• Tacto •
—Señorita Elisabeth, el auto está listo para llevarla a la escuela.
—Muy bien, iré por mis cosas. Espérame en el auto.
Necesitaba hablar con Isabella, tenía que advertirle sobre los Williams. No iba a permitir que ellos se acercaran a ella y la envuelvan en lo que sea que están metidos. Y también está aquel viaje de último momento, Isabella siempre me consulta a mí antes de ir a una salida, viaje o lo que sea; es extraño.
—¿Dónde se supone que está el auto? —Dirijo mi molestia al chofer.
—Cambios de último minuto, señorita. Su padre nos ordenó que usted se iría con los Williams. —Al mismo tiempo que lo dice, una bocina de auto me hace dirigir la vista a la calle.
«Esto tiene que ser una broma».
Austin sale de su coche, extiende su brazo hacia arriba y comienza a saludarme desde la distancia de la calle que nos divide. El que no demostraba interés en saludarme era Jackson, que se encontraba sentado en el asiento del copiloto.
Con mucha resignación en mi cuerpo, me acerco a ellos y analizo cada uno de los movimientos que hacen.
—¿Qué mierda hacen aquí? —Suelto de inmediato.
—Wow, parece que alguien se levantó del lado incorrecto de la cama...
—Tu padre ha hablado con el nuestro. Nos dijo que te llevemos a la escuela para poder convivir mejor... —Jackson suelta un bostezo y apoya su antebrazo en el marco del vidrio de la puerta—. Apúrate, detesto la impuntualidad.
Estaban más que claras las intenciones de Adam tras esta acción. Lo odiaba tanto..., pero odiaba más el hecho de que le estaba dando la satisfacción de verme derrotada; yo no podía ir en contra de una de las decisiones de Adam, ni mucho menos una que tenga que ver con los nuevos aliados de su empresa: los Williams.
—Está bien... —Suspiro derrotada. Austin me sonríe abiertamente, abre la puerta del copiloto sin apartar su vista de mis ojos.
—Jackson, bájate. —El amague de una sonrisa de diversión pasa fugazmente por mi rostro.
La clara indignación en el rostro de Jackson muestra lo mucho que le desagrada la idea de que yo tomara su lugar.
—Me estás jodiendo, ¿verdad?
—Bájate, yo iré en tu lugar... —Ordeno. Jackson sale del auto con rapidez y me mira desde abajo por su altura.
—Vuelve a darme una orden, te reto .
Palabra equivocada. Nunca me retes porque perderás.
Sonrío, lista para volver a repetir aquellas palabras.
—Vete atrás del coche, Jackson. No es para tanto. —Austin se apresura a ponerse entre nosotros dos.
Jackson hace una clara mueca de asco, su marcada mandíbula se tensa por un momento y aparta lentamente sus ojos de los míos. Una clara tensión es lo único que queda cuando él se sube a la parte de atrás dando un portazo.
—¡Más despacio, idiota! —Lo reprocha Austin.
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—¿Y se supone que este edificio es una escuela? —La voz de sorpresa de Austin corta el incómodo silencio.
Por el espejo de la puerta observo a Jackson con la misma sorpresa que su hermano mayor.
—Sí. Es que la escuela tiene dos canchas de básquet, un teatro y una sala de arte y exhibición... La escuela gasta millones en la parte artística y deportiva, no por nada es una de las mejores escuelas del país.
—Impresionante... —murmuran. Los dos bajamos del coche para comenzar el recorrido por la escuela.
—Por lo que veo en sus papeles, los casilleros de ustedes son los 21 y 22; traten de no perder la llave, no dan otra. Por último, la dirección está a la vuelta de la cancha de básquet, la que se encuentra por el quinto pasillo, ahí pueden preguntar lo que quieran y no molestarme a mí.
Camino algunos pasos y abro mi casillero para guardar algunos libros.
—No estamos tan lejos, Beth. No me extrañes tanto... —Austin se acerca a mí y quedo arrinconada contra el casillero.
—Me das asco—digo seria, con su sonrisa casi pegada en mis labios.
La voz de Isabella llega a mis oídos y me hace apartar mi vista de Austin y dirigirme a otros pares de ojos azules. Un repentino dolor en mi pecho me hace estremecer por completo. Lo que veía me confirmaba lo que sospechaba, el temor de que alguien le haya hecho daño a mi hermana me carcomía los demás pensamientos.
«¿Quién mierda le ha hecho este daño?».
Isabella no puede ocultarme nada. El dolor y la tristeza están escritos con mayúsculas en sus ojos. Puedo ver claramente que tiene una máscara con una sonrisa casi rota, pero bajo de esta logro ver la desdicha que carga.
«¿Qué te han hecho?».
Unas cuantas palabras bastaron para hacer mi día un completo desastre. Austin sabía muy bien cómo ponerme los pelos de punta; lo detestaba, pero detestaba aún más lo que había ocurrido el día de ayer.
Un día antes
—Doy por finalizada nuestra última clase, por fin; mañana comenzaremos las clases, así que ustedes, de ahora en más, son problema de nuestro sistema educativo. —Comienzo a guardar todo, ya quería que los Williams salieran de mi cuarto y así estar tranquila.
Una semana estudiando un mínimo de tres a cinco horas sin parar. Había costado mucho, pero el rendimiento de estos monos había mejorado Ahora los considero unos chimpancés de laboratorio defectuoso.
Me preocupaba un poco el chico Jackson, no sé cómo reaccionaría en la escuela con sus múltiples arranques de furia o la bipolaridad que a veces tiene; aunque no me tendría que importar, no es asunto mío.
—Bueno, admito que nos has enseñado bien. Gracias, Elisabeth... —Las palabras de Austin me sorprenden por un segundo.
Observo por encima del hombro del rubio, la habitación se encontraba vacía, exceptuando nuestras presencias, ya que Jackson se había marchado primero.
—No lo hice porque quería, no te confundas... —Le doy la espalda para poder agacharme un poco y así juntar algunos marcadores.
—¿Lo haces a propósito, Elizabeth? —Escucho murmurar a Austin detrás de mí.
—¿A qué te refieres? —Pongo recta mi espalda y me giro para verlo directamente a los ojos.
Con una sola zancada larga, Austin llega a donde estoy yo. Quedo frente a frente y con sus manos me toma de la cintura, lo que me hace tensar de inmediato.
—¿Te atreves a provocar a un demonio, Beth? —Mi corazón late sin frenos, siento que mis piernas tiemblan por la cercanía que tiene Austin conmigo.
La tensión sexual que solo Austin puede crear de la nada era algo impresionante, pero a la vez repulsivo para mí.
—Ustedes son iguales... —Las palabras se me escapan de mi boca.
Su mano desciende despacio sobre mi vestido, hasta que toca mi piel y empieza a subir con lentitud. Podía sentir que mi piel se estaba erizando por su tacto.
—¿Me comparas con otros? Eso me duele... —Con su otra mano, toma mi mentón y me obliga a levantarlo, sus labios estaban casi pegados a los míos.
Espero unos segundos para que los recuerdos dolorosos de mi pasado me atormenten como me sucedía al principio con Jeremy; pero esto no ocurre. En cambio, algo mucho peor sucede. Austin besa mis labios con lentitud y un cariño falso, está probando si yo me separaría de él. Mi corazón da golpes duros y dolorosos, haciendo un llamado a mi mente para que me detenga. Él viene a mi mente, Jeremy aparece antes mi ojos y todo se derrumba. Antes de poder separarme de Austin a la fuerza, él deja de besarme y es quien se separa primero.
—¿Por qué esa cara? —La diversión de Austin ya no estaba en su cara, ahora era una mueca de aburrimiento y confusión.
—Es que los chicos como tú me dan asco... —Mis palabras salen por sí solas, estas estaban llenas de verdad.
La diversión vuelve a sus ojos, al igual que una enorme sonrisa.
—Eso ya lo veremos. Estoy seguro de que pronto me estarás rogando para que no me detenga, Beth.
Otra vez, aquel sobrenombre me atormenta repentinamente. Sale de sus labios con una tono juguetón y pícaro, haciendo que mi corazón dé otro salto.
—Te lo prometo. —Sella su juramento como un pequeño beso en mis labios, que, debido a mi sorpresa, no pude oponerme.
Una explosión de emociones inunda mi cabeza en unos segundos. Todo se vuelve a salir de control, ningún recuerdo se presenta en ese momento; solo estoy yo con mis ganas de llorar.
«¿Qué ocurre conmigo?».
—Me haces pensar que eres una caja de sorpresas, Beth. Pero en vez de sorpresas, hay muchas mentiras y engaños dolorosos en tu interior... eso me fascina, quiero descubrirlo todo. —Me veo reflejada en sus ojos azules, la persona que veo no era yo, parece alguien más miserable e infeliz.
«Esto no está bien, para nada bien».
Un repentino ruido de campana mezclado con voces de alegría de los alumnos me hacen salir de mis pensamientos. Cuando pensé que la hora de clase había comenzado, veo a todos levantarse e irse del salón. La clase ya ha finalizado.
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