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Capítulo 4 Nuevo hogar.

La habitación vibraba luego de tanta tensión dentro y Eleane se sentía algo embotada por ello, pero no lo suficiente como para no obedecer una orden de Aner. Después de que la rubia mirase momentáneamente hacia Iban y William, cogió su maleta y caminó fuera de la habitación.

Eleane no miró a nadie, ni tampoco dijo nada, simplemente giró sobre sus talones, recogió sus cosas y se fue detrás de Aner. Caminaron en silencio por el pasillo hasta llegar a la puerta, salieron al exterior, por donde mismo habían entrado. Aner no sabía qué hora era, pero por la frialdad de la noche y el tiempo que habían pasado hablando, tenía claro que hacía más de dos horas que habían llegado y estaba cerca de amanecer.

Aner lideró la caminata silenciosa por el borde del edificio hasta donde un trillo abría el paso hacia una gran área despejada, había una fuente en el centro y de ella partían diferentes caminos en distintas direcciones. Aner siguió en dirección a uno de los edificios que se alzaban más allá de la fuente, el cual era visiblemente alto y tenía un color entre metal y plata.

Se adentraron en este y recorrieron otro pasillo silencioso y sin adornos hasta el final, donde había un elevador al cual se subieron a paso lento, pues Aner no variaba el ritmo de su caminar. Eleane se fijó en que Aner presionaba el número correspondiente al piso 3, el aparato se puso en marcha con un ruido vibrante y la ligera sensación de mareo que siempre causaba en Eleane apareció.

Poco después llegaron al piso y las puertas metálicas se abrieron. Aner salió y Eleane hizo lo mismo. Otro pasillo, pensó Eleane quejumbrosamente, sabiendo que si no ponía atención y memorizaba cada tramo de esa dirección terminaría perdiéndose sin remedio, tenía un sentido de la orientación algo carente.

Sin embargo, gracias a sus observaciones vio la diferencia entre los demás y ese en el que ahora estaban, en este solo había tres puertas, y luego de pasar de lado por las primeras dos, supo que el cuarto que compartiría con aquella mujer tan extraña era el último del piso. Conveniente, pensó en silencio.

Aner metió la mano en el bolsillo trasero de sus jeans y sacó una llave, el llavero que colgaba de esta era una especie de mini cuadro de madera donde aparecían ella y su hermana dándole un beso en la mejilla mientras Aner mantenía expresión neutral, y al moverse la imagen cambiaba a una donde Aner sostenía el rostro de Astrid suavemente, mostrando lo delicada y preciada que su hermana era para ella en todos los aspectos.

La loca violentamente inútil, tiene suerte, no siempre tienes a alguien que te ame tanto como para mirarte y cuidarte de esa manera, se dijo Eleane para sus adentros.

Una vez abierta la puerta de un giro rápido con la muñeca, ambas entraron en el dormitorio. Para molestia de Eleane, le agradaba lo que veía, no era el cuarto mejor adornado del mundo, pero a ella le parecía bien en su propia sencillez. Las paredes eran en un tono marfil mientras el techo era de un blanco refulgente, había un solo escritorio, pero por ella bien pues rara vez usaba uno, su portátil era algo que usaba sentada en el suelo, colocado en sus muslos y en una pésima posición para la espalda, si no tenía una escoliosis era un milagro.

En una esquina estaba un sofá rojo de dos plazas en dirección a un televisor que estaba empotrado en la pared. La ventana era corrediza y llegaba al suelo, daba a un balcón mediano que tenía vista al bosque que se erguía poderoso detrás de las construcciones del Centro, a Eleane se le asimilaba a un guardián protector que mantenía lejos a los intrusos.

La cama de matrimonio estaba ubicada en el medio de la amplia habitación, donde todo quedaba junto, pero nada estaba hacinado pues restaba el espacio suficiente para caminar por el lugar sin tropezar, era perfecto para ella. Una realidad como un cubo de agua fría cayó sobre Eleane al reparar en un detalle, entonces sus ojos se abrieron desorbitadamente en una expresión de horror.

Aner, que la estaba mirando desde un lado hacía ya un rato, halló divertido este hecho si bien no lo mostró físicamente, la chica no había mostrado muchas expresiones desde que se conocían y solo habían tenido una plática. No parecía un buen comienzo para unas compañeras de habitación, mucho menos para un instructor y su aprendiz, por eso le alegraba saber que la fierecilla podía mostrar emociones, que podía sorprenderse, ser tan humana como sus naturalezas lo permitían.

Buscó en la habitación aquello que tanto impresionaba a su nueva estudiante y se encontró tan sorprendida como la primera, aunque siendo menos expresiva al respecto.

— ¡Una cama¡ — Eleane fue la primera en romper el silencio con una exclamación estruendosa que mostraba su descontento — ¿Por qué demonios hay solo una cama?

— No lo sé, yo no estaba aquí cuando la habitación fue arreglada — afirmó Aner, meditando qué podía haber pasado para esa confusión — Imagino que si escucharon mi nombre hayan supuesto que vendría con mi hermana.

La explicación más lógica era esa, si a nadie se le dijo que Aner se mudaba a la residencia porque tenía que hacer de instructora, seguramente pensarían que vendría con Astrid, lo que explicaba que solo pusieran una cama. Pensar en ella le dolía, no debían de terminar así, Aner simplemente intentó mantenerla tan lejos de su mente como era posible.

— Y lógicamente, tú y tu hermana con 23 años todavía duermen juntas — espetó Eleane de forma sarcástica.

Malditas gemelas locas, no pueden actuar como hermanas normales, parecen más bien un matrimonio, pensó Eleane con rabia contenida.

— Eso no es asunto tuyo — rebatió Aner con el enojo patentando su voz — De todas formas no es un dato importante, dormiremos así hoy y mañana hablaré con Iban para que se encarguen de ello — dicho esto, Aner caminó hacia una pared lisa.

Delante de esta no había nada y a simple vista en ella tampoco, pero cuando Aner presionó su palma derecha contra el frío material del que estaba hecha, esta empezó a correrse hacia un lado sin hacer ruido alguno, dejando paso abierto hacia otra habitación un poco más pequeña en la que habían dos armarios incrustados en la pared y una división a otra puerta.

— Este es el vestidor, yo pondré las cosas en el compartimento de la derecha, tú usa el otro. Al lado de cada uno hay una pequeña puerta que se desliza si presionas tu palma en ella, tienes que elegir una mano, la pared tiene un escáner que reconocerá tu palma siempre y no se abrirá a nadie más, es para que pongas tus armas y municiones.

Aner hablaba firmemente, no vacilaba y tampoco prestaba atención a la expresión desconcertada de Eleane.

— No es correcto que las tengas regadas por la habitación, además, ante cualquier imprevisto es bastante incómodo que el enemigo pueda encontrar tus armas y usarlas contra ti, por eso tiene tanta seguridad el sistema. La puerta del fondo da al baño, este tiene una tina y una ducha, además de todo lo necesario para la higiene y demás, básicamente. ¿Quieres bañarte primero o lo hago yo? — propuso Aner de forma rápida y segura, sin darle segundos pensamientos a nada que no fueran sus explicaciones necesarias y dejando la elección en manos de Eleane.

— ¿En serio eso es todo? Una explicación de la distribución de la habitación y pasar por alto el que tendremos que dormir en la misma cama — acusó Eleane con desesperación y pudo ver el gesto de desconcierto que hizo Aner.

Claro, ella no entendía dónde estaba el problema, había dormido toda su vida con su hermana, no podía saber que molestaba tanto a Eleane, y ella no pensaba contárselo. Su orgullo era tan grande como un rascacielos.

— Mira… — Aner dejó salir un suspiro cansado antes de continuar con su respuesta — No podemos hacer nada, no ahora de todos modos y honestamente, no es tan importante. Estoy muy cansada y mañana tendré el día más largo de mi vida en mucho tiempo. No solo tengo que cargar contigo, sino que estoy peleada con mi hermana, aparte de las responsabilidades que tengo encima y que no son pocas — Aner se había ido exalando a medida que se explayaba, ya había alcanzado su límite de tolerancia — El dormir contigo en la misma cama, apuesta lo que quieras, es la menor de mis inquietudes y ciertamente no un problema a mi consideración. Así que dime si te vas a bañar primero, para sino entrar yo, realmente necesito tomar una ducha caliente.

Para cuando terminó, sus músculos estaban tensos y respiraba ligeramente agitada. Si Aner se había dado cuenta de que algo más pasaba por la mente de Eleane, no quiso preguntar, se limitó a esperar una respuesta por parte de la menor.

— Báñate tú — fue todo lo que la chica dijo en un tono bajo y rendido. Eleane entró en el armario con su maleta, empezó a sacar las cosas de esta y a acomodarlas en el compartimento de la izquierda sin mirar a Aner en ningún momento.

Aner abrió su armario y sacó unos pantalones a media pierna grises oscuros y una camiseta negra, tomó unas bragas negras de la gaveta y fue hacia al baño. Antes de cerrar la puerta de este miró hacia atrás, podía sentir que Eleane estaba cohibida y no entendía por qué, pero tenía claro que no podría sonsacárselo fácilmente así que mejor agudizaba todos sus sentidos, podía ser más fácil hacer conjeturas y que la chica lo desmintiese que preguntarle directamente.

Cerró la puerta soltando un suspiro y se desvistió, metió toda la ropa en la canasta de la ropa sucia, dejó los zapatos en una esquina, colocó su SIG-Sauer P239 en el lavamanos, al lado de su daga y el juego de agujas y entró a la ducha. El agua caliente nubló sus sentidos, como siempre ocurría, por eso era su medio para quitarse el estrés. En medio de ese momento tan relajante, empezó a pensar en lo ocurrido hacia un rato con cierta aprensión.

No creía que se había enfrentado a su hermana, lo que le había dicho de seguro la había herido, pero no podía vivir más así. Lo que tenía más confundida a Aner era el motivo por el que se comportaba de esa forma. Nunca había pensado de esa manera y llevaba toda su vida en esas circunstancias penosas como persona, pero esa fierecilla que estaba afuera la había hecho desear ser algo distinto.

Cuando había perdido los papeles y la había lanzado por encima suyo contra el asfalto, había encendido algo dentro de ella. Deseaba entrenarla, enseñarle muchas cosas, demostrarle que podía querer al mundo y que el mundo podía quererla, que los traumas de su infancia no tenían por qué afectarla toda la vida, aunque ella no fuera la persona más ideal para decir eso. Aner todavía era perseguida por los fantasmas de su pasado, pero no quería que eso le pasara a esa chica, vivía en carne propia sus consecuencias diariamente.

                                oOo

Estaba loca si pensaba que ella, Eleane Nervars, aceptaría tan fácilmente dormir en la misma cama que ella. ¿Quién se creía que era?

Por ese curso estaban los furiosos pensamientos de Eleane cuando la puerta del baño se abrió y de dentro salió una chica muy blanca, con el cabello rubio mojado y goteando sobre la toalla con la que intentaba secarse, con gotas de agua en la frente, las mejillas y los labios, que se mostraban sonrosados por el agua caliente. Sus ojos verdes brillosos y limpios, que reflejaban un cansancio de años y la calma de alguien que mejora su estado de ánimo.

Con su mano derecha pasaba la toalla por sus cabellos mientras en la izquierda llevaba sus zapatos. Eleane reparó en sus brazos desnudos, que no mostraban señales de tener ningún tipo de marca, como si en todo el tiempo en que llevaba luchando contra los seres de la noche no le hubiesen hecho ni un arañazo.

Su ropa ancha de andar en casa no disimulaba para nada lo que era un muy buen cuerpo. En la graduación Eleane había reparado en las curvas de la muchacha, pero la verdad es que en ropa de descanso se veía aún mejor, le daba un aire natural que se mostraba apetecible para la menor.

No traía sujetador, Eleane se dio cuenta por la forma en la que se marcaban sus pezones en la tela, haciendo que su mirada se quedase fija allí unos segundos, seguían una cintura estrecha y unas caderas de muerte, parecía tallada por las manos de un artesano especialista en hacer guitarras. Los pantalones a media pierna se pegaban a ella sin dejar de ser cómodos, resaltando sus piernas marcadamente bien torneadas, que tenían una forma muy bonita.

Así, relajada, parecía de su edad. La primera vez que Eleane la vio en persona, lo férrea de su mirada hizo que pensará que era mayor de lo que decía el expediente donde había leído sobre ella, sin embargo, ahora podía decir perfectamente su edad, e incluso podría quitarle años. Aner cuando se relajaba parecía una persona totalmente diferente.

— Listo, puedes pasar ahora — anunció Aner tranquilamente, caminando por su lado y dejando sus zapatos en la zapatera debajo de su compartimento del armario.

Con la mano derecha abrió el panel de la pared y cuando este se deslizó, Eleane vio la cantidad de armas que poseía aquella diosa rubia. Tenía seis pistolas semiautomáticas Walther P99, seis SIG-Sauer P239 si contaba aquella que se sacaba del bordillo trasero de los pantalones, una colección de diferentes tipos de dagas y juegos de agujas de diferentes materiales raros, algunas finas otras tan gruesas como un lápiz, con la luz reflejada en ellas se notaba que estaban grabadas, pero sino las observaba más de cerca no podría saber qué era.

Con ambas manos libres, empezó a frotar su melena con la toalla de forma rápida, buscando cercarlo lo antes posible. Sintiendo una mirada fija en ella, Aner se volvió hacia Eleane.

— ¿Sucede algo? — preguntó con curiosidad y a la vez algo de suspicacia.

Eleane, que en ese instante se dio cuenta de la estupidez que había hecho observándola fijamente al detalle, negó rápidamente con la cabeza al tiempo que tomaba la ropa que tenía preparada para ponerse y corría hacia el baño. Cerró fuertemente la puerta tras suyo y se apoyó en ella, soltando un largo suspiro mientras sentía su corazón desaforado contra sus costillas.

— Pero qué cojones…

Las palabras salieron como un susurro por lo bajo en una queja hacia sí misma mientras sus labios se curveaban en una sonrisa, se había comportado como nunca en la vida, como una niñata de la edad que ella tenía. Riéndose de su persona, se puso en pie y se desnudó, antes de entrar a la ducha se miró un momento en el espejo.

Lo que vio fue a una chica delgaducha, de senos pequeños aunque firmes, su tono muscular era bueno, pero aun así era demasiado delgada y eso la hacía parecer débil, cosa que usaba a su favor para despistar a cualquiera que quisiera hacerle algún daño, fingiendo ser una niña indefensa sin oportunidades contra sus contrincantes. No tenía grandes curvas y nada en su cuerpo era exagerado, era una chica relativamente normal para su edad, bonita según le decían los chicos de la Academia.

Había tenido uno que otro novio de momentos ocasionales, pero eso no era importante, ni siquiera recordaba sus rostros y poco había hecho con ellos más allá de unas salidas sin sentido y roces casuales que ellos tenían intensión de que llevaran a algo más, pero para Eleane eso no era un plan posible.

Aun así, sabía que su físico no se comparaba ni de lejos con la mujer al otro lado de la puerta, y siendo honesta, no quería parecerse. Le había gustado ver su cuerpo, pero no porque lo quisiera en ella misma, prefería observarlo en otras. No, no en otras, en ella.

Sacudió bruscamente la cabeza al ver el rumbo que tomaban sus pensamientos, no era por eso por lo que la había pedido de instructora, no podía dejarse llevar ahora que finalmente estaba dentro y compartiendo la misma habitación incluso.

Entró en la ducha y quitó el calentador, quería que el agua fría la calara, que borrara esos pensamientos insanos para su paz mental. Un rato más tarde se encontró delante de la cama, totalmente vestida y lista para dormir, mirando fijamente hacia esta con cara de preocupación.

— ¿No vas a entrar? — preguntó Aner con confusión. La mayor la miraba desde su posición en su lado de la cama, estaba ligeramente sentada, apoyada en sus brazos e inclinada hacia atrás, su pelo se esparcía por la almohada y bajo las sábanas se adivinaba su figura.

— Sí, eh…claro — farfulló con la voz fallándole y ligeros tartamudos.

Con movimientos nerviosos que la hacían sentirse estúpida, Eleane se metió en la cama y se acurrucó, dándole la espalda a Aner y tapándose hasta la barbilla. Sintió como Aner giró sobre sí misma en su dirección y se terminó de sentar, percibía su mirada fija en ella, pero no quería girarse a verla y arriesgarse a ver encontrar en su expresión la imagen de la comprensión.

— Tú…hmp…no puede ser — habló por lo bajo, con su voz impregnada de incredulidad y aun dudando de si estaba en lo cierto, pero vio como Eleane se encogía debajo de las sábanas y supo que su pensamiento era correcto. Aner ahogó inefectivamente una risa que brotaba de dentro de ella, Eleane se giró lentamente para mirarla con recelo y algo de furia — Tú nunca has dormido con nadie en la misma cama, ¿cierto?

Eleane se sentía a morir, quería que la cama se rompiera, que el suelo se abriera y que ella cayera hasta abajo, directamente al núcleo de la tierra, ardiendo en lava hasta ya no existir. En un acto impulso, sorprendió a Aner sentándose bruscamente en la cama y adoptó una actitud visiblemente defensiva.

— SI, TIENES RAZÓN, ¿Y QUE? — gritó con su rostro volviéndose rojo de la ira — Yo no tengo una hermana loca que duerme conmigo todas las noches y mi madre nunca fue de las que abrazaba a su niña hasta que se durmiera, así que nunca he tenido que compartir cama con nadie.

Aner se sintió de alguna forma conmovida con la confesión brusca de Eleane, y culpable por haberse burlado. Cierto, a veces se le olvidaba que para todos no era normal dormir con alguien más, pero es que familiares no fue su único pensamiento.

— Y novios, ¿no tuviste un novio con el que dormir? — preguntó con cautela.

Recordaba que en la Academia, cuando las luces se apagaban y era el horario de dormir, todos corrían por los pasillos con sutileza, desplazándose hacia las habitaciones de sus parejas para pasar las noches juntos. Aner se tropezaba diariamente con esa escena cuando iba hacia la habitación de Astrid, cosa que empezó a hacer sobre la adolescencia, intercambiando papeles con su hermana.

— No, vale, no…he tenido mis rollos de dos días con chicos y apenas con uno solo sí tuve una incómoda sesión de besos, la cual detuve después de unos ocho minutos y ya está — respondió agitadamente.

Debajo del muro defensivo que Eleane levantó, Aner pudo ver a la joven que era verdaderamente. El instinto de protección que siempre se activaba cuando Astrid se ponía igual que Eleane en ese momento, o cuando trataba con los niños huérfanos debido a que sus padres habían sido asesinados en una misión, no se activó tal cual ella esperaba. Este permaneció dormido e inexistente, en su lugar, una sensación desconocida la inundó, haciéndola sentir ligeramente asfixiada.

Quería proteger a esa chica, ayudarla y reparar sus rotos, pero no como una madre hacía con sus hijos. Veía en la joven potencial inigualable, deseaba verla levantarse a ella sola, con su ayuda, pero sola. Ver como desplegaba todo su poder hasta el máximo, como se sostenía en pie por sí misma en medio de los demonios que la rodeaban, pero no podía ser a la primera de cambio, tendría que ir lento y Aner lo sabía.

Comprender hasta qué punto habían maltratado a la niña dentro de ella, para saber que tanto tendría que pagar la mujer en la que Eleane tenía que convertirse, era crucial en esos momentos, por eso tomó una decisión. Se deshizo de las sábanas y las enrolló en un bulto, tomó la almohada y se encaminó hacia el sofá, colocó todo de forma descuidada y se dejó caer en él en un golpe sordo, soltando un bostezo cansado al final.

— Que descanses — dijo suavemente, sin mirar hacia Eleane.

Se acurrucó en el sofá en una extraña posición y quedó dormida poco después. Su mente, por primera vez en años, no viajó directamente hacia Astrid como cada que dormían separadas, sino que esta vez quien estaba en su sueño era una joven de sonrisa brillante y cuerpo menudo que le sonreía desde una cama, envuelta en sábanas mientras el sol entraba por la ventana a su espalda y la bañaba en una luz dorada, dándole un toque angelical. Aner sonrío ligeramente, tendría el mejor sueño que podía desear.

                            oOo

Eleane había dormido tanto como todas las noches, el gesto de Aner de dormir en el sofá la había tranquilizado enormemente y quedó dormida poco después de eso, pero sus terrores volvieron como cada noche desde que tenía memoria.

Se despertó en un remolino de golpes al aire, enredada entre las sábanas, empapada en sudor, con el cabello pegado al rostro y a la nuca, pareciera que acabase de bañarse en un aguacero por la forma en que su ropa se pegaba a su cuerpo y el charco de sudor en la cama, marcando las sábanas. Cuando recuperó el control de sí misma, se dio cuenta de que Aner no la había despertado y frunció el ceño sin entender.

Si estaba en la misma habitación que ella, era imposible que no escuchase sus gritos, alguien con el entrenamiento de Aner no hubiese necesitado de estos, cuando las convulsiones violentas sobre la cama empezaron debía de haber despertado y por consiguiente, haber corrido a despertarla a ella.

De todas las cosas para las que se había preparado en la Academia para su vida en el Centro, esa era la única para la que no estaba lista. Sus terrores iban más allá de su propio control y sabía que cuando compartieran habitación sería imposible ocultaros.

Durante años nadie en la Academia lo había sabido porque su madre había asegurado una habitación individual, insonorizada y alejada del resto, pero para que el plan de Eleane funcionara, no podía esconderse. Estaba por su cuenta y se había mentalizado para enfrentar a Aner si le preguntaba al respecto, sin embargo, no había pasado.

El que no lo hubiese hecho tranquilizaba a Eleane, quien al mirar al sofá notó el motivo, no estaba allí. No podía estar en el armario o el baño, la habría escuchado igual, el sentido auditivo de los dromirs era excepcionalmente sensible y pasaban por entrenamientos especiales para agudizarlo aún más, de forma que puedan desarrollar las cacerías nocturnas sin necesidad de luz.

Eleane tomó su celular y lo encendió, lo había dejado apagado desde el avión y no se había molestado en tomarlo de nuevo dada la escasa actividad que siempre tenía a través de este aparato. Miró la hora, sorprendiéndose al notar que eran las 4: 36 am. ¿A dónde iba alguien a esa hora? De haber sido una misión las alarmas hubiesen saltado o de cualquier forma Aner se habría visto en la responsabilidad de llevarla.

Esa era una de las cosas que ella sabía que Aner y el resto del equipo tendrían en contra de tener un novato. Durante el tiempo que el nuevo esté en pruebas, el equipo no puede realizar misiones, pues el instructor tiene que entrenar apropiadamente a su pupilo e irlo incorporando en la dinámica de grupo hasta que este se muestre listo para la acción real.

No es que no puedan aceptar misiones estrictamente hablando, la Ley Dromir de la Junta Roja permite que se acepten misiones, pero por normativa, el aprendiz no puede separarse del instructor, por ende tendría que asistir también.

Llevar a un novato al campo de batalla sin haber consolidado su entrenamiento era letal tanto para este como para el resto del equipo, luego de varios intentos fallidos de regreso a la época de la creación de la Junta Roja, los equipos dejaron como regla no escrita que nadie saldría a misiones a no ser que el instructor considerase al novato listo.

Eleane respiró profundamente, rindiéndose a las circunstancias salió de la cama en un salto silencioso, si algo era bueno de su constitución física es que la dotaba de una agilidad mayor de la usual en ellos, era sumamente silenciosa incluso entre los demás dromirs, dándole una habilidad increíble para el espionaje.

Se dirigió a la puerta de la habitación a pasos cautelosos, la entreabrió cuidadosamente, esperando que sonara en cualquier instante, pero para su fortuna, no lo hizo. Dejándola entreabierta vio una figura rubia al final del pasillo, estaba de pie con las piernas abiertas y uno de sus brazos cruzado sobre su pecho, movía la cabeza en gestos negativos o afirmativos y era obvio que hablaba con alguien, porque la otra opción era que estuviese loca y hablase sola, algo que Eleane dudaba seriamente.

Eleane solo captó ciertas cosas de la conversación, estaba demasiado lejos para escuchar apropiadamente y el sentido del oído no era su punto fuerte, algo que ella lamentaba.

—:Sí…no, eso es bueno…ya sé que son buenas noticias, pero quería pensar que aún estaban vivos — Eleane notó el tono quejumbroso de Aner  y el gesto negativo de frustración, pero su mente se centraba en acumular información.

¿Vivos? ¿Quiénes?

— No, no hagas nada innecesario, solo síguelos. Avisaré a la Junta Roja en unas horas y de allí se tomarán decisiones. Sí, ya sé que probablemente termine siendo yo quien tenga que ir — Aner hablaba con la firmeza de una líder nata. Eleane tenía que admitir que la chica tenía madera de dirigente, podría sustituir a su padre sí así quisiera, pero algo en sus palabras la alarmó.

¿Se va? ¿A dónde? Si acabamos de empezar esta relación maltrecha y sin sentido, además, tiene la responsabilidad de entrenarme ¿Qué es tan importante que tiene que irse?

— ¿¡Estás loco!? — la exclamación furiosa de Aner hizo a Eleane salir de sus pensamientos — No meteré a mi equipo en esto, no están a la altura y lo sabes. Has visto con tus propios ojos lo que pasó con ese equipo y eran categoría 11. Mi gente no está preparada para eso…No, me da igual.

Eleane podía notar esa cualidad máxima de Aner, donde ella daba órdenes o explicaciones y nadie podía rebatirlas.

— No, claro que tampoco llevaré a la fierecilla. Es una cría, acaba de salir de la Academia y no me vengas a hablar de las reglas instructor-pupilo, las reglas se doblan a conveniencia según he aprendido y esto no es algo negociable.

Por la forma casi furiosa y determinada en que Aner habló, Eleane sabía que no estaba mintiendo. No pensaba llevarla, claro, si su equipo no estaba preparado para lo que sea que fuera a hacer, ella menos que nadie.

A los ojos de Aner, Eleane no era más que una mocosa malcriada que no tenía ni idea de lo cruel que podía ser el mundo real y que estaba allí para intentar desafiar a su madre, a las leyes y a Aner en sí, casi como un reto personal. No es que estuviese muy lejos de la verdad, pero a la vez se equivocaba totalmente y a Eleane le dolía la poca confianza que podía llegar a tener Aner en sus habilidades.

No podía culparla, jamás la había visto en acción y sus encuentros hasta el momento distaban mucho de ayudar en la impresión que Aner tenía de ella. Eleane se consolaba a sí misma con la idea de que tenía tres meses para mostrarle a Aner que era capaz de seguir su ritmo y todas las trabas que ella le pusiera por delante.

— Está bien. Hablaremos de nuevo en unas horas — acordó Aner, cortando la llamada y pasando su mano por su cabello en un gesto para desordenarlo.

A Eleane se le hizo agradable saber que la titán dorada de los dromirs podía sentirse cansada y agobiada, entre los altos cargos de la Junta Roja todos creían que Aner Belliakov era una especie de semidiosa inagotable e indestructible que estaría siempre disponible para ellos y sus problemas.

Al ver a Aner dirigirse de regreso a la habitación, Eleane hizo una carrera silenciosamente rápida hasta el vestidor, pretendía fingir que venía del baño, pues hacerse la dormida no era algo factible cuando tratabas con alguien tan detallista como su instructora.

Aner entró en la habitación sutilmente, para sorpresa de Eleane, sus movimientos eran rápidos y precisos para todo, y muy silenciosos también, no es que esto fuera inesperado considerando el grado de Aner como dromir y la adoración de los mayores por ella, era lógico que sería talentosa en desmedida, pero para Eleane se mostraba como algo hipnotizador su forma de moverse.

Aner captó inmediatamente el movimiento entre las sombras en el vestidor, había dejado la luz del baño encendida debido a la nictofobia de Eleane y esta golpeaba de lleno la espalda de la chica, que se mantenía de pie en la puerta.

— Creí que estarías dormida — fue todo lo que comentó Aner, entrando totalmente en la habitación. Cerró la puerta con un gesto de su mano derecha, sin mirar hacia atrás, sin quitarle el ojo de encima a Eleane, que se movía hacia la claridad del dormitorio, iluminado con total nitidez por la luz de la luna que entraba por la ventana.

— Me desperté — fue toda la respuesta que Aner necesitó por parte de Eleane.

Enseguida notó el roto de su voz, estaba más ronca, no lo suficiente como para dificultársele el habla, pero si prestabas atención, así, en medio de la noche, sin ruidos que lo encubriesen, era obvio que estaba ronca.

Estuvo gritando, fue el pensamiento que vino a la cabeza de Aner, entonces recordó que en el expediente de la joven decía claramente que sufría de terrores nocturnos constantemente. Se regañó en su mente por no permanecer en la habitación para cuando el episodio empezara, cierto que ella no podía prevenirlos, pero podía estar allí y ayudar a Eleane a superarlos más rápido.

Maldijo durante segundos a la casualidad que había hecho que la llamada de Iban coincidiera con el terror nocturno de Eleane, y se maldijo a sí misma por no recordar un dato tan importante antes de salir de la habitación sin preocupaciones y pasarse hablando con Iban demasiados minutos.

— ¿Quieres bajar a la cocina a por algo? — propuso Aner suavemente.

No quería decirle que lo sabía, no pretendía poner más nerviosa aun a la chica, que por primera vez parecía tener 18 años debido a los espasmos que por momentos mostraba en sus extremidades superiores y la expresión de pánico que no se borraba totalmente. ¿Quién mierda me habrá mandado a salir?, se quejó Aner internamente.

— ¿Bajas tú conmigo? — preguntó Eleane asombrada, Aner se volvió y abrió la puerta una vez más, sacó todo su cuerpo fuera de la habitación y miró atrás, en espera de que la siguiera.

Eleane sacudió lentamente la cabeza, en un vago intento de sacar de su mente las ideas de que era una broma o algo similar, su instructora era demasiado seria para esas cosas, pero tampoco contaba con que Aner hiciera semejante propuesta.

Eleane respiró hondo y caminó detrás de Aner, recordándose de mover un pie detrás del otro, un paso a la vez, porque aventurarse en la oscuridad ligera de los pasillos no era su plan favorito después de una crisis nocturna, aun teniendo compañía. Bajaron a la primera planta en el ascensor, quedando en el primer pasillo que habían recorrido. En este había dos puertas, una a cada lado de él, Aner giró hacia la izquierda y abrió sin problemas la primera de las puertas.

— Esta da al comedor, detrás de este se encuentra la cocina — explicó a Eleane con calma, volteándose a mirarla — y esa da al gimnasio, detrás están las duchas comunitarias — dijo señalando la otra puerta del lugar con un movimiento vago de su cabeza;— ten cuidado, son mixtas — dicho esto le giñó un ojo a Eleane con coquetería y se adentró en el comedor.

Eleane no pudo seguirla, la puerta estaba abierta y dejaba ver absolutamente nada, todo era oscuro dentro y esto causó una opresión en su pecho que la hacía sentir como si el aire fuera cien veces más pesado. Los pasillos estaban medianamente iluminados, pero aparentemente las habitaciones de reunión no eran algo a dejar con luz en la madrugada.

Estaba a punto de inventarse algo como excusa para volver arriba cuando las luces del comedor se encendieron repentinamente. Eleane tuvo que entrecerrar los ojos, eran muy intensas y ella llevaba demasiado rato mirando en escasa luminosidad. Aner la observaba atentamente desde el otro extremo de la habitación, estaba cerca de una puerta en el fondo y esperaba la reacción de Eleane.

La menor entró y cerró la puerta del comedor detrás de ella, cruzó la sala llena de mesas largas y bancos de metal, y siguió a Aner que se adentraba en la habitación un poco más pequeña del fondo, la cocina.

— ¿Así será siempre? — preguntó de repente Eleane, cuando se vio totalmente dentro de la cocina.

— ¿Qué cosa? — repuso sin entender totalmente de qué hablaba Eleane, a Aner la pregunta la tomó de sorpresa.

— Nuestra relación — aclaró Eleane señalando con su dedo primero hacia Aner y luego a sí misma — Tú caminas y yo te persigo en silencio — explicó, aludiendo a la forma en que se había desarrollado la dinámica entre ellas.

— No — negó Aner con seguridad, sin quitar sus ojos de los de Eleane — De vez en cuando te permitiré hablar.

No esperaba que Eleane disfrutara la broma, pero la verdad quería que se relajase, estaba todavía muy tensa por los efectos de la su parasomnia , según la suposición de Aner. Para su regocijo personal, los ojos de Eleane brillaron divertidos por su respuesta y sus labios se curvaron en una ligera sonrisa.

— ¿Qué quieres comer? — preguntó, girándose hacia la alacena.

— No lo sé — respondió Eleane encogiéndose de hombros — ¿Qué se puede comer? — Eleane se acercó un poco para mirar más hacia donde Aner.

— Básicamente…cualquier cosa — respondió Aner mientras abría el refrigerador y sopesaba sus opciones — se hacer frituras, ¿quieres que haga algunas? No tomará mucho — propuso finalmente, luego de apreciar la bolsa de harina en el fondo de la gaveta del refrigerador.

— Bueno… — Eleane se encogió de hombros nuevamente mientras le daba a la rubia una mirada dubitativa, nunca había comido frituras de ningún tipo, que las primeras que fuese a probar en su vida estuvieran hechas por su instructora era algo impensable.

— ¿Dulces o saladas? — ofertó Aner mientras vaciaba harina en un bol y luego vertía agua encima con un poco de leche. Se veía ligeramente entusiasmada, algo que Eleane llegó a percibir.

— ¿Cuál saben mejor? — preguntó Eleane, llevando su dedo índice a sus labios y empezando a morderse la uña.

— ¿Cómo? — Aner se volteó para mirar a Eleane mientras exclama con incredulidad, por la forma en que la miraba, Eleane juraría que le había salido otra cabeza — ¿Nunca has comido frituras? — Eleane negó con la cabeza, apreciando que el tono incrédulo de Aner se transformaba en uno confundido — ¿De ningún tipo? —Eleane se encogió de hombros, gesto intermedio entre una disculpa y una negación ante la mirada interrogativa de Aner.

Que no hubiese dormido con nadie, vale, pero que tampoco hubiese comido nunca frituras, a esta chica la criaron monjes budistas fijo, pensó Aner, que tomaba en sus manos el pote de azúcar, decidida a mostrarle a Eleane de lo que se había perdido durante todos esos años.

— Para la primera vez es mejor que sean dulces — explicó, vertiendo el azúcar en la masa.

— Muy bien — aceptó Eleane sin tener ni idea, sentándose en la banqueta que le permitía apoyarse en una de las muchas mesetas de la cocina.

Durante un rato fue todo lo que se dijeron, unos minutos después Aner sacaba del horno unas masitas marrones que desprendían un olor delicioso que impregnó todo el ambiente, echó un poco de miel por encima de cada una y luego las puso en un plato delante de Eleane, quien observaba con hambre lo que habían dispuesto delante de ella.

— Voy a preparar leche, ¿Cómo te gusta? — informó Aner, retirándose hacia el refrigerador para buscar el cartón de leche.

— Con chocolate y caliente — mientras Eleane respondía, pensó que Aner parecía acostumbrada a aquello, demasiado relajada cuidando de alguien más.

¿Cuántas veces lo habría hecho con su hermana? Ese pensamiento no puso de buen humor a Eleane, por lo que lo desterró a un lugar profundo de su mente sin buscar más explicaciones. Cuando Aner regresó, traía consigo dos tazas de leche humeante, una con café y la otra con chocolate.

— Eleane… — habló en tono conciliador, Aner puso la taza delante de Eleane y se llevó a la boca una de las frituras — escucha, tú y yo empezamos mal y si te soy sincera, habrá otras ocasiones donde estaremos mal de nuevo, así que te voy a dar un consejo.

Eleane se acomodó en el asiento a la espera de las palabras de Aner, pues la manera tan seria en que había hablado hacían que el corazón de Eleane se acelerase.

— Ponte un cojín en el trasero, te haré caer muchas veces sobre él para que aprendas— afirmó Aner sin dejar de mirarla seriamente.

Eleane no respondió, solo rio en una carcajada brutal que retumbó en el espacio de la cocina con un eco ensordecedor. La noche siguió su curso, ellas acabaron con la merienda de media noche y volvieron a su habitación. Aner se acostó en el sofá directamente, Eleane en la cama y ambas cayeron en un sueño profundo poco después de haberse acomodado.

No había más que decir sobre lo que habían vivido hasta el momento, todo había sido apresurado y bastante fuera de lo corriente, pero qué en su vida no era de esa manera. Eleane sabía que una cosa era cierta cuando decidió confiar en dormir juntas: volverían a estar en malos términos en cualquier instante, pero no por eso desistió. Después de esa noche, Aner le había dado una entrada que ella no desperdiciaría para nada. Su plan iba de maravillas hasta el momento, lo demás no importaba.

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Epa, epa, epa...¿pero aquí qué ha pasado?

Al parecer se avecinan turbulencias amigos míos, pronto veremos qué pasa.

Déjenme saber sí les gusta el capítulo y nos leemos pronto🥰💖💝

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