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008| La Favorita









008| La Favorita





Correr.

Correr lo más rápido posible, forzar mis piernas a que jamás se detuvieran, correr en medio de las cabañas sin pararme a pensar en las arpías. La oscuridad me habría cegado de no ser por la cálida luz de la hoguera que nunca se apagaba.

Sentía el pánico vibrar en mi pecho ansiosamente; solo quería escapar y no permitirme derramar una sola lágrima en el camino, solo la desaparición de mi hermana las merecía.

Ni siquiera me había dado la vuelta para enfrentarme a él, el simple sonido de su voz profunda me hizo estrellarme contra la puerta de la Casa Grande antes de abrirla rápidamente y huir por patas. Había escuchado los gritos de Quirón llamándome pero no los suyos, sin embargo, sentí su mirada sobre mí tan intensamente como lo seguía haciendo ahora.

Pensé que Usain Bolt me envidiaría, de verdad lo haría. Nunca había corrido tan rápido en mi vida, tampoco cuando me enteré de que habían rebajado mi bolso favorito al 20% en la tienda más alejada de mi casa.

Giré la cabeza para comprobar que no hubiera nadie siguiéndome: ni arpías, ni Quirón, ni mentirosos. Solo me pareció ver una figura larguirucha y escuálida entre los árboles pero le resté importancia cuando el sonido de una rama crujió a mi alrededor haciéndome alterar. Cuando volví a mirar hacia el frente fue demasiado tarde, mi cabeza chocó contra un muro haciéndome caer al suelo.

— ¡Ay! —sobé mi frente, adolorida.

— Corres muy rápido para alguien que finge quedarse dormida en el coche y así papá pueda cargarla.

Ah caray, aquí los muros hasta te hablaban.

Sacudí mi cabeza. Maldita sea, me había atrapado. Aunque de algún modo u otro sabía que lo terminaría haciendo. Era un dios, conocidos por ser asquerosamente persistentes, como un hombre diez veces rechazado.

Lentamente, levanté la cabeza, mis ojos enfocándose en la figura frente a mí.

Valentín, o más bien, Eros se erguía con una imponencia que me dejó sin aliento. Su cuerpo musculoso estaba cubierto por una armadura dorada que brillaba con la luz de la hoguera distante. Sobre la armadura, llevaba una fina túnica roja que caía elegantemente a su alrededor. Su cabello blanquecino enmarcaba un rostro que parecía haber rejuvenecido unos años, dándole la apariencia de alguien en sus veintitantos, algo a los que yo no estaba acostumbrada a ver en mi padre de supuestamente cuarenta y dos años.

Lo más llamativo eran sus ojos. Rubíes iguales a los míos, pero con un brillo de poder y autoridad que me hizo sentir pequeña. Eran hipnóticos, irradiando una mezcla de calidez y severidad, pero en ese momento, estaban enfocados completamente en mí. En su espalda llevaba un arco de oro y un carcaj lleno de flechas.

Pero lo que realmente llamó mi atención fueron las dos grandes alas blancas que se extendían majestuosas detrás suya. Cada pluma parecía estar perfectamente colocada en su lugar.

El dios del amor era dolorosamente hermoso.

Ahora te entiendo perfectamente Stelle Jackson, no hay como culparte.

Volví a menear la cabeza para dejar de admirar la belleza de mi progenitor antes de enfocar mi vista en su mano extendida hacia mí. Me observaba con una ceja arqueada y una diminuta chispa de desafío en sus ojos—. ¿No vas a levantarte?

De repente, el suelo se me sintió más cómodo que nunca.

Suspiré.

«Vamos, Alina. Es tu maldito padre»

Padre que me había ocultado durante años que era un dios, uno casado.

Con una mueca, rechacé su ayuda y me levanté por mi cuenta ignorando el fuerte martilleo de mi corazón, el cuál parecía debatirse entre explotar por sí solo o dejar de funcionar.

Eros retiró su mano con la sombra de una sonrisa reflejándose en su rostro. Pero rápidamente volvió a cruzarse de brazos con una seria expresión en su rostro.

Tomó aire y dijo con suavidad:

— Entiendo cómo te sientes con respecto a mí, pero tienes que escucharme.

— Ni quién te tope —resoplé de inmediato, intentando mantener la compostura.

— Puedo leer tus emociones —me aseguró Eros con obviedad—... Tan bien como tú puedes leer la de los demás.

La angustia comenzó a fluir por mis venas, y sentí cómo las lágrimas amenazaban con escapar de mis ojos. No quería llorar pero la presencia de papá frente a mí era insoportable. Intenté apartar la mirada, sin embargo, él me mantenía anclada a su vista. No lo quería aquí y a la vez deseaba abrazarlo con todas mis fuerzas para que me consolara diciéndome que todo estaría bien; que me dijera que la misión de Percy no era peligrosa, que Sally estaba completamente bien, y que él no se apartaría nunca de mi lado.

Pero también quería gritarle que era un mentiroso, un traidor, y un infiel: que nunca me había revelado una verdad que tenía derecho a saber, que en lugar de apoyarme con no dejar ir a mi sobrino solo me impedía hacerlo, que le había sido infiel a su propia esposa con mi madre.

Eros pareció notar las lágrimas producto de mi lucha interna y carraspeó antes de disponerse a hablar:

— Soy un dios —me soltó, como si yo hubiera estado pensando que era una cabra o algo así—, tengo milenios de haber existido y sé que más que odiarme a mí… —hizo una mueca que rápidamente desapareció— odias que te lo haya ocultado. Pero era por tu propio bien.

Sonreí irónicamente, aguantando las lágrimas—. ¿Mi propio bien? ¿Qué pasa? ¿que si me decías que eras un dios iba a tener una horda de monstruos detrás mía en cualquier momento?

— Sí.

Oh.

Parpadeé para despejar las lágrimas y lo miré desconcertada. Percy me había explicado que el Minotauro sólo nos persiguió por orden de un dios, no porque supiéramos en ese entonces que existían.

— Si un semidiós se va dando cuenta de sus orígenes divinos a medida que crece, los monstruos también —Eros suspiró—. Incluso mi presencia a tu alrededor era increíblemente peligrosa. Fui muy cuidadoso.

— Vaya, estupendo. Eso lo justifica todo —respondí sarcásticamente.

— Alina —hizo una pausa—, hay leyes ahí arriba, leyes que me prohíben explícitamente tener algún tipo de contacto contigo. Podía haberme ausentado de tu vida, podría haber pasado tiempo contigo y hacer que no me recordaras, podría haber fingido que eras un error y que no me importas —sus puños se apretaron ligeramente y tomó una respiración profunda—... pero eres mi hija. Eres por lo que me he saltado esas leyes, y eres por lo que estoy dispuesto a afrontar todas las consecuencias que tu existencia me traiga.

¡¿Consecuencias?! ¡Mi existencia traía brillo y alegría a la de los demás!

Traté de no indignarme. Me sentía como aquellas chicas cuyos padres tenían una doble vida y yo era hija escondida.

De hecho si lo era, al igual que todos los niños del campamento. Solo que ahora no estábamos tan escondidos.

Pensé en Percy. Poseidón dejó a Sally embarazada a su suerte y no volvió ni siquiera para comprobar que Percy estaba bien, ni una sola dichosa vez. Miré a mi padre e imaginé por un momento lo divertido que tendría que haber sido el encuentro de ambos dioses cuando Sally presentó a Poseidón como su novio y a Valentín como su ex padrastro.

— Fue gracioso —Eros sonrió, sobresaltándome—. Poseidón estaba espantado, pero le aseguré que él podía meter su pene donde quisiera, yo no iba a decirle nada a nadie.

— ¿Puedes leer mis pensamientos? —pregunté, horrorizada.

— Desde siempre. Por cierto, esas veces que te resultaron atractivas algunas mujeres… Tenías que habérmelo dicho, cariño. Podría haberte aclarado tu sexuali…

— ¡Ya basta! —lo detuve, muerta de vergüenza. Eros me miró cómplice haciéndome suspirar—. Vale, lo pillo. Eres un dios griego y me querías proteger pero sin alejarte de mí. ¿Es este el lore familiar del que se entera alguien cuando ya es lo suficiente mayor para saber los secretos de la familia?

— No es ni la mitad.

Guardé silencio. Quería saber qué era lo que más quedaba por descubrir pero tenía la sensación de que era un tremendo océano traumático del que Eros no tenía la paciencia para contarme.

— ¿Y ahora qué? —pregunté, insegura.

Eros me miró alzando una ceja.

— ¿No vas a saludar bien a tu padre después de tanto tiempo?

Resoplé, apartando la mirada—. Sigue esperando…

Hubo un silencio entre nosotros, donde solo se escuchaba el fuego crepitando de la hoguera y el aleteo de algunas aves sobrevolándonos. Recordé mi suceso en el lago, las palabras de Percy diciéndome que mañana partiría a una misión, y la presencia de mi padre frente a mí.

No aguanté más.

Papá —lloriqueé, abalanzándome hacia él. Eros abrió los brazos inmediatamente y me envolvió en ellos, dejándome sollozar en su pecho cubierto por una armadura. El abrazo se sintió tan cálido y familiar como siempre, dándome la sensación de que en realidad nada entre nosotros había cambiado.

Quizás si, quizás no… No me importaba en esos momentos, solo quería estar abrazada a papá por el resto de la noche. Cómo cuando de repente me enfermaba de la nada y él se acurrucaba junto a mí sin importarle que se pudiera contagiar. Siempre parecía molesto cuando eso pasaba, pero no molesto conmigo, sino ¿con las bacterias? Bueno, el caso era que se sentía igual.

— No quiero que Percy vaya a la misión —susurré contra él.

— No hay otra opción, lo matarán si se niega —respondió tratando de ser “delicado”, me estremecí y papá me apretó más en sus brazos—. Confía en él. Yo le echaré un ojo.

Pasaron unos minutos en los que yo me había relajado tanto que casi babeaba sobre la armadura de Eros, relajada por sus caricias a mi cabello. Papá pareció darse cuenta de que me estaba durmiendo y me separó suavemente de él, alzando mi mentón para verme. Sonrió.

— Es hora de despedirse —habló y sentí como mi corazón caía al estómago—. No te preocupes. Volveremos a vernos muy seguido, pero nadie debe saberlo.

Sorbí mi nariz—. Realmente pareces un prófugo demandado por abandono de hogar.

Eros se encogió de hombros, sin borrar su pequeña sonrisa.

— Alguna vez lo fui —asintió.

Papá se inclinó lentamente y depositó un delicado beso en mi frente, un gesto tardío, como si no quisiera despedirse de mí. Finalmente, se separó, y yo sentí una profunda tristeza sabiendo que era hora de irse.

— Prométeme que volverás cuando te necesite —murmuré, tratando de no volver a lagrimear.

Eros asintió solemnemente—. Lo prometo.

Lo abracé una vez más antes de que me ordenara darme la vuelta para que pudiera marcharse. Con un nudo en el estómago, obedecí.

Algo empezó a brillar a mis espaldas, como un calorcito abrasador. Y antes de que pudiera girarme para ver de qué se trataba, escuché su voz una vez más:

— Te amo, Ágape.

— ¡Corre, perra! ¡Corre!

Tiré a Luke de la muñeca para apresurarnos a subir la colina, sin importarme que se tropezara por el camino. Llevaba unas zapatillas de baloncesto en las manos que supuestamente le serían de ayuda a Percy, no pregunté y seguí corriendo para llegar a tiempo y despedirlo.

— ¡Ahí están!

Logré visualizar la impotente y alta figura de Quirón elevándose sobre las cabezas de mi sobrino y sus compañeros. El centauro me dirigió una mirada intrigante, pretendiendo no estar muriéndose de ganas por saber qué había pasado entre el dios Eros y yo. Lo ignoré y me dirigí directamente hacia Percy:

— Creí que no llegaba —suspiré aliviada mientras nos abrazábamos con fuerza. Estaba asustado, podía sentirlo, pero también quería demostrar que podía hacerlo.

Y es que Percy Jackson podía conseguir cualquier cosa que se propusiera.

— Te voy a echar de menos —susurró en mi oído. Yo lo apreté más fuerte.

— No me hagas llorar —le respondí, a nada de moquearle el hombro—. Cuídate muchísimo, ponte protector solar y cuidado con los mosquitos. No dejes que te maten.

Percy rió y asintió un par de veces antes de ser obligada a separarme de él para que Luke le entregara los feos zapatos. Me acerqué a Annabeth la cual veía sonrojada al rubio y levanté las cejas haciendo que ella se diera cuenta de mi presencia—. ¡Ah, Alina! Perdona, no te…

La detuve con un fuerte abrazo que pareció sobresaltarla pero la acerqué más a mí antes de que pudiera separarse:

— No puedo ir con él porque te ofreciste tú —murmuré, asegurándome de que solo ella me escuchara—, si algo le sucede a mi sobrino, te haré responsable. Y que los dioses se apiaden de tu alma.

Me alejé de ella, viendo su la congelada expresión de su rostro, antes de pasar a Grover que desafortunadamente ya nos había estado mirando y seguramente deduciendo cuál había sido nuestro pequeño intercambio. Le sonreí al sátiro con amabilidad y me di la vuelta para volver a dirigirme hacia Percy.

— ¡Maya! —exclamó Luke, de repente.

Y de los talones de los botines surgieron alas de pájaro blancas. Percy dio un respingo y las dejó caer. Las zapatillas revolotearon por el suelo hasta que las alas se plegaron y desaparecieron.

— ¿Qué… diablos..? —musité, atónita.

Luke nos sonrió.

— A mí me fueron muy útiles en mi misión. Me las regaló papá. Evidentemente, estos días no las utilizo demasiado… —entristeció la expresión.

Percy se sonrojó—. Eh, tío… gracias.

Awww, ya lo llama tío.

— Oye, Percy… —Luke parecía incómodo—. Hay muchas esperanzas puestas en ti. Así que… mata algunos monstruos por mí, ¿vale?

Percy, algo confundido, asintió.

— Claro —aclaró su garganta, antes de mirarlo más seriamente—. Cuida de mi tía, ¿vale?

Luke sonrió y yo solté un estridente sollozo que hizo que todos voltearan a verme. Me lancé una vez más a sus brazos y lo espachurré hasta que, colorado, me dijo que ya no podía respirar.

Mi rubio nos separó después de que yo limpiara todos los mocos y las lágrimas que había dejado en su camisa, y los observamos marcharse colina abajo. Luke colocó una mano en mi cintura y yo apoyé la cabeza en su pecho: viendo al hombre de mi vida partir a su primera aventura de muchas.

— Es fuerte —me convencí a mí misma—, lo conseguirá.

Además, Eros me había dicho que tendría el ojo puesto sobre él a menos que quisiera que me presentara en el Olimpo reclamando una pensión alimentaria que falsamente me debía.

Luke no dijo nada y permanecimos de aquella manera durante un buen rato.

Pensé en lo último que papá me había dicho ayer:

«Te amo, Ágape»

Yo traté de pretender que no me ofendió que se equivocara de nombre, quizás tenía alguna otra hija semidiosa por ahí perdida y aún no me lo quería contar. No me importó lo suficiente, yo era su favorita.

Y por alguna ilógica razón, siempre me lo repetía.

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