Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3 Una enemistad, una fiera, una inocente.

Se habían despertado muy temprano, recogido las cosas y dejado el edificio. Los representantes de cada equipo tenían que ir a buscar a los novatos a la residencia de estudiantes y luego se reunían con los demás miembros, partían al aeropuerto y casi siempre las presentaciones se hacían durante el viaje.

Aner dejó que los muchachos se llevaran las maletas con las cosas, se vistió sencilla como siempre, jeans negros, camiseta gris oscura, cazadora negra, cinturón con ajuste donde se guarda una de sus pistolas semiautomáticas, las variaba en diferentes días y en las botas negras medianamente altas dos dagas y un juego de agujas.

Se despidió de Astrid, quien se fue alegremente cogida de la mano con Cesaer, a Aner le dio la impresión de que finalmente habían decidido poner nombre a esa relación extraña que ambos mantenían. Dom se los llevó a todos antes, estos esperarían en el aeropuerto, Aner estaba encargada de recoger a las crías y llevarlas en un auto ella sola.

Cuando llegó a la residencia había una multitud congregada afuera, los estudiantes graduados reuniéndose con los representantes y despidiéndose unos de otros. Aquellas demostraciones públicas de afecto exagerado desagradaban a Aner en demasía, pero tampoco era como si pudiese decirles a todos que se comportaban como críos.

La verdad era que ella y Astrid se comportaban bastante parecido en privado y nunca lo habían hecho en público porque nunca se habían tenido que separar de esa manera, pero Aner no era capaz de entender cómo todos esos chicos podían sentir ese mismo amor por tantas personas a la vez, le parecía ridículo.

Encontró en cuestión de minutos a los cuatro novatos que buscaba, más claramente porque los vio reunidos, tres muchachos conversando tranquilamente y a ella en el mismo grupo, pero visiblemente separada de los demás.

— Buenos días, supongo que ustedes cuatro son los que se irán conmigo — Aner intentaba saludar mirando solamente a los tres adolescentes que estaban juntos, pero no pudo evitar espiar por el rabillo del ojo a Eleane.

— Sí, somos nosotros. Mucho gusto, soy Thomas Endercott — saludó el muchacho de tez blanquecina y cabello castaño, con ojos azul claro, a tal punto que el cielo parecía oscuro en comparación — este es Charles y ella es Amerose —dijo señalando al muchacho de piel aceituna al lado suyo, que parecía a punto de romper la ropa en cualquier instante.

Se las vería mal con cualquiera de los instructores del Centro, tendría que usar ropa más holgada y cómoda en todo momento, es una de las reglas una vez que dejas atrás la vida de estudiante. La muchacha al lado suyo era más normalita, su cabello castaño claro contrastaba con unos ojos casi grises, obviamente estaba feliz de haber sido escogida para ese Centro, aunque Aner todavía no sabía decir por qué.

— Muy bien, y voy a suponer que conocéis a la chica detrás vuestro, pero que no os lleváis muy bien — dijo Aner mientras dirigía de manera sugestiva su cabeza en dirección a Eleane y la miraba fijamente.

— Me conocen, pero tienes razón, no nos llevamos en lo absoluto, de hecho hasta hace unos minutos no sabía quiénes eran — la respuesta de Eleane no sorprendió a Aner, pero sí que la enojó.

— Entiendo, entonces esto es lo que pasará. Veréis, mi nombre es Aner, como ya sabéis, y les voy a pedir que no cometan el error de vuestra compañera de tutearme. No os he dado esa confianza a ninguno y no os la daré,  ni siquiera a ti — dijo mirando fijamente a Eleane, a quien el rostro se le empezaba a cubrir de un ligero tono rosav— no seré la instructora de ustedes tres, pero sí les explicaré el funcionamiento de las cosas en el Centro durante nuestro viaje — dicho esto, se giró bruscamente hacia Eleane y caminó dos pasos hacia ella — y en cuanto a ti, aclararte que yo sí soy tu instructora y me debes un respeto, como a todos los demás miembros del equipo, por no mencionar del Centro. No tolero las insubordinaciones, creí haberlo dejado claro ayer, pero parece que no. Por si tienes alguna duda, te repito, no me puedes tutear y si valoras tu bienestar, no intentarás pasarte de lista conmigo. Ahora, recoged vuestras cosas, es hora de irnos.

Sin decir más, Aner dio media vuelta y empezó a caminar, no se volteó en ningún momento, si ellos querían podían quedarse y repetir año en la Academia, aunque sabía perfectamente que la seguirían. Llegaron al auto y ella solo se montó en el asiento del conductor, esperó a que todos pusieran las maletas en la cajuela y subieran, arrancando el motor camino al aeropuerto.

El trío de conocidos iba en los asientos traseros y al lado suyo, en el asiento de copiloto, estaba Eleane, aun así nadie dijo nada. Puede que hubiesen querido hablar, pero el ambiente se sentía cargado de electricidad y por ello nadie movió la boca para pronunciar palabra alguna. 

Llegaron rápidamente al aeropuerto, donde Aner bajó del auto y le entregó las llaves a un calvo trajeado, que supuso Amerose que debía pertenecer al equipo de transporte de la Academia. Siguieron a Aner como los bebés patos siguen a mamá pata por el estanque. Al terminar todos los trámites oficiales subieron a ocupar sus asientos en el avión, fue entonces que se dieron cuenta de la verdadera cantidad de miembros que tenía el equipo de Aner y lo que más les llamo a atención a ellos, fue Astrid.

El ser idénticas era algo que causaba mucha sensación ocasionalmente. Sin embargo, Aner no estaba de humor para hablar o explicarle nada a nadie, por lo que se recostó en el asiento al lado de Astrid y se quedó dormida incluso antes de que despegara el avión.

Si le preocupaba que alguno de los novatos dijera algo sobre que ella era la instructora de Eleane, ese miedo se disipó cuando vio que ellos estaban tan cohibidos que parecían a punto de morir de un infarto. No les había dicho a ninguno que Eleane era quien se uniría a su equipo y menos aún que ella sería su instructora, eso era algo de lo que ocuparse cuando llegaran esa noche.

Aprovechando esa oportunidad, Thomas decidió hacerle algunas preguntas al resto del equipo.

— Entonces, ¿ustedes son uno de los equipos del Centro 13 de Los Ángeles? — como pregunta no era la gran cosa, pero con algo había que romper el hielo, quien respondió fue Dom.

— Sí, somos el equipo 33. La capitana es Aner y el director del Centro, Iban Swotler, es nuestro representante — mientras hablaba, barajaba un juego de naipes, él y Mariana siempre jugaban al póker cuando viajaban.

— Ya veo, y ¿sabéis acaso a que equipo perteneceremos nosotros? — ellos debían guiarlos, al fin y al cabo para eso habían sido enviados allí, o eso pensaba Thomas.

— Pues la verdad, la Barbie rubia dormida al lado de su copia fiel de la esquina — dijo Mariana señalando a Aner con la cabeza — es quien puede saber qué será de ustedes, aunque algo sí que sabemos, cuando lleguemos al Centro cada uno seréis separados en equipos distintos — Dom había repartido y Mariana se había colocado la máscara de cara de póker que intentaba imitarle a Aner.

Su respuesta había puesto a pensar a Thomas, ya sabía que la bestia salvaje sentada detrás de él se quedaba en ese equipo, por tanto ninguno de ellos lo haría.

— ¿Cómo? — la voz de Amerose salió a medio camino entre el grito y la sorpresa.

— ¿No lo sabías? — William, quien casi siempre se mantenía al margen de las conversaciones, no sabía detenerse cuando se encontraba con una chica como Amerose, tan delicada y sencilla que parecía casi estúpida — ninguno de ustedes estará en el mismo equipo, cuando salen de la Academia son divididos en más de una manera.

— Pero…no, espera… ¿Por qué? — preguntó Amerose desesperándose.

— Porque sí — fue toda la respuesta que dio William a la chica, la cara de espanto que esta puso le bastó para saber que había cumplido su cometido.

Le encantaba esa expresión en el rostro de las muchachas como ella. Le recordaban a alguien que él quería olvidar, aunque también funcionaba como castigo por traer a su memoria recuerdos indeseados, siempre les hacia ese tipo de cosas.

— William, deja en paz a la chica — a Astrid nunca le habían hecho gracia esos jueguecitos de Will, sabía más o menos el por qué lo hacía y no estaba de acuerdo — no es culpa de ella que al mirarla tu recuerdes cosas que no debes.

Sabía que aquello era un golpe bajo, pero no quería tener que volver a presenciar la típica escena de la chica que sale corriendo y la sonrisa de suficiencia de William cuando eso pasaba. Además, estaban en un avión, rodeados de personas que no tenían ni idea de qué eran ellos o qué estaba pasando allí y no quería levantar más sospechas de las necesarias.

— ¿Qué has dicho? — la pregunta tenía una denotación de cuidado, como si lo que Astrid respondiera a continuación pudiese significar la diferencia entre la vida y la muerte.

— Que te calmes de una vez, no es culpa de ella, y además, tú sabes que a ellos esas cosas no se las explican porque no son asuntos de la Academia, son elecciones de los Centros — repuso Astrid con firmeza.

William hizo ademán de ponerse de pie, la rabia impregnada en sus ojos habrían asustado al más valiente de los humanos.

— ¡Suficiente! — su deseo se vio frustrado por la voz de Aner— ¿Es que ahora ni siquiera en un avión se puede dormir tranquilamente? Tenemos horas por delante en esta caja gigante voladora, a más de 5000 pies de altura, no podemos irnos a ningún lado ni dejar de mirarnos las caras, así que aconsejo que se calmen todos, porque el viaje es largo. Cuando lleguemos pueden pegarse, gritarse o desaparecer a vuestro antojo, pero ahora mismo nada de eso es posible, así que cerrad de una puta vez la boca — dicho esto abrió los ojos para asegurarse de que todos entendían claramente la orden y sin moverse, volvió a cerrarlos y continuó dormitando.

Nadie más habló nada durante el viaje. Mariana y Dom se pasaron la mayor parte del tiempo jugando cartas, Cesaer escuchaba música mientras no le quitaba el ojo de encima a Astrid, Thomas y Amerose hablaban entre susurros y Charles jugaba en su celular. William parecía haber escogido lo más fiable para mantener la paz, dormir. Aner pasó el viaje dormida, o fingía estarlo para poder observar con los ojos entrecerrados a su pupila temporal, quien pasaba el tiempo verdaderamente dormida.

Cuando la observabas detenidamente era imposible ver lo letal de la muchacha, de hecho, dormida parecía más bien un animalito pequeño, de esos que causan ternura a la chicas todo el tiempo, pero la realidad era que ese ser podía resultar igual de mortal para un humano que un tiburón al lado de un pez dorado. Si Aner iba a ser sincera, de la nueva relación entre ellas dos solo veía dos salidas: o la chica aprendía a controlarse o se iba, sin ramas ni desvíos.

Horas más tarde, entrada la noche, ya habían aterrizado y manejado por hora y media hacia el Centro. Cuando llegaron ya Iban los esperaba en la puerta, salieron de los autos, tomaron sus maletas y fueron a saludar al señor mayor, de unos 40 opinaban Charles y Thomas, de facciones dulces. Su rostro te inspiraba confianza, incluso si su musculatura y estatura te intimidaban. La cercanía entre este y los integrantes del equipo 33 no pasó desapercibida por los novatos.

— Bienvenidos — dijo Iban cuando hubo saludado a todos sus muchachos — mi nombre es Iban Swotler, soy el director de este Centro, además del representante del equipo que fue enviado a recogeros a la Academia.

— Buenas — la respuesta salió de la boca de los miembros del curioso trío a la vez, sin embargo, Aner notó que Eleane solo se dedicaba a observarlo todo con detenida atención.

— Por favor, seguidme, ahora seré yo quien os explique unas cosas.

Iban dio media vuelta y se adentró en el complejo que recibía el nombre de Centro 13. Detrás de él fue el equipo y más atrás, con cierto recelo, los novatos. Pasaron por un largo pasillo hasta detenerse en la puerta del fondo, Iban la abrió y entró, todos los siguieron y la última en entrar fue Amerose, quien cerró la puerta del salón.

— Podéis dejar las maletas en el suelo — Iban hizo un gesto señalando los asientos disponibles en la sala, incitando a ponerse cómodos.

Cesaer se sentó cerca de la ventana, con Astrid en su regazo, acción que no pasó desapercibida por nadie, aunque solo los nuevos lo expresaron en sus rostros. William tomó asiento al lado de ellos y Dom hizo lo propio en el sofá, al lado de Mariana. Aner se apoyó en el escritorio, con los brazos a ambos lados, descansando las palmas en la superficie dura de la madera y cruzando los pies frente suyo.

Su equipo sabía perfectamente que esa era la pose habitual de la joven cuando estaba analizando algo, o a alguien. Iban se sentó en la silla detrás del escritorio, franqueado por todos ellos dejaba bien claro quienes daban las órdenes. Él ordenaba, Aner lideraba, los demás seguían, así eras las cosas allí.

Thomas, Amerose y Charles se sentaron juntos en un sofá al frente del escritorio, parecían niños que habían cometido alguna maldad y eran enviados al despacho del director, la tensión que emanaba de los cuerpos de los chicos era palpable.

Sin embargo, Aner mantenía la vista fija en la figura posicionada más atrás de ellos, contra la pared y de brazos cruzados, mirándolo todo con atenta fiereza, interesada en cada gesto, esperando algo, aunque nadie podría decir qué, estaba Eleane. Por un segundo ambas miradas se encontraron y el tiempo quedó paralizado, la energía brotaba descontrolada y un vínculo invisible empezó a formarse entre las dos.

— Muy bien — la voz de Iban rompió la conexión entre las miradas — como ya os he dicho, soy el director de este Centro. No sé qué tanto les habrán explicado mi equipo, así que necesito saber qué saben para poder partir de allí.

— No nos explicaron mucho, solo dijeron que cada uno iría a un equipo diferente — Thomas fue quien contestó.

— Bueno, esperaba que no os explicaran nada en lo absoluto, así que eso es más de lo que pensé — los labios de Iban dejaron entrever una sonrisa que él intentaba contener, aunque sus ojos no parecían acoger la misma emoción — lo que les dijeron es verdad. Cuando dejan la Academia, dejan atrás también lo nexos formados durante ese tiempo, de allí que sean repartidos en distintos equipos cuando llegan a sus respectivos Centros. En el caso de ustedes, un integrante de cada equipo vendrá a buscarlos para guiarlos a sus habitaciones en las residencias y luego les dará un recorrido por el sitio para que os vayáis familiarizando.

— ¿Y podemos saber a qué equipo pertenecemos? — la voz de Charles sonaba para Astrid como la voz de un oso acabado de despertar de su hibernación, si los osos tuvieran voces.

— Al finalizar aquí os diré los equipos a los que pertenecéis. Alguna otra pregunta — el silencio llenó el lugar — bien entonces, os explicaré las cosas básicas de sitio. En la Academia ya os deben de haber informado que los equipos se clasifican por categorías de hasta 12 y ciertas edades son requeridas a partir de la categoría 7. No podemos mandar a misiones de categoría 10 a jóvenes de 25 años sin arriesgarnos a perderlos, cosa que terminaría por matar nuestra…especie.

A Aner no se le pasó la pausa irónica de Iban mientras hablaba, haciéndola mostrar una mueca que iba camino a ser una sonrisa ladeada.

— Ustedes ahora mismo seréis entrenados en equipos de categoría 4, tendréis también un instructor que será un miembro del equipo correspondiente. Al cabo de 6 meses, si vuestro instructor decide que no dais la talla, seréis enviados de vuelta a la Academia y allí resolveréis vuestro futuro con ellos, eso no es nuestro asunto ni nuestra responsabilidad.

El temblor general del trío ante esas palabras fue visible para el equipo 33. A William le era divertido ver esa reacción en los novatos y no lo ocultó.

— El entrenamiento es diferente con cada uno y será decidido por el instructor. Desobedecer al instructor no es solo malo para vosotros, sino que en medio de una misión puede ser la diferencia entre la vida y la muerte, tanto vuestras, lo que no sería malo ya que el error lo cometéis ustedes mismos, como de un miembro del equipo responsable. Causar la muerte de un compañero por negligencia es uno de los peores crímenes entre los Dromirs, espero que tengáis cuidado con eso. ¿Preguntas?

— Quienes nos vendrán a buscar… ¿serán nuestros entrenadores? — la verdad es que Astrid entendía porque William se había comportado así con la novata, Amerose Blothom era la viva representación de Rose, incluso al hablar como había hecho en ese momento, dejaba claro que no era la típica chica adicta a la adrenalina.

— Sí, serán ellos. ¿Algo más? — insistió Iban — Pues en ese caso, Thomas tú estarás en el equipo 56, tu instructora será Catrina Scheffer. Charles, equipo 14, Oscar Marryln. Amerose, equipo 29, Riley Benard.

El silencio cubrió la sala como un manto delgado, capaz de romperse hasta con un suspiro. Llegados a ese punto todos ya sabían quién entraría en el equipo 33, sin embargo, la calma fue sustituida por una muda exclamación de sorpresa por parte de todos ante la confirmación. La chica causante de aquella reacción en masa se mostraba divertida, sabía que se sorprenderían con eso, contaba con esa reacción por parte de ellos.

— Eleane, equipo 33, Aner Belliaknov.

— ¿Qué? — Astrid, que se había levantado del regazo de Cesaer, se plantó al lado de Iban, cerca de su hermana — Aner no hace de instructora de nadie. Además, esta chica es una criatura. ¿Cómo la vas a poner en nuestro equipo? Somos categoría 7, nuestras misiones no son para niñatos rec…

— Astrid — Aner interrumpió a su hermana, no habló alto, ni siquiera se movió, su vista se había encontrado con la de Eleane cuando Iban anunció lo impensable por todos y no se desprendía de allí — no es el momento, ni el lugar para discutir nada, es una orden y las órdenes no se discuten.

— ¿Tú lo sabías? —  Astrid no daba crédito a lo que escuchaba.

Su hermana jamás había cuidado de nadie que no fuese ella y ahora, de la nada, se haría cargo de una niña que ni siquiera había sido capaz de hablar con ellos en todo el viaje. Sabía que uno de ellos estaba destinado a formar parte de su equipo, pero había pensado que habían cambiado de opinión al ver a las criaturitas que traían con ellos.

— Será mejor que ustedes se vayan con sus instructores — dijo Iban, poniendo fin a la conversación momentáneamente. Caminó hacia la puerta y la abrió, afuera estaban tres Dromirs, dos hombres y una mujer — Thomas esta es Catrina — dijo Iban haciendo las presentaciones pertinentes.

— Mucho gusto — respondió Thomas levantándose y caminando hacia la joven.

— Veamos si mañana serás capaz de decir lo mismo — la forma en la que la chica habló hizo a Thomas estremecer, algo le dijo que no era una broma, pero solo pudo tomar su maleta y seguirla cuando esta se despidió de Iban y de los otros hombres que andaban con ella y hecho a andar.

— Charles, te presento a Oscar — Charles quiso decir algo, pero se quedó sin habla ante el hombre de tez oscura, demasiado musculoso y de 2 m de altura que se plantó delante suyo.

— ¿Qué pasa novato? ¡No me mires! Recoge tus cosas y sígueme — ante la orden del hombre, Charles reaccionó y con gestos apresurados recogió sus pertenencias y se fue detrás de él.

— Por último, Amerose, este es Riley — Amerose se vio aún más cohibida, por el nombre había creído que sería una mujer su entrenadora , en cambio, se encontró con un muchacho alto, rubio, con unos ojos muy extraños. Eran azules, pero tenían un aro ancho alrededor del iris de color amarillo.

— Es una heterocromía central — la voz del joven era dulce, al parecer, Astrid no era la única en notar que la chica parecía un cervatillo acabado de nacer. Amerose tardó un instante en darse cuenta de que le hablaba a ella, explicando lo que veía en los ojos de él.

— Oh, no, no miraba eso, es solo que…pensé que sería una chica — su voz salió torpe, excusándose de su falta total de modales delante de su instructor.

— Ah, ya — el muchacho rio por lo bajo — Riley es un nombre unisex así que, es normal la confusión — si le había llamado la atención que la chica supiera exactamente a qué se refería cuando explicó la cuestión de su extraño color de ojos no dijo nada al respecto — será mejor irnos yendo.

Entre los humanos lo correcto hubiese sido tomar su malera al estar delante de ese tipo de chica, sin embargo, los Dromirs consideraban aquello un insulto, era como decir que la mujer no era capaz de hacerlo sola, mientras que un hombre sí.

— Por cierto, tu nombre es muy largo y complicado para mí, así que de ahora en adelante te llamaré Rose.

Luego de que la chica asintiera a ese comentario, la puerta se cerró. Por un momento Astrid olvidó su enfado ante el hecho de que su hermana sería la instructora de aquella niñata y se sintió mal por William. Amerose ya se parecía bastante a Rose y ahora, todos los que la conocieran lo harían bajo ese nombre, porque Riley no pronunciaría otro si había decido llamarla así, llegado un punto nadie se acordaría, si es que alguna vez lo supo, de que su nombre no era ese.

— Creo que ahora podemos hablar con tranquilidad — eso fue todo lo que Iban tuvo que decir para que Astrid se olvidara de la situación de William y volviera, con más furia que antes, a atacar.

— Tú lo sabías y no dijiste nada — ya no era una pregunta, era una afirmación acusadora hacia su hermana.

— Sí, lo sabía — Aner, quien no había movido ni un músculo de lugar, seguía con la mirada fija en Eleane, quien le devolvía el gesto, sin moverse tampoco — lo supe el día en que regresamos de nuestra última misión.

— ¿Por qué no dijiste nada? — Astrid no hablaba desde el punto de alguien dolido porque le hubiese ocultado algo que tenía que ver con el equipo, no discutía como miembro de este, sino como la hermana de Aner.

Los demás, que no habían hecho ni el intento de moverse de sus lugares, lo podían ver, pero ellos no eran los únicos, también Aner y Eleane se habían dado cuenta.

— ¡¿Quieres dejar de mirarla y decirme por qué coño no me lo dijiste?!

— Porque no es asunto tuyo — Aner tardó un segundo en darse cuenta de quién era quien contestaba de forma tan segura.

— ¿Qué has dicho, mocosa de mierda? — Astrid se giró violentamente hacia Eleane.

— Que no es asunto tuyo — Eleane por fin apartó la vista de Aner, liberándola de esa especie de trance en la que se encontraba, volvió la cabeza en dirección a Astrid y continuó — No tengo claro cómo harán ustedes las cosas aquí, pero algo sí que sé, los equipos no reciben la información de que tendrán a un novato entre sus filas hasta el mismo día en que los nuevos llegan al Centro. Apuesto lo que quieras a que ninguno de los tres que vinieron a recoger a los otros nuevos que estaban aquí sabían nada de esto, fueron informados hoy sobre nuestra llegada y su nueva responsabilidad. El que ella supiera que sería mi instructora fueron medidas especiales que tuvieron que tomarse, pero el resto de las reglas no tenían por qué romperse.

Aquellas palabras solo sirvieron para hacer bullir el fuego dentro del Astrid, lo peor de todo era que aquella criatura tenía razón y ella lo sabía. Lo había visto pasar miles de veces, estar en la sala de entrenamiento y ver llegar a Iban, mencionar unos nombres y avisarles que se prepararan que los novatos estaban al llegar y ellos serían los instructores, pero saber que la mocosa lo supiese solo la ponía más rabiosa.

— Mira mocosa de mierda, es mi hermana de quien estamos hablando — rebatió Astrid con furia.

— No, te equivocas. Estamos hablando de la capitana del equipo 33, tu jefa. La relación que tengas con ella no tiene nada que ver en esto. ¿O estás queriendo decir que en el Centro 13 de Los Ángeles las reglas son rompibles solo porque hay lazos sanguíneos de por medio? — el rostro de Astrid era la viva imagen de la vergüenza, pareciera que le hubiesen dado un golpe en medio de la cara.

Había perdido los papeles, se daba cuenta ahora, y lo peor era que esa niña era quien le había rectificado. En un acto de orgullo fue a responder, pero Aner interrumpió el intento antes de que su hermana se pusiera más en ridículo en frente de Eleane, quien estaba jugando con ella como un gato con un ratón encerrado en una jaula.

— Ya basta, esta discusión ha acabado. Todos estamos muy cansados y necesitamos dormir, a partir de mañana empezamos de nuevo con nuestra rutina habitual y no podemos estar como si nos hubiesen utilizado de saco de boxeo — espetó Aner con firmeza.

En realidad, todos sabían que no volverían a la normalidad. A partir de ese momento Aner era la instructora de Eleane, tendría que incluirla en las misiones, aparte de entrenar con ella, tenía que tenerla cerca, educarla en las normas del Centro, de las reglas para la práctica de los Dromirs que vivían como ellos. Con ese pensamiento Astrid se dio cuenta de algo.

— Los novatos y los instructores duermen en la misma habitación durante los 6 meses que pasan juntos... — dio voz a sus temores, como si con eso alguien pudiese materializarlos y destruirlos. No, alguien no, Aner. Levantó la vista para mirarla.

Aner se lamió los labios, humedeciéndolos, un gesto nervioso que Astrid sabía que tenía y al que llevaba mucho tiempo sin recurrir. Por fin se movió, su cuerpo no parecía agarrotado después de tanto tiempo en la misma posición, giró todo su ser hasta estar de frente a su hermana.

La miró con ojos llenos de amor y temor, como sopesando lo que diría a continuación. Sabía que sería un duro golpe, lo supo desde que Iban le dijo que sería la instructora de aquella fierecilla salvaje, pero había encerrado bajo llave aquel pensamiento esperando alargar el momento de paz lo más posible. 

— No puedo sacarla del Centro si pretendo que se acostumbre a estar aquí, así que tengo que venir yo para acá. Hablé con Merithia por teléfono la noche de la graduación, le conté lo que pasaba y le pedí que tomara parte de mis cosas de la habitación y las trajera antes de nuestra llegada, Iban le mostró el cuarto donde Eleane y yo nos quedaremos.

Ante la mención de su nombre, Eleane miró con sorpresa a Aner. Todo ese tiempo se había dedicado a analizar cuidadosamente a todos los miembros del equipo, su equipo ahora, prestando una importante parte de su atención a la rubia furiosa que parecía el reflejo de su instructora.

Bueno, un reflejo bastante jodido. Vestida así parece una princesa de algún cuento de Disney mientras que la otra parece sacada de un libro militar de guera.

Eleane se mostraba impactada, hasta ese momento no se habían llamado por sus nombres, sabiéndolo, ni siquiera en sus pensamientos se había permitido pronunciarlo.

Desde  su encuentro a la entrada de la residencia momentánea de Aner la noche de la graduación, no habían hablado apropiadamente, ya que la línea y media pronunciada por Eleane y la respuesta cruda a Aner esa mañana no eran una conversación. Sin embargo, el concurso de miradas que habían tenido desde que entraron a aquella habitación había causado una gran impresión en Eleane.

No sabía cómo describirlo, pero esa chica causaba una sensación en ella, como si necesitase por algún motivo respetarla. Había algo en su ser que despertaba ese efecto, como un agujero negro absorbiendo todo lo que entraba en su margen de poder, una vez que te acercabas ya estabas perdido. Tal vez por eso quería desafiarla con todo lo que tenía, porque sabía que una parte de ella ya se había rendido ante la rubia de ojos verdes que la había lanzado violentamente contra el asfalto la noche anterior.

Todos esperaban la reacción de Astrid, pero nadie previó lo que sucedió a continuación. Astrid se lanzó contra Eleane, quien la vio venir con tiempo más que de sobra para reaccionar.

Obviamente no es tan ágil como la otra, de hecho me atrevería a decir que ni siquiera pelea en lo absoluto en la misiones, pensó Eleane mientras se movía hacia un lado, tomando con su mano derecha el brazo de Astrid, tirando hacia ella y haciéndola perder el equilibro, luego empujándola hacia adelante mientras se posicionaba detrás de esta y la dejaba ir.

Una sonrisa de superioridad cruzó su cara cuando Astrid trastabilló y casi se fue de cara contra el suelo, pero recuperó en el último momento el equilibrio y se mantuvo de pie. Astrid, aún más encolerizada, volvió a arremeter contra Eleane mientras nadie reaccionaba.

Aner quería meterse en el medio, pero pensó que a su hermana le sentaría bien probar en carne propia las habilidades de la chica, por no mencionar que ella quería observarla, y lo hacía, por primera vez en lo que tenía de vida, miraba a alguien que no era Astrid.

Miraba la forma grácil en la que se movía, no se había equivocado al pensar que habría sido buena en ballet, su forma de moverse al esquivar y empujar a su hermana no pareciera que estuviese luchando, más bien bailaba. Sus extremidades se movían con una precisión indescriptible, su rostro inescrutable mostraba pasividad, sabía que algo pensaba, pero no habría podido adivinar qué ni aunque su vida dependiese de ello.

Aun desde su posición, observaba también a su hermana, no sabía cuánto se podría contener Eleane, pero por lo leído en su expediente, no era de las que aguantase durante mucho la rabieta de una niña mimada. Aunque le costase admitirlo, en ese momento Astrid se comportaba como una malcriada.

En ocasiones así Aner se daba cuenta del daño que le había hecho a su hermana que ella la cuidase como la había cuidado todos esos años, le había hecho ver que era el centro de su mundo y su hermana había crecido con la seguridad de que Aner era suya, creyendo que podría hacer con ella lo que quisiese mientras vivía su vida.

Hasta ese momento Aner no había tenido problemas con que Astrid pensara de esa forma, pero desde el encuentro con Eleane frente a la residencia en la Academia la noche anterior, se sentía distinta. Sentía dentro suyo una necesidad imperiosa de tomar aire, se sentía asfixiada por su relación con su hermana. La había visto hacer su vida, salir con sus amigos, crear vínculos con los demás, enamorarse de Cesaer, incluso si hasta hace unos días ella no lo admitiese.

¿Qué había hecho Aner? No amaba a nadie fuera de Astrid, Merithia y Krisbian, quería a su equipo, les tenía cariño y no deseaba que nada les pasara, pero no salía con ellos a ningún sitio a no ser una misión. No tenía la habitación de un novio para dormir, mientras que Astrid podía escoger dormir con Cesaer o con ella, como hacía cada que se discutía con él o él estaba en una misión solo, o con otro equipo.

Habían misiones para las que se juntaban equipos, a veces no completos, solo uno o dos miembros de cada uno, era algo normal para misiones más divertidas que peligrosas que los muchachos pidiesen permiso a sus capitanes para hacerlas ellos solos.

Su hermana tenía mil y una opciones por delante, pero había contado con que cada que se sintiera abrumada por algo podría volver con Aner, que ella paralizaría su vida cada que Astrid se fuera, en espera de su regreso. Aner carecía de alguien a su lado, había tenido muchos rollos por allí, personas con las que tenía encuentros casuales, a veces mantenía a alguna durante un tiempo, nunca había querido a nadie para una relación, pero le dolía que Astrid ni siquiera hubiese considerado que esa posibilidad existiese.

Dejando sus pensamientos de lado, volvió a concentrarse en la pelea. Astrid volvía a cargar contra Eleane, quien ya no se veía pasible como antes. Su rostro, igual de inescrutable que hace unos minutos, ya no mostraba una expresión ligeramente relajada mientras ella estaba ensimismada en sus pensamientos, ahora se veía como el de alguien a quien le cuentan un chiste pero no le ve la gracia. La diversión se había acabado.

Astrid se fue contra Eleane antes de que Cesaer pudiera sujetarla por el brazo. En un movimiento que solo Eleane captó a tiempo, Aner se metió en el medio y con la derecha empujó en el centro del pecho de su hermana hacia atrás, Cesaer la aguantó con ambos brazos, encerrándola con su cuerpo en una especie de jaula para evitar que se fuera otra vez contra la novata, cuando todo su cuerpo cedió y se fue de espaldas.

Astrid estaba consternada por lo que Aner acababa de hacer, jamás en el tiempo que llevaban vivas Aner le había empujado, golpeado o atacado de ningún modo. Cuando Astrid perdía la paciencia, cosa que rara vez pasaba, Aner solía calmarla con delicadeza, una palabra suya podía detenerla inmediatamente, nunca había tenido que recurrir a la violencia de ningún tipo. Astrid no fue la única sorprendida con aquella acción.

Dom y Mariana se pusieron de pie y caminaron hacia ellas, William tenía los ojos tan abiertos que parecía que fuesen a salírsele de orbita y había dejado caer su celular, con el que se había pasado jugando la mayor parte de la pelea. Iban, por otra parte, miraba la escena con el rostro rígido, pensando en cosas que nadie quería saber en ese momento tan impresionante.

En los años que llevaban con las gemelas habían aprendido muchas cosas de ellas, pero lo primero que aprendieron era que Aner defendía a Astrid de todo y todos, y que solo con ella era dulce, la trataba como a una niña de 1 año de edad en todo momento. Ninguno de ellos recordaba una sola vez en que hubiesen discutido por absolutamente nada, de allí que ninguno se extrañó con la reacción de Astrid.

Mas lo que había hecho Aner, eso sí los había impresionado de sobremanera, aunque ninguno de ellos estaba tan impactado como la misma Aner. Miraba fijamente a Eleane, que le devolvía la mirada con una pregunta en sus ojos, pero Aner no tenía tiempo para adivinar qué era lo que quería saber la nueva, tenía algo mayor de lo que preocuparse.

Miró a su hermana, inmóvil en los brazos de Cesaer, que antes habían sido una jaula y ahora más bien parecían sostenerla para evitar que se desplomase allí mismo.

— Astrid, no eres una niña, no puedes comportarte como tal siempre. Me prometí a mí misma que te protegería de cualquier cosa y ahora el más grande peligro para ti, eres tú misma.

¿Por qué decía aquello? No quería decir eso, no era lo que tenía planeado decir, entonces por qué era lo que decía. Aner se cuestionaba mentalmente, pero sabía la respuesta: porque dentro de ella, sabía que era exactamente eso lo que pensaba.

— En esta vida todos tenemos responsabilidades, aunque no nos gusten, son nuestras y como adultos tenemos que asumirlas. Bien sabes tú que no es solo nuestro cuerpo el que desarrolla más rápido, nuestras vidas en sí también lo hacen. Es hora para que dejes de comportarte como una cría. Puedes perfectamente vivir sin mí y yo no tengo que detener mi vida mientras tú vives la tuya.

— ¿Es eso lo que verdaderamente piensas? — Astrid ya se sostenía por sí sola. Había dejado de estar apresada en los brazos de Cesaer, pero él todavía mantenía una mano cerrada alrededor de su muñeca, por si a su chica le daba un ataque de agresividad de nuevo — Yo nunca quise vivir mi vida sola, jamás te dejé fuera, aparte sin ti no puedo dormir.

— El que pienses que no seguiste adelante mientras yo me quedaba atrás esperando a que volvieras a mí esporádicamente demuestra tu poca madurez y decisión. Yo soy lo único en tu vida que no representa un riesgo, que no demanda confianza, por eso me quieres exacto donde estoy, porque si algo sale mal podrás volver a mí. Hace tiempo que acepté esa realidad y estaba bien con ella, pero no por eso voy a rehuir de mis responsabilidades. En cuanto a lo de dormir conmigo, desde hace casi un año pasas más noches en el dormitorio de Cesaer en la residencia que en casa, ahora probablemente nos veremos más en las mañanas que en los últimos meses.

Aner no podía creer lo que decía, sabía que esos pensamientos la habían rondado por un tiempo, pero los mantenía guardados en el fondo y no tuvo pensado en ningún momento darles voz. Sin embargo, se sabía poseída por algo mayor que ella. Un deseo irrefrenable de hacer algo diferente.

No le podía dar un nombre aun, pero se daba cuenta de que algo deseaba y, sin saber el qué, sabía que el primer paso hacia eso era ser la instructora de esa fierecilla, a la que le agradecía mostrar tan buen autocontrol con su hermana. Con el temperamento que tenía, bien podía haberla lanzado por la ventana desde el primer instante.

Los ojos de Astrid brillaron, las lágrimas se acumulaban en ellos, pero no se derramaron. Cesaer, preocupado por el bienestar de Astrid, quien no pensaba claramente en esa situación, decidió que era hora de tomar cartas en el asunto, todos se habían mantenido al margen durante demasiado.

— Astrid, mejor vámonos — comentó suavemente — Es muy tarde, mañana, descansadas, con la cabeza fría, volveréis a hablar, pero por hoy mejor vámonos.

— Tienes razón, mejor nos vamos ya — todos podían captar el tono despectivo de Astrid en esas palabras, algo que llegó bien hondo en Aner, pero no iba a dar su brazo a torcer. Tenía la razón, tal vez había ido muy lejos con sus palabras, pero simplemente estaba cansada de aquello.

Sin decir más, Astrid tomó la mano de Cesaer y tiró de él fuera del salón, más atrás salieron Dom y Mariana, que solo inclinaron la cabeza a modo de disculpa. William no hizo ademán de irse e Iban parecía estar esperando la reacción de Aner. Contra todo pronóstico, Aner suspiró quedadamente, y se volteó hacia Eleane.

— Es hora de mostrarte nuestra habitación — el tono de su voz dejaba claro que no estaba incitando a Eleane a seguirla, se lo ordenaba y con eso, todo lo que acababa de pasar quedaba en segundo plano.

******
Hola pequepinkypitufos, ¿qué tal? No sé si alguien esté releyendo la historia y note los cambios, que son ligeros, pero están, sin embargo, sí me gusta como queda ahora. Dicho esto, subí dos capítulos, así que...adelante.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro