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• Planes oscuros •

Isabella Jones

Las cosas iban bien, tal vez demasiado bien que daba algo de miedo. Luego de que Austin lograra conseguir el teléfono de Daniel, se lo llevamos directamente a un amigo suyo.

No sé cómo le hizo ese tal Bred, pero logró quitar su contraseña y desactivar el modo perdido que tenía el teléfono para que no pudieran rastrearlo. Apenas logramos eso, pudimos poner el plan en marcha. Y, extrañamente para nosotros, todo estaba marchando relativamente bien. También pude entender más la razón por la que Elisabeth le temía a mi padre y a Daniel. Ambos compartían gustos completamente perversos. Ni siquiera se le puede llamar "gustos", porque tener fantasías con una menor de edad es un crimen imperdonable y repugnante.

En el momento en el que los tres revisamos su celular, pudimos encontrar un sinfín de páginas, aplicaciones y fotos que demostraban lo enfermo que estaba Daniel Li. El hombre era un pedófilo sin escrúpulos y amante del sadomasoquismo. Pero no del juego normal que tienen las personas con ese gusto, no; este sujeto lo llevaba al extremo, uno que no se puede pasar si eres un ser humano con algo de conciencia y empatía. Pero es obvio que Daniel no tiene ninguna de esas dos cosas.

Aunque nuestra verdadera razón de tomar su teléfono no era para encontrarnos con tales escenas, sino que buscamos sus cuentas bancarias. Ya sean las verdaderas o las falsas, y, de nuevo, con la ayuda de Bred logramos hallarlas.

Diversos bancos de distintas nacionalidades contaban con varias cuentas de personas diferentes, pero todas eran manejadas por una misma persona. Daniel Li era de presumir su inteligencia, pero con el tema del dinero era demasiado descuidado. Totalmente diferente a papá, que tenía su computadora y celular a mano. No usaba contraseñas muy elaboradas y dejaba mucho a la vista. Pude escabullirme en su despacho noches atrás, pero tan solo encontré gráficos de una nueva empresa que estaba por construir y unas cuantas fotos de mamá, él y yo. Ninguna de Elisabeth.

Aunque eso no importaba mucho, ya que Austin tiene algunas cuentas bancarias falsas, en la que lava una enorme cantidad de dinero. Y esto es gracias a Mirian, nuestra ama de llaves. Según ella, se ha estado acostando con papá por años, y es por eso que tenía permitido entrar a su habitación, y es allí en donde encontró aquellos papeles.

No niego que me enfadé mucho al enterarme de que nos espiaba en nuestra propia casa, pero si no fuera por él no tendría nada para incriminar a papá.

Uno de los primeros planes que tengo es llevar las evidencias a varias cadenas de televisión en forma totalmente anónima; ya que no sé qué clase de peligro nos esperaría si nuestros nombres eran revelados. Además, no confío en la policía; Austin me ha dicho que su padre les pagó mucho dinero para que dejen el caso de Caín y así no molestar a su familia. Por lo tanto, dudo de que a ellos les importe este tipo de crímenes si mi padre les da dos maletines repleto de cientos o miles de dólares.

Intenté pensar como Elisabeth, buscar algún método para salir ambas ilesas de este caso, ya que estoy más que segura que seremos las primeras que buscarán para los interrogatorios. Elisabeth y yo estamos por cumplir la mayoría de edad, y mi hermana tiene una cuenta falsa en donde tiene muchísimo dinero, el cual es obvio que no podrá justificar si le preguntan de dónde lo ha sacado.

Busqué personas para poder incriminar, por si las cosas se ponen feas, o alguna manera de salir del país si ya la cosa es incontrolable. Pero en realidad apenas he podido con ese complicado plan. La mayoría de las evidencias las conseguí gracias a Austin y sus contactos. Yo no puedo sola, soy demasiado inutil. No puedo proteger a mi propia hermana. No soy Elisabeth, tan solo soy yo y eso no es suficiente. Es por eso que acudí a Austin.

Lo encontré vagando por las calles la noche en la que mi hermana me contó todo. Yo había vuelto a salir de mi habitación porque sentía que no tenía aire en esa horrenda casa. Ambos nos miramos y entendimos por completo la razón de nuestro pesar: Elisabeth Jones. Y sí, agradezco su ayuda. Admito que sin él estaría perdida y mi plan tendría muchas fallas; pero, aunque yo le daba algo a él, no puedo evitar traicionarlo en la etapa final de mi plan.

Juré destruir a todo aquel que interfiera con la nueva vida que estaba por tener mi hermana, y eso implica alejarla de personas innecesarias en su vida. Y Austin Williams será innecesario en el momento que las cadenas de televisión desmantelen los verdaderos rostros de aquellos empresarios famosos.

Austin me hizo la promesa que en verdad le gustaba mi hermana y haría todo lo posible para ayudarla. Pero aunque me lo repitió varias veces, no puedo creerle. Sé que han tenido sexo, tienen algo de tensión y química, pero ellos no se quieren, y mucho menos se amarán. Elisabeth siempre amará a Jeremy Brown, me gustaría que ella pueda abrirse a otros chicos, pero no quiero que sea con un Williams.

Al final de este plan, enviaré lo más lejos posible a Austin de Elisabeth. Y eso será con la ayuda de su hermano menor, Jackson Williams. En un principio Jackson no formaba parte de mi plan, pero tendrá una función importante, que es irse con toda su familia a otro lugar de este continente; mientras más lejos, mejor.

Y él acatará esta orden sin chistar, gracias al secreto que le he descubierto. Este secreto se ha confirmado ayer, cuando todos estábamos ocupados con nuestros propios problemas de vestuarios. Vi perfectamente cómo Clara se metió en el vestidor de Jackson; sutilmente me acerqué allí y lo único que se podía escuchar eran una respiración algo acelerada y algunos jadeos. La señora Clara, supuesta madre de los Williams, le estaba chupando la verga a su propio hijo. ¿Impactante? Nah, esa familia está igual o más podrida que la mía. ¿Me sentía dolida al enterarme de esto? Bueno, al principio sí, pero luego entendí que no tenía tiempo de sentirme mal por esa escena turbia.

Pronto seremos tú y yo, hermana. Prometo que tendremos nuestro final feliz . No será como el final de un cuento de hadas, pero nos tendremos a nosotros, sin príncipes, ni madres malvadas, solo nosotras dos.

Por desgracia para ambas, me olvidé por completo de otro demonio que iba detrás de ella. Uno más feroz y siniestro. Un demonio que ya no tenía nada que perder; el culpable de todo. Simplemente, el causante de nuestra destrucción. 

###

Tres golpes son los que dan en la puerta principal. Unos muy fuertes y ruidosos, que me hacen me asustar.

—¿Sí?

—Carta para las gemelas Jones —me interrumpe con rapidez, parece exhausto y asustado. Apenas logro procesar sus palabras, el sujeto me extiende dos sobres negros, y, al momento de tomalas en mis manos, él se va corriendo fuera del jardín.

Frunzo el ceño, confundida por esta acción algo repentina. Cierro la puerta y comienzo a caminar escaleras arriba mientras observo ambas cartas. Sonrío un poco al notar la textura mate del papel que usaron para hacer el sobre. Noto cómo tiene un sello en la punta, como si fuera una carta antigua, este era una rosa roja perfecta que resaltaba sobre el papel negro. Luego noto que tiene algo escrito en la parte de atrás, con una letra cursiva en color dorado.

La sonrisa se me esfuma, y detengo mis pasos. El corazón me late demasiado rápido, me duele en cierto momento. Mis manos empiezan a sudar en segundos y noto cómo esto moja el papel que tengo entre mis dedos.

Remitente: número privado. Destinatario: Elisabeth Jones, Isabella Jones.

Era una para cada una y, aún sin abrirla, sentía el enorme peso que tenía este sobre de papel.

Levanto la vista al frente, espantada ante la idea que se me acaba de venir a la cabeza, y, tan pronto como mi cerebro vuelve a funcionar, corro hasta la habitación de Elisabeth y golpeo su puerta con desesperación.

—¿Quién mierda golpea mi puerta? —Abre su puerta y yo la empujo para entrar en esta, sin darle tiempo a procesar nada—. ¿Isabella...?

—Te han llegado mensajes de un número privado. —No me sale en forma de pregunta, sino, más bien, como una confirmación. Pero de todas formas observo a mi hermana en busca de algo que me diga que no es cierto lo que estoy pensando.

El enojo de su rostro desaparece y ahora se nota el mismo temor que tengo yo.

—¿A ti también? —pregunta con horror y pesar. Me acerco a ella y le doy la carta que me habían hecho llegar.

Ella la observa con asombro y miedo, pero no la abre.

—¿Quién te las ha dado? —Sus ojos están tan abiertos como dos bolas esféricas verdes, mientras que sus hombros suben y bajan con irregularidad.

—Fue un hombre, pero no recuerdo muy bien su rostro. Literalmente vino y se fue corriendo.

—¿Qué decían tus mensajes? ¿Te las han firmado con algunas letras? —Esta pregunta me espanta aún más.

—Al final de cada mensaje me dejaban una o dos letras, las cuales formaron la palabra "Demonio". Después de que las palabras formaran eso, dejaron de llegarme mensajes.

—No, los mensajes terminaron cuando las letras formaron "Mónica", y yo recibí una llamada también.

—¿Mamá? —respondo con asombro—. ¿Acaso salió de su tumba para jodernos en vida?

—No. Yo la vi morir, así que ella no tiene nada que ver en esto... —Camina de un lado para el otro, mordiendo su labio por los nervios—. Pero sí es alguien que la conoce, conoce lo que le ha pasado. Y nos conoce muy bien ambas.

—Y nos han estado vigilando de cerca —agrego al recordar cómo me había llegado un mensaje después de haberme acostado con Jackson en el teatro. —Los primeros mensajes hablaban de Caín, luego de Jackson y, por último, me dijeron que tú me dirías la verdad de todo, y que terminaría muriendo intentando comprenderte.

Aquel último mensaje lo había recibido unas noches atrás, el cual me dejó espantada de una forma en la que decidí apagar mi celular y no usarlo hasta que todo esto pase.

—Es un hombre, por lo menos el que me manda a mí, aunque pueden ser dos personas las que estén involucradas en esto y creo saber quién es una de ellas.

—¿Cómo lo sabes? —Ella me ve a los ojos por primera vez desde que entré a su habitación y me deja algo espantada por todos los sentimientos que derrama su mirada: dolor, preocupación, horror y decepción, son algunos que logro identificar.

—Porque me han hablado de Jeremy en los mensajes. Y solo hay una persona que lo conoció tan bien como yo...

—¿Quién?

—Su hermano mayor.

Ella camina hacia su ventana, la abre y deja entrar la ventisca fría, la cual logra calmar el infernal ambiente. Me acerco a ella y noto cómo observa la casa de los Williams.

—¿Qué dice tu carta? —titubeo un poco al oír la mención de la carta, me percato de que aun no la abrí, por lo que me apresuro en romper el sello de rosa y saco una hoja negra con una decoración en forma de candelabro, que tiene en sus varias extremidades unas flores doradas y cristales del mismo color.

Debajo de esta, está de nuevo aquel nombre: "número privado". Hay dos máscaras doradas y negras, con una pluma del último color, como si esto fueran un separador. Por último, debajo de esta, hay un texto breve pero importante, con unas letras en minúsculas pequeñas, la tipografía es perfecta, parece ser de computadora.

"Sean cortésmente invitadas a su última cena. Una fiesta sin igual, en donde podrán disfrutar de su último cumpleaños de una forma inolvidable, lleno de muerte, caos y destrucción; cosas muy conocidas por la familia Jones. Les recomendamos que traigan sus mejores vestidos y no lleguen tarde, ustedes son la atracción principal".

Las esperamos con ansias.

Atte: los culpables.

Quedamos en silencio. Por mi parte, el miedo ha tomado mi garganta y me impide decir algo más. Escucho cómo Elisabeth abre la suya, aprovecho esto para volver a releer la mía, rogando para que esto solo sea una pesadilla.

—La mía dice exactamente lo mismo —susurra con frustración. —Dice: "los culpables", así que ya sabemos que es más de uno, y que son hombres.

—"¿Algo muy conocido por la familia Jones?". Eso significa que nuestro padre o Daniel no están involucrados...

—Por supuesto que no. Ellos jamás harían tanto drama para hacerme algo. Además de que jamás te harían algo a ti, eras la favorita de Mónica, y ella siempre dejó en claro que no pueden tocarte.

—¿Y por qué lo era? —Suelto sin más al no entender nada.

—Por que no tienes los ojos de nuestro padre, claramente. —Ríe al decir esas palabras sin sentido.

—Papá los tiene como yo, y...

—¡Adam no es mi padre, Isabella! Su hermano mayor lo era, Johann Jones. Era su gemelo, su hermano de sangre, y ese maldito idiota fue quien abusó de Mónica, y gracias a ese maldito abuso nacimos nosotras dos. ¡Y es por esa absurda razón por la que abusaron todos estos años de mí, por el maldito color de ojos!

Espero unos segundos, no solo para procesarlo todo, sino para aguardar que ella se calme.

—¿Y qué haremos? En dos días es nuestro cumpleaños, es obvio que harán algo allí. Y aún no sabemos quiénes son. No sabemos nada, Elisabeth.

Ella suspira, se aleja de la ventana y se dirige hacia su armario. Deja su carta arriba de la mesada que tenía al lado y con toda la seguridad mete ambas manos dentro de un cajón oculto entre las maderas de atrás.

—Yo sé una cosa con certeza... —Levanta su mano del cajón sosteniendo algo negro y pesado. Al instante que veo el arma que tiene en sus manos y ver su expresión sombría, supe que hablaba en serio—. Los mataré a ambos, así de fácil es.  

«Mi hermana también se había equivocado en algo, y es que su plan no sería "fácil". Porque ambas andábamos con vendas en los ojos, sin saber a donde caminar y a quién apuntar. Tan solo teníamos nombre, el nombre del hermano mayor del difunto Jeremy. Y ese era Bred Brown




















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