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• Sospechosos •

«¿En dónde mierda estás?».

La pregunta que todos se hacen al enterarse de su desaparición. Nadie sabe responder esta incógnita. Caín se marchó de su departamento ayer por la noche, sus compañeros declaran que él se veía enojado y no le apetecía ir de fiestas con ellos, por lo que se quedó en casa solo. Luego, sus padres llamaron a Isabella para preguntar por él, ya que no había llegado a su departamento como siempre hace cuando se marcha sin avisar. Apenas supo eso, Isabella se hundió en su cama preocupada.

El señor Duncan, padre de Caín, mandó a la policía en busca de su hijo. Rastrearon su celular, pero no encontraron una ubicación específica, interrogaron a mi hermana y algunos de sus amigos, pero nadie dio información relevante. En especial, Isabella.

Sea donde sea que esté ese maldito, lo encontraré, y, si es necesario, yo misma lo mataré.

—Señorita Elisabeth, unos muchachos llaman por usted... —Arrugo el ceño al oír a Luisa, nuestra ama de llaves. ¿Quién vendría a esta hora?

Me levanto del sofá dudando de quién puede ser, unos zapatos llaman mi atención y, cuando me doy la vuelta, Isabella se encuentra bajando las escaleras lentamente. El pesar y la tristeza eran palpables en su pequeño rostro. Su nariz delgada estaba roja y sus ojos azules se encontraban hinchados.

—¿Irás a algún lado? —Mi pregunta le hace levantar la vista.

—Me a la puerta... —Se encoge de hombros al finalizar las escaleras.

—A mí igual... —Nos miramos confundidas.

Salimos del living. Doy un paso adelante, abro la puerta y veo a las dos últimas personas que me gustaría ver juntas. Mi estómago se remueve del horror y asco, intento mantener mi rostro en calma para no demostrar cómo su llegada me afecta. Su cabello marrón oscuro estaba muy largo, le llegaba por arriba de sus orejas. Él estaba cruzado de brazos, parecía relajado, pero de inmediato se tensa al reconocerme.

Era obvio que no estaba preparado para verme, ni yo verlo a él. Sus ojos marrones claros eran todo un lío para mí, miles de recuerdos juntos pasan por ellos y estaba segura de que por los mío también. Pero, aún así, veo cierto rencor y odio en ellos, nada extraño esperándose de él.

Puedo ver nuevos tatuajes en sus brazos, la tinta negra y roja que cubre su piel le queda demasiado bien a sus enormes brazos. Austin, que se encuentra a su lado, carraspea su garganta y nos hace salir del contacto visual con Bred. De inmediato, bajo mi vista al suelo.

«No puedo creer que Bred esté aquí, frente a mí, después de tanto tiempo...».

—Ah... yo... —balbuceo. Mi vista se vuelve blanca de un momento para otro y por el miedo dejo de respirar.

Quiero dar un paso atrás, pero siento que piso mal y casi caigo de culo.

—¡Oye! —Oigo la voz de Austin y luego unos brazos sosteniéndome—. Parece que siempre caes en mis brazos cuando me acerco a ti...

—Soy alérgica a tu fealdad, es por eso... —Lo observo desde abajo. Isabella me había agarrado antes de caer al suelo.

—¿Te encuentras bien? —Austin deja de mirarme para observar a Bred. La voz de aquel chico ha cambiado en tan solo dos años, era más grave, más fuerte y más cargada de odio y preocupación fingida. O no tan fingida.

No respondo a su pregunta. Era una con trampa, lo conocía muy bien. Me levanto y sacudo mi pantalón azul bajo la atenta mirada de mi hermana.

—¿Qué hacen aquí? ¿Por qué los de seguridad los han dejado entrar? —pregunto indignada.

—Bueno, pasaba por aquí porque pensé que me extrañabas, pechos grandes... —Se acerca a mí con una sonrisa peligrosa y yo de inmediato doy dos pasos lejos de él—. Además, Bred, mi amigo, te ha hecho el favor de borrar las imágenes de los correos.

Austin se encoge de hombros, quitando importancia a lo último que ha dicho. La poca importancia que le daba me hace preguntarme el verdadero motivo de su repentina acción.

—Lo has hecho ilegalmente —adivino.

—Jamás haría algo ilegal, soy todo un hombre de ley, Elisabeth. —Rueda los ojos. Obviamente era todo lo contrario a eso.

—Bueno, entonces ya se pueden ir. —Señalo la puerta mientras hago el amague de caminar hacia ella.

—Creo que tus padres no te enseñaron a dar las gracias... —La sonrisa de Austin viene con una combinación de diversión y malicia.

—Me enseñaron todo menos eso. —Aprieto mis dientes al hablar—. Yo no pedí que mandes a tu perro a que saque las fotos, no pretendo recompensarte con una galleta si es lo que buscas, Austin. Lárgate de mi casa, ambos. Ahora.

La mirada furiosa de Bred contrasta con la diversión que carga Austin. Ambas me queman en cierto punto, me analizan sin frenos y martillean miles de preguntas.

—Bueno, es mejor que nos calmemos, ¿sí? —La voz de mi hermana capta nuestra atención por primera vez—. ¿Les gustaría quedarse a comer esta noche? Papá no está en casa y dudo mucho de que le llegue a molestar que se queden aquí—. Isabella les sonríe, todos guardamos silencio.

—Creo que... —Antes de que pudiera negarme, la voz de Austin me interrumpe.

—Bueno, no me importaría comer con ustedes, pero tenía pensado comer otro tipo de cosas... —Sus ojos me escanean de pies a cabeza, también noto cómo la mandíbula de Bred se tensa y arruga su nariz en señal de desaprobación.

Aún negando su entrada, ellos me ignoran e ingresan a mi casa con la compañía de Isabella, les indica por dónde ir y por dónde sentarse. Ella se ve más animada, olvidó por completo a Caín. Bajo de la nube de pensamientos cuando una voz lenta se hace presente detrás de mí.

—Puedes hacer la pasta con salsa que solíamos comer con él, ¿no? Es mi favorita, también la de él. Por lo menos cuando estaba vivo...

Freno en seco al oír a Bred decir tales palabras. Mi mundo se viene abajo en tan solo segundos. Mi corazón no late rápido, sino todo lo contrario, es como si esas palabras lo hicieran detenerse por la sorpresa y la tristeza. Su voz también carga con ese matiz de soledad. Pasa por mi lado, me empuja y luego se reúne con los otros dos para sentarse en la mesa. Me observa por algunos segundos, no puedo decir qué veo en ellos, pero sí lo que carecen: empatía, cariño, alegría, amor.

Todas esas emociones que deslumbraban en sus claros ojos se han apagado, desaparecido en un mar de odio y rencor. ¿La culpable de eso? Yo. Mi egoísmo. Mi amor por Jeremy. Ellos.

Por fin encuentro fuerzas para avanzar. Me reúno con ellos y me siento a esperar la cena. Austin e Isabella son los primeros en hablar, sus voces reinan en la enorme habitación, y dejan a Bred y a mí excluidos.

—Bueno, tú y mi hermana se conocen, ¿verdad? —Isabella le habla con nerviosismo a Bred. Este no responde, solo la observa y luego sus ojos pasan a mí. Yo le devuelvo la mirada al instante y dejo un mensaje claro en mis ojos.

«Ni se te ocurra, Bred. No juegues conmigo».

Bred lo capta, su comisura izquierda se eleva un poco y deja ver una pequeña sonrisa, pero no de burla ni felicidad; es más bien una de impotencia. Austin levanta su mentón a la espera de la respuesta, que tarda más de lo necesario. Bred niega con la cabeza mientras pronuncia: "Antes vivía en la ciudad, la he cruzado por el centro hace unos años, pero jamás hemos hablado". Suena natural, sin titubear ni pensarlo demasiado.

La convence a Isabella, en cierto punto me convence a mí, pero Austin arruga sus labios al oírlo. Luego, sus ojos azules pasan por mí, no hay emociones en sus facciones, y eso me hace preguntar: ¿acaso Austin no sabe de lo mío con Bred? ¿Es eso un secreto que Austin no puede saber? ¿En verdad son amigos?

—La cena ha estado deliciosa, pero me gustaría que fueras tú quien cocine la próxima vez... —Austin alarga su mano y con las yemas de los dedos toca mis desnudos brazos, haciendo erizar los vellos.

—No me toques. —Golpeo con fuerza su mano, él la quita con rapidez y se la soba con cara de dolor—. Ya has comido, ¿me dirás que es lo que quieres ahora?

—¿Quieres que lo diga frente a tu hermana?

Gruño con desespero y frustración, su estúpida sonrisa se ensancha más al verme fastidiaba y eso me provoca más enojo.

—Juro que si sigues así, te pondré una orden de restricción, Austin. —Mi mirada le advierte que no bromeo—. Me refería a que personas como tú no suelen dar favores por pura bondad...

—Hermana, él solo fue amable al pedir que la quitaran, no le busques la quinta pata al gato y sé gentil... —Isabella hace todo lo posible para que mi enojo no explote en las caras de los presentes.

Bred sigue observando la situación en silencio. Su mirada va de Austin a mí en busca de entender algo que no logro saber.

—No te debo nada, yo no pedí que lo hicieras, y si ese fuera el caso, tampoco saldría contigo. ¿Sabes por qué?

—¿Por qué? —Sus ojos detonan egocentrismo puro, me levanto de la silla para acercarme a él y quedo cara a cara con la atenta mirada de Bred e Isabella.

—Porque me produces asco. Eres todo lo que está mal en el mundo y la gente como tú no merece nada... —Suelto sin pensar ni medir mis palabras.

Oigo una exclamación de sorpresa y espanto al lado mío. Bred abre sus ojos con asombro y una leve sonrisa de orgullo aparece en sus labios, todo lo contrario del rubio. Sus ojos azules se apagan en segundos y se convierten en un torbellino de caos, lame su labio inferior y luego lo muerde; pensativo.

—Ya lo veremos.

—¡Es suficiente! —Isabella se levanta y va entre medio de nosotros dos. Aún así, nuestros ojos no se separan y siguen una batalla invisible.

Sé que lo que dije era cruel, pero era cierto. La experiencia me enseñó a identificar a los demonios y, claramente, Austin Williams era uno de ellos. Su manera de tergiversar la verdad, su forma de mentirles a todos en sus caras y no titubear. Mostrando una amplia sonrisa y unos ojos llenos de emociones que no sentía: todo eso me daba a entender que, efectivamente, era un demonio peligroso que no tendría piedad en pisarte si te metías en su camino. Era igual a ellos. Igual que toda la familia Jones. Era todo lo que yo le temía y odiaba. Era el tipo de demonio que tendría que alejar de mi inocente hermana.

Isabella nos obliga a ir a la sala para despedirnos de los chicos. Nadie habla, todos guardan silencio tras oír nuestra discusión con el rubio y la incomodidad y el aura asesina que emanamos aún perduran entre los cuatro. Nuevamente, Isabella revisa su celular en busca de nuevos mensajes. Murmullos de preocupación es lo que oímos antes de llegar a la puerta.

—Aún no aparece, y se fue muy golpeado de la escuela... —dice para sí misma, pero nos deja oír a todos aquellas palabras.

—¿Qué acabas de decir? —le digo, casi gritando. Detengo mis pasos y me volteo hacia ella; Austin hace mi misma acción—. ¿Caín fue a verte?

—Cálmate, Beth. Deja que tu hermana termine de hablar. —Bred se tensa notablemente al oírle mencionar mi sobrenombre. Aprieta sus labios por el enojo.

Los ignoro.

—Me dijiste que no viste a Caín hace días. Ese idiota está desaparecido, y tu me has mentido, de nuevo. ¿Qué mierda te sucede, Isabella?

Los ojos de Isabella se vuelven rojos y lagrimosos en segundos. Muerde su labio con fuerza y yo aprieto mis manos en un puño para lograr controlar mi enojo. El tacto de una piel fría en mi antebrazo me produce un repentino escalofrío y me obliga a olvidar lo de Caín y buscar al responsable.

—Ya basta, Elisabeth. No tienes que tratar a tu hermana de esa forma. —Los ojos de Bred se vuelven casi negros mientras me veo reflejada en ellos.

No quito su mano de mi antebrazo, él lo baja con lentitud y yo suelto un suspiro para calmar mi corazón.

—¿Quién lo golpeó, Isabella? ¿fuiste tú? ¿Es que él te ha hecho algo? acerco a ella, intentando ver la verdad en sus ojos.

El nombre de la persona tarda en salir, mira detrás de mí y lo piensa una vez más.

—Fue Jackson. Él fue quien me defendió de los golpes de Caín... —dice en un hilo de voz. Me tenso de pies a cabeza, sin dejar de ver el rostro de tristeza de mi hermana.

—Si eso es cierto, Jackson y tú son sospechosos de la desaparición de Caín... —Bred reflexiona en voz alta, pensativo e interrogante. Observa a Isabella y ella se sobresalta por la mirada que él le da.

—No seas idiota, Bred. Isabella jamás lastimaría a nadie.

—Y mi hermano no tiene motivos para golpear a un desconocido.

Por fin la voz de Austin resuena. Volteo hacia él, se encontraba cruzado de brazos, relajado pero con sus ojos expectantes en la conversación.

—Jackson tiene problemas de ira, es capaz de hacer algo así —digo con obviedad, levanto mi mentón con victoria al ver el enojo creciente de Austin.

—Ya basta —interrumpe Bred—. Es mejor que esperen a mañana, tal vez regrese a su departamento o lo encuentren por ahí. Austin, es hora de irnos.

—Sí. Nos vemos mañana, Beth. —No hay burla ni diversión en su voz. Ahora solo era amargura y desprecio.

Supongo que acusar a su hermano era una fibra sensible para él, pero el señalar a mi hermana en algo tan delicado como esto lo era para mí también. Todo aquel que intente dañar de alguna forma a Isabella lo va pagar muy caro. No importa quien sea, no dejaré que vuelva a sufrir. 

Nota:
*Bred respira cerca de Elisabeth*
Inmediatamente Austin: Que lo mate dice ( ̄へ ̄)

Bredcito bebesito: (no encontré uno con los ojos marrones, pero finjamos que son de ese color)


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