• Un cariño retorcido •
—¿A dónde crees que vas? —Las manos de Ruby rodean mi pecho a la vez que deja besos por mi cuello.
—Tengo que hacer cosas importantes… —murmuro desinteresado mientras me levanto de la cama y la dejo atrás.
—¿Acaso yo no soy importante? —Ruby se levanta de la cama, completamente desnuda, aguardando atenta.
—Por supuesto que no. ─Sonrío mostrando los dientes.
Camino y borro por completo mi falsa mueca. Ruby rezonga con molestia.
—¿Y qué tan importante es esa estúpida de Jones, eh? —Mi cuerpo se tensa de inmediato al oírla—. Últimamente pareces estar muy obsesionado con…
Antes de que logre completar la palabra, volteo mi cuerpo con una velocidad increíble, tomo a Ruby por el cuello y la obligo a dar algunos pasos hasta tenerla acorralada contra la pared.
—¿Obsesionado? ¿Me estás diciendo que estoy loco o algo así? —Mis dedos aprietan cada vez más su delgado cuello, provocando que gima de dolor y terror.
—¡Ahgg! ¡A-Austiiin!
—¿Qué? —demando muy cerca de su rostro, apretando más.
—Lo… lo s-sien…to. —Sus ojos se ven aguados y rojos, casi saltones por la presión.
Chasqueo mi lengua en señal de molestia, a la vez que suelto su cuello. Ruby de inmediato cae al suelo tosiendo desenfrenadamente.
—Bueno, como sea… —Me dispongo a terminar de vestirme, aún escuchando la respiración agitada de Ruby—. Y no, no estoy obsesionado con ella…
Le murmuro sin demostrar ninguna emoción, aunque un extraño enojo comienza a escalar por todo mi cuerpo. ¿Qué mierda me sucede? ¿Por qué me enojo tanto por este tema?
—Sí, por supuesto… —Ruby pronuncia con ironía, con su voz ahogada y áspera.
La ignoro y tomo mi celular al notar los mensajes pendientes que me dejó Jackson. Por otro extraño motivo, el enojo empieza a aumentar.
Dos mensajes de Pequeño Jack.
—Iré a tomar aire, no me siento bien…
Recibido: 14:21 h
—Hermano, llámame cuando termines de acostarte con Ruby.
Recibido: 15:02 h.
Esos dos mensajes giran en mi cabeza, provocando que las dudas y la intriga inunde todo mi ser.
—Me voy, Ruby… —digo sin quitar mis ojos del celular.
Camino hacia ella, Ruby ya se encontraba en ropa interior y sentada sin hacer nada; al verme,se tensa, pero no se mueve. Le sostengo el mentón y deposito un pequeño beso en sus labios; ella no se sorprende, tan solo me sonríe. Bajo lo más rápido que puedo por las escaleras, buscando el contacto de mi hermano, pero una silueta llama mi atención, dejo de lado el celular y freno mis pasos.
—Wow, alguien tiene prisa. —Su voz hace eco por toda la mansión.
No digo nada, pero las ganas están. Frunzo el ceño al verlo de cuerpo completo, y, sin poder evitarlo, una risa se escapa de mí.
—¿Qué te pasó? ¿El novio de quién te ha golpeado? —bromeo al ver el rostro golpeado de Bred.
Su camisa blanca se encontraba manchada con líquido carmesí, tal vez demasiado, su mejilla estaba rosada y raspada; un poco de sangre saltaba de aquella herida, pero también de su nariz. Una sonrisa dolida aparece en su rostro.
—A tu madre le gusta jugar rudo, Austin… —Doy un paso a Bred y golpeo su hombro con fuerza haciendo que suelte un gemido de dolor.
—No hables de mi madre, idiota. ─Ríe, pero su rostro tiene un claro matiz de dolor
—Lo siento, lo siento…
—¿En problemas? —divago analizando su reacción—. ¿Necesitas algo?
—¿Ahora quieres darme tu ayuda? —El enojo es claro en su voz.
—Intento ser un buen samaritano, Bradcito… —Busco quitar peso a mi anterior pregunta.
—Tú no eres un ser humano, Austin. Eres todo menos eso… Eres un maldito demonio—. La gracia desaparece por completo en segundos. Mi sonrisa se desvanece igual de rápido y Bred se acerca aún más—. Mis problemas ya no te conciernen, hermano…
Sus ojos rojos queman los míos, las palabras no salen de mi boca, pero Bred consigue decir lo que mi mente me estaba gritando que recuerde.
—No lo olvides, querido hermano. Jackson y tú me matarán, ¿verdad? Un maldito error es lo único que te sigue atando a mí, así que no finjas preocupación o lealtad a mí, porque solo es una farsa. Como toda tu vida. —Escupe aquellas crudas palabras cerca de mi cara. Antes de marcharse, noto cómo el poco brillo que quedaba en sus oscuros ojos se iba apagando cada vez más.
«¿Lo es, Bred? ¿Es una farsa?», dudo de mi propio juicio.
Las ruedas del coche rechinan con violencia al arrancarlo y pisar el acelerador. La parte izquierda de mi cabeza palpita dolorosamente, todos mis problemas empiezan a agobiar mi mente y provocan que la frustración reine en ese sitio. Varios suspiros salen de mi boca al intentar pensar en alguna solución para aquellos molestos inconvenientes, pero unas vibraciones en mi bolsillo me recuerdan el problema mayor: algo le ocurre a Jackson. Antes de contestar su llamada, aclaro mi voz para no transmitir mis inquietudes.
—¿Hola…?
—Hermano… estoy… —balbuceo Jackson.
Freno el auto en seco y provoco que mi peso se caiga con algo de violencia hacia delante, aunque el cinturón de seguridad evita que me lastime con el volante.
—¡¿Qué ocurre, Jackson?! —Me altero al oírlo.
—En el hospital… —Termina de decir, noto el claro temblor en aquella voz tan conocida.
—¿Ha ocurrido algo grave? ¿Por qué estás allí? ¿Le ha pasado algo a…? —Las preguntas se atropellan en mi boca, al igual que siento que mi corazón late extrañamente rápido.
Hay un corto silencio, tan solo puedo oír su respiración pausada y luego sus palabras fuertes y claras.
—Elisabeth ha tenido un accidente, estoy en el hospital del centro, es mejor que te apresures… —El titubeo desaparece en su voz, él aguarda un momento y luego todo queda en silencio.
Otro corto silencio, y luego solo oigo el “pip, piiip” de la llamada finalizada que produce mi celular.
«¿Qué…? ¿Elisabeth…?».
No logro saber cómo, pero, aún estando en estado de trance, mi mano baja el freno de mano y mi pie puja el acelerador hasta el fondo; lo que provoca que las ruedas emitan un chirrido y luego arranco a toda velocidad.
En mi mente no hay nada, solo un agujero vacío que no logra procesar nada. El auto sigue avanzando, pero mi noción del tiempo es nula; es así hasta que logro distinguir el conocido hospital privado del centro de la ciudad y mi mente comienza a funcionar con “normalidad”.
Bajo del auto y tropiezo con mi propio pie, pero me levanto rápidamente. Camino, casi corriendo, hasta dentro del edificio en donde una mujer me detiene y me obliga a acompañarla hasta la sala de administración.
—¡Ya le he dicho que necesito saber en dónde mierda está!
—¡Y yo le dije que se calme o llamo a seguridad! —La joven mujer me advierte con su dedo índice; luego de darme una última mirada de advertencia, teclea algo en su computadora. —Ahora —dice mientras suelta un suspiro de cansancio—, ¿cómo has dicho que se llamaba?
—Elisabeth Jones… —hablo entre dientes con la poca paciencia que me queda.
—La joven se encuentra en la planta 3-A, en la habitación 4. Por lo que veo aquí, solo sufrió un pequeño golpe en la cabeza y en su rodilla izquierda…
—¿Segura? —la interrumpo.
Sí, joven. Eso es lo único que dice… ─ Da otro suspiro.
Murmuro algunas palabras no muy amigables para ella, saco mi billetera de mala forma, tomo los primeros billetes que tengo y se los estampo en su cara. Un pequeño grito de sorpresa se escapa de su garganta, y tomo ese momento para caminar hasta el elevador.
—Vamos, vamos, vamos… —Toco tres veces el botón para que la puerta se abra y entro con prisa.
Al instante que las puertas se cierran en mis narices, aprieto mis ojos y largo un suspiro lleno de nervios. Detesto los malditos espacios pequeños.
Al llegar a la planta 3-A, camino esquivando a todos los doctores y empujando a otros. Sin importarme sus insultos, tomo mi celular e interno marcar el número de Jack mientras sigo caminando.
—¿Hola…?
—Ya estoy aquí, dime en dónde estás —demando mientras empujo a una señora. Esta cae al suelo y suelta un quejido.
—En el pasillo que está a la vuelta de los baños masculinos… —habla en voz baja—. Apresúrate, ¿sí, hermano?
—Estoy llegando. —Y, tan pronto como digo lo último, la silueta de Jackson conecta con mis ojos y corro a él.
Lo tomo por sorpresa al tocarle el hombro, lo que provoca que me lleve un empujón de su parte y doy dos pasos hacía atrás; no recordaba sus golpes tan fuertes.
—¡A-Austin! —Jackson grita con sorpresa—. L-lo siento, y-yo…
—Oye, tranquilo, hermano… —Me acerco a él e intento sobar su hombro para tranquilizarlo.
Su respiración era levemente irregular, su pálido rostro contrastaba demasiado con sus mejillas rojas y era notable cómo su cuerpo temblaba pausadamente.
Los hospitales no eran el mejor lugar para nosotros, aunque estoy seguro de que para Jackson era más complicado, sabía y sentía que este lugar albergaba millones de recuerdos del orfanato, lo que implicaba muchas muertes, sangre, torturas y abusos; lo normal en un lugar así. Pero es obvio que un hospital de ciudad no se podía comparar con la enfermería de un viejo orfanato; pero aún así, mis manos quemaban y picaban por el sudor. No podía evitar mirar a mi alrededor para buscar alguna señal del padre Roger y su asquerosa sonrisa llena de una retorcida diversión.
—Ven, Jackson, siéntate un momento… —Con paciencia, lo ayudo a llegar a los asientos de espera.
Los movimientos de Jackson son toscos y mecánicos, lo que le hace ir aún más lento.
—Creo que ella está bien… —murmura al instante que se sienta.
—¿Y tú? ─Suspiro al oírlo.
—He estado peor, ¿recuerdas? —Levanta su cabeza y noto las enormes bolsas que cargan sus caóticos ojos.
—Intento no hacerlo…
—¿Austin?
Al ver su rostro, mi garganta intenta bajar la saliva con dificultad. Lamo mis secos labios e intento no mostrar el temblor de mis manos por el nerviosismo que me provocaba estar en un lugar así.
—¿Qué hacen aquí, chicos? —Su voz es amigable, pero en sus ojos había un huracán de emociones.
—Quería… —Muerdo mi boca al conectar mis ojos con la chica sentada en la silla de ruedas—. Vine a buscar a Jackson, no le gustan los hospitales… —digo fluido y tranquilo.
—Entonces ya se pueden ir, eso haremos nosotras. —Isabella sonríe duramente—. Te agradezco, Jackson, por habernos llamado al enterarte del accidente de mi hermana…
Los ojos azules de Isabella viajan en busca de los de Jackson. Las miradas que estos dos se lanzan son extrañamente indescriptibles para mí, lo que provoca un gusto amargo en mi garganta.
Mientras Isabella y Jackson tienen una “conversación” con sus ojos, yo intento captar la atención de Elisabeth; aunque su mirada perdida, sus labios apretados y su rodilla temblando me hablan claramente de que su mente se encuentra en otro mundo. Dejo de respirar para armarme de falsa calma y así decir las palabras.
—¿Te encuentras bien, Elisabeth?
Al parecer, mi pregunta rompe todas las burbujas, porque todos clavaron sus miradas en mí, como si taladraran cientos de agujeros por todo mi cuerpo.
—Sí, estoy genial… —Intento buscar el sarcasmo o la ironía en su voz, hasta espero algunos segundos para oír algún tipo de insulto, pero la espera es en vano.
Nadie dice nada. Yo sigo esperando, mi mente y mi pecho lo hacen, pero no hay nada, como aquellos enormes ojos bicolores de Elisabeth.
—Bueno, creo que ya es hora de irnos. Nos vemos esta noche, chicos… —Isabella vuelve a tomar control de la conversación, da una última sonrisa vacía y se retira moviendo la silla de ruedas. Alejando cada vez más a Elisabeth de mí.
Frunzo el ceño al ver la escena de película melancólica, mi ojo derecho palpita y mi corazón late con tanta fuerza que logro oír mis propios latidos.
—Jackson… —Le hablo sin apartar mi vista de una Isabella algo borrosa—. Cuéntame todo lo que ha pasado…
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro