009 | Padres Rivales
009 | Padres Rivales
Me encontraba volviendo a extrañar a mis seres queridos.
Papá, Sally, Percy… Incluso extrañaba mi doble vida euro-americana; entrenar era agotador, el calor en el campamento me irritaba demasiado -aunque a la mayoría no le afectaba- y las clases de griego ya estaban comenzando a aburrirme.
Lo único que se podía decir que me entretenía era pelearme con Clarisse y su séquito de idiotas, disfrutaba sacarles de quicio tanto como ella disfrutaba lanzar comentarios sobre la integridad de Percy en la misión cuando yo estaba cerca.
Aquello había ocupado mi mente durante días entero. ¿Qué sería de mi pequeño sobrino ahora? ¿Se estaría alimentando bien? ¿Annabeth y Grover lo cuidaban? ¿Le habrían picado muchos mosquitos? Diversas preguntas revoloteanan por mi cabeza tan eufóricamente que no me había dado cuenta de la estocada que Luke lanzó en mi dirección, haciéndome tropezar hacia atrás y caer en la tierra.
— ¡Auch! ¡Bestia!
Luke se rió entre dientes desde arriba y contemplé lo maravillosa que se veía su figura bajo el sol sobre nosotros, que solo parecía dificultarme más el entrenamiento, y me tendió una mano.
— Es fácil desarmar a tu opinente cuando tiene la mente en el drama amoroso de Justin Bieber y Selena Gómez —comentó animadamente.
Fruncí el ceño.
— ¡No estaba pensando en eso! —repliqué, luego observé la espada que me habían prestado a unos metros de mi cuerpo y me sonrojé apartando la mirada—. No esta vez…
Acepté su mano y me levanté sacudiendo la tierra de mi ropa; si entrenar ya era malo de por sí, entrenar con espada era un infierno para mí. Aunque Luke trataba de ser lo más suave conmigo, sabía que no podía evitar presionarme para que me esforzara y lograra contratarle. Pero en vano, darme a mi una espada era como darle a Percy un libro de química.
— Tengo que seguir entrenándote —Luke cruzó los brazos sobre su pecho mientras me observaba—, siento que no has avanzado nada.
— He nacido para disparar flechas, no para empuñar una espada.
— El arco y las flechas no sirven contra un enemigo cuando lo tienes tan cerca, Alina —me insistió—. En una guerra, estarías muerta.
Me burlé—. Dudo que alguna vez tenga que enfrentarme en una guerra.
La única guerra por las que yo había pasado eran contra Percy cuando quedaba el último trozo de pastel en la nevera o cuando nos peleábamos por el control remoto de la televisión.
A Luke no pareció hacerle gracia pues se mantuvo callado, mirándome con seriedad. Parecía debatir algo consigo mismo hasta que finalmente suspiró, mi corazón dio un vuelco notando el sentimiento de protección y seguridad que emanaba en él.
— Nunca digas nunca cuando eres un semidiós —me aconsejó.
— No lo dije —sonreí con malicia—. Pero he matado a un perro del infierno y he hecho puré a otra horda de animales aún peores —él levantó las cejas, curioso—, Clarisse y sus hermanos —especifiqué.
Negó con la cabeza sonriendo y me encantó su sonrisa. Descubrí que me encantada todo de él.
Luke se agachó para recoger la espada caída, y mientras lo hacía, me quedé observando la manera en que la luz del sol jugaba con su cabello rubio. Era un contraste interesante: la suavidad de sus rasgos y la dureza del acero que empuñaba. Me encontraba sumida en mis pensamientos, admirando cada detalle de él, desde su postura firme hasta la manera en que sus ojos reflejaban una mezcla de determinación y algo más, algo que no lograba identificar.
— Deja de mirarme así.
Sentí un calor subiendo por mis mejillas, una mezcla de vergüenza y algo más profundo que no me atrevía a poner en palabras, me había pillado observándolo y su sonrisa se ensanchó, parecía extremadamente divertido.
Tragué saliva y traté de mantener mi voz lo más neutral posible.
— Solo me pregunto cómo haces para ser tan bueno en esto —mentí, o al menos, no era toda la verdad.
Él transformó su sonrisa a una más genuina. Se acercó un paso más y, sin previo aviso, tomó mi mano. El contacto fue electrizante, como si una corriente cálida y suave recorriera mi brazo, llegando directo a mi corazón. Era algo que se había acostumbrado a hacer desde que nos conocíamos.
— Es cuestión de práctica —dijo, suavizando la voz—. Pero, ¿sabes qué? No es solo eso. Es también por la razón que lo hacemos. —Me miró a los ojos, y sentí como si pudiera ver más allá de mi exterior, como si viera mis dudas y miedos.
— ¿Y cuál es tu razón? —pregunté, curiosa.
Luke se quedó en silencio por un momento, como si estuviera decidiendo cuánto decir. Finalmente, me apretó suavemente la mano y sus ojos brillaron con una sinceridad que me desarmó más que cualquier golpe de espada.
— Proteger a quienes me importan —respondió mateniendo su mirada en mí—. Y eso incluye a personas que aún no saben protegerse a sí mismas.
Me quedé sin palabras, sorprendida por la intensidad de su respuesta. Sabía que se estaba refiriendo a mí, sus sentimientos de protección se agrandaban cada vez más cuando estaba cerca mía, parecía la muerte resguardando un alma que le pertenecía.
— ¿Por qué te importa tanto protegerme? —pregunté, casi aturdida.
Había algo en su mirada que me hizo sentir vulnerable y a la vez, segura. Una combinación que rara vez experimentaba.
Luke soltó una risa suave, casi melancólica, y apartó la vista por un momento. Cuando volvió a mirarme, sus ojos tenían una expresión que no podía descifrar del todo, una mezcla de nostalgia y algo más.
— Porque eres importante para mí —dijo finalmente—. Han pasado años desde que de verdad sentí algo tan grande por alguien.
Mi corazón se aceleró y una parte de mí se preguntó si se refería a una antigua ex novia, alguien que había dejado una huella imborrable en su vida.
Pero algo en la forma en que lo dijo, en la sinceridad de su tono, me hizo pensar que había más en la historia. Entonces, como si un instinto ancestral despertara, supe que no se trataba de una relación amorosa pasada. Supuse que mis habilidades como hija de Eros me permitían captar las sutilezas del amor y el afecto, y esto no era diferente.
— ¿Una vieja amistad? —aventuré, buscando en sus ojos una confirmación.
Luke se mostró sorprendido y un destello de dolor cruzó por sus ojos, asintió. Parecía impresionado de que hubiera captado su significado con tanta facilidad, pero también la tristeza que emanaba era tan percibible que casi la podía tocar con la punta de mis dedos.
— Fue como una hermana para mí —admitió, su voz más suave ahora—. Alguien a quien perdí y nunca pude proteger como debía.
Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Entendí que había más en Luke de lo que dejaba ver, capas de experiencias y emociones que formaban la persona que era ahora. Y en ese momento, me di cuenta de cuánto significaba para mí. No solo como un amigo o compañero de entrenamiento, sino como alguien con quien quería compartir más que simples momentos.
— No soy ella, Luke —dije, intentando mantener mi voz firme—. Pero no quiero que te sientas obligado a protegerme solo por lo que pasó en el pasado.
Él negó con la cabeza, y su expresión se suavizó aún más, si eso era posible. Dio un paso más cerca, su mano aún sosteniendo la mía.
— No es obligación, Alina —murmuró—. Es elección. Y no puedo evitarlo. Al principio, pensé que solo era atracción pero… —miró hacia otro lado, como si le costara admitirlo—, siento algo que se supone que no debería sentir —suspiró—. No debería estar pasando esto, pero tampoco quiero pararlo. ¿Soy egoísta, Alina?
Sentí el peso de sus palabras como un eco en mi corazón. ¿Egoísta? ¿Era eso lo que pensaba?
Yo, entre todas las personas, entendía el amor a un nivel profundo, pues era una esencia que me rodeaba constantemente. En estos momentos, el elemento de mi padre me envolvía como un mantón de seda, fino pero cálido, dándome una claridad inusual sobre mis propios sentimientos y los suyos.
— Luke, amar no es egoísta —respondí, convencida—. De hecho, es una de las cosas menos egoístas que alguien puede hacer. Amar es dar parte de ti a otra persona, confiar, proteger... Es compartir lo mejor de ti con alguien más.
Él me miró con una mezcla de duda y anhelo. Parecía luchar con algo interno, como si una parte de él no pudiera aceptar la idea de merecer algo bueno.
— ¿Y si solo tengo para compartir lo peor de mí? —pude ver como apretaba la mandíbula, ligeramente —. ¿Y si te hago daño? Ya he fallado antes...
— Luke, todos tenemos miedos —lo interrumpí suavemente, acercándome más a él—. Pero no podemos dejar que esos miedos nos detengan. La vida es corta, especialmente para un semidiós como tú dices. Mereces ser feliz y perseguir tus sueños, sean cuales sean. No es egoísta.
Nos quedamos en silencio por un momento, nuestras respiraciones sincronizadas. Sentía el calor de su cuerpo cerca del mío, y cada segundo que pasaba hacía que el espacio entre nosotros pareciera más pequeño, casi inexistente. Era como si el mundo se hubiera detenido, centrado en este único momento. Oh papá, ¿qué nos estabas haciendo?
— ¿Y si ahora ese sueño eres tú?
Mi corazón latió con fuerza tras sus palabras, y supe que este era el momento. Cerré los ojos, sintiendo cómo su presencia se acercaba aún más, casi rozando mi piel. Luke hizo lo mismo, y sentí su aliento en mis labios, un suspiro de anticipación y deseo compartido. Estábamos a un instante de cruzar una línea invisible, de sellar lo que había estado creciendo entre nosotros con un beso.
Entonces, una voz familiar rompió el hechizo:
— ¡Alina!
Abrí los ojos de golpe, y Luke y yo nos separamos bruscamente.
Giré la cabeza solo para encontrar la imagen holográfica de mi sobrino, flotando en el aire, con una expresión ceñuda y aturdida.
— ¿Qué estaban haciendo? —preguntó Percy, desconcertado.
Mi boca se abrió y se cerró varias veces; ante mis narices, como un arcoiris, estaba la figura de mi niño sano y salvo, casi intacto. Por un momento, creí estar en el Olimpo al tenerlo tan cerca y estiré mi brazo en un intento de poder tocar su imagen pero Luke lo bajó lentamente, haciéndome dar cuenta de lo estúpida que me veía—. P-Percy…
— ¡Percy! —Luke me interrumpió, sonriente. Su ánimo parecía haber mejorado abruptamente—. ¿Y esa es Annabeth? ¡Alabados sean los dioses! Eh, chicos, ¿estáis bien?
Ni siquiera me había dado cuenta de la rubia detrás de Percy que nos miraba con los labios apretados por la impotencia. Incluso a través de un holograma podía oler sus emociones—. ¿Dónde está Quirón?
— Está abajo en las cabañas. —la sonrisa de Luke desapareció—. Estamos teniendo algunos problemas con los campistas. Escuchad, ¿va todo bien? ¿Le ha pasado algo a Grover?
— ¡Estoy aquí! —gritó Grover, apareciendo en nuestro campo de visión—. ¿Qué clase de problemas?
Antes de pudieramos responder, un estruendoso y continuo ruido comenzó a sonar desde el holograma arcoiris y los chicos hicieron una mueca. Annabeth tomó a Grover del brazo para arrastrarlo con ella lejos de nuestra vista, nos observó a mí y a Luke una última vez antes de desaparecer para encargarse del ruido.
Percy se quedó solo y yo sentí ganas de verlo bien, un poco más delgado y ojeroso que la última vez que lo vi, pero vivo.
— ¡Quirón ha tenido que detener una pelea! —exclamó Luke por encima de la música—. Las cosas están muy tensas aquí, Percy. Se ha corrido la voz de la disputa entre Zeus y Poseidón. Aún no sabemos cómo; probablemente el mismo desgraciado que invocó al perro del infierno. Ahora los campistas están empezando a tomar partido.
Era cierto, me había dado cuenta de que en estos últimos días los chicos parecían más agresivos los unos con los otros y permanecían a la defensiva en todo momento. Me pregunté si los instintos de sus padres, los dioses, en la guerra influían en ellos automáticamente.
— ¿Qué cabañas apoyan a Poseidón? —nos preguntó Percy, con curiosidad.
— Afrodita, Ares, Apolo… —hablé, haciendo que dirigera su atención a mí—. Y yo, por supuesto —le sonreí.
Mi sobrino me devolvió la sonrisa pero no llegó a sus ojos, sabía que estaba cansado, cada vez más desconcertado, y angustiado. Maldita sea, ¿quién le estaría atando los cordones si no era yo?
— Entiendo…
— ¿Cómo te encuentras? —pregunté, con un tono casi débil—. ¿Estás progresando?
Percy nos lo contó todo, incluyendo sus sueños. Sentí una vibra de satisfacción surgir de Luke y lo miré brevemente antes de enfocar mi atención en el pitido de la manguera, parecía que la llamada estaba por terminar y me desesperé. Quizás no volvería a saber de él en semanas, de nuevo.
— Ojalá estuviera ahí —suspiró Luke—. Me temo que no podemos ayudarte demasiado desde aquí, pero escucha… Tiene que ser Hades el que robó el rayo maestro. Estaba en el Olimpo en el solsticio de invierno. Yo acompañaba una excursión y lo vimos.
— Pero Quirón dijo que los dioses no pueden tocar los objetos mágicos de los demás directamente.
— Eso es cierto —convino Luke, y parecía agobiado—. Aun así… Hades tiene el yelmo de oscuridad. Si no, ¿cómo es posible entrar en la sala del trono y robar el rayo maestro? Hay que ser invisible.
Levanté una ceja al igual que él cuando notó que Percy y yo nos habíamos quedado mirándole—. ¿Qué pasa?
Le pegué un codazo juguetón.
— ¿No crees que ha cierta amiguita tuya no le haría gracia ser acusada de ladrona?
Se quedó callado durante unos segundos, hasta que pareció entender el mensaje en mis palabras y abrió los ojos con asombro.
— Un momento —protestó—. No estoy diciendo que haya sido Annabeth. La conozco desde siempre. Ella jamás… quiero decir que es como una hermana pequeña para mí.
A la pobre definitivamente no le habría gustado escuchar eso.
La música cesó por completo. Alguien gritó horrorizado y se oyeron cerrarse las portezuelas de coches.
— Será mejor que vayas a ver qué ha sido eso —dijo Luke—. Oye, ¿estás usando las zapatillas voladoras? Me sentiré mejor si sé que te sirven de algo.
— ¡Oh… sí, claro! Me han venido muy bien.
Mentira. Sabía cuando mi bebé mentía y estab vez lo estaba haciendo descaradamente.
— ¿En serio? —Luke sonrió, complacido—. ¿Te van bien?
La imagen empezó a evaporarse y solté un grito de júbilo antes de empezar a correr hacia ella:
— ¡Cuídate en Denver! ¡No hables con desconocidos! ¡Y ponte protector solar! —le grité, con los ojos cristalizados—. ¡Vuelve a casa! ¡Te amo!
Lo último que escuché fue un lejano “¡yo también!” antes de que el holograma se desvaneciera por completo en el aire y yo me quedara como una idiota en medio del campo de entrenamiento, extrañándolo de maneras horribles. Consideré la idea de volver a la cabaña de Afrodita y llorar por él mientras Silena me consolaba como normalmente había estado haciendo, pero el suspiro a mis espaldas volvió a mantenerme firme.
Luke aún estaba allí, observándome con comprensión y ¿culpa? No le hice caso a sus emociones puesto que las mías eran demasiado pesadas como para hacerme concentrar en las de otros. Sin embargo, cuando dio un paso hacia mí, su presencia cálida alivió la mitad del dolor y se lo agradecí internamente.
— Te preocupa mucho, ¿verdad? —preguntó, rompiendo el silencio con su voz suave.
Asentí, sin palabras. Me sentía estúpida por haber hecho caso a mi padre y haberlo dejado ir. Eros me prometió echarle el ojo, quizas fue la seguridad de un dios protegiéndolo lo que me hizo soltarlo.
Luke se acercó aún más, levantó con delicadeza mi mentón para chocar nuestras miradas.
— Él estará bien, lo sé —acunó mi rostro entre sus manos, suavemente—. Me hizo prometer que cuidaría de ti y pienso cumplirlo.
La tensión que había existido entre nosotros antes del holograma volvió a surgir, más fuerte que nunca. La realidad, los problemas del campamento, todo se alejó, dejándonos en un espacio propio, un momento robado en medio de la incertidumbre.
Sin previo aviso, Luke dio otro paso, acortando la distancia entre nosotros. Su mano subió hasta mi mejilla, su pulgar rozando mi piel con una ternura que hizo que mi corazón se acelerara. Me miró con una intensidad que me hizo sentir vulnerable y segura al mismo tiempo, como si pudiera ver a través de todas mis defensas.
— Siempre cuidaré de ti, Alina.
Y eso fue todo lo que necesité para unir mis labios con los suyos: la promesa de que él estaría ahí para cuidar de mi.
Luke siempre estaría ahí.
— ¿Sigue enfadado el Señor D?
— Le disparaste tres fechas en el trasero…
— ¡Fue un accidente!
— Pero te estabas riendo.
— ¡Me estaba acordando de un chiste! —revoloteé los ojos, con exhasperación—. ¿De verdad iba a calcinarme por eso?
Summer Houston me lanzó una mirada mientras se ocupaba de atender la quemadura en mi hombro que Dionisio había causado tras lanzar una bola de energía, que logré esquivar gracias a mis reflejos.
En realidad sabía que el Señor D había fallado apropósito pero eso no había evitado que una pequeña parte de su poder me alcanzara.
Me encontraba con la hija de Apolo que me había atendido desde el primer día en la enfermería. Parecía ser una chica tranquila, algo callada. Pero lo que más me llamaba la atención de ella era el aura invisible que la rodeaba y gritaba en algo que solo yo podía reconocer fácilmente.
Sonreí para mis adentros, los poderes de papá cada vez molaban más.
— No deberías enfadarlo —murmuró, centrándose en mi herida—, es un dios.
— No debió haber amenazado a Percy antes de irse —repliqué mordazmente—. No somos sadomasoquitas, merecemos respeto.
Summer ignoró mi comentario y apretó ligeramente la venda en mi hombro hasta que ya estuvo completamente cubierta. Bajó la manga y suspiró quitándose los guantes—. No pensé que fueras tan insolente.
— Y yo no pensé que fueras tan Annabeth Chase —sonreí—. He visto a tus hermanos ser más abiertos y relajados, anímate.
Ella se sonrojó y contuve una risa—. ¿De qué estás hablando?
Traviesamente, puse mi mano sobre la suya haciéndola tensarse y me incliné ligeramente hacia ella. Me acerqué lo suficiente como para que nuestras caras casi se tocaran, y le guiñé un ojo, disfrutando de la incomodidad que parecía causarle mi proximidad. Summer se quedó congelada, su rostro enrojeciéndose aún más, mientras yo mantenía mi sonrisa traviesa. Podía sentir la tensión en el aire, su incomodidad palpable.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó en un susurro, tratando de mantener la compostura.
— Solo jugando —respondí con una voz melosa, divertida por su rigidez—. Relájate un poco, chica. La vida es más divertida cuando no te tomas todo tan en serio —Me alejé riéndome, dando un paso atrás para liberar la tensión.
Summer dejó escapar un suspiro. Me lanzó una mirada de irritación y tomó un objeto alargado y punzante, señalándome con él.
— Si vuelves a hacer eso, te meteré un bisturí ahí abajo —me advirtió, con una seriedad que me hizo sonreír aún más.
Me encogí de hombros, sin dejar de sonreír.
— Esta bien, quizás si soy un poco sadomasoquista —le guiñé un ojo riendo, disfrutando de su frustración.
Summer bufó y volvió a centrarse en su trabajo de ordenar las cosas—. Hija de Eros tenías que ser…
Arqueé las cejas con diversión.
— ¿Te molesta? —pregunté casualmente.
— ¿Qué puedas dispararme una flecha y quizás hacerme enamorar de un árbol? —me miró seriamente, antes de ablandar las facciones de su rostro—. No, en realidad. Es mejor que enamorarse de un hombre.
Reí entre dientes, escuchándola. Yo por supuesto que conocía el famoso mito de Apolo y Dafne, en el que mi papá había sido el “villano” en toda regla. No me importaba. Era algo que había pasado milenios atras y nadie de la cabaña 7 parecía tenerme recelo alguno.
— Estoy de acuerdo contigo —mordí mi labio, recordando irónicamente a Luke—. Aunque algunos tienen un pase.
Ella me lanzó otra mirada que quería decir con exactitud “no, ninguno” y volvió a ordenar sus instrumentos médicos en los cajones. La ansia de conocerla aún más se apoderó de mí y giré mi cuerpo de manera que pudiera ver como trabajaba. Summer Houston era muy linda: tenía la piel bronceada de una chica californiana, su cabello rubio era más oscuro que el mío pero más dorado que el de Annabeth y le llegaba por encima de los hombros, sus ojos celestes me recordaban al cielo mismo. También podía observar pequeñas pecas salpicando su nariz de forma delicada.
— Háblame más de ti —insistí, rompiendo el silencio.
— Me llamo Summer Houston, nací en Texas, llegué al campamento con nueve años, y el amor me da urticaria —me echó un vistazo malicioso al decir lo último—. Eso es todo.
Sonreí. Así qué el amor le da urticaria, ¿eh?
— Solo eso —pregunté, levantándome de la silla—. Vamos, seguro que eres más interesante.
Me observó como si se preguntara a que estábamos jugando, su incomodidad cada vez más evidente. Se cruzó de brazos, mirándome con una mezcla de frustración y desconcierto.
— No soy nadie interesante. No hay nada más que decir —replicó con un tono firme, claramente deseando terminar la conversación.
Pero yo no estaba dispuesta a rendirme tan fácilmente.
— ¿De verdad? —dije, dando un paso más cerca de ella, inclinándome ligeramente hacia adelante—. ¿Por qué te pusiste tan nerviosa antes? Parecía que te estaba tocando un demonio.
Summer dio un paso atrás, claramente incómoda con mi cercanía. Pude ver el nerviosismo en sus ojos, una especie de lucha interna que me fascinaba y, al mismo tiempo, me hacía sentir un poco culpable.
Pero quería que lo dijera, anhelaba que lo confesara ante mí ese secreto bien escondido en ella que solo una hija de Eros podía leer. No sabía que lograba yo sonsacándoselo, pero anticipé una gran satisfacción y orgullo por mi parte haberlo logrado. Solo necesitaba un pequeño empujón.
— No hay nada más, Alina —insistió, su voz vacilando ligeramente—. Por favor, déjalo.
¿Dejarlo? ¿Por qué temía decírmelo? Yo podía ayudarla, yo quería ayudarla.
Pero vi que había llegado demasiado lejos.
Había algo en su expresión que me hizo sentir como si hubiera cruzado una línea, como si mis palabras fueran demasiado intrusivas. Me sentí desconcertada por mis propios deseos, por mi anhelo de hacerla admitir algo que estaba claro que no quería admitir. Sacudí mi cabeza con confusión, ¿qué diablos me pasaba?
— Lo siento, Summer —me apresuré a decir, dando un paso atrás—. No era mi intención…
Me sentí asqueada y horrorizada conmigo misma. Yo jamás había hecho algo igual, ni siquiera presioné a Luke para que me confesara sus sentimientos y tampoco se me había pasado por la cabeza hacerlo alguna vez. Quise vomitar, mirándola con súplica.
Hubo un momento de silencio incómodo antes de que Summer suspirara, su expresión suavizándose.
— Está bien —dijo finalmente, antes de sonreir un poco—. Eres más insistente que un hombre desesperado.
El ambiente se relajó y yo no pude evitar reírme. Decidí cambiar de enfoque para no presionarla más. Después de un momento de silencio cómodo, sonreí y me acomodé en la silla:
— Bueno, cambiando de tema —hablé, tratando de relajar el ambiente—. Cuéntame más sobre el campamento. ¿Tienes algún amigo aquí?
Summer pareció sorprendida por la pregunta y una ligera sombra de incomodidad cruzó su rostro. Estaba claro que la pregunta la había tomado por sorpresa, y no pude evitar notar cómo evitaba mi mirada.
— Eh, no realmente —admitió finalmente, con una sonrisa algo forzada—. No tengo muchos amigos aquí, aparte de mis hermanos.
Mi curiosidad fue instantánea, pero decidí no insistir esta vez. Había aprendido la lección y no quería volver a hacerla sentir incómoda. En lugar de seguir con esa línea de preguntas, opté por algo más ligero.
— ¿Qué te parece si hacemos algo para cambiar eso? —sugerí, con un tono amable—. Me encantaría ser amiga tuya si estás de acuerdo.
Summer levantó una ceja, mirándome con una mezcla de escepticismo y diversión.
— ¿Ser amigas y deshonrar a nuestros enemistados padres convirtiéndonos en sus mayores vergüenzas? —Summer se quedó en silencio por un momento, evaluándolo. Luego, su expresión se suavizó y asintió lentamente—. De acuerdo.
Yo sonreí. Esta chica sería mi mejor amiga.
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