• Satisfacción •
Advertencia: Si eres sensible no veas este apartado.
Este capítulos contiene escenas gore (torturas explícitas, sangre, abusos, parafilias extrañas y mucho más)
Hay veces que no comprendo mis propias acciones. No suelo razonar mucho cuando veo algo que quiero, simplemente me lanzo con los ojos cerrados. Sin pizca de miedo o duda. Considero que este es uno de esos momentos en donde ya nada importa y solo quiero acabar con todo. Hace un momento me encontraba golpeando a un chico sin frenos, sintiendo la piel rasgarse por mis puños, el sonido de los pequeños huesos de su rostro romperse y mi respiración desenfrenada por querer más.
«Más, más, más. Quiero ver más destrucción...».
Y ahora, luego de calmar un poco mi mente, me encuentro persiguiendolo sigilosamente por el pasillo del estacionamiento. Subo al coche que Gregory me regaló el año pasado. Lo enciendo y salgo del enorme lugar para poder seguir el auto blanco que se encuentra a unos metros de mí. Mis ojos pasan fugazmente por el velocímetro, este está casi al límite de la velocidad. Pero aún no es suficiente.
Una carrera de autos comienza cuando el chico, Caín, si mal no recuerdo los gritos de Isabella, comienza a aumentar su velocidad al darse cuenta de mi presencia. Un subidón de adrenalina empieza a correr por mis venas al sentir tal embriagante emoción. Mi sonrisa no tarda en aparecer. Esto empieza a gustarme, es como el juego del gato y el ratón; y no voy a permitir que mi ratoncito escape.
La palanca de cambio está en quinta, el acelerador es pisado con fuerza hasta el fondo y aprieto las manos en el volante lo más fuerte que puedo, escucho las ruedas, el chirrido de las gomas que producen contra el pavimento; el motor vibra y lo siento desde mi posición. Ambos esquivamos los pocos autos que se encuentran en la ruta, conduciendo en zig zag, pasando de carril. Escuchando algunos insultos y bocinazos por parte de los demás conductores.
Caín quiere ganar tanto como yo, pero hay una diferencia descomunal entre ambos: yo nunca pierdo un juego entre un demonio y una víctima. Noto que la autopista empieza a escasear de autos cada vez más, mi oportunidad era esa y no pensaba desperdiciarla. Acelero un poco más, le exijo a mi auto y, por unos cuantos metros, le gano al pálido auto de Caín.
Su coche queda detrás de mí, pongo esto a mi favor y, antes de que pueda pensarlo mejor, tomo el freno de mano y lo levanto sin dudar. Giro el volante, lo tuerzo y siento mis manos arder por la fricción del cuero. El auto se sacude y gira un poco, mi corazón no para de bombear sangre a lo loco por la adrenalina infinita que recorre mi cuerpo. Mi sonrisa nunca desaparece, aún cuando el auto gira y frena de golpe, impidiendo el paso de huida de Caín.
Creo que mi auto dará una media vuelta, seguramente destrozando cada parte de mi cuerpo, pero por suerte esto no sucede y me deja listo para mi última jugada. Los sacudones cesan por fin.
Esto me regala un mareo descomunal y un dolor de cabeza casi soportable para alguien ya acostumbrado. Luego escucho otras llantas rechinar como las mías, bocinazos de advertencias e insultos de Caín. Por último, se escucha una mezcla de ruidos; vidrios hechos añicos, metal aplastado y gritos de dolor.
Al intentar bajar, me doy cuenta de lo duro que se encuentran mis músculos. Están tensos y casi no puedo moverme. El cuello me duele un poco y las manos están mojadas por el sudor, al igual que mi frente. Cuando logro moverme, salgo lentamente del auto, mis piernas fallan y caigo al suelo sin poder levantarme. Ahora que la adrenalina ha bajado, estoy dudando si fue una buena idea.
Pero este entumecimiento es temporal, me incorporo al minuto con ayuda del auto y comienzo a caminar algo mareado hasta llegar a ver el panorama tan esperado por mí: el auto de Caín se encontraba aplastado, dado vuelta y humeante al lado de la carretera. Supongo que el idiota había intentado frenar y esquivarme al mismo tiempo, provocando que sus llantas se doblen lo suficiente para dar vuelta el auto y ser arrastrado fuera del asfalto.
Toso al entrar a la nube de humo gris oscuro formada alrededor del auto, me arrodillo junto a este y observo el cuerpo inerte de Caín. Su rostro está cubierto por sangre, pero no por el choque dado por el auto, sino por mis golpes. Estoy seguro de que el volante lo ha golpeado duro en su pecho y le ha roto algunas costillas. El cinturón se le ha soltado y la bolsa de aire está abierta, pero aún así el golpe debió de ser fuerte.
«Aunque hubiese preferido romperlas yo...».
—Alguien... Isa... ayuda —murmura Caín con dolor.
—¿Isa? ¿Isabella? ¿Te atreves a llamarla luego de haberla lastimado? —pronuncio desconcertado—. Eres un ser despreciable. Eres peor que un demonio. Eres un ser humano horrendo y solo por eso nadie te extrañará.
Abro la puerta con todas mis fuerzas, lo agarro del cabello para sacarlo a rastras del auto dado vuelta, el enojo que siento esfuma por completo el mareo y el dolor. Caín intenta resistirse, pero apenas logra moverse. Noto que su pierna sangra, una pieza de metal la atraviesa y no sé muy bien qué es, pero debe de ser muy doloroso; es perfecto.
Freno mis pasos, Caín cada vez se mueve más y eso iba a ser un problema a la hora de llevarlo al orfanato. Busco en el suelo algo duro y que me ayude a "dormir al ratón"; lo encuentro fácilmente a un lado de mi pie. Suelto el cabello de Caín, luego tomo la roca, este me mira aún en el suelo, no tiene ese enojo desquiciado que le había visto en el estacionamiento. Ahora es el miedo el que gobierna sus grises ojos. Las súplicas no son dichas, pero no hace falta que lo haga; todo su cuerpo se estremece al verme levantar la prominente roca.
—Buenas noches, señor Duncan... —Sonrío al ver su cara de espanto. De inmediato, mi mano toma con fuerza la piedra y le doy un golpe en su frente.
El sonido hueco es satisfactorio, pero no hay sangre. Caín gime por el dolor, escucho su llanto y ahora sí comienza a suplicar perdón mientras se arrastra como la repulsiva víbora que es.
—Tienes una cabeza muy dura, Duncan... —Camino a él, Caín llora y otro golpe en su cabeza es lo último que siente antes de caer dormido.
Veo la piedra, esta vez sí tiene algo de sangre. Observo a Caín, la sangre de su cabeza empieza a escurrirse por su frente. Perfecto, pero aun sigue sin ser suficiente. Siento que mi interior me pide a gritos que continúe, la sangre era poca y yo quería ver más. Mucho más.
«Calmados, aún no...», oigo una voz, esta me calma con rapidez y calla mis otras voces.
Trago saliva con dificultad. Vuelvo a tomar el cuerpo de Caín para subirlo como puedo a mi auto. Cierro el maletero con fuerza, miro la vista que tengo detrás de mí y de inmediato se me viene un nombre. Necesito cubrir mis huellas, no puedo decirle a Austin lo que estaba haciendo, o esto se pondría menos sangriento, y eso era algo que no me gustaba. Solo me queda llamarlo a él, su horrendo rostro llena mi mente y el odio comienza a crecer. Pero no me quedaba otra, este hombre era mi as bajo la manga. Me subo al coche, espero algunos segundos y comienzo a marcar su número. Tarda más de lo necesario en contestarme, pero al quinto tono escucho su voz.
—¿Hola?
—Soy Jackson. Necesito que vengas a limpiar un lugar.
—Jackson... —murmura sorprendido. —¿Austin sabe de esto?
—Eso a ti no te importa. Ven aquí y limpia mis mierdas. Me debes una, idiota.
Lo piensa un poco, pero termina cediendo.
—... Pásame la ubicación, estaré ahí en treinta minutos.
Su llamada se corta, inhalo para llenar mis pulmones de aire y así calmarme. Enciendo mi auto para comenzar mi camino al orfanato; ese lugar es como un santuario para mí. La distancia se iba cortando cada vez más, mientras que mis ganas de torturar se volvían más y más fuertes. Es una sensación excitante y placentera. La satisfacción que me da el saber que yo domino el tiempo que vivirá una persona es increíble. Jamás pararé de hacer esto, no importa qué o quién intente detenerme; este juego nunca terminará.
El recuerdo de su rostro llega a mi mente. Las veces que él también me torturaba. Los días en los que yo pasaba solo a oscuras, sin comer y con múltiples heridas. Eso no era divertido, era fascinante. El hecho de que me moldeara para ser igual que él, de que me gustara lo mismo que al padre era completamente fascinante. La frase "Los monstruos no nacen, se crean" es completamente válida, en mi caso por lo menos.
«¿Yo podría hacer eso? El convertir a alguien en un demonio despiadado, sin rostro que mostrar y sin miedo a las consecuencias, ¿podría hacerlo?».
Salgo de mi trance. Toco las pequeñas herramientas que tengo a mi lado, luego mis ojos se posan en la camilla de hospital que tengo enfrente de mí y en cuerpo durmiente de Caín Duncan. Un color marrón oscuro mancha parte de su frente y el ojo derecho, hasta llegar a la mejilla; el golpe que le di fue bastante duro. Espero que aún no se haya muerto, sería un desperdicio de mi tiempo. Paso la lengua por mis labios, la emoción que siento en este momento casi no cabe en mi cuerpo.
Me apresuro a despertar a Caín, la diversión no iba a comenzar si él no me suplicaba que pare. Decido tomar el vaso de agua hirviendo que tengo a mi lado y se lo lanzo. Su reacción es rápida, abre los ojos en par y un grito sale de su boca.
—¡Ah! ¡¿Qué mierda ha pasado?! —Sus ojos viajan por todos lados, yo solo lo observo con gracia hasta que por fin repara en mí.
—Hola...
—¡Hijo de puta! —dice en su primera reacción. Sus ojos bajan a sus muñecas; al notar que están atadas, su voz y su cara cambian repentinamente—. O-oye, hombre, ya deja de joder y desátame...
Ahora titubea al hablar, piensa con claridad en la forma en la que me habla y en sus ojos hay un mar de miedo. Caín era más idiota de lo que pensaba.
—¿Y si no lo hago? ¿Qué harás? ¿Llamar a tu padre? ¿A tu madre? O mejor aún, me golpearas hasta matarme... como ibas hacer con Isabella. —Mi voz se apaga con cada palabra que suelto.
El desprecio, el odio y el asco retumba en mi voz. Veo cómo abre sus ojos en forma de sorpresa y una sonrisa torcida aparece en su rostro al presenciar su terror. Luego, una risa sin una pizca de gracia sale de él y eso me provoca que mi sonrisa flaquee un poco. Tomo lo primero que hay cerca de mí y lo hundo con fuerza en el hombro derecho, haciendo parar su risa y que un grito de ultratumba lo reemplace. Muevo la tijera de podar jardines que tomé y profundizo el corte. El ancho de las tijeras es bastante, por lo que el corte se expande por todo el hombro y deja ver un enorme hoyo; la sangre sale a borbotones, la piel cortada cae y los alaridos de Caín no cesan.
—¿Quién te dio permiso de reírte? —Mi lengua pasa por mi labio inferior a la vez que toco el agujero que le dejé al idiota.
Saboreo su agonía, me jacto sin remordimiento al ver sus ojos saltones y las lágrimas que lanza debido al sufrimiento que le provoco.
Mi dedo índice pasa por el hoyo, este llega hasta el final de la camilla. Duncan se retuerce del dolor al sentir mi tacto, mis dedos juegan con la piel rasgada de su hombro. Lo hago lento, sintiendo su sangre y la carne caer en pequeños trozos.
—¡Detente, por favor! ¡Alguien! ¡Alguien que me ayudeee! —Lloriquea. Lágrimas, saliva y mocos cubren gran parte de su cara.
«Ahhh, esto es excitante...».
—¿Por qué le has hecho daño a Isabella? ¿Acaso es ella una amenaza para ti?, ¿o para alguien? —Saco mi dedo de su herida sin cuidado. Observo la sangre que aún queda en mi índice por algunos segundos.
Luego, empiezo a buscar en un bolso de herramientas más juguetes para poder divertirme.
—Es... por ella, ¿v-verdad? ¿Te gusta Isabella y haces esto por ella? —Caín tiembla al hablar; más bien, todo su cuerpo lo hace. Su cara está en blanco como el papel, las lágrimas no cesan, pero veo ironía en sus ojos.
—No has respondido a mi pregunta... —Coloco un alicate con punta entre sus dedos. Antes de que pueda mover sus manos, le arranco uno con lentitud.
—¡Ahhggg, Dios mío! —Su alarido es infernal, hasta me deja aturdido por algunos segundos. —¡Ahh, basta, por favor! ¡Te lo ruegooo! —Me mira. Llora, suplica, pide perdón pensando que se lo otorgaré y frenaré mis torturas, pero lo único que hace es emocionarme más.
—Mierda, esto es muy excitante... —Toco el bulto que tengo en mis pantalones. Lo masajeo sin dudarlo mientras observo las lágrimas de Caín.
—Estás.... enfermo... —Caín ve lo que hago, cómo saco mi miembro y empiezo a masturbarme incentivado por su dolor.
—Sí, lo estoy. —Mi cabeza va hacia atrás, siento el placer. Duncan vuelve a sollozar e intenta liberarse de las correas, lo que me provoca aún más satisfacción.
Acelero el ritmo de mi mano al sentir mi límite. El orgasmo llega rápido. Miro mi mano, mi semen escurre por ella, mezclado con la sangre de Caín, y una sonrisa crece en mi boca. Observo mi mano y luego a Caín. La idea es tan graciosa como excitante. Con mi miembro aún fuera, me levanto de la silla y coloco mi mano con semen en la boca de Caín. De inmediato, este se retuerce, escupe y unas arcadas lo invaden. Suelto una enorme carcajada al verlo vomitar y ahogarse con su propio líquido.
—¡Eres una víctima muy divertida, Caín! ¡Vamos a divertirnos juntos! —le grito con diversión. Casi sin poder evitar reírme a carcajadas—. Juguemos a las preguntas y respuestas. Si me das las respuestas que quiero, prometo que solo te arrancaré un solo dedo... —carcajeo, me acerco a él y quito la gracia de mi cuerpo al ver su rostro—. Ahora; si me dices algo que no quiero oír..., prometo quitarte las vísceras cuidadosamente para que las puedas ver, aún estando con vida.
Sus ojos se encontraban rojos, abiertos hasta su máximo límite, el vómito en su barbilla provoca un ruido de gotas cayendo que cortaba el silencio entre nosotros.
—Entonces, ¿jugamos?
•BOTÓN PARA IR A TERAPIA•
©
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro