—. Desembucha, ¿qué fue lo que pasó anoche?
Y yo no tuve más remedio que explicárselo, detalladamente.
Exceptuando la parte en donde su padre se presentaba ante mí para intentar quitarme la vida.
Habían pasado algunas horas desde que salí de la enfermería, y tan pronto como puse un pie en la cabaña diez, las chicas me habían abrumado con preguntas. Había sido un torbellino de curiosidad y preocupación, y aunque intenté ser cortés y responder lo que pude, lo cierto es que sólo quería escapar de toda esa atención.
Por suerte, Luke había terminado sus lecciones lo más rápido y logró sacarme de la cabaña para pasar tiempo juntos. Las hijas de Afrodita no nos detuvieron aunque sus grititos emocionados casi nos ensordecieran, teniéndolos aún presente cuando llegamos al Puño de Zeus.
Mientras me sentaba en la base de la estatua, observando la imponente figura del dios, mi mente volvía a la conversación que había tenido con Summer.
Ella no había podido darme alguna respuesta coherente a lo que me había sucedido esa madrugada, e insistió en que hablara con Quirón sobre el incidente. Pero la idea de contarle a ese centauro sobre lo que había visto, sabiendo que él había expuesto a mi sobrino a un peligro tan grande, me parecía impensable. No me arriesgaría a que me enviara a alguna misión para buscar el significado o cumplir alguna estúpida profecía.
Luke estaba sentado a mi lado, sus ojos fijos en el horizonte mientras giraba una diminuta flor entre sus dedos, como si la estuviera analizando con una concentración casi infantil. El gesto me hizo sonreír débilmente antes que la imagen perturbadora de Stelle Jackson volviera a mi mente: sus ojos llorosos, su expresión aterrada, la sangre en su vestido, su voz pidiéndome perdón… y jamás había tenido la posibilidad de escuchar su voz estando viva.
— ¿En qué piensas? —preguntó Luke, sacándome de mis pensamientos.
Le di una rápida mirada antes de volver a fijarme en la flor que giraba entre sus manos. Me tomó un momento reunir las palabras.
— Nada especial —mentí, no queriendo parecer aún más paranoica. Una duda me llegó a la cabeza—. Oye… ¿sabes si los semidioses pueden ver a los muertos?
Luke frunció el ceño, su expresión cambió a una mezcla de curiosidad y confusión.
— No que yo sepa —respondió, haciendo girar la flor más rápido entre sus dedos—. Solo los hijos de Hades y Tánatos tendrían esa capacidad y aún así creo que se les dificultaría lograrlo, pero no hay ninguno. ¿Por qué preguntas?
Su respuesta me sorprendió, pero no me aclaraba del todo lo que había experimentado. La imagen de mamá a través del espejo, con su expresión de desesperación y culpa, siguió rondando en mi mente y presionando mi corazón. Me sentía confundida, como si no pudiera conectar las piezas del rompecabezas.
— No es nada —mentí, aunque sabía que la inquietud en mi voz era evidente—. Solo me preguntaba.
Luke parecía no convencido del todo, pero decidió no presionar más. En lugar de eso, cambió de tema con un tono más ligero.
— Bueno, mientras no empieces a hablar con fantasmas y a tener visiones extrañas, creo que estamos bien —dijo, con una sonrisa juguetona—. Las visiones son lo peor para un mestizo. Nunca se ve nada bueno en ellas.
Visiones… Mi mente no pudo evitar regresar a la pesadilla que había tenido en Montauk.
En el sueño, estaba huyendo desesperadamente, tratando de escapar de algo o alguien, mientras una risa cruel resonaba en el aire. Esa risa me parecía cada vez más familiar, como si tuviera una conexión directa con el sufrimiento que había vivido otra persona, y un escalofrío me recorrió al darme cuenta de que esa risa parecía ser la misma de Apolo.
Me estremecí al recordar su figura frente a mí, brillando en la oscuridad, y no pude evitar preguntarle a Luke sobre lo que había comenzado a atormentarme.
— Luke, ¿conoces el mito de Apolo y Dafne?
— ¿Apolo y Dafne?
— Sí, ya sabes… el de la ninfa que se convierte en laurel.
Luke asintió, una sonrisa divertida curvando sus labios.
—Sí, es uno de los más conocidos —, con un brillo travieso en sus ojos, giró la cabeza para verme—. Tu padre tuvo un papel protagónico en ese mito ¿sabes?
Me reí levemente, intentando no hacerme pis encima al conectar puntos— Sí, parece que no había suficientes chismes en esa época por lo que los tenía que crear el mismo.
Si el Señor D. se enteraba de que llamaba “chismes” a sus mitos me convertiría en una de sus feas camisas hawaianas.
Luke asintió divertido y yo carraspeé.
—Entonces, ¿Apolo y Eros siguen guardándose rencor después de tanto tiempo? —pregunté.
Luke se quedó en silencio durante unos segundos, como si estuviera sopesando la respuesta. Esperé de todo corazón que me dijera que eso sería absurdo, que mi papá y Apolo eran mejores amigos, que echaban las tardes yendo de compras, que se contaban los mejores chismes del Olimpo, y que incluso había un rumor de que eran amigos con derecho a roce.
Pero no fue así. Finalmente, con un tono más serio, Luke habló:
— No estoy seguro, pero los dioses suelen ser muy rencorosos. Su orgullo es algo bastante asqueroso. Así que sí, es probable que sí.
Genial, simplemente genial.
Me quedé pensativa, dudando si debía seguir la conversación. Sin embargo, la inquietud que sentía era lo suficientemente fuerte como para superarme.
— ¿Crees que Apolo podría tener algún rencor hacia mí?
Luke se mantuvo en silencio, analizando lentamente mi pregunta. Hasta que se enderezó con una clara sospecha destellando en sus ojos, giró la cabeza de nuevo hacia mí y me observó.
— ¿Has visto algo relacionado con él en tu pesadilla? —preguntó, su tono grave y atento.
Me quedé en silencio, sin saber cómo responder. Luke interpretó mi silencio como una confirmación, y su rostro se tornó tenso.
— Si Apolo te ha hecho algo, te juro que me encargaré de... —empezó a decir, su corazón desprendía un veneno que me asustó al punto de hacerme soltar un jadeo ahogado.
— ¡No! ¡No es eso! —detuve, casi horrorizada. Luke me miró expectante—. Es solo que el calor del sol me molesta demasiado, mucho más que a los demás —mentí.
La cantidad de emociones negativas que mi novio soltaba por su cuerpo me hizo sentir mareada y por un segundo temí que volviera a desmayarme, recordé el sobrepeso de sentimientos que me agotó cuando mi familia y yo nos enfrentamos al Minotauro.
Luke soltó la flor, tirándola con un poco más bruscamente de lo que me gustaría.
— Los dioses son los seres más despreciables que pueden existir —espetó, iracundo—. Creen que somos marionetas, que pueden hacer con nosotros lo que quieran…
Miré discretamente al cielo, esperando que de repente apareciera Zeus flotando de una manera impresionante y veloz hacia nosotros para atravesar el cuerpo de mi novio con su rayo…
Pero después recordé que lo había perdido y no pude evitar sonreír ligeramente.
— Despreciables no sé, pero un poco estúpidos no te lo niego —murmuré con amargura, pensando en los que había conocido por el momento.
Entonces Luke, con una actitud renovada y un brillo en sus ojos, de repente lanzó una pregunta que me tomó completamente por sorpresa.
— ¿Qué te parece irte de vacaciones conmigo?
Parpadeé, aturdida.
— ¿Vacaciones? —repetí, con escepticismo.
Luke asintió, sonriendo persuasivamente.
— Sí, quiero irme pronto en un crucero, antes de que termine el verano.
La mención de un crucero me pareció casi absurda en el contexto de nuestras vidas como mestizos. La idea de relajarme en un barco de lujo mientras el mundo seguía girando con sus propios problemas parecía un lujo inalcanzable.
— ¿Es en serio? —pregunté, aún perpleja— ¿De verdad piensas en irnos de vacaciones?
Luke insistió, su tono tratando de convencerme.
— Sí, y con suerte Percy también se unirá a nosotros.
Me reí sin ganas, sacudiendo la cabeza en señal de desaprobación.
—Si Percy regresa sin Sally, él y yo estaremos de luto por una buena temporada. Te aseguro que no habrá vacaciones.
Luke frunció el ceño, claramente disgustado por mi respuesta, pero comprendiendo el dolor detrás de mis palabras.
Asintió con resignación.— Entiendo, pero al menos piénsalo. A veces, salir de la rutina puede hacerte bien.
Justo cuando iba a preguntar más detalles sobre el crucero, un sonido de caracola resonó a lo lejos, interrumpiendo la conversación. El sonido familiar llenó el aire, captando mi atención y distrayéndome momentáneamente.
—¿Ya es hora de comer? —pregunté, levantándome con extrañeza.
Mi novio también se volvió hacia el sonido, su expresión cambiando a una de asombro mientras el sonido de la caracola volvía a resonar haciendo eco por cada rincón del campamento, alertando hasta al campista más alejado.
— No —murmuró, parecía sorprendido—. Significa que alguien ha regresado de una misión.
En ese momento, un estremecimiento recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Sentí mi corazón querer atravesar las paredes de mi pecho y una respiración se escapó accidentalmente de mis labios
Percy había vuelto.
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