• Terapia •
Isabella Jones
Miro tras el espejo empañado cómo las gotas de lluvia se deslizan tranquilamente, el vidrio me permite ver tras el reflejo a una chica con ojeras, una joven pálida y llena de cansancio. Todo el panorama de afuera parece sacado de una pintura antigua. Con los colores opacos y oscuros, el cielo está hecho en un lienzo liso de color gris oscuro, el césped tiene un color verdoso negro desde mi perspectiva, y las personas que pasan por allí son como pequeñas hormigas que obstaculizan mi vista.
La semana ha pasado muy lenta, como una secuencia pausada que apenas notas que se mueve y creo que el voto de silencio que todos han hecho en contra de mí no ayuda mucho a la situación. Desde lo sucedido en su casa, Jackson ha estado faltando a la escuela estos días, pero se ha mantenido en contacto conmigo y es la única persona con la que he estado charlando hasta altas horas de la noche. El tema de haber perdido mi virginidad con él no es tan importante, o así lo siento yo. No sé por qué, pero creo que mis pensamientos han dado un giro opuesto.
Elisabeth es otro tema. Ella se ha encerrado en su habitación y se niega a salir o a comer correctamente; ni siquiera me permite verla o hablarle. Hace meses que ella no tenía este tipo de actitudes conmigo.
—Ya pueden retirarse, chicos. No olviden hacer sus deberes para la próxima clase. —El profesor se retira al instante de terminar su oración.
Suelto un suspiro al notar que ya se ha terminado la clase y no he escrito ningún apunte; lo único que he hecho estas dos últimas horas es mirar la ventana y dibujar algún boceto de un paisaje muerto, intentando copiar el arte de Paul Cézanne. No me acerco ni a la punta de su pincel, y por la frustración me levanto de mi asiento mientras convierto mi arte en una bola de papel y lo tiro en el primer cesto de basura que encuentro y me retiro del salón.
Mi celular vibra y me da una señal de que tengo un nuevo mensaje. Caminando fuera de la escuela, leo la notificación que un número privado me ha mandado un mensaje. Detengo mis pasos a mitad de la puerta, con la frente arrugada. La confusión me invade al instante de leer lo que me han mandado.
Número privado:
—¿Sabías que hay tres tipos de ignorancia?
La primera es el no saber lo que deberías saber. La segunda, el saber mal lo que se sabe. Y la tercera, saber lo que no debe saberse. ¿Quieres averiguar cuál eres tú?
D.
Recibido: 12:12 Fecha 26-09-20
No entiendo nada. Lo vuelvo a releer, intento descifrar lo que quieren decir aquellas palabras, pero tan solo me confundo más al intentarlo. Mi dedo tembloroso apunta al botón de llamar, pero, al instante que lo presiono, una voz de mujer robótica me repite la misma respuesta: "Lo sentimos, el número que marcó es privado, por lo que no podemos comunicarlo con el dispositivo".
Corto la llamada, esto es inútil. No sé quién es, pero esto no me parece una broma, esto está completamente fuera de lugar y dudo de que haya sido mandado con buenas intenciones. Lo único que me permite hacer es mandar mensajes, aprovecho esto para intentar contactar con la persona que está detrás de esta estúpida y ridícula broma.
—Creo que te has confundido de persona. Soy Isabella Jones.
Enviado a las 12:14 Fecha 26-09-20
Escribo mientras retomo mi camino hasta llegar al auto que aguarda por mí. No aparto mi vista del aparato, espero oír el sonido de algún mensaje, pero no recibo nada.
—Señorita Jones, hoy tiene que ir a terapia —me informa el chofer.
He olvidado por completo las terapias de ayuda a las que asisto por obligación de papá y Elisabeth.
—Está bien, vamos. —Me resigno.
Las preguntas rondan mi cabeza sin darme un respiro de la tensión que producen en mi cuerpo.
Pensar en todo esto me recuerda la discusión que he tenido con Elisabeth hace un tiempo. Esto tampoco ayuda, ya que me pone de peor humor, y me hace sentir mal por el hecho de haberme enojado con mi hermana.
«—Tú no sabes nada, Isabella. Vives en la ignorancia».
Aquellas crueles palabras hacen eco por todo mi cuerpo y provoca que una pregunta que jamás me esperé pensar venga a mi mente.
«¿Es que acaso...? ¿Es posible que Elizabeth sea la responsable de esto?».
«No. Eso no es posible. Ella es mi hermana y siempre me ha estado protegiendo, jamás me lastimaría».
Me repito un sinfín de veces y me reprimo a mí misma por haber dudado de ella. Elisabeth es mi hermana, tenemos la misma sangre; alguien de tu sangre no puede dañarte, ¿verdad?
Al pensar en la familia, la cara de mi madre me golpea con sorpresa y un indiscutible dolor me invade en el pecho al darme cuenta de que pronto será el aniversario de la muerte de mamá. Ya serán dos años sin ella. Un dolor punzante comienza a taladrar mi corazón con tanta fuerza que noto cómo tiemblo y comienzo a ver nublado por las lágrimas retenidas.
—Lo lamento, señorita Jones, pero ya hemos llegamos... —interrumpe mi derrumbe el chofer.
Bajo del coche y limpio los restos de las lágrimas que han salido sin mi permiso de los ojos. Los siento arder al tener contacto con el frío viento, también siento mi garganta seca y áspera.
###
—Bueno, Isabella. Ya casi termina nuestra sesión de hoy, ¿quieres hablar de algún tema en particular antes de acabar?
—¿Soy débil? —Suelto de la nada, ya sentada en el sofá.
—¿Por qué piensas que eres débil?
—Porque todo el mundo me oculta cosas. Elisabeth me oculta cosas, Jackson también lo hace, hasta yo me oculto las verdades que veo día a día. Ignoro todos mis problemas para no tener que enfrentarlos, porque tengo miedo y por que sé que, si yo los enfrento, mis demonios me terminarán venciendo...
Alzo mi vista, Jonh no anota nada de lo que digo, esta vez él me observa detenidamente, aguardando a que yo lo suelte todo. Inhalo aire para calmarme.
—¿Tiene hermanos, Jonh? —pregunto casual, no me molesto en sonar triste o neutral—. ¿No se supone que los hermanos tienen que estar unidos y no guardar secretos? ¿Por qué siento que estoy tan alejada de mi hermana? ¿Por qué mierda me siento tan débil e inutil ante la vida?
Estoy cansada tanto física como mentalmente. El enojo no da un respiro y me ataca con todas sus fuerzas, clavo mis uñas en las palmas de las manos; mi mandíbula duele de tanto estar presionada por la frustración y mis ojos arden, pero no suelto nada.
—Admito que he estado esperando este tema por varias sesiones, Isabella. —Jonh apenas simula una sonrisa de comprensión—. Permíteme ser la primera persona que te diga esto, pero la verdad, Isabella Jones, tú no eres débil. Es más, pienso que eres una de las personas más fuertes que he conocido a lo largo de mi carrera.
Jonh suelta un largo suspiro, se levanta del sillón y camina hasta mí; quedamos a corta distancia, él se agacha un poco y me observa con ambos ojos bien abiertos.
—Una vez que aceptamos nuestras propias debilidades, estas dejan de hacernos daño. No temas a la idea de parecer alguien frágil, porque en este mundo egoísta y malvado, esas personas son las que valen la pena cuidar, ¿comprendes?
No respondo. Mi mente procesa cada una de sus palabras mientras me centro casi por completo en sus ojos oscuros. Al terminar de comprender aquello, siento cómo todos los vellos de mi cuerpo se erizan por la sorpresa y solo doy una leve asentimiento de cabeza para confirmar que he entendido sus complejas palabras.
—Y respecto a los secretos. Todos los tenemos, y no importa qué tipo de vínculo sentimental tengamos con alguien; siempre necesitamos guardar una que otra cosa para nosotros mismos. Es algo íntimo, algo que solo nosotros podemos comprender a la perfección. ¿Me dirás que tú no guardas secretos, Isabella? —Abro mi boca para responder, pero Jonh se adelanta—. ¿O es que acaso tú le has dicho a tu hermana y a tu padre que estás saliendo con Jackson? ¿Le has contado a ese muchacho lo que has pasado con tus problemas alimenticios? ¿Le has dicho a tu padre que tienes dudas con respecto a la muerte de tu madre? No, no lo has hecho, ¿verdad?
Nuevamente este hombre me deja sin palabras. No respondo, pero es obvio que todo lo que ha dicho es verdad.
—¿Te sientes vacía, Isabella? Yo igual, todos nos sentimos en algunos puntos solos. El ser humano es un ser social. ¿Buscas estar con alguien? Hazlo. Eres libre. Eres valiente. Eres todo lo que está bien, Isabella. —Su mano pasa por mi mejilla y la sostiene—. Pero recuerda que debes escoger a aquella persona que te haga sentir bien, segura, protegida y amada. No elijas al azar solo porque no quieres estar sola, o el vacío que hay en tu corazón se agrandará cada vez más. —Él acaricia levemente mi mejilla y me da cierta paz—. Elisabeth es unida a ti, tal vez más de lo que tú puedes entender o pensar. Dale una segunda oportunidad y verás sus buenas intenciones, estoy seguro de ello; solo confía en ella y en sus palabras. Asume la verdad, y saca tus propias conclusiones.
Quedo en esa posición con Jonh por algunos minutos. Medito sus palabras dichas y lo que sus ojos me dicen. Todo en mi mente se detiene y logro comprender una gran parte de lo que me intenta decir. Sé que él no tiene la verdad absoluta, pero no logro expresar la calma y la paz que Jonh logra darme con tan solo unas horas de charla. Me ha hecho comprender lo que en verdad está bien, y me corrige de buena forma si me confundo o pierdo en el camino.
—Espero que tengas razón, Jonh. —Apoyo mi mejilla en su mano y cierro mis ojos cansados.
—Yo Igual, Isabella... —murmura él con tono melancólico.
###
—Ya estoy de vuelta... —anuncio al entrar en la casa, pero, como ya se está haciendo costumbre, nadie me responde.
Camino escaleras arriba y paso por la habitación de Eli. No logro evitar quedarme parada frente a ella por algunos segundos, consigo la fuerza que necesito y golpeo tres veces. Aguardo un momento, pero no hay respuesta de su parte. Suelto un suspiro cargado de tristeza.
«Supongo que aún no está lista para salir. Esperaré un poco más y luego hablaremos bien...», me prometo.
Entro a mi habitación, la luz de la tarde se cuela por mi ventana. El día está más despejado de lo normal y se deja ver un cielo azul, pero con algunas nubes grises a su alrededor. Ver aquella espectacular imagen es lo que me motiva a tomar mi lienzo. Busco los pinceles, escojo un papel arenoso y tomo todos los colores que logro agarrar a primera mano.
Posiciono mi silla frente a la ventana y tomo un lápiz de carbón para comenzar mi boceto con nuevas energías positivas corriendo por mis venas. Comienzo por la base, el asfalto negro y húmedo, luego voy por las casas antiguas, trazando lineas gruezas y finas; gozando sin fin el dibujar algo realista, oscuro pero con un toque de color y luz.
El cielo es lo más complejo, tomo los colores grises y negros e intento copiar lo más realista posible las nubes que caminan lentamente sobre mis ojos, estas pasan cargadas de agua por arriba de una casa conocida y, al prestar atención a ella, las ganas de dibujar disminuyen un poco.
Al mismo tiempo que mis ojos se despegan de la casa Williams para intentar seguir el boceto, mi celular suena y vibra e interrumpe nuevamente mi hora de dibujo improvisado.
Suspirando, lo tomo y leo pensando que es un recado de la escuela; pero, al dar una ojeada al número que lo ha mandado, me quedo totalmente en blanco.
Número privado.
—Sé quién eres, Isabella. A diferencia tuya, yo lo sé todo.
Recibido a las 16:12
Fecha 26-09-20.
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