Zack Jones
El amor, siempre creí que era una tontería, un sentimiento tan básico que te hacía ser egoísta contigo mismo y reducir el mundo a una sola persona; para mí era cosa de estúpidos. Pero la vida se empeña en recordarte lo humano y frágil que eres, no importa que te consideres un monstruo sin sentimientos, ella te pone delante la prueba definitiva de que eres un idiota más en su ciclo; a mí, me puso delante aquellos ojos.
—Pasa Zack, te he estado esperando —su voz sonó tan dulce a mí oído como una sinfonía de Mozart —. Espero estar hablando con el buen Zack —sacó una pistola de la parte baja de su espalda y me apuntó con firmeza.
—sorprendido, di dos pasos hacia atrás levantando mi mano derecha —Tranquila, hace mucho tiempo que "El músico" no visita mi cabeza.
—Lo siento pero debo seguir un protocolo para estar más tranquila, no quiero que mi cabaña termine con una clave de sol sangrienta pintada en la pared del salón
—dijo sin dejar de apuntarme —. Eso dijo Axel que pasaría si tu macabra personalidad aparece y se entera de que soy la hermana de Lamndon.
Quedé perplejo ante tal información y tenía sentido, tenían un claro parecido.
—Mientras no hayas matado a personas inocentes "El músico" no te hará daño.
—Por su puesto que no puedo saber si eso es verdad o no; así que por las dudas —caminó despacio sin dejar de apuntarme para colocarse detrás de mí, sentí el arma haciendo presión en mi espalda —, me mantendré a salvo.
No puedo decir que sentí aquella aguja clavarse en mi cuello, tal vez ya estaba acostumbrado a tantos pinchazos que recibía en aquel lugar; pero las pocas fuerzas que tenía se desvanecieron. Caí de rodillas y mi cuerpo se empeñó en desplomarse de forma tal de que lo último que vieran mis ojos fuera los de ella.
—Lamndon ¿En serio crees que así me vas a torturar? —reí de forma maliciosa —. Necesitas más que una estúpida máquina de electroshock —una sonrisa torcida apareció en mi rostro.
—levantó una ceja, acercó su rostro al mío mirándome fríamente —Te sorprendería lo que puede lograr una máquina de terapia electroconvulsiva de hace 80 años —se separó de mi para darle dos golpecitos al aparato como si fuese una mascota —. Encontré esta joyita en el sótano del psiquiátrico. Ah, ésto debería estar en un museo. Benditos sean Ugo Cerletti y Lucio Bini — alzó sus ojos y levantó las manos.
—Eres un completo idiota si crees que así me vas a curar —reí a carcajadas.
—Mi pobre Zack —colocó una especie de sintillo con dos pedazos metálicos que reposaron en mi sien —. ¿Que te hace pensar que quiero curarte? Tampoco quiero torturarte —colocó su mano derecha en un botón de la máquina —Aunque... —hizo una pausa para estirar su labio inferior —. La corriente eléctrica de estás bellezas es mucho mas alta de las que se usan actualmente; a demás el tratamiento en aquella época se realizaba sin anestesia ni relajantes musculares, justo como lo recibirás tú —sonrió —. La terapia era tan dolorosa y arriesgada —colocó un pedazo de madera en mi boca con dificultad porque intenté mantenerla cerrada —. Las convulsiones eran tan violentas que hacían que el cuerpo se sacudiera con una fuerza lo suficientemente grande como para romperte los huesos —dijo lentamente, abriendo los ojos infundiendome pánico.
—Mmmmm.....mmmm
—puso la máquina en marcha
—Disfruta tú viaje en el tiempo, al pasado de la psiquiatría.
Intenté gritar y moverme; pero la parálisis del sueño se apoderó de mí hasta que...
—Zack, despierta —sacudió mis hombros para que mi cuerpo respondiera.
Abrí mis pesados ojos, mi frente repartía sudor a todo mi rostro, no tenía fuerzas para levantarme; pero ahí estaba él, ofreciéndome su mano para ayudarme como siempre lo había hecho.
—Axel —mi boca seca hizo que mi voz sonara ronca —. ¿Cuánto tiempo he estado dormido?
—Emm. ¿Te refieres aquí o en el psiquiátrico?
—Agradecería que me pusieras al día con todo —intenté aclarar mi garganta, un horrible mareo me hizo desplomarme en la cama otra vez.
—¡Vaya! Estás pálido. ¿Acaso...?
—miró atrás por encima de su hombro derecho —. Luna, ¿en serio no le diste nada de comer a este pobre hombre? —dijo con la mano en el pecho y abrió su boca fingiendo estar ofendido.
—ella se acercó colocándose del otro lado de la cama quedando frente a él —¿Y arriesgarme a que cogiera fuerzas para que pudiera acabar con mi miserable vida? Por su puesto que no.
—Luna el pobre lleva meses sin comer comida real ¿Quien carajos vive solo con sueros y gelatina? —me miró con una ceja levantada —Confiezo que tuve miedo de que murieras en el camino, no sé cómo se me ocurrió mandarte solo en ese estado —sonrió por la mirada de pocos amigos que le di —. Bueno ya, está bien, lo confieso no tuve miedo; pero si me preocupé —ella lo miró haciendo una mueca de desprecio —. Ay yaaa, no me juzguen, todo salió bien.
—Una parte salió bien dirás —dijo Luna cruzando los brazos —. Aun falta rezar para que Lamndon no descubra que lo liberaste. Por suerte para tí no hay cámaras ahí dentro, solo en la entrada.
—Lo se, pero para eso estás tú; para cargar con toda la culpa, y llamar la atención de tu hermanito —habló en tono cansado —. ¿Pero que haces ahí parada? Ve a prepararle algo a mi músico que se me muere.
—¡Aich! —exclamó con rabia —No soy tu cocinera grandísimo estúpido.
—Si lo eres...
—No lo soy.
—... muy buena de hecho —la apuntó con su dedo índice.
— Nooo. Si intentaras ser más odioso sería imposible, porque eres el puto rey de los odiosos —dio la espalda y caminó resignada a la cocina.
—¿No es tierna? —dijo haciendo ojitos mirándome luego de quitar la vista de ella.
—Nunca vas a cambiar Axel —dije intentando sentarme y negué con la cabeza.
—Bueno, eso está en mi lista de las 145 cosas que no haré nunca, una de ellas es dejar que Lamndon me tenga en un coma inducido durante 6 largos meses, como te hizo a tí —sonrió —. Si me hubieras hecho caso aquella vez, justo aquí, cuando te entró el síndrome de Cristo redentor y te fuiste; tal vez no estaríamos en ésta situación y Theo no tuviese el cerebro frito —hizo círculos con su dedo índice cerca de la sien.
—Me daba igual ir a prisión
—suspiré—. Tampoco imaginé que nos sacarían de la cárcel para llevarnos a un hospital psiquiátrico; y menos que un loco, psicópata y sádico psiquiatra experimentara con nosotros —froté mis ojos con los nudillos y sacudí mi cabeza en una inútil búsqueda de espabilar —. Aunque no sé por qué no recuerdo nada de Theo y tengo muchas lagunas en mi cabeza sobre ti también.
—¡Oh, mierda! —puso sus manos en la cintura y me miró frustrado —. Lamndon casi te fríe el cerebro también. Por poco eh. Agradeceme toda la vida por salvarte. Da gracias a cualquier divinidad que creas que existe de que mi inteligencia es superior.
—Si recuerdo lo insoportable que eres.
—Ves, no soy la única que lo piensa
—caminó hacia mi, me dio un vaso de jugo y un plato con panqueques de miel aún calientes.
Dio la espalda y no pude evitar admirar su delgado cuerpo. A pesar de ser notablemente mayor que yo me gustaba demasiado.
—¡Oye! Yo también tengo hambre mala mujer —le gritó y fue ignorado.
—tomó un panqueque de mi plato y le dió un mordisco —Come amigo mío, hay tipos malos que matar.
—No somos amigos —dije con la boca llena mirando a Luna hasta que la perdí de vista.
—No te hablaba a tí bonachón, le hablaba al maestro de tu cabeza.
—Sobre eso...—le di un sorbo a mi jugo —. Creo que ya no está.
—¿A qué te refieres con que "ya no está"? —la seriedad se apoderó de su rostro.
—Eso que escuchaste. Creo que "El músico" desapareció de mi cabeza.
Me observó detenidamente unos segundos y sin decir una palabra salió de la habitación. Tiró la puerta de forma bruzca haciendo que el estruendo trajera a mi mente otro recuerdo.
—¿Y tu...? ¿Has matado alguna vez? —dijo Lamndon terminando de anotar mi declaración.
—Pues, estoy aquí porque soy el puto Músico, he matado 32 personas, contando a mi propia familia. ¿Que tipo de pregunta tonta es esa?
—Bienvenido Músico —sonrió—. Hablar con Zack se estaba volviendo un poco aburrido —cerró su cuaderno y me miró fijamente —. Es increíble la mente humana, ¿no crees? Un asesino con trastorno de personalidad múltiple, me parece encantador.
Así empezó todo. Las drogas que me adormecían hasta la inconsciencia, el laboratorio, los sueros, las inyecciones que hacían mis venas arder, las torturas con electroshock, eso era lo peor; pero al menos logró deshacerse de la personalidad que me atormentaba y me avergonzaba.
Aunque no era lo que él buscaba.
¿Qué quería de mi? ¿Que quería de nosotros? Axel tenía las respuestas que buscaba; pero me estaba evadiendo, sabía que no me diría nada hasta encontrar en mi un atisbo de maldad.
Solo tenía una forma de hacerlo hablar y era actuar como la persona que el esperaba, debía usar los pocos recuerdos del Músico que taladraban mi cabeza.
Salí de la habitación con cautela. Me encontré con el rostro radiante de Luna, haciéndole honor al astro del cual lleva el nombre. Sus ojos se fijaron en los míos, pero en ellos solo vi desprecio.
Axel estaba pensativo de pie frente a la chimenea, cruzado de brazos.
—Davis —le dije como lo llamaba "El músico".
—se giró hacía mi de forma inmediata —¡Lo sabía! Sabía que...
Unos toques en la puerta de la entrada lo interrumpieron.
Axel hizo una seña de silencio, Luna sacó su pistola, una Desert Eagle.50. Metido en mi papel, caminé lentamente a la cocina en busca de un cuchillo. Él me mostró una sonrisa torcida de satisfacción.
La puerta volvió a sonar, Axel se acercó a la ventana y al ver quién era volvió a sonreír.
—Esto también lo sabía —caminó hasta la entrada y abrió lentamente haciendo chirriar las bisagras.
Ahí estaba aquella chica, parada frente a nosotros, sus ojos no quitaban la vista de Axel y su rostro solo mostraba odio y una rabia indescriptible; pero no estaba sola, detrás de ella, con pasos lentos pero firmes venía él, rodeado de todos ellos.
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