Capítulo 1 Información
La noche llegaba a su fin, estaban volviendo al Centro después de lo que había sido una larga batalla, los vampiros renegados del Norte finalmente habían caído, ahora era solo cuestión de que la Reina de los vampiros tomara el poder y estableciera el orden en esa región.
Era bueno que lo lograsen antes de fin de mes, se acercaba el viaje a la Academia en honor de los nuevos graduados; cada año, cuando finalizaba un curso, representantes de todo el mundo se reunían en la Academia y elegían a los nuevos integrantes de sus respectivos centros. No importaba tu nacionalidad, ni origen o cuna, interesaba el puesto que hubieses conseguido acumulando puntos a lo largo de años de entrenamiento.
Los primeros 20 podrían optar por el puesto que quisiesen, que bien podría ser en la Academia, en la Junta Roja o en algún Centro de su elección, de la posición 21 a la 50 serían elegidos por los Centros y los restantes graduados tendrían que pasar un año más en la Academia. Si su rendimiento no mejoraba, se les encargarían labores de construcción, arreglos, agricultura, negociaciones con el mundo mundano, relaciones políticas como mensajeros entre las especies, entre otras labores.
Aunque para un mundano esos puestos serían respetables o por lo menos útiles, entre los Dromirs no eran más que una forma de degradarlos, eran las posiciones más bajas, aunque de vez en cuando algún Dromir demasiado viejo para seguir con la caza, o que simplemente tenía la necesidad de alejarse de su puesto por algún tiempo, podía escoger libremente cualquiera de esas ramas.
Sin embargo, el verdadero motivo por el cual las gemelas irían con su equipo ese año a la Academia era a buscar a alguien, su padre había llamado a Aner hacía un mes atrás y le había ordenado expresamente su presencia en la recogida de los novatos. Una orden del Director de la Junta Roja no es algo que pueda negarse, aun si son familia.
A Astrid no le había hecho gracia, ninguna de las dos tenía buenos recuerdos de su estadía en la Academia, no habían vuelto jamás después de graduarse con 18 y de eso habían pasado ya 5 años. Aner hizo entrar en razón a su hermana y luego le comentó la orden a su equipo, quienes, ajenos a lo que esa situación significaba para ellas, estaban bastante eufóricos por el regreso.
Aner había comprendido que no todos tenían recuerdos tristes del tiempo en que entrenaron, la experiencia de ellas no era lo normal, no podía culpar a su equipo. Se sentía incluso aliviada al saber que Cesaer iría con ellas, sabía de sobra que su hermana y el pelinegro de ojos azul marino y musculoso, andaban en algo desde hacía un tiempo y le resultaba agradable la idea de que alguien más estuviese allí para protegerla.
Durante mucho tiempo ella había cargado con esa responsabilidad sola y, si bien le gustaba, sabía que no era igual de eficiente cuando se dedicaba a ello. Le era muy liberador poder enfrentar a los renegados sin tener que ser la única preocupada por la seguridad de Astrid, le daba más margen para pelear y matar.
El sol ya estaba bien afuera cuando llegaron al Centro, dejaron el auto en la cochera y se dirigieron al salón central, allí tendrían que ver a Iban, quien había sido su tutor cuando se graduaron, y que ahora era una especie de instructor líder o algo así.
Era el encargado de dirigir el Centro y también de cuidarlos a ellos, aunque hacía ya tiempo que habían dejado de ser niños, en su equipo las menores eran ellas y tenían 23 años, no se podría decir que fueran muy pequeñas.
Pese a sus edades, Astrid era la enciclopedia ambulante, todo lo que fuera necesario saber o recordar, de cualquier especie, libro, situación o noticia, ella lo sabría, y Aner era la líder del grupo a un nivel más de trabajo, era quien elaboraba los planes de ataque y lideraba las operaciones. Al inicio algunos se habían quejado, aludiendo que eran muy jóvenes y no tenían experiencia, pero cuando las vieron en acción, en seguida desapareció cualquier rastro de inconformidad con los cargos otorgados a las gemelas.
- Vaya, ya era hora - habló Iban sarcásticamente, sentado en su escritorio, donde la pared marrón oscura detrás de él hacía que su piel blanca quedara aún más enmarcada y pálida, resaltada también por su cabello oscuro y ojos pardos, dándole un aire intimidante, producto de su desarrollada musculatura y 1.90 m de estatura.
Entraron las gemelas, seguidas de Cesaer y William, los encargados técnicos y de armas del equipo respectivamente, los demás miembros se habían ido directo a las duchas para luego caer redondos en las camas. William era uno de los más jóvenes del equipo después de ellas, el chico era poco más alto que ambas, cabello castaño y ojos marrón, nada que resaltara entre la multitud de no ser porque siempre tenía una expresión furibunda en el rostro.
- Tuvimos ciertas dificultades a la hora de eliminar al objetivo - respondió Cesaer con un tono cantarín que denotaba su gracia nata.
- Ya lo supuse cuando dieron las 4 de la madrugada y ustedes no aparecieron - la respuesta de Iban dejó claro que no se encontraba en condiciones de aceptar ningún tipo de broma, por pequeña que fuera.
- Dejémonos de tonterías - soltó William, tenía sueño y estaba sucio, deseaba bañarse y dormir y lo último que necesitaba era que Iban se pusiera a pelear con Cesaer.
- Willy tiene razón - intentó decir Astrid, pero los dos hombres no dejaban de mirarse como si fueran a saltar al cuerpo del otro en cualquier momento.
- Basta ya - la voz de Aner sonó fuerte ante la tensión de la sala, era una orden que no dejaba cabida para el error - tenemos cosas más importantes que hacer que discutir como si tuviésemos 5 años. Este es el informe de hoy - dijo, pasándole por encima de la mesa un sobre a Iban - todo lo sucedido está allí dentro.
- Presentaron una buena resistencia. Creímos que sería más fácil y resultó que nos dieron un buen entretenimiento - dijo Cesaer mientras tomaba una manzana y le daba una gran mordida, apoyado en la encimera
- Les dije que no se confiaran, es algo bueno que Aner y Astrid tengan más sentido común que tú, porque de otra forma los hubieran matado hace años atrás - Iban fulminaba con la mirada a Cesaer.
Nunca se habían llevado bien, cuando las gemelas llegaron la relación de ellos ya era tensa de por sí. Habían rumores de que Cesaer había salido con la hermana menor de Iban, algo había pasado con ella unos meses antes de que las gemelas dejaran la Academia, nadie sabía qué cosa y si lo sabían no se lo dirían a ellas, pero lo que las personas sí contaban era que la relación de ellos nunca había sido buena y después de la desaparición de la hermana de Iban, el resentimiento dio paso al odio que hoy se tenían.
Habían pasado años, pero aun así no mejoraban en nada su relación. Era raro para muchos que Iban todavía fuera el representante del equipo 33 y que no hubiese echado a patadas a Cesaer, pero nadie decía nada ni se metía en ello.
- Aner, espero que tengan todo listo, el viaje a la Academia será en tres días. Hasta entonces no tendrán más misiones, se dedicarán a preparar las condiciones para los nuevos, y ve pensando cual será el entrenamiento y posición de uno de ellos, uno de los novatos tendrá que incorporarse al equipo - explicó Iban, tranquilizando su temperamento.
- ¿Qué? - la voz de William fue un susurro de furia que interrumpió a Aner antes de que esta pudiese contestar - tienes que estar bromeando con nosotros - William nunca había sido muy dado a los cambios y de todos, el cambio que menos le gustaba eran los nuevos integrantes al equipo.
Había sido el más reacio a aceptar a las gemelas, y definitivamente no le gustó para nada que ellas terminaran al mando en el equipo, pero estas habían demostrado habilidades sin precedentes, por lo que no le quedó más que ceder. Con el paso del tiempo se habían vuelto buenos compañeros, pero eso no quería decir que él fuese más abierto a aceptar novatos en el equipo.
Aparte, sabía lo que eso significaba, tener que entrenar de cero a una cría recién salida del cascarón y adaptarla a la mecánica del grupo, ya que una cosa eran las técnicas de la Academia y otra muy distinta la manera en que funcionaba el mundo real.
- William por favor, sabías que esto tendría que pasar tarde o temprano, no han ingresado nuevos miembros a su equipo desde las gemelas, no podía mantenerse así por mucho más, son órdenes de arriba. Este año solo entrarán cuatro nuevos miembros, uno tiene que ser de ustedes, no hay de otra - Iban sabía que no sería sencillo hacer entrar en razón a William por mucho que lo intentaran, pero las órdenes son órdenes, incluso para él mismo.
- Me importa una mierda, no voy a aceptarlo, además, nosotros no podemos acoger novatos - protestó William con furia.
- William - Aner intervino, William era conocido por perder muy fácil el control - no podemos hacer nada, hemos escapado de esto por cinco años, ya es hora de que entre alguien nuevo. Las órdenes son órdenes, no se discuten, no estas al menos. Si esa persona no se adapta a nosotros, yo personalmente la botaré a patadas del equipo, aunque venga el presidente de la Junta Roja en persona y me diga lo contrario, puedes contar con ello.
Las palabras de Aner tuvieron el efecto deseado. William sabía que ella nunca hablaba en vano, si prometía, cumplía.
- Muy bien, como sea - aunque la respuesta en si era despectiva, Aner notó el tono suave que usó su compañero para hablarle y luego asintió con la cabeza, dándole el permiso en silencio pedido para que se retirara.
- Por favor, los demás retírense también, necesito hablar con Iban a solas - la orden, como cualquier otra de Aner, fue cumplida inmediatamente, incluso su hermana salió de la habitación.
Era conocido por todos los residentes del Centro que las reuniones privadas de Aner e Iban no podían ser interrumpidas ni presenciadas por nadie, a no ser altos representantes de la Junta, y ni siquiera su hermana se atrevía a romper semejante regla.
No quería saber en qué andaba su hermana mayor, no era necesario que ella lo supiera, de otra forma, Aner ya la habría puesto al tanto. Su mente viajó a pensamientos menos agradables, quería saber quién de ellos sería el instructor del novato. Ella no sería, eso era seguro, esperaba que no fuera Cesaer, no le hacía gracia tener que compartir el poco tiempo que ellos tenían con un novato, y menos habiendo la posibilidad de que este fuese una chica.
Probablemente sería Dom o Mariana, William era muy temperamental para el trabajo, aun si el novato era lo suficientemente bueno como para ponerlo directamente en un equipo categoría 7 como el de ellos. La mayoría empezaba por equipos de categoría 4 si estaban entre los primeros 20 graduados, los demás estarían en los equipos de las categorías del 1 al 3. Pensó que, si era tan bueno como para pertenecer a ellos de entrada, tal vez era porque se parecía a ella, mentalmente valioso en lugar de físicamente.
oOo
Cuando todos se hubieron ido, Iban tomó la palabra.
- Espero que estés lista para volver allí - comentó preocupado.
- A mí me da igual ese lugar y lo que representa, quien me preocupa es Astrid. No sé si será capaz de soportar la tortura de volver a ese sitio que tanto dolor guarda para ella - dijo Aner mientras se sentaba a horcajadas en una silla.
- Astrid es fuerte, estará bien - Iban le hizo compañía sentándose en una silla frente a ella - hablando ahora de temas más importantes. ¿Has podido localizar a los dromirs perdidos?
- El rastro se pierde en la frontera de Colombia según me han dicho mis contactos de Suramérica, están buscándolos más para abajo, pero nada. Mi hipótesis es que cruzaron mar hacia Europa, o volvieron aquí de incógnito - respondió Aner, soportando el dolor de cabeza.
Aner llevaba más de tres meses en una misión especial que Iban le había propuesto, sabía el peligro de esta, por lo que había optado por no involucrar a su equipo o a su hermana. Se había puesto en contacto con viejos compañeros, personas que les debían favores, y había montado una red de vigilancia extrema buscando un equipo de 18 dromirs que desaparecieron en enero y nadie había vuelto a escuchar de ellos.
No volvieron al Centro ni intentaron ponerse en contacto con nadie de allí, ni con su representante, la misión que se les había encomendado era de alto secreto, por lo que a Aner no le dieron muchos detalles, lo que sí le dijeron era el grado de peligro de esta, dato que solo aseguró lo que ella ya temía, el equipo desaparecido era un equipo de élite.
Los comandantes y representantes de la Junta Roja siempre le habían pedido que dirigiera un equipo de la talla de aquel al que ella ahora rastreaba, pero siempre se había negado a dejar a su hermana atrás, inicialmente esa fue la excusa, en la actualidad le había cogido cariño a su propio equipo y la confianza que se tenían no era algo que pudiese conseguirse muy a menudo.
No eran malos, eran un equipo de grado 7, mucho más alto que cualquier otro que estuviese formado por integrantes tan jóvenes, teniendo en cuenta que el más viejo era Dom de 26 años, un hombre que usaba en cabello en el típico corte militar, de tez aceitunada y ojos color tierra, de muy imponente tamaño.
Aun así, eran muy nuevos e inexpertos para seguirlos subiendo de categoría y ella, según la Junta, era un prodigio entre los dromirs, pero jamás cedería a semejante petición mientras aquellos que ahora formaban su familia no pudiesen venir también.
- Muy bien, si se tienen noticias nuevas avísame - declaró Iban seriamente.
- Sabes que lo haré - aseguró Aner, poniéndose de pie para irse, ya cerca de la puerta cambió de parecer - Iban... ¿es verdaderamente necesario que tengamos a un novato entre nosotros este año?
- Sabes Aner - dijo Iban suspirando - a veces eres muy perceptiva para tu propio bien.
- Sí, algo así me han dicho - aunque la frase debía ser en broma, la expresión del rostro y el tono de voz de Aner dejaron claro a Iban de que no estaba bromeando y buscaba una respuesta verdaderamente seria.
- De los cuatro novatos que vendrán al Centro este año, hay una chica que me fue solicitada poner en tu equipo - mientras decía esto buscó en la gaveta del gran escritorio un sobre, que le entregó a Aner con un gesto que la incitaba a abrirlo.
Dentro había la foto de una chica de ojos marrones profundos, vestida de negro, Aner juraba que debían de verse oscuros como la noche, el cabello lacio le caía hasta los hombros en una lluvia castaña casi etérea, se preguntó si sería el color natural de la chica.
Los rasgos de la cara eran finos, como los de una niña que en el mundo mundano hubiese sido bailarina de ballet, pero no era solo su rostro, sino también su cuerpo. Es muy delgada, pensó Aner, se notaba que tenía músculo, pero seguía siendo exageradamente menuda, a tal punto de que se veía excesivamente débil.
Su tez demasiado blanca daba la impresión de que estuviera enferma, por no mencionar que solo medía 1.65 m. ¿Cómo era que alguien así había sobrevivido en la Academia? Aner sintió la curiosidad de saber por qué una chica con esas condiciones físicas había sido solicitada para formar parte de su equipo, el cual era sabido que realizaba misiones fuertes y peligrosas, como todas claro, pero desde un punto de vista técnico, mucho más que las de otros equipos.
Obviamente su rostro reflejó la consternación que sentía, porque sin ella decir nada, Iban intervino en el curso de sus pensamientos.
- Lee el expediente, no te dejes guiar por su aspecto - la forma en la que habló, con un deje de gracia, le dio a entender a Aner que a él le había pasado lo mismo, que había pensado exacto lo que ella.
Haciendo caso omiso de sus ideas desagradables hacia la pequeña, como inconscientemente le había empezado a llamar, Aner pasó a la siguiente página del expediente, donde las notas que se exponían de la joven la dejaron anonadada, un hecho sin precedentes, ya que ella se caracterizaba por ser capaz de ver venir casi cualquier cosa, de cualquier persona, prever todas las posibilidades en todos los tipos de situaciones.
No se dejaba guiar solo por lo que veía, pero en el caso de esa muchacha los resultados eran increíbles, esperaba que fuera buena, la habían recomendado para su equipo, tenía que ser buena, pero era más que eso, era el mejor expediente de ese año, sobresalientes y cuadro de honor en todo. Sin embargo, había algo que opacaba ese brillo, la disciplina.
Aparentemente, esa niña era una pequeña fiera salvaje, 18 compañeros suyos acabaron en el hospital con fracturas graves, tres en terapia intensiva, atacó a dos profesores y tuvo más de 14 instructores de técnica y lucha física en los últimos dos años. Desde niña se veían rasgos de esa actitud caótica, pero a partir de los 16 en adelante todo se incrementó. Parece ser que la adolescencia no le asentó bien, pensó Aner.
- No funcionará con nosotros y lo sabes - le reprochó Aner a Iban.
- De hecho, su madre cree todo lo contrario - repuso este con diversión marcada.
- ¿Su madre? - preguntó Aner consternada.
- Eleanor Nervars, la presidenta de Inteligencia de la Junta Roja - aclaró Iban - su madre está sumamente preocupada por ella, sabe que su hija tiene mucho talento, pero también que necesita a alguien capaz de controlarla. Se había dado por vencida y planeaba dejar que su hija hiciera lo que quisiese, pero entonces leyó informes sobre ti, la chica prodigio de la Academia, aquella a la que habían querido reclutar para los equipos de élite desde el momento en que se graduó, pero que se había negado todas las veces. La Junta muchas veces pide tu opinión en casos importantes, eso te hace una figura de renombre entre los movimientos clandestinos oficiales, por no mencionar tus habilidades físicas...
- Me conozco lo suficiente, gracias, ve al punto - lo interrumpió bruscamente Aner, sabiendo perfectamente a donde iba a parar aquella conversación.
- El caso es que, cuando escuchó sobre ti, empezó a investigar y quedó muy impresionada. Está convencida de que si alguien puede salvar el destino de su hija eres tú, y que si tú no puedes nadie podrá. Por este motivo habló con tu padre, quien me transmitió sus deseos a mí, y yo solo puedo acatar órdenes, al igual que tú. No te piden que la tengas como miembro oficial, sabes que todos los novatos pasan 6 meses de prueba, si al final de ese tiempo no se consideran aptos por el capitán del equipo, son reincorporados a otros lugares. Como es un caso especial, su tiempo de prueba será de 3 meses.
Aner todavía dudaba un poco, sabía que no podía confiar nada de esa información a su equipo y que ellos no lo entenderían si ella no explicaba, pero realmente no podía negarse ni así quisiera, aunque la verdad, no quería. Encontraba intrigante, por no decir desafiante, la idea de entrar en cinta a una fierecilla como aquella, a fin de cuentas, La fierecilla domada entraba entre sus obras favoritas de William Shakespeare.
- Muy bien, no queda de otra supongo - suspiró Aner con resignación - ¿A ella tendremos que cazarla entre la multitud o aceptó su destino?
- No lo aceptó, pero por algún motivo, que nadie logra comprender, estuvo de acuerdo en venir contigo - algo llamó la atención de Aner en esa respuesta.
- ¿Querrás decir con el equipo? - en el rostro de Iban se formó una sonrisa que a los ojos de Aner era más bien una burla.
- No Aner, quiero decir exactamente lo que dije. La joven dijo que vendría sin oponer resistencia siempre y cuando tú fueras su instructora, ¿curioso no? - explicó Iban con gracia moderada - La madre la quiere en este equipo porque cree que tú puedes controlarla y la hija no opone resistencia ante esa orden siempre que tú seas quien la instruya, aunque ninguna de las dos le dice nada a la otra.
- No lo entiendo. ¿Por qué querría ella que yo fuera su instructora? - la cara de consternación de Aner solo hizo que Iban ampliara su sonrisa hasta llegar a reír realmente.
- ¿Quién sabe? Capaz y lo hace por molestar - Iban apoyó todo su cuerpo en el escritorio, descansando en su superficie, esperando la reacción de Aner.
- Me parece que esas dos necesitan terapia familiar urgentemente- comentó Aner frotándose el puente de la nariz.
- Que tú seas quien se los recomiende lo hace más grave de lo que es en realidad- el comentario de Iban hizo que el rostro de Aner se contrajera en una mueca entre furia y dolor.
No le agradó en lo más mínimo que le recordara lo disfuncional de su familia biológica, si se le podría llamar así. Para evitar llegar a mayores, simplemente cerró la carpeta.
- ¿Me lo puedo quedar? Quiero estudiarla a profundidad, si voy a ser su instructora necesitaré saber todo lo que pueda antes de enfrentarme a ella - Aner ya había vuelto a componer su rostro en la misma expresión de siempre, lo que Cesaer llamaba cara de póker, inexpresiva por decir más.
- Sí claro, esa copia es tuya, la mandó Eleanor específicamente para ti -aceptó Iban. Aner hizo una reverencia con la cabeza, el gesto oficial de respeto, rara vez lo hacía con Iban, excepto cuando estaba molesta con él.
Salió de la habitación a toda prisa, se dirigió afuera, donde su moto la esperaba parqueada en el lugar que la había dejado la noche anterior antes de irse para la misión. Guardó la carpeta en el bolso que estaba enganchado en el timón de la moto y luego se lo colgó del cuerpo, se puso el casco, montó y aceleró a fondo. Tomó la carretera rumbo a su casa, mientras en su cabeza corrían imágenes de su tiempo en la Academia y de su llegada al Centro.
Cuando llegaron allí desde la Academia, Iban había sido su instructor personal en lo que a trabajo en equipo y técnicas fuera de la Academia se refiere, algo que extrañó a muchos y trajo las sospechas de otros, ya que no era frecuente que el director de un Centro fuese instructor de ningún novato.
A Astrid la había atendido Krisbian, había sido profesor y orientador de Astrid en la Academia, decidió venir con ellas cuando tuvieron que dejarla atrás y se convirtió en el encargado de los asuntos de Inteligencia del Centro.
El entrenamiento de los niños dromirs empezaba a los 5 años en los Centros de sus ciudades, luego a los 12 los enviaban a la Academia hasta los 18, cuando se graduaban y eran repartidos a los que serían sus destinos de por vida, a excepción de algunos cambios como el hecho por Krisbian.
En la educación de los dromirs hay dos puntos fundamentales, el físico y el mental, rara vez alguien era capaz de tener desarrollados ambos al mismo nivel y que dicho nivel fuese alto, alguien como Aner no era común. Sin embargo, su hermana Astrid sí era de lo más usual, al menos es ese aspecto.
Muy buena con los libros, teorías, hipótesis y conocimiento archivado, pero en defensa física apenas si podía zafarse de las llaves básicas o hacerlas ella. Esto mantenía a Aner constantemente preocupada, afortunadamente Krisbian había venido con ellas, era buena compañía para Astrid, a Aner le agradaba verlo con su hermanita, por no mencionar que con él vino Merithia, su esposa y también la entrenadora de Aner y Astrid cuando estaban en la Academia.
Habían hecho un vínculo especial cuando las gemelas llegaron a la Academia, ni ella ni su esposo quisieron separarse de ellas cuando tuvieron que irse, así que pidieron el traslado y tres semanas después de llegadas al Centro, ellos llegaron con sus nuevos puestos de trabajo y casa.
Al inicio las gemelas habían tenido que quedarse en la residencia del Centro, pero actualmente ambas vivían en casa del matrimonio, después de la muerte de su madre, ellos eran lo más cercanos a unos padres que ellas tenían. Aner los amaba mucho, los veía como la familia que hubiesen podido tener ella y su hermana.
Aun así, no podía negar que Iban se había portado muy bien con ellas, aunque a veces era un poco cruel, la verdad es que había sido como un tío protector y agradable, a tal punto que, una vez culminado el entrenamiento de Aner, decidió ponerlas a las dos en el equipo que él representaba de manera permanente.
No obstante, en momentos en los que se comportaba como en el salón, Aner deseaba poder arrancarle la cabeza con las manos. Antes de poder pensar más formas de asesinar a Iban, vio el porche de la que desde hacía unos años era su casa, por la hora que era cuando frenó en frente de esta y dejó la moto en el garaje, sabía que Krisbian estaba preparando el desayuno y Merithia todavía debía de estar durmiendo.
Estos dos formaban una pareja de lo más cómica, Krisbian era el chico de letras, muy blanco, delgado, con gafas de pasta negras con mucho aumento, en contraste con su cabello rojizo brillante y sus ojos casi amarillos. Siempre lo podían encontrar refugiado en sus libros e investigaciones, como si fuera poco, no tenía entrenamiento físico ninguno, su cerebro brillante era lo que lo hacía especial. Adoraba cocinar, podía hacer platos variados de cualquier tipo de cocina en el mundo.
El contraste entre él y Merithia era imponente. Nadie jamás había entendido cómo habían acabado juntos. Si no fuera por lo palpable del amor que se tenían cuando los dos estaban en la misma habitación, cualquiera pensaría que era un matrimonio por conveniencia.
Merithia era todo lo opuesto a Krisbian que alguien podía ser. Alta, fuerte, musculosa, de piel oscura, con un cabello negro corto y unos ojos cafés intensos. Tenía tatuajes en sus brazos y muslos, algunos en la espalda y uno grande que le cruzaba el pecho entre los seños y se perdía hacia el abdomen, parando debajo del ombligo.
Una mujer que apreciaba el valor de una buena paliza para corregir los malos hábitos, adicta a entrenar diariamente, había practicado a lo largo de su vida cerca de 13 artes marciales y técnicas de lucha libre. Le gustaba la adrenalina que se apoderaba de su cuerpo en la batallas, conocía las consecuencias de estas, pero simplemente estaba en ella ese amor a la lucha.
No sabía cocinar, nunca aprendió, antes de conocer a Krisbian sobrevivía de lo que otros cocinaban o de la comida rápida, se caracteriza por darle igual la limpieza y el orden de la casa y más aún en su propia habitación. Las gemelas siempre habían disfrutado mucho con las discusiones entre ella y Krisbian, nunca llegaban a ser peleas y ella casi siempre ganaba, ya que aunque admitía que estaba mal el no cuidar la limpieza, siempre era él quien terminaba arreglando.
Ese ambiente apacible y divertido desde que los conoció se había convertido en el refugio de Aner, no tenía relaciones o novios, los encuentros sexuales casuales eran para satisfacer deseos naturales, no para calmar el alma, como diría Astrid.
En ese mismo momento, después del comentario de Iban, era eso exactamente lo que necesitaba, calmar el alma. Sin pensarlo más, entró en la casa y apenas cruzó la puerta, el olor de las tortitas con miel de Krisbian le inundó los sentidos. Dejó el bolso en un asiento de la sala y fue directo a la cocina.
- Buenos días. ¿Cómo está mi lobita hoy? - el saludo matutino de Krisbian la hizo sonreír.
Desde que la conoció la había comparado con una loba salvaje, decía que tenía la mirada de una alfa, por la profundidad que sus ojos poseían, dejando claro que su mente era incluso más intrincada que el mismo espacio exterior. Una mente brillante y una habilidad y fiereza entrañables, como una loba. Desde entonces así la llamó y a Astrid la llamó lechucita, una especie de diminutivo de lechuza.
- Buenos días. Estoy muerta de hambre- dijo Aner mientras se subía al desayunador.
Sabía que a él no le gustaba, pero también sabía que como acababa de llegar de una misión larga no le diría nada, con los años se había acostumbrado a esa manía de la chica a tal punto que, cuando pasaba días sin venir a casa por estar en alguna misión, el día que ella regresaba se encargaba que el desayunador estuviese más limpio que nunca para que ella se pudiese sentar cómodamente.
- Bueno- dijo poniéndole delante un plato con seis tortitas bañadas en exceso con miel - aquí tienes, que después de una noche tan larga necesitarás combustible - dicho esto ambos se rieron - Astrid no vino contigo - no era una pregunta, aunque no había en su tono nada que reflejara reproche o decepción.
- Imagino que estaría muy cansada para venir a casa, al llegar tuve una reunión con Iban, cuando dejé el salón ella no estaba por ningún sitio, supongo habrá subido a dormir a uno de los dormitorios de la residencia - dijo Aner, intentando encubrir a su hermana.
- ¿Para uno de los dormitorios o para el dormitorio de Cesaer?
Aner, quien hasta el momento no había levantado la vista del plato desde que Krisbian se lo puso adelante, no pudo evitar mirar con una expresión entre impresionada y divertida a quien estaba todavía manejando el sartén, haciendo más tortitas para que Merithia desayunara al despertar.
- No me mires así, tu hermana no es tan buena escondiendo secretos como tú y si a eso le agregas que Cesaer es uno de los más codiciados en el Centro, el que esté enrollado con alguien es, como dicen las chicas, una bomba. Especialmente porque, según me enteré, desde que andan juntos no ha mirado a ninguna otra. Eso las tiene a todas muy nerviosas, tienen miedo de que de momento decida tener novia, que digo yo, eso que tienen ellos es un noviazgo lo que sin el nombre oficial.
- ¿Desde hace cuánto lo sabes? - por fin había podido hablar, estaba intrigada y mientras esperaba la respuesta, volvió a la labor de comer.
- Pues a decir verdad, desde antes de que ellos mismos lo supieran. Sabes que antes yo trabajaba en Inteligencia, allí te enseñan a leer el lenguaje corporal y el de ellos era de dos personas que se arrancarían la ropa en cualquier parte si no hubiese nadie más presente.
- Krisbian - la voz de Aner fue entre un regaño y la afirmación de alguien impresionado - no voy a negar que era cierto, pero ni siquiera yo hubiese usado esa frase para describirlos.
- Porque eres su hermana, la protegiste y cuidaste de sobremanera durante mucho tiempo, es imposible que uses una frase como esa para describirlo, en lugar de tener la complicidad de gemelas, tienen más bien la relación de una hermana 10 años mayor que la otra - aclaró Krisbian con cierto pesar.
- Supongo que Merithia también lo sabe -comentó Aner con la boca llena mientras intentaba masticar el último trozo de la última tortita y alargaba el brazo para alcanzar el vaso de jugo enfrente de ella.
- Meri lo supo un poco después, los vio una sola vez y en seguida se dio cuenta, supongo que su experiencia en las relaciones le dieron una percepción especial para eso - Krisbian había terminado de preparar el desayuno y sirviéndose un plato se sentó en una silla frente a Aner, que seguía cómodamente encima del desayunador.
- Su experiencia, ¿no la vuestra? - indagó curiosa.
- Si te has fijado, Merithia es una mujer muy atractiva e interesante, obviamente en nuestros años en la Academia ella era una de las chicas más cotizadas y era famosa por darle oportunidad a ciertos y determinados tipos de chicos de su elección, los escogía como si fueran ganado - puntualizó Krisbian.
Aner se fijó en que Krisbian no parecía alterado ni molesto contándole aquello, como si no fuese de su mujer de quien estuviese hablando.
- En cambio yo no era muy diferente de como soy ahora, usaba una graduación de gafas más baja si acaso. Y naturalmente, en un lugar lleno de chicos fuertes, musculosos y con frases picantes que soltarle a cada chica que les pasara por al lado, el nerd de gafas grandes, flacucho y débil que siempre andaba cargado de libros y nunca hablaba con nadie no era el galán más cotizado.
- ¿Y entonces? - rara vez Krisbian contaba algo de sus tiempos de adolescente y de su relación con Merithia, ninguno de los dos había contado el cómo empezó su relación. Había cosas que era mejor mantener en secreto.
- Por cosas de la Academia, terminamos juntos en una misión de prácticas y por algún motivo ella cogió interés en mí, cuando terminamos la misión empezó a juntarse conmigo y antes de darme cuenta me hizo su novio. Fue mi primera novia y no es de extrañar que entiendas que jamás he estado con nadie más - resumió Krisbian tranquilo.
- Creí que tú le habías caído atrás buscándola y que ella cedió porque tus métodos de conquista eran diferentes a lo usual - la forma en la que Aner lo decía daba a entender que estaba fascinada con la historia, cosa que no le convenía a nadie.
- Aner, puedes ir a despertar a Merithia, se nos va a hacer tarde y tú necesitas un baño y una buena tanda de sueño - Aner tuvo la impresión de que Krisbian la despachaba, pero estaba muy cansada para prestar atención, así que dejó correr ese pensamiento y fue escaleras arriba en busca de Merithia. La encontró envuelta en sábanas en la cama, roncando, tomó impulso y le cayó arriba de un salto.
- Venga, despierta - insistía saltando sobre Merithia, quien estaba hecha una furia retozona.
- Aner, te vas a enterar - pero Merithia acabada de levantar no estaba muy fina y Aner fue más rápida, salió de la cama y se detuvo en la puerta para voltearse y decirle entre risas que Krisbian le tenía el desayuno esperándola abajo, luego corrió todo lo que pudo hasta el cuarto de baño y cerró con pestillo.
Se desnudó y entró en la bañera, abrió la ducha y dejó que el agua caliente borrara las marcas de la misión de la noche anterior. La tierra que se desprendió de su cuerpo tiñó de carmelita el agua a sus pies y su cabello recobró el brillo dorado que lo caracterizaba.
Para cuando salió de la ducha, estaba limpia como una patena y su rostro volvía a tener la luz vital que hacía más suave su mirada. Se envolvió en una toalla rojo vino y salió del baño, bajó las escaleras y recogió del asiento de la sala el bolso. Regresó escaleras arriba, esta vez en dirección al cuarto que compartía con su hermana.
Los años habían pasado, pero todavía compartían el mismo cuarto y dormían juntas, esto había cambiado en los últimos meses, cuando empezaron los escarceos de Astrid con Cesaer, pero Aner no se lo tenía en cuenta, incluso se alegraba por ella.
Abrió el bolso y vació el contenido sobre su escritorio marfil, la habitación estaba decorada en dos mitades, la mitad de Astrid tenía muchas cosas en diferentes tonos de rosa y púrpura como, por ejemplo, el escritorio rosa chillón con maripositas púrpura y azules de la esquina, mientras que la mitad de Aner estaba decorada en blanco marfil y negro.
El bolso estaba casi vacío de no ser por dos pistolas semiautomáticas, una de ellas una SIG-Sauer P239 y la otra una Walther P99 ambas de calibre 9 × 19 mm Parabellum, municiones para dichas armas, un celular desechable, una billetera con dinero y documentos oficiales, más el sobre de la fierecilla.
A Aner le hacía gracia llamarla de esa manera, sabía incluso antes de conocerla que ese sería su apodo y por primera vez desde que había llegado al Centro, estaba a favor de utilizar uno. El de su hermana era Enciclopedia ambulante y el de ella era Medusa, nunca se quejó al respecto, ni siquiera le importaban y Astrid parecía tomarse el suyo más como un alago que como un apodo de burla, por tanto no eran inconvenientes.
Tomó el expediente y se acostó en la cama, luego de hacer traquear los dedos sonoramente, como era costumbre cada que iba a estudiar a profundidad un tema, lo abrió y empezó a leer, esta vez detenidamente.
ELEANE NERVARS
Nacida el 15 de agosto de 1999, Waterford, Irlanda.
Edad: 19 años.
Familia
Padre: Gorner Nervars (fallecido)
Madre: Eleanor Nervars, 46 años, presidenta de Inteligencia, Miembro de la Junta Roja.
Resultados académicos: cuadro de honor.
Nota media: 5
Resultados de desarrollo físico: cuadro de honor.
Nota media: 5
Anotaciones especiales:
Personalidad agresiva, tendencia a la violencia, actúa sin pensar, falta de paciencia, temperamento hostil, carácter desagradable, indisciplina, sin respeto a los superiores.
Análisis psicológico:
La paciente presenta trastornos de comportamiento, parasomnia (pavor nocturnus) constantes, insomnio, estrés, nictofobia, ataques de ansiedad y tics nerviosos.
Nota del psicólogo:
El origen de todos los trastornos previamente expuestos en la paciente parece deberse a la forma de educación del hogar, maltrato infantil verbal por parte de la figura de mayor autoridad en la casa, búsqueda constante de la aprobación del mismo, además de que a la edad de 12 años presenció el asesinato de su padre, quien murió en manos de la paciente.
Notas especiales:
La paciente es un caso especial de pavor nocturnus. Inicialmente no recordaba el terror al despertar, padecía de la amnesia característica de la parasomnia. Con los años empezó a juntar pedazos de recuerdos de dicho terror, dándose a ver que todas las noches es el mismo. A raíz de las repeticiones diarias de la misma imagen, esta dejó de proyectarse solo en su subconsciente y alcanzó su memoria anterógrada, siendo capaz de vivir el pavor y recordarlo al detalle cada día.
Esto no es común y causa traumas mayores en la paciente. Tener cuidado al despertarla, debido a lo vívido de su terror y el que lo recuerda, se corren riesgos de que en los primeros instantes ella ataque a aquel que la despierte.
A medida que iba leyendo se daba cuenta de las situaciones que habían conducido a que la chica fuese de la forma que era. No debió de haber sido fácil crecer así y ver morir a tu padre en tus manos. La historia de Eleane trajo a Aner recuerdos de su vida cuando era niña, el funeral de su madre, la llegada a la Academia, comprendía de cierta forma a la pequeña.
Aner y Astrid habían sobrevivido bien porque se tenían la una a la otra, pero pasar por todo aquello sola no debió de haber sido fácil, a saber cómo pudo haber resultado cualquiera de las dos si las hubiesen separado en aquel entonces.
Por algún motivo, lo que había empezado como una orden, de repente se había convertido en un deseo. Quería domar a aquella chica, enseñarle que el mundo no era el culpable y que había mejores formas de canalizar esa ira y usarla en el momento adecuado, contra la persona correcta.
Por primera vez en años deseaba algo con desesperación, tenía un propósito diferente al de proteger a su hermana o cumplir las misiones. Quería ser ella, al igual que en la obra de Shakespeare, quien domara a la fierecilla.
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Hola, hola. ¿Qué les ha parecido el primer capítulo? Sé que carece de emociones impactantes, pero es la clave para luego entender varios aspectos del libro, como esto es más bien una re-edición, las actualizaciones serán más seguidas de lo normal.
Ayer no actualicé nada porque una gatita se me coló en casa y al final he terminado rescatándola, pero tuve que correr ciertamente. Dicho esto, dejen su estrellita y su comentario por favor, nos leemos.
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