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• Revelaciones •

Isabella Jones

El tiempo se ha vuelto pausado. Pareciera que se ha detenido por completo, ya que mis días son más callados, tranquilos y aburridos. Veo a pocas personas, incluso en la escuela, nadie me habla, pero yo tampoco hablo. Solo respiro, observo y camino. Esta es toda mi vida últimamente. Pero también este tipo de "pausa" me ha ayudado a pensar en algunas cosas, tal vez un poco más de lo necesario, pero, a fin de cuentas, he podido reflexionar.

Las actitudes de Elisabeth son extrañas, siempre lo fueron, pero ahora se han incrementado. La verdad es que pensé que Austin y ella tendrían algún tipo de relación de amor-odio, pero ahora sé que no es así.

¿Elisabeth y Jackson? Una incógnita molesta para mí. Pero sé que lo mío con él es solo piel, él me lo ha dicho. Me lo advirtió el día de nuestra fiesta.

«Después de todo, parece que mi hermana es mejor que yo en todas las cosas. Incluyendo esas».

No quiero confirmar aquellas sospechas. Me conozco, prefiero ignorar ese hecho y seguir adelante. Tampoco es nuevo que me cambien por otra chica para tener sexo. Ya he pasado por esto, estoy acostumbrada a ser el segundo plato; o hasta el tercero. De todas formas, suelo esperar a que los problemas se resuelvan solos o aguardar hasta que alguien venga a ayudarme.

Pero, ¿alguien lo hará? ¿Alguien me ayudará? ¿Qué haría Elisabeth en mi lugar? Estoy segura de que ella misma buscaría unas mil formas para autoayudarse y así no depender de alguien, pero yo no puedo. Mi nombre viene de la mano con la palabra "dependencia", o eso me ha dicho el psicólogo. Soy una persona sumisa que depende de las actividades o de las emociones ajenas. No lo puedo evitar, o, más bien, no sé cómo hacerlo. Yo no sabía que padecía esto. Todos asumieron que la muerte de Caín me liberaría y podría estar en paz, pero no es así. Aún duele, por supuesto que duele, aunque ya no siento la necesidad de estar apegada a él por el mero temor a ser rechazada.

Ahora me siento así con otras personas, pero nunca pensé que fuera una "obsesión", mejor llamado como trastorno de la personalidad. Pensé que era amor; ahora, según el psicólogo nuevo que papá ordenó mandarme, es una clara dependencia emocional.

«Elisabeth, papá, el tío Daniel... Jackson».

Todos esos nombres me rodean y me acorralan contra la pared para que pueda sostenerme de ellos; sin darme la posibilidad de intentar caer para levantarme. Es por eso que usé esta "pausa" que me ha dado el tiempo para reflexionar, también para intentar alejarme de esas personas, algo que no me ha funcionado del todo. Intento ignorar a Jackson, creo que es el más complicado de mi corta lista, y él no lo pone fácil. Ignoro sus mensajes, llamadas, invitaciones a ciertos lugares; pero aún así insiste en hablar y eso me confunde. ¿No sería sin amor? Él mismo lo dijo, me hizo prometer que yo estaría de acuerdo con esto.

Me ha contado cosas sobre él, sí, es verdad, pero no las suficientes para que nos conozcamos bien y eso lo hace para no crear un vínculo que nos desvíe de lo que "necesitamos", según él.

Todavía puedo recordar muy bien las palabras que nos dijimos al momento de hacer ese juramento.

—No hay un nosotros, Isabella, quiero que entiendas esto. ¿Te gusta tener sexo conmigo? Lo haremos, las veces que quieras, cuando quieras y como quieras; pero solo será eso. Sexo. No quiero que las emociones gobiernen tu cabeza y te desvíen, ¿puedes prometerme eso? ¿Puedes jurarme que no sentirás nada por mí?

—¿Tú puedes jurarme que no sentir amor por mí, Jackson?

—Lo juro por mi vida.

Recuerdo una de las noches en la que me escapé de la casa para irme con él. Nadie se enteró, regresé a la madrugada, a hurtadillas por la puerta trasera, parecía una adolescente normal. Huyendo con el chico malo para verse a escondidas, casi parecía una persona normal viviendo una vida normal. Pero las cosas buenas nunca duran. Es algo que estoy aprendiendo por las malas.

«Elisabeth Jones, eres tan buena en todo, tan perfecta, eres tan... tú. Qué envidia. Me das envidia, hermana. ¿Por qué no puedo ser como tú? ¿Por qué deseo que no te entrometas en mi camino? ¿Por qué?», pensé en un momento.

A ella también la he ignorado. Ambos nos ignoramos. Hablamos lo justo y necesario a la hora del desayuno, en la escuela no nos vemos en lo absoluto y a la hora de la cena ella desaparece.

"Tiin tiin", el sonido de una llamada entrante me saca de mis pensamientos.

Llamada entrante de Jackson.

Observo la pantalla, la oscuridad de mi habitación produce que el brillo del celular me ciegue por unos segundos. Dudo al momento de apretar el botón verde, los nervios aún persisten en mí. Parezco una drogadicta cuando él llama, como si estuviera en abstinencia de la droga llamada Jackson Williams. Él me tienta para que lo consuma, y yo, aún sabiendo que es dañino para mí, le hago caso y lo pruebo.

Lo hago una y otra y otra vez, y me siento bien por momentos, pero también desdichada porque mi vida se consume como una cerilla prendida.

Contesto la llamada.

—Hola...

—Es de mala educación no responder a los llamados, Isabella.

—¿Qué le ocurre a tu voz? —Me enfoco en lo carrasposa que se oye, ignorando así su insinuación.

—Estoy algo enfermo, nada grave. —Nos quedamos callados por unos segundos hasta que la tos de él rompe el silencio—. Lo sabrías si al menos leyeras mis mensajes, o tan solo verme en la escuela...

—¿Austin no debería cuidarte? Es tu hermano mayor...

Mi incomodidad es demasiada, me retuerzo en la cama debido a esto. Me siento mal, no estaba preparada para hablar con Jackson, debí pensarlo dos veces antes de apretar el maldito botón verde.

Tose un poco más.

Él está ocupado, su trabajo no es cuidarme.

Su voz sale enojada, como si el pensar en ello lo enfureciera más de lo necesario.

—Está bien, Jackson. Es mejor que duermas un poco, de por sí ya es tarde para una llamada; así que me voy. Duerme bien...

Antes de poder colgar la llamada, su voz sale un poco más alta de lo normal, así que no necesito pegar el parlante del celular en mi oreja.

—¿Sigues enojada por lo ocurrido en la reunión con Elisabeth? ¿No te has olvidado de nuestra...

—Adiós, Jackson.

Cuelgo lo más rápido que puedo.

Lo hago porque no estoy lista para esta conversación. No ahora, no quiero preguntar y saber las respuestas que sé que me dará. No quiero saber que la escogerá a ella. Porque así es la cosa, ¿no? Todos eligen a Elisabeth. También sé que sacará el tema de la promesa. Esa estúpida e infantil promesa. Nos conocemos hace meses, ¿por qué estos sentimientos míos despiertan tan rápido al conocer a alguien fuerte y decidido? Jackson toma decisiones sin pensar mucho, es fuerte y no le teme a nada; es justo como yo quiero ser, y es por eso que mi corazón late tan fuerte al estar con él.

¿Es amor? No lo creo. Pero, ¿cómo sé que no es amor si nunca lo experimenté? ¿Es culpa de la dependencia emocional? Absolutamente. ¿Quiero frenar estos tóxicos sentimientos? No sé. ¿Estoy aterrada por el simple hecho de que Jackson quiera algo con Elisabeth? Sí. Es un maldito rotundo.

Amo a mi gemela, de eso no tengo duda, pero, aún así, hay algo en mí que está muy mal. Sentir celos por tus hermanos es normal, eso estoy aprendiendo en mis terapias; pero los celos que siento por Elisabeth van más allá. Es más oscuro que antes, y no sé cómo frenarlos. Siempre dejo pasar esos sentimientos, pero se vuelven más fuertes, mucho más que yo. Les tengo miedo en cierto punto, miedo de que me obliguen a cometer una locura. Si sigo así, yo misma me convertiré en algo que seguramente odie. Alguien cruel y sin razonamiento sano.

Doy un suspiro enorme antes de levantarme de la cama. Dejo el celular en vibrador por si Jackson decide molestar de nuevo. Siento mi garganta seca, así que decido salir de mi habitación en silencio para poder adentrarme en el oscuro pasillo. Miro hacia ambos lados, noto que solo hay una tenue luz que corta con la oscuridad brumosa de la casa. El despacho de papá se encuentra al final del pasillo, justo dos puertas separado de la habitación de mi hermana. La distancia entre la mía y su lugar de trabajo es enorme, por lo que no le tomo mucha importancia y decido irme a la cocina.

Decidí eso antes de oír un fuerte golpe proveniente del despacho, y luego, en un susurro que parecía querer ser un grito, logro oír dos voces enojadas.

Estas cosas me dejan algo pasmada en mi lugar. Todavía confundida, me adentro más al pasillo, acortando muy lentamente la distancia. Paso la habitación de Elisabeth, esta se escucha y se siente tan solitaria como siempre. Llego por fin a la última puerta, en donde la luz amarilla de adentro se escapa por su abertura e ilumina la puerta que tiene al frente: la habitación en donde residía mamá en sus últimos momentos con vida. Intento no mirar la fría puerta de madera gruesa, no necesito deprimirme más en estos momentos.

—Te lo dije, ¿no es así? —Aparto toda mi concentración y la centro en las voces que se filtran en mis oídos

«¿Ese era el tío Daniel?».

No me parece muy normal escuchar voces a estas horas de la noche; ya que, si papá tiene más trabajo de la empresa, prefiere irse a su otro despacho, que queda mucho más cerca de su empresa.

—¡¿Qué tiene de malo hacerlo con Isabella?!

—¡Cierra la boca, Daniel!

—Yo solo digo. —Se defiende—. Nuestra niña se ha estado comportando muy extraño últimamente. Está más rebelde y grosera, necesito ponerla en su lugar... Como hacía en los viejos tiempos.

Su voz sale divertida al final, como si recordase algo muy chistoso. Yo aún permanezco paralizada, con la oreja pegada a la parte de la llave que tiene el picaporte para poder escuchar mejor.

—¿Crees que no me he dado cuenta? —Papá se queja soltando un bufido—. Ella ha estado así desde la llegada de los Williams. Es por eso que te mandé a llamar, Daniel. Esa zorra me teme, pero es claro que tú te llevas el premio al darle sus lecciones.

—Gracias, gracias. Me esforcé mucho... —contesta con orgullo y yo arrugo el ceño al no entender—. Y solo por eso te doy la sugerencia de hacerlo con Isabella. No es mi tipo, es que se parece mucho a ti. —Ríe y luego escucho una queja, como si se hubiera golpeado.

Ya no quiero escuchar más. Esto es extraño, extraño e incorrecto. ¿Por qué mierda están hablando de esa forma de Elisabeth y de mí? Siento que el oxígeno se niega a entrar a mis pulmones, los nervios los tengo a flor de piel y mi cuerpo se siente extrañamente caliente y hormigueante. Mi corazón duele debido a lo rápido que late, ¿qué es esto? nunca viví ese extraño sentimiento. Al levantar mi vista y ver la puerta del despacho, mi cuerpo tiembla aún más. ¿Es miedo? Jamás lo experimenté de esta forma. No se compara con nada vivido para mí. Tengo miedo, ¿pero de qué? ¿De papá y del tío Daniel?

Doy algunos pasos hacia atrás, no freno y termino chocando contra la puerta. Esto produce un leve ruido, no es muy fuerte, pero, debido al silencio que hay a nuestro alrededor, este sube de volumen considerablemente. Por el rodillo del ojo noto una mancha negra, una mancha que se mueve rápido hasta llegar a mí.

—¡Isabella! —Su rostro es lo primero que veo, luego aprecio sus bellos ojos, que están rojos e hinchados.

—Elisabeth —susurro con voz temblorosa, al instante las lágrimas contenidas son derramas.

Ella me mira con seriedad, no me da consuelo ni nada por el estilo, sino que hace todo lo opuesto, se aleja un poco de mí, me sostiene de la mano con una fuerza excesiva y me arrastra con ella a su habitación.

Nos quedamos así por algunos segundos. Yo sigo temblando, aprovecho ese silencio y la oscuridad de su cuarto para calmarme. Ella se aleja de la puerta, observo en ese mismo lugar, al lado de la puerta, justo en el suelo, que hay una almohada y una manta gruesa esparcida por todo el frío piso de madera. Camino un poco, la mirada de Elisabeth se clava en mi persona y sigue cada movimiento que hago. Llegué a ese mismo lugar, y, muy lentamente, caigo sentada al suelo en esa manta azul que usa para dormir.

—¿Qué has escuchado? —dice en un leve murmullo.

Niego con la cabeza, no quiero volver a oír esas cosas en mi mente. Los pasos de Elisabeth son rápidos, se agacha y queda a la misma altura que yo. Sus ojos no me dejan saber nada, no hay emociones buenas, tan solo el verde y el azul fusionado con un enorme matiz de enojo en ellos.

—Isabella, jamás llores en frente de alguien. Si muestras tu lado vulnerable a las personas, ellas lo usarán en tu contra. Y si hacen eso, puedes darte por muerta.

Lo dice mientras usa sus dedos pulgares para sacar las lágrimas que aún perduran en mis ojos.

—¿Por qué duermes en el suelo? —Mi voz se quiebra por el llanto, aunque ahora intento no derramar nada.

—Supe desde el momento de la llegada de Daniel que algo así podría pasar. Sin ella, se vuelven descuidados y algo predecibles —suspira derrotada mientras se sienta enfrente de mí.

Su cabello suelto cubre gran parte de su rostro pálido.

—¿Qué has escuchado detrás de esa puerta? —Vuelve a insistir más paciente. -- Tienes que decirme, Isabella. Si ellos...

—Ellos te nombran con voz lasciva. No los vi, pero sí pude sentir cómo hablaban de ti de esa forma. También mencionaron que eres más rebelde de lo normal y que te deben dar lecciones.

Lo saco todo mezclado, mi mente sigue shockeada y no creo que se lo haya dicho tal cual fue, pero sí siento que debe saber.

—Eso lo dijo Daniel, ¿verdad? —Su voz se quiebra al nombrar al tío Daniel e intenta aclararla al darse cuenta de ello.

—Sí.

Ella no habla, no me mira y puedo jurar que ni siquiera respira. Se cruza de brazos, ¿acaso está temblando?

—Bien... —susurra tan bajo que creo que es un pensamiento suyo que se le ha escapado.

Levanta su cabeza, no logro distinguir su mirada por la escasez de luz que tiene la habitación, ya que la única iluminación proviene de la ventana abierta que tiene.

—¿Qué fue todo eso, Elisabeth? —Las palabras salen atropelladas por el miedo que nuevamente siento.

—No sé si estaré feliz o triste de que por fin puedo decirte todas estas cosas... —Me da la espalda mientras camina hacia la ventana.

—Elisabeth...

—Tan solo quiero saber algo antes de revelarte la verdad.

Ya en la escasa luz, su cabello se mueve por el frío aire de la madrugada,

Elisabeth se da la vuelta y me mira fijamente. Pude ver desde mi posición alejada cómo sus ojos brillaban de una forma única. Pero no es por los sentimientos que ella tiene. No, es por las lágrimas dolorosas que intenta contener.

—Tienes dos opciones, Isabella. —Cada vez da pequeños pasos que la acercan más a la peligrosa ventana—. Puedes creerme todo lo que digo, asumiendo la responsabilidad de guardar estos secretos y así ayudarme a vengarme... —Por fin su cuerpo choca contra la pared y el borde de la ventana—. U olvidarte de todo esto. Puedes ignorar y seguir tu vida feliz con tu novio Jackson, con el padre amoroso que piensas que tienes y con un tío que solo te ve como una sobrina más...

—¿Pero?

Ella sonríe con crueldad al escucharme.

—Pero si haces eso, serás la culpable de tu propia destrucción. Porque lo que estoy a punto de hacer involucra a todos los Jones. Me vengaré y haré pagar a todos lo que estuvieron en mi contra.

Silencio. Tan solo se escucha el viento que se adentra en la cálida habitación.

—¿Quieres ser ignorante toda tu vida? ¿O quieres ser alguien que pueda subsistir sin la necesidad de mentiras y de personas falsas? Decide, hermana.

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