Capítulo 5 Primera misión.
Desde su llegada al Centro Eleane no había vuelto a ver a nadie del equipo, pasaba las mañanas entrenado con Aner y en las tardes salían a correr. Aner tenía una técnica extraña para hacerla acostumbrarse al mundo de afuera que hizo que los primeros días Eleane creyera que su instructora estaba loca. La llevó al bosque y le vendó los ojos con una cinta negra, luego le dijo que la siguiera mientras se iba corriendo y Eleane intentaba seguirle el paso entre tropezones y caídas en un terreno desconocido, fracasando estruendosamente por su falta de desarrollo del sentido auditivo dromir.
Eleane había vuelto al dormitorio ese día con magullones y cortes por todos lados, cojeaba del pie izquierdo y le dolían todos sus músculos, no se había sentido así desde hacía más de una década, de vuelta a los días en los que había empezado con su entrenamiento. Esa noche, cuando finalmente se dejó caer exhausta en la cama, el pesar de su cuerpo la llevó a dormir y le hizo imposible despertar de su terror nocturno, aun cuando lo había vivido fuertemente en su mente.
Por suerte para ella, la técnica de Aner funcionó, en poco más de una semana Eleane era capaz de seguirle el paso a Aner como si la estuviese viendo, guiándose solo por los sonidos que llegaban a ella. Ya conocía el terreno por el que corría, cómo se sentía la tierra bajo sus pies y el roce de las hojas cuando pasaba rozándolas, por lo que Aner decidió cambiar un poco el ejercicio. Eleane todavía recordaba la adrenalina recorriendo por su cuerpo, encendiendo cada parte de ella en alerta mientras una ansiedad insana se apoderaba de su mente.
— Hoy será un poco diferente — le había dicho mientras le vendaba los ojos, haciendo a Eleane tragar grueso sin poder diferenciar si era por el anuncio o la forma en que Aner había hablado cerca de su oreja cuando su vista ya no era un apoyo fiable — Hoy no vas a seguirme el paso, vas a perseguirme. Huiré de ti y si me encuentras, pelearemos.
Luego de eso había desaparecido en el bosque, con Eleane siguiéndola rápidamente para no perder el sonido de sus pasos sobre la tierra y las hierbas. Eleane tardó un poco en encontrarla, Aner ciertamente había sido suave con ella los primeros días, pues sus pisadas eran tan veloces que, aun corriendo al máximo de su cuerpo, a Eleane se le dificultaba permanecer cerca.
Cuando finalmente dio con ella a una distancia aceptable, empezaron una persecución desenfrenada donde, por fortuna, Eleane se las había arreglado para no caerse tropezando o golpear un árbol, hasta que pararon en un claro más de 10 kilómetros dentro del bosque.
Se habían batido allí por un rato sin control, exponiendo sus músculos a un exceso de trabajo y usando cada pieza de conocimiento para esquivar o aminorar el impacto del golpe de la contraria. La batalla improvisada vio su final cuando Aner envolvió a la menor con su propio cuerpo, haciendo de palanca con su peso y lanzando a Eleane contra un árbol.
Caminaron de vuelta al complejo, esta vez de forma lenta y muy adolorida, con Eleane observando por primera vez con sus ojos lo que sus oídos ya reconocían por instinto, un bosque grande e imponente preparado para sus entrenamientos y camuflado del mundo exterior gracias a la ayuda de los magos.
Eleane estaba maravillada con lo fácil que su cuerpo se había adaptado a aquel lugar, ahora todo era más grande en ella. Los ruidos del bosque eran imágenes en su mente, sabía posicionar algo o a alguien sin mirar en su dirección y distinguir el ataque con solo sentir el cambio del aire al moverse el contrario. Cuando le preguntó a Aner que eso para qué le servía, la respuesta era algo que ella debió de haber previsto y sin embargo, la manera en que Aner lo había dicho lo hacía sentir muy diferente.
— Cuando estás allá afuera en el combate real, tu vida depende de los demás, dejas de tener el control de todo y nada está planeado. Para poder improvisar, para poder sobrevivir y ayudar a tu equipo a mantenerse con vida, tienes que ser capaz de medir todo lo que te rodea, incluso si no puedes verlo. En una noche sin luna, en las catacumbas de alguna iglesia abandonada, cazando vampiros, las habilidades que te acabo de enseñar son la diferencia entre la vida y la muerte. Sabrás quién se acerca sin verlo, evitarás matar a tus compañeros o que te maten a ti. Es la mejor forma de defensa y ataque. También requiere por supuesto un alto grado de confianza, pero por ahora, esto servirá.
No sabía si algún día confiaría en los demás, pero sabía que podía ayudar mucho en las afueras, para lo cual tendría que avanzar en lo que hacía. Aner jamás la dejaría ir con ellos a una misión si ella representaba un peligro para los demás.
Se lo había dicho aquella noche en la graduación, si una negligencia suya acaba en su muerte era problema de ella, pero si era la muerte de alguien más, ella personalmente se encargaría de que Eleane deseara haber muerto. Por momentos, Eleane deseaba no pensar en la idea de que a Aner no le importaba su muerte, no siempre tenía éxito.
Ahora habían pasado 28 días de su llegada. Aner le había dicho esa mañana que se preparara, esa noche irían a una misión no tan peligrosa como las que acostumbraba el equipo, pero con ella allí no podían arriesgarse a empezar muy alto. Eleane sintió un pinchazo de ofensa ante esa información, pero sabía tan bien como Aner de que nadie les permitiría aceptar una misión más difícil si había una novata entre sus filas.
— ¿Tu hermana me volverá a atacar? —preguntó Eleane escéptica.
— Hmp… — Aner no había podido contener una risa ahogada ante la pregunta de Eleane — No, no lo creo.
En algún punto en medio de los entrenamientos había empezado a tutearla, como Aner no dijo nada al respecto, Eleane decidió dejarlo así. Lo había visto como progreso, puesto que Aner fue muy intensa sobre no tutearla cuando recién se conocieron, pero habían pasado las semanas y si Eleane tenía que ser honesta consigo misma, Aner se había portado de maravilla en ese tiempo, dejando de lado sus entrenamientos titánicos sacados de algún libro especial de tortura para dromirs de la época de Aquiles y Héctor.
En ese momento esperaba pacientemente en la entrada del edificio donde habían estado por primera vez la noche en que llegaron, no había vuelto allí, aunque sabía que Aner sí. Había muchas cosas de su instructora que le llamaban la atención, cosas que no previó cuando ideó su plan.
Primero estaba el hecho de la relación entre ella y su gemela, Eleane creía haberla estropeado el día en que llegaron, pero Aner le había hecho saber que su hermana había entrado en razón y todo estaba bien. También estaba aquella extraña conversación telefónica que escuchó a escondidas y que Aner se pasara gran parte de la noche en su laptop, haciendo solo ella sabía que. No obstante, por encima de todo eso, lo poco que preguntó sobre ella era lo más discordante.
Eleane se había hecho a la idea de que, estando en la misma habitación, Aner viviría de primera mano el horror de dormir con alguien que padece de terrores nocturnos. La primera noche escapó por poco, pero la segunda todo fue diferente.
Estaba en la misma situación de todas las noches, siempre la misma. El episodio casi acababa, sabía que despertaría pronto, pero no esperaba que fuera cuando lo hizo. Alguien la sujetaba firmemente y la mecía con cuidado mientras su mente intentaba adaptarse a la idea de que ya no estaba sufriendo.
— Shhh, todo estará bien, solo es una pesadilla, todo estará bien — se repetía como un cántico con una voz que a Eleane se le hacía extraña en esas circunstancias.
Estaba bañada en sudor, temblaba, su voz no salía como quería, ella estaba segura de que debía de haber gritado hasta rasparse la garganta, y sin embargo, allí estaba, sentada en la cama y siendo abrazada por Aner, quien la había despertado y ahora intentaba tranquilizarla.
Hubo algo en ese gesto rompió momentáneamente su coraza, su plan se fue al traste por unos instantes y lo único que podía pensar era lo cálido que se sentía ese abrazo. Se echó a llorar sin contención en los brazos de Aner, que siguió meciéndola cuidadosamente mientras la apretaba más contra ella, como haciéndole saber que no iría a ninguna parte.
Del cuello de Aner colgaba algo que se le encajaba en el rostro a Eleane, llevó su mano hacia ello para estudiarlo con detenimiento, era una cadena y el dije era un lobo, por la parte de atrás tenía dos A entrelazadas. Eleane se sorprendió cuando en su rostro cubierto de lágrimas aparecía el esbozo de una sonrisa, pensó en lo mucho que le sentaba ese animal a Aner.
No supo cuándo, pero volvió a dormirse y despertó con el sonido indeseable del despertador, algo nunca antes visto. Eleane siempre estaba bañada y vestida cuando este sonaba en un estruendoso e irritante chillido incómodo, no recordaba ningún momento en su vida en que hubiese tenido que detener ese ruido molesto mientras se desemperezaba. Se había sentado desconcertada en la cama y mirando hacia todos lados, buscando no sabía bien qué, su vista dio con una Aner perfectamente vestida que la miraba desde el escritorio.
— Ya te has despertado, que bien — exclamó Aner sinceramente, poniéndose correctamente la chaqueta negra — El desayuno empezó hace rato, pero puedes bajar luego de ducharte. Tranquila que no te tropezarás a mi hermana en el comedor, anoche me dijo Merithia que se quedó en la casa. Hoy tendrás que entrenar en la mañana sola, puedes ir a la biblioteca si quieres y estudiar un poco después, yo que sé, algo que te guste.
— ¿Vas a una misión? — Eleane había reparado en el arma que Aner metía en la parte de atrás de su pantalón, una Walther P99, 9 x 19, le encantaban esas pistolas semiautomáticas, por lo visto Aner también tenía preferencias por ellas, pero si se guardaba una era que iría a algún sitio peligroso.
— Muy observadora — supo que su observación no había sido tan sutil como pretendía — No tengo que ir a una misión para llevar armas. Los peligros allá afuera son constantes y no todos son vampiros que se esconden del sol, harías bien en recordarlo. Ahora me voy, pero por la tarde vendré y retomaremos tu entrenamiento, así que más te vale ofrecer un poco de resistencia, patearte el culo se ha vuelto demasiado fácil.
Eleane sabía que Aner mentía sobre lo de no ir a una misión por la forma en que había evitado la pregunta, pero poco podía hacer al respecto, además, estaba muy conmocionada por el hecho de que Aner no le había preguntado nada, no había siquiera hecho alusión a lo sucedido la noche anterior. Así, Aner se retiró a un lugar que Eleane desconocía y Eleane pasó el día entrenando, a la espera del regreso de Aner, algo que no ocurrió hasta bien entrada la noche.
Los días habían pasado desde aquel momento, cada noche Eleane tenía el mismo terror y cada noche Aner la despertaba, la consolaba y la dormía otra vez mientras esta jugaba con su cadena. Al día siguiente ninguna hablaba al respecto, era como si no pasara.
Había momentos en los que Eleane se preguntaba si todo era producto de un sueño, si en realidad no sucedía nada de eso, pero ya no recordaba cómo terminaba el terror que durante años la asechó en las noches y se había dado cuenta de que el sofá estaba más cerca de la cama y más lejos del televisor. Sí pasaba, pero Aner respetaba su vida, probablemente pensara que si ella quisiese contárselo lo haría. Aun no estaba lista.
El ruido de una moto acercándose la sacó de sus pensamientos, haciéndola girar su cabeza hacia el camino, donde una Harley quedó aparcada delante suyo con Aner encima de ella.
— Tú nunca me dejarás manejarla, ¿verdad? — comentó Eleane, admirando la belleza de moto de Aner.
— Ja, ja, ja — se burló Aner — Más probable me caso contigo de lo que te dejo manejar mi moto — Aner se quitó el casco y lo dejó en el timón, sacó de su bolso una H&K USP que sostuvo en sus manos unos segundos — Toma, esta es tuya, para esta noche la necesitarás, y si logras salir ilesa y sin habernos disparado a ninguno de nosotros, te dejaré quedártela — ofreció, extendiendo la pistola hacia Eleane, quien la tomó con seguridad.
— Te das cuenta que soy cuadro de honor de la Academia, ¿verdad? Pude haber sido la mejor graduada si no fuera por mi falta total de control y disciplina — argumentó Eleane ante su comentario falto de confianza, guardándose el arma en el cinturón.
— Sí, lo sé, pero en la Academia estás consciente de que puedes equivocarte, tu cuerpo no responde igual porque no estás en peligro real. Aquí, un error es la muerte — Eleane miró a Aner durante un segundo, que se sintió más largo de lo normal, para luego alzar la mano pidiendo el cargador de repuesto, a lo que Aner negó en su dirección.
— ¿Sin más municiones de repuesto? — Eleane enarcó una ceja incrédula, eso no era usual.
— Somos cinco aparte de ti y tenemos un dron que Astrid maneja llamado Archie. No creo que necesites más repuestos — argumentó Aner repasando sus armas, le gustaba asegurarse de que todas estuvieran perfectas varias veces antes de acercarse a la acción.
— ¿Cinco? ¿Quién falta? — preguntó Eleano, notando que su cuenta mental era mayor a ese número.
— Mi hermana no es guerrera, su habilidad es su cerebro, así que ella trabaja desde lejos de la zona de peligro. ¿Te lo dije no? Maneja un dron — explicó Aner, volviendo a guardar sus armas — Ahora bien, recuerda que esta noche pones en práctica todo lo que te enseñé, escucha lo que te diga, obedece las órdenes y no falles — indicó Aner, mostrando la ella instructora y líder de su equipo que no admitiría errores letales.
— Que sí, que pesada con lo mismo — rebatió Eleane, cansada de tenerla repitiendo esa misma frase como si ella fuera estúpida.
— Lo digo en serio Eleane, no voy a perder a nadie de mi equipo por una irresponsabilidad estúpida — aseguró Aner con la expresión más seria que Eleane le había visto.
Eleane no supo qué responder a eso, no era como si no comprendiera que Aner hablaba en serio y la entendía totalmente, si ella amase a alguien de esa forma también quisiera protegerlos. Sin saber qué decir, solo asintió quedadamente, tomó el casco que Aner le ofrecía y se montó detrás en la moto, aferrándose a la cintura de Aner firmemente. Mientras aceleraban por el pavimento, Aner pensaba en cómo habían resultado las cosas hasta ese punto.
En 28 días había hecho muchos avances con Eleane, a veces discutían por cosas estúpidas como qué programa de televisión ver, pero eso les hacía bien a las dos. Eleane necesitaba ver que podía ser normal, ser ella misma sin estar sujeta a las leyes dromirs, y Aner se sentía cómoda como nunca antes.
También estaba lo de los terrores nocturnos de Eleane, Aner había movido el sofá más cerca de la cama para poder correr más rápido al lado de Eleane, esta nunca hablaba en la mañana sobre el tema y ella nunca preguntaba. Había cosas que era mejor no forzarlas.
La primera noche que presenció uno de esos episodios ella estaba despierta, revisaba los avances hechos en la misión de búsqueda del equipo de élite perdido, la noche anterior había recibido una llamada donde le informaban que habían hallado su paradero, pero solo quedaban vivos la mitad de ellos. Estaban en una cede de brujos en Tokio, una mafia de yakuzas brujos para ser más específicos. Que mezcla tan poco agradable, había pensado Aner cuando se lo contaron.
Ellos prepararían una misión allí y ella tendría que ir, le habían pedido que llevase a su equipo, pero se había negado rotundamente. No era correcto, ellos no estaban listos y además, estaba el asunto de Eleane. Al día siguiente le había informado de todo a Iban y habían tenido una reunión virtual con la Junta Roja. Esa noche, ella estaba repasando los planos del sitio donde estaban escondidos los brujos, a la mañana siguiente viajaría a Seattle para reunirse con el equipo que la acompañaría en la misión y tenía que tener todo listo.
El ruido de su cuerpo moviéndose entre las sábanas le había llegado, pero no le había prestado atención sino hasta que los movimientos se habían convertido en espasmos indetenibles, seguidos de gritos por lo bajo que fueron adquiriendo fuerza. Aner había dejado su laptop a un lado y había prestado atención a la imagen de Eleane retorciéndose entre las sábanas, aquello era lo que estaba en el expediente, los pavores nocturnos.
La forma de contorsionarse en la cama, tirando golpes al aire en una lucha mental, defendiéndose de un enemigo que estaba en su memoria solamente, unida a los gritos despedazadores, hizo a Aner temblar en su asiento. Corrió hacia Eleane y la sostuvo firmemente, batallando contra sus golpes sin forma unos segundos. Logró aguantarla contra su pecho y comenzó a mecerse con ella mientras la calmaba.
— Shhh, todo estará bien, solo es una pesadilla, todo estará bien.
Repitió la misma frase una y otra vez, en un tono invariable y con la voz tranquila. Sintió la tensión en el cuerpo pequeño y frágil que yacía en sus brazos aumentar, en ese instante a Aner le había parecido estar calmando a una niña pequeña, no a la fierecilla que le contestaba cada que esta le daba una orden, aunque al final la acatase, y que decía palabrotas cada que algo no le gustaba.
Había notado su despertar, sintió como momentáneamente la joven se debatía entre hablar o callar, apartarse o dejarse hacer, gritar o permanecer tranquila. Su voz no saldría por los gritos y su cuerpo estaba muy cómodo en sus brazos, fue la sensación que le dio a Aner aquella situación. Luego escuchó los sollozos, salían por momentos, como si no fuera intencional que estos estuvieran apareciendo.
Aner siguió meciéndola cuidadosamente a un ritmo parejo y sin descanso. Un tiempo después, no sabría decir cuánto, la respiración acompasada de Eleane le dejó claro que se había dormido de nuevo, haciendo a Aner soltar un suspiro de alivio y acomodarla suavemente en la cama.
A la mañana siguiente, luego de no haber dormido por el resto de la noche, velando el sueño de Eleane con temor a que se repitiese el evento, ya estaba preparada para salir cuando Eleane se despertó por el sonido incómodo de su despertador. Aner le había explicado que saldría y regresaría en la tarde, no mencionó nada del episodio nocturno de su compañera, no era su lugar tocar el tema y no forzaría a Eleane a hablar de algo que no quisiera.
Había dejado la habitación como una exhalación, bajando en el ascensor y recibiendo la brisa matutina de forma relajante. Al pie del edificio se encontró con Astrid, estaban trabajando en mejorar su relación poco a poco, aunque Aner no volvería a ceder ante la presión de su hermana.
— Ya dejaste a la fierecilla lista — comentó Astrid con voz seca, todavía estaba visiblemente resentida.
— ¿Fierecilla? Así que ya se corrió la voz del apodo de Eleane ¿eh? — una media sonrisa tranquila apareció en el rostro de Aner, haciendo a Astrid crisparse ante la imagen.
— Vaya, vaya, así que…te cae bien — indicó Astrid con cierto grado de veneno en su forma de hablar.
— Astrid no empecemos, ella es responsabilidad mía y tú mi hermana, son cosas distintas, por favor — rebatió Aner en tono cansino, empezaba a estar harta del comportamiento infantil de Astrid.
— Vale, cuéntame más bien, ¿por qué dejas a tu responsabilidad solita y te vas a Dios sabe dónde? — su hermana podía ser un incordio con su percepción demasiado desarrollada cuando quería y Aner lo había vivido en carne propia.
— Tengo un encargo…de Iban — Aner sabía de sobra que su hermana no preguntaría más una que mencionara ese nombre.
— Muy bien. Merithia dice que tienes que pasarte por la casa. Tiene que patearte el culo un poco, al parecer — informó Astrid cambiando totalmente de tema, una sonrisa mental de felicitaciones apareció en el pensamiento de Aner.
— Sí, claro, ¿Qué más quisiera ella que poder hacer eso? — repuso Aner con arrogancia, haciendo que las dos se mirasen en silencio unos segundos.
Ambas hermanas se unieron en una carcajada, Aner aprovechó el momento y le pasó el brazo por encima a su hermana. Amaba eso, el poder llevarse bien sin tener que caminar de puntitas una alrededor de la otra. Así se suponía que sería su relación todo el tiempo.
— Bueno y cuéntame… ¿ya lo llevaste a la casa para que Merithia le diera su aprobación? — preguntó insinuantemente Aner.
— Aner,por favor — Astrid se había sonrojado visiblemente ante el comentario de su hermana y desviado la mirada con vergüenza.
— Vamos, sabes que tendrás que hacerlo tarde o temprano — la exhortó Aner, manteniendo un ambiente de confianza entre las dos.
— Lo haré, en su momento. ¿Qué te parece si te consigues a alguien y los llevamos juntas? — sugirió Astrid, mostrando un brillo esperanzador en su mirada que hizo a Aner sentir un nudo en el estómago.
— También puedo intentar escalar el Everest contigo a la espalda — repuso jocosamente, intentando desviar el tema.
Esto había causado otra carcajada por parte de ambas, minutos más tarde Aner se despedía de su hermana y se iba en la moto camino a Seattle. La reunión de esa mañana había sido bastante prometedora.
El equipo traería armamento especial para la acción y unos brujos de la Asociación de Ayuda Inter-Especies, mejor conocida como AAIE, irían con ellos para asegurarse de que la magia no les afectaba en sobremanera. Todo en aspecto a ese plan estaba perfectamente organizado, junto con cada miembro personalmente escogido con la asesoría de Iban, algo que le daba la certeza a Aner de que eran los mejores disponibles.
Cuando Aner vio alzarse ante ella la iglesia donde habían quedado de reunirse, detuvo el flujo de recuerdos abruptamente, no era el momento ni el lugar de pensar cosas innecesarias. Si quería que todo saliera bien teniendo a Eleane allí, tenía que estar concentrada, sino corrían riesgo de ser atacados por sorpresa o no obtener soluciones ante cualquier imprevisto. Aceleró más la moto, haciendo que Eleane se estremeciera detrás, aferrada a su torso, y Aner hiciera un esfuerzo por ignorar la cercanía de sus cuerpos.
oOo
— ¿Cesaer?— llamó Astri, que estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas.
Merithia y Krisbian andaban para una misión especial de parte de Iban, así que para no quedarse sola se había ido a la habitación de Cesaer. Sin embargo, ni siquiera allí había podido huir de su mente, se encontraba ensimismada en esos pensamientos que la carcomían por dentro, necesitaba a alguien que la apoyase.
Su hermana estaba muy distante desde que la nueva había llegado y si bien se habían reconciliado de la discusión fea de aquel día, aun así la veía lejos, nada era como antes. Se pasaba las horas prestando casi toda su atención a la salvaje de su pupila y eso tenía a Astrid demasiado estresada, algo inusual en ella.
— ¿Qué crees que pasará esta noche? — preguntó con incertidumbre.
— … — Cesaer, que salía del baño, guardó silencio mientras examinaba el rostro preocupado de Astrid — Si te soy sincero, esa chica es buena. Nunca la he visto en acción, pero fue asignada directamente a nuestro equipo, definitivamente es buena, más ahora que tu hermana la entrena — la sinceridad de Cesaer no fue bien recibida por Astrid, algo obvio por la forma en que frunció el ceño.
— No entiendo que se le metió en la cabeza a Aner para aceptar tal cosa — protestó, haciendo sus típicos berrinches que solo Aner aguantaba, y ocasionalmente Cesaer, que había aprendido a lidiar con ello lentamente.
— Hmp… ¿Astrid, alguna vez has pensado que tu hermana quiere más de la vida que solo sentarse a esperar a que tú vuelvas a sus brazos en un berrinche de infelicidad momentáneo? — aunque la estaba regañando, Cesaer no perdió el encanto natural en él, la dulzura de su voz, mientras internamente esperaba que Astrid comprendiera lo que él le decía y no armara la tercera guerra mundial por recalcar la verdad.
— Supongo que…realmente es eso lo que hago — comentó pensativa la rubia, más para sí misma que para su novio — Cesaer, tengo miedo de perderla — admitió en un tono marcado por el dolor, Cesaer entendía que de niñas habían perdido demasiado, lo que había llevado a una unión extrema entre ellas que ahora Astrid veía amenazada, pero tenía que hacerla entender que eso no tenía sentido.
— Eh, eh, eso no pasará — intervino rápidamente, acercándose a Astrid y acunando su rostro entre sus manos — pero tu hermana es una persona y tú eres otra — enfatizó firmemente, haciéndola mirarlo a los ojos — No puedes pedirle que viva su vida a tu sombra, no forma parte de ella — era una realidad que nunca nadie le había dicho, quizás por eso a Astrid le costaba tanto entenderlo.
Astrid, quien había reflexionado mucho sobre toda la situación durante todo el tiempo desde que la fierecilla había llegado, resolvió que Cesaer tenía razón, que las cosas no podían seguir así, por más que ella quisiera tener a su hermana en una botella de cristal para siempre, tenía que aprender a aflojar y aceptar que Aner tenía sus propias responsabilidades.
Para agradecerle a su novio por ayudarla a llegar a un nivel de aceptación, esta lo tomó de la mano y lo empujó suavemente hacia la cama detrás de ella, haciéndolo girar y usándolo de palanca para ponerse de pie. Aprovechando su intercambio de posiciones para contonearse de forma muy coquetamente deliciosa hasta terminar subida a horcajadas en su regazo.
— Astrid, espera…los demás vienen en camino. No podemos… — intentó protestar Cesaer, aferrándose al poco resquicio de cordura que le quedaba en aquella situación.
— Shhh…siempre podemos divertirnos mientras esperamos — repuso ella con una sonrisa ladina que enmarcaba el trasfondo malvado y sensual de aquella propuesta.
Astrid lo besó con deseo, furia, cariño incluso, haciendo a sus labios fundirse y a sus lenguas batirse una contra la otra de forma desesperada, mostrando cuánto necesitaba eso en aquel momento. Llevó las manos hacia su torso y bajando hasta su cadera tomó el pulóver por el dobladillo y tiró de este hacia arriba para quitárselo, disfrutando de la sensación del abdomen firme y marcado por el exceso de entrenamiento al que eran sometidos como dromirs.
Cesaer sabía que aquello estaba mal, al menos en ese momento en que estaban a minutos de ser recogidos para ir a una misión peligrosa, pero se sentía tan bien que negarse no era siquiera un pensamiento leve. Subió los brazos, ayudando a la tarea de Astrid de quitarle por completo el pulóver, y luego metió sus manos despacio, acariciando cada parte de la piel caliente bajo sus dedos, debajo de la blusa de Astrid.
Cuando sus manos dieron con los firmes senos, se vio perdido en el deseo y su cerebro se desconectó totalmente. Con rapidez y fiereza le quitó la blusa a Astrid en movimientos apresurados, luego se dio la vuelta bruscamente, dejando que ella descansara la espalda contra el duro colchón en un gesto firme que la hizo revotar entre la cama y el cuerpo de Cesaer.
— ¿Esto es lo que quieres? Esto tendrás — concedió Cesaer en un tono bajo y ronco que hizo estremecer a Astrid totalmente, erizando su piel — pero tiene que ser diferente, rápido. ¿podrás aguantarlo? — era un reto en toda norma, uno de esos de los que no te puedes retractar.
Astrid, incapaz de articular palabra llegados a ese punto, asintió rápidamente con la cabeza, muriendo de deseo por tener dentro al hombre que se mantenía sobre ella, sintiendo su peso en todo su cuerpo.
Cesaer le había subido las copas del sujetador y besaba, chupaba, mordía y succionaba sin piedad uno de sus rosados pezones, mientras con una mano apretaba y acariciaba el otro seno y la otra descendía hacia su parte más íntimas, atrapando entre sus dedos el punto que podía llevarla a explotar, pero sin permitírselo. Dejando que toda ella se mojara entre contracciones y movimientos involuntarios, manteniéndola en una tortura constante de la que no la dejaba librarse.
Con movimientos rápidos y precisos, Cesaer volteó a Astrid hasta ponerla de cara a la cama, con los pies tocando el suelo y viéndola retorcerse, arqueando más la espalda solo para provocarlo. Una sonrisa ladina marcó su rostro mientras él le bajaba los pantalones hasta la rodilla con bragas incluido y liberaba de la tensión intensa a su miembro erecto y goteante.
Alargó el brazo hacia la mesita de noche, donde tomó el envoltorio metálico y lo rasgó rápidamente, sus dedos habilidosos rápidamente cubrieron su miembro en el látex y luego de un solo empujón entró en Astrid, que sofocó contra el colchón un grito de placer entre temblores.
Las embestidas fueron brutales, rápidas y sin compasión, acompañadas de masajes en los senos, pellizcos en los pezones, besos en el cuello y los incesantes gemidos de Astrid, quien se hallaba muy cerca de su objetivo mientras todo su cuerpo resentía la actividad, haciéndole saber que mañana le dolería absolutamente todo, ese pensamiento era suficiente para hacerla sentir más placer.
Cesaer notó el cambio en Astrid, su cuerpo se tensaba, sus piernas se apretaban juntas, su vagina se contraía alrededor de él en una presión caliente de la que no podía escapar, sabía que ella estaba cerca y él también estaba a punto. Viendo que él no resistiría mucho más y que ella estaba al borde, llevó su mano hasta el clítoris de Astrid y masajeó en círculos con cierta fuerza, manteniendo sus movimientos constantes.
Eso fue todo lo que hizo falta, tres embestidas más y ambos se vieron extasiados, consumidos por un orgasmo intenso y brutal en el que Astrid gritó mientras apretaba a Cesaer y se contorsionaba contra este y él intentaba mantenerla quieta, sintiéndose vaciar en el interior del baboso envoltorio del condón.
Cesaer fue el primero en escuchar el sonido del claxon, los demás los esperaban abajo y él no tenía ni idea de cuánto tiempo llevaban tocándolo, apenas estaba saliendo de la bruma post orgásmica.
— Acomódate Astrid, es hora — anunció, le dio un beso rápido en los labios a medida que salía de dentro de ella y la ayudaba a ponerse en pie.
Se acomodaron rápidamente las ropas en movimientos apresurados. Astrid tomó su pistola, una SIG-Sauer P228 regalo de su hermana, era una de las favoritas de Aner y a Astrid le había hecho mucha ilusión que hubiese escogido una para ella, recordaba haber brincado sobre su hermana, haciéndola cargarla, para darle muchos besos por el rostro al saber que confiaba lo suficiente en ella como para darle un arma.
Cesaer terminó de arreglarse y recogió todo lo que necesitaba, no era bueno con los cuchillos, pero las armas de fuego eran su pasión, más exactamente los fusiles y sus derivados. Su arma favorita era un subfusil FN P90, regalo de ella, se lo había enviado de Bélgica directamente hacía casi un año, a modo de regalo especial por su cumpleaños.
Ese mismo día habían empezado sus salidas con Astrid, no supo bien por qué lo hizo, quizás fue la melancolía de no tenerla a ella o el dolor de no lograr olvidarla, pero los motivos se disiparon con el tiempo y ahora la chica era verdaderamente importante para él, aunque no por eso dejaba de comunicarse con ella, esa idea ni siquiera pasaba por su cabeza.
Esa noche, de haber estado con ella todavía, sería su aniversario, una sonrisa triste que Astrid no vio se formó en los labios de Cesaer y en honor a esa fecha significativa, tomó el arma y sus municiones. Se llevó también una pistola en la espalda, nunca era demasiado considerando que podía pasar cualquier cosa en la misión. Con todo listo, bajaron las escaleras apresurados, Astrid cerró la puerta principal y ambos se metieron en el auto.
— Hola, creía que iríais a dejarnos plantados y pasarían toda la noche dándose por todos lados — ese fue el saludo enérgico de Mariana, que estaba sentada en el asiento del copiloto.
A su lado, Dom, que era el conductor designado, se carcajeó ante la cara que pusieron Astrid y Cesaer. William, sentado contra la puerta del lado izquierdo, no reaccionó en lo absoluto. Nunca lo hacía, las bromas insustanciales como aquella le parecían ridículas, como casi todo. Cesaer solía comentar que ser William debía de ser muy aburrido.
— Esa era la intención, pero tengo más miedo de Aner que deseos por Astrid. Digo, no tendré nada que meterle luego si falto hoy y su hermana me castra como castigo — la respuesta creativa de Cesaer hizo a todos reír a carcajadas dentro del auto, menos a William, que se revolvió incómodo en su lugar, cansado de la actitud infantil de sus compañeros de equipo.
— Bueno, ya basta, tenemos trabajo serio que hacer y Aner y la novata ya deben de estar esperándonos en la iglesia — intervino con firmeza, el comentario de William puso a Astrid de mal humor rápidamente, no quería pensar en su hermana al lado de aquella mocosa de mierda y había intentado evitar esa realidad hasta ese momento.
Entendía la situación, eran instructora y pupila, pero había algo de la relación de ellas que no le gustaba y la hacía sentir incómoda. Pasaban el día discutiendo de cosas triviales, según le contaron algunos dromirs por allí que las veían en el Centro, rara vez se trataban bien, siempre gritándose y discutiendo hasta por la más mínima pequeñez, aunque en nada verdaderamente importante discutían.
Según decían los demás, en los momentos de decisiones de gran envergadura hablaban civilizadamente, veían todos los puntos posibles, analizaban y tomaban la opción que les parecía más correcta luego de llegar a un entendimiento entre ambas, en un consenso de base que Astrid nunca vio a Aner hacer.
La relación entre ella y su hermana nunca fue así, Aner normalmente tomaba decisiones, si Astrid tenía algo que decir al respecto podía intervenir, pero no era usual que Aner la escuchara una vez que había llegado a marcar una manera de hacer las cosas, algo que hacía a menudo y sola.
Todo eso había causado la situación actual, Astrid tenía envidia de la joven que había creado una nueva faceta en Aner, una a la que ella no tenía acceso y desconocía en su totalidad. Sabía que aquello era egoísta, pero aun así no podía refrenar el sentido de sus emociones e ideas para con su hermana.
Dom puso el auto en marcha sin decir más nada, intentando llenar el silencio incómodo que se había creado, Cesaer, Mariana y él se pasaron la trayectoria debatiéndose sobre la misión de esa noche, los diferentes accesos y lo que Aner tenía pensado hacer. William aclaraba puntos específicos que los demás parecían obviar en ciertos momentos, aludiendo a que nadie nunca prestaba total atención a los planes que Aner elaboraba, pero Astrid desvió su mente totalmente tan pronto como el auto había arrancado sobre el asfalto.
La llevó lejos de allí, catapultada hacia su lado más imaginativo, ese que mantenía sellado porque Aner solía decirle que se dejaba llevar por lo que imaginaba y distorsionaba la realidad. En esos momentos veía a su hermana caminando con la nueva al lado, alejándose de ella permanentemente. Algo le decía que eso pasaría eventualmente, puede que fueran suposiciones ridículas en ese instante, pero si resultaban no serlo y su relación con su hermana sí estaba en peligro, ella no permitiría que eso ocurriese. Nadie la apartaría de Aner, nunca.
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Retomando las demás actualizaciones, si alguien está leyendo esto, ¿qué le parece? ¿Opiniones o comentarios?
Os subo dos capítulos debido al atraso y espero que os gusten, si es así, dejad una estrellita para esta persona.
Entonces sigan adelante🔜🔜🔜
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